LA
VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
AMONESTACIÓN CONTRA EL
ADULTERIO
Un Comentario de Proverbios
6:20-35
20. "Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la
enseñanza de tu madre."
Es
interesante la distinción que hace el proverbista entre los consejos del padre
y los de la madre mediante el uso de distintas palabras: el consejo del padre
tiene la autoridad del mandamiento (mitzvá);
el de la madre es menos autoritario, más suave, es enseñanza (tora) (Nota 1). El uno se dirige a la voluntad, el otro
al corazón. Pero ambos se complementan, y cuando los esposos están unidos por
lazos de amor profundo, nunca se contradicen, sino se apoyan mutuamente. (Véase
1:8,9; cf 4:1)
Nótese
también que el mandamiento se guarda y la enseñanza se sigue. No se sigue el
mandamiento, ni se guarda (en el sentido de cumplir) la enseñanza.
Obedecer
a los padres es obedecer a Dios, dice con acierto I.H. Ironside. Dios bendice a
los hijos que se someten a la disciplina paterna, y los guarda de caer en
emboscadas y tropiezos morales y de orden práctico, sobre todo cuando los
padres los educan "en la disciplina y amonestación del Señor." (Ef
6:4)
Rechazar
los consejos de los padres puede tener consecuencias fatales en la vida, como
nos advierte Pr 5:11-13.
21. "Átalos siempre en tu corazón,
enlázalos a tu cuello."
Este
versículo refuerza en términos poéticos el consejo precedente. Bien dice el
Salmo 119: "En mi corazón he
guardado tus dichos para no pecar contra ti." (v. 11), porque -como
dice otro proverbio- "del corazón
mana la vida." (4:23). Lo que hacemos en la práctica está determinado
por lo que tenemos en el corazón.
Si las
ha grabado en el corazón, las amonestaciones de sus padres pueden ser para el
hijo como—una cadena al cuello que le impidan voltearse para mirar a una mujer
atractiva pero ajena (2). Recuérdese la advertencia de Jesús: "Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con
ella en su corazón." (Mt 5:28).
22. "Te guiarán cuando andes; cuando duermas
te guardaran; hablarán contigo cuando despiertes."
¿Por
qué debe darse tanta importancia a los consejos de padre y madre, a su mandamiento
y enseñanza? Porque serán una guía segura para el joven (o la joven) al empezar
su vida independiente como adultos, al término de la adolescencia. En ellos
tendrá el joven un "standard" o patrón, una norma que lo sostendrá en
momentos de duda o de tentación, una ley escrita en su corazón que lo guardará
de pecar. Serán para él como una valla vigente las veinticuatro horas del día. Nótese
que aquí se mencionan tres momentos básicos en la vida que figuran también en
Dt 6:7, esto es, andar, acostarse, levantarse, o sea, el día, la noche y la
mañana (Véase Pr 3:23,24; 4:12; Sal 63:6).
Te
servirán de guía durante el día; te guardarán de noche, para que no aproveches
la oscuridad para pecar; e incluso cuando duermas (como dice el salmo 16:7b: "Aún en las noches me enseña mi
conciencia.”). Al despertar te amonestarán.
Muchas
veces los hijos bien educados dejan de hacer cosas por las que se sentían
atraídos para no avergonzar a sus padres; o si no hay peligro de que se
enteren, para no ser indignos de ellos. Lo mismo puede ocurrir en sentido
inverso. Los padres rechazan ciertas tentaciones para no defraudar la alta
opinión que de ellos tienen sus hijos; o para no contradecir con sus hechos las
enseñanzas que les dieron, considerando lo que podrían ellos pensar si se
enteraran. Eso es lealtad recíproca. Pero si es apropiada esa lealtad entre
seres humanos ¡cuánto más apropiada es la lealtad que el hombre debe guardar con Dios! Aunque
no pueda igualar a la fidelidad de Dios, que es infinita y perfecta, el joven
debe esforzarse por ser en este aspecto un hijo digno de su Padre que está en los cielos. Como dijo Jesús: "Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto."
(Mt. 5:48).
23. "Porque el mandamiento es lámpara, y la
enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen."
En la
antigüedad la imagen de una lámpara en medio de la oscuridad era muy expresiva
y elocuente, porque en esa época en que
la iluminación era muy cara, y no había casi alumbrado público, tener una
lámpara de aceite portátil al caminar de noche podía salvar de accidentes. De manera
semejante tanto el mandamiento paterno como la enseñanza materna ayudan a
disipar las tinieblas del error y de la
ignorancia, enseñando a los jóvenes a vivir escapando de los múltiples peligros
que los acechan, y de los más graves aun a los que sus pasiones los exponen.
Como dice el salmista: "Lámpara es a
mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino." (Sal 119:105).
24. "Para que te guarden de la mala mujer;
de la blandura de la lengua de la mujer extraña."
