LA
VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA SIERVA DE NAAMÁN I
Un
Comentario de 2 Reyes 5:1-81.
“Naamán,
general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y
lo tenía en alta estima porque por medio de él había dado Jehová salvación a
Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso.”
I. Lo primero que me llama la atención
en el comienzo de este relato es que diga que “por medio de él (es decir, de Naamán) había dado Dios salvación a Siria”.
¿Estamos leyendo bien? Dice el texto
que Dios usó a este hombre pagano, general de una nación enemiga de su pueblo
escogido, para traer salvación, esto es, victoria a esa misma nación que era
enemiga de Israel. ¡Pero Siria no era el pueblo escogido sino, al contrario, le
hacía la guerra! ¿Qué hacía Dios dándole salvación, es decir, victoria, a un
pueblo pagano contra su propio pueblo? (Nota 1)
Dios tiene propósitos para los pueblos
paganos. El hecho de que escogiera a un pueblo en particular –no lo escogiera
solamente, sino que lo hiciera surgir a partir de un hombre, es decir, de
Abraham- no quiere decir que Dios descarte a los demás pueblos, o que los
considere sus enemigos. Al contrario, todos los pueblos de la tierra son
creación suya y a todos ama por ese motivo. Ningún pueblo está fuera de la
providencia y de los planes de Dios (2). Más aun, si Dios escogió a un pueblo
en particular, a Israel, no fue para grandeza de ese pueblo, sino para que
fuera luz a las naciones, ni fue ésta la única ocasión en todo el relato de la
Biblia en que Dios usó a un gobernante pagano para sus propósitos. Tenemos los
casos de Nabucodonosor, a quien el profeta Daniel dijo: “Tú, oh rey, eres rey de reyes, porque el Dios del cielo te ha dado
reino, poder, fuerza y majestad.” (Dn.2:37); y de Ciro, rey de Persia, a
quien Dios dijo por boca de Isaías: “Así
dice el Señor a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha para
sujetar naciones…” (45:1-4).
Nosotros los cristianos tendemos a
despreciar a los incrédulos, considerándonos superiores a ellos, así como los
israelitas se consideraban superiores a los “paganos”, a los gentiles (es
decir, a los que no eran judíos), y los despreciaban, al punto de que no podían
entrar en sus casas, ni podían juntarse ni comer con ellos. (Véase al respecto
Hch 11:2,3).
Fueron necesarios hechos
extraordinarios para que los primeros discípulos de Jesús comprendieran que el
mensaje de salvación que Jesús había traído también era para esos que ellos
miraban por encima del hombro. Y es curioso que la iglesia, que empezó siendo
conformada por judíos, y sólo renuentemente aceptó a los gentiles en su seno,
terminara siendo formada mayormente por gentiles –es decir, por no judíos-
porque éstos en su mayoría rechazaron el mensaje del Evangelio. Jesús lo había
predicho en la Parábola de la Fiesta de Bodas (Mt 22:1-11).
Sí, Dios tiene propósitos para los
incrédulos, y el primero es que vengan a reconocer a Jesús como su Salvador y
Rey, es decir, que sean salvos. De hecho, la gran mayoría de nosotros formaba
parte de esos incrédulos a quienes Dios por su misericordia salvó. Si
despreciamos a los que no creen en Jesús, despreciamos a los que son lo que
nosotros éramos antes de venir a Cristo. Nosotros hemos venido a creer en Jesús
no por algún mérito propio, sino por pura misericordia suya. No hay nadie que
sea tan malvado, tan alejado de los caminos de Dios, a quien Dios no pueda
llamar a su reino. Jesús dijo: “No he
venido a llamar a justos sino a pecadores al arrepentimiento.” (Mt 9:13b)
II. Naamán era un héroe para su país,
admirado por todos, pero era leproso, una enfermedad que en esa época
significaba ser aislado de todos por miedo al contagio. Muchas veces los
grandes éxitos están acompañados de grandes pruebas. Nosotros solemos ver
solamente el oropel de la fama y de la gloria, la fachada adornada, pero no
vemos el sufrimiento que detrás se esconde y que con frecuencia los acompañan.
Los éxitos se obtienen a costa de mucho esfuerzo y sufrimientos. El camino a la
cima no es fácil.
Dios había escogido a Naamán para
hacer con él un gran milagro que fuera testimonio de su poder ante los
gentiles. Pero para hacer ese milagro era necesario que Naamán sufriera antes
bajo esa terrible enfermedad. Notemos cómo el sufrimiento de la enfermedad
precede casi siempre a la gloria del milagro. Pensemos en el ciego de
nacimiento (Jn 9) a quien Jesús hizo también el gran milagro de darle la vista.
Ese ciego era alguien que Dios había escogido para manifestar a través de él
sus obras (Jn 9:2,3). Por esa causa él tuvo que pasar por una etapa previa de
mucho sufrimiento. Pero podemos suponer que su recompensa después sería muy
grande.
