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miércoles, 19 de junio de 2013

MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO

Pasaje seleccionado de mi libro
“MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO”
MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO
El amor que lleva al matrimonio debe ser -sobre todo en la mujer- el amor primero. Ése es el motivo por el cual los padres en el Israel del Antiguo Testamento cuidaban tanto a sus hijas.
Esa es también la razón por la cual muchos padres todavía hoy día cuidan tanto a sus hijas. Las celan como Dios nos cela (2Cor 11:2; St4:5). El padre quiere que su hija llegue pura al matrimonio para que ella sea esposa de su yerno, como él quiso, o hubiera deseado, que su esposa sea para él. El padre, el verdadero padre, ama a su yerno como a un hijo propio, y no quiere menos para él que lo que quiere para su hijo. Es por un instinto sabio que los padres se comportan así, celando, cuidando a sus hijas. Es cierto, sin embargo, que a veces los padres celan a sus hijas no por cuidarlas sino con un amor egoísta que busca acapararlas y que puede empujarlas a la rebeldía. Aquí, pues, el padre cristiano debe buscar el justo equilibrio entre vigilancia, confianza y libertad.
La mujer sólo puede amar a un hombre en la forma que he descrito una vez en la vida. Si ya amó a uno así, el amor que entregue a otro será un amor de segunda mano, que esconda muchas heridas. Lo cual no impide que de esos amores segundos puedan surgir matrimonios felices que Dios bendice, porque su gracia no tiene límites. Pero ése no es su plan perfecto.
Pero para el hombre, aunque sea más difícil, rigen las mismas condiciones: debe guardarse igual para la que será su esposa. Sólo de esa manera merecerá encontrar una muchacha que se haya guardado para él.
(Pág. 28. Editores Verdad y Presencia, Tel. 4712178)





