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jueves, 21 de enero de 2021

EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA II

EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA II

Es muy importante que el niño sepa que a la cancha de la vida se sale para meter goles, que debe empezar a hacerlo desde temprano, y que su triunfo depende en parte de la colaboración de otros. No vaya a ser que su vida pueda ser comparada con la del futbolista de barrio, del que se dice que sabe jugar bonito y lucirse, pero no sabe meter goles.

Al niño hay que enseñarle desde pequeño (pero con prudencia, pues no es sino un niño) a fijarse metas, a planificar cómo las alcanza y, sobre todo, a lograrlas, a no aceptar los fracasos.

EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA I

EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA I
¡Tiempo! grita el árbitro. Se detiene el juego y todos a la banca. Hay momentos en que la vida nos saca de la cancha para que podamos reflexionar y reponer fuerzas.
Cuando empieza el segundo tiempo ya pasó la valla de los 40 años. Ya no está fresco como al comienzo, pero todavía guarda energías, y no hay suplente que lo reemplace.

viernes, 17 de noviembre de 2017

EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL FUTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA
Los partidos de fútbol que apasionan a las multitudes, y llenan los estadios son, bien mirados, una metáfora de la vida.
El adolescente es como un equipo que sale a la cancha y está haciendo ejercicios de calentamiento antes de que el árbitro toque el pito para iniciar el juego.
Cuando sale del colegio se inicia el partido. Los muchachos están llenos de impulso, de energía, de vida y deseos de triunfar.
El adolescente tiene dos tiempos por delante para ganar o perder, para meter goles, o que se los metan. Cuenta con una barra de hinchas que lo apoya, y con otra que le es contraria: sus padres y sus amigos de un lado; sus rivales y sus enemigos, del otro.
Los goles que quiere anotar son las metas que se propone alcanzar en los años que tiene por delante, los logros a que aspira para tener una vida exitosa de la que pueda enorgullecerse.

