Por José Belaunde M.
SANSÓN IV
Jueces 16: 4,5. “Después de esto
aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba
Dalila. Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron:
Engáñale e infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos
vencer, para que lo atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil
cien siclos de plata.”
Informados probablemente de
que la mujer de Sansón en Timnat había logrado sonsacarle la solución del
enigma (14:16,17), los príncipes de los filisteos (uno por cada una de sus
cinco ciudades) pensaron, no sin razón, que Dalila, su nuevo amor, podría con
astucia arrancarle el secreto de su fuerza y, con ese fin, le ofrecieron una
considerable suma de dinero. Quizá ellos pensaban que su secreto consistía en
algún amuleto que llevaba consigo, o en algún conjuro mágico que podía ser
contrarrestado.
Dalila asiente, y vende al
hombre que decía amar por la suma ofrecida, así como el discípulo traidor
vendió a Jesús por treinta monedas de plata (Mt 26:14,15). Con Dalila se repite
la historia de Baal Peor cuando el pueblo de Israel cedió a su sensualidad y
empezó a fornicar con las hijas de Moab, y sufrieron una gran destrucción (Nm
25:1-3).
¿Quién era Dalila? Con toda
seguridad ella era filistea, aunque el texto no lo diga, pero no era una
ramera, sino una mujer de conducta libre. Su nombre quiere decir “debilidad”.
Quizá pensando en esta historia Salomón escribió el proverbio 6:26: “A causa de la mujer ramera el hombre es
reducido a un bocado de pan.” (Cf. Pr 7:26,27)
6-9. “Y Dalila dijo a Sansón: Yo
te ruego que me declares en qué consiste tu gran fuerza, y cómo podrás ser
atado para ser dominado. Y le respondió Sansón: Si me ataren con siete mimbres
verdes que aún no estén enjutos (secos),
entonces me debilitaré y seré como cualquiera de los hombres. Y los príncipes
de los filisteos le trajeron siete mimbres verdes que aún no estaban enjutos, y
ella le ató con ellos. Y
ella tenía hombres en acecho en el aposento. Entonces ella le dijo: ¡Sansón,
los filisteos contra ti! Y él rompió los mimbres, como se rompe una cuerda de
estopa cuando toca el fuego; y no se supo el secreto de su fuerza.”
Dalila aprovecha el poder que
tiene sobre Sansón para tratar de que él le revele el secreto de su fuerza,
pero él, sabiendo que eso era algo que no le convenía revelar, le dice algo
falso que ella ilusamente, como jugando, pone en práctica. Cuando los filisteos
que ella ha escondido en la habitación contigua, vienen sobre Sansón, él rompe
las cuerdas con facilidad y ahuyenta a sus atacantes.
Pasado algún tiempo, y aprovechando
alguna ocasión propicia, dos veces más se repite el pedido astuto de Dalila y
el engaño de Sansón, y dos veces más los filisteos le caen encima, pero él se
deshace fácilmente de ellos.
¿Qué hubiera hecho un hombre
sensato en una situación semejante? Irse corriendo de la mujer que lo estaba
engañando y que estaba tratando de descubrir su secreto para anularlo, y
entregarlo en manos de sus enemigos. Pero Sansón, prisionero de los encantos de
Dalila, se queda para darle a ella una oportunidad más de arrancarle el secreto
de su fuerza (v. 10-14). Cabe preguntarse en este caso: ¿Qué era más reprochable
aquí? ¿La debilidad de Sansón, o la perversidad de ella?
15. “Y ella le dice (posiblemente
cuando él la estaba acariciando): ¿Cómo
dices yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres
veces, y no me has descubierto aún el secreto de tu gran fuerza.”
El arma que ella usa es la más
efectiva, porque nada detesta más el amante apasionado sino que se ponga en
duda la sinceridad de su cariño, quizá porque en su interior él sabe que no es
verdadero amor, sino pasión lo que lo mueve. Pero podría voltearse la pregunta
y decirle a ella: ¿Cómo puedes tú decir que amas a Sansón si tu corazón no está
con él, puesto que buscas por interés económico su pérdida?
16. “Y aconteció que,
presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue
reducida a mortal angustia.”
Su corazón atormentado se
hallaba en un gran dilema, oscilando entre la pasión que sentía por ella, y el
temor de perder su fuerza, y con ella, su seguridad, si le revelaba su secreto.
¡Cuántos hombres y mujeres que se entregan al pecado, no se encuentran a veces
en dilemas que los atormentan e, incapaces de tomar la decisión correcta, se
deciden para su propio mal por lo que menos les conviene!
17,18. “Le descubrió, pues, todo
su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de
Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de
mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres. Viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón (Nota
1), envió a llamar a los principales de
los filisteos, diciendo: Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su
corazón. Y los principales de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su
mano el dinero.”
Lo primero en que ella piensa
cuando se da cuenta de que él ha sido esta vez sincero, es que le paguen lo
ofrecido. Eso era lo que a ella le interesaba. ¿Cuántas maldades no está
dispuesto a hacer el ser humano por codicia? La codicia es el factor escondido
que está detrás de gran parte de los acontecimientos del devenir humano.
Yo me pregunto ¿Dónde estaba
Sansón cuando ella llamó a los príncipes de los filisteos para que le paguen?
Él estaba viviendo con ella. ¿Se habría ido de paseo? Ella lo tenía como
adormecido, inconciente de todo peligro. Pero nótese la confianza que los
filisteos le demuestran a Dalila. Le pagan lo acordado antes de que se haya
probado que ella efectivamente le había arrancado su secreto.
19a. “Y ella hizo (se supone
esa misma noche) que él se durmiese sobre
sus rodillas,
¿Qué hacía él después de
revelarle su secreto durmiendo en las rodillas de la mujer que tres veces le
había mostrado cuáles eran sus verdaderas intenciones? (2) ¡Pobre Sansón!
Estaba ciego antes de que le arrancaran los ojos. No se daba cuenta de que ella
buscaba su ruina. Bien dice Proverbios: “Abismo
profundo es la mujer ramera.” (Pr 23:27) Ella se mostraba cariñosa con
Sansón al mismo tiempo que conspiraba contra él. De manera semejante Satanás
adormece a los que él quiere atrapar en sus redes.
19b. “Y llamó a un hombre, quien
le rapó las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su
fuerza se apartó de él.”
El sueño profundo en que cayó
después de satisfacer su pasión, lo entregó en manos de sus enemigos.
20,21. “Y le dijo: ¡Sansón, los
filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez
saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había
apartado de él. (3) Mas los filisteos
le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con
cadenas para que moliese en la cárcel.”
La fuerza sobrehumana de
Sansón, de la que él se jactaba, no residía en realidad en su cabello no
cortado, sino en que Dios estaba con él. Pero Dios estaba con él sólo mientras
él siguiera siendo nazareo, consagrado a Dios, algo de lo que su cabellera era
un signo. Al abandonarse a su sensualidad, él se había apartado de Dios y, en
consecuencia, Dios se apartó de él. Ésa era la lección que Dios quería que, a
través de una experiencia amarga, él aprendiera ¡Cuántas veces nos ha ocurrido
a nosotros algo semejante! ¿Hemos aprendido la lección que Dios quería darnos? “Antes que fuera yo humillado descarriado
andaba, mas ahora guardo tu palabra.” (Sal 119:67).
Sus ojos habían sido la
ocasión de su pecado. Dios permitió que se los arrancaran para que se volviera
arrepentido a Él.
Ambrosio escribe: “Cuando era
fuerte Sansón estranguló a un león, pero no pudo estrangular al león de su amor
propio. Rompió las cuerdas de sus enemigos, pero no las cuerdas de su
sensualidad. Quemó las cosechas de los filisteos, pero perdió la cosecha de su
virtud cuando ardía en las llamas de su pasión inflamada por una mujer.”
Se lo llevaron a la fuerza a
la ciudad filistea donde él había estado por voluntad propia una vez persiguiendo
sus pasiones (Jc 16:1-3), y lo pusieron a hacer la labor de un esclavo moliendo
trigo..
La historia de Sansón se parece
a la historia de Israel, que fue fuerte mientras le fue fiel a Dios, pero que
fue conquistado por sus enemigos, arrancado de su tierra y llevado cautivo a
Babilonia cuando le volvió la espalda.
Pero la historia de Sansón no termina
todavía.
22. “Y el cabello de su cabeza
comenzó a crecer, después que fue rapado.”
Todavía había una obra que
Dios quería hacer a través de Sansón, que entretanto se había arrepentido, y le
había pedido perdón por su ligereza al haber usado para beneficio propio el don
de la fuerza extraordinaria que Él le había dado para liberar a su pueblo.
“Junto con su arrepentimiento creció su cabello, y junto con su cabello, su
fuerza,” dice un autor antiguo.
23,24. “Entonces los principales
de los filisteos se juntaron para ofrecer sacrificio a Dagón su dios y para
alegrarse; y dijeron: Nuestro dios entregó en nuestras manos a Sansón nuestro
enemigo. Y viéndolo
el pueblo, alabaron a su dios, diciendo: Nuestro dios entregó en nuestras manos
a nuestro enemigo, y al destruidor de nuestra tierra, el cual había dado muerte
a muchos de nosotros.”
Algún tiempo después los príncipes
de los filisteos convocaron a una gran fiesta en honor de su dios Dagón -que
era un ídolo en forma de pescado con cabeza y manos humanas- y a quien ellos
atribuían su gran triunfo sobre Sansón. (4)
“Y viéndolo el
pueblo…” Esto es, cuando el pueblo vio la fiesta, “alabaron a su dios…”
25. “Y aconteció que cuando
sintieron alegría en su corazón, dijeron: Llamad a Sansón, para que nos
divierta. Y llamaron a Sansón de la cárcel, y sirvió de juguete delante de
ellos; y lo pusieron entre las columnas.”
Para divertirse hicieron traer
a Sansón. ¡A qué colmo de humillación había llegado Sansón, que después de ser
el terror de los filisteos, se convirtió en su payaso! Ellos se divertían
viéndolo tambalearse a ciegas, arrastrando sus cadenas, y se burlaban de él,
quizá dándole alguno una bofetada o escupiéndolo, tal como Jesús algún día,
coronado de espinas, sería objeto de burla de la soldadesca que lo torturaba (Lc
22:63-65; Jn 19:1-3).
26. “Entonces Sansón dijo al
joven que le guiaba de la mano: Acércame, y hazme palpar las columnas sobre las
que descansa la casa, para que me apoye sobre ellas.”
Pretendiendo querer descansar,
Sansón le pide al muchacho que lo acompaña, que lo acerque a los pilares que
sostienen la estructura del edificio. Tenemos que suponer que él había visitado
alguna vez el templo y conocía su diseño.
27. “Y la casa estaba llena de
hombres y mujeres, y todos los principales de los filisteos estaban allí; y en
el piso alto había como tres mil hombres y mujeres, que estaban mirando el
escarnio de Sansón.”
No sabemos cómo era la
distribución del templo, pero podemos colegir que en su interior había un gran
número de personas principales, y que sobre el techo, que se abría hacia el
primer piso, se apiñaba mucha gente del pueblo, queriendo gozar también del
espectáculo.
El templo era posiblemente un
gran recinto de paredes de madera, construido sobre bases de piedra. A cada extremo
había dos columnas sobre las que se apoyaban dos grandes vigas de madera que
sostenían el techo.
28. “Entonces clamó Sansón a
Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego,
solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos
por mis dos ojos.”
Sansón clama a Dios que le
devuelva la fuerza que antes había tenido para que pueda hacer una gran matanza
de filisteos. Cuando Sansón se vuelve hacia Dios, Dios se vuelve hacia Sansón y
lo fortalece. Pero notemos este contraste entre Sansón y Jesús: Sansón murió
pidiendo a Dios venganza; Jesús murió pidiendo a su Padre que perdone a sus
enemigos (Lc 23:34).
29,30. “Asió luego Sansón las
dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la casa, y echó todo su peso
sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano izquierda sobre la otra. Y dijo Sansón: Muera yo
con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre
los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y los que mató al
morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida.”
La matanza de enemigos que
hizo Sansón al final, ciego y cargado de cadenas, fue más grande que todas las
que había hecho hasta entonces. Entre los que murieron aplastados se contaban
los hombres que habían sobornado a Dalila, y quizá ella misma. ¿Cuándo fueron
destruidos? Cuando se gloriaban de su victoria y más seguros se sentían al
haber capturado a su más peligroso adversario.
Sansón se sacrificó de buena gana. A él no le importaba
morir si su muerte significaba la muerte de gran número de sus enemigos. No le
importaba morir porque él estaba privado de la vista y de su libertad. Morir
era para él una forma de escapar a su doble prisión, la del calabozo y la de la
ceguera. Aquí también Sansón es un tipo de Jesús, que se sacrificó a sí mismo
para destruir a los enemigos de su pueblo, a Satanás y sus principados y
potestades.
La historia de Sansón se
divide en dos partes. En la primera él actúa bajo la influencia del Espíritu.
En la segunda, cede al impulso de sus pasiones, cae en pecado y su lujuria le
hace ser infiel a su llamado. Él estaba consagrado a Dios como nazareo, y en
ello residía su fuerza; su debilidad, en cambio, residía en su carne.
Su vida es un espejo de la
historia de Israel, el pueblo elegido y consagrado a Dios. En su consagración
residía el poderío de la nación, que alcanzó su apogeo en los reinados de David
y Salomón. Pero cuando, orgulloso de su gloria, Israel se apartó de Dios y cayó
en idolatría, fue presa fácil de pueblos rivales que lo deportaron y
dispersaron a diez de sus tribus (2R 18:9-12), y después mandaron al exilio a las
dos restantes (2R 25:11).
Ésa es también la historia de
muchos hombres y mujeres que Dios levanta para que le consagren todas sus
fuerzas y le sirvan, pero que caen cuando atribuyen sus éxitos y victorias a sí
mismos y dejan de darle a Dios la gloria debida.
No seamos nosotros como ellos
y Dios hará de nosotros, si lo quiere, nuevos sansones en el espíritu.
Notas: 1. ¿Cómo se dio cuenta ella de eso? Porque él
mencionó el nombre de Dios, y pensó, con razón, que no lo haría mintiendo.
2. Mathew Henry anota: “El que duerme en el regazo de su lujuria,
ciertamente despertará en manos de los filisteos.” Yo añadiría: Si nos
apartamos de la protección que Dios nos ofrece, seremos presa fácil de nuestros
enemigos.
3. Véase Nm 14:42,43; Js
7:12; 1Sm 16:14; 18:12; 28:15,16; 2Cro 15:2. Cuando Dios se aparta de uno, no hay nada que
pueda el hombre hacer.
4. Se recordará que algunas décadas después, los filisteos capturaron el
arca del pacto, y la pusieron en el templo de Dagón, en Asdod, y que por dos
mañanas consecutivas encontraron la estatua de su dios, caída delante del arca
y, atemorizados, se apresuraron a devolverla a los israelitas (1Sm 5:1-4).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar
de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras
esa seguridad. Con ese fin yo te invito
a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú
viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los
hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he
ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#773 (07.04.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M.
Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
1 comentario:
Gracias por tan interesante análisis. Me gustó mucho. Bendiciones.
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