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jueves, 11 de marzo de 2021

LA PATERNIDAD DE DIOS I

LA PATERNIDAD DE DIOS I

Dios es Padre, en primer lugar, de su Hijo unigénito, el Verbo (la Palabra), que estaba con Él desde el principio (Jn 1:2); y es Padre del pueblo escogido, de Israel, a quien Él llama hijo; Padre también de todos aquellos a quienes ha dado la potestad de ser hechos hijos de Dios, esto es, a todos “los que creen en su nombre…los cuales no son engendrados de sangre ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, (Jn 1:12,13). Ellos son hijos porque han recibido el espíritu de adopción “el cual clama ¡Abba, Padre!” (Gal 4:6). Y lo han recibido por haber creído, “pues todos sois hijos de Dios, por la fe en Cristo Jesús.” (Gal 3.26).


miércoles, 6 de febrero de 2013

GRACIAS SEÑOR


Quiero compartir con mis lectores esta bella oración, que un desconocido me alcanzó, y cuyo autor desconozco, pero que conmueve a todos los que la escuchan.

GRACIAS SEÑOR por todo lo que me diste el año que termina.
Gracias por los días de sol y los nublados tristes.
Por las tardes tranquilas y las noches oscuras.
Gracias por la salud y por la enfermedad,
Por las penas y las alegrías.
Gracias por todo lo que me prestaste y luego me pediste.
Gracias Señor, por la sonrisa amable y por la mano amiga;
Por el amor y por todo lo hermoso y por todo lo dulce;
Por las flores y las estrellas;
Por la existencia de los niños y de las almas buenas.
Gracias por la soledad, por el trabajo, por las inquietudes,
Por las dificultades y las lágrimas.
Por todo lo que me acercó a ti.
Gracias por haberme conservado la vida,
Y por haberme dado techo, abrigo y sustento.
¿Qué me traerá el año que empieza?
Lo que tú quieras, Señor,
Pero te pido fe para verte en todo y en todos;
Esperanza para no desfallecer,
Amor sobrenatural para amarte cada día más,
Y para hacerte amar por todos los que me rodean.
Dame paciencia y humildad,
Desprendimiento y generosidad.
Dame Señor, lo que tú sabes que me conviene y yo no sé pedir;
Que tenga el corazón alerta, el oído atento,
Las manos y la mente activas,
Y que me halle siempre dispuesto a hacer tu voluntad.
Derrama, Señor, tu gracia sobre todos los que amo,
Y concede tu paz al mundo entero, Amén.

jueves, 15 de diciembre de 2011

LA PRESENCIA DE DIOS EN NOSOTROS

Por José Belaunde M.

Durante la larga conversación que Jesús tuvo con sus discípulos después de la Última Cena, Él les dijo, entre otras cosas, anunciándoles su muerte y resurrección: "Porque yo vivo, vosotros también viviréis." (Jn 14:19). Con esas palabras Jesús ofrece a todos los que crean en Él una vida diferente a la vida física, una vida inmaterial, esto es, una vida eterna que es su propia vida.

Y agregó: "En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros" (14:20). En otras palabras, la vida que Él ofrece consiste en que Él viva en nosotros y nosotros en Él, así como Él vive en su Padre y su Padre en Él.

Esta realidad de la vida de Dios en el creyente es una de las revelaciones más importantes y más profundas del Evangelio, una verdad tan profunda y extraordinaria que no nos damos cuenta de su significado. Si llegáramos a entenderla y apreciarla en toda su magnitud no cabríamos en nosotros mismos de alegría y de felicidad.

Dios nos ha revelado esta verdad poco a poco, a lo largo de la historia santa. Sabemos por el libro del Génesis que Adán y Eva gozaban de una comunicación constante con Dios y que hablaban con Él de tú por tú.

Pero ellos perdieron esta intimidad con Dios cuando pecaron: "Y oyeron la voz de Dios que se paseaba en el jardín, al aire del día, y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Dios entre los árboles del jardín." (Gn 3:8).

Concientes de su culpa, Adán y Eva huyeron de Dios en lugar de acercarse a Él. La vergüenza del pecado levantó una barrera entre Dios y ellos. Quizá si hubieran reconocido su falta, si se hubieran arrepentido y pedido perdón, la historia de la humanidad habría sido diferente.

Pero en lugar de confesar su falta, ellos trataron de justificarse (Nota 1), echándole la culpa a otro. La expulsión del paraíso, selló su separación de Dios.

En adelante Dios sólo hablaría ocasionalmente con el hombre, como hizo con Caín, para echarle en cara su pecado; o con Enoc, de quien se dice que caminó con Dios; o con Noé y Abraham para señalarles la misión que les encomendaba.

Pero Dios empezó un nuevo trato con los hombres cuando se apareció a Moisés en la zarza de fuego, y le habló para anunciarle que iba a libertar a Israel de la esclavitud en Egipto (Ex 3:1-10).

Conocemos la continuación de la historia. Cómo, después de las 10 plagas, el faraón al fin consintió en que el pueblo partiera al desierto, y cómo enseguida se arrepintió y trató de darles alcance. Entonces Dios se interpuso entre el ejército del faraón y la caravana de los hebreos, y se hizo visible a ellos en forma de una columna de nube durante el día, y de una columna de fuego durante la noche. Esta presencia los acompañó durante todo su peregrinar de cuarenta años en el desierto (Ex 13:17-22; 14:19,20).

Sabemos también que Dios hablaba con Moisés cara a cara sobre el propiciatorio del arca de la alianza, entre los dos querubines.
(Ex 25:22)

Más adelante, cuando Moisés terminó de construir el tabernáculo, el libro del Éxodo dice que "...una nube cubrió el tabernáculo de reunión y la gloria del Señor llenó el tabernáculo. Y Moisés no podía entrar en el tabernáculo de reunión porque la nube estaba sobre él y la gloria del Señor lo llenaba" (Ex 40:34,35).

El pueblo israelita era conciente de que Dios estaba en medio de ellos y los guiaba; así como de que Dios le decía a Moisés todo lo que Moisés les transmitía a ellos. Pero la manifestación visible de Dios les inspiraba tanto pavor, como ocurrió en el Sinaí, que le pidieron a Dios que no les hablara directamente a ellos, sino siempre a través de Moisés (Ex 20:18,19).

Imaginemos a un marido que estuviera tan impresionado por la belleza y encanto de su esposa, que le dijera: No te presentes a mí ni me hables directamente, sino háblame a través de la criada, porque no resisto tu belleza. Parece que el hombre mantiene todavía esa actitud con Dios.

Siglos más tarde esta manifestación de la gloria de Dios se repitió cuando Salomón terminó de construir el templo y lo dedicó al Señor, y se dio el mismo fenómeno: nadie podía entrar al templo porque estaba lleno de la gloria de Dios (2Cro 7:1-3).

El Señor hablaba también con los profetas a través de visiones, de sueños y, a veces, con voz audible. Como cuando le habló a Elías en la cueva del Horeb y se le manifestó en el silbido del viento (1R 19:11-13).

Notemos que tanto Moisés ante la zarza de fuego, como Elías en la entrada de la cueva, se cubrieron el rostro al oír la voz de Dios para no verle la cara. Tenían miedo de perder la vida si lo veían. La presencia de Dios inspira temor aun a aquellos que lo tratan de cerca.

Podemos pensar que Dios hablaba en esa época a muchas personas más que no están consignadas en las Escrituras, porque la Biblia sólo contiene una pequeña parte de las manifestaciones de Dios. Sólo consigna aquellas cosas que Dios consideró necesario que el hombre conociera. Y yo pienso que también pueden aplicarse al Antiguo Testamento las palabras que San Juan dice acerca de las muchas cosas que hizo Jesús, "que si se escribieran una por una ni en todo el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir" (Jn 21:23).

Sabemos por la historia de Balaam que Dios hablaba también con los profetas paganos; eso no era un privilegio exclusivo de los hebreos. Porque aunque Dios había escogido al pueblo de Israel para revelarse de una manera especial, el propósito de esa revelación no se limitaba a ellos, sino que se extendía más allá de los límites de ese pueblo, a la humanidad entera, a la que Él quería salvar, y a la que Él no podía dejar sin conocimiento de su persona (2). Notemos que Balaam sabía de la existencia del Dios de Israel, y lo invocaba y adoraba aunque no pertenecía a su pueblo, y Dios le hablaba. ¿A cuántos sacerdotes o profetas paganos más hablaba Dios en la antigüedad? No lo sabemos. Pero, pensemos ¿De quién era sacerdote Jetro, el suegro de Moisés? Sólo se dice que era sacerdote de Madián. ¿Conocía Jetro al Dios de Jacob a quien Moisés servía? Por las palabras que pronuncia y el sacrificio que ofrece en un episodio posterior (Ex 18:6-12) no cabe duda que sí (3).

Sea como fuere, todas las comunicaciones de Dios con el hombre y todas las revelaciones que le dio en el pasado, convergen en la persona de Jesús, como se dice al comienzo de la epístola a los Hebreos: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo..." (Hb 1:1,2).

Dios se manifestó al hombre visible y palpablemente en la persona de su Hijo hace dos mil años en Galilea, hecho hombre como cualquiera de nosotros, a fin de que el hombre lo conozca más íntimamente. El Verbo, el mismo Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, tomó carne humana y descendió a la tierra, hecho en todo igual a nosotros, menos en el pecado. Por eso pudo Jesús decir: "el que me ha visto a mí ha visto a mi Padre" (Jn 14:9).

Se hizo hombre de una manera sobrenatural en el vientre de una doncella. Cuando María escuchó del ángel la noticia de que ella concebiría a un hijo, ella le contestó: "¿Cómo puede ser eso si yo no conozco varón?" (Lc 1:34). Y el ángel le dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra. Por lo cual el santo ser que nacerá será llamado Hijo de Dios." (1:35).

Pero Jesús no vino a la tierra para estar sólo por un tiempo con nosotros; para enseñar, hacer milagros, sanar enfermos, padecer y morir, y luego resucitar e irse. Vino también para quedarse para siempre con nosotros, como les dijo a sus apóstoles al despedirse de ellos: "He aquí, yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo." (Mt 28:20).
Ya en la conversación que tuvo con ellos en el Cenáculo les había dado a entender que estaría con ellos a través del Espíritu Santo "... al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros." (Jn 14:17).

San Pablo lo hace más explícito cuando escribe: "¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros y que tenéis de Dios...?" (1Cor 6:19).

Si hay alguna verdad que el hombre ignora en la práctica y que no quiere ver es ésta: "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria." (Col 1:27).

Le damos la espalda a esta realidad porque nos desborda, porque es demasiado grande para poderla asimilar, demasiado maravillosa para incorporarla a nuestra vida cotidiana, sale demasiado del marco de nuestra experiencia sensible. Como los profetas antiguos, nos tapamos la cara delante de esta revelación porque no queremos ver a Dios.

La visión de Dios nos turba. Como Adán y Eva, huimos de Él. Preferimos sumergirnos en las realidades terrestres, materiales de la rutina diaria porque nos son familiares.

Pero ¿si pudiéramos aceptar esta realidad en toda su grandeza? ¿Que el Creador del Universo, que el que lo llena todo con su poder y no cabe en la inmensidad de los cielos, está en mí con toda su gloria y toda su majestad? ¿Que aunque es infinitamente grande yo lo contengo?

