Vivir juntos sin casarse, la llamada cohabitación o convivencia, es un mal negocio para la mujer. Ella contribuye con dinero, tiempo y afecto a la relación, pero no recibe a cambio ninguna garantía de estabilidad o de seguridad económica o afectiva, porque la relación puede romperse en cualquier momento a iniciativa de cualquiera de las partes. El matrimonio, en cambio, no puede disolverse así no más y, por tanto, da mayor seguridad a la mujer. Además, y esto es muy importante, le da estatus social. No es lo mismo ser la novia, la amiga o pareja de un hombre que ser su “señora”, su esposa, llevar su apellido.
Comprometerse a fondo con una persona ayuda a estabilizar la relación. Los esposos que han convivido antes de casarse están menos comprometidos el uno con el otro que los que no vivieron juntos, porque empezaron manteniendo “in pectore” la posibilidad de deshacer la relación.
El compromiso engendra confianza mutua. Por ese motivo la interacción en la convivencia es más conflictiva que en el matrimonio, porque hay menos confianza en la otra parte. A la vez, como no hay compromiso ni seguridad en la relación los convivientes tienden a ser manipuladores.
Según estudios realizados, la convivencia suele generar mayor satisfacción sexual al comienzo (y por eso se ha vuelto tan popular), pero a la larga la satisfacción decae. En el matrimonio la satisfacción sexual es de más largo aliento y tiende a profundizarse con el tiempo.
La convivencia es dañina para los hijos comunes de la pareja por la inseguridad intrínseca de la relación, pero lo es sobre todo para los hijos previos de uno y otro. El amigo o la amiga “cama adentro” no son verdaderos padres para ellos. En el Perú los casos de violación de hijos por el conviviente que no es el padre son numerosos. En el matrimonio, los casos de violación de hijos son rarísimos.
Los hombres y mujeres que apuntan al matrimonio y evitan la convivencia escogen mejor a la persona con que se unen, porque lo hacen con más cuidado y reflexión, pensando en el largo plazo . Lo que “invierten” de sí mismos en el matrimonio es mucho más que en la convivencia. Eso es aun más cierto cuando se contrae matrimonio como un compromiso para toda la vida. Pero cuando falta ese compromiso para toda la vida al celebrar las nupcias, el matrimonio es poco más que una convivencia formalizada. Estrictamente en ese caso los esposos están casados sólo a medias y pensarán en el divorcio más fácilmente.
El matrimonio hace también que para los casados (especialmente para las mujeres) la familia se convierta en el aspecto más importante de su vida, más importante que su trabajo. Los casados atesoran además su vida familiar porque son concientes de que contribuye a estabilizarlos emocionalmente.
Todo ser humano tiene una necesidad innata de compañía, de apoyo; de amar y de ser amado. Estas necesidades afectivas básicas suelen ser mejor satisfechas en el matrimonio que en la mera convivencia, porque en ésta el compromiso mutuo es menor y es mayor la independencia que cada parte guarda respecto de la otra. Por tanto, inevitablemente ambos se dan y se entregan menos el uno al otro.
Lamentablemente la TV moderna no pinta con colores favorables al matrimonio, y presenta, en cambio, a la convivencia como algo normal, cuando, de ser realista, debería presentar los inconvenientes que tiene la convivencia, sobre todo para la mujer, y mostrar las grandes ventajas que el matrimonio tiene para la pareja y para sus hijos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario