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jueves, 3 de octubre de 2019

DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA III


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE AGRIPA III
Un Comentario de Hechos 26:24-32

Invitado a exponer su caso en la audiencia solemne convocada por el rey Herodes Agripa II, a sugerencia del gobernador Festo, Pablo ha hecho la reseña de su vida, primero como fariseo convencido, perseguidor de los nazarenos, y luego como apóstol de Jesucristo, del que dice que hubo de padecer y morir para resucitar de entre los muertos.
24. “Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.”
Llegado a este punto, el gobernador Festo, para quien la noción de que un muerto pudiese resucitar era algo extravagante que ninguna persona sensata podía aceptar, interrumpió al acusado gritándole: Estás loco Pablo, estás loco. El mucho estudio te ha trastornado la mente y estás diciendo insensateces. Para él era inconcebible que un hombre sensato se hubiera enfrentado a las autoridades de su pueblo por una noción tan absurda. Pero nosotros sabemos que el conflicto de Pablo con el sanedrín tenía otra causa: Su prédica acerca de Jesús.
No es nada inusual, dice John Gill, que los ministros del evangelio sean tomados por locos, y que las doctrinas que predican sean tenidas por locura, si el mismo Jesús fue acusado de estar fuera de sí y de tener un demonio (Mr 3:21,22; Jn 10:20). Lo mismo decían de los apóstoles (2Cor 5:13). No debe sorprendernos que el hombre natural pensara así, puesto que lo que ellos enseñaban estaba fuera de su esfera y experiencia.
No está demás observar, como hace Mathew Henry, que los apóstoles fueron despreciados por el sanedrín porque no eran hombres instruidos (Hch 4:13), mientras que Pablo, que sí lo era, es despreciado por haber estudiado demasiado para su daño. De ahí podemos ver que el mundo siempre tiene algo que reprochar a los ministros del Evangelio.
25,26. “Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón.”
Pablo inmediatamente se defendió en términos corteses diciendo que lo que él afirmaba no era locura alguna, sino cosas que concuerdan con los anuncios de los profetas. Él afirma además que las cosas que él proclama acerca de Cristo, de su crucifixión y resurrección, son públicas y notorias, y sobre todo, verdaderas; y que él, Festo, comprensiblemente las ignora porque él recién ha llegado a nuestra tierra, pero el rey Agripa que está delante de mí, las conoce muy bien como todo aquel que vive en Judea.
27, 28. “¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.”
Entonces Pablo dirige sus palabras directamente al rey para preguntarle si él creía o no en el mensaje de los profetas. Esta pregunta ponía al rey en una posición incómoda, porque aunque él fuera un escéptico, no podía negar públicamente la verdad de las escrituras de Israel sin perder la cara ante sus súbditos. Pablo afirma que él está seguro de que el rey –que pasaba por ser un profundo conocedor de las Escrituras y un experto en asuntos judíos- sí creía en el mensaje de los profetas, y si creía en su mensaje, ¿por qué no creía en el de Cristo?
La pregunta de Pablo no podía dejar de remover la conciencia de Agripa, y su respuesta indica que había dado en el blanco. Nosotros no sabemos cuál puede ser el efecto de las preguntas que dirigimos a las personas que conocen las verdades del Evangelio, pero que se resisten a creer en ellas.
Mucho se ha escrito acerca de estas palabras: “Por poco me persuades”, como si dijera: Casi me convences que crea en lo que proclama el Evangelio. Poco faltó para ello, pero ese poco decidió el destino de la persona que estuvo a punto de creer, pero no creyó y se condenó. Hay muchos que juegan con las verdades del Evangelio, las aprecian, las admiran y las estudian como objetos dignos de ser investigados, pero no las hacen suyas por la fe, y como consecuencia, se pierden.
No basta admirar la filosofía de Jesús, como muchos hacen, su entereza heroica en la persecución, su valentía para afrontar el tormento, como hacen muchos que incluso han escrito biografías de Él, si no se cree que Él es lo que dijo que era: el Hijo de Dios vivo que se hizo hombre para salvar al mundo. ¿Crees tú eso, amigo lector, moderno Agripa? ¿O son estas cosas para ti sólo motivo de conversación frívola?
El rey entonces se escapa del estrecho en que lo ha puesto Pablo con una frase irónica, (que en el texto original está formulada en forma de pregunta, una forma común de evadir una pregunta incómoda) diciéndole que poco faltaba para que Pablo lo convenciera de hacerse cristiano.