¿Que puedo hablar con Él y que puedo escucharlo? ¿Que está más cerca de mí que mi propio aliento? ¿Que me conoce enteramente? ¿Que penetra hasta lo más recóndito de mis pensamientos y que no puedo ocultar nada de Él?

¿Y que si me conoce así no es para juzgarme ni para condenarme severamente, sino para amarme, para comprenderme y para perdonarme, si hay algo que perdonar, y para sanarme? ¿Que Él está en mí para llenarme de su amor, de su paz y de su felicidad eterna? ¿Puedo desear yo, puedo concebir yo algo más maravilloso?

¿Y puedes tú, lector amigo, concebir algo más extraordinario? ¿Que Dios pueda estar en ti y quiera tener amistad contigo? No tienes más que dirigirte a Él en fe y decirle: Sí Señor, yo creo en ti y quiero conocerte y ser tu amigo. “Háblame, Señor, que tu siervo te escucha” (1S 3:10).

Notas: 1. Éste sigue siendo el patrón de conducta humana en nuestro tiempo. El hombre peca, sobre todo en el área sexual, pero no reconoce su falta sino, al contrario, la justifica, inventando para sí una nueva moral permisiva.

2. Ya el Antiguo Testamento proclamaba esta verdad, que sería abiertamente anunciada en el Nuevo (Is 60:1-14).

3. Los madianitas eran descendientes de Madián, uno de los hijos que Abraham tuvo en Cetura (Gn 25:1,2), y conservaban el conocimiento del Dios de Israel que recibieron de su antepasado, aunque pudiera estar mezclado con idolatría.

NB: El estímulo para escribir esta charla radial, que fue publicada por primera vez el 07.01.2001, me lo proporcionó la lectura del bosquejo "The Divine Indwelling" del libro "Handsful on Purpose" del pastor presbiteriano escocés del siglo pasado, James Smith.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:

“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#705 (11.12.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

martes, 12 de enero de 2010

AGRADECIMIENTO I

¿Quién no ha experimentado alguna vez esa gran alegría que se siente cuando uno le hace un regalo a una persona y ella le devuelve una sonrisa conmovida diciendo "¡Gracias!" desde el fondo del alma, "¡Cuánto me alegra que lo hayas pensado!"?

Pero también ¿quién no ha sentido esa gran desilusión que produce hacer un regalo que nos ha costado tiempo y dinero, o hasta fatiga encontrar, y que la persona lo reciba sin darle importancia, como si no valiera nada, o como si fuera su derecho recibirlo, y no diga una sola palabra de agradecimiento, o si lo dice lo haga secamente?

¿A qué se debe esa diferencia de actitudes? Al corazón de la persona que recibe el regalo. Según el estado de su corazón responde y habla el ser humano.

Un corazón duro recibe lo que le dan como si fuera su derecho y es incapaz, a su vez, de dar a otro ni siquiera una sonrisa a cambio, salvo que le convenga.

Un corazón mezquino no reconoce el bien que recibe de otros, porque le cuesta admitir que en los demás haya algo bueno, y sospechará que hay una intención oculta detrás del regalo.

Un corazón herido tiene dificultades para salir de su propia pena y gozar del bien que recibe de otros, agradeciéndolo como debiera, porque piensa que no lo merece.

Un corazón egoísta sólo piensa en lo que necesita, y no en lo que otros puedan necesitar, y cuando recibe algún regalo, lo toma como si fuera el pago de una deuda largo tiempo vencida.

Pero un corazón sano verá en la menor muestra de generosidad ajena una ocasión para demostrar su aprecio por el dador.

El que se siente por encima de los demás, no agradece porque considera que todos le deben pleitesía. Pero el que está debajo, agradece todo lo que le dan, como si fuera un favor inmerecido.

El orgulloso considera indigno reconocer que hay algún valor en lo que su prójimo le alcanza. Él no necesita de regalos porque todo lo tiene y todo lo puede, aunque sea un miserable. Pero cuanto más humilde sea la persona, más reconocerá el valor del favor que le hacen y más agradecida estará.

Mientras la soberbia levanta barreras entre los hombres, la humildad las derriba. Dios actúa de una manera semejante pues, según dice su palabra, Él “resiste a los soberbios, mas de gracia a los humildes.” (1P 5:5)

Ahora bien, ¿cuál debe ser nuestra actitud con Dios? Nosotros hemos recibido todo de Él. No sólo la existencia, sino la vida misma. Ese aliento que hincha nuestros pulmones es un eco del espíritu que Dios sopló en las narices de Adán y que aún resuena en nuestro pecho. Es una pequeña parte de la propia vida de Dios que respira en nosotros.

Y si Él retirara por un solo instante su atención de nosotros, retornaríamos súbitamente a la nada de la que salimos, pues dice la Escritura que "Él sustenta todas las cosas con la palabra de su poder." (Hb 1:3)

Pero no sólo la vida, el cuerpo y los sentidos; la mente con sus facultades, la memoria, la imaginación y la inteligencia; los sentimientos y emociones que hacen bella la vida; y la voluntad que nos permite dirigirla; todo lo hemos recibido de Dios; nada hemos obtenido por nuestro propio esfuerzo; y nada de lo material que poseemos nos llevaremos cuando dejemos este mundo.

San Pablo escribió en primera a Tesalonicenses: "Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús." (5:18)

Hemos de dar gracias a los demás por los favores que nos hacen. Pero sobre todo, hemos de dar gracias a Dios por todas las cosas. No sólo en las alegrías y por las alegrías, sino también en las penas y por las penas. Porque todo viene de Dios.

“¿Cómo?” -dirá alguno. “¿Acaso lo malo viene de Dios?” Cuando a Job le fue quitado todo lo que tenía y se quedó en la miseria, él exclamó: "Dios me lo dio; Dios me lo quitó; bendito sea su nombre." (Jb 1:21)

Sin embargo, sabemos que no fue Dios sino el demonio quien destruyó las posesiones de Job y quien mató a sus hijos, porque en el prólogo del poema leemos cómo Satanás le dice a Dios que si Job le permanece fiel es porque le conviene, ya que Dios lo ha bendecido sobremanera. Pero quítale lo que le has dado, ¡a ver si no te maldice! agrega el demonio.(Jb 1:11) Entonces Dios da carta blanca a Satanás para que haga con Job lo que le parezca, siempre y cuando no toque su cuerpo (v. 12).

Más adelante le otorga permiso para enfermarlo también si quiere, pero sin tocar su vida (Jb 2:6). Y cuando estaba sentado sobre un montón de ceniza, rascándose sus llagas con una teja, Job fue tentado por su mujer para maldecir a Dios. Pero él le contesta: "¿Recibiremos sólo lo bueno de Dios y no lo malo?" (Jb 2:10).

Todo lo que sucede al hombre, sea bueno, sea malo, viene de Dios, porque nada puede ocurrirnos sin que Él lo permita. Para recalcar esta verdad, dice su palabra en Deuteronomio: "Yo hago morir y yo hago vivir; yo hiero y yo sano." (Dt 32:39) Ciertamente, como dice la epístola de Santiago, “toda buena dádiva viene de lo alto” (St 1:17), y no es Dios quien da a sus hijos una piedra o una serpiente -símbolo de desgracia- cuando le piden algo bueno (Lc 11:11). Muchas de las cosas malas que le suceden al hombre son simplemente consecuencia natural de sus propios actos. Pero muchas también son cosas con las que Satanás busca afligirnos, porque "él ha venido -dijo Jesús- sólo para robar, matar y destruir." (Jn10:10)

Sin embargo, nada de lo que el diablo nos quiera hacer para atormentarnos, puede sobrevenirnos si Dios no lo permite; sin que Dios, en última instancia, no lo quiera. Y si Dios lo permite, o lo quiere directamente, no es por maldad, no es por hacernos daño, tampoco por darle gusto al diablo, sino para nuestro bien. Fue Dios quien permitió que el diablo afligiera a Job. Si no se lo permitía, no hubiera podido hacerle nada.

A nosotros nos es difícil comprender cómo de un mal puede Dios sacar un bien. Hay un refrán español, sin embargo, que expresa esa verdad: “Dios traza renglones derechos con pautas torcidas.” Y hay otro que expresa una verdad semejante: “No hay mal que por bien no venga.” (Nótese que muchos refranes antiguos expresan pensamientos basados en la Biblia).

Dios está mucho más alto que nuestros pensamientos y sus caminos -dice su palabra- no son nuestros caminos (Is 55:8,9). El amor infinito que Dios tiene por el hombre hace que todo lo que a su criatura le sucede, aun el castigo, sea para su bien, no para su mal. Y si el hombre, al final de su carrera, recibe el fruto de su rebeldía, esto es, la separación eterna de Dios, no es porque Dios lo haya deseado, sino porque el propio hombre así lo ha querido, a pesar de todo lo que Dios hizo para salvarlo, incluso dando la vida de su Hijo único en rescate de sus pecados.

Por eso es que, cualesquiera que sean las circunstancias, debemos dar gloria a Dios por ellas, como dice Efesios: "...dando gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo." (5:20).

Si nosotros le damos gracias a Dios también en las malas, estaremos reconociendo que Dios es rey soberano sobre toda la tierra y que Él gobierna el mundo según su beneplácito; reconoceremos que Él tiene una intención superior -para nosotros inescrutable- al permitir que temporalmente algo malo nos venga al encuentro. Al agradecerle nosotros manifestamos también nuestra fe de que Él puede sacar de lo ocurrido un bien mayor a lo que hemos perdido, porque Él todo lo puede; porque Él es bueno y su misericordia es para siempre (Sal 136:1). En suma, al agradecerle y alabarle en todas las circunstancias, buenas o malas, elevamos un cántico de fe a Dios.

De ahí viene que en el salmo 103 David cante: "Bendice alma mía al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas sus iniquidades; el que sana todas tus dolencias; el que rescata tu vida de la fosa; el que te corona de favores y de misericordias; el que sacia de bien tu boca, de modo que te rejuvenezcas como el águila." (1-5).

No olvides que todo lo que tienes viene de Él y que tú no has ganado con tu esfuerzo ni un solo latido de tu corazón. Que todo se lo debes a Él, y que así como viniste a este mundo desnudo, desnudo también te irás.

El salmo 34 expresa cuál debe ser nuestra actitud permanente: "Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca." (v. 1) Sí, en todo tiempo lo he de bendecir y su alabanza estará de continuo en mi boca. Es decir, incesantemente; sin dejar de alabarlo un solo instante.

¿Es posible esto? Sí es posible dar gracias a Dios a lo largo del día por todo lo que podemos hacer, por todo lo que recibimos y por todo lo que nos sucede. Basta proponérnoslo. Como dice Pablo en Colosenses: "Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él." (3:17)

Vivir de esta manera trae consigo una gran recompensa. En primer lugar, nos hace estar alegres, porque la alabanza y el agradecimiento ahuyentan la tristeza. Uno no puede dar gracias y a la vez quejarse. Porque uno de dos: o agradezco, o me quejo. El que se queja está triste por lo que causa su lamento; el que agradece, está lleno gozo por el bien recibido. Y si acaso le sobreviene un percance, agradece a Dios de antemano por la solución que Él le envía.

En segundo lugar, agradecer nos prepara para recibir más de lo bueno y bienes mayores. Si nosotros hacemos a alguien algún regalo y no lo agradece, difícilmente tendremos deseos de volverle a regalar. Pero si nos lo agradece de todo corazón, cuando podamos le haremos otro regalo, aunque más no fuera, por la dicha que nos produce su agradecimiento.

Pues igual es Dios, porque Él tiene nuestros sentimientos, sólo que más altos y más intensos. Si Él ve que su hijo no agradece el bien que le ha hecho, pensará que no lo necesita o no lo aprecia. Pero si ve que lo atesoramos y se lo agradecemos, volverá a abrir las ventanas de los cielos para bendecirnos, porque al alabarlo, lo honramos. El que no agradece a Dios por todo, se pierde la oportunidad de recibir todas las bendiciones que Él le tiene preparadas.

En tercer lugar, el agradecimiento nos mantiene humildes y combate el orgullo. No es posible ser soberbio cuando uno reconoce que lo que tiene no es por mérito propio, sino al contrario, es inmerecido. Porque si uno merece lo que recibe, no necesita agradecerlo, es un pago.

En cuarto lugar, nuestro agradecimiento agrada a Dios. Conocemos el episodio de Lucas en que Jesús sana a diez leprosos que encuentra. Él les manda presentarse al sacerdote, según lo ordenado por Moisés, a fin de que certifique su curación, y en el camino son limpiados de la lepra. Entonces uno de ellos, que era samaritano, viendo que había sido sanado, vuelve donde Jesús dando gloria a Dios a gritos. Pero Jesús pregunta: “¿No eran diez los que fueron sanados? ¿Cómo es que sólo uno y todavía extranjero, regresa a agradecerlo? ¿Dónde están los otros nueve?” (Lc 17:17,18)

Entonces le dice al hombre: "Levántate, tu fe te ha salvado." (v. 19)

Fíjense, fueron nueve los que recibieron de Jesús su curación, pero este samaritano agradecido recibió algo más, algo mucho mejor y más valioso que su curación física: su salvación eterna. No sabemos si los otros nueve, se perdieron o no. Pero el agradecido fue salvado, esto es, regenerado, y recibió en ese instante la seguridad de que algún día estaría con Dios.

Así pues, al agradecer a Dios, nosotros nos preparamos para recibir bienes cada vez mayores a los ya recibidos. Y el bien mayor que se puede recibir en vida es el quinto beneficio del agradecimiento:

Esto es, el que agradece y alaba a Dios todo el tiempo, permanece todo el tiempo en su presencia. Ese es el mayor beneficio que el hombre puede recibir en esta vida, porque constituye un adelanto de lo que será el cielo.

¿En qué consiste el cielo? No sabemos en verdad qué cosas que ojo humano nunca vio, ni oído humano nunca escuchó, prepara Dios para los que le aman (1Cor 2:9; Is 64:4). Pero de todos los bienes que Él puede darnos, ninguno hay mayor que Él mismo, ninguno mayor que estar en su presencia, ver su gloria, contemplar su belleza, bañarse en su amor por los siglos de los siglos.
Pues bien, el que vive en la presencia de Dios tiene en esta vida un adelanto, un anticipo, de lo que será algún día su dicha eterna.

Por eso te digo amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a hacer una sencilla oración como la que sigue, entregándole a Jesús tu vida:

“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo y quiero recibirlo. Yo me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, y entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#605 (13.12.09) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). Si desea recibir estos artículos por correo electrónico recomendamos suscribirse al grupo “lavidaylapalabra” enviando un mensaje a lavidaylapalabra-subscribe@yahoogroups.com. Pueden también solicitarlos a jbelaun@terra.com.pe. Las páginas web www.lavidaylapalabra.com y www.desarrollocristiano.com están actualmente en proceso de reestructuración. Pueden recogerse gratuitamente ejemplares impresos en Publicidad “Kyrios”: Av. Roosevelt 201, Lima; Calle Schelgl 324, Miraflores; y Av. La Marina 1604. Pueblo Libre. SUGIERO VISITAR MI BLOG: JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM.

NB. El presente artículo fue escrito como texto de una charla radial el 3 de octubre de 1998. Se publica por primera vez.

viernes, 29 de mayo de 2009

MIS OVEJAS OYEN MI VOZ V

ANOTACIONES AL MARGEN XXI

Con este artículo llegamos al final de las enseñanzas basadas en el libro de J.C. Hedgecock que lleva el mismo título del epígrafe. Como en los artículos anteriores, las citas del libro están impresas en negrita y en cursiva. Mis comentarios están en letra normal.

* Para vivir en convivencia diaria con Dios es absolutamente esencial que te mantengas limpio…Si quieres ser un vaso que se pueda comunicar con Dios necesitas tener un “mantenimiento” diario. La morada del Padre está más allá de los cielos, pero Él te puede hablar a cada instante… Somos receptores complicados. Necesitamos programarnos a nosotros mismos para oír su voz a diario.

* Los pasos para el “mantenimiento” son: 1) Confía en Dios (Hb 11:1,6). Recuerda que no puedes agradar a Dios sin fe. Apenas empieces a dudar de Dios, reprende tu carne. 2) Niégate a ti mismo (Lc 9:23). Haz un nuevo compromiso para negarte a ti mismo y obedecer a Dios cada día…En efecto, para oír a Dios hay que negarse a sí mismo porque la voz del yo, de la carne, se opone a la de Dios. 3) Resiste al diablo (St 4:7). Él huirá de ti cuando te hayas sometido a Dios. Tu espíritu ejercerá la autoridad que haga que el diablo huya. Si tú tratas de resistir al diablo y él no huye, el problema es que no te has sometido tú mismo a Dios. No es porque tu conocimiento de la palabra sea insuficiente. Estudiar la palabra no nos libra del diablo. Someterse a Dios y resistirlo, sí lo logra.

* Hay tres voces que puedes oír: la de Dios, la del diablo, y la tuya. A medida que rompas los viejos hábitos y camines en obediencia a Dios, eliminarás dos de las voces, hasta el punto de que no tengan acceso. Al principio tal vez las voces parezcan igual de fuertes, así que tienes que pasar por esta etapa inicial de deshacerte de las otras. De hecho la carne habla más fuerte que Dios porque estamos acostumbrados a oírla más que a Dios. Es un hábito que hay que romper. Toda una vida oyendo a la carne, ¿cómo dejar de hacerlo? Negándose a sí mismo. Aún los creyentes sinceros escuchan sobretodo la voz de la carne. El problema no consiste tanto en empezar a oír la voz de Dios, sino en dejar de oír la voz de la carne, porque mientras ésta hable fuerte (porque estamos acostumbrados a escucharla) no podremos oír la voz de Dios.

* Esto es lo que necesitas hacer:1) Cuando Dios hable, debes obedecerlo. 2) Cuando el diablo hable, resístelo. 3) Cuando tu yo hable, niégate a ti mismo.

* La mayoría de los cristianos reconocen al diablo y saben reprenderlo. El problema empieza cuando tus propias opiniones empiezan a aparecer. El “yo” siempre habla desde la naturaleza carnal. Si tú estás obedeciendo motivado por el temor en vez del amor, tal vez pienses que “has cumplido con tu tarea” durante la semana y darás entonces cabida a la voz del yo. Cuando haces eso estás en el árbol equivocado (En el árbol del conocimiento del bien y del mal).

* Usando la comparación de un receptor de TV y un transmisor, piensa que tú eres el aparato y que Dios es el transmisor. Esta es una parábola para hacerte comprender cómo funciona la comunicación con Dios. El problema está siempre en el receptor y no en el transmisor. Si tú no estás oyendo a Dios, Él no es el problema. Dios siempre está enviando una señal, las 24 horas del día, los siete días de la semana. En todo momento el Espíritu está transmitiendo los deseos de Dios a nuestros vasos. Aún en los años en que no caminabas con Dios la señal estaba siendo transmitida. Satanás te ha estado robando las oportunidades de oír a Dios y has sufrido pérdida todos los años en que no has estado oyéndolo a diario. Ya es hora de que pongas alto a este robo de Satanás.

* Satanás le ha dicho a mucha gente en el ministerio que son suficientemente maduros, y que Dios confía en ellos lo suficiente, como para que ellos tomen sus propias decisiones. Esa es una mentira del enemigo. Nunca podrás alcanzar ese nivel de madurez. Siempre que tú tomes tus propias decisiones tú eres señor y no Dios. No me importa cuán maduro seas, necesitas caminar en humildad para que Dios dirija tu camino. Él todavía es Señor. Nunca superarás a Jesús. Nunca podrás ponerte a su mismo nivel.

* Dios está siempre hablando. No trates de suponer que Dios no esté hablando. Tal vez tú no estés oyendo porque hay algo malo en ti (el pecado). Debes recibir la señal que Él siempre está enviando. Si hay en ti un impedimento, la señal no será recibida. El aparato debe estar bien sintonizado para que reciba la señal. Puede que tu aparato esté en orden pero si el sintonizador está apagado no recibirás la señal. Si tú estás dirigiendo tu propia vida, estás en el canal equivocado y no recibirás la señal.

* El propósito primordial del bautismo en el Espíritu Santo es que tú seas revestido con poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ti. Hechos 1:8 no dice que tú darías testimonio sino que tú serías testigo. (Claro está, sin embargo, que ser testigo es declarar. No hay testigo mudo) .Yo te aseguro que se necesita más poder para SER algo que para decir algo. De lo que estoy hablando es de cómo ser cristianos, de ser como Cristo y seguir a Cristo. (¡Qué gran definición: Ser cristiano es ser como Cristo!) Para eso se necesita poder. Necesitas el poder del Espíritu Santo en tu vida y necesitas dejarlo funcionar. No estoy cuestionando si tú lo tienes o no; sólo estoy diciendo que tú necesitas tenerlo. Si no tienes poder en tu vida, entonces el Espíritu no está funcionando en ti.

* Todo lo que quiero saber es: ¿Tienes tú el poder para mantener tu vaso en santidad? En efecto, al principio se identificaba el Bautismo del Espíritu Santo con la santificación, y quizá tenían razón. ¿Tienes tú el poder para hacer lo que Dios te ha dicho que hagas? Si no, necesitas buscar ese poder para poderte convertir en lo que Dios te ha dicho que seas. Entonces Él te guiará a toda la verdad (Jn 16:13) y te guiará a todos los demás beneficios colaterales.