Para meter esos goles necesita tener una estrategia de juego que tome en cuenta las condiciones de la cancha, así como las fortalezas y las debilidades del adversario. Es decir, no sólo sus propias condiciones, sino también las circunstancias concretas con las que se tiene que enfrentar, las ventajas y desventajas de su entorno, las dificultades y las facilidades que encuentre en la vida.
Los padres lo pueden ayudar y aconsejar, pero los goles los tiene que meter él.
Al frente está el guardameta, rodeado de los defensas, que tratarán de impedir que la pelota penetre en el arco. Ya sabemos quién es el guardameta contrario y sus defensas. Es el enemigo de siempre y sus cómplices, que tratan de frustrar nuestros planes y robarnos el éxito, junto con la esperanza de alcanzarlo (Jn 10:10).
A medida que transcurre el primer tiempo el marcador va señalando los goles anotados. Llega la mitad del primer tiempo, y quizá le han metido un par de goles al muchacho, y él todavía no ha metido ninguno.
O pudiera ser que él mismo, en un momento de atolondramiento, se  metió un autogol, y cuando quiere recuperarse lo "faulean". Alguien le ha serruchado el piso en el trabajo, o lo calumniaron y lo mandan a la banca por un rato. ¡Oh, como arde de furia cuando retorna al césped!
Sigue moviéndose el minutero, vuelan las hojas del calendario, pero él todavía no obtiene nada. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Se agita, empieza a sudar angustiado. Todavía le quedan 15 minutos para voltear el marcador, o siquiera para empatar.
¡Tiempo! grita el árbitro. Se detiene el juego y todos a la banca. Hay momentos en que la vida nos saca de la cancha para que podamos reflexionar y reponer fuerzas.
Cuando empieza el segundo tiempo ya pasó la valla de los 40 años. Ya no está fresco como al comienzo, pero todavía guarda energías, y no hay suplente que lo reemplace.
Los goles que metió son las cosas que ha logrado en la vida: profesión, casa propia, familia, auto... Pero quizá no metió ninguno, no tiene nada de eso y se siente derrotado.
Los goles que le metieron son las adversidades, las desilusiones, los fracasos, las enfermedades...
Pero aún le queda el segundo tiempo por delante para recuperarse y ganar el partido. ¿Cómo se moverá el marcador? ¿Meterá más goles, o se los meterán?
¿Cómo anda tu vida si ya estás jugando el segundo tiempo? ¿Cuántos goles has hecho? ¿Cuántos te han metido? Si el marcador está en tu contra, todavía puedes voltearlo con la ayuda de Dios antes de que termine el encuentro.
De repente, en un momento de descuido, cuando está por meter un gol, la pelota se va al “corner”. ¡Tiro de esquina! Decreta el árbitro. Es un momento de peligro, pero lo salva con un cabezazo genial que arranca aplausos de la tribuna. ¡Qué magnífico jugador es este tipo, comentan los hinchas!
Saber usar la cabeza y no dejarse llevar por las emociones, o por el desánimo, cuando hay que tomar decisiones es muy importante para triunfar en la vida.
Al final se juega el tiempo de descuento, cuando se jubila, pasados los sesenta años. Todavía tiene una chance de ganar el partido, si le quedan piernas para correr y se esfuerza. En las tribunas el público retiene el aliento. Pero cuando el árbitro toca el pito final, se acaba el partido y ahí queda el marcador.
Habrá quienes celebren el triunfo porque se alzaron con la copa, y quienes lamenten su derrota, y se vayan a llorar al camarín, como harán algunos deudos afligidos. Pero lo que importa y alegra a los espectadores es que el partido haya sido bien jugado, respetando las leyes de la ética, y que nadie ganara medallas injustamente.
En las exequias dirán que fue un gran goleador, que se dio por entero en la cancha de la vida, y no fue un ocioso que se aprovechó del esfuerzo ajeno; que tenía un gran dominio de la pelota; que no la retuvo cuando convenía pasársela a otro; que supo jugar en equipo y no pretendió lucirse metiendo él solo todos los goles.
Es muy importante que el niño sepa que a la cancha de la vida se sale para meter goles, que debe empezar a hacerlo desde temprano, y que su triunfo depende en parte de la colaboración de otros. No vaya a ser que su vida pueda ser comparada con la del futbolista de barrio, del que se dice que sabe jugar bonito y lucirse, pero no sabe meter goles.
Al niño hay que enseñarle (pero con prudencia, pues no es sino un niño) desde pequeño a fijarse metas, a planificar cómo las alcanza y, sobre todo, a lograrlas, a no aceptar los fracasos.
Esas metas que se proponga serán las adecuadas a su edad, a la etapa de la vida en que se encuentra, y estarán relacionadas con sus estudios, con los deportes que practique, con sus colecciones, con sus juegos, sus lecturas, con sus amigos y amigas, porque los hay buenos y malos, los que te ayudan a triunfar, y los que te desvían.
El niño debe ser estimulado a fijarse propósitos para su vida, y es bueno que converse sobre ellos con sus padres y que sienta que sus padres lo apoyan. Más tarde, cuando la vida lo lleve por otros caminos y se independice, buscará el consejo de sus padres porque está acostumbrado a hacerlo desde pequeño, y sabe que en ellos encuentra a sus mejores amigos.
Pero no sólo el consejo de ellos, si es que ha encontrado un buen amigo, es decir, un entrenador capaz, que observe sus defectos y sus virtudes, y que lo ponga en el lugar de la cancha que más conviene a sus cualidades.
Pero más que nada debe cuidarse de las tentaciones, de los malos amigos. No vaya a ser que en la prueba de dopaje le encuentren una sustancia prohibida en su organismo, y lo manden  a la sombra durante un tiempo, y que toda la gloria que alcanzó quede manchada, o se desvanezca.
NB. Este escrito formó parte de una enseñanza dada hace más de una década en la escuela de padres de un colegio cristiano. Lo publiqué hace tres años, pero lo vuelvo a imprimir con algunos cambios, porque creo que la ocasión es propicia.
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida.

