LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE
IGLESIAS X
A LA IGLESIA DE
FILADELFIA I
Un
Comentario de Apocalipsis 3:7,8
7. Escribe al ángel de la iglesia en
Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el
que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:”
La sexta carta está dirigida a la iglesia de Filadelfia (Nota 1). Al identificarse a sí mismo, Jesús no recurre como en cartas
anteriores, a las descripciones de la visión de Juan, sino en parte a palabras
que figuran más adelante y que describen al jinete del caballo blanco, de quien
el texto dice que se llama “Fiel y Verdadero”
(Ap 19:11). Pero aquí primero Jesús se llama a sí mismo “el Santo”. Sólo Dios es santo aunque se nos exhorta a que, a
imitación suya, nosotros tratemos de serlo: “Sed
santos, porque yo soy santo.” (1 P 1:16; cf Lv 11:45). Los demonios a
quienes Jesús expulsa lo llaman “el Santo
de Dios” (Mr 1:24; Lc 4:34). En Hch 3:14 el apóstol Pedro, evocando la
muerte de Jesús, lo llama Santo y Justo.
Jesús no sólo es santo siendo Dios, sino que es el único verdadero.
¿Qué quiere decir eso? Que es el único hombre cuyas palabras sean todas verdad,
porque Él es la verdad misma (Jn 14:6). Siendo Él la verdad, y no habiendo en
Él ni sombra de error o engaño, todo lo que Él diga es verdad y debe ser
creído. Ésa es la obligación que Él nos impone. Y sin embargo, no todos creen en
sus palabras, porque ya lo dijo Jesús, que no todos pertenecen a la verdad sino
son hijos, es decir, siervos del padre de la mentira, el diablo (Jn 8:44). Y lo
son porque el pecado y el orgullo han cerrado sus oídos. Pero notemos que en
hebreo la palabra “verdad” (emuna)
tiene la connotación de fiel y confiable. Como dice el Sal 146:6: “El que guarda verdad para siempre.”
Luego Jesús dice de sí mismo palabras que son una cita de la frase que
el profeta Isaías dirige al mayordomo Eliaquim, a quien Dios llama a tomar el
lugar del impío Sebna: “Y pondré la llave
de la casa de David sobre su hombro; y abrirá, y nadie cerrará; cerrará, y
nadie abrirá.” (Is 22:22). Y, en verdad, Jesús es el supremo mayordomo de
la casa de su Padre: la puerta que Él abre, nadie la puede cerrar; y la puerta
que Él cierra, nadie la puede abrir, porque a Él se le ha dado “toda potestad en el cielo y en la tierra.”
(Mt 28:18).
En el contexto del Antiguo Testamento la llave de David es la llave de
la “casa” o “linaje de David”, es decir, el reino mesiánico que pertenece a
Jesús, el león de la tribu de Judá (Ap 5:5), el “Rey de Reyes y Señor de Señores” (Ap 19:16), que está destinado a
reinar “sobre la casa de David para
siempre, y su reino no tendrá fin.” (Lc 1:33).
¿Qué representa para nosotros la puerta que está implícita aquí? En
primer lugar, la puerta del cielo, es decir, de la salvación (Jn 10:7,9). Es Él
quien la abre de par en par para nosotros, o el que la cierra inexorablemente a
los que lo rechazan.
En Mt 7:13,14 Jesús dijo: “Entrad
por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que
lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es
la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la
hallan.” Jesús no sólo dijo de sí mismo que Él era “el camino, la verdad y la vida.” (Jn 14:6), sino que Él era
también “la puerta de las ovejas.” (Jn
10:7).
Hay dos caminos y dos destinos finales totalmente distintos. Él nos
muestra el camino que lleva a la vida, pero para que vayamos por él es
necesario que Él nos abra la puerta estrecha por donde empieza, y que es Él
mismo. Para entrar por ella debemos despojarnos de todo orgullo y de todo
egoísmo; y hacernos humildes como Él era, y estar dispuestos a morir en la cruz
que Él nos asigne (Mt 16:24).
