LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PARÁBOLA
DE LA OVEJA PERDIDA
Un Comentario de Mateo 18:10-14
10. "Mirad que
no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los
cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos."
Los
pequeños a los que Jesús se refiere aquí pueden ser literalmente niños, pero más
probablemente serían hombres y mujeres, no de baja estatura sino de baja condición
social, que son ignorantes no sólo de la fe, sino también de las cosas del
mundo, el tipo de personas que la gente suele mirar con desprecio.
Pero
¿qué dice Jesús de ellos? Tú los desprecias porque son poca cosa a los ojos del
mundo, pero "sus ángeles", es decir, los mensajeros de Su
voluntad a quienes Dios ha encargado que se ocupen de ellos y los cuiden, al
mismo tiempo que realizan esa labor están constantemente delante de Él.
Para
el mundo ellos no valen nada, pero para Dios valen mucho, pues los ha confiado
a ángeles que gozan de su intimidad. Ellos gozan de un privilegio mucho mayor
de lo que tú te imaginas, ni quizá te ha sido acordado.
A
nosotros quizá nos intrigue saber cómo pueden esos ángeles guardianes estar a
la vez ocupados en la tierra y estar en la presencia de Dios. Nuestra perplejidad
se debe a que nosotros no podemos concebir cómo son las cosas en las
dimensiones celestes, espirituales, porque no las conocemos. Las distancias y
los tiempos son diferentes.
En
este versículo Jesús confirma la validez de la creencia del judaísmo de su tiempo
en la existencia de ángeles guardianes que acompañan a cada ser humano. (Nota 1)
La
lección que debe sacarse de este versículo es que contrariamente a nuestra
tendencia natural, ningún ser humano debe ser despreciado, cualquiera que sea
su condición, su suciedad, su grado de abandono, o su pobreza. A los ojos de
Dios se trata de una criatura suya, altamente apreciada, porque Él no
desprecia nada de lo que ha salido de sus manos. Piensa en eso: Nosotros,
tú y yo, hemos salido de sus manos. ¡Aleluya! Y Él no nos desprecia, cualquiera
que sea nuestra condición.
Mira
a ese hombre asqueroso tirado en la calle, negro de suciedad. Todo el mundo
huye de él asqueado. Pero Dios lo ama porque es una de sus criaturas. Jesús
murió también por él.
Jesús
nos advirtió acerca de la inconsistencia de mirar a alguna persona con
desprecio cuando dijo que los últimos serán los primeros y los primeros, últimos.
(Mt 20:16). Algún día en el cielo nos llevaremos una gran sorpresa. Algunos van
a estar en primera fila, por así decirlo, a quienes nosotros no dimos ninguna
importancia, a quienes quizá incluso despreciábamos.
Esto
significa que el valor intrínseco de una persona es algo oculto a los ojos humanos.
Nosotros vemos lo que muestra el exterior de la persona, pero no vemos lo que
está en su interior. No sabemos si es de oro, plata, diamante, o de plomo u
hojalata.
Recuérdese
lo que le dijo Dios al profeta Samuel cuando buscaba entre los hijos de Isaí a
uno que fuera rey para Israel, en reemplazo de Saúl. Al ver al mayor, alto,
buen mozo y fuerte, Samuel se dijo: "Este debe ser". Pero Dios le
dijo: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura...porque
Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante
de sus ojos, pero Jehová mira el corazón." (1Sm 16:7). A nosotros nos
impresionan ciertas personas por su aspecto, su fuerza o su inteligencia, pero
no sabemos lo que hay dentro de ellas. Eso sólo lo sabe Dios.
11.
"Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había
perdido."
Este
versículo, que se encuentra también en la conclusión del episodio de la conversión
de Zaqueo (Lucas 19:10), sirve de transición a la parábola de la oveja perdida
que viene enseguida.