* Los impedimentos más sutiles son potencialmente los más devastadores porque se tiende a reconocer sólo a los mayores impedimentos, pero el resultado final es la pérdida de comunicación. Algunos puntos para recordar son:
1) Lo bueno es enemigo de lo mejor. Eso puede sonar extraño. Recuerda que el árbol del conocimiento del bien y del mal tiene dos partes: la buena y la mala. Si funcionas en ese árbol, aun si estás haciendo lo bueno, él se convierte en enemigo de lo mejor, que es caminar en el Espíritu. Si el diablo no puede lograr que seas malo, por lo menos tratará de mantenerte en el árbol equivocado, haciendo “lo bueno”. Simplemente “ser bueno”, según tu razonamiento, puede mantenerte alejado de caminar en el Espíritu, tanto como puede hacerlo el que seas malo. Debido a que hacer lo bueno te mantiene alejado de caminar en el Espíritu, eso impedirá tu comunión con Dios.
Aquí hay una verdad profunda. Hacer cosas buenas puede impedirnos buscar la guía de Dios más profundamente, porque estamos satisfechos de nuestra bondad. Cuando estamos satisfechos, estamos colmados, ya no buscamos más y nos estancamos. Y el que se estanca retrocede. No nos sintamos pues nunca satisfechos, -como el rico de la parábola- del tesoro de buenas obras que hemos acumulado en el cielo. Porque al lado de la cuenta de haber hay una cuenta de débitos que se restarán de los créditos, y esa cuenta negativa puede empezar a crecer.
2) No te atrevas a dudar de Dios, porque si lo haces, te has pasado al espíritu equivocado.
3) No des consejos a Dios. Dios no necesita nuestras opiniones. Él tiene suficiente sabiduría para dirigir el universo sin nuestro consejo.
4)Niégate a dar opiniones y a expresar deseos personales. Dios tampoco quiere tu opinión. Dios dice que si tú le encomiendas tus caminos, Él te dará los deseos de tu corazón (Sal 37:3-5)
.
El primer objeto de tus deseos debe ser Él. Si estamos deseando las cosas más que a Dios, estamos en el árbol equivocado.

* Satanás no tiene ningún derecho para comunicarse contigo acerca de nada. No importa si suena como que él estuviera en lo correcto. No le oigas. Aunque cometas un error, él no tiene ningún derecho a juzgarte y condenarte. Tu Padre es el único que tiene el derecho de hacerlo, no Satanás. No dejes que Satanás te azote sólo porque cometiste un error; eso es algo que a él no le importa. Yo caeré o estaré en pie ante mi Dios, no ante Satanás. Satanás te condenará mientras que Dios te guiará al arrepentimiento y a la purificación. Esta es la gran diferencia. Dios quiere mi bien porque me ama. Satanás quiere mi mal porque me odia.

* Dios puede hacer muy poco con mucho, mucho con poco, y todo con nada (Como ocurrió en la creación del universo. Partió de la nada). Si tú crees que eres mucho, Dios puede hacer poco contigo que tenga valor eterno. Si tú llegas al punto en que te veas a ti mismo como poco, y en comparación ves a Dios como inmenso y grandioso, Él podrá hacer mucho contigo. Si acaso te das cuenta de que eres nada, y de que no puedes hacer nada por ti mismo para agradar a Dios, Él podrá hacer cualquier cosa a través de ti.

* Satanás te dirá que tú tienes una mente y que Dios espera que la uses. Yo te aseguro que al negarte a caminar en tu propio razonamiento dejando que Dios dirija tu camino, de ninguna manera estarás negando el uso de tu mente. Dios te va a entrenar y preparar para toda buena obra. Él usará tu mente y trabajará a través de ella. Estarás haciendo más de lo que nunca hiciste antes. La única diferencia será que tú no tomarás la iniciativa. Llenarás tu mente con el conocimiento de Él (es decir, conociéndolo a Él como nunca antes lo has conocido). Tu habilidad para comprender será ampliada tremendamente. Sólo tienes que apoyarte en Él en vez de hacerlo en tu propio entendimiento. Lo que dice el autor aquí puede ser fácilmente malinterpretado. Él no sostiene que nosotros no debemos usar nuestra mente y menos que debemos renunciar a nuestra inteligencia, sino que debemos poner nuestra mente y nuestra inteligencia en las manos de Dios para que Él las dirija.

* Dios no quiere cerrar tu mente. La persona más brillante del mundo es ignorante comparada con Dios. Todos necesitamos que Él dirija nuestras vidas porque Él es mucho más capaz. Si yo estoy en comunión con Dios, puedo ponerme en contacto con su sabiduría…Si tú estás conectado con Dios Él puede impartirte todo el conocimiento y la sabiduría que necesites para hacer su obra.

* Dios está interesado en todas las decisiones que tomes, en cada una. O dejas que Él tome las decisiones, o tú te conviertes en señor de tu vida y tomas las decisiones tú mismo.

* Dios siempre añadirá la gracia necesaria para oír su voz cuando se trata de algo esencial, o de algo que está dentro de tu área de responsabilidad. Esto es especialmente cierto para los ministros. Debido a que ellos tienen una amplia responsabilidad y autoridad sobre otros, su capacidad de oír se incrementa automáticamente por gracia. En el hogar también el esposo oirá al Señor cuando se trate de sus responsabilidades específicas como esposo y como padre. Hay gente que cree que la palabra de ciencia, o que la palabra de sabiduría operan en una forma especial y solemne, como si fueran un oráculo. Pero cuando una persona vive en comunión con el Espíritu Santo sus dones operan constantemente y se integran en su vida cotidiana de una manera natural.

* Un verdadero ministro exigirá que sus ovejas sean hacedores de la palabra y no sólo oidores (St 1:22). Él no va a ser un asalariado que haga tu labor por ti. Tu labor es que hagas el trabajo del ministerio. La labor del ministro es prepararte y entrenarte para ello. Si una persona está bajo un verdadero pastor, crecerá espiritualmente…No puedes quedarte en el invernadero siendo podado, fertilizado e irrigado sin que retoñes tarde o temprano. O vas a crecer o vas a huir. No puedes quedarte en el árbol sin que des fruto…Un verdadero ministro no te permitirá permanecer como un bebé espiritual. Siento decirlo, pero esto es lo que hacen amplios sectores de la Iglesia Católica. No hacen nada por el crecimiento de sus ovejas para que puedan ministrar a otros. Eso es debido a la importancia dada al sacerdote y por el temor de que los sacerdotes pierdan su predominio si los laicos crecen. Un laico en la condición de un bebé espiritual no es un peligro para ellos. Sin embargo, en nuestros días, con la notable ausencia de vocaciones ¿qué pueden hacer los escasos sacerdotes sin el apoyo de laicos bien preparados?

* Siempre me ha llamado la atención que no haya ningún mandamiento que ordene creer, es decir, tener fe, así como hay un mandamiento que ordena amar a Dios y al prójimo. Sin embargo, creer es lo más importante, porque por ahì comienza todo. Fue confianza en Dios lo que hizo actuar a Abraham contra todo raciocinio y partir de su tierra sin saber adonde iba (Hb 11:8); a Moisés a regresar a Egipto con una misión absurda, a Jeremías a desafiar a los poderosos. Por eso es que Hebreos y Romanos insisten tanto en la fe.

* Los pecadores difícilmente harían lo que hacen si creyeran en Dios. Si creyeran en su existencia se abstendrían de pecar, porque le temerían. La debilidad de la vida espiritual de muchos creyentes proviene de su poca fe. La tibieza, la insuficiencia en su caminar cristiano vienen de su falta de fe.

* Hay una relación recíproca estrecha entre la fe y el amor. No se puede amar a la larga a alguien en quien no se confía. La desconfianza mata el amor, lo torna en odio. Si yo tengo motivos para desconfiar de alguien a quien amo, empezaré a odiarlo.

* Igual es con Dios, si confiamos en Él lo amaremos. Si no confío en Él, o si sólo le temo, me será difícil amarlo. Los deístas y los que creen en un Dios lejano, que no interviene en los asuntos humanos, no confían en Él ni le aman. En cambio, el hijo pequeño ama tanto más a su madre cuanto más confía en ella. El que ama, en efecto, confía en aquel que es objeto de su amor, y cuanto más ame, más ciega será su confianza. Esto quiere decir que Eva no amaba a Dios de todo corazón, porque no habría dudado de su palabra si lo hubiera amado verdaderamente.

Parece que Jesús no enfatizara la fe en los evangelios sinópticos, tanto como en el evangelio de Juan. Pero la frase “Buscad primero el reino de Dios y su justicia…” (Mt 6:33) es el “summum” de la fe, porque para no buscar primero las añadiduras se necesita tener una gran fe. El que construye su casa sobre la roca, lo hace porque tiene fe en la solidez de la roca, que es Cristo. De lo contrario, no actuaría en obediencia a su palabra (Mt. 7:24,25). Nadie se expone tampoco a ser perseguido por causa de la justicia si no tiene fe en Aquel por cuya causa es perseguido (Mt 5:10-12).

Lo triste es cuando se quiere obedecer a Jesús sin tener fe. El resultado es hipocresía, porque se hace algo de lo que uno no está realmente convencido. De ahí vienen los escándalos. Los resultados lo pondrán en evidencia.

#576 (24.05.09) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). Si desea recibir estos artículos por correo electrónico recomendamos suscribirse al grupo “lavidaylapalabra” enviando un mensaje a lavidaylapalabra-subscribe@yahoogroups.com. Pueden también solicitarlos a jbelaun@terra.com.pe. En la página web: www.lavidaylapalabra.com pueden leerse gran número de artículos pasados. También pueden leerse unos sesenta artículos en www.desarrollocristiano.com. Pueden recogerse gratuitamente ejemplares impresos en Publicidad “Kyrios”: Av. Roosevelt 201, Lima – Jr. Azángaro 1045 Of. 134, Lima – Calle Schell 324, Miraflores y Av. La Marina 1604. Pueblo Libre. SUGIERO VISITAR MI VISITAR MI BLOG: JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM.

martes, 26 de mayo de 2009

MIS OVEJAS OYEN MI VOZ IV

ANOTACIONES AL MARGEN XX
En este artículo se expone la parte más importante de las enseñanzas contenidas en el libro de J.C. Hedgecock del mismo título que estoy comentando. Como en los artículos anteriores, las citas del libro están en negrita y en cursiva; mis comentarios están en letra normal.

* Si tú eres señor, Dios se te opone. Si Él es Señor, Dios te ayuda. Necesitas darte cuenta de que Dios no va a cambiar. Si las cosas van a funcionar sin tropiezo, tendré que cambiar yo. En mi mejor día de resistencia no podré vencer a Dios. Nunca le he ganado a Dios. Cuando Él es Señor, yo tengo todo lo que necesito, porque cuando me someto a Él, Él está de mi parte. Es cierto, de otro lado, que, en sentido absoluto, Él siempre está de mi parte, aunque le desobedezca. Pero en ese caso no lo está de una manera activa, sino que permanece, por así decirlo, a los costados esperando que me arrepienta.

* Si yo estoy permitiendo que Jesucristo sea mi Señor y que Él dirija mi camino, estoy sin pecado y, por lo tanto, soy santo. No hay poder en el cielo ni en el infierno que pueda separarme del amor de Dios y me haga caminar en la carne SALVO YO MISMO. Yo soy el único que puede evitar que yo sea santo. En efecto, si no lo soy y peco es porque he escogido hacer lo que me da la gana. Sé que no estoy haciendo lo que Dios quiere sino lo que quiere Satanás, pero yo he tomado la decisión. Nadie me obligó a pecar.