29. “Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!”
La respuesta evasiva del rey excitó el celo evangelístico de Pablo haciendo que proclame: ¡Qué más quisiera yo que no sólo tú, oh rey, sino todos los que están aquí presentes, lleguen a la convicción que yo tengo y se hiciesen como yo, exceptuando las cadenas, es decir, mi condición de prisionero. Porque en verdad él era en Cristo más rico que el más rico de sus oyentes, y más afortunado que todos ellos, aunque las apariencias lo negaran.
Al decir esto Pablo no sólo reitera su consagración a la tarea que Dios le ha dado, sino también su aceptación de su condición de prisionero de Cristo, a quien él sirve con todas las fuerzas de su ser, esto es, su alma y su cuerpo. ¡Oh, cómo pudiéramos todos los que nos consideramos cristianos mostrar una consagración semejante a la tarea que nos señala  nuestro Señor y Maestro! ¡Cómo pudiéramos servirle con igual dedicación!
Las cadenas que lleva Pablo, que para otros hubieran sido motivo de humillación y tristeza, para él eran motivo de gloria, pues por ellas se asemeja a Cristo, y por eso él las menciona con frecuencia con orgullo (Hch 28:20; Ef 3:1; 6:20; 2Tm 1:16; 2:9; Flm 1,9).
30-32. “Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.”
Con las últimas palabras de Pablo la sesión estaba concluida porque no había más que decir, y los asistentes, precedidos por los huéspedes reales, se levantaron de sus asientos.
Como suele ocurrir en esos casos, una vez retirados, comentaban entre sí lo que habían espectado, llegando a la conclusión de que Pablo no era culpable de ningún delito por el que mereciera ser condenado a prisión, o a muerte.
El rey Agripa comentó a Festo que si no hubiera sido por el hecho de que Pablo hubiera apelado al César, bien podía ser dejado en libertad. ¿Cómo se enteró Lucas de ese comentario del rey? No sabemos, pero al menos el procurador Festo ya sabía qué tenía que escribir al emperador acerca del prisionero que había apelado a su tribunal, y si no, Agripa seguramente lo ayudaría a redactar la carta correspondiente. No conocemos cuál fue el texto de esa carta, pero podemos suponer que ella fue, en efecto, tan favorable a Pablo que permitió que, al llegar a Roma, él estuviera sujeto sólo a arresto domiciliario, y no echado en prisión, y que pudiera recibir visitas, y predicar con libertad (Hch 28:17-31), y que, al fin, fuera absuelto y libertado.
Cuando suceden estos hechos, el año 59, la situación del cristianismo en el imperio era todavía favorable, siendo los cristianos considerados como una secta dentro de la religión lícita que era el judaísmo.
Esta situación cambiaría muy pronto, pero no antes de que Pablo fuera liberado el año 62. Ese año trajo un cambio radical en la actitud del imperio respecto de los cristianos cuando Nerón se divorció de Octavia y se casó con Popea. Ésta era, según Josefo, no sólo muy amiga de los judíos, sino de hecho una “temerosa de Dios”, es decir, creía en el Dios de Israel, y había adoptado hasta cierto punto las costumbres judías. Es muy probable que ella influyera en el cambio de actitud de los romanos respecto de los nazarenos, que dejaron pronto de ser considerados como un movimiento más dentro del judaísmo y, por tanto, dejaron de gozar del privilegio de ser considerados una religión lícita. Ese cambio en su status legal explicaría que Nerón pudiera echarles la culpa del incendio de Roma el año 64, incendio que él mismo, como bien sabemos, había provocado.
NB. Puede ser interesante hacer un pequeño estudio de algunas de las palabras que figuran en los vers. 24 y 25, porque son sumamente significativas.
Festo le grita a Pablo: Estás loco, las muchas letras te vuelven loco.” Las palabras griegas que figuran en el original son respectivamente maínomai y manía. La primera es un verbo que significa “estar loco”, o “volverse loco”, y se aplica a las personas que hablan, o actúan, de una manera que produce la impresión de estar fuera de sí, o de haber perdido el juicio. Alguna vez se aplicó a Jesús (Jn 10:20). Viene de la segunda, que es un sustantivo que significa “locura”, de la cual deriva nuestra palabra “maníaco”.