Pero la puerta representa también oportunidades que Él nos abre para
que trabajemos; o los caminos que Él nos señala para que los sigamos; o los que
cierra para que nos alejemos de ellos. Pablo usa con frecuencia la figura de
una puerta abierta para referirse a las oportunidades que el Señor le brinda
para predicar el Evangelio (Hch 14:27; 1Cor 16:9; 2Cor 2:12). Pero él no sólo
predicaba a Cristo cuando estaba libre, sino también cuando estuvo preso en
Roma, esperando ser juzgado por el César, a quien había apelado (Hch 25:10-12),
gozando, es verdad, de cierta libertad –lo que nosotros llamaríamos “arresto
domiciliario”- pues vivía en una casa alquilada “y recibía a todos los que a él venían, predicando el reino de Dios y
enseñando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento.” (Hch
28:30,31; cf Col 4:3,4).
¡En verdad cuánta bendición trae a nuestras vidas que nosotros dejemos
que sea Jesús quien nos dirija abriendo o cerrando puertas a nuestras
actividades, y a nuestro servicio; que dejemos que Él nos diga a diario lo que
nosotros debemos hacer, y que lo hagamos. El que lo siga, es decir, el que le
obedezca, “no andará en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida” (Jn 8:12), y será también una luz para otros (Mt
5:14-16). Así pues también nosotros, en nuestra modesta medida, podemos ser una
luz que anime y edifique a otros, y que les ayude a seguir el camino que Dios
les traza; que les recuerde que, pese a nuestras limitaciones, Dios nos
capacita para la obra a la que Él nos ha llamado. No seamos pues tímidos sino
osados, porque si Él nos llama, Él también obrará a través nuestro.
8. “Yo conozco tus obras; he
aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar;
porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi
nombre.”
Así como hay dos cartas que contienen reproches, esta carta, dirigida
posiblemente a una iglesia pequeña (tienes
poca fuerza) es sumamente elogiosa, como lo es también la carta dirigida a
la iglesia de Esmirna.
Jesús afirma, como en todas sus otras epístolas, que conoce muy bien
las obras del ángel (pastor u obispo) de la iglesia. Conoce no sólo las suyas,
conoce también las de cada uno de nosotros y, por tanto, también las mías. Todo
lo que hacemos, sentimos, pensamos y hablamos lo conoce Él en detalle. ¡Cuánto
motivo para temblar delante de Él, si no fuera por su misericordia que atempera
su justicia!
Hacia los que son pocos y pequeños, y luchan contra circunstancias
adversas, Él se inclina con benevolencia, pero a los que tienen todo a su favor,
pero no aprovechan las oportunidades que se les presentan, Él los tratará con
severidad.
En este caso Jesús dice a la iglesia: Aunque no eres numerosa has
guardado mi palabra –y he aquí lo más importante- pese a la persecución, no has
negado mi nombre; es decir, no has renegado de mí, me has confesado sin temor
delante de los hombres. Por eso, yo confesaré el tuyo delante del trono de mi
Padre. ¡Pero qué tremendo sería que nosotros diéramos ocasión a que Él nos
niegue delante de su Padre, porque nosotros lo negamos delante de los hombres!
(Mt 10:32,33)
Las palabras “tienes poca
fuerza” pueden aludir al hecho de que no había en esta iglesia “muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles” (1Cor 1:26), pese a lo cual Dios pudo obrar
poderosamente a través de ellos.
Yo he abierto una puerta de oportunidad delante de ti –no sabemos en
qué consistía esa oportunidad- para que anuncies mi nombre delante de los
infieles. Tal vez la puerta consistía en la cantidad de gente que venía a la
ciudad debido a su actividad comercial. La llave de David con que se abre la
puerta denota la extensión del reino. Quizá la puerta era precisamente la
persecución que sufrían los de Filadelfia, porque es probable que concitara la
atención de la gente y que eso les diera ocasión para proclamar el mensaje de
Jesús. El ejemplo de constancia que han dado los perseguidos ha convertido siempre
a muchos espectadores. (2) Por eso Satanás es derrotado muchas veces cuando creía haber vencido.
