martes, 24 de noviembre de 2015

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS X - FILADELFIA I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS X
A LA IGLESIA DE FILADELFIA I
Un Comentario de Apocalipsis 3:7,8


7. Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:”
La sexta carta está dirigida a la iglesia de Filadelfia (Nota 1). Al identificarse a sí mismo, Jesús no recurre como en cartas anteriores, a las descripciones de la visión de Juan, sino en parte a palabras que figuran más adelante y que describen al jinete del caballo blanco, de quien el texto dice que se llama “Fiel y Verdadero” (Ap 19:11). Pero aquí primero Jesús se llama a sí mismo “el Santo”. Sólo Dios es santo aunque se nos exhorta a que, a imitación suya, nosotros tratemos de serlo: “Sed santos, porque yo soy santo.” (1 P 1:16; cf Lv 11:45). Los demonios a quienes Jesús expulsa lo llaman “el Santo de Dios” (Mr 1:24; Lc 4:34). En Hch 3:14 el apóstol Pedro, evocando la muerte de Jesús, lo llama Santo y Justo. 

Jesús no sólo es santo siendo Dios, sino que es el único verdadero. ¿Qué quiere decir eso? Que es el único hombre cuyas palabras sean todas verdad, porque Él es la verdad misma (Jn 14:6). Siendo Él la verdad, y no habiendo en Él ni sombra de error o engaño, todo lo que Él diga es verdad y debe ser creído. Ésa es la obligación que Él nos impone. Y sin embargo, no todos creen en sus palabras, porque ya lo dijo Jesús, que no todos pertenecen a la verdad sino son hijos, es decir, siervos del padre de la mentira, el diablo (Jn 8:44). Y lo son porque el pecado y el orgullo han cerrado sus oídos. Pero notemos que en hebreo la palabra “verdad” (emuna) tiene la connotación de fiel y confiable. Como dice el Sal 146:6: “El que guarda verdad para siempre.”

Luego Jesús dice de sí mismo palabras que son una cita de la frase que el profeta Isaías dirige al mayordomo Eliaquim, a quien Dios llama a tomar el lugar del impío Sebna: “Y pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y nadie abrirá.” (Is 22:22). Y, en verdad, Jesús es el supremo mayordomo de la casa de su Padre: la puerta que Él abre, nadie la puede cerrar; y la puerta que Él cierra, nadie la puede abrir, porque a Él se le ha dado “toda potestad en el cielo y en la tierra.” (Mt 28:18).

En el contexto del Antiguo Testamento la llave de David es la llave de la “casa” o “linaje de David”, es decir, el reino mesiánico que pertenece a Jesús, el león de la tribu de Judá (Ap 5:5), el “Rey de Reyes y Señor de Señores” (Ap 19:16), que está destinado a reinar “sobre la casa de David para siempre, y su reino no tendrá fin.” (Lc 1:33).

¿Qué representa para nosotros la puerta que está implícita aquí? En primer lugar, la puerta del cielo, es decir, de la salvación (Jn 10:7,9). Es Él quien la abre de par en par para nosotros, o el que la cierra inexorablemente a los que lo rechazan.

En Mt 7:13,14 Jesús dijo: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” Jesús no sólo dijo de sí mismo que Él era “el camino, la verdad y la vida.” (Jn 14:6), sino que Él era también “la puerta de las ovejas.” (Jn 10:7).

Hay dos caminos y dos destinos finales totalmente distintos. Él nos muestra el camino que lleva a la vida, pero para que vayamos por él es necesario que Él nos abra la puerta estrecha por donde empieza, y que es Él mismo. Para entrar por ella debemos despojarnos de todo orgullo y de todo egoísmo; y hacernos humildes como Él era, y estar dispuestos a morir en la cruz que Él nos asigne (Mt 16:24).

Pero la puerta representa también oportunidades que Él nos abre para que trabajemos; o los caminos que Él nos señala para que los sigamos; o los que cierra para que nos alejemos de ellos. Pablo usa con frecuencia la figura de una puerta abierta para referirse a las oportunidades que el Señor le brinda para predicar el Evangelio (Hch 14:27; 1Cor 16:9; 2Cor 2:12). Pero él no sólo predicaba a Cristo cuando estaba libre, sino también cuando estuvo preso en Roma, esperando ser juzgado por el César, a quien había apelado (Hch 25:10-12), gozando, es verdad, de cierta libertad –lo que nosotros llamaríamos “arresto domiciliario”- pues vivía en una casa alquilada “y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.” (Hch 28:30,31; cf Col 4:3,4).    

¡En verdad cuánta bendición trae a nuestras vidas que nosotros dejemos que sea Jesús quien nos dirija abriendo o cerrando puertas a nuestras actividades, y a nuestro servicio; que dejemos que Él nos diga a diario lo que nosotros debemos hacer, y que lo hagamos. El que lo siga, es decir, el que le obedezca, “no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8:12), y será también una luz para otros (Mt 5:14-16). Así pues también nosotros, en nuestra modesta medida, podemos ser una luz que anime y edifique a otros, y que les ayude a seguir el camino que Dios les traza; que les recuerde que, pese a nuestras limitaciones, Dios nos capacita para la obra a la que Él nos ha llamado. No seamos pues tímidos sino osados, porque si Él nos llama, Él también obrará a través nuestro.

8. “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.”
Así como hay dos cartas que contienen reproches, esta carta, dirigida posiblemente a una iglesia pequeña (tienes poca fuerza) es sumamente elogiosa, como lo es también la carta dirigida a la iglesia de Esmirna.