#1004 (12.11.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

AMONESTACIONES DE LA SABIDURÍA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
AMONESTACIONES DE LA SABIDURÍA II
Un Comentario de Proverbios 1:20-33
20. La sabiduría clama en las calles, alza su voz en las plazas;” 21. “Clama en los principales lugares de reunión; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones.” 22. “¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán la ciencia?” 23. “Volveos a mi reprensión; he aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras.” (Nota 1)
Tal como ocurre hoy día, en el pasado la sabiduría, esto es, Cristo (“en quien están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”, Col 2:3), ha tratado siempre de atraer a los hombres a sí, ha querido hacerlos volver al bien, pero los hombres se han comportado como tercos ignorantes, cegados por el espejismo de este mundo, y han desechado la voz del que los llama.
            La sabiduría, personificada en una mujer (Véase Pr 2:3; 4:8,9; 7:4), dice que llama (8:1-3), pero nadie quiere oír. Pero ¿cómo llama si su voz no se oye? ¿Cómo extiende sus manos si no se le ve? Extender las manos hacia alguien es una manera gráfica y expresiva de querer llamar la atención, en actitud de súplica. Sí, Dios nos suplica con voz inaudible que le hagamos caso, pero no le escuchamos. (2)
            Mientras que la tentación habla en voz baja y en secreto, la sabiduría llama en calles y plazas, en los lugares de reunión, en las puertas de la ciudad -que eran el lugar donde la gente antiguamente se juntaba para tratar de sus asuntos y negocios (Rt 4:1; Pr 8:1-3). Llama, como hizo Jonás en la ciudad de Nínive (Jon 3:3,4), “a sabios y no sabios” (Rm 1:14), a todos sin discriminación, cualquiera que sea su origen o nación. Llama en lugares públicos porque la suya no es una ciencia oculta, reservada para unos cuantos privilegiados, sino que está destinada para todos.
            Lo sigue haciendo ahora, pero ya no usualmente en lugares públicos, sino a través de la conciencia, en el interior de las personas, porque en los lugares de gran afluencia sólo se escucha la voz de la propaganda, y la gente habla de sus propios asuntos e intereses; están agitados y distraídos. Ahí, en la conciencia, sin embargo, Dios les está hablando a sus corazones, como se dice en otro lugar: “Lámpara del Señor es el espíritu del hombre” (Pr 20:27; cf Jb 38:36); ahí los llama su voz, ahí extiende sus manos. Pero rara vez le hacen caso; sólo tienen oídos para el bullicio externo, para la gritería del mundo.
La sabiduría, en la figura de una mujer, llama a la gente de mil maneras para que la escuchen, y una de ellas es lo que podríamos llamar “las huellas de Dios en la creación” (Rm 1:19,20; Sal 19:1-4). Ella habla con voz elocuente aunque silenciosa en los signos de la naturaleza, en la regularidad de las estaciones y de la sucesión día/noche. Pero también en los acontecimientos humanos que registra la historia, en su desarrollo y sus consecuencias, especialmente en la historia de Israel. Habla actualmente sobre todo en las conciencias de los hombres que deambulan por calles y plazas, donde quiera que ellos se reúnan, así como también en sus casas cuando descansan. Pero también, y sobre todo, habla en todos los lugares donde se predique la palabra de Dios. Eso se cumplió en Jesús, que habló en las sinagogas y en el templo de Jerusalén y nada enseñó en oculto (Jn 18:20); y que encargó a sus discípulos proclamar el evangelio desde las azoteas (Mt 10:27). Es más, que alguna vez “alzó la voz diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.” (Jn 7:37).
¿Y qué es lo que les dice la sabiduría a los hombres? Los interpela para que dejen sus caminos vanos, su conducta necia. Cada cual obra según su naturaleza. Los simples (petayim, cf Pr 1:4) dicen y hacen simplezas; son los inmaduros que lo creen todo (15:14) pero que no examinan nada. Por eso se extravían fácilmente (W. Wiersbe). Los burladores, o escarnecedores (lesim), se burlan de todo, porque creen saberlo todo, sin prever que al fin ellos serán burlados (Sal 1:1c) (3); los insensatos (kesilim) desprecian el conocimiento que les sería provechoso poseer (Pr 17:10; 26:4). Desprecian lo que ignoran, se diría, parafraseando a Antonio Machado.
