Mostrando entradas con la etiqueta confianza en Dios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta confianza en Dios. Mostrar todas las entradas

miércoles, 16 de junio de 2021

CONFIANZA Y OBEDIENCIA (EL PACTO DE ABRAHAM III)

CONFIANZA Y OBEDIENCIA (EL PACTO DE ABRAHAM III)

¿Quién está dispuesto a salir de su tierra, abandonando casa, familia y posesiones, sin saber a dónde quiere Dios llevarlo? Si al menos Dios le hubiera dicho a Abraham para comenzar: Sal de tu tierra para ir a tal parte, eso hubiera sido desde el punto de vista humano, menos exigente. Pero "Abraham salió sin saber a dónde iba" (Hb 11:8). ¿Estarías tú dispuesto a hacer eso? ¿O lo estaría yo?

jueves, 24 de enero de 2019

DEFENSA DE PABLO ANTE FÉLIX II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE FÉLIX II
Un Comentario de Hechos 24:22-27

En el artículo anterior hemos visto a Pablo presentar una defensa muy sólida contra las acusaciones hechas por el orador Tértulo por cuenta del sumo sacerdote y los ancianos, haciendo notar que ellos no han presentado un solo testigo que pudiera avalar los cargos que se le hacen.
22,23. “Entonces Félix, oídas estas cosas, estando bien informado de este Camino, les aplazó, diciendo: Cuando descendiere el tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto. Y mandó al centurión que custodiase a Pablo, pero que se le concediese alguna libertad, y que no impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.”
Llegado a este punto Félix pudo cerciorarse de que las acusaciones que se hacían contra Pablo tenían que ver con asuntos relativos a las diversas creencias judías, (es decir, no concernían a las leyes romanas) y, en particular, con las relacionadas con el Camino, el movimiento iniciado por los discípulos de Jesús, acerca del cual él estaba bien informado. ¿De qué manera? No sabemos, pero pudiera ser a través de su esposa, Drusila, que era hija de Herodes Agripa I.
Por tanto, él decidió en ese momento aplazar el asunto hasta que viniera el tribuno Lisias y le aclare, desde el punto de vista romano, cuál era el motivo de las acusaciones contra Pablo.
Dispuso entonces que se mantuviera a Pablo en custodia, pero con relativa libertad de movimiento y, sobre todo, que se permitiera a los suyos visitarlo y atenderlo. Esto él lo ordenó teniendo en cuenta que Pablo era un ciudadano romano contra el cual no se había probado ningún cargo lesivo a las leyes del imperio.
Lo curioso del relato es que no dice si Lisias vino o no a Cesarea para precisar las acusaciones contra el apóstol, aunque es prácticamente seguro que lo hiciera, pues estaba bajo sus órdenes, ni a qué conclusión llegó Félix con la información traída por el tribuno. Tampoco se dice qué hizo la comitiva acusadora presidida por Ananías. Lo más probable es, que viendo que su acusación no llegaba a buen término, retornaran decepcionados a Jerusalén.
Pero es sorprendente también que Félix, no habiendo ninguna acusación probada concreta contra Pablo, no lo liberara como consecuencia. La explicación de esta irregularidad la veremos más adelante en el relato, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que todo este proceso estaba bajo el control de la Providencia, que obraba a través de las omisiones, errores y arbitrariedades humanas para obtener los objetivos que se había propuesto a través de Pablo.
24. “Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en Jesucristo.”
