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jueves, 26 de enero de 2017

PLATA ESCOGIDA ES LA BOCA DEL JUSTO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por Jose Belaunde M.
PLATA ESCOGIDA ES LA BOCA DEL JUSTO
Un Comentario de Proverbios 10:20-23


20. “Plata escogida es la lengua del justo; mas el corazón de los impíos es como nada.”
En este proverbio de paralelismo antitético se contrapone la lengua al corazón y la plata a la nada. Si alteramos la secuencia de las palabras en la primera línea, tal como aparecen en la Versión Autorizada Inglesa (“La lengua del justo es plata escogida”) la comparación será más evidente. Puede parecernos excéntrica la comparación entre lengua y corazón, pero no lo es tanto si se recuerda que “de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mt 12:34)
La lengua expresa lo que hay en el corazón. Lo que los justos dicen es de gran valor porque sale de un corazón recto, pero lo que el impío dice no es digno de ser escuchado porque sus palabras brotan de un corazón vano. Mientras que los pensamientos del justo tienden al bien, los del necio e impío tienden al mal.
¿Qué es lo que sale de la boca del justo? Las verdades del Evangelio, de las cuales su corazón está lleno, y cuyo poder él ha experimentado en su vida; las promesas divinas que él ha visto cumplirse porque Dios es fiel, y puede dar testimonio de ello; y esa paz en el corazón “que sobrepasa todo entendimiento” (Flp 4:7). Por eso bien puede decirse que la lengua del justo es medicina para otros (Pr 12:18b).
Nuestra lengua puede ser para nosotros un motivo de vergüenza, según lo que dicen los proverbios 18 y 19 de este capítulo (Véase el artículo anterior “La Obra del Justo es para Vida”), pero también podemos tener motivo para gloriarnos de ella, si la usamos para alabar a Dios, como dicen los vers. 7 al 10 del salmo 57 (cf Sal 108:1-4).
Todos pueden ser enriquecidos con la plata escogida que brota de la boca del justo cuando instruye a sus oyentes. Podemos ser pobres en las riquezas del mundo, como le dijo el apóstol Pedro al mendigo paralítico que le extendía la mano en la puerta del templo: “Plata y oro no tengo, pero lo que tengo te doy” (Hch 3:6), y enseguida en el nombre de Jesús, le hizo levantarse y caminar. Así pues vemos que aun siendo pobres en el mundo podemos enriquecer a muchos con las bendiciones del poder de Dios (2Cor 6:10), restaurando la salud de los enfermos y consolando los corazones heridos. Eso no lo hacemos nosotros, sino la gracia de Dios que obra en nosotros (1Cor 15:10). El fruto de la palabra que bendice nos recuerda el proverbio que dice: “Y la palabra a su tiempo ¡cuán buena es!” (Pr 15:23b)
21. “Los labios del justo apacientan a muchos, mas los necios mueren por falta de entendimiento.”
Si el necio muere por falta de entendimiento, mal puede su lengua apacentar, esto es, alimentar a nadie. En cambio, “los labios del justo apacientan a muchos” porque de ellos salen palabras de instrucción, de consejo, de aliento, de consuelo y, cuando se necesario, de corrección y de disciplina (cf Pr 10: 11a, 13a, 20a, 31a, 32a; Sal 37:30; Ecl 12:9). ¿Cuál es la causa? El justo alimenta su alma con la palabra de Dios, que mora en abundancia en su corazón, y por eso la tiene fresca en sus labios, y brota de ellos espontáneamente (“enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría…” Col 3:16).
El Señor Jesús sigue partiendo el pan de su cuerpo, y dándoselo a sus discípulos para que alimenten a las multitudes hambrientas (Jn 6:11), como le ordenó a Pedro que hiciera antes de irse al cielo (Jn 21:15-18), una orden que Pedro transmitió a los ancianos de la iglesia (1P 5:2,3). Dios ha prometido que nos daría pastores según su corazón que apacienten con conocimiento e inteligencia a las ovejas (Jr 3:15), y no ha dejado de cumplir su promesa a través de los siglos.