* Pablo escribió: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas han sido hechas nuevas.” (1Cor 5:17). Si verdaderamente has pasado a vivir en Cristo, las cosas viejas pasarán y todas serán hechas nuevas. El pecado comenzará a salir de tu vida. Los que te conocen se asombrarán de tu cambio. Unos se alegrarán, a otros les molestará. Pero a ti ¿qué te importa? Esta es una buena prueba para ver si realmente estás viviendo en el Señor. Toda persona que se ha unido a Cristo experimentará dentro de sí este proceso. Cuando estoy en el Espíritu caminaré en estas cosas nuevas y los viejos hábitos malos saldrán por falta de uso. No puedo ir en dos direcciones al mismo tiempo. Pero hay algunos de doble ánimo que oscilan entre una y otra dirección y no van a ninguna parte porque no perseveran en el buen camino.

* Dios nos ordena que mortifiquemos nuestra carne. El cuerpo de pecado ha de ser destruido para que ya no sirvamos más al pecado (Rm 6:6). Cortar con hacha la raíz del árbol equivocado significa crucificar al hombre viejo. Tenemos que mortificar la naturaleza carnal para que ya nunca más sirvamos al pecado y seamos libres de él. Colosenses 3:5 dice: “Haced pues, morir lo terrenal en vosotros.” “Haced…” Es algo que me toca a mí hacer. Nadie lo puede hacer en mi lugar, así como nadie puede comer por mí cuando tengo hambre. El estómago lleno de mi prójimo no llena el mío.

* Para vencer a la carne tengo que salir del todo de la vieja naturaleza, y entrar en la nueva, que es Cristo. No puedo luchar contra la vieja naturaleza si permanezco en ella porque estoy en sus manos.

* Si mi mente se mantiene en Cristo, Él me mantendrá en perfecta paz. Los ascetas que buscando al Señor, eran atormentados por tentaciones carnales, posiblemente habían caído en el orgullo de su progreso espiritual y, por eso, Dios los humillaba haciéndoles sentir deseos que los atormentaban y los envilecían ante sus propios ojos (Es decir, dejaba que el diablo lo hiciera).

* La carne no puede ser alimentada si yo no estoy haciendo lo que ella quiere que haga. Si no se la alimenta pierde su poder y muere. ¿Cómo se alimenta la carne y cómo deja de ser alimentada? Justamente se la alimenta haciendo lo que ella quiere y pensando en lo que a ella le gusta. Si dejo de hacer ambas cosas morirá por inanición.

* Había escrito: “Cuando uno es fiel al Señor, Él es fiel con uno”. Pero, en verdad, Dios permanece fiel aunque uno no lo sea porque, como dice Pablo, “Él no puede negarse a sí mismo.” (2Tm 2:13).

* El único lugar donde puedes obtener gracia es el trono de la humildad: “Dios da gracia a los humildes” (St 4:6) No puedes aprender esta enseñanza y luego usarla para hacer lo que quieras y construir tu propio reino. Si lo haces te habrás pasado al orgullo y Dios se te opondrá. Terminarás oyendo otra voz que imita a Dios. Los iniciadores de herejías comienzan por oír otra voz, cuando el orgullo del éxito se les sube a la cabeza. No creo que haya hereje humilde. Pero las herejías no son cosa del pasado. Las hay también en el presente colándose en las iglesias, y se suelen expresar en un tono arrogante. Esa es la marca del diablo. Por algo dijo Juan: “Probad (todos) los espíritus si son de Dios.” (1Jn 4:1)

* No trates de ser dirigido por el Espíritu a menos que te propongas permanecer humilde. Los que buscan la unción, pero no son humildes, se exponen a un gran peligro: recibir una unción que no es de Dios, porque el diablo es muy capaz de dar unción y, de hecho, puede dar una unción tremenda a los que le sirven. La prueba es el tremendo éxito que alcanzan algunos grupos de rock. No es sólo música lo que mueve a esa muchachada frenética que se agita lanzando alaridos cuando cantan su ídolos. No es coincidencia tampoco que muchos de esos cantantes tengan un fin trágico.

* Deuteronomio 28:1,2 dice: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones y te alcanzarán si oyeres la voz de Jehová tu Dios.”
No te alcanzarán tus pecados (es decir, las maldiciones) sino las bendiciones que Dios tiene preparadas para los que le sirven y le obedecen a diario.

* Hay tres cosas que debemos hacer y una que Dios va a hacer. Si nosotros hacemos nuestra parte, Dios hará la suya. Mucha gente cree que Dios hará su parte cuando ellos no han hecho lo que les toca, pero están equivocados. Esas tres cosas son:

* A. Fíate de Jehová de todo tu corazón. (Pr 3:5,6) Este es el caminar de fe. La mayoría de la gente trata de confiar en Dios en algunas cosas y no ven a Dios moverse. No funcionará si tratas a medias. Dios ve tu corazón.
(¿Te das bien cuenta de lo que eso significa?) Hasta que no confíes con todo tu corazón no te has hecho vulnerable a Dios. (Esto es, confiar en todas, todas las cosas, no solamente en algunas).

* La mayoría de la gente no se rendirá completamente a Dios porque no confía en Él. La gente se dice, en efecto, ¿será así? ¿Se puede confiar en que Él conoce mi situación? ¿En que Él puede realmente intervenir? ¿O en que Él quiera hacerlo?
La mayoría no confía en Dios porque ha creído la propaganda que trata de desacreditar a Dios. La propaganda de Satanás nos hace creer que Dios no interviene en nuestras vidas concretas porque está demasiado ocupado. Entonces, si son así las cosas, no podemos confiar en Él porque Él es un Dios ausente. La gente ha oído decir a muchos sacerdotes que Dios no interviene en los detalles de la vida humana, que Él no se fija en esas cosas, que Él no se ocupa de minucias. Muchos pastores también lo dicen, pero los que basan su fe en la Biblia y no en palabras humanas, saben muy bien que Dios sí interviene en la vida de los hombres, aun en sus más mínimos detalles. Jesús dijo: “Pues aun todos vuestros cabellos están contados.” (Mt 10:30)

* Tenemos que decidir si vamos a creer en la palabra de Dios o en las mentiras de Satanás. Yo elegí creerle a Dios y como resultado tengo una relación íntima con Él que es lo más emocionante que hay en el mundo. No puedes hacerlo a medias. No puedes jugar con Dios: O Él es Señor en todas las cosas sin excepción, o no es Señor de nada.

* Tienes que hacer todas las cosas a la manera de Dios. ¿Tienes algo que perder si confías en Dios? Dios no puede hacer un trabajo peor que el que tú has hecho dirigiendo tu vida. Por lo menos dale una oportunidad. Dios sabe que las cosas van a funcionar a su manera sólo si tú lo dejas. Déjale pues el control total a Dios. Si tú quieres tener el control Satanás se va a valer de mentiras y de tu ignorancia (¡Qué cierto es esto!) para impedirle a Dios hacer lo que Él sabe que va a funcionar.

* Es bueno que sepas que todo lo que estás haciendo, seas ama de casa o plomero o ministro, tiene un valor eterno no porque lo hiciste tú sino Dios a través tuyo. Dios trabaja a través de mí. ¡Aleluya! Cuán útil y consolador me ha sido ese pensamiento en momentos de desaliento, cuando pensé que lo que hacía no valía nada. Hasta alcanzar un vaso de agua al sediento tiene un valor eterno porque no lo hago yo sino Dios a través mío.

* B. No te apoyes en tu propia prudencia, como hago yo constantemente a lo largo del día, decidiendo en cada asunto lo que debo hacer. Hay una tendencia natural a hacer esto. Pensamos que podemos resolver las cosas por nosotros mismos pero, finalmente, termina siendo una obra muerta, sin fruto…Espera que el Señor te diga lo que tienes que hacer en cada situación. Deja a un lado tu opinión.

* C. Reconócelo en todos tus caminos, Reconócelo, es decir, reconoce su señorío, reconócelo como tu Señor. Si Él es Señor, Él manda. Si tú no puedes resolver el asunto por ti mismo (siendo tu propio señor) tienes que preguntarle a Él. Si estás confiando en Dios con todo tu corazón, negándote a decidir por ti mismo, sólo pregúntale. Él te dirá qué hacer.

* El resultado es: ÉL ENDEREZARÁ TUS VEREDAS. Si Él es Señor, Él te dirigirá. Esta es una escritura muy clara. Si no puedes creer en una escritura tan sencilla como esta, estás en problemas….Esto no va a suceder sin fe; tú no puedes agradar a Dios sin ella. Él recompensará a aquellos que lo buscan de todo corazón…Niégate a estar en el árbol del conocimiento del bien y del mal y mantente humilde ante Dios. Pregúntale a Èl qué hacer y Él te dará dirección.

* Cuando yo comencé a hacer esto tuve cuidado de atar a Satanás para que no tuviera acceso. Me aseguré de que yo no tuviera opinión propia y puse a prueba la palabra que sentí que Dios me había dicho. Me aseguré de que no fuera contraria a la Escritura. Entonces comencé a hacer lo que Él me decía y pedí al Señor que confirmara mi obediencia con la paz de Dios. Le pedí a Dios que turbara mi espíritu si no era Él. Eso parece un poco torpe al principio, pero se va haciendo más fácil (con la práctica). Ahora es natural para mí el confiar no apoyándome en mi propia prudencia. Le pregunto a Él qué debo hacer y dejo que Él me dirija. Lo confirmo a medida que avanzo con el testimonio del Espíritu (su paz). Lo he convertido en un hábito y ahora es para mí una cuestión automática. Para mí el razonar, o pasarme a la otra naturaleza resulta algo torpe. No soy perfecto, todavía cometo errores, pero estoy avanzando porque descanso en Dios a pesar de todo.

* Es tan agradable saber que puedes llegar al lugar en el Espíritu en el que es difícil pecar, o pasarse a la vieja naturaleza. Para ello tienes que pagar el precio y romper el hábito de funcionar en tu propio razonamiento y controlar tu propia vida. Tienes que practicarlo sistemáticamente para que se convierta en un modo de vida…en un acto reflejo en el cual no tengas necesidad de pensar…Tomará algún tiempo para que te acostumbres a oír la voz del Señor en vez de oír la tuya propia o la de Satanás. Lo primero que tienes que hacer en la mañana es comenzar por reconocer al Señor. Resuelve que no vas a tomar ninguna decisión propia durante el día. Si se presenta alguna emergencia haz lo mejor que puedas. Si caes, inténtalo otra vez. No vas a caminar en la perfección de la noche a la mañana, pero tampoco te tomará toda la vida lograrlo.

* Comienza con cosas sencillas, como orar por qué ropa ponerte. (Esta es una buena práctica que resolvería el problema de muchas mujeres que se angustian dudando qué ropa ponerse para ir a una reunión social.) Esta es una buena manera de practicarlo. Dios va a hablar igual de claro sobre cosas grandes, si tú has adquirido el hábito de preguntarle por todo. Satanás miente cuando dice que Dios está muy ocupado para molestarlo por cosas pequeñas..Practicarlo en cosas pequeñas es una buena manera de comenzar porque las consecuencias no son trascendentes. Trata de aprender de todo error que pudieras cometer. Pregúntale a Dios cómo fue que fallaste cuando lo hiciste.

