Mostrando entradas con la etiqueta mentira. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta mentira. Mostrar todas las entradas

lunes, 12 de julio de 2010

INTEGRIDAD II

Por Josè Belaunde M.

En la charla pasada hablamos del primero de los componentes de la integridad, esto es, de la pureza de pensamiento y de acción, que forma parte de la santidad. Hoy vamos a hablar de otros dos componentes importantes de la integridad. Y comenzaremos por la honestidad, u honradez, en todos nuestros tratos con el prójimo. La honestidad se refiere sobre todo a los asuntos económicos, a los casos en que hay dinero o bienes materiales involucrados. ¡Y con cuánta facilidad pecamos cuando hay dinero de por medio! San Pablo dice con toda razón que el amor al dinero es “la raíz de todos los males.” (1Tm 6:10).

Sabemos instintivamente qué es la honestidad, pero vamos a tratar de definirla por referencia a sus contrarios. Y el primero de ellos es el robo, esto es, el apoderarse de lo que no es de uno, de lo ajeno. La honradez consiste, en primer lugar, en no tomar, o en no recibir, o en no obtener nada que no nos pertenezca legítimamente. En no coger nada que tenga dueño, incluso cuando el dueño no nos sea conocido.

Por ejemplo, la persona honrada que encuentre en algún lugar una billetera que se le ha perdido a su dueño, no tomará el dinero que contiene, sino que tratará de ubicar al propietario para entregársela intacta.

Otro contrario a la honestidad es el fraude. Es decir, el engañar a alguien en alguna operación, sea comercial o financiera, o en algún contrato, aprovechándose de su ignorancia o de su buena fe. La persona honesta no trata de obtener ninguna ventaja, o ninguna ganancia, mediante engaños, o silenciando alguna información que la otra parte no tiene.

Para tomar un ejemplo común, es muy frecuente que el vendedor de un automóvil usado oculte o disfrace los choques que tuvo el auto, o los desperfectos de sus partes mecánicas, para engañar al comprador sobre el estado real del vehículo. Incluso puede llegar a modificar el tacómetro para ocultar el uso que ha tenido el auto.

Pero el hombre honesto que vende un objeto cualquiera no ocultará al comprador potencial ningún aspecto negativo que tenga lo que está vendiendo, sino que lo revelará honestamente, para que la persona interesada pueda tomar una decisión basada en la verdad de lo que compra. Es decir, el vendedor honesto no tratará de engañar al comprador obteniendo alguna ventaja aprovechándose de algo que el comprador ignore. Eso es lo que hoy se llama transparencia, por usar una palabra de moda.

En la práctica, lamentablemente, sabemos cuán desconfiados hay que ser cuando compramos algún objeto usado, e incluso, cuando es nuevo.

Los bancos con frecuencia engañan a sus clientes cuando no les explican claramente el alcance de las cláusulas que están en letra pequeña en su contrato de préstamo, que es laborioso de leer y entender, y luego el prestatario se encuentra con que su deuda ha crecido más allá de lo que nunca hubiera imaginado. Esos son casos de fraude legal que no deberían permitirse.

La persona honesta, si es comerciante, no engañará en el peso, ni usará una balanza falsa. El libro de Proverbios dice al respecto: "Pesa falsa y medida falsa son abominación al Señor." (20:10). El comerciante honesto venderá su mercancía al precio justo sin tratar de obtener una ganancia excesiva, ni de especular con el precio, aprovechándose de la escasez ocasional del producto.

Pero lo deshonestidad va más lejos. Muchas de las prácticas comerciales en boga son la negación misma de la honestidad. Todo el que haya estudiado "marketing" sabe que con frecuencia, los precios no se fijan en función del costo de producción, sino dependiendo de cuál sea lo que se llama "el mercado objetivo", esto es, el público al cual se quiere llegar. El mismo producto, vendido masivamente y en un envase corriente al gran público, costará por decirlo 10 soles. Pero vendido en locales exclusivos y en un empaquetamiento de lujo a un público selecto, tendrá un precio de 100 soles, sin que la diferencia esté justificada por el valor del envase ni por el costo de la publicidad. Esa práctica comercial, admitida por el mercado, y enseñada en las universidades e institutos de mercadeo, es un fraude en perjuicio del comprador de lujo, aunque pudiera ser que a éste no le importe pagar más, por el prestigio que le otorga comprar un producto "de marca". Hay más bien quienes se ofender si se les propone comprar un producto barato. Eso está por debajo de ellos.