Esta
frase enuncia de una manera clara el propósito para el cual el Verbo de Dios
vino a la tierra, esto es, a rescatar y a salvar a los que estaban alejados de Dios
y, por lo tanto, caminaban a su condenación, y estaban perdidos. En otro lugar
Jesús dijo que Él no había venido a buscar a justos sino a pecadores, porque no
son los sanos los que tienen necesidad de médico sino los enfermos (Mt
9:12,13).
Éste
es un asunto que nos parece obvio. Son los pecadores, los perdidos los que
están en la mira de Dios, porque son ellos los que más necesitan de Él. ¡Pero
cuántas veces en la vida práctica de algunas iglesias (no en la nuestra) esos
enfermos del alma, esos pobres pecadores, son marginados, excluidos y puestos
de lado, abandonados a su suerte, mientras los sanos, los justos, se reúnen
entre ellos satisfechos de la rectitud de su conducta y de su vida! De esa
manera corren el peligro de convertirse en fariseos. Pero si Jesús descendiera
nuevamente a la tierra, y lo hiciera de incógnito, ¿a quiénes buscaría? ¿A los
que se sientan en primera fila en los servicios, o a las prostitutas en las
calles, y a los bebedores que están emborrachándose en las cantinas? ¿Dónde
están los enfermos? ¿Dónde están los perdidos? Está muy bien que tengamos
comunión entre hermanos y que nos gocemos por lo que Dios hace en medio
nuestro, pero eso no debe servir para estar satisfechos de nosotros mismos sino
para que, fortalecidos con la palabra, salgamos a buscar a aquellos por los que
Jesús vino a la tierra.
Los
fariseos esperaban que Jesús predicara para ellos, que se habían preparado mediante
oración, ayuno y estudio para entrar al Reino de los cielos. Ellos confiaban en
su propia justicia. A ellos debería dedicar Jesús su atención preferente, pero
Él desconfiaba de ellos.
Jesús
predicaba un perdón inmediato a todo el que se arrepienta, como un don gratuito
de la misericordia divina, no un perdón difícil que se obtiene después de mucha
penitencia, ayuno y oración. (Sal 51:17).
La
predicación de los fariseos no estaba dirigida a los perdidos. Ellos no tenían
nada que decir a los pecadores, salvo exigirles que cumplan todos los mandamientos
de la ley para ver si Dios quizá se apiadaba de ellos. En el fondo ellos
dejaban que los pecadores se perdieran. Eso no era su problema.
En
el evangelio de Lucas la parábola de la oveja perdida está precedida por la murmuración
de escribas y fariseos contra Jesús porque se juntaba con publícanos y
pecadores.
Los
publícanos eran odiados por los judíos que los consideraban traidores a su
pueblo, ya que recaudaban impuestos por cuenta de los extranjeros romanos, y se
enriquecían de paso cobrando de más por cuenta propia, y oprimiendo con sus tácticas de cobranza al pueblo.
Ese
rechazo llegaba al punto de que su dinero no era aceptado como limosna para el
templo, su testimonio en los tribunales era inválido, y se les ponía al mismo
nivel que los despreciados gentiles y que las prostitutas, aunque, como dijo
Jesús de Zaqueo, ellos eran también hijos de Abraham (Lc 19:9).
Jesús
se reunía con ellos al igual que con los pecadores y las prostitutas, precisamente
porque eran personas rechazadas por la sociedad. Tomen nota. Por ese motivo
los fariseos lo criticaban acremente. Pero Jesús se acercaba a ellos como hace
el médico solícito con los enfermos. No omitía esfuerzo alguno para estar en
contacto con ellos. Él los atraía por la bondad de su trato, y por eso venían
donde Él en mancha a escucharlo.
En
respuesta a las murmuraciones de los fariseos, Jesús narra las tres parábolas
que vienen enseguida en el Evangelio de Lucas: la de la oveja perdida, la de la
dracma perdida, y la del hijo pródigo.