Ese fue el secreto de la muerte de Cristo. Satanás pensó que había vencido al
verlo morir, cuando en realidad fue derrotado. Igual sucede con los cristianos:
ellos triunfan cuando parecen vencidos. Su influencia aumenta con la
persecución. En nuestro tiempo hay muchos lugares donde los cristianos son
perseguidos, y otros donde les está prohibido, bajo pena de muerte,
evangelizar. Pero hay también muchos, como nuestro país, donde las puertas
están abiertas. Esas son las oportunidades que nosotros debemos aprovechar para
llevar el mensaje de salvación a los perdidos, a los que, sin saberlo, andan
por el camino ancho y espacioso que lleva a la perdición, porque nadie les ha
advertido. A nosotros toca mostrarles la puerta y el camino estrecho que lleva
a la vida. No tenemos excusa si no lo
hacemos.
Notas: 1. Filadelfia es el nombre de una ciudad
situada en la provincia romana de Asia (que no debe confundirse con el
continente de ese nombre) que fue fundada por Eumenes, rey de Pérgamo en el
segundo siglo AC. El nombre de la ciudad [Philadelphia
en griego, de philia (amor filial) y adelphós (hermano)] se lo puso Eumenes
II en recuerdo de su hermano Attalus II, que fue llamado Philadelphus (hermano amante) por su fidelidad proverbial.
Estaba situada en la parte alta de un ancho valle y en el umbral de
una llanura muy fértil, de donde provenía la riqueza comercial de la ciudad.
Albergaba varios templos paganos, que le aseguraban un flujo constante de
peregrinos, por lo que llegó a ser conocida como “pequeña Atenas”. A inicios
del siglo II, Ignacio, obispo de Antioquía, camino a Roma, donde sería martirizado,
escribió una carta a la iglesia de Filadelfia.
Sin embargo, esa región estaba sujeta a terremotos, uno de los cuales,
el año 17 DC, destruyó totalmente la ciudad. Reconstruida generosamente por los
romanos, la ciudad adoptó el nombre de Neocesarea, en homenaje al César, su
benefactor, pero pronto retomó su antiguo nombre. La ciudad se hizo famosa por
sus templos y festivales religiosos. Pero no era la única ciudad en ese tiempo
que se llamaba así. Había otra en Egipto. Filadelfia era también el nombre de
una de las ciudades de la Decápolis, la antigua Rabá, capital de los amonitas,
que fue conquistada por David (2Sm 12:26-31). En los EEUU, donde abundan las
ciudades con nombres bíblicos, hay una gran ciudad en el estado de Pennsylvania
que se llama así, donde se firmó la independencia de ese país el año 1776.
La carta dirigida al ángel de la iglesia de Filadelfia alude
posiblemente a algunas de las circunstancias de la ciudad. Como Philadelphus
fue renombrado por su fidelidad a su hermano, la iglesia fue conocida por su
fidelidad a Cristo. Como la ciudad está situada en una puerta abierta a la
región de donde deriva su riqueza, a la iglesia se le ofrece la oportunidad de ser
una “puerta abierta” para la extensión del Evangelio. En contraste con la
inestabilidad del suelo, debido a los terremotos, a los que vencieren se les
ofrece la estabilidad suprema de ser columnas en el templo de Dios.
(Información tomada principalmente del “New Bible Dictionary”). La ciudad
sobrevive con el nombre de Ala-sehir, (probablemente “ciudad de Alá”), una
cuarta parte de cuya población es griega y cristiana.
2. En cambio la inconstancia, o la infidelidad de la Iglesia, alejan de
ella a los que pudieran haberse convertido. De ahí la tremenda responsabilidad
de los que causan escándalos en la iglesia que la vuelven indigna del nombre
que llevan.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo
si pierde su alma?” Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a
gozar de la presencia de Dios, yo te animo a adquirir esa seguridad porque de
ella depende tu destino eterno. Con ese fin te exhorto a arrepentirte de tus
pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla
oración:
“Jesús, tú viniste al
mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres,
incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido
conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#906 (). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M.
Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218.
(Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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