Como se dice en el libro de Job, el justo enseña a muchos, fortalece las manos débiles, hace levantar al que tropieza, y esfuerza las rodillas que decaen (Jb 4:3,4). En cambio “los impíos (que suelen ser necios) serán atrapados en su propia maldad, su propio pecado será como un lazo para ellos” (Pr 5:22, versión “Dios Habla Hoy”).
Aunque los cofres del impío, o del necio, estén llenos de piedras preciosas, y de toda clase de monedas valiosas, su corazón está vacío del verdadero metal que constituye una riqueza verdadera. Como desprecia los labios que pudieran alimentar su alma, morirá de inanición en medio de los ricos pastos del Evangelio. No tendrá nada bueno que mostrar cuando se presente delante del Juez de vivos y muertos. No entendió que habíamos de acumular tesoros, no en la tierra sino en el cielo, “donde ni la polilla ni el orín corrompen, ni los ladrones horadan y hurtan.” (Mt 6:20).
De los insensatos y escarnecedores dice el primer capítulo de Proverbios: “Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo y despreciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos.” (Pr 1:29-31).
A ellos se puede aplicar también las conocidas palabras de Oseas 4:6: “Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento.” Del necio se burla el proverbista: “¿De qué sirve el precio en la mano del necio para comprar sabiduría, no teniendo entendimiento?” (Pr 17:16).
22. “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.”

Son muchos los factores que hacen que el hombre prospere y se enriquezca. El primero es un factor natural: “la mano diligente” (Pr 10:4). Cualquiera que sea el grado de instrucción de una persona, si trabaja bien, esforzadamente y con visión, terminará siendo rico. Pero hay otro factor que es sobrenatural, sin el cual el primero puede producir sólo resultados frustrantes, y es la mano del Señor que reposa sobre el justo. Él hace que el fruto de su esfuerzo honesto se multiplique, tal como ocurrió con Abraham, Isaac y Jacob (Gn 24:35; 26:12,13; 30:43).
Hay quienes siembran poco (al menos así parece) y cosechan mucho. Es la bendición del Señor que multiplica su sementera. Pero hay algunos que siembran mucho y cosechan poco (Hg 1:6). El sudor de su frente no basta para irrigar el suelo donde siembran, porque están alejados de Dios. De ahí que diga el salmista: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que construyen.” (Sal 127:1).
La bendición de Jehová tiene esta cualidad: que no añade a la riqueza bien adquirida tristeza alguna, sino la satisfacción del deber cumplido, cuando es bien empleada, esto es, a su servicio y de los que tienen poco, siendo dadivosos y generosos (1Tm 6:18), pensando en la recompensa futura (v. 19).
Aun Satanás, hablando de Job, reconoce que es la bendición de Dios la que enriquece: “Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.” (Jb 1:10b)
Cuán distinto es el apoyo que el demonio proporciona a los que le sirven, que acaba trayéndoles sinsabores y tragedia, o por lo menos, remordimiento al gozar de algo que es indebido.
Bien dice por eso Salomón: “Los bienes que se adquieren de prisa al principio (es decir, deshonestamente) no serán al final bendecidos.” (Pr 20:21). Más bien pudiera ocurrir que al final el hombre termine más pobre que cuando comenzó (28:22).
De ahí que Pablo advierta: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañinas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1Tm 6:9,10).
El amor a las riquezas y las satisfacciones que ellas procuran han hecho que muchos se pierdan, sea porque las acumularon sin escrúpulos, a costa del sufrimiento ajeno; sea porque estando contentos y satisfechos, se olvidaron de Dios y cayeron en las muchas tentaciones de vida licenciosa que el dinero ofrece.
Por eso dice un proverbio: “No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario.” (30:8). No sea que teniendo mucho y estando saciado, me aleje de Dios que me permitió llenar mi casa de bienes; o que padeciendo hambre, alargue mi mano para tomar lo que no es mío.