Si tiene algún litigio en los tribunales, la persona honesta no tratará de influir en los jueces a su favor mediante el soborno. La palabra de Dios condena tanto al que recibe un soborno como al que lo da (Dt 16:19). Y hoy día, que se ha implementado la conciliación previa al juicio, la persona honesta acudirá a la conciliación de buena fe, y con el propósito de llegar a un acuerdo justo y razonable con su adversario.

La honestidad es violada cuando el carpintero no fabrica el mueble que le han encargado usando la madera fina pactada, sino que utiliza una madera corriente que se apolilla fácilmente. O cuando el mecánico cambia las piezas buenas del auto que repara por otras malas, o cuando no usa repuestos legítimos, aunque cobre por ellos; o cuando no hace una reparación competente y exhaustiva, sino "así no más", para salir del paso. O, en otro campo, cuando el médico convence al paciente de que se someta a una operación que no es necesaria, sólo para cobrarle los honorarios. O cuando el abogado se arregla con la parte contraria para que su cliente pierda el juicio.

He aquí tantos casos en que la honestidad queda por los suelos, pero que son tan comunes en nuestro medio que ya no nos escandalizan.

Otro elemento esencial de la integridad es la veracidad en todas nuestras palabras. Conocemos el mandamiento del catecismo antiguo: "No levantar falsos testimonios ni mentir", pero nos reímos de él.

En la epístola a los Efesios Pablo escribió: "Por tanto, desechando la mentira, hablad verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros." (4:25).

¡Ah! ¡Con qué facilidad mentimos nosotros! Mentimos tan tranquilos como si tomáramos un vaso de agua, y ni siquiera nos inmutamos. Nos parece normal, tan normal que si alguno dice crudamente la verdad, desconfiamos, porque no estamos acostumbrados a ese lenguaje. Pero, en realidad, todo el que miente sabe que lo hace, pues tiene un instinto que le hace adherirse a la verdad aunque no lo quiera y que lo delata. Ese instinto se revela en las alteraciones involuntarias del potencial eléctrico de la persona que miente, que ni el oído ni el ojo humano detectan, pero que sí detecta el aparato llamado "polígrafo", o "detector de mentiras".

Ese aparato se usa en los tribunales de algunos países para constatar la veracidad o detectar la falsedad de las declaraciones de los testigos, pero en realidad acusa a todo el que miente, como si le dijera: Tú crees que nadie se da cuenta de tu mentira, pero tu propio estremecimiento interior te delata.

Es curioso que en el Perú no se use ese aparato. Será quizá porque si se usara se vería que casi todo el mundo miente en los tribunales. De hecho, por lo general casi todos los que acuden, o son llevados a los tribunales, creen que es su derecho mentir mientras puedan salirse con la suya.

Ese instinto de la verdad, que hace que el hombre se estremezca imperceptiblemente sin quererlo cuando miente, es un signo de la imagen de Dios que todo ser humano tiene en su interior y en la que está grabada la verdad como patrón o "standard". Ese instinto le hace repudiar inconcientemente toda mentira, y lo acusa de falsario cuando miente.

Recientemente ha aparecido otro método superior en sus resultados al polígrafo, y que consiste en filmar mediante cámara lenta (en verdad, super rápida) el rostro de la persona cuando es sometida a un interrogatorio. Cuando se pasa lentamente el film se puede observar que ante preguntas incómodas la cara del testigo se altera, o hace una mueca que el ojo no capta, pero el aparato sí. Se infiere que eso ocurre cuando el testigo miente y que el cambio instantáneo de expresión de su rostro lo delata.

Dios detesta la mentira porque es lo más contrario a su esencia, que es verdad pura. Jesús dijo de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida." (Jn 14:6). Y a Pilatos le dijo: "Yo he venido...para dar testimonio de la verdad." (Jn 18:37).

Dios detesta la mentira, "pero los sinceros alcanzan su favor", dice el libro de Proverbios (12:22). No sólo Dios la detesta. También el justo, dice Proverbios, "aborrece la palabra de mentira." (13:5).

El Espíritu Santo, dijo Jesús a sus apóstoles, los guiaría a toda la verdad, y Él mismo es llamado “Espíritu de Verdad” (Jn 16:13). ¿Comprendes ahora amigo lector por qué es tan importante que el cristiano sólo hable la verdad y se aferre a ella? El Dios a quien adora es la verdad en sí misma. No le rinde culto en su vida si miente, sino más bien, al hacerlo, le niega.

