viernes, 21 de septiembre de 2012

EL DIOS DE LAS VENGANZAS I


Por José Belaunde M.
EL DIOS DE LAS VENGANZAS I
Un Comentario del Salmo 94:1-15
 Este es un salmo post-davídico, que data posiblemente de la época en que, durante el imperio persa, antes de Nehemías, los habitantes de Jerusalén eran oprimidos por los pueblos vecinos  (Nh 2:19; 4:1-8). Según el Talmud el salmo sería anterior y habría sido compuesto por los levitas durante la destrucción de Jerusalén por los caldeos (2R 25:1-10).
1.“Señor, Dios de las venganzas, Dios de las venganzas, muéstrate.”
¿Cómo puede el salmista dirigirse a Dios llamándole “Dios de las venganzas”? ¿Es acaso Dios vengativo? (Nota 1)
2.“ Engrandécete, oh Juez de la tierra; da el pago a los soberbios.”
Pero aquí se nos muestra el verdadero sentido de esa apelación. El Señor es el Dios de la retribución (Dt 32:35,43), el que paga a cada cual según sus obras (Rm 2:6; Sal 62:12), porque Él es justo.
Lo que el autor quiere decir es: ¡Levántate, Señor y muestra a los impíos quién eres dando a cada uno el pago que merecen sus maldades! Pero no solamente dando el pago de sus injusticias a quien lo merece, sino revindicando y haciendo justicia a quienes fueron oprimidos por la prepotencia de los fuertes. Jesús lo dijo en Lc.18:7,8 “¿Y acaso Dios no hará justicia (“...no ejecutará venganza” dice el original)  a sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia.” (2)
3. ¿Hasta cuándo los impíos, hasta cuándo, oh Señor, se gozarán los impíos?
Y enseguida da expresión a sus sentimientos de frustración y de ira: ¿Hasta cuándo prevalecerán los impíos? El autor juzga con ojos humanos. Ve la maldad de los hombres, que seguramente le afecta a él también y, como haríamos todos en circunstancias semejantes, exclama: ¿Hasta cuándo Señor permitirás estas cosas? Yo quisiera que actuaras ya, que intervengas y pongas las cosas en su sitio, sí, pero (implícitamente) de acuerdo a mi modo de ver, o a mi conveniencia.
Desde nuestra perspectiva humana nosotros tenemos una idea limitada de la providencia y de la justicia de Dios, que todo lo abarca, comprende y prevé. No podemos entender todos los factores que están en juego en los acontecimientos humanos, porque no los conocemos sino parcial e imperfectamente para comenzar. Por eso nos puede parecer en ocasiones que sus juicios no son perfectos, o que su justicia tarda.
4.“¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras, y se vanagloriarán todos los que hacen iniquidad?”
Al salmista le indigna especialmente la soberbia con que hablan los malvados, cómo se jactan de sus atropellos (Sal 73:6-9). Lo que al justo enfurece, a ellos los llena de satisfacción; se alegran del daño que hacen (Pr 2:14).
5.“A tu pueblo, oh Señor, quebrantan, y a tu heredad afligen”.
Oprimen al pueblo escogido, lo explotan y le dan de comer pan de lágrimas (Sal 42:3).
6.“A la viuda y al extranjero matan, y a los huérfanos quitan la vida.”
Se ceban en los indefensos, en la viuda, y en los refugiados extranjeros; en los que no tienen padre. Los cobardes son así: se hacen los valientes con los débiles, y débiles con los valientes. Exhiben su poder ante los que no pueden defenderse, pero no se atreven a desafiar a los que podrían vencerlos.
7.“Y dijeron: No verá el Señor, ni entenderá el Dios de Jacob”.
Se imaginan que Dios no se entera de sus maldades. Su perverso corazón ha sofocado la fe. Ellos dicen: ¿Dónde estará Dios para que nos juzgue? Si existe un Dios en el cielo está muy lejos de nosotros para enterarse e intervenir en nuestros asuntos. Aquí tengo yo mano libre, y nadie me reprime (Sal 10:1-4).
8,9. “Entended, necios del pueblo; y vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis sabios? El que hizo el oído, ¿no oirá? El que formó el ojo, ¿no verá?”