“Las muchas letras” tiene el sentido de “mucho estudio”. La palabra griega subyacente es gramma, que significa “lo que está escrito”, letra, o libro, carta, o cuenta. Pablo la usa en algunos casos en el sentido de la “letra de la ley”, es decir, su sentido literal, en contraste con pneuma, el espíritu, el principio divino interno que da vida. El plural grammata, con el artículo definido ta, significa estudio, conocimiento, erudición ganada mediante la lectura. Con el tiempo llegó a significar ciencia. Ta hierá grammata designa a las santas Escrituras. De grammata deriva la palabra grammateus, escriba, persona conocedora de la ley y, por tanto, con frecuencia funcionario, no sólo en Israel sino en otros países de esa época. Nuestra palabra “gramática” deriva de ella.
“Verdad y cordura” son los atributos que Pablo afirma que caracterizan sus declaraciones. Aléthia es una palabra muy importante que tiene múltiples aplicaciones en la ciencia sagrada. Significa básicamente “verdad”, la realidad que subyace toda apariencia, con la cual con frecuencia está en contraste. Se dice de lo que es verdadero en sí mismo, en oposición al error y a la falsedad. Jesús dijo que Él era la verdad, esto es, la verdad encarnada.
Sofrosuné, palabra formada por sôos, sano, y fren, mente, entendimiento. Se aplica a la mente sana, sobria y moderada, que se manifiesta en la conducta que tiene esas cualidades e inspira, por tanto, respeto. Es lo opuesto a la locura, a la precipitación, a la inmadurez, o lo irregular y desordenado.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#977 (28.05.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 12 de abril de 2019

PABLO ANTE AGRIPA Y BERENICE


 LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PABLO ANTE AGRIPA Y BERENICE
Un Comentario de Hechos 25:13-27
Enfrentado al peligro de que el gobernador quiera llevarlo a Jerusalén para ser juzgado por él allá, Pablo hace uso de su derecho como ciudadano romano de apelar el tribunal del César, a lo que el gobernador, como es su obligación, accede, esperando sólo la oportunidad adecuada de enviarlo a Roma.
13. “Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo.”
La indicación temporal que nos da Lucas no es muy precisa, pero podemos suponer que sería entre una y dos semanas después del episodio anterior como máximo. Antes de proseguir con el relato conviene que nos detengamos en estos dos personajes reales que vienen a visitar, acompañados posiblemente de algunos de sus cortesanos, al nuevo representante del emperador.

Herodes Agripa II es llamado el último de los Herodes porque cuando él murió sin hijos el año 100, la dinastía herodiana se extinguió. Él era hijo de un antiguo conocido nuestro, el rey Herodes Agripa I, que fue rey de Judea entre los años 41 y 44, e hizo ejecutar a Santiago, llamado el mayor, hermano de Juan (Hch 12:1,2); y queriendo congraciarse con los judíos, mandó apresar a Pedro con el mismo propósito, pero no lo pudo hacer porque el apóstol fue liberado por un ángel (Hch 12:3-19). Él tuvo una trágica muerte, pues según relata el mismo capítulo de Hechos, fue herido por un ángel del Señor por haber aceptado un homenaje que sólo corresponde a Dios (Hch 12:20-23).
A su muerte su hijo tenía sólo 17 años, por lo que el emperador Claudio, con sabio criterio, no juzgó prudente darle al heredero el trono de una provincia tan difícil de gobernar como Judea, por lo que puso al frente de ésta a un procurador, y le dio al muchacho el trono del pequeño reino de Calcis, que había quedado vacante al morir su tío el año 48. El año 53 intercambió su pequeño reino por las tetrarquías de Felipe y Lisanias (Traconite y Abilinia, mencionadas por Lc 3:1), cuyo territorio fue aumentado por Nerón con algunas ciudades en torno al lago de Genesaret, por lo que Agripa –a quien además se había otorgado el privilegio de nombrar a los sumos sacerdotes del templo en Jerusalén- cambió el nombre de su capital, Cesarea de Filipo (que conocemos por Mt 16:13), llamándola Neronías.  ¡Con qué facilidad se intercambiaban en ese mundo cortesano los favores y las cortesías sin consideración alguna de las poblaciones que pudieran ser afectadas! En nuestro tiempo, aunque con menos facilidad, se han seguido adjudicando territorios entre las naciones en las mesas de negociaciones sin mucha consideración de los pobladores. Eso ocurrió al término de la primera guerra mundial, cuando Inglaterra y Francia se repartieron territorios del antiguo Imperio Otomano, en función de sus intereses, de donde ha resultado la inestabilidad que ha plagado al Cercano y Mediano Oriente desde entonces, y los conflictos que ahora sacuden esa región, y amenazan con atentados la seguridad de las antiguas potencias coloniales.