El diablo -esto es, el enemigo de Dios y de los hombres- dijo también Jesús, "es el padre de la mentira”, y “es mentiroso." (Jn 8:44). Él es quien nos incita a mentir. ¿Cómo puede pues el cristiano mentir sin sonrojarse de vergüenza si al hacerlo obedece al diablo? Y ¿qué confianza podemos tener en un hombre que miente? Si miente, puede también robar.

Nosotros vemos cómo en la vida pública la verdad es violada constantemente y la mentira es moneda corriente. Vemos a cada rato cómo mientes nuestros gobernantes, nuestros parlamentarios, nuestros jueces. Y, por ello, el pueblo desconfía. Pero mienten porque saben que el pueblo es fácilmente engañable. El pueblo mentiroso cae en su propia trampa.

Hay mucha verdad en este dicho de Proverbios: "Si el gobernante atiende a la palabra de mentira, todos sus colaboradores serán impíos." (29:12). El consejero honesto se aparta del gobernante que se rodea de hombres mentirosos que lo halagan, porque no será escuchado.

No nos engañemos. No hay mentira blanca ni inocente. A lo más, mentiras concientes y mentiras inconcientes. A veces mentimos para evitar un daño mayor, porque creemos que revelar la verdad puede hacer daño a la persona que la ignora. Pero si bien la prudencia nos aconseja ser discretos, siempre hay maneras, guiados por el Espíritu Santo, de no revelar la verdad plena a quienes no tienen derecho de conocerla, porque harían mal uso de ella. O a quienes, por su propio interés, no conviene revelarla. Y se puede hacer sin mentir propiamente.

Otra forma de mentira común, en la que caemos todos con frecuencia, es la exageración. La exageración, dijo un hombre sabio, es la mentira de las personas honestas. Pero si exageran, ya no son tan honestas, porque la exageración deforma la verdad, la distorsiona y, por ende, produce una impresión falsa de las cosas, que puede llevar a alguno a tomar decisiones equivocadas basado en una información que, sin ser mentira, no sea fiel reflejo de la verdad.

La exageración en el cristiano, aun dicha con la mejor intención del mundo, no da gloria a Dios. Muchas veces, al dar un testimonio, exageramos los hechos, sea por entusiasmo, o para causar un mayor impacto. Pero el Espíritu Santo se contrista cuando lo hacemos.

El que ama a Dios de veras, diremos para concluir, ama la verdad y se aleja de todo engaño, porque la mentira proviene del diablo, le da gusto al diablo y nos aleja de Dios, puesto que le ofende.

Y ahora que estamos en vísperas de elecciones ¿qué diremos de las decisión que vamos a tomar? ¿A quién daremos nuestro voto? Como cristianos tenemos la obligación de emitir un voto de conciencia, no llevados por las emociones o la simpatía. Se lo daremos al candidato que sea más fiel a la verdad, no sólo en sus palabras, sino también en sus hechos, en su vida; a aquel cuya vida sea un ejemplo, y de cuya honestidad no existan serias dudas.

Como dice Proverbios: "Como es su pensamiento en su corazón, así es él." (Pr 23:7). Tal como son los pensamientos de una persona, así es su carácter. Y su carácter se manifestará inevitablemente en sus actos y en las decisiones que tome. Todo gobernante imprime su carácter a su gestión. Su veracidad, su honradez, su sentido de justicia, su ponderación, o la ausencia de estas cualidades (virtudes, más propiamente) determinarán sus decisiones. Y las decisiones que tome determinarán la dirección que tome el distrito, o la provincia, o la región, o el país, según sea el caso, durante su mandato, si hacia arriba o hacia abajo.

Pidamos pues a Dios que nos ilumine al emitir nuestro voto para que sea conforme a su voluntad y no a la del enemigo que trata de influenciarnos con sus argumentos falaces. Recordemos que si bien la voluntad de Dios se cumple siempre a la larga, en el corto plazo el diablo se sale muchas veces con la suya.

PD. A veces se sostiene que es Dios quien coloca a los gobernantes. Es cierto, lo hace cuando quiere en algunos casos y entonces su voluntad es incontrastable. Pero en muchísimos otros, como en casi todos las circunstancias que rodean al hombre, el resultado de las elecciones es la suma de decisiones humanas. Así como el hombre peca y toma decisiones equivocadas, así también se equivoca muchas veces al votar, y las consecuencias de su error lo pueden perseguir durante años.