La sabiduría encara a esas tres categorías de hombres exhortándolos a que se vuelvan hacia ella, a que la escuchen y le hagan caso. Si lo hacen ella derramará su espíritu sobre ellos y les transmitirá sus palabras llenas de inteligencia.
Estos cuatro versículos forman un bloque que alcanza su clímax en el v.22, en que la sabiduría impaciente exclama: “¿Hasta cuándo…?” ¿Hasta cuándo seguiréis siendo lo que sois, oh simples, burladores e insensatos? Tres clases de personas cuyo denominador común es su desprecio de la sabiduría.
El v.23 es la exhortación calmada que sigue al punto culminante. Si se vuelven a Dios, cuya misericordia y deseo de perdonar es inagotable, Él derramará sobre ellos su Espíritu, como dijo Jesús: “El que cree en mí… de su interior correrán ríos de agua viva.” (Jn 7:38) y había anunciado el profeta Isaías: “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal y ríos sobre la tierra árida” (Is 44:3; cf Jl 2:28; Zc 12:10ª), una gracia grande que les hará entender sus palabras (de las que está escrito: “¿No es mi palabra como fuego y como martillo que quebranta la piedra?” Jr 23:29), pues les hablará en un lenguaje comprensible. Pero por lo que viene enseguida es evidente que no quieren escuchar el llamado de la sabiduría, ni arrepentirse.
24. “Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese,” 25. “Sino que desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis,” 26. “También yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis;” 27. “Cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia.”
Estos cuatro versículos forman un nuevo bloque que contiene un justificado reproche: Yo quise salvaros pero no quisisteis oír, me rechazasteis. Por eso yo también os rechazaré y me burlaré de vosotros cuando la situación se voltee y os veáis en la necesidad de solicitar ayuda.
Aquí la sabiduría dice cómo va a actuar con los que desoyen su voz. Para comenzar expone los motivos de la actitud que asumirá. Usa para ello imágenes de los gestos humanos: llamar a viva voz, levantar la mano para llamar la atención. Esos gestos son un símbolo de la actitud que Dios adopta con el hombre, tratando de hacerse escuchar.
Pero ellos se niegan a prestar oídos a su voz, rehúsan darse por enterados (v.24). Los consejos y las advertencias que la sabiduría les hizo llegar en el pasado por medio de emisarios escogidos (los profetas) cayeron en oídos sordos y fueron menospreciados. Los hombres se hicieron sabios en su propia opinión (Pr 3:7a; Rm 12:16), y no quisieron escuchar las reprensiones de Dios, como hacen los hijos engreídos con las advertencias que les hacen sus preocupados padres. Esta es la actitud de rebeldía a la palabra del Señor que vemos en los libros proféticos, especialmente pero no sólo en Jeremías (Is 65:12; 66:4; Jr 5:12-14; 6:10; 7:13; Zc 7:11; Sal 107:11) (v.25).
Por esta causa el Señor se burlará de los que se burlaron de Él (Sal 2:4), cuando les alcancen las consecuencias de su manera de obrar equivocada, que Él quiso evitarles al invitarlos a cambiar de conducta (v.26).
Entonces sus peores temores (los temores del impío a quien remuerde la conciencia pero no se enmienda) se convertirán en realidad patente (Pr 10:24), y la calamidad les sobrevendrá con una fuerza irresistible que los hará temblar de espanto (v.27).
28. “Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me encontrarán.”
En ese momento volverán en sí y reconocerán su error. Pero así como ocurría cuando el Señor les advertía y no quisieron escuchar, ahora el Señor cerrará sus oídos a sus gritos de auxilio, justo cuando ellos más quisieran que el Señor los oiga (Dt 1:45, Sal 18:41). Eso nos recuerda la frase de Isaías: “Buscad al Señor mientras pueda ser hallado; llamadle mientras esté cerca.” (Is 55:6). Hay un momento para buscar al Señor. Si se le deja pasar puede no haber una segunda oportunidad.
