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“MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (Vol 1). RECOMIENDO LEERLO. (Informes
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Por
José Belaunde M.
EL JOVEN QUE CAYÓ DE LA VENTANA
Un Comentario al libro
de Hechos 20:7-12
7.
“El primer día de la semana, reunidos los discípulos (1) para partir el pan,
Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso
hasta la medianoche.”
Podemos ver acá
una cierta evolución en las costumbres de la iglesia de los primeros tiempos.
Hemos visto que al principio los discípulos se reunían diariamente para partir
el pan, como Jesús les había enseñado que hicieran en memoria suya la víspera
de su muerte (Lc. 22:19), de lo cual hay huella al comienzo del libro de los Hechos
de los Apóstoles (2:42,46).
Esa era la costumbre de la iglesia en Jerusalén después
de Pentecostés. Pero ahora, unos veinticinco años después aproximadamente,
Pablo está en el puerto de Troas viajando hacia Jerusalén, y reunido con una
congregación preponderantemente gentil. La costumbre de partir el pan diariamente
se había convertido en semanal, cada primer día de la semana, esto es, el día que
nosotros llamamos domingo, (que viene de “dominus” que en latín quiere decir
“señor”) (2) porque es el “día del Señor” (Ap1:10) en recuerdo a la resurrección
de Jesús. (3) Ese día se reunían para partir el pan por la tarde, cumplida su
jornada de trabajo. Que ya era costumbre en las iglesias reunirse el domingo
nos lo confirma también una corta frase de 1ª Cor (“Cada primer día de la
semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado,
guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.” 16:2) (4).
¿Descansaban los cristianos gentiles el día sábado? Es
improbable. Eso lo podían hacer en Judea, donde es posible que los cristianos
judíos siguieran guardando el sábado, porque era costumbre del país entero y
las circunstancias estaban acomodadas a ella (5). Pero era muy difícil que fuera
de Palestina los cristianos tanto de origen judío como gentiles lo hicieran,
porque no habrían conservado su trabajo. Menos aun podían hacerlo el domingo,
porque en todo el mundo pagano ese era día laboral. El mundo antiguo desconocía
el día de descanso semanal; trabajaban sin interrupción todo el año, salvo en
las festividades paganas que, por compensación, podían durar varios días. El
hecho de que los judíos descansaran un día cada siete les valió que los romanos
los tildaran de ociosos, aunque la legislación dictada por Julio César les
reconocía ese privilegio. Siendo laborable el primer día de la semana, al adoptar
la costumbre de reunirse ese día, es obvio que los cristianos sólo podían
hacerlo al caer la tarde o de noche, (o sea, que su culto era lo que nosotros
llamamos un “culto vespertino”) lo que explica que Pablo pudiera prolongar su
discurso hasta la medianoche.
El hecho de que el mundo pre-cristiano desconociera el
descanso semanal me lleva a hacer la siguiente reflexión: El pueblo hebreo,
como único pueblo en el mundo, había adoptado esa sana costumbre porque tenían y
se alimentaban de la palabra de Dios. Los pueblos que no tuvieron ese
privilegio cargaban el año entero con todo el peso de la maldición: “comerás el
pan con el sudor de tu frente” (Gn 3:19). ¿De cuántos beneficios no se privarán
los pueblos y los individuos que desconocen la palabra de Dios, o la rechazan? ¡Y
cómo no hemos de darle gracias a Dios todos aquellos a quienes Él ha hecho
nacer en un país cristiano, y ha puesto la Biblia como parte de sus vidas!
Pero la reunión dominical sería también para que se
leyeran las Escrituras y para la enseñanza, tal como ancestralmente hacían los
judíos en la sinagoga el día sábado. Pablo era muy elocuente y lleno de
sabiduría. Podemos imaginar que él tenía muchas cosas que compartir con sus
oyentes esa tarde, tanto más porque tenía que partir al día siguiente para
continuar su viaje a Jerusalén. De modo que al llegar la medianoche todavía
seguía hablando.