Herodes Agripa II era considerado un buen conocedor de la religión judía, por lo que su visita al gobernador Festo proporcionaba a éste una bienvenida oportunidad para decidir acerca del incómodo prisionero que su predecesor le había dejado.
Su hermana Berenice fue una de esas princesas herodianas que se distinguieron por su belleza y personalidad, pero también por su vida escandalosa. Nacida el año 28 DC ella era hija de Herodes Agripa I y, por tanto, hermana de Drusila, esposa de Antonio Félix (Hch 24:24). A los 13 años la casaron con su tío Herodes de Calcis. Cuando enviudó a los 20 años se fue a vivir con su hermano Herodes Agripa II. Luego lo dejó para casarse con Polemón, rey de Cilicia, pero no tardó en regresar a los brazos de su hermano, con quien estaba en una relación incestuosa cuando escuchó a Pablo. Posteriormente fue amante de los generales romanos Vespasiano y de su hijo Tito, según Josefo. Estando con éste intervino el año 66 valientemente, pero en vano, para tratar de evitar la matanza de judíos perpetrada por el procurador Florus. El año 75 estaba en Roma con Tito, entonces ya emperador, que se habría casado con ella de no ser por la oposición del pueblo que objetaba su origen judío.
El rey Agripa y su hermana vinieron pues, con bastante pompa, a hacer una visita de cortesía al nuevo procurador, y fueron alojados por éste, con todas las consideraciones que se merecían huéspedes tan ilustres, en el palacio que su antepasado, Herodes el Grande, había construido en Cesarea, y que ahora servía de residencia al procurador.
14-16. “Y como estuvieron ahí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Félix, respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él. A éstos respondí que no es costumbre de los romanos entregar a alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus acusadores, y pueda defenderse de la acusación.”
Gracias a la hospitalidad que les brindó Festo la visita se prolongó posiblemente por dos o más semanas, tiempo que Festo aprovechó para hablarle a Agripa de la papa caliente que tenía entre manos, el prisionero que su antecesor le había dejado sin darle suficiente información que le permitiera hacer un reporte coherente sobre su caso al emperador.
Festo le cuenta a Agripa cómo cuando subió en primera visita a Jerusalén, las autoridades judías con las que él recién tomaba contacto, aprovecharon la ocasión para hacer graves acusaciones contra Pablo, demandando que se le condenara a muerte.
Pensemos cuán grande era el odio que estos hombres tenían a Pablo, que apenas tienen ocasión de hablar con la nueva autoridad la aprovechan para acusarlo seriamente. Festo les respondió, según le cuenta a su huésped, que de acuerdo a las leyes romanas, el prisionero debía ser objeto de un juicio formal en el que él tuviera ocasión de defenderse de los cargos que se presentaran contra él, y que los invitaba a venir a Cesarea para que comparecieran ante él.
17-19. “Así que, habiendo venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el tribunal, mandé traer al hombre. Y estando presentes los acusadores, ningún cargo presentaron de los que yo sospechaba, sino que tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba estar vivo.”
Así se procedió de manera que apenas bajaron ellos a Cesarea, continúa narrando Festo, me senté en el tribunal para oír su causa teniendo al acusado delante pero, para gran sorpresa mía, los cargos que se le hacían no tenían nada que hacer con las leyes romanas, sino con asuntos relativos a su religión (Nota 1) y, sobre todo, acerca de un tal Jesús, que ya había muerto, pero de quien el acusado decía que estaba vivo. Al bien intencionado, pero pagano gobernador romano, se le escapaba el significado que este hecho extraordinario representaba, y que había de revolucionar en pocos siglos la historia de la humanidad.
Festo estaba perplejo porque él ignoraba prácticamente todo acerca del judaísmo y del nuevo movimiento que había surgido dentro de él, con la muerte y resurrección de Jesús. Él sólo percibía que la tesis de Pablo había suscitado disputas dentro de las autoridades, y no se dio cuenta de que con sus propias palabras él había descrito el meollo del asunto. Pero el rey Agripa sí conocía de estas cosas lo suficiente para que su curiosidad se despertara.
Los comentaristas antiguos han subrayado el hecho de que Festo, con sus propias palabras, insista en destacar la inocencia del acusado (vers. 18,19). Nótese que, en cumplimiento de lo anunciado por Jesús en Hch 9:15, Pablo ha dado testimonio de Él ante el sanedrín (22:30-23:10), ante dos gobernadores (24:10-21; 25:6-12); y ahora lo va a hacer delante de un rey y de su numerosa comitiva. Los enemigos de Jesús sin querer conspiraron para que Pablo pueda dar testimonio ante una gran audiencia.
20-22. “Yo, dudando en cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de estas cosas. Mas como Pablo apeló para que se le reservase para el conocimiento de Augusto, mandé que le custodiasen hasta que le enviara yo a César. Entonces Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír a ese hombre. Y él le dijo: Mañana le oirás.”
Admitiendo Festo que él no conocía nada de estas cosas le propuso a Pablo ser llevado a Jerusalén para ser ahí juzgado por las autoridades judías que eran competentes en estos asuntos, pero como ya hemos visto, Pablo se dio cuenta inmediatamente del peligro que esto representaba para su vida, y para escapar de él apeló al César.
Aquí Agripa aprovechó la ocasión para decirle a Festo que a él sí le gustaría escuchar lo que Pablo tenía que decir. Festo le respondió cortésmente que al día siguiente podría hacerlo, con lo que se preparaba una nueva audiencia en la que Pablo tendría ocasión de testificar ante todos, incluyendo al rey y al propio Festo, acerca de su fe en Jesucristo. ¡Por qué caminos inesperados Dios abre puertas para que Pablo pudiera predicar! ¡Quién sabe si entre los cortesanos y curiosos que le escucharon disertar no habría alguno a quien sus palabras no tocaran una fibra de su corazón endurecido y creyera!
23. “Al otro día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo.”
He aquí pues que se convoca, con toda la solemnidad del caso, a una audiencia especial a la que asisten, aparte del rey y de su hermana como invitados de honor, todas las personas que ocupaban alguna posición de autoridad, o de relieve, en la ciudad de Cesarea. Ante esta asamblea Pablo va a tener oportunidad una vez más de contar su historia, que no es otra sino la de la irrupción de Jesucristo resucitado en su vida.
24, 25. “Entonces Festo dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí junto con nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más. Pero yo, hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto, he determinado enviarle a él.”
Festo abre la reunión con una alocución dirigida al rey y a los asistentes explicando los motivos por los cuales los ha convocado. Él les presenta al prisionero que ha mandado venir, con las palabras de “este hombre”, no mencionando su nombre, no obstante ser él ciudadano romano. Todas las miradas se clavaron en el prisionero a quienes la mayoría de los asistentes veían por primera vez. Algunos con curiosidad, otros quizá con desprecio. Pablo podría quizá sentirse humillado, o aterrorizado, por esas miradas, pero él no era hombre a ser atemorizado fácilmente. Él sabía quién era él en Cristo y cuál era la misión que se le había encomendado. (2)
A este hombre, dice Festo, las autoridades de Jerusalén lo acusan airadamente de haber cometido un crimen digno de muerte, pero yo no hallo nada en él que merezca esa pena bajo las leyes romanas, pero como él ha apelado al tribunal del César, como es su derecho como ciudadano de nuestra nación, he decidido enviarlo a él según su deseo.
26,27. “Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y mayormente ante ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir. Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra.”
El procurador expone francamente la encrucijada en que se encuentra. Yo no encuentro que él haya cometido ningún crimen bajo nuestras leyes, y como los delitos de los que se le acusa atañan a la legislación de los judíos que no caen bajo la jurisdicción de ningún tribunal romano, y menos del tribunal del César, no tengo nada que pueda informar al emperador acerca del acusado. Como no sería razonable enviar a un preso sin poder dar una explicación de los cargos que se le imputan, me he permitido traerlo delante de ustedes, y en particular delante tuyo, oh rey, para que después de que lo interrogues, tenga yo algo que escribir acerca de él.

Notas: 1. La palabra que aparece aquí en el texto griego es deisidaimonías, que quiere decir “superstición”, y que la versión Reina-Valera respetuosamente traduce como “religión”. El hecho de que Festo use esa palabra expresa el poco aprecio que él, como romano escéptico, sentía por las convicciones religiosas del prisionero.
2. F.F. Bruce hace la atinada observación de que si Herodes Agripa II y Berenice son conocidos hoy en el mundo es gracias a que sus vidas se cruzaron un día con la de Pablo, miserable prisionero al que ellos miraban con desprecio. ¡Cómo podrían ellos imaginar que “este hombre” sería algún día admirado y famoso en el mundo entero, y sus escritos leídos y estudiados por millones! Ironias de la vida.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#974 (07.05.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).