Jesús afirma, como en todas sus otras epístolas, que conoce muy bien las obras del ángel (pastor u obispo) de la iglesia. Conoce no sólo las suyas, conoce también las de cada uno de nosotros y, por tanto, también las mías. Todo lo que hacemos, sentimos, pensamos y hablamos lo conoce Él en detalle. ¡Cuánto motivo para temblar delante de Él, si no fuera por su misericordia que atempera su justicia!

Hacia los que son pocos y pequeños, y luchan contra circunstancias adversas, Él se inclina con benevolencia, pero a los que tienen todo a su favor, pero no aprovechan las oportunidades que se les presentan, Él los tratará con severidad.

En este caso Jesús dice a la iglesia: Aunque no eres numerosa has guardado mi palabra –y he aquí lo más importante- pese a la persecución, no has negado mi nombre; es decir, no has renegado de mí, me has confesado sin temor delante de los hombres. Por eso, yo confesaré el tuyo delante del trono de mi Padre. ¡Pero qué tremendo sería que nosotros diéramos ocasión a que Él nos niegue delante de su Padre, porque nosotros lo negamos delante de los hombres! (Mt 10:32,33)

Las palabras “tienes poca fuerza” pueden aludir al hecho de que no había en esta iglesia “muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles” (1Cor 1:26), pese a lo cual Dios pudo obrar poderosamente a través de ellos.

Yo he abierto una puerta de oportunidad delante de ti –no sabemos en qué consistía esa oportunidad- para que anuncies mi nombre delante de los infieles. Tal vez la puerta consistía en la cantidad de gente que venía a la ciudad debido a su actividad comercial. La llave de David con que se abre la puerta denota la extensión del reino. Quizá la puerta era precisamente la persecución que sufrían los de Filadelfia, porque es probable que concitara la atención de la gente y que eso les diera ocasión para proclamar el mensaje de Jesús. El ejemplo de constancia que han dado los perseguidos ha convertido siempre a muchos espectadores.  (2)  Por eso Satanás es derrotado muchas veces cuando creía haber vencido. Ese fue el secreto de la muerte de Cristo. Satanás pensó que había vencido al verlo morir, cuando en realidad fue derrotado. Igual sucede con los cristianos: ellos triunfan cuando parecen vencidos. Su influencia aumenta con la persecución. En nuestro tiempo hay muchos lugares donde los cristianos son perseguidos, y otros donde les está prohibido, bajo pena de muerte, evangelizar. Pero hay también muchos, como nuestro país, donde las puertas están abiertas. Esas son las oportunidades que nosotros debemos aprovechar para llevar el mensaje de salvación a los perdidos, a los que, sin saberlo, andan por el camino ancho y espacioso que lleva a la perdición, porque nadie les ha advertido. A nosotros toca mostrarles la puerta y el camino estrecho que lleva a la vida. No  tenemos excusa si no lo hacemos.

Notas: 1. Filadelfia es el nombre de una ciudad situada en la provincia romana de Asia (que no debe confundirse con el continente de ese nombre) que fue fundada por Eumenes, rey de Pérgamo en el segundo siglo AC. El nombre de la ciudad [Philadelphia en griego, de philia (amor filial) y adelphós (hermano)] se lo puso Eumenes II en recuerdo de su hermano Attalus II, que fue llamado Philadelphus (hermano amante) por su fidelidad proverbial.

Estaba situada en la parte alta de un ancho valle y en el umbral de una llanura muy fértil, de donde provenía la riqueza comercial de la ciudad. Albergaba varios templos paganos, que le aseguraban un flujo constante de peregrinos, por lo que llegó a ser conocida como “pequeña Atenas”. A inicios del siglo II, Ignacio, obispo de Antioquía, camino a Roma, donde sería martirizado, escribió una carta a la iglesia de Filadelfia.

Sin embargo, esa región estaba sujeta a terremotos, uno de los cuales, el año 17 DC, destruyó totalmente la ciudad. Reconstruida generosamente por los romanos, la ciudad adoptó el nombre de Neocesarea, en homenaje al César, su benefactor, pero pronto retomó su antiguo nombre. La ciudad se hizo famosa por sus templos y festivales religiosos. Pero no era la única ciudad en ese tiempo que se llamaba así. Había otra en Egipto. Filadelfia era también el nombre de una de las ciudades de la Decápolis, la antigua Rabá, capital de los amonitas, que fue conquistada por David (2Sm 12:26-31). En los EEUU, donde abundan las ciudades con nombres bíblicos, hay una gran ciudad en el estado de Pennsylvania que se llama así, donde se firmó la independencia de ese país el año 1776.  

La carta dirigida al ángel de la iglesia de Filadelfia alude posiblemente a algunas de las circunstancias de la ciudad. Como Philadelphus fue renombrado por su fidelidad a su hermano, la iglesia fue conocida por su fidelidad a Cristo. Como la ciudad está situada en una puerta abierta a la región de donde deriva su riqueza, a la iglesia se le ofrece la oportunidad de ser una “puerta abierta” para la extensión del Evangelio. En contraste con la inestabilidad del suelo, debido a los terremotos, a los que vencieren se les ofrece la estabilidad suprema de ser columnas en el templo de Dios. (Información tomada principalmente del “New Bible Dictionary”). La ciudad sobrevive con el nombre de Ala-sehir, (probablemente “ciudad de Alá”), una cuarta parte de cuya población es griega y cristiana.

2. En cambio la inconstancia, o la infidelidad de la Iglesia, alejan de ella a los que pudieran haberse convertido. De ahí la tremenda responsabilidad de los que causan escándalos en la iglesia que la vuelven indigna del nombre que llevan.



Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te animo a adquirir esa seguridad porque de ella depende tu destino eterno. Con ese fin te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”


#906 (). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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