La
parábola de la oveja perdida destaca el amor de Dios que va en busca de los
perdidos. En Lucas Jesús dirige esta parábola a los fariseos: "¿Quién
de ustedes...?" (Lc 15:4).
Pero
tornemos al texto de Mateo.
12.
"¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de
ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se
había descarriado?"
La
sociedad de Israel vivía sobre todo de la agricultura y de la ganadería. Ellos
en su origen eran un pueblo pastoril. Por eso muchas de las parábolas de Jesús
usan imágenes pastoriles. Sus oyentes las captaban fácilmente.
El
cuadro que Jesús nos pinta en pocas pinceladas es muy simple: Un pastor tiene
cien ovejas en su rebaño. Si de pronto se pierde una de ellas, ¿no dejará las
noventainueve para ir a buscar a la descarriada? ¿Y si la encuentra, no se
alegrará más por ella que por las que no se alejaron del redil?
Si
una madre tiene un hijo enfermo ¿no se alegrará por la curación de ese hijo más
que por los que están sanos? No es que no quiera a los sanos, pero en
determinado momento su preocupación está concentrada en el hijo enfermo. Es natural
que sea así.
Podría
objetarse: el pastor que va detrás de la oveja descarriada ¿no está poniendo en
peligro a las noventainueve que abandona? En el caso propuesto por Jesús
podemos pensar que el pastor tendría un ayudante que cuide entretanto a las que
quedan en el redil. Pero en el caso de Dios su providencia alcanza a todos, a
los que perseveran y a los que se pierden.
El
pecador es comparado a una oveja tonta que en su ignorancia, queriendo explorar
prados para ella desconocidos, se pierde en el campo.
El
pastor del rebaño no se dice: "Me quedan noventainueve ovejas. ¡Qué me importa
si se me pierde una!" No, él se dice: "Si se me pierde una oveja ¿qué
me importan las noventainueve?"
Al
pastor asalariado no le importa que se pierda una, porque las ovejas no son
suyas, pero al dueño del rebaño sí le importa que se pierda una, porque él ama a
cada una de ellas (Jn 10:12,13). Él conoce a sus ovejas y ellas lo conocen a Él
(v. 14).
Su
actitud es semejante a la de la mujer que ha perdido una dracma, y que no para
de buscarla hasta que la encuentra (Lc 15:8).
La
oveja descarriada es como muchos pecadores que se extravían del camino y se
pierden por ignorancia. No saben en verdad lo que hacen, pero si nadie va a
buscarlos se pierden para siempre. ¿Cuántos de nosotros éramos así? Si no
hubiera habido una persona que se hubiera apiadado de nuestra condición, y no
nos hubiera hablado de Dios, o no nos hubiera traído a la iglesia, ¿dónde
estaríamos nosotros?
El
profeta Ezequiel denuncia que muchas ovejas se pierden porque los pastores que
están a cargo de ellas no las cuidan (Ez 34:1-6). Esos malos pastores se
dedican a apacentarse a sí mismos, en lugar de cuidarlas (v. 8).
Pero,
a través del profeta, Dios anuncia que Él mismo irá a buscar a sus ovejas para
traerlas al redil: "Porque así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que yo,
yo mismo iré a buscar a mis ovejas y las reconoceré. Como reconoce el pastor a
su rebaño cuando está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré a mis
ovejas, y las libraré de todos los lugares donde fueron esparcidas..."
(v. 11,12).
El
profeta Ezequiel, con quinientos años de anticipación, anunció lo que Jesús iba
a hacer al venir a la tierra. No sólo buscaría a la oveja descarriada, sino que
la sanaría (v. 16).