En efecto, el hombre está expuesto a esos dos peligros: que el dinero lo aleje de Dios y se considere autosuficiente (Recuérdese Lc 12:16-21); o que su necesidad lo haga renegar de Dios, culpándolo de su indigencia.
La gran ventaja que tiene el cristiano sobre el mundano es que cualesquiera que sean las circunstancias por las que atraviese, sean de abundancia, o de escasez, él sabe que posee una mayor riqueza: la presencia de Dios en su interior, y que Dios gobierna su vida, de modo que pueda decir con Pablo: “Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” (Flp 4:12). Siendo Dios el dueño de todas las cosas, y siendo él su hijo, todo le pertenece, y la bendición de Dios está sobre él (Sal 3:8b). Lo mismo puede decirse de todo cristiano.
Es bueno que recordemos que, aparte de la riqueza material, hay una riqueza de otro orden que es de un valor muy superior: la riqueza espiritual, que consiste en virtudes y dones del espíritu, en conocimiento e intimidad con Dios. Aunque esa riqueza no se adquiere sin esfuerzo y sacrificio, sólo la bendición del Señor la asegura e incrementa. Esa riqueza proporciona un gozo y una paz que el hombre carnal desconoce, y nunca es motivo de tristeza.
23. “El hacer maldad es como una diversión al insensato, mas la sabiduría recrea al hombre de entendimiento.”
Aún los niños, que pensamos son inocentes, hacen maldad para divertirse. Los malos se complacen en el mal que hacen, (c.f. 2:14), les provoca risa. En cambio, el sabio se recrea en su sabiduría. No dice que se recrea en el bien que hace, aunque se sobrentiende, porque no sería realmente sabio si solamente pensara bien y no obrara bien. La sabiduría, si es real, se refleja necesariamente en el comportamiento. Nadie es sabio si no tiene amor y no obra en consecuencia.
Prov. 15:21 expresa la misma verdad aunque en términos algo diferentes: “La necedad es alegría al falto de entendimiento; mas el hombre entendido endereza sus pasos.”  Un impulso interior innato empuja al necio a hacer el mal, así como un impulso innato lleva al entendido a hacer y buscar el bien.
Hacer daño a otros, o a la propiedad ajena, es una diversión para el malvado. ¿No hemos visto con frecuencia que ocurre en la vida diaria? ¿Arañar la pintura de un carro nuevo, pintarrajear la fachada de una casa, romper los focos del alumbrado público, o burlarse cruelmente de un discapacitado? A cierta edad se hacen ciertas cosas como si fuesen una travesura, pero pasada la adolescencia ya no nos divierte. A muchos les encanta burlarse de otros, pero hay bromas pesadas que pueden hacer mucho daño.
Hay hombres depravados que seducen por diversión a muchachas inocentes que, en su ingenuidad, creen lo que les dicen, y luego las abandonan cuando salen embarazadas. Se creen muy machos, cuando, en verdad, la suya es una conducta cobarde e irresponsable. No tienen temor de Dios e ignoran el castigo eterno que su diversión puede costarles. Jesús dijo que a los que hacen tropezar a los inocentes más les valiera que les atasen al cuello una piedra de molino y los echasen al mar (Mt 18:6).
Enseña a tu hijo desde pequeño a ser considerado con los demás, para que más tarde no caiga en esos perversos desvaríos.
Los insensatos se burlan de los que les reprochan su conducta. Cuando pecan no sólo no tienen remordimiento alguno, sino se jactan de sus maldades como si fueran hazañas (Is 3:9; Pr 4:16). En  cambio, el justo, si por descuido peca u ofende a otro, se preocupa y trata de reparar el daño hecho. Su anhelo es hacer en todo la voluntad de su Padre que está en los cielos, tal como obraba su modelo, Jesucristo (Jn 4:34).


Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te exhorto a adquirir esa seguridad, porque no hay ninguna seguridad que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón a Dios por ellos, diciendo:
Jesús, Yo sé que tú moriste por mí en expiación de mis pecados y que me ofreces gratuitamente tu perdón. Aunque soy consciente de que no lo merezco, yo lo acepto y te ruego que laves mis pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#932 (03.07.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 28 de octubre de 2016

LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA SABIDURÍA Y LA MUJER INSENSATA I
Un Comentario en dos partes de Proverbios 9
Este capítulo asume la forma de un tríptico (1-6; 7-12; 13-18) de tres veces seis versículos, en el que las dos secciones de los extremos se corresponden. Entre ambas secciones se intercala una sección intermedia que completa el tríptico, y en la que, en su primera parte (vers. 7-9) se habla de las dos clases de oyentes que pueden acudir a la invitación de las dos mujeres representativas de la sabiduría y de la necedad. En la segunda (ver. 10-12) se habla principalmente de las buenas consecuencias que trae seguir a la sabiduría, cuyo principio es el temor de Dios.


1. “La sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas.” 2. “Mató sus víctimas, mezcló su vino, y puso su mesa.” 3. “Envió sus criadas; sobre lo más alto de la ciudad clamó.” 4. “Dice a cualquier simple: Ven acá. A los faltos de cordura dice:” 5. “Venid, comed mi pan (Nota 1), y bebed del vino que yo he mezclado.” 6. “Dejad las simplezas, y vivid, y andad por el camino de la inteligencia.” (Pr 2:6; 4:7; cf Jr 42:3: Os 14:9)
7. “El que corrige al escarnecedor, se acarrea afrenta; El que reprende al impío, se atrae mancha.” 8. “No reprendas al escarnecedor, para que no te aborrezca; corrige al sabio, y te amará.” (2) 9. “Da al sabio, y será más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber.” 10. “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia.” (cf 1:7; Sal 111:10) 11. “Porque por mí se aumentarán tus días, y años de vida se te añadirán.” 12. “Si fueres sabio, para ti lo serás; y si fueres escarnecedor, pagarás tú solo.”
13. “La mujer insensata es alborotadora; es simple e ignorante.” 14. “Se sienta en una silla a la puerta de su casa, en los lugares altos de la ciudad,” 15. “para llamar a los que pasan por el camino, que van por sus caminos derechos.” 16. “Dice a cualquier simple: Ven acá. A los faltos de cordura dijo:” 17. “Las aguas hurtadas son dulces, y el pan comido en oculto es sabroso.” 18. “Y no saben que allí están los muertos; que sus convidados están en lo profundo del Seol.”


Hay un paralelismo interesante entre las secciones 9:1-6 y 13-18. En la primera sección se habla de la sabiduría; en la segunda, de la necedad personificada en la mujer insensata, que es todo lo contrario imaginable a la sabia. La mujer sabia es diligente, edifica su casa (3), labra sus 7 columnas. ¿Tendrían 7 columnas las  casas de los hebreos entonces?  ¿O se trata del número simbólico de perfección –el de los siete días de la creación, Gn 1:1-2:23- referido a las columnas  o pilares, es decir al sostén o fundamento de algo?
          La cosmogonía antigua suponía que la tierra era sustentada por columnas que se asentaban sobre el abismo (el mar abismal) que sostenían su peso. Por ejemplo, en 1Sm 2:8: “Porque de Jehová son las columnas de la tierra, y Él afirmó sobre ellas el mundo.”
          La estructura de las casas de los patricios estaba sostenida por columnas. Recuérdese cómo Sansón derribó la casa en que se encontraba la gente festejando y burlándose de él, empujando con sus brazos dos de sus columnas (Jc 16:23-20).
          La sabiduría prepara un banquete para sus convidados y los hace llamar. La mujer insensata, en cambio, no hace nada sino sentarse a la puerta de su casa, esperando. De ella se dice que es alborotadora, simple e ignorante.
          La mujer sabia invita, o busca, a sus invitados a través de criadas; la mujer insensata los llama ella misma, pero no los busca, sino que llama a los pasantes "que van por sus caminos derechos" (v. 15), esto es, que van a sus ocupaciones sin tener nada malo en mente. Es ociosa, no se toma mayor molestia para buscar a sus invitados. Pero ambas atraen a sus invitados en los lugares altos.
          ¿Qué son los lugares altos? Posiblemente los sitios donde hay mayor concurrencia de gente, los lugares públicos. Ambas invitan a los simples, a los faltos de cordura, como en Pr 1:4. Notemos que los versículos de invitación en ambos casos son prácticamente idénticos (9:4 y 16), porque los que tienen necesidad de sabiduría, y los que están en peligro de sucumbir a los halagos de las tentaciones, pertenecen a la misma clase de personas.
          Ambas invitan a comer y a beber simbólicamente: vino y pan la una; agua y pan, la otra. Pero la segunda recomienda lo pecaminoso, lo oculto y escondido ("aguas hurtadas", "pan comido en lo oculto") y elogia el delicioso sabor de lo que ofrece; mientras que la sabiduría no trata de incitar, o seducir, a sus invitados ofreciendo placeres prohibidos. Aquí también hay un contraste: La mujer sabia misma ha preparado lo que ofrece, mató a los animales que va a servir, mezcló su vino (en Israel el vino no se bebía puro, sino mezclado con agua y especies aromáticas) y puso su mesa, lo cual incluye sin duda las viandas, o carne (cf Mt 22:4). (4) En el pan y en el vino que la mujer sabia ofrece algunos ven una alusión a la mesa del Señor, donde, siguiendo el modelo sentado por Melquisedec (Gn 14:18-20), se ofrece pan y vino a los partícipes,  tal como hizo Jesús en la víspera de su pasión (Mt 26:26-29).
La insensata no ha preparado ella misma nada, no se ha tomado ninguna molestia; ella ofrece lo que encuentra a la mano, lo que está disponible; esto es, sugiere aprovechar las oportunidades que se presenten. De otro lado, mientras la mujer sabia menciona el resultado positivo de aceptar su invitación (v.6), la insensata calla el final amargo que espera a los que acuden a la suya (v. 18). Estos pasajes contrastan bien la sabiduría con la necedad, encarnada en la mujer insensata. Pero el mayor contraste es que la sabiduría lleva a la virtud y a la paz del alma; la necedad, al pecado, al remordimiento y a la angustia. Esto es, la una invita para vida, la otra para muerte. Aquí hay también ya una diferencia fundamental. Pero además, lo que la sabiduría ofrece es resultado del esmero y del esfuerzo; lo que la necedad ofrece es improvisado.
3. En las parábolas del Nuevo Testamento vemos que el dueño de casa convoca a sus invitados mediante sus siervos (Mt 22:3; Lc 14:17). Aquí la sabiduría –que no es otra sino la misma que habla en el capítulo 8- lo hace a través de sus criadas. ¿Por qué la diferencia? No sabemos, pero quizá sea para enfatizar la personificación femenina de la sabiduría (hokma). Pero mientras que en las parábolas de Jesús mencionadas arriba, los invitados al banquete ya habían sido advertidos de antemano, en este caso no lo han sido, sino que las criadas hacen la invitación de frente a todos los que encuentran.
Si entendemos que Jesús es la sabiduría de Dios y que su mensaje es el Evangelio, las criadas que envía para llamar a sus invitados son, en primer lugar, los apóstoles que difundieron su mensaje al  comienzo, y los predicadores y evangelistas que los sucedieron y que, con la ayuda del Espíritu Santo, tuvieron tanto éxito en difundir el mensaje de Cristo. El hecho de que ella clame en los lugares más altos de la ciudad, nos indica que el Evangelio debe ser predicado a los gobernantes y a las personas en autoridad.
5. El pan y el vino simbolizan el cuerpo partido y la sangre derramada de Cristo, sabiduría de Dios, que da su vida a todos los que se apropian de ella por la fe (Mt 26:26-28; 1Cor 11:23-26).