miércoles, 27 de febrero de 2013

ANOTACIONES AL MARGEN XXXIV


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ANOTACIONES AL MARGEN XXXIV

* Para amar de verdad hay que ser humilde porque amar significa inclinarse hacia el otro. El que ama se entrega e inevitablemente se vuelve vulnerable. Y cuanto más ame, más lo será.
* ¿Es nuestra vida digna del amor que Dios nos ha mostrado? Nosotros pasamos todo el tiempo pensando en nuestros intereses, placeres y conveniencias, y rara vez pensamos en Dios durante el día. Pero Pablo escribió: “Orad sin cesar” (1Ts 5:17), que quiere decir pensar en Él y hablar con Él todo el tiempo. ¿Lo hacemos?
¿En qué piensa todo el tiempo el enamorado, la enamorada? En el ser amado, lo que prueba que sí es posible pensar constantemente en una persona. Pero cuando se trata de Dios, no podemos o nos cuesta mucho, porque no estamos enamorados de Él. Pero nadie nos ama tanto como Dios.
¿Tu enamorado, o enamorada, daría la vida por ti? ¿Se dejaría crucificar por ti? Seguro que no, porque no te ama tanto como para llegar a ese extremo. Sin embargo lo amas más que a Dios. ¡Que inconsecuente y qué ingrato eres!
* Cada día Jesús es ofendido por los pecados de los hombres. ¿Cómo puedo yo sumarme a esos ataques, como si yo fuera un impío y no lo conociera?
* Si me hago pequeño y humilde como un niño, Jesús se agradará de mí. Eso no impedirá que Él me levante delante de otros, siempre y cuando yo no me jacte de ello.
Dios no ama al jactancioso, al que se enorgullece de lo que Dios ha hecho en él (1P5:5b) porque Él es celoso de su gloria.
* Si Jesús se humilló a sí mismo haciéndose pequeño al hacerse hombre, y tomando forma de siervo ¿por qué no podré yo hacerme pequeño y humillarme a los ojos de otros, siguiendo su ejemplo?
* Uno de los mayores pecados del incrédulo es rechazar el amor con que Dios lo ama. ¡Cuántos hay que en su soberbia dicen: Yo no necesito de Dios! Si no se arrepienten, algún día esas palabras arderán en sus entrañas como una espada de fuego lacerante que nunca se apaga.
* La palabra de Dios dice que este mundo está reservado para ser destruido por el fuego (2P 3:7), así como el mundo antiguo lo fue por las aguas. ¿Tan mal están las cosas para que Dios tenga que intervenir de esa manera? Si vemos el avance del matrimonio gay en el mundo, no nos extrañe.
* Todos tenemos un oficio o una profesión, pero lo primero que se enseñaba a los niños es que hemos sido creados para amar a Dios sobre todas las cosas. Ése es nuestro primer oficio, nuestra ocupación prioritaria. Cuando lo es en la práctica, todo lo demás encaja en su lugar.
* ¿Habrá antesala en el cielo? ¿Tendremos que pedir cita para que Dios nos reciba y podamos hablarle? ¿Acaso la necesitamos ahora? Más bien parece lo contrario: Que Dios tiene que pedirnos cita para que le escuchemos, porque de ordinario no le hacemos caso.
* ¡Parece increíble! Que Jesús quiera venir a alojarse en un alma llena de pecado y de maldad. Pero Él está donde quiere y no hay pecado que lo espante.
* ¿A quiénes detesta Jesús? A los hipócritas y a los oportunistas, esto es, a los falsarios.
* Los que fingen una devoción que no tienen, pecan contra el Espíritu Santo.
* ¿Cómo podría agradar a Dios el que ora con una voz fingida y engolada? Él detesta a los hipócritas. Dios nos libre de caer en ese pecado.
* ¡Que sea nuestra oración diaria: “Venga a nosotros tu reino!” (Mt 6:10) El reino de Dios es “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”, escribió Pablo (Rm 14:17). ¿Pero no es también amor, por encima de todo?
Dondequiera que se haga presente el Espíritu Santo está el amor.
* Todo el que se niega a creer rechaza al mismo tiempo el amor infinito con que Dios lo ama. Es extraño, porque ¿quién no ama ser amado?
* Cuando obramos precipitadamente y con impaciencia, despreciamos la paz que Dios ha infundido en nuestros corazones y escogemos el estilo del diablo.
* Yo doy de lo que me sobra, o no me es indispensable. Pero ¿pasaría yo hambre un día para saciar el hambre de un muerto de hambre? ¿Me privaría yo de lo necesario para ayudar a otro? Hacer eso es propio de santos. ¡Pero qué lejos estoy de eso! Sin embargo, ¿qué espera Jesús de nosotros: actos de caridad mediocres o actos heroicos? Si yo fuera conciente de que lo que yo doy a otros en realidad se lo doy a Jesús (Mt 25:37-40), ¿sería yo tan mezquino? ¿Puedo escatimarle algo a quien dio su vida por mí? ¿Cuándo amaré a Jesús como Él merece ser amado? Cuando ame a mi prójimo tanto como me amo a mí mismo, amaré a Jesús que está en él.
* ¡Con cuánta frecuencia el dinero sólo sirve para mandar a la gente al infierno! El dinero ofrece a la gente ocasiones de pecar que no tendrían si carecieran de él. No sólo ocasiones de pecar por lujuria, sino también por orgullo. Por eso Jesús dijo que era más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos (Mr 10:25).
Pero el dinero ofrece también satisfacciones de otro orden que, sin ser pecaminosas, alejan a la gente de Dios.
* En cierta medida el mal es necesario en la tierra porque el dolor es necesario. El dolor es nuestra escuela. Hay quienes lo causan y hay quienes lo sufren. Mejor es pertenecer a los segundos que a los primeros, aunque los primeros sean también necesarios.
Pero el que no ha pasado por la escuela del dolor es todavía inmaduro.
* ¿Cuánto cuesta sonreír? Nuestras sonrisas amables, sin malicia, están apuntadas en el cielo, porque hacen más bien de lo que pensamos.
* Si yo amara realmente a Dios estaría todo el tiempo pensando en cómo aliviar el dolor ajeno.
* Debemos darle a Dios plena libertad para hacer en nosotros la obra que Él desea. ¿Pero acaso necesita Él de nuestro permiso? No estrictamente, porque Él siempre hace lo que desea. Pero si nosotros nos rendimos a Él de la manera dicha, cooperando con Él, Él podrá hacer en nosotros una obra más completa. Por eso nuestra oración diaria debe ser: Señor, yo te pertenezco; haz en mí lo que deseas (cf Lc 1:38).
* Si Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29), ¿cómo puedo yo dudar de que me haya perdonado todos los pecados que he confesado y de los que me he arrepentido sinceramente?
* Jesús se hizo igual a nosotros en todo menos en el pecado. Aunque es Dios, Él es nuestro compañero, nuestro amigo, nuestro camarada.
* Yo tengo puesta toda mi esperanza en Dios, en que Él nunca me abandonará, porque lo busco con toda mi alma.
* Debemos estar alertas no sólo frente a las tentaciones de la carne, sino también frente a los intentos del diablo de perturbar nuestra paz interior. Pero si nuestra conciencia nos acusa no podemos tener paz.
* Así como Dios puso a Adán en el huerto del Edén para que lo labrara, de igual manera Dios nos ha confiado el huerto de nuestra alma para que lo labremos. Algún día vendrá a pedirnos cuenta de cuán bien lo cultivamos y qué buenos frutos producimos para Él, así como de cuánta maleza y mala hierba lo limpiamos.
* Cuán cierto es que la castidad ennoblece nuestra naturaleza y nos hace semejantes a los ángeles que no conocen la sensualidad. ¿El matrimonio es entonces algo malo o inferior? Aunque el matrimonio fue creado por Dios y la sensualidad es un componente de ese estado, yo no dudo de que el celibato sea un estado superior. Pablo dijo que él quisiera que todos fueran como él, que era célibe, pero que no todos tienen ese don (1Cor 7:7-9), y es peligroso intentar algo a lo que Dios no nos ha llamado. Por eso también nos advirtió que era mejor casarse que estarse quemando. Pero Jesús nos dio ejemplo, siendo célibe. Se me hace imposible imaginarlo casado. Y Él es nuestro modelo.
* Así como hoy es el día de nuestra salvación, como dice una canción, hoy es también el día para servir al Señor y dar fruto, cualquiera que sea nuestra edad.
* Como la Magdalena frente al sepulcro, a veces nosotros no nos damos cuenta de que Jesús está a nuestro lado, obrando. Él hace que las cosas nos salgan bien, no el jardinero (Jn 20:14-16).
* Si nosotros nos llenamos de la palabra de Dios, como sugiere Pablo en Colosenses 3:16, caminaremos con paso seguro a la meta de nuestra salvación y agradaremos a Dios.
* ¿Por qué se deleitaría Dios en un pobre pecador? Porque ama a sus criaturas pese a todas sus miserias, aunque lo ofenden. Por eso trata por todos los medios posibles de ganarlos para su reino.
* Si confiamos en Dios no nos preocupamos del mañana, pero si no confiamos en Él, mejor es que nos preocupemos, porque el mañana es incierto y está plagado de peligros.
* ¡Cómo pudiera decirse de mí: Está en el mundo pero no es del mundo, como dijo Jesús de sus apóstoles! (Jn 17:11,14,16).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (Vol 1) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA. TEL. 4712178.
#764 (03.02.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