¿Podemos imaginar la intensidad con que el auditorio
escuchaba su enseñanza? No todos los días tenían a Pablo entre ellos y ésta
había sido una estadía suya de sólo siete días (Hch 20:6). Toda su atención
estaba concentrada en sus palabras.
¡Ah, cómo quisiéramos nosotros saber qué es lo que él les
decía! ¡Si hubiéramos podido grabar su voz, como hacemos hoy! Pero hace dos mil
años no existían grabadoras. Sin embargo, alguien pudo haber anotado para
nosotros lo que enseñaba. En ese tiempo ésa era una práctica habitual. Por ese motivo
han llegado a nosotros fragmentos de sus discursos. Pero si en ese momento
alguien tomó notas, no se han conservado. ¡Qué lástima! No obstante, el
Espíritu Santo hizo todo lo necesario para que todo lo que fuera indispensable para
la iglesia conocer de lo que Pablo enseñaba esté contenido en sus epístolas, a
pesar de que la mayoría de ellas fueron escritas para atender a situaciones puntuales
en las iglesias que pastoreaba.
8.
“Y había muchas lámparas en el aposento alto donde estaban reunidos.” (6)
¿Por qué da
Lucas este insólito detalle de que había muchas lámparas en el aposento donde
Pablo estaba hablando a los que se habían reunido, y que podemos pensar, era un
grupo bastante grande pues era “un aposento alto”? (7).
Primero preguntémonos cómo eran esas lámparas. Nosotros podríamos
pensar que se trataba de velas de cera con mecha y encerradas en un recipiente
de vidrio como tenemos en nuestros días.
Pero ese tipo de lámparas no existía todavía. Las lámparas entonces eran de
aceite.
Lucas proporciona el detalle de las muchas lámparas para
explicar el accidente que ocurrió enseguida que pudo haber sido causado por el
ambiente pesado que había en la habitación debido al humo del aceite quemado que
despedían las lámparas. Pero también él está señalando sutilmente que los
cristianos no hacían nada en secreto, sino a plena luz, sea la del día, o la
provista por la iluminación artificial de noche, para contradecir la acusación
que empezó a levantarse contra ellos de que tenían reuniones secretas en las
que se hacían cosas vergonzosas (2Cor 4:2).
9.
“y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un
sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó
del tercer piso abajo, y fue levantado muerto.”
Pablo, como
hemos visto antes, alargó su discurso hasta la medianoche. Debe haber estado
hablando por lo menos unas tres o cuatro horas, si no más. Si el joven estaba
cansado por el trabajo del día, o por lo que fuere, y el ambiente estaba pesado
por el mucho humo ¿qué de raro tenía que fuera arrullado por las muchas
palabras? Quizá no pudiendo entenderlas todas, se durmió.
Lo malo fue que estando sentado en el descanso de la
ventana, al cabecear, su cuerpo se inclinó hacia atrás y cayó a la calle desde
el tercer piso.
Si se golpeó la cabeza al caer sobre piedra, como es
probable, bien podemos imaginar que muriera en el acto, y quienes lo levantaron
del suelo constataron que su corazón no latía o que ya no respiraba. Si Lucas,
que era médico, estaba allí, él pudo haber constatado que no daba señales de
vida.
Hay quienes piensan que la caída del joven fue tramada
por el enemigo para impedir que Pablo siguiera edificando a la congregación con
su enseñanza. Pero el resultado fue lo contrario de lo buscado (si ésa era la
intención), pues fue una ocasión de que se mostrara de manera patente el poder
de Dios que habitaba en el apóstol.
10.
“Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os
alarméis, pues está vivo.” (8).
Pablo no podía
resignarse a que alguien muriera, aunque sea indirectamente, por culpa suya, y
mientras enseñaba la palabra de Dios. Por eso él corrió abajo y, dice el texto,
se echó sobre el cadáver del joven y lo abrazó. Al cabo de un rato de tenerlo
abrazado, el joven muerto comenzó a respirar nuevamente, y Pablo pudo comunicar
a todos los que ya lloraban la muerte del joven: “No os alarméis, pues está
vivo”. (cf Mt 9:24).