* Jeremías 7:23,24 dice: “Mas esto les mandé diciendo: ‘Escuchad mi voz y seré a vosotros por Dios y vosotros me seréis por pueblo, y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien. Y no oyeron ni inclinaron su oído; antes caminaron en sus propios consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante.’” Dios nos ordena obedecer su voz; no es opcional. La obediencia que no es instantánea no es obediencia. ¡Qué cierto es esto! Cuando no he obedecido a Dios, cuando ni siquiera he buscado escuchar su voz, me ha ido mal; pero obedecerle es la mejor garantía de éxito.

* Si no obedezco a Dios al instante es porque he elegido pensar si voy a obedecer o no. Sólo puedo tener esta actitud si me he pasado al árbol equivocado (Es decir, al árbol del bien y del mal, en el que tomas tus propias decisiones)…No hay nada malo en preguntarle a Dios si debes hacer eso en el mismo momento en que lo dijo. Pero la decisión de hacer lo que Él dijo debe tomarse inmediatamente.

* Caminar en el Espíritu hará que te conviertas en una amenaza para el reino de las tinieblas, tengas un llamado al ministerio o no. Si puedes ser guiado por el Espíritu eres una amenaza para Satanás, porque Dios te usará para destruir sus obras. Tendrás un ministerio si aprendes a ser guiado por el Espíritu diariamente, aun si no ejerces uno. Dios te va a guiar independientemente de quién seas tú en el cuerpo de Cristo, es decir, independientemente de cuál sea tu posición.

* Todo cristiano necesita estar bajo el cuidado de un pastor local en un cuerpo local de creyentes…Aun si no es un gran pastor, si te sometes, serás guiado. Tú eres responsable de buscar dirección adecuada. No puedes excusarte alegando que no encuentras un pastor perfecto. Necesitas estar bajo autoridad espiritual y seguirlo a él así como él sigue a Dios…No te pongas bajo el resguardo de un pastor inconstante que se está oponiendo a Dios… Es mejor estar bajo la autoridad de un ministro inmaduro que no estar bajo ninguno. Sólo asegúrate de que sea un verdadero ministro de Dios…Dios honrará el hecho de que estés sujeto a una autoridad espiritual. Cualquiera que te diga que debes seguir tú solo y hacer tus propias cosas a tu manera, es un espíritu equivocado. No es de Dios.

* Este es el mensaje más amenazador para el reino de las tinieblas que ha venido a la iglesia. Si la iglesia ve esto y crece, maduraremos hasta ser guiados por el Espíritu. Los que han madurado y son guiados por el Espíritu son los que serán introducidos en el gran derramamiento del Espíritu Santo en los días de la lluvia tardía (Jl 2:23). Vamos a ver profecías cumpliéndose, milagros y cosas nunca vistas antes. Dios sólo hará esto a través de vasos preparados y ahora está llamando a los hombres en todas partes al arrepentimiento. El juicio ha comenzado por la casa de Dios (1P 4:17). Él está diciendo que es tiempo para crecer y madurar. La única forma como puedes llegar a madurar como hijo de Dios es dejándote guiar por el Espíritu de Dios. No hay otra manera para llegar a la plenitud de Cristo como Él lo ha ordenado (Ef 4:13), que aprender a caminar a diario en su Espíritu.

NB En mi blog (JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM) he pegado el texto del excelente discurso pronunciado por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, en la reciente Cumbre de las Américas realizada en Trinidad Tobago. Recomiendo leerlo porque contiene reflexiones muy oportunas respecto del atraso latinoamericano frente a los tigres asiáticos. He colocado asimismo un artículo mío sobre la importancia de observar el rostro de las personas para discernir lo que revela acerca de su personalidad y psicología.

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MIS OVEJAS OYEN MI VOZ III

ANOTACIONES AL MARGEN XIX
Como en los dos artículos anteriores, las citas del libro de Hedgecock del mismo título están en cursiva y negrita, y mis comentarios están en letra normal.

* Nuestro problema como cristianos es que tenemos un cuerpo que aloja dos naturalezas. Son enemigas la una de la otra. El Espíritu de Dios y la vieja naturaleza siempre están peleando entre sí. ¿Has experimentado el querer caminar en el Espíritu y ver cómo tu vieja naturaleza se resiste? La vieja naturaleza nunca va a dejar de obstaculizarte cuando trates de obedecer a Dios.
¡Pero Dios nos ha provisto de algo mejor! Tú puedes deshacerte de esa vieja naturaleza y sojuzgarla. Puedes fortalecer la naturaleza nueva hasta que tenga tal vigor que la vieja naturaleza no tenga influencia… Puedes llegar al punto en que no te cueste esfuerzo hacer lo que Dios te diga. Y te deleitarás haciéndolo, sin que tengas que batallar contra tu vieja naturaleza…

* Dios no aceptará cohabitar con tu vieja naturaleza. Él se opondrá a esa naturaleza. Cada vez que camines en tu vieja naturaleza Él hará que pierdas tu paz. Eso me ocurre cada vez que mi deseo se inclina al pecado. Dios no va a cesar de oponer resistencia hasta que expulses a la vieja naturaleza. Todos los años que pasaste tratando que Dios tolerara tu vieja naturaleza fueron gastados inútilmente. El nunca lo hará. Todo el tiempo que trates de hacer que tu vieja naturaleza ame a Dios será gastado también inútilmente. Tu vieja naturaleza siempre ofrecerá resistencia a Dios. Dios no quiere que seas desgraciado y la única manera de resolver el problema es deshacerte de tu vieja naturaleza. Dios no va a cambiar. Si tú lo aceptaste como Señor de tu vida tienes que deshacerte del que era antes señor. No hay lugar para dos señores.
(Jesús dijo: “Nadie puede servir a dos señores, porque amará a uno y aborrecerá al otro.” (Mt 6:24). Así que voy a mostrarte cómo deshacerte de tu vieja naturaleza.

* En Romanos Pablo dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (8:1-4). El Hijo ha tomado el pecado y lo ha condenado en nuestra carne. Así que tienes que deshacerte de la carne. En la naturaleza de Cristo que recibimos no hay pecado. El pecado está en la vieja naturaleza. Si tú estás en el Espíritu la posibilidad de pecar no debe preocuparte. ¡NO PUEDES PECAR! Todo el que diga que está en el Espíritu y vive en pecado es un mentiroso (“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” 1Jn 3:9) Si quieres pecar tienes que pasarte de la naturaleza del Espíritu a la naturaleza de la carne porque el Espíritu de Cristo en ti no puede pecar.

* Gálatas 5:16 dice: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne.” Pedro dice que los deseos carnales combaten contra el alma (1P 2:5). Por eso siguiéndolos mi alma está intranquila.
La Escritura nos dice que no debemos andar en la carne. Todo lo que tienes que hacer es quedarte en el Espíritu. ¿Cómo hacerlo? “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu (piensan) en las cosas del Espíritu.” (Rm 8:5). Eso no puede ser más claro: “Tal como es el hombre en su corazón, así es él.” (Pr 23:7)
Para quedarme en el Espíritu no sólo tengo que orar diariamente y leer la Biblia. Tengo que dejar de ver, oír, leer y, sobre todo, pensar en las cosas que ocupaban mi mente y mi tiempo cuando vivía en la carne. Tengo que romper con todo eso y llenarme de las cosas del Espíritu. El que fue alcohólico no puede permanecer sobrio si pasa todos los días delante del bar que frecuentaba antes, y menos si entra para saludar a sus ex-amigos. Tiene que caminar por otra calle para no ser tentado. Si quieres andar en el Espíritu y no recaer en la carne tienes que romper con tu pasado carnal y huir de las ocasiones de pecar, es decir, de las tentaciones. En otras palabras, tengo que dejar de alimentar a mi vieja naturaleza, dejando de pensar en las cosas en que ella se deleita, y debo alimentar, en cambio, mi nueva naturaleza pensando en las cosas del Espíritu y ocupándome de ellas.

* Recuerda. Si estás en el Espíritu no puedes llevar a cabo los deseos de la carne. La única forma como puedes pecar es pasándote primero a la naturaleza de la carne.
¿Te das cuenta de la importancia que tiene el desactivar la vieja naturaleza? Puedes coger el árbol del conocimiento del bien y del mal (la vieja naturaleza), podarlo, recoger sus frutos y cortar sus ramas para quemarlas (Esto es, siguiendo algún método de superación de sí mismo). Lo único que lograrás es que crezca más. Eso es lo que Satanás está fomentando que haga la mayoría de los cristianos. Te enfermarás viendo la basura que hay en ti y tendrás un gran sentimiento de culpa. Quieres voltear la página y cortar los frutos malos; pero nunca cambias de árbol. Sólo podas el árbol malo. Si tú podas un árbol, crecerá y dará más frutos que antes. No vas a matar el árbol cortando las ramas y los frutos.
Esto es, tratando de eliminar tus defectos y tus actos malos. Ese es el motivo por el cual muchos cristianos no son más maduros 40 años después de haber sido salvos. No hay cambio en ellos porque nunca cambiaron de árbol.

* La única manera de cortar el árbol de la carne es cortando la raíz con el hacha. Si cavas alrededor de las raíces y separas del tronco la raíz principal que proporciona fuerza al árbol, tomará un tiempo pero los frutos comenzarán a secarse y el árbol morirá (Esto es obvio. No es eliminando los defectos como eliminamos la carne, sino eliminando la raíz que da vida a la carne)…Pero la mayoría de nosotros no dejará que el Espíritu cave alrededor lo suficiente para llegar a la raíz del problema. La raíz es el orgullo. No importa qué frutos estés produciendo, la raíz de la carne es siempre el orgullo. Así que no cortes los frutos, corta la raíz. Está allí porque tú eres tu propio señor.
¿Cómo cortas la raíz? Es muy sencillo: Humíllate. Así cortas con el hacha la raíz de la vieja naturaleza. Pero si regresas de nuevo al árbol viejo, harás que brote una nueva raíz y volverá a tener vida. Así que pásate definitivamente al árbol de vida humillándote a ti mismo y rechaza absolutamente ser tu propio señor.
Señor Jesús, haré lo que tú digas. “Para mí el vivir es Cristo” (Flp 1:21), esto es, vivir unido a Él, con el pensamiento prendido a Él. Qué Él sea mi obsesión.

* Si tú haces eso no tienes por qué preocuparte por los frutos malos; comenzarán a caerse por sí solos, porque estás en el Espíritu. De repente tus “quiero hacer esto” cambiarán. No tendrás que vencerlos.

* Muchos cristianos luchan constantemente contra los deseos mundanos y se la pasan todo el tiempo pensando en esas cosas. (Pero si tú piensas en las cosas pecaminosas en que antes te deleitabas, te atraerán irresistiblemente y volverás a caer en ellas) El autor dice que esas cosas no significan ya nada para él. No tienen influencia en sus decisiones. Él sólo quiere hacer lo que Dios dice. Cuando yo viva totalmente para Dios, Él irá poniendo en mí el deseo de hacer las cosas que Él quiere que haga, y me deleitaré obedeciéndole.

