Pasaje seleccionado de mi libro
“MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL
TIEMPO”
MATRIMONIOS
QUE PERDURAN EN EL TIEMPO
El amor que lleva al matrimonio debe ser -sobre todo en la
mujer- el amor primero. Ése es el motivo por el cual los padres en el Israel
del Antiguo Testamento cuidaban tanto a sus hijas.
Esa es también la razón por la cual
muchos padres todavía hoy día cuidan tanto a sus hijas. Las celan como Dios nos
cela (2Cor 11:2; St4:5). El padre quiere que su hija llegue pura al matrimonio
para que ella sea esposa de su yerno, como él quiso, o hubiera deseado, que su
esposa sea para él. El padre, el verdadero padre, ama a su yerno como a un hijo
propio, y no quiere menos para él que lo que quiere para su hijo. Es por un
instinto sabio que los padres se comportan así, celando, cuidando a sus hijas. Es
cierto, sin embargo, que a veces los padres celan a sus hijas no por cuidarlas
sino con un amor egoísta que busca acapararlas y que puede empujarlas a la
rebeldía. Aquí, pues, el padre cristiano debe buscar el justo equilibrio entre
vigilancia, confianza y libertad.
La mujer sólo puede amar a un hombre
en la forma que he descrito una vez en la vida. Si ya amó a uno así, el amor
que entregue a otro será un amor de segunda mano, que esconda muchas heridas. Lo
cual no impide que de esos amores segundos puedan surgir matrimonios felices
que Dios bendice, porque su gracia no tiene límites. Pero ése no es su plan
perfecto.
Pero para el hombre, aunque sea más
difícil, rigen las mismas condiciones: debe guardarse igual para la que será su
esposa. Sólo de esa manera merecerá encontrar una muchacha que se haya guardado
para él.
(Pág. 28. Editores Verdad y Presencia, Tel. 4712178)
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