A sus expresiones de soberbia contesta el salmista bajo el soplo del Espíritu, reprochándole a los necios su ceguera y torpeza. ¿Cómo es posible que no os déis cuenta? Si tenéis oídos y ojos ¿no es porque alguien  os los ha dado, el que lo creó todo y da a cada hombre órganos con los que puede percibir la realidad, el mundo exterior? Y en verdad ¡qué maravilla del Creador que no nos colocó en la tierra incapaces de oir, de sentir y ver y oler todo lo que nos rodea, sino que nos hizo capaces de gozar de las bellezas de su creación, y de comunicarnos unos con otros por medio del habla o de gestos!
Pues bien, ese Ser que creó el ojo que ve, y el oído que oye, y los demás sentidos ¿no verá y oirá Él mismo? ¿O será ciego y sordo como una piedra? ¿No tendrá Él la capacidad que te dio a ti? ¿Puede alguien dar lo que no tiene?
Lo que esto quiere decir es que si hay en la creación algo que Dios ha hecho y que demuestra tener ciertas capacidades, propiedades o características, es porque esas propiedades, capacidades y características existen en Dios de modo perfecto, son parte de su naturaleza. Si Dios ha creado un órgano que ve o que oye, o miembros que cogen y manipulan, es porque la visión y la audición, y la capacidad de coger y manipular son propiedades que Él posee. Dios puede hacer perfectamente todo aquello que ha dado al hombre hacer imperfectamente.
10,11. “El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la ciencia? El Señor conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad.”
¡Cuán necios son los que creen que Aquel que les dio la vida y lo creó todo no puede ver y oír lo que ellos hacen, y no les pedirá cuentas como si fuera indiferente a sus actos!
Él es un Dios santo y justo y todo lo ha hecho perfecto. Sólo el hombre aquí abajo se le rebela. ¿Permitirá Él los desvaríos de nuestra conducta? ¿No corregirá al hombre que agravia a su prójimo? ¿Tolerará el abuso, la prepotencia, el despojo, el crimen? Si lo tolerara pudiendo reprimirlos, Dios se haría cómplice de los delincuentes y facinerosos, cómplice de sus delitos.
Él no sólo conoce y ve lo que los hombres hacen, sino que oye sus pensamientos como si los hombres los hablaran a su oído, o los dijeran en voz alta. Nada escapa a su escrutinio, y la vanidad, la inutilidad de nuestros pensamientos le es conocida, pues conoce su origen y sus consecuencias; sabe que somos polvo y que al polvo regresamos.
12. “Bienaventurado el hombre a quien tú, Señor, corriges, y en tu ley lo instruyes.”
No obstante que somos polvo y que en el polvo nos quedaríamos sin dejar huella en el universo si no fuera por Él; no obstante que somos menos que una nube pasajera que el sol disipa en unos instantes, y que nadie vio y de la que nadie se acuerda (¿Porque quién se acuerda de los millares de personas que vivieron, gozaron y sufrieron en nuestra ciudad, por ejemplo, hace sólo doscientos años? Pasaron y ni sus descendientes guardan recuerdo de ellos. Pero tú, oh Señor, sí los conoces). No obstante, pues, nuestra nada, tú nos corriges, esto es, muestras tu misericordia con el hombre tomándote la molestia de corregirlo y de instruirlo en tu ley que grabaste en su conciencia (Rm 2:15).
¡Bienaventurado el hombre, sí, a quien tú tratas como hijo para reprender sus maldades y llevarlo al buen camino! (Pr 3:11,12) ¡Bienaventurado, sí, cuando tú lo humillas y lo disciplinas para que comprenda sus errores y perciba su necedad! (Sal 119:71) ¡Desdichado aquel a quien tú ya no cuidas, y a quien tú abandonas a los vanos pensamientos de su mente porque se negó a escucharte! (Hb 12:8) ¡Desdichado porque seguirá caminando por senderos torcidos que cree derechos y que lo llevarán a la muerte. (Pr 14:12;16:25)
13. “Para hacerle descansar en los días de aflicción, en tanto que para el impío se cava el hoyo.”
Aquel a quien tú en tu ley instruyes enseñándole a caminar rectamente encontrará en ti un lugar de refugio en el día de la angustia y no perecerá en el hoyo como el desgraciado que rechazó tu ley, que no quiso acogerse a ella cuando amorosamente lo reprendías. Al impío sus propias acciones le cavan la tumba, mientras que al obediente tú lo proteges de las malas consecuencias de sus actos, no dejando que experimente sino una pequeña parte de ellas para que escarmiente. San Agustín recalca el hecho de que la tumba del impío está siendo cavada. No es cavada de inmediato, de un golpe. Dios no condena de inmediato al impío porque quiere dar lugar, si fuera posible, al arrepentimiento (2P 3:9). No quieras tú, pues, condenarlo más rápido que Él.