6. Los apóstoles Simón y Andrés, y los hijos de Zebedeo, dejaron no simplezas, sino su oficio de la pesca, para convertirse en pescadores de hombres (Mt 4:18-22).
Charles Bridges (5) propone una interpretación original de esta estrofa que quisiera glosar libremente: La sabiduría, personificada como una reina según la costumbre oriental, envía a sus siervas (los apóstoles) para invitar a la fiesta que ha preparado (Mt 22:2-4). Ha edificado su casa (la iglesia del Dios viviente, 1Tm 3:15) firmemente sobre los pilares de la verdad eterna (Ef 2:20,21). La víctima ya ha sido sacrificada (1Cor 5:7; Is 25:6). Ella llama a todos (Is 55:1,5) a comer del pan de vida y a beber del vino de la gracia (Mt 26:26-28). 
7. Es curioso que se aconseje no reprender al que más lo necesita, por medida de prudencia, para no atraer su venganza. Esta recomendación parece estar en oposición a aquello en lo que consiste el oficio del profeta, esto es, advertir a los prevaricadores el fin que le espera,  pero, en realidad, no se trata de eso. Este proverbio es un consejo de prudencia. No es aconsejable corregir al que no va a escuchar y va a tomar muy mal tus observaciones, como bien dice el proverbista: “El escarnecedor no ama al que lo reprende, ni se junta con los sabios.” (15:12), como también dice que por muy oportunas que sean tus reflexiones, las despreciará. Si es un hombre poderoso buscará vengarse de tu osadía.
Recuérdese en este sentido lo ocurrido al profeta Micaías con el rey Acab en 1 R 22:1-25, especialmente los tres últimos versículos. Cuando el rey Acab oyó el anuncio del trágico final que lo esperaba, se encolerizó y ordenó que encarcelaran al profeta atrevido (v. 26-28; cf 2Cro 25:15,16). Jesús dijo: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.” (Mt 7:6).
El oficio de profeta no se ejerce por iniciativa propia, sino por un llamado divino que lleva aparejado el arrostrar los riesgos de la misión encomendada. El profeta actúa de manera imprudente porque su misión lo exige. Pero el que no tiene ese llamado no debe correr riesgos inútiles (c.f. Pr 15:12a).
Es verdad que debemos distinguir entre el escarnecedor ignorante, y el que se burla con pleno conocimiento de lo que hace. Pablo persiguió a los cristianos porque era ignorante de la verdad, pero tan pronto como ésta le fue revelada sobrenaturalmente (Hch 9:1-19), se convirtió en su más denodado apóstol. En cambio, como bien apunta Charles Bridges, la mayoría de sus compatriotas rechazaron obstinadamente el mensaje de salvación que él les traía  (Hch 13:45,46,50; 18:6). ¡Cuánta compasión merecen, en efecto, los que rechazan toda noción de Dios, y se oponen  acerbamente a los que predican! (Sal 14:1a). Su destino final es terrible. De otro lado, guardar silencio puede ser en algunos casos la reprensión más elocuente y efectiva (Am 5:13).  
8a. “No reprendas al escarnecedor…” (6)
8b. "Corrige al sabio y te amará". El que ama el saber recibe la instrucción con agrado, y por eso ama también al que lo instruye. En Sirácida 8:14 se da un consejo semejante. (7)
          9. Esto coincide con lo que dice Jesús: Al que tiene le será dado más. (Mt 25:29) La razón se encuentra en los proverbios 12:1a 15:14a y 18:15. El entendido valora la sabiduría y tiene en gran estima el conocimiento, pues sabe cuán útil puede ser en la vida, y cuán peligrosa es la carencia de ambas cosas. Pero para que la amonestación sea bien recibida debe ser hecha con palabras amables, inspiradas por el amor. La reprensión dicha con dureza provoca rechazo. Llegará el día en que los hombres cerrarán sus oídos a toda amonestación, por razonable que sea, porque estarán empeñados en seguir el mal camino que ciegamente han escogido. Ap 22:11a dice: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía…”
          Todos los seres humanos tratan de incrementar lo que tienen, sea dinero, o conocimiento, o influencias, o amistades, o poder, etc. El que está inclinado al bien tratará de incrementar lo bueno que posee; el que lo está al mal, lo malo. Es una ley de la vida que se cumple en campos tan variados como el deporte, la ciencia, el dinero, la delincuencia, la política… Todos queremos tener más.
          Ironside (8) escribe: “Cuanto más superficial y vana es una persona, menos desea escuchar un consejo prudente; mientras que los que son sabios se alegran de escuchar al que puede corregirlos e instruirlos. Por lo general, cuanto menos un hombre sepa, más cree saber. Cuanto más sepa realmente, tanto más es consciente de su ignorancia y limitaciones.” Eso coincide con el dicho de Sócrates: “Sólo sé que no sé nada.”  
Notas: 1. La palabra "pan" en hebreo (lejem) significa también "alimento" en general. De ahí viene el nombre de la ciudad donde nació el Salvador "Beth-lejem" = casa de pan o de alimento.
2. “Escarnecedor” (luts) podría también traducirse como “arrogante” (Is 28:22).
3. Algunos comentaristas antiguos ven en la casa que la sabiduría edificó para sí, una alusión al cuerpo de Cristo quien, como hemos visto, es la sabiduría misma (Pr 8:22-31) y, que por el poder del Espíritu Santo, se hizo carne en el cuerpo virginal de María.
4. Nótese que en Is 55:1-3 Dios llama a los hambrientos y sedientos de conocimiento en términos semejantes (cf Sir 15:3).
5. Charles Bridges (1794-1869) fue educado en Queen’s College, Cambridge, y ordenado en 1817. Ocupó diversos pastorados en la Iglesia de Inglaterra, de cuyo partido evangélico fue un prominente líder. Es recordado sobre todo por su obra expositiva (Salmo 119, Eclesiastés, entre otros). Su Exposición del Libro de los Proverbios, muy apreciada por Ch. Spurgeon, es el mejor comentario que conozco de este libro. Se puede conseguir en internet.
6. Tres ejemplos de reprender y ser aborrecido: 1) José, que fue odiado por sus hermanos porque informaba a su padre de la mala fama que tenían: Gn 37; 2) El profeta que amonestó a Amasías por rendir culto a los ídolos de los edomitas, y fue por ello amenazado de muerte: 2Cro 25:14-16; 3) Juan  Bautista, que reprendió a Herodes el tetrarca por haber tomado por esposa a Herodías, la mujer de su hermano, y fue decapitado: Mt 14:1-10. (F.J.Dake)
7. Tres ejemplos de reprender y ser amado: 1) El profeta Natán que echó en cara a David su adulterio y el crimen que había cometido, e hizo que se arrepintiera: 2Sm 12:1-14; 2) Los discípulos de Emaús que fueron reprendidos por Jesús porque no creyeron que Él había resucitado: Lc 24:25-35; 3) Pedro que había negado a Jesús tres veces (Mt 26:69-75), y fue amonestado por Jesús resucitado tres veces, a la vez que se le confería una misión: Jn 21:15-17. (F.J. Dake)
8. H.A. Ironside (1876-1951), nació en Toronto, Canadá. Aunque autodidacta de formación, alcanzó un alto grado de erudición demostrada en los 51 libros de comentarios de la Biblia que escribió, que se distinguen por la claridad de su mensaje.  Fue pastor durante 18 años de la iglesia Moody Memorial Church de Chicago (su único pastorado) pero predicó incansablemente la palabra de Dios hasta su muerte, donde quiera que lo llamaran.

Estimado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir la presencia de Dios y a gozar de su compañía para siempre, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y a pedirle humildemente perdón por ellos haciendo la siguiente oración:
Señor Jesús, yo me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lávame con tu sangre. Entra en mi corazón y sé el Señor de mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.

#922 (17.04.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).