lunes, 31 de agosto de 2009

CASTIDAD

Pido disculpas si el lenguaje directo que empleo puede parecer demasiado fuerte o chocante a algún lector o lectora, pero creo que la naturaleza del tema exige usarlo.

Dios ha dado normas para nuestra conducta. Esas normas están contenidas en el Decálogo y son válidas para todos los seres humanos, sean cristianos o no.

Dios ha dado esas normas para que el hombre sea feliz.

La felicidad del hombre en la tierra está estrechamente ligada al cumplimiento de esas normas.

Ellas son las guías que Dios ha puesto para que nuestra naturaleza pecaminosa no se desborde.

Pero si se incumplen esas normas, nuestra naturaleza se descarrila, y el resultado se manifiesta en actos irracionales o gravemente equivocados.

Dios ha dado en el Decálogo normas claras sobre el sexo y sobre la fidelidad conyugal.

Si se violan esas normas las consecuencias son: familias separadas, decepciones amorosas, abuso sexual de la infancia, violación de mujeres, adolescentes embarazadas, vidas truncadas, celos y crímenes por celos, enfermedades venéreas, sida, etc., etc.

Una mala consecuencia de la violación de esas normas que no figura en las estadísticas es la infelicidad humana.

El hombre busca el placer en el sexo, pero aunque lo encuentre, al final el sexo ilícito lo hará infeliz.
...............................
El acto sexual es el regalo de bodas de Dios para los esposos.
Para la noche de bodas…………………no antes.

Anticipar el regalo es como comer una fruta verde, que no está madura, y que puede causar indigestión.

Dios puede perdonar a los que no esperaron y, en su misericordia, bendecir su matrimonio, pero algún día saldrá el mal fruto de lo que hicieron.

Hoy vivimos en un mundo que exalta el sexo como si fuera el bien supremo,.....................estamos bombardeados de sexo por todas partes.
Y nuestro criterio está siendo pervertido por ese bombardeo constante. Sólo la Biblia puede restaurar el punto de vista sano.

Los hombres suelen pedir una prueba de amor a sus enamoradas o a sus novias.......................¡mentira!

No es una prueba de amor lo que solicitan, sino todo lo contrario.

Quieren lo que todo hombre desea cuando intima con una mujer: llevarla a la cama…… Eso es todo.