Hay dos incidentes semejantes en las vidas de Elías y de
Eliseo, en que ambos resucitan a un muerto echándose sobre el cadáver. En el
primero de ellos Elías se echa tres veces sobre el hijo de la viuda que había
fallecido, y ruega al Señor que le devuelva la vida, y el Señor se lo concede
(1R 17:17-24).
El segundo es más complejo porque se trataba del hijo de
una “mujer importante”, dice el texto, que no tenía hijo, y a quien Eliseo le había
profetizado que iba a tenerlo dentro de un año. Y, en efecto, así ocurrió. Pero
una vez crecido el niño se murió un día inesperadamente en brazos de su madre.
Ella entonces se fue corriendo a buscar al profeta, y éste mandó primero a su
criado Giezi con el báculo en que se apoyaba al caminar, para que lo ponga
sobre el cuerpo del niño. (¡Qué confiado estaba Eliseo del poder de hacer
milagros que Dios le había dado!). Pero la viuda insiste en que Eliseo vaya
personalmente, intuyendo que por medio del criado no ocurriría nada.
Este detalle me suscita una reflexión. ¡Cuántas veces
cuando somos llamados a acudir a alguna parte por algún motivo, sea para orar,
o para aconsejar, o para mediar en alguna disputa, consideramos que estamos
demasiado ocupados y que podemos delegar nuestra intervención en alguno, cuando
es nuestra presencia lo que se reclama!
Eliseo pudo constatar esta vez que delegar su misión a su
criado no producía los resultados esperados. Llegado él a la casa se tendió
sobre el niño, detalla el texto, “puso su boca sobre su boca, sus ojos sobre
sus ojos, sus manos sobre sus manos” hasta que el niño entró en calor y revivió
(2R 4:8-37). (9)
¿Se acordaría Pedro de esos incidentes en el otro caso de
resurrección que registra el libro de los Hechos de los Apóstoles, el de la resurrección
de Tabita, obrado a través suyo? Después de haber orado, a él –tal como Jesús
hacía- le bastó ordenar a la mujer que se levantara para que lo hiciera (Hch
9:40).
11.
“Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el
alba; y así salió.”
Resucitado el
joven, Pablo retornó al aposento alto donde estaban todos reunidos para
escucharle y “partió el pan”. Esto es, celebró la ceremonia que Jesús instituyó
la víspera de su pasión, partiendo y repartiendo el pan que tenía a la mano
entre los asistentes, y dando de beber un sorbo de vino a cada uno de ellos,
tal como hizo Jesús entre sus discípulos la noche del día que conmemoramos con
el nombre de “jueves santo”. (Mt 26:26-29; 1Cor 11:23-26).
Hecho esto los asistentes comieron juntos los alimentos
que habían traído, según se había hecho costumbre entre ellos de celebrar lo
que vino a llamarse un agapae, una cena de amor (que es lo que la palabra
griega agape significa) compartiendo los alimentos que tenían.
En su primera epístola a los Corintios Pablo denuncia los
abusos que los cristianos de esa ciudad cometían cuando se reunían para comer y
beber, porque no compartían entre todos los alimentos que tenían, sino que cada
uno comía lo que había traído personalmente, y unos pasaban hambre y otros se
emborrachaban (1 Cor 11:20-22). Él les aconseja que coman todos al mismo tiempo
y que lo hagan ordenadamente y compartiendo fraternalmente lo que traían (v.
33,34) de manera que ninguno pase vergüenza, pues unos tenían más recursos que
otros.
Los cristianos en nuestros días ya no tenemos la
costumbre de almorzar o cenar juntos regularmente como hacían en los primeros
tiempos. Es una lástima que no se haya conservado esa costumbre, porque esas eran
ocasiones para compartir el afecto y la amistad que sentían unos por otros. Eso
es algo, sin embargo, que puede hacerse hoy en un restorán adecuado, donde no
haya mucho ruido para que puedan conversar (porque si no pueden conversar ¿para
qué se reúnen?), o en el domicilio de alguno que abra su casa y todos lleven
algo para comerlo juntos. Esas reuniones que la gente del mundo celebra –y
curiosamente llaman “ágape” desconociendo el origen de esta palabra y de esta
práctica- tienen la virtud de estrechar los vínculos de amistad, y son muy
buenos cuando no degeneran en borracheras. Yo no puedo hacer sino recomendar a
mis lectores revivir, en la medida de sus posibilidades, una costumbre que es de
raigambre profundamente cristiana.