El
mayor peligro moral al cual está expuesto un joven es el de caer en manos de
una mujer seductora, de lo que se suele
llamar una "mala mujer".
Es
interesante considerar lo que este término significa. Ella es la mujer libre, sola,
que no está atada a ningún hombre, o que
si lo está, le es infiel. Es la mujer que siente una gran atracción por los
hombres, y que, por tanto, a su vez, los atrae como un imán, ya que sabe muy
bien cómo manejarlos. Ella es muy
sensual y excita la sensualidad del hombre, que con frecuencia se vuelve
esclavo de su encanto y del hechizo que ella ejerce sobre él, hasta que ella lo
desecha cuando le ha chupado, por así decirlo, toda la sangre. Ella es la mujer
que las mujeres buenas temen que les pueda robar su hombre con sus malas artes;
la que arruina los hogares y las familias, y provoca tragedias cuando se encienden
los celos y las rivalidades.
El
joven está pues muy expuesto a caer bajo el hechizo de esas mujeres, porque
estar con una de ellas le hace sentirse hombre. Dice que le guarden de la "blandura de su lengua",
porque su boca es un pozo de lujuria insondable en la que el joven se precipita
cuando se asoma a sus bordes, es decir, a sus labios, y los roza con los suyos.
Un beso fatal puede sellar un destino cuando marca al fuego un alma inexperta.
Nunca podrá borrar el recuerdo de ese beso. Hay mujeres, en efecto, (y a veces, algunos hombres) que albergan sin saberlo
un espíritu de seducción que captura a sus víctimas a pesar de ellas mismas, y sin que
sean conscientes de ello, porque su hechizo es irresistible.
Nótese
que "la blandura de la lengua"
puede también referirse a sus palabras halagüeñas, contra las que advierte Pr2:16 (cf 5:3-8; 7:1-5,21).
25. "No codicies su hermosura en tu corazón,
ni ella te prenda con sus ojos;"
Aquí se
habla de dos cosas: de la hermosura de la mujer y del atractivo de sus ojos. El
hombre, en efecto –es decir, su naturaleza
sensual- codicia el cuerpo de la mujer de rostro hermoso, que le promete placeres extraordinarios. De otro
lado, la mirada de la mujer, sus ojos misteriosos y profundos, sugestivos a
ratos, retadores en otros (Is 3:16), cautivan el alma del varón. La mirada de la mujer puede ser un pozo maravilloso de sorpresas
y de encantos en el que el hombre se sumerge
embelesado. Una vez atrapado ya no puede salir de él aunque quiera. Está preso
por sus sentidos excitados. Lo que ella le ha hecho experimentar lo persigue
día y noche, y no puede dejar de desear volver
a verla.
26. "Porque a causa de la mujer ramera el
hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer adúltera (3) caza la preciosa alma del
varón."
Una vez
que ha conquistado a la mujer deseada, el hombre se vuelve esclavo de ella. La
presa se apodera de la voluntad de su captor. Como consecuencia del poder que
ella ejerce sobre él, el hombre se vuelve inerme, incapaz de ningún esfuerzo, inofensivo.
El pedazo de pan que cualquiera se lleva a la boca sin que ofrezca resistencia,
simboliza la condición a la que el hombre en brazos de una mujer así, es
reducido. Ella le roba su voluntad y lo convierte en su esclavo (Pr 5:10,11;
29:3; cf Lc 15:13,16,30). Peor aún, se convierte en el hazmerreír de los que
observan su condición y saben que ella no le es fiel, ni puede serlo, haciendo
que él se resigne a compartir sus favores con otros.
Como el
cazador que persigue a su presa no cesa en sus esfuerzos hasta que la abate, de
manera semejante la seductora persigue como presa al hombre que codicia, hasta
que lo rinde.
Lo que
puede pasarle a un hombre en esas circunstancias nos lo enseña el final de la
terrible historia de Sansón y Dalila (Jc 16:15-21). ¡Cuánto se habrá
arrepentido Sansón, ya ciego y sin fuerzas, de haberse dejado cautivar por los
encantos de Dalila! Él había desoído varias veces el consejo de sus padres. El
precio que tuvo que pagar por ello al final fue altísimo. A él podría aplicarse
el dicho: "El que ama el peligro, caerá en él."
27,28. "¿Tomará el hombre fuego en su seno sin
que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se
quemen?"
En este
par de versículos de paralelismo sinónimo ambos dísticos expresan la misma
idea. Las imágenes que utiliza ilustran bien cuán inescapable es la acción
destructiva del fuego. Nadie puede tomar, en efecto, fuego en su seno, ni andar
sobre brasas sin quemarse. El mensaje es claro: ¿Puede el hombre hacer algo ilícito
sin sufrir las consecuencias?
La
mujer ajena es comparada con el fuego al que nadie puede acercarse sin
quemarse, porque la pasión es como un fuego que enciende el alma.
29. "Así es el que se llega a la mujer de su
prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare."
Eso es
lo que le ocurrirá a todo el que se deja tentar por la mujer seductora que
pertenece a otro. El placer experimentado al comienzo se tornará amargo como la
hiel, una vez escanciada la copa que ella le ofrece. En adelante una aguda
espada de Damocles penderá amenazante sobre su cabeza.
30,31. "No tienen en poco al ladrón si hurta
para saciar su apetito cuando tiene hambre; pero si es sorprendido, pagará
siete veces; entregará todo el haber de su casa."
El
pobre que por necesidad roba para saciar su hambre suele ser tratado con indulgencia
por la mayoría de la gente. Pero si cae en manos de la justicia será obligado a
entregar todos sus bienes hasta el séptuplo del valor de lo robado, además de
ser enviado a la cárcel (4).
El
adulterio es, en verdad, un robo. Roba a los esposos la tranquilidad de una
unión conyugal sin fallas; roba a uno u otro los favores que el cónyuge le debe
con exclusividad; rompe la promesa de fidelidad que ambos se hicieron al
casarse; y despoja a ambos del placer que compartían cuando se eran fieles.
32,33. "Mas el que comete adulterio es falto
de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y vergüenza
hallará, y su afrenta nunca será borrada."
Los dos
versículos anteriores comparaban la condición del adúltero con la del ladrón
sorprendido "in fraganti". Aquí se constata, primero, que el adúltero
actúa sin inteligencia, porque no mide las consecuencias de sus actos. Y en
segundo lugar, se destaca el efecto más grave que produce el adulterio:
Corrompe el alma del que lo comete, la ensucia y la contamina con un pecado
horrendo. Si pudiéramos mirar el alma del adúltero, nos espantaría su aspecto y
condición, y el hedor que exhala nos produciría asco.
David,
el rey guerrero y poeta, a quien Dios había bendecido tanto, cuando codició a
una mujer casada y pecó con ella, para tapar las consecuencias de su adulterio,
llegó al extremo de tramar la muerte del marido agraviado. Dios reservó para él
un severo castigo, pues el profeta Natán le anunció que la espada no se apartaría
de su casa (2Sm 12:10).
Recuérdese
que la ley mosaica condenaba a muerte a la pareja adúltera (Lv 20:10; Dt 22:22;
cf Pr 2:19). Pero esa pena no siempre se aplicaba estrictamente. En el caso de la
mujer sorprendida en adulterio flagrante que trajeron a Jesús, sus acusadores
dejaron escapar al hombre, y sólo trajeron a la mujer, como si él fuera menos
culpable que ella. (Jn 8:2-5).
34,35. "Porque los celos son el furor del
hombre, y no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ningún rescate, ni
querrá perdonar, aunque multipliques los dones."
Pasando
a las consecuencias externas de su pecado, se constata que la afrenta que hizo
el adúltero al honor del marido agraviado nunca será extinguida y, como
resultado inevitable, será atacado y golpeado, y encima será avergonzado,
cuando su ofensa se haga pública. No encontrará a nadie que lo defienda. ¿Dónde
se hallará un insensato que haga el elogio del adulterio? Más bien todos se avergüenzan
de ello, y el que lo comete tratará de ocultarlo.
El
adúltero se expone a una de las formas de sentimiento más agresivas y peligrosas:
los celos del hombre agraviado, o engañado, por su mujer. No habrá nada que
aplaque su furia y su deseo de venganza. No hay dinero con que se le pueda
comprar, salvo que sea un descastado. En efecto, por las páginas policiales
sabemos que los celos son una de las causas más frecuentes de homicidio.
Si bien
Proverbios habla aquí de los celos masculinos, algo semejante se podría decir
de los celos femeninos, que pueden ser tan agudos y crueles, y más aún quizá,
que los del varón. La mujer defiende a su "hombre" como su posesión
más preciada, como un animal herido se aferra a su presa para que no le sea
quitada.
Notas: 1. La palabra tora, que suele traducirse como
"ley", quiere decir en primer lugar "enseñanza",
"instrucción".
2. Véase Pr 3:3; cf 4:21.
3. Así dice el original hebreo y así lo traducen
muchas versiones. La versión RV 60, al decir solo "mujer" diluye el contraste
entre los dos tipos de mujeres, la ramera y la casada adúltera, y el daño
diferente que pueden hacer a un hombre.
4. Siete veces debe entenderse no literalmente,
sino como una licencia retórica en el sentido de completo (Véase Gn 4:15,24).
De hecho la ley de Moisés no exigía pagar más de cinco veces el valor de lo
robado (Ex 22:1). Zaqueo, por ejemplo, ofreció devolver cuatro veces lo que
había cobrado en exceso en impuestos (Lc 19:8).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a
gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus
pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente
oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces,
pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido
hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra
en mi corazón y gobierna mi vida. E n adelante quiero vivir para ti y
servirte."
#879 (03.05.15) Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima 18, Perú. Telf.
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI) .
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