* Cuando eres humilde, Jesús es señor. Cuando estás en el orgullo, tú eres señor. Hablar con humildad significa sencillamente decir lo que Dios quiere que digas. La humildad no es una cuestión de apariencia externa o de estar abatido. La humildad es lo opuesto al orgullo. El orgullo es pecado (El pecado satánico por excelencia). Jesús nunca pecó ni fue orgulloso. Él vivió teniendo al Padre al mando todo el tiempo (Véase Jn 5:19,30). (Si yo quiero progresar en mi vida espiritual Dios debe estar al mando todo el tiempo. No hay otro camino. Debo dejar de ser señor para que Él lo sea). Sin embargo, Jesús habló amablemente algunas veces, y otras reprendió severamente a los fariseos. No pecaba cuando lo hacía, sino estaba obedeciendo al Padre, y no estaba en el orgullo cuando tomó un azote y expulsó a los mercaderes del templo (Jn 2:13-22). Actuaba impulsado por el celo de Dios. Estaba haciendo exactamente lo que el Padre le dijo que hiciera.

* Después de que Pablo aprendiera que tenía que pasarse al Espíritu para obedecer a Dios, él dijo lo siguiente: “Así que yo de esta manera corro, no como a la aventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” (1Cor 9:26,27). Finalmente Pablo aprendió cómo pelear. Él no boxeaba con su sombra. Él puso su cuerpo bajo sujeción. El no quería ser eliminado después de haber predicado a otros. Tu vieja naturaleza puede ser puesta bajo sujeción y puedes obtener victoria sobre tu carne. Ella no tiene que gobernarte. La llave para matar a tu vieja naturaleza es que te pases al árbol de vida y que permanezcas ahí. Yo he experimentado eso humillándome delante del Señor.

* Muchos cristianos no saben cómo se pasaron al Espíritu cuando lo hicieron. Piensan que fue la alabanza la que los introdujo al Espíritu, cuando en realidad fue el hecho de que confesaran a Jesús como Señor y por un momento sus ojos dejaran de estar puestos en sí mismos. Como yo hice cuando dije: “Me aferro a ti y sólo a ti, Señor”. La dificultad está en permanecer todo el tiempo ahí, sujeto a Jesús, porque nuestra carne se rebela.
Cuando ellos empiezan de nuevo a tomar sus propias decisiones, pierden nuevamente la paz que viene cuando Jesús es Señor. Eso es lo que le ocurre a la mayoría de los cristianos.

* Si tú quieres gozarte caminando con Dios y llegar a conocerlo y entenderlo…tienes que hacer ciertas cosas. Tienes que purificar tu corazón y no ser de doble ánimo. Si tú eres amigo del mundo, eres enemigo de Dios (1Jn 2:15). Hay mucha gente en la iglesia que es amiga del mundo. Están tratando de tener lo mejor de dos mundos: los deseos de la carne y, a la vez, tratando de amar a Dios para no irse al infierno. Todo eso está engranado con una motivación egoísta, y sabemos que el egoísmo es el tronco del árbol del conocimiento del bien y del mal (así como la raíz es el orgullo). No estoy diciendo que no sean salvos, simplemente no son como Cristo.
La única manera como Cristo se manifestará a través de ti es humillándote y reconociendo que Él es Señor. Toma nota: O Él es Señor de todo, o Él es Señor de nada. No va a ser un Señor de tiempo compartido. Si tú eres señor, Él está fuera del cuadro.


* Se te ha ordenado que te sometas a Dios, que resistas al diablo y que te acerques a Dios (St:4:7,8). Cuando te humilles, Dios se acercará a ti y te dará gracia. La gracia completará lo que te hace falta en habilidad…Te dará revelación, unción, provisión, fuerza y todo lo demás que necesites…si Él es quien va a recibir la gloria…Si yo me paso al orgullo y trato de hacerlo todo por mí mismo, pierdo la gracia.

* Si no tienes gracia, es porque estás en el árbol equivocado. Es algo automático: obtienes gracia en el árbol de vida, y la oposición de Dios cuando estás en el orgullo. Cuando estás en el árbol equivocado sólo puedes confiar en ti mismo,
aparte de que Dios te estará resistiendo.
Si yo estoy en el orgullo, en la autosuficiencia, en la autosatisfacción, no puedo confiar en Dios ni quiero; me basto a mí mismo y es todo lo que tengo. Los que confían sólo en sí mismos están llenos de orgullo y Dios los rechaza.

* ¡Con cuánta razón fallamos! Nos encontramos peleando contra Dios y Satanás se la pasa riéndose de nosotros. Algunos tratan de remover la resistencia del camino reprendiendo a Satanás, y como no se va piensan que no tienen suficiente fe. No se va porque no era el diablo. ¡Era Dios! Estaban funcionando en el orgullo y siendo su propio señor, y por eso Dios se oponía a ellos, porque el final del camino que seguían era la muerte espiritual.

* Dios no quiere que vivamos separados de Él, porque Él nos ama. Nosotros no entendemos esta clase de amor. Es como estar caminando al borde de un precipicio en la oscuridad y Dios está parado en la otra orilla del precipicio. Tú decides caminar en ese dirección y Dios se pone al frente para detenerte. Terminas enojado con Dios y seguirás estándolo hasta que llegue la luz del día y veas el precipicio. Muchos cristianos se enojan con Dios porque Él se les opone, y no comprenden que Él está tratando de que no se destruyan. Esta imagen es muy certera: Dios se opone a nosotros y nos crea dificultades cuando nos dirigimos al abismo; nos cierra el camino para que no caigamos, como hizo con Balaam (Nm 22:21-40). Intentar detener a una persona es oponérsele. Es Dios quien nos quiere detener y se lo echamos en cara. Así ocurría conmigo cuando estaba estudiando en Alemania. Seguía un camino de muerte y Dios se interpuso en el camino para que me detuviera, haciendo que me enfermara, a fin de que recapacitara y me arrepintiera. Cuando lo hice dejó de oponerse y empezó a guiarme.
Debatimos acerca de si lo malo que nos ocurre es castigo por nuestros pecados (es decir, las consecuencias de ellos) o guía, corrección de Dios, como si sólo pudiera ser una cosa u otra, y ambas se excluyeran. Pero no hay oposición entre ambas cosas. Un padre azota a su hijo en castigo de sus travesuras y, a la vez, para educarlo. Las dos cosas se combinan muy bien; son caras de la misma moneda. Pero la disciplina de Dios es suave comparada con la disciplina del mundo, porque Él nos ama.

NB En mi blog (JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM) he pegado el texto del excelente discurso pronunciado por el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, en la reciente Cumbre de las Américas realizada en Trinidad Tobago. Recomiendo leerlo porque contiene reflexiones muy oportunas respecto del atraso latinoamericano frente a los tigres asiáticos. En los próximos días voy a colocar un artículo mío sobre la importancia de observar el rostro de las personas para discernir lo que revela acerca de su personalidad y psicología.

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martes, 19 de mayo de 2009

MIS OVEJAS OYEN MI VOZ II

Anotaciones al Margen XVIII

Como en el artículo anterior, basado en el libro de J.C. Hedgecock, las citas del libro están copiados aquí en negrita y cursiva.

* Si no confías en Dios y no permites que Él sea Señor de tu vida Él no establecerá su trono en ti ni tendrá comunión contigo. Dios no irá adonde no lo quieren. Él solamente reinará en tu vid por invitación. Eso es por lo que se refiere a los actos de tu voluntad y a la guía y protección especial que Él dispensa a los suyos, pero no se refiere a tu destino mismo, pues nada escapa a su autoridad y hay muchos aspectos y circunstancias en tu vida que Él ha determinado y que no dependen de tu voluntad.

* Si tú deseas vivir tu propia vida y hacer de ti mismo un necio, puedes hacerlo, En verdad nos engañamos a nosotros mismos cuando tratamos de dirigir nuestras vidas. Dios nos ha advertido que toda la sabiduría del mundo es necedad comparada con la suya. Sus caminos son más altos que los nuestros como son más altos los cielos que la tierra (Is 55:9). Yo quiero Señor que tus planes se realicen en mí. No quiero poner obstáculo a tus proyectos para mí, que tu palabra dice que superan todo lo que yo pueda pensar o imaginar (Ef 3:20). Cuanto más rinda yo mi voluntad a Dios más podrá Él dirigirme y hacer su voluntad en mi. Cuán cierto es que Dios ha dirigido mi vida desde mi nacimiento por caminos que nunca pude sospechar y que me sorprenden. Y cuánto más pudiera Él haber podido hcer en mí si yo, en mi ignorancia, no hubiera ofrecido resistencia.

* Jesús dijo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, e único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado.” (Jn 17:3) El Señor describe ahí en que consiste la vida eterna. Este es el único lugar en la Biblia en que se da una definición exacta de la vida eterna. No es ir al cielo. Todo el mundo tiene un espíritu eterno, pero lo que cuenta es a dónde vas a pasar la eternidad. Se conoce a Dios en el sentido, primario de conocerlo por la fe, al creer en Él, pues no se le puede conocer de otra manera; pero segundo, en el sentido de más profundo de conocimiento íntimo, de intimidad u unión con Él, que es algo que depende sobretodo del deseo que uno tenga y del amor.

* El cielo es Jesús y el Padre, no las calles de oro ni las puertas de perlas. Yo ya tengo una parte del cielo porque tengo al Señor en mi corazón. No es la plenitud que tendré cuando vaya al cielo, pero la tengo en la medida en que ya lo esté disfrutando ahora. Si yo conozco íntimamente a Jesús y al Padre ahora, yo tengo vida eterna ahora, y eso es un adelanto del cielo.

* La relación íntima con Dios produce gozo y paz necesaria e inevitablemente Si yo no tengo gozo y paz es porque algo está fallando en esa relación con ÉL, o porque hay un pecado escondido en mi vida que no quiero reconocer.

* Quiero mostrarte un ejemplo a manera de ilustración de lo que es el señorío de Dios. En medio del jardín del Edén había originalmente dos árboles: el árbol de vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal, no sólo del conocimiento mal. En el principio Dios había prohibido que el hombre tuviera conocimiento de uno u otro comiendo del árbol. Él no quería que el hombre tomara decisiones al respecto. Él era Dios y decidiría qué era bueno o malo. Dios no quería que Adán y Eva tuvieran que decidir entre el bien y el mal, ni siquiera que conocieran la diferencia entre uno y otro; sólo quería que obedecieran. Y ellos le fallaron.

* Nunca llegarás a conocer a Dios en el árbol del conocimiento del bien y del mal. Lo único que podrás llegar a conocer serán tus propios juicios acerca de lo que examines y estudios sobre lo que es bueno o malo. Esto es lo que la gran mayoría de los moralistas y filósofos del mundo hacen. Por eso es que su conocimiento es tan limitado y tan incapaz de comunicar vida.

* Tú puedes desempeñar el papel de Dios y juzgar de lo que es bueno o malo y decidir lo que harás o no harás. Da lo mismo si tratas de hacer el bien o el mal: el hecho de que tú seas quien decida te convierte en el señor de tu vida, y ESO ES PECADO.
Esta es la independencia del que no reconoce a Dios por lo que es. Cree que su destino está en sus manos y que él es el señor de su vida. En el fondo ese fue el pecado de Adán y Eva. Nosotros lo repetimos y por eso vivimos en lo que los antiguos llamaban “un valle de lágrimas”. El Edén está muy lejos de nosotros, no sólo a causa de nuestros primeros padres, sino debido a nuestros propios actos.