Si el hombre pide esa prueba y dice que la ama, está mintiendo
Lo que ama es su cuerpo, que es otra cosa.

Tú, muchacha, ¿Que quieres? ¿Que te amen a ti, o que amen tu cuerpo? En última instancia para el instinto sexual del hombre todos los cuerpos de mujer son prácticamente intercambiables.

Pero el hombre que ama a una mujer, la respeta y espera que llegue el matrimonio, precisamente porque la ama.
Si la ama, la quiere pura.

Si tienen relaciones antes de tiempo, sea porque ella cedió a sus instancias, o porque ella también se encendió de pasión, ya no es pura. Dejó de serlo. y él dejará de estimarla, o la estimará menos.

Cuando el hombre presiona a la mujer para que tenga relaciones con él, no es el amor lo que lo incita sino un simple impulso de su naturaleza: el deseo que es muy fuerte en el hombre, sobre todo en la juventud.
La historia de los medio hermanos Tamar y Amnón, hijos de David, es muy ilustrativa. Puede leerse en el capítulo 13 del segundo libro de Samuel. La resumo.

Amnón se había enamorado de Tamar hasta languidecer. Un astuto amigo suyo, sabiendo lo que lo afligía, le aconsejó que se fingiera enfermo y que pidiera que su hermana Tamar le preparara y le trajera algo de comer a su habitación. Hizo así Amnón y cuando Tamar entró a su cuarto con el plato y se acercó a la cama para dárselo, él la forzó sin hacer caso de sus gritos. Pero tan pronto como la hubo poseído, la detestó con un odio mayor que el amor que antes le había tenido.

Con frecuencia los hombres valoran a las mujeres que desean, pero una vez que las conquistan, las desprecian.

Una conclusión que podemos sacar de esta trágica historia, que terminó en la muerte del culpable, es que Amnón no amaba a su media hermana, sino la deseaba apasionadamente. Pero una vez que la obtuvo fue conciente del pecado de incesto que había cometido y transfirió a ella el horror que él tuvo de sí mismo.

Por lo general todo hombre joven tiene en si un fuerte impulso de tener sexo. Si tiene una enamorada –si no es cristiano, o aun siéndolo- tratará de acostarse con ella.

Si tú eres esa enamorada o novia y no cedes, buscará una mujer de la calle para satisfacer su deseo.

Si tú cedes le ahorraste el gasto, pero lo que tú perdiste es mucho más.

Pero si cediste de buena gana, no fue realmente por amor que lo hiciste sino por pasión.

En la Inglaterra del pasado se solía decir respecto de las costumbres sexuales en el campo, que los jóvenes por lo general quieren ordeñar la vaca sin comprarla.
Y se solía decir a los jóvenes: Si quieren ordeñar la vaca, cómprenla. Es decir, cásense.

En nuestros tiempos de libertad sexual las relaciones prematrimoniales habituales son con frecuencia una explotación de la mujer que no quiere quedarse sola.

El hombre goza de ella, pero no se compromete en nada.
No asume ninguna responsabilidad. Si se separan, ella se queda en la calle, porque todo lo que el ganó o compró es para él. Si no se casaron, ella no tiene ningún derecho a los bienes que él pudo adquirir, en parte quizá gracias a ella.

El amor es una cosa maravillosa.
Enamorarse es un sentimiento delicioso.
Es un don de Dios.

Pero el enamoramiento tiene reglas hoy olvidadas que hay que recordar a los jóvenes.

Por de pronto estar juntos sólo en compañía de otros, en grupo.

Cuando la relación se profundiza y hay necesidad de mayor privacidad, será bueno que se encuentren en locales públicos, como cafés, restoranes, etc.… con una mesa entre ambos.
No sentados el uno al lado del otro porque él tratará de abrazarla. y como a ella también le gusta que la abracen…surgirá el peligro.

Si van de paseo solos a un parque no busquen los lugares oscuros.

¿Qué pasa cuando hay contacto físico entre hombre y mujer?

La máquina se enciende y echa a andar sola.
La máquina de las hormonas. Es un mecanismo automático difícil de parar.

Así que la regla número uno es: No se toquen.

Si quiere besarte a la fuerza, rompe con él aunque sea guapo.

Sus intenciones no son rectas, quiere usarte para satisfacer sus impulsos.
No te hagas ilusiones. Las mujeres siempre se hacen ilusiones.

Tú no lo vas a santificar pecando con él.

¿Pecando? Si no hemos pecado, no hemos hecho nada malo.

Toda excitación sexual consentida, sólo o en compañía de una persona del sexo opuesto fuera del matrimonio, es pecado.