Es interesante constatar que Dios se negará a actuar en la forma compasiva como Él ha prometido en otro lugar hacer con el hombre: “Clama a mí y yo te responderé…” (Jr.33:3). Clamarán, pero Dios no responderá, porque se hicieron oídos sordos cuando Él los llamó: “He aquí yo traigo sobre ellos mal del que no podrán salir; y clamarán a mí, y no los oiré.” (Jr 11:11; cf 14:12; Is 1:15; Ez 8:18; Mq 3:4; Zc 7:13; Jb 27:9) En otro lugar Él anima por medio del salmista al hombre a buscarlo en la mañana y a esperar su respuesta (Sal 5:3); pero ahora les dice que esperarán en vano, porque no habrá respuesta a sus oraciones.
29. Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová,” 30. “Ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda reprensión mía,” 31. “Comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos.”
Dios actúa con ellos como un juez justo que da a cada cual lo que se merece. Mal hacen ahora en querer abrazar la sabiduría que aborrecieron cuando les pudo ser útil (Jb 21:14); y desecharon el temor de Dios que hubiera podido hacerlos más precavidos, e impedirles seguir un mal camino. Dios conoce el corazón de ellos, que su arrepentimiento no es sincero; que pasado el momento de peligro, y librados del mal trance, volverán a las andadas de siempre como el perro vuelve a su vómito (Pr 26:11; 2P 2:22).
Entonces tendrán que enfrentar las consecuencias de sus actos y, por así decirlo, tendrán que comer el plato amargo que cocinaron para otros, sin pensar que algún día tendrían que comérselo ellos mismos, para disgusto y desilusión suya; y constatarán que no hay efecto sin causa, esto es, que cada cual cosecha lo que siembra (Gal 6:7,8).
Cuando tengan que soportar las consecuencias de su propia conducta (Jb 4:8) se hastiarán de tener que comerse lo que ellos mismos sin pensar prepararon para sí (Pr 14:14; 22:8; cf Is 3:11; Jr 6:19).
Nótese que los vers. 24 y 25, y 29 y 30 son un reproche que Dios podría dirigir a nuestra sociedad moderna que, orgullosa de sus logros materiales, se ha apartado de los caminos de Dios y lo desafía abiertamente con su conducta pervertida y abominable, tal como se dice en Romanos: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen.” (1:28).
32. Porque el desvío de los ignorantes los matará, y la prosperidad de los necios los echará a perder;” 33. Mas el que me oyere, habitará confiadamente, y vivirá tranquilo, sin temor del mal.”
La conclusión del pasaje no podía ser más razonable y consoladora. El éxito temporal
mundano que alcanzan los simples y los necios, cuyo relumbre aparente es engañoso, les será fatal, porque los llevará a un precipicio, al abismo sin fondo en el cual los ignorantes, desviándose del recto camino, se precipitan terminando ahí su insensata carrera.
En cambio, el que hubiera oído la voz del Señor y sido dócil a su llamado (Sal 25:12,13; Jb 36:11), será premiado con la verdadera prosperidad, que no consiste en bienes materiales perecederos, sino en los bienes inmateriales de la tranquilidad y de la paz, que son eternos y están garantizados por Dios (Sal 112:7, Pr 3:23-26).
Notas: 1. Es interesante notar que aquí, al igual que en Pr 9:1 y 24:7, la palabra “sabiduría” figura en plural en el original hebreo (hojmoth = sabidurías), sea para subrayar su excelencia y su multiforme variedad (Ef 3:10), sea porque ha sido proclamada muchas veces y de muchas maneras, en diversos tiempos y ocasiones.
2. Sin embargo, en los días de su carne Jesús sí habló, enseñó y predicó con voz audible a sus contemporáneos en las calles, en las casas, en el campo y en las sinagogas.
3. Ellos constituyen una clase especial de impíos que son aludidos muchas veces en este libro.
NB. El texto de este artículo (y el del anterior del mismo título) no ha sido escrito como un comentario de corrido, sino es el resultado de la consolidación de innumerables fichas, escritas a lo largo de los años. Eso explica algunas repeticiones ocasionales.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#817 (16.02.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). como “Jose Belaunde” o “La Vida y la Palabra” Sugiero visitar mi blog: JOSEBELAUNDE.BLOGSPOT.COM.