UNA LEY CONTRA LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA

La Comisión de Justicia del Congreso ha aprobado un proyecto de ley –presentado por un conocido “broadcaster” y ex-alcalde de Lima- que condena a prisión no menor de dos años a los directores de los medios de comunicación que difundan material obsceno o pornográfico. Tanto el proyecto de ley como su autor han sido acerbamente criticados por los propios medios, así como por algunas autoridades connotadas, como constituyendo una amenaza para la libertad de prensa y de expresión.

Se afirma que ya existe legislación que penaliza poner material pornográfico al alcance de menores de edad. Pero es un hecho que esa ley no se está cumpliendo porque son varios los periódicos tabloides –incluso algunos de prestigio, y algún suplemento sabatino- que publican material decididamente pornográfico, y que por el solo hecho de que son comprados por hogares donde puede haber menores de edad, ponen inevitablemente al alcance de éstos el material incriminado. De otro lado, es ilusorio contar con el supuesto autocontrol que los medios deberían ejercer sobre sus contenidos, porque ese control no se está realizando.

Por ese motivo el proyecto de ley en cuestión –aun admitiendo que su redacción pueda contener algunas imprecisiones de lenguaje que deban ser mejoradas- viene a llenar un vacío en nuestra legislación que es conveniente cubrir, y que, hechas las correcciones necesarias, debe ser aprobado.

No se puede minimizar el daño moral que produce la pornografía, no sólo en los menores de edad, sino también en los adultos. La pornografía con mucha frecuencia se vuelve adictiva y engendra conductas peligrosas y antisociales. Está probado que todos los asesinos en serie condenados en las últimas décadas en los EEUU, eran adictos a la pornografía. Puede ser también causal de divorcios o de enfriamiento en las relaciones conyugales. Es necesario defender a nuestra sociedad del flagelo de la pornografía –que, por lo demás, es un sucio negocio que mueve miles de millones- y la legislación que lo haga debe ser promulgada y puesta en práctica. La pornografía no debe estar protegida por la libertad de prensa. Al contrario, en aras de la libertad, debe ser reprimida.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a hacer una sencilla oración como la que sigue, entregándole a Jesús tu vida:

“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo y quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#634 (04.07.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 7 de agosto de 2009

JEROBOAM, EL QUE HIZO PECAR A ISRAEL II

Terminamos el artículo anterior afirmando que el pecado de Jeroboam no podía quedar sin castigo y que la palabra de Dios anunció que su linaje sería borrado de la tierra. Veamos ahora de qué manera se cumplió esa profecía.
1R 14:1-3. “En aquel tiempo Abías hijo de Jeroboam cayó enfermo, y dijo Jeroboam a su mujer: Levántate ahora y disfrázate, para que no te conozcan que eres la mujer de Jeroboam, y vé a Silo; porque allá está el profeta Ahías, el que me dijo que yo había de ser rey sobre este pueblo. Y toma en tus manos diez panes y tortas, y una vasija de miel, y vé a él para que te declare lo que ha de ser de este niño.”
Una primera consecuencia de la impiedad de Jeroboam en el plano personal, como castigo de Dios, fue la enfermedad del hijo que él había designado para sucederle en el trono. Cuando su heredero cae enfermo él teme por la permanencia de su linaje en el trono de Samaria, y entonces se acuerda del profeta que le había anunciado que él sería rey. Si de Ahías había venido la palabra que lo había exaltado y colocado sobre el trono, ¿por qué no se acordó de él antes para pedirle que le aconsejara sobre cómo debía ejercer el poder y gobernar al pueblo que Dios le había dado? Porque no fue su propio brazo el que lo había exaltado sino el brazo de Dios. Él no había tenido eso en cuenta, pero ahora que teme que las cosas puedan voltearse en su contra, ahora sí se acuerda del profeta y quiere que él le diga qué va a ocurrir con el niño.
Pero he aquí lo interesante. Jeroboam no quiere que nadie sepa que él envía a su mujer donde el profeta que permanece fiel al Dios de sus mayores, y por eso la envía de incógnito. Incluso el presente con que él la envía no es el propio de una reina sino el regalo modesto de un ciudadano común (Nota 1). Él tiene mala conciencia porque no ha cumplido la advertencia que Ahías le hizo de que debía permanecer fiel a Dios, como lo había sido David, para que su casa sea firme (1R 11:38). Presume que si el profeta la reconoce su respuesta podría no ser favorable.
¡Cómo es de doble la conducta de Jeroboam! En el fondo él reconoce al Dios verdadero, a quien se rinde el único culto autorizado en Jerusalén, y no en los lugares que él había establecido. Pero él no quiere que el pueblo sepa que él acude al Dios que niega; no quiere que el pueblo sepa que él teme a Jehová más que a los baales a los que él ha ordenado que el pueblo adore, violando el mandato que Dios dio a Moisés (Ex 20:2,3). Sin embargo, acude a Ahías porque fue él quien le predijo que sería rey de Israel, y su profecía se cumplió. Supone que por ese motivo el profeta está a su favor. Él es a la vez conciente de que Ahías tiene la palabra de Dios en su boca y que, por tanto, lo que él diga se cumplirá.

