Por José Belaunde M.
VUESTRA
TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN GOZO
Un Comentario de Juan 16:16-24
16,17. “Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo
un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre. Entonces se dijeron algunos de
sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me
veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?”
A nosotros
el sentido de esta frase es clarísimo, porque conocemos los acontecimientos que
anuncia, pero aunque su significado literal fuera claro para sus discípulos las
implicancias de ese lenguaje eran intrigantes y no las entendían.
“Todavía un poco y no me
veréis”, es decir, dentro de un
poco de tiempo no me veréis porque voy a morir, y desapareceré de vuestra vista
porque seré sepultado.
“Y de nuevo un poco y me
veréis”, es decir, nuevamente
después de un poco de tiempo me veréis porque (aunque Jesús no lo dice aquí) al
tercer día resucitaré y seré nuevamente visible para vosotros, [pero no para el
resto de la gente porque, aparte de la Magdalena (Jn 20:11-18) y de “la otra
María” (Mt 28:1,9, que según Mr 16:1 era la madre de Santiago y Salomé), y de
los once, nadie lo vio resucitado, salvo los 500 de que habla Pablo, y su
hermano Santiago (1Cor 15:6,7). A Pablo se le apareció de una manera
excepcional después de su ascensión.] (Nota 1)
“Porque voy al Padre” es una frase intrigante aun para nosotros, porque pensamos que
Jesús fue al Padre en su ascensión, cuarenta días después de su resurrección (Y
así lo interpretan muchos). Pero Jesús estuvo con el Padre en espíritu apenas
muerto –aunque pasara por el Hades- pues le aseguró al ladrón: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo
en el Paraíso” (Lc 23:43), es decir, en la presencia del Padre.
Jesús no hubiera podido resucitar si apenas muerto no se hubiera
reunido con su Padre en la gloria. Cabe preguntarse ¿cuándo descendió entonces
a los infiernos, esto es al Hades, o Seol, como dice Pedro? (1P3:18-20) La
respuesta es sencilla: Jesús descendió al Hades de paso para rescatar a los
espíritus encarcelados que esperaban la redención, y llevarse consigo a los que
estaban ahí cautivos, antes de volar donde su Padre al cielo (Ef 3:8-10). (2)
18. “Decían pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía
un poco? No entendemos lo que habla.”
Es obvio
que su perplejidad sobre las palabras de Jesús: “Todavía un poco”, no es acerca de su sentido literal, que es claro,
sino por lo que ese anuncio implicaba. La noción, o la idea, de que Jesús
pudiera morir y serles arrebatado estaba muy alejada de su mente, aunque eran
concientes del odio que le tenían los fariseos y los sacerdotes, y eso les era
intolerable. Ellos expresan abiertamente su desconcierto, pero los
acontecimientos no tardarían en hacérselo ver claro.
Pero que el sentido de las palabras de Jesús en este pasaje
puede entenderse de muchas maneras lo muestran las diferentes interpretaciones
que han dado de él distintos intérpretes y comentaristas.
Varias razones se han dado para que los discípulos no
comprendieran las palabras de Jesús. Aparte del hecho de que son intrigantes, y
de que ellos estaban abrumados por la pena, y eso les nublaba el entendimiento,
creo que es importante resaltar: primero, que aunque Jesús había anunciado
varias veces que Él iba a morir, para ellos eso era algo difícil de aceptar; y
segundo, que la resurrección gloriosa era para ellos una cosa misteriosa.
Nótese que los casos de resurrección obrados por Jesús, como los
de la hija de Jairo, o del hijo de la viuda de Naím -en que los fallecidos
revivieron después de haber estado pocas horas muertos- o el de Lázaro –que
estuvo cuatro días en el sepulcro- fueron muy diferentes de lo que sería la
resurrección de Jesús, porque se trató de cadáveres que recobraron la vida.
Pero el caso suyo sería totalmente distinto, porque no consistió en que su
cadáver recobrara la vida que antes tenía, sino que su cuerpo al revivir
adquirió características que nunca antes había tenido, pues aparecía y
desaparecía a voluntad, y podía atravesar las paredes, pero no era un espíritu,
pues podía ser tocado y podía comer (Jn 20:19-29; Lc 24:36-43).
19,20. “Jesús conoció que querían preguntarle, y
les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y
no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De cierto, de cierto os digo, que
vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros
estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.”
Jesús se
dio cuenta por lo que conversaban, de que sus palabras les intrigaban, y de que
querían que se las aclarara. Pero al hacerlo, según su costumbre, Él va más
allá de lo que sería una respuesta directa, y se dirige a sus inquietudes,
anunciándoles lo que va a ocurrir entre esos dos períodos de un poco de tiempo
que ha mencionado. Jesús se va, como si dijéramos, por las ramas, para
explicarles en profundidad, y con franqueza, cuál será su experiencia:
Cuando no lo vean, es decir, cuando les sea quitado, ellos se
quedarán muy tristes y desconcertados, mientras sus enemigos exultarán de gozo
porque creerán que lo han vencido, que han eliminado al hombre que les
reprochaba su hipocresía, y que con sus milagros se ganaba el favor del pueblo.
Esa tristeza de los discípulos ante la muerte de Jesús tuvo una
expresión muy sentida, dicho sea de paso, en las palabras de los dos peregrinos
que iban de camino a la aldea de Emaús cuando Jesús les vino al encuentro, y se
pusieron a hablar con Él sin reconocerlo (Lc 24:13-24).
Pero esa tristeza suya no durará mucho tiempo sino se convertirá
en un gozo extraordinario, indecible, cuando lo vuelvan a ver, cuando
reaparezca, pues comprenderán cuán grande es su victoria, y cómo ella
proclamará ante el mundo no sólo que Él es el Mesías, cuya venida sus enemigos habían
negado, sino que, por encima de eso, confirmará que Él es Dios, tal como Él en
palabras misteriosas había dado a entender (P. ejm. Jn 8:58).
Entonces se hará patente de un modo pleno cómo el mundo será
redargüido de justicia cuando Él retorne a su Padre, pues ese retorno será el
sello de su divinidad.
21,22. “La mujer cuando da a luz, tiene dolor,
porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se
acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará
vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo.”
Enseguida evoca
un cuadro tomado de la vida diaria con el que todos están familiarizados: el
nacimiento de una criatura que se produce en medio de los dolores de parto de
su madre. Así como su dolor se convierte en gozo, y ella olvida todo lo que
sufrió cuando nace su hijo, de manera semejante, la tristeza que ellos tendrán
cuando les sea quitado se convertirá en alegría cuando, después de ese nuevo
“un poco”, ellos lo vuelvan a ver. Él les asegura que ese gozo ya no les podrá ser
arrebatado pues será consecuencia de una realidad que excederá todo lo que
ellos podían haber esperado, algo que superará todas sus expectativas; en
verdad, algo que antes nunca había ocurrido en la historia. Jesús no les
adelanta qué es lo que va a suceder, pero nosotros sabemos muy bien que se
refiere a su próxima resurrección. Su resurrección será el acontecimiento más
grande de los siglos, la culminación de su obra redentora, que cambiará su
aparente derrota ignominiosa en la cruz, en una victoria gloriosa. ¡Cómo no
tendrán ellos entonces motivo de alegrarse! ¡Ellos que tendrán la dicha de
verlo y conversar con Él resucitado!
23. “En aquel día no me preguntaréis nada. De
cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os
lo dará.”
El día en
que lo vuelvan a ver ya no tendrán necesidad de hacerle ninguna pregunta, como
las que le habían hecho hace un momento, porque todas sus preguntas habrán recibido
una respuesta contundente por la evidencia de los hechos.
Pero si no tendrán nada que preguntarle sí podrán tener mucho
que pedirle. Jesús les asegura que todo lo que ellos le pidan al Padre en
nombre suyo, les será concedido. Esa es una promesa tremenda.
¿Es la oración como una lámpara de Aladino que concede todos los
deseos del que la posee? (3) ¿Podemos pedirle al Padre lo que sea en la seguridad de que nos
lo dará? Sí, todo lo que se le pida en nombre de su Hijo Jesús, nos lo dará como
si el mismo Jesús se lo pidiera. ¿Y qué puedo yo pedirle al Padre en nombre de
Jesús? ¿Puedo pedirle cualquier cosa usando el nombre bendito de su Hijo Jesús?
Sí. Puedo pedirle cualquier cosa siempre que sea algo que el mismo Jesús le
pediría. Pero no algo que Jesús no le pediría. Tengo que amoldar mis peticiones
al carácter y a los deseos de Jesús para que el Padre me otorgue lo que le
pida.
En suma, tengo que hacerme como Jesús, pensar como Él, desear
como Él, y amar como Él en la medida en que sea posible. Si yo uno mi voluntad
a la suya, todo lo que yo le pida al Padre en nombre de su Hijo me será
concedido. Pensándolo bien ¿puede el creyente pedirle algo a Dios que Jesús no
estaría dispuesto a pedirle?
Ya anteriormente Jesús les había hecho una promesa semejante
cuando les dijo: “Y todo lo que pidiereis
al Padre en mi nombre, lo haré” (Jn 14:13). Entonces les dijo que sería Él quien
les concedería lo que le pidan. Pero ahora dice que es el Padre quien lo hará.
No hay contradicción, porque el Padre y Él son uno (Jn 10:30).
También les había dicho poco antes: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros…”. (Jn
15:7). Esto es, si vuestra voluntad permanece unida a la mía (porque mis
palabras expresan mi voluntad) todo lo que pidáis os será concedido. Son
maneras diferentes de expresar la misma idea, la misma promesa.
Jesús se da a nosotros en la medida en que nosotros nos demos a
Él. Santiago lo expresó en otros términos: “Acercaos
a Dios y Él se acercará a vosotros.” (Stg 4:8).
24. “Hasta ahora nada habéis pedido en mi
nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.”
Jesús les
había enseñado a orar a sus discípulos algún tiempo atrás, dándoles como modelo
la oración que llamamos “Padre Nuestro” (Mt. 6:913). Es una oración dirigida al
Padre pidiendo ante todo que su reino venga a nosotros, y que su voluntad sea
hecha en la tierra; pero no es una oración hecha en el nombre de Jesús. No
podía serlo mientras Él estuviera vivo, en su cuerpo mortal, en medio de ellos,
pero una vez muerto y resucitado en su cuerpo glorioso, cuando esté a la vez
con ellos y en la gloria con su Padre, ya podemos pedirle al Padre con la
autoridad que ahora les otorga de pedir en nombre suyo, para que todo lo que le
pidan les sea concedido. Lo será en consideración de los méritos de Jesús.
Cuando eso ocurra, cuando ellos experimenten la realidad de la nueva autoridad
que Jesús les concede, su gozo, su alegría será plena, pues será el fruto de su
unión con Cristo.
Notas: 1. ¿Vio la madre de Jesús a su hijo resucitado? Es muy probable
que Jesús se le apareciera en algún momento, pero los evangelios guardan
silencio al respecto.
2. Véase al respecto los artículos “Una Buena Conciencia IV” #501
del 16.12.07, y “Hades, Sheol, Paraíso y Resurrección” #362 del 27.03.05.
3. A algunos puede parecerle un poco osada la comparación del
poder de la oración con el poder del genio que según el cuento árabe habitaba
en la lámpara de Aladino. Pero esa comparación puede sernos útil para entender
la diferencia entre un poder mágico sometido al hombre y que obliga a Dios
(como algunos equivocadamente consideran a la oración), y un poder que se
ofrece al hombre que somete su voluntad a la de Dios; entre un poder que exalta
al hombre y uno que exalta a Dios.
Amado lector: Si tú no estás seguro
de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy
importante que adquieras esa seguridad,
porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria.
Con ese fin yo te invito a pedirle a Dios por tus pecados haciendo la siguiente
oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar
en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo
sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte.”
#758
(23.12.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección:
Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
1 comentario:
Leí su artículo, pero me parece que se reflexiona de forma muy humana. Sin tomar en cuenta que los tiempos de Dios, por expresarlo de alguna forma, no son los tiempos del hombre, por ejemplo cuando señalan que Jesús estuvo antes con el Padre en el momento de su muerte cuando le dice al ladrón que hoy estaras conmigo en el Paraíso. El ser humano muere,y a partir de ese momento el tiempo es otro para el alma del muerto.
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