¿Cuánto tiempo puede ser “algunos días después”? No más de una semana, posiblemente menos, 4 ó 5 días. Félix tenía curiosidad de volver a conversar con Pablo y de saber más concretamente lo que él tenía que decir. Algo en él, su sinceridad, su firmeza al expresarse, y su valor deben haberlo impresionado. Pese a ser un hombre venal y sin escrúpulos, la personalidad de Pablo le atraía.
Quizá quería también que su mujer, siendo judía, y más conocedora que él de las cosas por las que se acusaba a Pablo, lo oyera disertar, pues no debe habérsele escapado también que Pablo era un hombre culto. Drusila, dicho sea de paso, no debe haber ignorado las medidas que años atrás (quizá unos seis) su padre, Herodes Agripa I, tomó en contra de los líderes nazarenos mandando ajusticiar a Santiago, llamado el mayor (hijo de Zebedeo), y haciendo apresar a Pedro (Hch 12:1-3); y que murió comido por gusanos por no haber dado la gloria debida a Dios (12:23). (Nota 1)
En esta ocasión el texto de Lucas menciona directamente en qué consistía el mensaje que traía Pablo. Ya no se refiere a él solamente con el nombre con que lo conocían los mismos cristianos, el Camino, sino menciona su esencia, esto es, la fe en Jesucristo.
Es importante que tomemos nota de esto: la esencia de nuestra vida, aquello que constituye, por así decirlo, la espina dorsal de nuestra conducta y actitud frente al mundo, es nuestra fe en Jesucristo. Es esa fe la que nos da forma y distingue. Si no es ése el caso, convendría que nos examinemos a nosotros mismos.
25. “Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré.”
Al pasar más adelante Pablo en su disertación a hablar de algunos de los aspectos colaterales del mensaje de Jesús que atañen a la conducta humana, esto es, la rectitud de vida (que es como debe entenderse en este caso el término “justicia”, dikaiosuné en griego); y la templanza, esto es, el dominio de nuestras pasiones; y el juicio futuro, que todos nuestros actos y nuestra vida deberán afrontar algún día ante el Juez de vivos y muertos que no puede ser sobornado, Félix que, sin duda, tenía en su memoria muchas cosas indignas de las cuales su conciencia, por endurecida que estuviera, lo acusaba, tuvo miedo (el texto dice: “se espantó”, que es una forma intensa de temor). Se asustó de lo que Dios podría decirle y de que pudiera condenarlo. (2)
¡Qué bueno fuera, que se recordara con más frecuencia a los hombres, que algún día van a tener que dar cuenta a Dios de todo lo que hicieron en vida! Para comenzar recordémoslo nosotros. Ése es un pensamiento muy útil, si alguna vez nos desviamos del recto camino. Si los hombres no lo vieron, a Dios no se le ha escapado.
Félix pues, interrumpió a Pablo y le dijo: Basta por el momento. Algún otro día, cuando tenga tiempo, te volveré a llamar. Alguien ha observado que Pablo nunca tembló delante de Félix, pero que Félix tembló delante de Pablo. Sin embargo, es una lástima para el destino eterno de Félix que la palabra de Dios que le predicó Pablo, y la perspectiva del juicio divino, sólo le infundiera temor, pero no lo hiciera cambiar de conducta. Como vemos enseguida fue posiblemente el amor al dinero lo que le cerró la entrada al Reino. El suyo no es el único caso en los escritos de Lucas en que esto ocurre: El hombre rico de Lc 18:18-30; el de Ananías y Safira en Hch 5:1-11; y el de Judas en Hch 1:15-20.
26. “Esperaba también con esto, que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él.”