14: 4-6 “Y la mujer de Jeroboam lo hizo así; y se levantó y fue a Silo, y vino a casa de Ahías. Y no podía ver Ahías, porque sus ojos se habían oscurecido a causa de su vejez. Mas Jehová había dicho a Ahías: He aquí que la mujer de Jeroboam vendrá a consultarte por su hijo, que está enfermo; y así y así le responderás, pues cuando ella viniere, vendrá disfrazada. Cuando Ahías oyó el sonido de sus pies, al entrar ella por la puerta, dijo: Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué te finges otra? He aquí yo soy enviado a ti con revelación dura.”
¡Cómo debe haberse sorprendido la mujer de Jeroboam de que Ahías, que estaba ciego, supiera quién era ella! Pero si Ahías era profeta ella debió haber pensado que él sabría quién venía a visitarlo, aun sin verla. ¿Podemos nosotros engañar a Dios? ¿Cómo podríamos disfrazarnos para que Dios no nos reconozca y vea lo que hacemos? Hay “cristianos” que no se atreven a hacer ciertas cosas en las ciudades donde habitan por temor de que alguien los vea, pero que cuando están de viaje van a ciertos lugares y hacen ciertas cosas no permitidas, porque confían que nadie los va a reconocer. Pero ¿podemos ocultarnos de Dios? Su palabra dice que “aun las tinieblas no encubren de ti.” (Sal 139: 12).
Notemos la autoridad con que Ahías habla a la mujer de Jeroboam. No la trata con ninguna cortesía especial, como correspondería a su condición de reina. Dios, por cuenta de quién él habla, “no hace acepción de personas” (Dt 10:17). Él la trata con la severidad que su conducta merece –aunque más que la de ella, la de su marido, de quien ella es cómplice.
“Entra mujer de Jeroboam…” Si Ahías fuera alguien del mundo, se hubiera dirigido a ella en términos corteses, como por ejemplo: “Tenga a bien, su Majestad, entrar a la modesta morada de este indigno siervo suyo…” Pero si ella hubiera venido de buena fe, sin disfraces, hubiera ciertamente merecido una acogida mejor que la que Ahías le dispensa. Pero el profeta, que no tiene temor de hombre porque sabe quién lo respalda, le hace un severo reproche que ella deberá transmitir a su marido.
“¿Por qué te finges otra?” ¿Cuántas veces los hombres pasan por lo que no son, y aparentan riquezas, o títulos, o estudios que no tienen? ¿O simulan pobreza cuando tienen las arcas llenas, para que nadie les solicite ayuda? ¡Qué vergüenza pasarán cuando se revele la verdad y su mentira quede expuesta!

14: 7-9. “Ve y di a Jeroboam: Así dijo Jehová Dios de Israel: Por cuanto yo te levanté de en medio del pueblo, y te hice príncipe sobre mi pueblo Israel, y rompí el reino de la casa de David y te lo entregué a ti, y tú no has sido como David mi siervo, que guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto delante de mis ojos, (2) sino que hiciste lo malo más que todos los que te han precedido, pues fuiste y te hiciste dioses ajenos e imágenes de fundición para enojarme, y a mí me echaste tras tus espaldas…”
Primero que nada Dios le recuerda a Jeroboam que fue Él quien lo levantó como rey de las diez tribus cuando no era sino un funcionario real, anunciándole que iba a dividir el reino de Salomón a causa de la idolatría en que había caído al final de sus días. Jeroboam era pues conciente del motivo por el que Dios dividió al reino forjado por David. Pero no aprendió la lección, sino que por razones de frío cálculo político, decidió hacer lo mismo que había hecho Salomón, y aun peor, pues apartó premeditadamente al pueblo de la adoración al Dios verdadero.
Ahías le recuerda a Jeroboam que cuando él le anunció los planes que Dios tenía para el reino de Israel y para su persona, le advirtió solemnemente que si andaba fielmente en los caminos de Dios y hacía lo recto, Él haría que su linaje fuera firme sobre el trono de Israel, como había hecho con el linaje de David (1R 11:38). (3) Pero Jeroboam no actuó como había sido amonestado, sino hizo todo lo contrario, despreciando a Dios. (4)
Si el profeta anuncia lo que ha de venir no es porque él tenga en sí mismo algún poder para ver el futuro, sino porque él habla en el nombre del Dios de Israel. Jehová sigue siendo el Dios de Israel, aunque Jeroboam haya prostituido a su pueblo. Pese a su infidelidad no les ha dado Dios todavía carta de divorcio (Jr 3:8).
“Hiciste lo malo más que todos los que fueron antes de ti…” Saúl, que nunca se inclinó ante los ídolos, fue descartado por un acto de desobediencia (1Sm 15). Salomón en su vejez se tornó idólatra, seducido por sus muchas mujeres (1R 11:4-8), pero nunca pretendió apartar a su pueblo del culto al Dios verdadero. Jeroboam, en cambio, cometió algo que Dios abomina, pretender que se le adore en la forma de becerros de fundición, y montar todo un culto falso con sacerdotes falsos y fiestas espúreas.

10. “Por tanto, he aquí que yo traigo mal sobre la casa de Jeroboam, y destruiré de Jeroboam todo varón, así el siervo como el libre de Israel; y barreré la posteridad de la casa de Jeroboam como se barre el estiércol, hasta que sea acabada.”
¡Qué maldición terrible pronuncia Ahías sobre Jeroboam y su descendencia! ¡Dios los aniquilará y los barrerá como quien barre el estiércol! ¡Qué gráfico es el lenguaje de la Escritura! Pero eso no es todo. Pero es no es todo; aun tiene Dios un castigo más ignominioso para el linaje de Jeroboam:

11. “El que muera de los de Jeroboam en la ciudad, lo comerán los perros, y el que muera en el campo, lo comerán las aves del cielo; porque Jehová lo ha dicho.”
Es decir, ninguno de ellos será enterrado, sino que sus restos serán comidos por los perros o por las aves. No ser enterrado y ser pasto de las fieras y las aves era tenido por una gran desgracia en Israel, pues constituía una de las maldiciones que Dios pronunció sobre los desobedientes (Dt 28:26). Por ese motivo dar sepultura a los muertos llegó a ser considerado como un acto de suma piedad en Israel. Aun nosotros solemos honrar a nuestros muertos dándoles una sepultura digna.

12. “Y tú levántate y vete a tu casa; y al poner tu pie en la ciudad, morirá el niño.”
Tú has venido aquí a preguntarme qué será de tu hijo. Pues yo te digo que apenas llegues a tu casa tu hijo morirá. ¿Cómo debe haber recibido ella la noticia en ese momento y cuán grande debe haber sido su pena y su desilusión? ¿Con qué cara transmitirá la mala nueva a su esposo que esperaba una buena palabra del profeta? Pero ¿tenía él derecho a esperarla, él, que no había cumplido lo que el profeta le había amonestado solemnemente que hiciera? Dios no acepta la sumisión a medias y en aquello mismo en que el hombre pretende aprovecharse de las cosas de Dios, ahí es castigado el hipócrita.

13. “Y todo Israel lo endechará, y lo enterrarán; porque de los de Jeroboam, sólo él será sepultado, por cuanto se ha hallado en él alguna cosa buena delante de Jehová Dios de Israel, en la casa de Jeroboam.”
¿Qué cosa buena puede haber hallado Dios en este niño? Yo creo que su inocencia, pues posiblemente no llegó a vivir lo suficiente como para pecar. Los que mueren en edad temprana son afortunados, porque no tienen que rendir cuentas ante el tribunal de Dios, ya que no tuvieron oportunidad de hacer nada malo ni de ofenderlo. Jesús dijo: “Dejad que los niños vengan a mí… porque de los tales es el reino de los cielos.” (Mt 19:14)
Aunque en verdad no sabemos qué edad tenía ese hijo. Si Jeroboam, según la costumbre hebrea, se había casado antes de los 20 años, es posible que su hijo ya fuera un joven adolescente, que quizá no miraba con buenos ojos el culto idolátrico que había instaurado su padre. Si ése fuere el caso, tenía mucho mérito porque mantenía un espíritu recto en medio de muchas tentaciones. “Los que brillan en tiempos y lugares malos –dice Mathew Henry- resplandecen con fulgor a los ojos de Dios.” Por esa razón él fue el único de su casa que mereció ser sepultado en medio de los lamentos de su pueblo. Con frecuencia Dios se lleva temprano a los que más ama, porque la tierra no es un lugar digno de ellos.
Notemos que la muerte de su hijo debió servir de advertencia a Jeroboam, pero él no la escuchó, pues perseveró en sus malos caminos.
Pero aun no han terminado las maldiciones que el profeta tiene reservadas para la casa de Jeroboam, porque continúa diciendo de parte de Dios:

14. “Y Jehová levantará para sí un rey sobre Israel el cual destruirá la casa de Jeroboam en este día; y lo hará ahora mismo.”
¿Por qué dice “para sí”? Porque ese nuevo rey cumplirá lo que Dios se propone hacer. Y ¿por qué dice “ahora mismo” si aún faltan muchos años para que suceda? En la visión profética los tiempos se acortan: el futuro y el presente están juntos, tal como los ve Dios. Notemos que Jeroboam quiso asegurar la estabilidad de su reinado mediante la idolatría, pero lo que obtuvo en realidad fue la destrucción de toda su casa. La segunda parte de la profecía de Ahías se cumplió cuando, una vez muerto Jeroboam, al segundo año del reinado de su hijo Nadab que le sucedió, (el cual “andó en los caminos de su padre y en los pecados con que hizo pecar a Israel”, 1R 16:26), Baasa, un jefe de la tribu de Isacar, conspiró contra él y lo mató. Y cuando subió al trono “mató a toda la casa de Jeroboam sin dejar alma viviente…hasta raerla, conforme a la palabra que Jehová habló por medio de su siervo Ahías silonita” (1R 16:29). Baasa exterminó a todos los descendientes de Jeroboam, según la estrategia implacable usada entonces, para que ninguno de ellos pudiera más tarde reclamar la corona, aprovechando alguna circunstancia favorable.
Pero todavía tenía Ahías un anuncio más terrible que hacer de parte de Dios:

15. “Jehová sacudirá a Israel al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Éufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando a Jehová.”
Ahías profetiza cuál será el futuro aciago de las diez tribus que forman el reino de Israel. Dos siglos después de pronunciadas estas palabras, Dios arrancará al pueblo de la buena tierra que había prometido a sus padres, y los desterrará más allá del Éufrates a causa de su idolatría, diseminándolos por comarcas lejanas para que no puedan regresar. (5)
Esta profecía se cumplió en dos etapas. Primero cuando, unos doscientos años más tarde, Tiglat-pileser, rey de los asirios, conquistó las provincias septentrionales del reino de Israel, y llevó cautiva a la población. (2R 15:29). Algún tiempo después, su hijo Salmanasar “tomó Samaria y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos.” Es decir, aún más lejos que en el primer destierro. Con esta conquista las diez tribus que formaban el reino del Norte (también llamado Samaria) desaparecen de la historia y no se vuelve a saber más de ellas. Por ese motivo son conocidas como “las diez tribus perdidas de Israel”.

16. “Y él entregará a Israel por los pecados de Jeroboam, el cual pecó, e hizo pecar a Israel.”
Las acciones de Jeroboam marcaron la pauta de lo que el pueblo del Norte haría en el futuro, como se dice más adelante: “Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam…sin apartarse de ellos, hasta que Jehová quitó a Israel de delante de su rostro…” (2R 17:22,23). De los 18 reyes que se sucedieron en cortos lapsos de tiempo sobre el trono de Israel, 15 de ellos, según la Biblia, no se apartaron de los pecados de Jeroboam. Por ello el trono del reino del Norte estuvo marcado por el caos. Después del reinado de Jeroboam II, durante el cual el reino gozó de un período de prosperidad, tres reyes que no eran parientes se sucedieron en el lapso de siete meses, y dos de ellos murieron asesinados; e igual suerte corrieron otros dos más en un lapso de 15 años. Los cambios de gobierno no se produjeron de forma ordenada, de modo que cada rey fallecido fuera sucedido por el heredero, sino mediante asesinatos y golpes de estado. Esa inestabilidad contrasta con la permanencia de la casa de David sobre el trono de Judá, pues durante más de 400 años, hasta que Jerusalén fue conquistada por Nabucodonosor, no faltó un descendiente suyo que se sentara sobre el trono.
¡Qué terrible influencia tuvo Jeroboam sobre su pueblo! No sólo pecó él de manera abominable, sino que hizo que a ejemplo suyo, pecara todo el pueblo, lo cual explica el título dado a estos dos artículos.
Los reyes del pasado, aún reciente, ejercían una enorme influencia sobre la conducta de sus pueblos (6). Y la siguen teniendo en nuestros días los gobernantes. Un gobernante corrupto hará que la corrupción aumente en su país, porque se rodeará de corruptos que lo secunden, que a su vez se rodearán de otros corruptos, etc., etc.. Un presidente honesto hará que la corrupción disminuya, porque no la permitirá en su entorno, y ese mensaje se transmitirá hacia abajo, aunque la corrupción no desaparezca totalmente. ¿Quiere esto decir que la corrupción es un mal inevitable? Mientras que el pueblo no se vuelva cristiano me temo que sí. Pero nótese que la corrupción generalizada y omnipresente que hoy nos aflige se ha desarrollado en los últimos cuarenta años y no existía antes.