* El propósito original de Dios fue que el hombre participara del árbol de vida, no del árbol del conocimiento del bien y del mal, una vez que superara la prueba a la que lo sometió. Esto es, que tuviera intimidad con su Padre, Dios, y que viviera eternamente con Él. Cuando uno está unido a Dios, vive como el sarmiento que se alimenta de la savia que viene de la raíz. Por eso es árbol de vida.
El árbol de vida hoy día que no estamos en el Edén, es la cruz; el árbol del conocimiento del bien y del mal es la carne, la autonomía, la facultad de decidir por sí mismo qué es bueno y qué es malo.
El árbol de vida es entregarse incondicionalmente a Dios, así como Jesús puso su vida sin condiciones por nosotros.

* Quiero que veas a las dos naturalezas como estos dos árboles. La caída, la naturaleza de Adán, es este árbol del conocimiento del bien y del mal, y la otra es el árbol de vida, la cual es la naturaleza de Cristo. Esta es la naturaleza que recibimos cuando aceptamos que Cristo entre en nuestras vidas. Hasta entonces estábamos separados de Dios y condenados al infierno. Sólo teníamos la naturaleza caída. Cuando vinimos a Cristo obtuvimos la nueva naturaleza. Como cristianos tenemos dos naturalezas (en el lenguaje de Pablo el “viejo hombre” y el “hombre nuevo”), mientras que la gente perdida sólo tiene una naturaleza. Siendo cristianos no perdemos la naturaleza de Adán. El espíritu de Dios que entra en nosotros, es cierto, anula la maldición de la naturaleza caída y quita todo pecado pasado. Nos da también el poder de matar a la vieja naturaleza para que podamos funcionar en la naturaleza de Cristo, pero no la anula de golpe. Ese es nuestro trabajo.

* Nunca vas a llegar a ninguna parte tratando de ser un cristiano. O eres como Cristo, o no lo eres. Cristiano significa ser “como Cristo” (1Jn 2:6), un seguidor de Cristo. No alguien que una vez tomó una decisión y tiene su nombre apuntado como miembro de una iglesia. El cristiano camina en el Espíritu. Si tú no estás caminando en el Espíritu tal vez seas salvo, pero no eres un cristiano. En otras palabras, no eres “como Cristo”. No estás siguiendo a Cristo.
Llevamos la palabra “cristiano” de aquí para allá, y hasta nos referimos a nuestro país como una nación cristiana. Pero nuestra nación no sigue al Señor ni se comporta en nada “como Cristo”. Hemos usado incorrectamente la palabra, hasta el punto en que la mayoría de la gente en la iglesia no entiende lo que es ser cristiano . Los discípulos fueron llamados “cristianos” en Antioquia (Hch 11:26), porque seguían a Cristo
(y eso tenía para ellos un alto costo). Hoy la mayoría de la gente en la iglesia está siguiendo sus propios deseos carnales y sus propias voluntades, tratando de construir sus propios reinos y ser sus propios dioses (Nota), pero no son discípulos de Cristo, no caminan tras sus pasos, porque no están dispuestos a morir a sí mismos. Mientras no muramos a nosotros mismos, nuestro cristianismo es un barniz superficial que no influye en el mundo.

* El día del juicio final muchos estarán delante de Jesús diciendo que hicieron muchas cosas en su nombre: Pero Jesús les contestará: “Nunca os conocí.” (Mt 7:23) Esos son los que hicieron muchas obras exteriores (profetizaron, expulsaron demonios e hicieron milagros) pero, al mismo tiempo, desobedecían a Dios, o lo negaban, porque sus intenciones no eran rectas, o se servían a sí mismos pretendiendo servir a Dios.

* Mientras estemos en la vieja naturaleza no tenemos otra alternativa que funcionar en ella. Podemos tratar de ser buenos, pero eso no nos salvará más que si estuviéramos asaltando bancos. No estoy diciendo que alguien no podría ser mejor persona que otro. Lo que estoy diciendo es que eso no tiene nada que ver con nuestra posición ante Dios. Lo único que tiene valor eterno no es lo que nosotros hacemos en el nombre del Señor (pues podríamos invocar su nombre falsamente). Sólo lo que se hace en el espíritu, en la naturaleza nueva que Dios nos ha dado (el árbol de vida) tiene valor eterno.Lo que el autor está diciendo es que las buenas obras hechas viviendo en pecado no cuentan para nuestra recompensa, lo que no quita que Dios pueda usar a los pecadores y sus hechos como instrumentos de su obra.

* Dos personas pueden estar haciendo la misma cosa y una obra puede ser aceptable a los ojos de Dios y la otra no. Todo depende del espíritu en que obró la persona, de quién fue el señor de su proyecto. Eso explica por qué Dios miró con buenos ojos el sacrificio de Abel y rechazó el de Caín (Gn 4:4,5). Dios ve las intenciones del corazón, más allá de lo externo de los actos.

* Si tú eres cristiano, pero tienes un pecado escondido en tu vida y no te has arrepentido, la paz de Dios no rige tu corazón. Como consecuencia, no tienes al testimonio del Espíritu Santo en ti y puedes ser engañado.
Esto es muy importante. El que vive en pecado puede ser engañado fácilmente por Satanás que es el padre de la mentira. Está “ausgeliefert”, entregado sin remedio y sin defensa ante las enseñanzas falsas. He ahí por qué mucha gente, incluso creyentes, son víctimas de enseñanzas equívocas: porque viven en pecado no pueden reconocer el error. No tienen el testimonio del Espíritu de Verdad en ellos que pudiera detectarlo. Ese es el motivo también por el cual pululan tantas enseñanzas falsas en el mundo que capturan a mucha gente inteligente. El pecado nubla su inteligencia.

* Hedgecock dice que el cristiano debería estar siempre en el estado de paz de que gozó al convertirse, según la frase de Pablo: “que la paz de Dios gobierne vuestros corazones.” (Col 3:15). Pero si no goza de esa paz, ¿cuál es la causa? ¿Qué cosas son las que lo perturban? Las preocupaciones de la vida diaria. Es inevitable que lo afecten, pero si confiara más en Dios lo afectarían menos (Mt 6:25-34). La paz de que gozamos es una medida de nuestra unión con Dios y de nuestra confianza en Él.

* Cuando nos hemos arrepentido y la paz ha entrado en nuestro corazón el Espíritu tiene libertad para funcionar en nosotros. Tendremos la sensibilidad necesaria para saber cuando el Espíritu nos mueve en uno u otro sentido para que hagamos algo.
Es como el tacómetro: que, para que pueda medir la velocidad, tiene que estar en cero, es decir, en reposo. Estar en paz es como estar en cero. El tacómetro mide la perturbación del punto de equilibrio. Si estamos en paz (es decir, en cero) podemos percibir todo lo que altera el equilibrio interno. Pero si no estamos en paz Dios puede hablarnos sin que nos demos cuenta.

* Debemos aprender a ser sensibles para escuchar la voz o el aviso del Espíritu cuando oímos una prédica o se sentimos un impulso para hacer algo. En todas las decisiones que tomemos debemos contar con la ayuda de dos testimonios: Lo que dice la Escritura y la vez del Espíritu.

* Satanás es el padre del orgullo y de toda mentira. El orgullo comenzó cuando él decidió exaltarse por encima del Dios Altísimo. Lo mismo ocurrió cuando Adán y Eva decidieron participar del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque querían ser su propio dios. Ese es el problema que tenemos hoy. Todos quieren ser sus propios dioses, tal como Adán y Eva quisieron (Gn 3:5,6) Pero sólo hay un Dios. Debemos dejar de querer ser nuestro propio dios. Cuando vinimos a Cristo aceptamos al Dios Todopoderoso como Señor. No hay oportunidad para ningún otro dios; sólo hay oportunidad para hijos e hijas. Podemos recibir la herencia de Dios, pero no vamos a ser Dios.
Ser Dios es lo que pretenden el hinduista y el ocultista. Pero eso es imposible porque una distancia infinita separa a Dios de su criatura. Mucho mejor, y ciertamente posible, es participar de la herencia de Cristo como hermanos adoptivos suyos. Eso es algo que está abierto a todos por fe. Querer ser Dios es una aspiración que Satanás pone en el corazón del hombre, semejante a la que ocasionó su caída. Porque está inspirado por Satanás el hinduismo fomenta el orgullo en sus seguidores, como yo he podido más de una vez comprobar.

* Del árbol del conocimiento del bien y del mal obtendrás toda clase de frutos, tales como malos hábitos, deseos pecaminosos, ambición desmedida, desobediencia y rebelión. El árbol de vida (que tiene a la humildad por raíz) producirá los frutos del espíritu y buenos hábitos. El orgullo lleva al egoísmo, así como la humildad lleva al desprendimiento. Esta es una ley espiritual que tiene pocas excepciones.

* La mayoría de los cristianos no practicarán la maldad abiertamente, pero practicarán ser su propio señor y hacer el bien a su manera. La mayoría de las personas religiosas están en eso: ser su propio señor y tratar de hacer el bien de acuerdo a su mejor entender. Por ese motivo su labor suele ser infructuosa. Sólo la obra guiada por el Espíritu Santo produce fruto abundante.

* Pablo escribió: “Yo sé que en mí, eso es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.” (Rm 7:18) Esto es la depravación, o corrupción, de la naturaleza humana: quiere hacer el bien y evitar el mal, pero no puede. Sin embargo no es una depravación total, pues aun desea hacer el bien y se esfuerza por lograrlo.

* No tienes que seguir viviendo en el árbol del conocimiento del bien y del mal. No tienes que tratar de vivir para Dios en tu naturaleza carnal. Dios te dio una naturaleza nueva que ama el vivir para Él. Dios te dio la naturaleza de Jesucristo y no hay lucha para que el Espíritu de Dios haga las cosas de Dios. Esa naturaleza se deleita en obedecer a Dios, simplemente fluye en ello. A la vieja naturaleza nunca le gustará hacer lo que Dios quiere que haga. Eso es lo que nos ocurre con frecuencia: sentimos un placer enorme de hacer las cosas de Dios y nos sentimos santos y puros. Pero de repente volvemos a sentir los deseos carnales y queremos satisfacerlos aun a costa de nuestra comunión con Dios. Lo primero es estar en la naturaleza nueva; lo segundo, es la antigua. Es el paso de una naturaleza a la otra lo que explica el cambio tan marcado en nosotros.

* Tratar de caminar en el Espíritu mientras se está en la naturaleza de Adán es como tratar de empujar una carreta pesada cuesta arriba. Sólo quiere hacer lo que quiere, no importa lo que Dios diga. La vieja naturaleza siempre quiere hacer lo opuesto. Hará otra cosa buena con tal de no hacer lo bueno que Dios quiere que haga. Pero el principio fundamental es: No hacer lo bueno que yo quiero, sino lo que Dios quiere que yo haga.

* Nuestro problema como cristianos es que tenemos un cuerpo en que se alojan dos naturalezas, que son contrarias la una de la otra. El Espíritu de Dios y la vieja naturaleza siempre están peleando entre sí. Pablo lo explicó claramente: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, y ambas se oponen entre sí para que no hagáis lo que quisiereis.” (Gal 5:16).

Nota El autor no está pensando en ninguna iglesia en particular sino en todas las iglesias que se dicen cristianas en general, cualquiera que sea su denominación.

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