Félix tenía un interés personal en volver a conversar con Pablo. Sabiendo que él deseaba sin duda recobrar su libertad, pensó que él estaría dispuesto a comprarla si fuera necesario. Quizá pensó que si Pablo había traído ofrendas a su nación, como él mismo había declarado, podría tener acceso a fuentes de fondos, o que sus mismos seguidores y amigos pudieran reunir el dinero exigido por él para liberarlo.
¿Percibiría Pablo la intención torcida de Félix? Es muy probable, pues el Espíritu nos permite discernir las intenciones del corazón de las personas con que tratamos. Pero él no estaba dispuesto a usar de recursos indignos de su llamado por verse libre. Él había puesto su vida en manos de Dios y dejaba que Dios obrase según sus propósitos. Él sabía que estando en manos suyas, no tenía nada que temer. El que teme a Dios, no tiene nada que temer de los hombres. Como dice el salmo 56: “En Dios he confiado… ¿qué puede hacerme el hombre?” (v.11).
27. “Pero al cabo de dos años recibió Félix por sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó preso a Pablo.”
Esta situación se prolongó por espacio de dos años. Félix que esperaba que Pablo le diera dinero a cambio de su libertad; Pablo que no estaba dispuesto a ceder sobre este punto, y que posiblemente ni se daba por aludido, por las indirectas si no propuestas directas, que le hacía el procurador. ¿De qué hablarían durante esas conversaciones? No sabemos. Posiblemente trataría de hablarle a su conciencia, pero Félix oponía una barrera a ese discurso.
Al cabo de dos años, posiblemente el año 59,  Félix fue removido de su cargo y reemplazado por Porcio Festo. Lo natural y justo hubiera sido que Félix, antes de dejar el puesto, dejara a Pablo en libertad, pero no lo hizo para congraciarse con los judíos. Tenía buenas razones para ello porque él fue depuesto por Nerón debido al juicio que le entablaron los judíos en Roma a causa de su mala administración y de sus crueldades, y del cual fue librado sólo por influencia de su hermano Pallas.
Nada se sabe de la vida previa de su sucesor, Porcio Festo. Josefo dice que era de un carácter noble, pero su conducta con Pablo no lo demuestra del todo pues, aunque estaba convencido de su inocencia, como veremos luego (26:31), no lo liberó inmediatamente como hubiera sido lo justo. Es cierto que al asumir su puesto él tenía escasos conocimientos de la religión y prácticas judías.
Festo se distinguió por su acción efectiva para restaurar el orden en  Palestina, que había venido muy a menos durante el gobierno de Félix. Él se propuso liberar a la provincia de los sicarios cuyas tropelías habían cundido por descuido de Félix. Esos asesinos, conocidos por el pequeño puñal que usaban (sica), llegaban a una aldea desguarnecida, pillaban lo que podían, la incendiaban y mataban a todo el que les ofreciera resistencia.
Festo intervino en el juicio establecido por los judíos ante el César contra Agripa II, y murió dos años después de su nombramiento, siendo sucedido por Albinus, bajo cuyo gobierno la situación interna volvió a deteriorarse.
Cabe preguntarse qué hizo Pablo durante esos dos años en que fue mantenido en “custodia líbera”, quizá atado, según la norma, a un soldado por la muñeca, aparte de ser llamado ocasionalmente por Félix que quería conversar con él (vers. 26). No se sabe. Él podía recibir visitantes con quienes podía orar y conversar. Quizá esbozó o escribió algunas cartas, aunque carecemos de toda evidencia al respecto. Pero esos años de inactividad forzada para un hombre de un espíritu misionero tan emprendedor como el suyo deben haber sido muy penosos.
Por su lado Lucas muy probablemente aprovechó ese tiempo, en Cesarea y otros lugares, para reunir información valiosa que le serviría para escribir su evangelio y los primeros capítulos del libro de Hechos.
Sin embargo, podemos estar seguros de que en los planes de Dios no hay tiempo perdido. Todo tiene un propósito que muchas veces desconocemos y, por ello, podemos confiar plenamente en su Providencia, sabiendo que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” (Rm 8:28).