17,18. “Entonces la mujer de Jeroboam se levantó y se marchó, y vino a Tirza; y entrando ella por el umbral de la casa, el niño murió. Y lo enterraron y lo endechó todo Israel, conforme a la palabra de Jehová, la cual Él había hablado por su siervo, el profeta Ahías.” (7)
Cuando Jeroboam vio que su hijo moría según lo anunciado por Ahías, supo que las demás profecías que él había hecho se cumplirían también. ¿Se arrepintió por eso Jeroboam? No tenemos noticia de que lo hiciera. ¿Cuál sería su destino eterno?

Notas: 1. Entonces era costumbre en Israel y en el Oriente, cuando se consultaba a un profeta, llevarle un presente, no como soborno (aunque recuérdese el caso de Balaam, Nm 22:7) sino como honorarios por sus servicios. La calidad del presente naturalmente guardaba relación con los medios o el rango del solicitante, o con la importancia que tenía el asunto. Véase, por ejemplo, 1Sm 9:1-8, donde el regalo es un siclo de plata; o 2R 8:8,9, donde el regalo requiere nada menos que de 40 camellos para transportarlo!!
2. Dios olvida el pecado de adulterio cometido por David, porque David nunca adoró a dioses ajenos.
3. Los descendientes directos de David de hecho reinaron sin interrupción en Jerusalén durante más de 400 años, hasta que, debido a sus pecados, Judá y su capital fueron conquistados por Nabucodonosor, y su clase dirigente deportada a Babilonia.
4. La frase “me echaste a tus espaldas” es una expresión de desprecio que también se encuentra en Ezequiel 23:35. El hombre piadoso debe tener a Dios siempre delante de sí, es decir, tenerlo en cuenta en todo lo que haga, como canta el rey David (Sal 16:8), y nos amonesta el libro de los Proverbios (Pr 3:6).
5. Los imperios de la antigüedad aplicaban políticas de dominación semejantes a lo que los incas empleaban bajo el nombre de “mitimaes”. Para acabar con la identidad de los pueblos conquistados los desterraban a comarcas lejanas y repoblaban el territorio que había quedado semivacío con súbditos propios traídos de otros lugares.
6. Los reyes en Europa, hasta hace dos siglos, decidían cuál debe ser la religión de su pueblo.
7. Aparentemente Jeroboam había trasladado su residencia a Tirza, una ciudad situada a once kilómetros al Noreste de Siquem, conocida por su ubicación ventajosa para el comercio y por su belleza (“Hermosa eres tú como Tirza”, dice el Cantar de los Cantares 6:4).

#586 (02.08.09) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). Si desea recibir estos artículos por correo electrónico recomendamos suscribirse al grupo “lavidaylapalabra” enviando un mensaje a lavidaylapalabra-subscribe@yahoogroups.com. Pueden también solicitarlos a jbelaun@terra.com.pe. En la página web: www.lavidaylapalabra.com pueden leerse gran número de artículos pasados. También pueden leerse buen número de artículos en www.desarrollocristiano.com. Pueden recogerse gratuitamente ejemplares impresos en Publicidad “Kyrios”: Av. Roosevelt 201, Lima; Calle Schell 324, Miraflores; y Av. La Marina 1604. Pueblo Libre. SUGIERO VISITAR MI VISITAR MI BLOG: JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM.