LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
¿QUIÉN ES EL MAYOR?
Un Comentario de
Mateo 18:1-5
1. "En aquel tiempo los discípulos
vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?"
Según el pasaje paralelo de Marcos -que omite el episodio del pago
del impuesto del templo, tema de un artículo anterior (No. 874, del 29.03.15)-
esta discusión ocurre cuando regresan a Capernaúm y se encuentran en casa
(Véase Mt 17:24,25). En el camino habían estado discutiendo sobre quién sería
el mayor de ellos en el reino de los cielos, y Jesús, como si no lo supiera,
les pregunta sobre qué habían estado discutiendo. Pero ellos, avergonzados, no
le contestan (Mr 9:33,34).
El texto de Marcos da a entender que con frecuencia, cuando se
desplazaban, Jesús se les adelantaba para dejar que los discípulos conversaran
entre ellos.
Mateo resume la situación enunciando el tema de la perícopa como
una pregunta directa de los discípulos a Jesús: ¿Quién será el mayor - se
entiende, de ellos- en el reino de los cielos?
Ellos vienen siguiendo desde hace tiempo a su Maestro, que les ha
dado más de un ejemplo de humildad y de olvido de sí, y que les ha hablado de
la necesidad de negarse a sí mismo (Mt 16:24). No obstante, están preocupados
por la posición que ocuparán en el futuro reino de los cielos. ¿Quién de ellos
ocupará el primer lugar? ¿Quién será el más prominente? Porque suponen que ahí
también seguirán vigentes las jerarquías humanas.
Reino, piensan ellos, supone cargos, posiciones, honores, unos más
altos que otros, y eso da inevitablemente ocasión al surgimiento de ambiciones
personales, y de rivalidades.
Aunque Pedro, por su temperamento, es el que destaca ahora en su
grupo, y ellos aceptan su liderazgo, (Nota 1) ellos asumen que eso no
será así necesariamente más adelante. Cualquiera de ellos tiene méritos
iguales, o quizá mayores que Pedro. Es singular que ellos tengan esa
preocupación en ese momento, porque Jesús les había estado hablando
recientemente acerca de sus próximos sufrimientos, pero no les dijo una sola
palabra acerca de su gloria futura. Aún caminando con Jesús, y escuchándolo,
ellos seguían fascinados por el éxito y la figuración. ¿Cuántos de nosotros
somos así?
La respuesta de Jesús da al traste con sus ambiciones:
2,3. "Y llamando Jesús a un niño,
lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os
hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos."
Estáis disputando sobre quién será el mayor entonces, pero de lo
primero que debéis estar preocupados es por saber si llegaréis a entrar en el
reino de los cielos, porque si no cambiáis vuestro corazón, y os volvéis
humildes como un niño, ni siquiera entraréis en él. Eso es lo que debe
preocuparos, no el saber quién será el mayor, porque será el que menos pensáis.
Y enseguida les declara un secreto:
4. "Así que, cualquiera que se
humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos." (2)
¿Qué ser más humilde que un niño que vive en dependencia de sus
padres y de sus mayores? Pues el que se haga como un niño en humildad y
sencillez, ése será el mayor. (3) Con esta respuesta Jesús cancela toda noción de jerarquía, de
preeminencia de uno sobre otros, porque muchos pueden cumplir la condición que
ha puesto Jesús, así que no será cuestión de quién sea el principal, sino de
quiénes serán los más apreciados, y éstos serán los que sean los más humildes.
En Marcos Jesús añade un principio muy importante: Si alguno quiere
ser el primero, hágase como el postrero, como el menos apreciado, y sea el
servidor de todos (Mr 9:35). En lugar de apuntar a los honores, apuntad a los
servicios más humildes. Con frecuencia la ambición se viste del deseo de ser
útiles al mayor número. Si queréis serlo, sedlo asumiendo de preferencia los servicios
que nadie quiere desempeñar.
Lo que contará entonces -y es bueno que los cristianos lo tengamos
muy en cuenta- es en qué medida te pusiste al servicio de todos, en qué medida
fuiste el más humilde, en qué medida no pretendiste estar encima, sino estar debajo.
Las prioridades, los paradigmas en el reino son contrarios a los
del mundo: el primero será postrero, y el postrero primero. Sé pues ahora el
último para que entonces seas el más apreciado. Pero ¡ojo! si tú quieres ser
ahora el primero, el más apreciado, en el reino, ten cuidado, porque en el
último día, el día que más cuenta, podrías ser el último.
5. "Y cualquiera que reciba en mi nombre
(4) a un niño como éste, a mí me
recibe."
Jesús termina enunciando un principio de vida al que no
damos suficiente importancia, que tenemos olvidado, pero que puede tener una
enorme influencia en nuestra vida futura: El que reciba, es decir acoja,
acariñe, proteja, cuide, a un niño inocente como éste, me recibe, me acoge a
mí, Jesús, que soy vuestro Maestro y vuestro Señor. En el pasaje paralelo de
Marcos, Jesús añade el corolario: El que me recibe a mí, no me recibe a mí,
sino recibe al que me envió, esto es, al Padre (Mr 9:37).
¡Cuánta importancia tiene el trato que damos a los niños! ¿Por qué?
Porque son inermes, indefensos, inocentes, confiados y, sobre todo, necesitados
de amor. En su pequeñez reside su importancia. Pero en nuestro país ¿qué importancia
damos a los niños? Es lamentable tener que reconocerlo, pero con frecuencia los
descuidamos, los maltratamos, y abusamos de ellos. ¡Ay de aquellos que tal
hacen! ¡Bienaventurados, en cambio, los que se ocupan de los niños y los tratan
como si fueran Jesús mismo! ¡Bienaventurados los que les enseñan el buen
camino, y les ayudan a caminar por él sin tropiezos!
Pero no sólo a los niños, sino también a los más pequeños, a los más
indefensos, a los más desventurados de los seres humanos, a aquellos que
solemos mirar con lástima, o que despreciamos. Ellos están a nuestro cuidado,
porque Jesús está en ellos (Mt 25:45).
Notas: 1. Los discípulos acaban de ver que Jesús pagó el impuesto del templo
por sí mismo y por Pedro, y no se preocupa por el pago que deben hacer los
otros, aunque fue a Pedro a quien los cobradores se dirigieron. De otro lado,
ellos habían visto que Jesús había subido al monte Tabor sólo con tres de
ellos: Pedro, Santiago y Juan, y que sólo esos tres lo habían acompañado cuando
resucitó a la hija de Jairo (Mr 5:37).
2. Jesús emplea la expresión común en la literatura intertestamentaria,
"reino de los cielos", para no decir "reino de Dios", que
los judíos, por respeto al nombre divino, evitaban en lo posible pronunciar. La
frase se refiere al reino mesiánico que, según las profecías, el Ungido (esto es,
el Mesías) descendiente de David, cuya aparición los judíos ardientemente
esperaban, fundaría. Este es el reino que Jesús establecerá en su segunda
venida.
3. Los niños antes de alcanzar el uso de la razón a los siete años, no
son totalmente inocentes, porque pueden ser caprichosos, egoístas, e incluso,
envidiosos; pero esos sentimientos suelen ser pasajeros. En cambio, aman y
obedecen a sus padres, son confiados y creen en todo lo que se les dice, porque
carecen de malicia.
4. Es decir, por mi causa.
Amado lector: Jesús dijo: "De qué le sirve al hombre ganar
el mundo si pierde su alma?" (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que
cuando mueras vas a i r a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que
adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare,
y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus
pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente
oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces,
pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido
hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra
en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y
servirte."
#880 (10.05.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde
M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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