Notas: 1. Drusila era la tercera hija de Herodes Agripa I y, por tanto, hermana de Agripa II  y de Berenice y de Mariamne. Nacida probablemente el año 38, su padre la prometió a Epífanes, príncipe heredero de Comagene, a condición de que él se circuncidara. Como él rehusó hacerlo, a los catorce años su padre la casó con Aziz, rey de Emesa, que sí aceptó esa condición. Pero dos años después ella fue seducida por Félix con la ayuda de un mago chipriota llamado Simón. Ella cedió en parte debido a la crueldad de su marido, y al odio de Berenice, esposa de Agripa, que estaba celosa de su belleza. Se casó con Félix el año 54, convirtiéndose en su tercera mujer, del que tuvo un hijo llamado también Agripa que murió en la erupción del Vesuvio, el año 79. Ella, como miembro de la casa reinante, veía en Pablo a un enemigo de ese poder, y lo odiaba porque condenaba sus pecados privados. Es posible que ella influyera en su marido para que Pablo permaneciera en prisión en lugar de ser liberado, como hubiera sido lo justo. Doy esta información para que el lector tenga una idea de cuán contaminada estaba la aristocracia judía por las costumbres corruptas de la sociedad romana. Ése fue el mundo al cual se enfrentó Jesús y luego se enfrentaron los apóstoles.
2. No es improbable que Pablo, conociendo la vida pasada de Félix y de su mujer, escogiera a propósito hablar de esos temas para remover sus conciencias.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#972 (23.04.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


miércoles, 22 de febrero de 2017

LO QUE EL IMPÍO TEME, ESO LE VENDRÁ

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LO QUE EL IMPÍO TEME, ESO LE VENDRÁ
Un Comentario de Proverbios 10:24-27
24. “Lo que el impío teme, eso le vendrá; pero a los justos les será dado lo que desean.”
El temor es la fe de los impíos, de los que no creen en Dios, que atraen sobre sí lo que temen. Temen a los hombres, a lo que ellos pueden hacerles. Pero no temen a Dios y si le temen, le temen sin esperanza. En cambio, el justo le teme y confía.
            El temor es fe a la inversa. Los que creen (es decir, temen) reciben aquello en que ponen su fe (es decir, su temor). Como el justo tiene puesta su confianza en Dios, lo que desee lo desea con fe, y por eso lo recibe. Dicho de otro modo, tanto la fe como el temor atraen a su objeto.