La
encarnación de Jesús no fue otra cosa sino llevar a cabo la misión del Buen
Pastor que se ciñe los lomos para ir a buscar lo que se había perdido. Y no cesa
en su búsqueda hasta que encuentra a la oveja descarriada, la carga sobre sus
hombros gozoso, y la trae de vuelta al redil. (Le 15:5). (2)
Eso
ha ocurrido con la mayoría de los que están leyendo estas líneas. Él nos fue a buscar
cuando estábamos perdidos en medio de nuestra miseria, no para castigarnos,
sino para traernos al redil, después de habernos curado.
13.
"Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más
por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron."
Al
estar formulado en condicional ("si la encuentra") el texto de Mateo
da a entender que pudiera ocurrir que todos los esfuerzos del Buen Pastor por recuperar
al alma perdida sean inútiles. ¿Es
posible que eso ocurra? Sí, porque el pecador es libre de acudir al llamado de
Dios, o de no hacerlo. Y, en efecto, ¡cuántos hay que por su propia voluntad se
pierden ya que hacen caso omiso de los esfuerzos de Dios por salvarlos!
El
mundo sería otro si eso no ocurriera con frecuencia. Démosle gracias a Dios de
que nosotros no fuimos rebeldes a su llamado, y pidámosle que nunca permita que
nos alejemos de Él.
"Y si acontece que la encuentra..." Si efectivamente
el pastor halla a la oveja descarriada, en ese momento él se alegrará más por ella
que por las ovejas que nunca se perdieron.
¿No
es eso injusto? En la parábola del hijo pródigo el hermano mayor se resiente de
que su padre haya hecho una fiesta para celebrar el retorno del hijo que se
había ido, pero nunca hizo una fiesta para él, que nunca se alejó de su casa y siempre
lo sirvió. El padre le responde: Todo lo mío es tuyo, pero "tu hermano estaba
muerto y ha revivido, estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15:27-32).
Yo me alegro mucho por él, y tú deberías hacerlo también teniendo en cuenta de qué
abismo ha salido. No deberías tener celos de tu hermano, sino deberías alegrarte
conmigo de que haya retornado.
Un
pecador que se arrepiente da más gozo al Padre, y provoca una mayor fiesta en
el cielo que noventainueve que permanecen fieles (Lc. 15:7). Pero la recompensa
de los que siempre fueron fieles, o lo fueron más tiempo, será mayor que la de
los que se desviaron y retomaron al buen camino.
14.
"Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se
pierda uno de estos pequeños."
Mateo
concluye la parábola reiterando el deseo del Padre de que ninguno de los más
despreciados e ignorantes se pierda (2P 3:9), porque -aunque esto no está dicho,
se sobreentiende- por ellos también derramó Cristo su sangre.
Si
la salvación del género humano le ha costado tanto, ¿cómo no ha de desear Él
que ninguno deje de recibir ese beneficio? ¿Cómo no ha de entristecerse su
corazón por uno solo que se condene? Las multitudes de los que se salvan no lo
consuelan de una sola pérdida. Eso es lo que una sola alma vale para Él.
Notas: 1. El Nuevo Testamento está
lleno de episodios en que los ángeles cumplen misiones específicas por encargo
de Dios, comenzando con el anuncio del nacimiento de Juan Bautista (Lc 1:5-17),
o el anuncio de la encarnación del Hijo de Dios en el vientre de María (Lc
1:26-35), o animando a sus escogidos (Hch 27:23,24), o librando de la cárcel a
Pedro (Hch 12:6-10). La noción de que hay un ángel asignado a cada persona está
confirmada en ese mismo episodio cuando Pedro se presenta en la puerta de la
casa donde están reunidos los creyentes, y ellos se niegan a creer que sea él
pensando que "es su
ángel" (Hch 12:15).
2. La figura del Buen
Pastor cargando en sus hombros a la oveja descarriada es uno de los temas más populares
de la pintura clásica.
Amado lector: Jesús
dijo: "De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su
alma?" (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a
gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad,
porque no hay seguridad en la tierra que se le compare, y que sea tan
necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados, y te
invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú
viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los
hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he
ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#882 (24.05.15).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tele 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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