LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
JESÚS ANUNCIA LA DESTRUCCION DE
JERUSALÉN III
Un Comentario de Lucas
21:22-24
Día de retribución o de
venganza, del ajuste de cuentas, por no haber reconocido el día de su
visitación, por haber rechazado y crucificado al Mesías que venía a salvarlos.
Este versículo debe leerse recordando lo que Jesús ya había dicho sobre la
destrucción futura de Jerusalén: “Y
cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si
también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas
ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos
te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te
derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra
sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.” (Lc
19:41-44).
La retribución es el pago, la venganza por todo el mal
cometido anteriormente en contra de Dios y del pobre, tantas veces denunciado
por los profetas de Israel, pero sobre todo, por el crimen cometido al
crucificar a Jesús. Los profetas del pasado habían hablado con frecuencia del
“día del Señor”, el “día de la ira” y “de la venganza”. Por ejemplo Isaías: “He aquí el día de Jehová viene, terrible, y
de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad y raer de
ella a sus pecadores.” (13:9) (1). También otros profetas como Oseas (9:7), Joel (2:1,2),
Amós (5:16-20) y Sofonías (1:14-18) usan un lenguaje semejante (2).
Nótese que así como hay un día de ajuste de cuentas para
las naciones (piénsese en la destrucción devastadora que sufrió Alemania al
final de la segunda guerra mundial, en la que ciudades enteras fueron casi
borradas del mapa) lo hay también para los individuos, en el que se cosecha
todo lo que se ha sembrado. Esa cosecha se produce no sólo en la otra vida,
sino muchas veces también en ésta y, a veces, sin mucha dilación, en términos
de deterioro de la salud, de soledad, de pobreza y ruina, de abandono y muerte
prematura. Pero para muchos esos días de sufrimiento son también días de
gracia, porque gracias a esos dolores y días de tribulación buscan a Dios y se
convierten.
23. “Mas ¡ay de las que estén encinta, y de las
que críen en aquellos días! Porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira
sobre este pueblo.”
Aquí Jesús habla de la
terrible suerte que correrán las mujeres que estén impedidas de huir
libremente, sea porque están encinta, sea porque tienen hijos pequeños de los
que deben ocuparse y que las retienen. Vale la pena recordar a este respecto
las palabras que Jesús pronunciara poco después camino al Calvario,
dirigiéndose a las mujeres que lo seguían, porque son una intensificación de la
profecía: “Hijas de Jerusalén, no lloréis
por mí sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí que
vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles y los vientres que no
concibieron, y los pechos que no criaron.” (Lc 23:28,29) (3)
Pero lo que ocurrirá a los habitantes de la ciudad no
tendrá precedentes, será una terrible calamidad nunca vista, en que se
derramará toda la ira divina. El relato del horrendo sufrimiento que padecieron
los que permanecieron en la ciudad sitiada que hace el historiador Josefo, es
sobrecogedor: los parientes se disputaban furiosamente en las casas el menor
rastro de alimento; en su desesperación se comían hasta las suelas de los
zapatos y el cuero de sus correas; las mujeres asaban a sus propios hijos
pequeños para comerlos; la gente que se moría de hambre estaba tan exánime que
era incapaz de enterrar a los cadáveres, por lo que un terrible hedor de
cadáveres en descomposición flotaba sobre toda la ciudad… El sufrimiento de los
habitantes se vio agravado por el hecho de que antes de que se acercaran las
tropas romanas los fanáticos zelotes tomaron el control de la ciudad, y
obligaron a todos sus pobladores a resistir, incluso a aquellos que
consideraban que era inútil toda resistencia, y asesinaron a mansalva a sus
opositores, cometiendo toda clase de torpes excesos. A todo ello se añadió el
ingreso de unos 20,000 idumeos ávidos de sangre, hecho que suscitó una querella
entre los zelotes mismos que se dividieron en dos facciones. Esta disputa y las
matanzas perpetradas, debilitaron la resistencia. Se cumplieron entonces con
terrible exactitud las palabras de Jesús que consigna Mateo 24:21 “Porque
habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del
mundo hasta ahora, ni la habrá.”
24. “Y caerán a filo de espada, y serán llevados
cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta
que los tiempos de los gentiles se cumplan.”
Tito sitió la ciudad
usando grandes torres de asalto que acercó a los muros, e hizo construir un cerco adicional para que nadie
pudiera entrar ni salir de ella, y así poder reducirla por el hambre. Pese a la
terrible condición en que se encontraban, los sitiados ofrecieron una obstinada
resistencia que descorazonó a los romanos. Derribada la torre Antonia, la
ciudad fue tomada barrio por barrio en una lucha encarnizada cuerpo a cuerpo, y
fue incendiada y reducida a escombros.
El 6 de agosto el templo fue incendiado por las tropas
romanas. Josefo exime de responsabilidad a Tito (que era de hecho su patrón,
pues él se había puesto al servicio de los romanos) atribuyendo el incendio al
descontrol de las tropas. Pero, según el historiador Tácito, fue Tito mismo
quien ordenó su destrucción pensando que, destruido el templo, la religión
judía desaparecería junto con la cristiana.
Producida la derrota los romanos demolieron todas las casas
y edificios que habían quedado en pie –exceptuando las tres torres del palacio
de Herodes y una parte de las murallas- y revolvieron la tierra, de tal modo
que todo el que visitara el lugar difícilmente creería que había sido habitado.
“Y caerán a filo de
espada…” (4). Según Josefo 1,100,000 personas perecieron, sea por el
hambre, o por las enfermedades, pero sobre todo por los enfrentamientos y la
matanza generalizada que siguió a la toma de la ciudad. Esa cifra puede ser
algo exagerada, pero aun reduciéndola a la mitad nos da una idea de la
devastación ocurrida.
“Y serán llevados
cautivos a todas las naciones…” (cf Dt 28:64) Según el
mismo Josefo 97,000 judíos fueron llevados como esclavos y dispersados por el
imperio. La profecía proferida por Jesús tuvo en este punto también un
cumplimiento asombrosamente exacto.
“Jerusalén será hollada
por los gentiles…” En efecto, desde
entonces la ciudad ha estado en manos de no judíos. Después de debelada con
ferocidad la segunda sublevación, la de Bar-Kojba, en los años 132-135, (5) los romanos construyeron
sobre el Monte Sión y alrededores una ciudad que llamaron “Aelia Capitolina”.
El año 324 el emperador Constantino unificó el imperio que gobernó desde la
capital fundada por él, Constantinopla, en el emplazamiento de la antigua
ciudad de Bizancio. La dominación bizantina de Jerusalén duró hasta el año 614
en que fue tomada por los persas. Pero su dominio duró poco, pues en 638 fue
conquistada por los árabes musulmanes, quienes en el año 691, completaron la
construcción del edificio llamado “Domo sobre la Roca” en el sitio que se cree ocupaba
el antiguo templo. El año 1099 la ciudad cayó en manos de los cruzados, que
fueron a su vez derrotados por Saladino en 1187. En 1250 la ocuparon los
mamelucos de Egipto, y en 1517 el turco Solimán el Magnífico la conquistó para
el Imperio Otomano, en cuyo poder permaneció hasta el año 1917, (Es curioso
¡400 años, tantos como duró la permanencia del pueblo hebreo en Egipto!) año en
que la administración de la tierra fue entregada a la Gran Bretaña.
“Hasta que los tiempos
de los gentiles se cumplan.” Esta frase guarda
relación con lo que escribe Pablo en Romanos: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no
seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel
endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;”
(11:25). La frase de Lucas puede tener uno de los siguientes significados: 1)
Hasta que se cumpla el tiempo acordado para que los gentiles elegidos por Dios,
al ser predicado el evangelio en toda la tierra, se conviertan (véase el texto
de Pablo citado); o 2) Hasta que se cumpla el tiempo previsto para que los
gentiles ocupen en la iglesia el lugar acordado inicialmente a Israel, esto es,
hasta que la mayoría de los judíos se conviertan a Cristo y sean reinjertados
en su propio olivo (Rm 11:23,24), de modo que, junto con los cristianos
gentiles, constituyan una sola iglesia; o 3) simplemente, y más probable, hasta
que llegue el tiempo en que la ciudad santa vuelva a manos de los judíos. Esto
último es lo que estamos viendo cumplirse en nuestros días.
En 1947 las Naciones Unidas dispusieron que la ciudad de
Jerusalén fuera internacionalizada. Al año siguiente las NNUU dispusieron la
creación del Estado de Israel. En el curso de la corta guerra con los árabes
que siguió a la proclamación de la independencia de Israel, el ejército israelí
conquistó la parte moderna de la ciudad. Durante la guerra de los seis días,
exactamente el 8 de junio de 1967, los israelíes liberaron la ciudad antigua,
salvo el Monte del Templo donde se encuentra el “Domo sobre la Roca”. Según
algunos Jerusalén dejó de ser hollada por los gentiles en ese momento. Según
otros, dejó de serlo el año 1980 cuando el Estado de Israel, haciendo caso
omiso de las resoluciones de las NNUU, proclamó que Jerusalén era una ciudad
unificada bajo la soberanía israelí. Según otros –y yo me inclino por esa
opinión- Jerusalén seguirá siendo hollada por los gentiles mientras la
explanada donde se encuentran el Domo sobre la Roca y la mezquita Al-Aqsa, (el
emplazamiento del antiguo templo) permanezca bajo el control religioso árabe.
Nótese que a continuación del versículo citado de Romanos,
Pablo escribe: “y luego todo Israel será
salvo.” (11:26), algo que todavía parece lejano, pese al número creciente
de judíos que se están convirtiendo a Cristo. Pero ¿cómo no dejar de admirar la
forma extraordinaria como una profecía pronunciada por Jesús hace casi dos mil
años está siendo cumplida en nuestro tiempo? Recuérdese que siglos antes el
profeta Daniel había anunciado la muerte del Mesías y la destrucción del templo
y de la ciudad: “Y después de las sesenta
y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un
príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario.” (Dn 9:26) Lo
primero se cumplió cuando Jesús fue crucificado; y lo segundo, en los
acontecimientos ocurridos el año 70 que hemos mencionado en estos tres
artículos.
Sin embargo, algunos estudiosos racionalistas de la Biblia
sostienen que los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) fueron escritos
después del año 70, es decir, después de ocurridos los acontecimientos -según
ellos, supuestamente predichos- para desvirtuar el hecho de que 40 años antes
de que sucediera, Jesús pudiera haber profetizado la destrucción del templo de
Jerusalén y de la ciudad con una precisión tan grande.
La destrucción de Jerusalén el año 70 no sólo significó la
abolición del culto del templo, ya caduco e innecesario (Hb 10:1-9), y la
desaparición del partido de los sacerdotes, el de los saduceos, sino también la
desaparición de la comunidad apostólica de Jerusalén que había liderado
Santiago y, muerto éste –según documentos posteriores- su primo Simeón. Esa
comunidad madre sobrevivió durante algún tiempo sólo en grupos aislados en
Perea y regiones aledañas. Con ellos desapareció la oposición judaizante al
mensaje de Pablo que éste tuvo que enfrentar (Véase Gálatas y Colosenses). Pero
ya Pablo había sido también sacrificado.
Notas: 1. Esas palabras de Isaías, que Jesús ciertamente conocía
muy bien, se refieren a la destrucción de Babilonia, que Él relaciona con la de
Jerusalén. Nótese cómo el vers. 10 de ese pasaje (“Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán luz; y
el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor.”) se parece
a las palabras que Jesús pronuncia en Mt 24:29a: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se
oscurecerá, y la luna no dará su resplandor…”.
2. Según muchos intérpretes Jesús usa la destrucción de
Jerusalén y la devastación de Galilea y Judea como imagen que prefigura lo que
ocurrirá al final de los tiempos. Por eso en el pasaje que sigue a
continuación, a partir del vers. 25, (y en los pasajes paralelos de Mateo y
Marcos) habría una transición brusca del anuncio de cosas que están próximas a
suceder, a acontecimientos que son todavía muy lejanos.
3. Esta frase de Jesús es tanto más osada cuanto que para una
mujer en aquel tiempo no tener ni criar hijos era una condición humillante.
Véase al respecto las palabras que Isabel pronunció cuando resultó embarazada,
en Lc 1:25.
4. Esta es una expresión tomada de Sir 28:18, y que Jesús
seguramente conocía, y que se encuentra también en la Septuaginta (Jc 1:8,25).
5. Unos setecientos años antes de Cristo, Miqueas profetizó: “A causa de vosotros Sión será arada como
campo, y Jerusalén vendrá a ser como montones de ruinas…” (Mq 3:12). Un
siglo después Jeremías citó textualmente esta profecía, como para subrayar su
importancia histórica. La profecía se cumplió literalmente ¡ocho siglos más
tarde!, algunos años después de la derrota de Bar-Kojba, cuando el gobernador
romano hizo arar todo el territorio del monte del templo y sus alrededores,
para que no quedara huella de lo que allí había existido. Los judíos fueron
expulsados de su tierra, y se les prohibió bajo pena de muerte regresar a ella.
Desde entonces el pueblo judío fue un pueblo errante y sin tierra, perseguido y
expulsado de una nación tras otra, hasta que surgió el movimiento sionista a
fines del siglo XIX, que inició el movimiento de retorno a Israel. No ha
existido pueblo alguno en la historia que se haya mantenido unido durante
siglos sin tener una patria propia. ¿Qué mayor prueba de la veracidad de las
profecías que aquella de Pablo que aseguraba que el pueblo elegido subsistiría
hasta el final de los tiempos en que reconocería a Jesús como el Mesías
esperado? (Rm 11:26)
Jesús, Yo sé que tú moriste por mí en
expiación de mis pecados y que me ofreces gratuitamente tu perdón. Aunque no lo
merezco, yo lo acepto. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte.
#939 (21.08.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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