14. “Porque no abandonará el Señor a su pueblo, ni desamparará su heredad”
El salmista expresa su confianza de que el Señor no abandonará a los suyos a su suerte. Las circunstancias en que se encontraba Israel cuando se escribió el salmo podrían hacer pensar que Dios había desechado a su pueblo, y por eso muchos de ellos dudaban de Él. Pero el salmista recuerda todas las promesas de Dios del pasado, y cómo Él nunca dejó de acudir en rescate de los suyos. Por eso él se reafirma en la seguridad de que Dios volverá a manifestarles su favor y no dejará abandonados a los suyos para siempre.
Ésa es una confianza que todos podemos tener. “Dios es fiel” es un concepto que repite muchas veces la Biblia  (Is 49:7; Sal 36:5; 1Cor 1:9; 1Ts 5:24; Hb 10:23; 1Jn 1:9, etc) y lo proclama la experiencia constante del creyente.
15. “Sino que el juicio será vuelto a la justicia, y en pos de ella irán todos los rectos de corazón.”
La primera parte del versículo es de lectura difícil. Maredsous traduce: “El juicio volverá a ser conforme a la justicia”. Desarrollemos su sentido: las sentencias de los tribunales humanos, que ahora nos son contrarias porque son injustas, volverán a ser dictadas por la justicia divina, dejarán resplandecer la justicia de Dios y todos los hombres rectos la seguirán.
Ahora la justicia de Dios está como semi oculta a los ojos humanos, oscurecida por la represión y el abuso visibles, y por el aparente triunfo de los impíos (Sal 73:4-9). Eso desconcierta a muchos. Pero volverá a brillar en todo su esplendor. Entonces, todos los hombres rectos la verán claramente e irán en pos de ella.
Cuando llegue, ésa será también la hora de la venganza, la hora en que sobre la cabeza del impío recaiga todo lo que hizo padecer al justo. Este es el sentido obvio del texto si se piensa que los v. 14 y 15 forman una unidad: “Porque no abandonará el Señor a su pueblo… sino que el juicio será vuelto…” La segunda frase cumple lo que promete la primera. Juntas forman un todo que nos habla de cómo actúa Dios. (3)
La pregunta inevitable entonces es: ¿Por qué permite Dios la opresión de los justos? Porque a través de las pruebas y del sufrimiento maduran los justos a mayor justicia, su fe y su amor crecen y son preparados para mayores obras. Ese es el mensaje de 2 Cor.11:16–12:13, que recomiendo leer.
Notas: 1. La palabra hebrea nekama quiere decir, venganza, revancha, castigo (ekdikesis en griego, Lc 18:7). La Vulgata y la King James traducen el comienzo de este verso así: “El Señor Dios a quien la venganza pertenece…” Bellarmino comenta que siendo Dios justo, no dejará que el malvado deje de recibir el castigo que merece. Yo agregaría que es un sentimiento recto indignarse por las injusticias que se cometen en el mundo, y desear que la justicia prevalezca dando a cada hombre el pago que merecen sus actos.
2. El salmo 149 habla de “ejecutar venganza entre las naciones” (v.7). Ése es el contexto en que en Apocalipsis se dice que Dios vengará a sus escogidos, -como en Ap 19:2, o en Ap 6:10: “¿Hasta cuándo Señor... no juzgas y vengas nuestra sangre?- La venganza (retribución) está unida al juicio. Dios se venga de los que abusan del débil; esto es, los castiga (Jr 5:29).
Por eso Pablo nos exhorta a no vengarnos nosotros mismos, citando una frase de Deuteronomio: “Mía es la venganza...dice el Señor” (Rm 12:19; Dt 32:35). Deja que sea Dios quien te vengue. Tú sé manso. “No digas yo me vengaré...” (Pr 20:22), porque no corresponde al hombre dar el pago (Pr 24:29).
3. Hay una frase en Apocalipsis que transmite el mismo mensaje: “Dadle a ella como os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble.” (Ap 18:6; Sal 137:8; Jr 50:29)
NB. El presente artículo fue publicado hace nueve años. Se publica nuevamente casi sin cambios, pero dividido en dos partes debido a su extensión.

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Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#744 (16.09.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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