Vale la pena remarcar el hecho de que Pablo, después de
que todos se hubieran saciado, siguió hablando hasta que salió el sol, lo que en
esa estación del año (la primavera) debe haber sido temprano en la madrugada.
Él era incansable, y su discurso debe haber estado lleno de una unción tan
extraordinaria que no cansaba a sus oyentes.
12.
“Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados.”
La redacción lacónica de este versículo de cierre nos
hace pensar que el joven Eutico, pese a la gran altura de que había caído, no
sufrió la rotura de ningún hueso, o que, si la había sufrido, fue sanado de
ella al mismo tiempo que resucitaba. El texto parece indicar, sin embargo que,
después de haber resucitado, el joven permaneció algún tiempo descansando y que
no estuvo presente cuando Pablo partió. En todo caso, la congregación quedó
sumamente edificada con esta demostración patente del poder de Dios que actuaba
a través de su siervo amado.
Notas: 1. “cuando nos
habíamos reunido”, según los mejores textos.
2. Recuérdese
que el sábado es el sétimo día de la semana.
3. En ese día
también Jesús resucitado había honrado a sus discípulos con su presencia: Jn
20:19-23.
4. Hch 20:7 y 1Cor
16:2 contienen la primera mención en el Nuevo Testamento de que los creyentes
se reunían regularmente para dar culto a Dios un día determinado de la semana.
5. Es cierto que
Pablo reprocha a los gálatas, instruidos por maestros judaizantes, que guarden los
“los días, los meses, los tiempos y los años, (Gal 4:10), prescritos por la ley
de Moisés. Ahí la palabra “día” está en lugar de “sábado”. Antes del Concilio
de Jerusalén la cuestión acerca de cuánto de la ley y de las costumbres
antiguas debían guardar los cristianos gentiles era un punto no resuelto. Que
en los primeros tiempos había diversidad de prácticas lo muestra la frase de
Pablo: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los
días.” (Rm 14:5. Pero léanse los vers. siguientes). Es obvio que para él, el
mandamiento del descanso semanal no estaba vigente. Sin embargo, la práctica
continuó. Tres siglos después Constantino hizo obligatorio el descanso
dominical en todo el imperio.
6. “donde nos
habíamos reunido”, según los mejores textos. Lucas, el narrador, formando parte
del grupo, sigue hablando en primera persona plural.
7. En las casas
grandes de las ciudades del Oriente, pertenecientes a personas acomodadas,
solía haber en el último piso –generalmente el tercero- una habitación grande
donde solía acomodarse a los huéspedes y se celebraban reuniones, como aquella
en la que Jesús celebró su última cena con sus discípulos (Mr 14:14,15; Lc
22:11).
8. Literalmente
“porque su alma (o su vida) está en él”.
9. Jesús no tuvo
necesidad de echarse sobre el cadáver de nadie para resucitarlo. Simplemente
ordenó que se levantara, como en el caso de la hija de Jairo (Mr 5:22), el hijo
de la viuda de Naim (Lc 7:11) y de Lázaro (Jn 11:43,44). Los que no tenían un
poder semejante al suyo se echaban sobre el cadáver para comunicarles la vida
que palpitaba en su propio cuerpo.
Amado lector: Si tú no estás seguro
de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te animo a
pedir a Dios perdón por tus pecados, haciendo la siguiente oración.
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a
expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los
míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y
voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin
merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados
y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava
mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte.”
#740 (19.08.12). Depósito Legal #2004-5581. Director:
José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
2 comentarios:
Excelente buscaba precisamente este tema de Eutico el tipo de casa, la causa de la caída, lo que provocaban las lámparas y y tal como lo pense así esta explicado. Gracias y bendiciones. Edgar de Valencia, Venezuela.
Muy buena explicación
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