Cuando Dios llamó a Pablo al
ministerio no le hizo decir por medio de Ananías: “Yo le mostraré qué gran obra
voy a levantar a través suyo”, sino: “Yo
le mostraré cuánto ha de sufrir por mi nombre.” (Hch 9:16). No le habló de
grandes éxitos, no le dijo que fundaría muchas iglesias, no le dijo que él
sería el instrumento que usaría para escribir una tercera parte del Nuevo
Testamento. No. Le dijo: “Yo le haré pasar por grandes pruebas.” Y, en efecto,
si Pablo se jacta de algo es de haber sufrido más que ninguno (2Cor 11:23).
Primero, las pruebas; después, si Dios quiere, el éxito. Así que si tú quieres
tener un gran ministerio, hacer una gran obra para Dios, cíñete los lomos y
prepárate para sufrir. Jesús dijo que antes de empezar una obra calculáramos el
costo. ¿Lo has calculado? No vaya a ser que después, descorazonado, abandones
el reto a medio camino y seas objeto de burla (Lc 14:28-30).
III. Naamán debe haber ocupado un
lugar especial en el corazón de Dios, porque cuando Jesús va a predicar por
primera vez a la sinagoga de su pueblo, Nazaret, Él, por así decirlo, les
refriega en las narices a sus paisanos el nombre de ese general pagano,
diciéndoles que había muchos leprosos en Israel en tiempos de Eliseo, pero que
ninguno de ellos fue limpiado sino Naamán el sirio. Sabemos muy bien con cuánta
ira reaccionaron sus paisanos, al punto de que no sólo lo expulsaron del
pueblo, sino que quisieron despeñarlo (Lc.4:16-30). ¿Por qué se encolerizaron
tanto? Porque Jesús hirió sus sentimientos nacionalistas. Ellos se imaginaban
que sólo ellos, el pueblo escogido, podía ser objeto de la misericordia de
Dios.
2,3. “Y de Siria habían salido bandas armadas, y
habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a
la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que
está en Samaria, él lo sanaría de su lepra.”
I. En la antigüedad eran muy comunes
esos episodios de bandidaje semioficial, en que bandas armadas fronterizas de
un país hacían incursiones en el territorio enemigo, para hacerse de un botín
que consistía no sólo en bienes muebles (objetos de valor, joyas, ganado, etc.)
sino también en seres humanos, a quienes después vendían como esclavos, cuando
no los mataban. David mismo, aunque nos parezca increíble, se había dedicado a
ese terrible oficio cuando huía de Saúl (1Sam 27:8,9). Antes de que viniera
Jesús a abrirnos los ojos, aun los miembros del pueblo escogido tenían en poco
el valor de la vida humana.
Esta pobre muchacha había sufrido la
desdicha de ser capturada en una de esas incursiones, en la que sus padres y
hermanos pueden haber muerto y en la que ella perdió, además de la libertad, a
su familia y todas sus posesiones, convirtiéndose en esclava de sus captores.
Hasta podemos pensar que ella ya estaba quizá comprometida para casarse con
alguien de su comarca, por lo que ella habría perdido no sólo padres y hermanos,
sino hasta novio.
Ella había sido adquirida por la casa
de Naamán y servía a la mujer del famoso general. Para que haya sido llevada a
la casa de un gran personaje ella debe haber sido una muchacha de cierto rango,
bien educada, perteneciente por lo menos a una familia de propietarios, porque
en la sociedad altamente jerarquizada de entonces, también la esclavitud estaba
sujeta a las normas de “status” social. Sin embargo, pese a ser ella
posiblemente de buena cuna, y haber estado acostumbrada a ser servida y no a
servir, servía de buena gana a su patrona (3).
Ella no estaba amargada por el
infortunio, ni guardaba rencor a sus amos. Al enterarse de la enfermedad del
esposo de su patrona no se había dicho: “¡Bien hecho, bien merecido lo tiene!”,
sino sintió compasión. Ese sentimiento la indujo a señalarles cuál podía ser la
solución para la enfermedad de su amo.
¿Por qué lo hizo? Porque amaba a sus
señores y, siendo posiblemente una muchacha dócil y eficiente, era también
amada por ellos. Pero si los amaba era porque ella estaba –yo diría,
constitucionalmente- llena de amor. Era una criatura buena. (4)
II. José fue durante un tiempo esclavo
de Potifar, hombre importante en la corte del faraón, pues era capitán de la
guardia. ¿Estaba José amargado por su suerte? Nada podría hacérnoslo pensar
porque él servía diligentemente a Potifar. ¿Por qué lo hacía? Sobre todo,
pienso yo, porque Dios estaba con él (Gn 39:2), y eso hacía que él de una
manera natural, tendiera a hacerlo todo bien. Pero también, sin duda, porque
amaba a su dueño y, sin duda, era amado también por él, pues le había confiado
la administración de todos sus bienes, y era normal que en esa situación de
confianza se estableciera una relación de mutuo afecto.
Sabemos que la primera razón que José
dio a la mujer de Potifar para rechazar sus avances fue la fidelidad que le
debía a quien había depositado toda su confianza en él. (5)
La fidelidad en el servicio es
consecuencia del amor. Y el amor engendra amor. La actitud servicial de la
muchacha hizo que sus patrones la consideraran y le dieran un buen trato. Se
había conquistado su corazón y su confianza. De lo contrario no se habría
atrevido a darles un consejo en un asunto tan personal y delicado como el de la
enfermedad del dueño de casa.
Todo servicio útil se hace por amor.
La madre no sirve a sus hijos a la fuerza, sino por amor, y lo hará bien en la
medida en que los ame. La nodriza generalmente cuida al niño que le encargan
porque le pagan para cuidarlo, y si no llega a amar al pequeño, lo atenderá a
desgano. Si lo ama, lo hará con agrado y bien, y podrá ser bendición para el
niño que tiene a su cargo. Si detesta a los niños, si no tiene paciencia, lo
hará mal. ¿Qué es lo que decide la utilidad de nuestras obras? El amor más que
nuestro conocimiento. “El amor cubre
todas las faltas” (1P 4:8). También puede suplir la falta de conocimiento.
III. Eso nos lleva a considerar cómo
con frecuencia los siervos ejercen influencia sobre sus amos, el de menor rango
sobre el de mayor. Un caso muy conocido en la Biblia, aparte del de José -que
ejerció gran influencia sobre el faraón- es el de Eliezer, el fiel criado de
Abraham quien, de no haber tenido hijo, habría heredado toda su fortuna. (Gn
15:3). Abraham confió a Eliezer un asunto de gran importancia para su familia:
escoger esposa para su hijo. El hecho de que el criado se dejara guiar por Dios,
y tomara una decisión acertada, fue un factor de gran influencia en el destino
de Isaac y del clan que Dios estaba formando (Gn 24). Ahí tenemos un caso en
que el menor influye en el mayor. Eliezer fue un eslabón importante en el desarrollo
de los planes de Dios. (6)
Dios concede con frecuencia a hombres
justos –o a mujeres justas- la gracia de contar con la colaboración de personas
de gran calidad espiritual y humana. Es un favor muy especial.
Notas: 1. La palabra
hebrea teshuah se traduce como
liberación, salvación, victoria, ayuda.
2. Mathew Henry apunta al respecto: “La
preservación y la prosperidad, aun de los que no conocen a Dios y no le sirven,
viene de Él, porque ‘Él es el Salvador de
todos los hombres, especialmente de los que creen.’ (1Tm 4:10). Y añade: “Que
Israel sepa que cuando los sirios prevalecían, eso venía de Dios.”
3. Todos los que sirven, aunque sea en
condiciones humillantes, deben buscar el bien de sus patrones, porque no es a
ellos sino a Dios a quien sirven, y Él se lo recompensará (Col 3:23,24).
4. El hecho de que Jesús diga que no hay
ninguno bueno sino Dios (Mt 19:17) –algo que es cierto en sentido absoluto- no
impide que haya muchas personas que desde el seno de su madre, es decir, de
forma innata, se inclinan preferentemente al bien. Así como hay también quienes
de manera instintiva se inclinan al mal, tal como dice el salmo: “Los impíos se desviaron desde el seno de su
madre”. (Sal 58:3). Tal como he expuesto en el pequeño folleto “Oración y
Embarazo” dedicado a las mujeres encinta, (que puede leerse en mi página web)
es muy probable que esa inclinación innata esté determinada en buena medida por
los pensamientos y sentimientos que la madre albergue durante los meses de
embarazo, así como la inclinación contraria puede deberse en parte a los
contenidos mentales negativos –malos sentimientos, rencores, o cosas peores- mantenidos
durante ese lapso.
5. A José no debe haberle costado amar a
Potifar, porque él era recto de espíritu. La mano de Dios había estado con él
de una manera especial desde su nacimiento.
6. Véase mi artículo “Rebeca: Esposa,
Novia y Madre I” del 09.05.04. En los cursos de liderazgo del Instituto Haggai
se da importancia a este hecho: el liderazgo –es decir la capacidad de ejercer
influencia sobre otros- no depende de la posición que se ocupe. Depende más del
conocimiento, de la capacidad, del deseo de servir, pero sobre todo, del amor.
Dios puede usarnos cualquiera que sea nuestra posición. Sólo se requiere tener
un corazón dispuesto a ser usado. El menor puede ejercer gran influencia sobre
el mayor. ¿Cuándo puede hacerlo? Cuando tiene algo que darle, algo que el mayor
no tiene, en términos de conocimientos, experiencia o habilidad. Pero no podrá
hacerlo, o no lo hará de una manera en que sea aceptado, si no lo hace por
amor. Recordemos que una de las características del amor es la humildad: “el amor no se envanece…” (1Cor 13:4).
NB El presente
artículo fue publicado hace casi ocho años bajo el #377. Se publica nuevamente
ligeramente revisado y dividido en dos partes.
Amado lector: Si tú no estás seguro
de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy
importante que adquieras esa seguridad,
porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria.
Con ese fin yo te invito a pedirle a Dios por tus pecados haciendo la siguiente
oración:
“Jesús,
tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los
hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he
ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y
EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (Vol 1)
INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA
BEATRIZ, LIMA. TEL. 4712178.
#765 (10.02.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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