Porque la excitación es el preludio normal del acto sexual.

Es su preparación y forma parte de él.

Cuando el hombre y la mujer se besan y abrazan apasionadamente, los sentimientos están comprometidos y entran en juego.

La pasión compartida compromete los sentimientos.

Si rompen, si se separan, saldrán heridos emocionalmente.

Si no se tocaron ni se excitaron mutuamente, se harán menos daño al separarse y sufrirán menos.

Cuando ya su compromiso se formaliza y están próximos a casarse puede haber un cierto contacto, discreto, casto.

Muchachas: Háganse respetar por sus enamorados y novios.

Si te dejas besar apasionadamente y correspondes a él, y él quiere llevarte al hostal, tú te la buscaste.

No abras esa puerta.

Él quiere que le des una prueba de tu amor. Exígesela más bien tú a él.

¿Cuál es esa prueba suprema? Que te respete.

Mujeres: hagan valorar su pureza. Ellos las apreciarán tanto más.

Hombres: aprendan a valorar la pureza de la mujer.

Si la respetas estás protegiendo tu futuro.

Una mujer casta y pura es una fuente inmensa de felicidad para el hombre.

La virginidad es un valor precioso que la mujer debe reservar para el hombre que será su marido.

El Antiguo Testamento destaca en muchos pasajes el valor de la virginidad, no por fetichismo, sino porque es el orden querido por Dios. El Nuevo Testamento lo confirma: “Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla.” (Hb 13:4).

Salirse del orden de Dios trae malas consecuencias.

Para el hombre la virginidad también es importante, aunque es más difícil y menos esencial.

La biología nos dice el motivo:
Los órganos sexuales de la mujer son internos.
Los órganos sexuales del hombre son externos.

En otras palabras, en el sexo el hombre compromete su ser menos que la mujer.

La mujer se entrega. El hombre posee.

Puede poseer a muchas mujeres al mismo tiempo.

Pero ¿qué mujer honesta quiere entregarse a muchos hombres a la vez? Y ¿qué hombre serio querría tener varias mujeres al mismo tiempo?

Los celos en el hombre casado son un sentimiento natural, si no los exagera. Protegen su matrimonio. Pero los celos desbordados pueden volverse una tortura para ambos.

La mujer debe proteger su pureza. ¿Cómo? Mediante una virtud hoy poco practicada: la modestia en el vestir.

La moda femenina moderna que está hecha para excitar al hombre es perversa. ¡Jovencitas, no la sigan!

No te conviertas en un maniquí andante de blusas escotadas y jeans apretados. Guarda tu ombligo para los ojos de tu marido. (Sobre todo, ¡no lo exhibas en la iglesia!) (Nota)

Cuando tú, mujer, novia o casada, te arreglas, ¿para quién lo haces? ¿Acaso para atraer la mirada de los hombres?

¿Por qué? ¿No te basta con el tuyo?

La esposa casta no trata de atraer la mirada admirativa de ningún hombre.

La mirada codiciosa del hombre ensucia a la mujer casada.

Si te vistes para excitar, estás de entrada pecando, porque eres responsable de los malos pensamientos que suscites.

Si después te metes en problemas, no te quejes.

Pero si eres soltera ¿con qué cualidad quieres atraer a un hombre? ¿Con tu atractivo físico?

Los hombres que valen la pena buscan otra cosa en la mujer: carácter y virtudes, que son los dones con que la mujer se convierte en ayuda idónea.

Los hombres superficiales, que luego no saben hacer feliz a la mujer, buscan atractivo físico.

Cuando se aburren de la propia mujer, se buscan otra. Es casi inevitable.

La pureza es una grave exigencia de Dios, que es santo sobre todas las cosas, y quiere que nosotros también lo seamos.

Los hombres y las mujeres deben proteger su pureza, su castidad en este mundo corrompido. Si no la guardan, tendrán mucho sufrimiento.

¿Cómo guardarla? La pureza comienza en el pensamiento.

“Sobre toda casa guardada guarda tu corazón porque de él mana la vida.” (Pr 4:23)

Nota : Naturalmente, si va una chica por primera vez a la iglesia vestida de forma inconveniente, no le vamos a impedir entrar, porque Jesús la habría recibido, ya que Él no vino por los sanos sino por los enfermos, y pudiera ser que, aun mal vestida, encuentre ese día su salvación.


NB. Este artículo y el publicado la semana anterior (“Amor”) me sirvieron de esquema para una charla ofrecida en el marco de un Seminario sobre Valores, realizado en la ACYM de Tacna el año 2003.

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