            Eso ocurre incluso con los justos, como atestigua Job: “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía.” (3:25). Y lo anuncia sarcásticamente el proverbista respecto de los simples que no hacen caso de las reprensiones de la sabiduría: “También yo me reiré de vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere los que teméis.” (Pr 1:26; cf v. 27; Is 66:4).
            El impío recibe no lo que desea sino lo que es indeseable, y que intuye con temor que   le va a venir. Su temor es no sólo la voz de su conciencia que él trata de acallar, sino la voz de su entendimiento, que percibe cuáles serán las consecuencias inevitables de sus actos. Sabe, aunque no quiera verlo, que a la larga uno cosecha lo que siembra (Gal 6:7). En términos simples: El que daña, se hace daño. O como dice otro proverbio: “Al que busca el mal, éste le vendrá.” (11:27b). En cambio Dios se inclina hacia el justo y se complace en satisfacer sus deseos, porque nunca le desea mal a nadie (11:23a): “Le has concedido el deseo de su corazón, y no le negaste la petición de sus labios.” (Sal. 21:2; cf 20:4; 37:4; 145:19).
            “Pero a los justos les será dado lo que desean.” ¡Qué contraste formidable! El impío recibe lo que teme; el justo, lo que desea. El primero lo que no quisiera; el segundo, lo que desea. En el primero, es el temor lo que atrae lo que recibe; en el segundo, es el amor,  porque desear es amar.
            En la historia sagrada hay varios ejemplos de impíos que reciben lo que temen, justamente por el medio que emplean para impedir que les sobrevenga. Uno de los más instructivos es el del rey Acab de Israel, que se había aliado con Josafat, rey de Judá, con el propósito de recuperar la ciudad de Ramot de Galaad, que había caído en poder de los sirios. Acab temía que él pudiera morir en el enfrentamiento, tal como el profeta Micaías había predicho. Por ello le propuso a Josafat intercambiar sus ropas, de manera que los que se propusieran matarlo, no lo atacaron a él sino a su aliado. Su astucia estuvo a punto de tener éxito porque los sirios atacaron a Josafat pensando que era Acab. Pero cuando se dieron cuenta de que no lo era, lo dejaron. Entonces un hombre (no sabemos de qué bando) tomó su arco y disparó una flecha a la ventura, que fue a caer sobre Acab, hiriéndolo de muerte (1R 22:10-37). Por más precauciones que él tomara, lo que Dios había decretado que sucediera, y que él temía, le ocurrió.
            Por el lado contrario, vemos que Dios nos asegura que nosotros tendremos las cosas buenas que le pedimos (1Jn 5:14,15; cf Jn 16:23), según dice un salmo: “Abre tu boca y yo la llenaré.” (Sal 81:10b). La condición, sin embargo, es que todo lo que pidamos sea bueno (Pr 11:23a), y no como a veces, en un momento de depresión, pudiéramos desear, tal como ocurrió con Elías y Jonás, que desearon morir cuando aún tenían mucho que hacer para Dios (1R 19:4; Jon 4:3).
25. “Como pasa el torbellino, así el malo no permanece; mas el justo permanece para siempre.”
El impío es, en efecto, como un torbellino o un huracán que pasa raudo y todo lo destruye a su paso, pero no dura y al poco tiempo desaparece: “Vi al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué y no fue hallado.” (Sal. 37: 35, 36; cf v.10; 73:19; Jb 20:4-9).
El justo, en cambio, es como un roble que tiene sus raíces firmemente plantadas en la tierra. El torbellino puede afectarlo, pero no desarraigarlo: “Lo que confían en Jehová son como el monte de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre.” (Sal. 125:1; cf Pr. 12:3; 1Jn 2:17).
            Aunque pueda parecer débil, el justo es como la brisa que refresca, que es duradera, y cuando falta, se le extraña. Pero nadie desea que venga el torbellino.
            Él es como la piedra angular sobre la que reposa el edificio. Nadie la ve. Está escondida en tierra, pero sin ella el edificio no se sostendría. Él no será removido jamás porque está plantado sobre la roca firme que es Jesucristo (Mt 7:24,25), la piedra angular por excelencia (Sal 118:22).
            Juan Crisóstomo hace una observación interesante, basada en el texto ligeramente diferente de la Septuaginta (que era la versión del Antiguo Testamento que los cristianos de habla griega usaban en los primeros siglos): Cuando viene el torbellino de la tentación el impío no permanece firme, sino cede a ella y peca, porque no sabe resistirla. En cambio el  justo, acostumbrado como está a buscar siempre el bien en todo, sabe resistirla, y por eso permanece firme en la gracia de Dios hasta alcanzar la vida eterna.
26. “Como el vinagre a los dientes, y como el humo a los ojos, así es el perezoso a los que lo envían.”
¿Cuál es el efecto que el vinagre, y todo ácido, tiene sobre los dientes? Hace que sus raíces, aunque estén ocultas, y toda parte cariada, duelan. ¿Y qué ocurre cuando el humo nos envuelve? Nuestros ojos se irritan y lagrimean, y no podemos ver bien. Así de enojoso es el perezoso para quienes lo emplean.
            El que confía a un perezoso un encargo urgente esperará en vano que lo cumpla, porque encontrará mil excusas para no partir, y cuando lo haga, se detendrá cansado a cada rato en el camino, o se distraerá conversando con la gente que encuentre. No tiene prisa en cumplir su cometido. Y puede ocurrir que cuando llegue habrá olvidado lo que tenía que decir o hacer. Por eso, estando advertido, tan culpable es el perezoso que no cumple bien el encargo que se le confió, como el que lo envió, porque no supo escoger bien al mensajero. Si después la frustración le hace llorar, no tendrá a quién quejarse, porque le dirán: ¿No sabías tú que este perezoso no es confiable? Pusiste tu dinero en un bolsillo roto. No te quejes, pues, de tu pérdida (Pr 13:17a; 26:6).
            El personaje del perezoso ocupa un lugar importante en el libro de Proverbios, y está muy bien descrito (Nota). De él se dice que así como la puerta gira sobre sus goznes, pero no se mueve de su sitio, el perezoso se revuelve en su cama, pero no sale de ella (26:14), se entiende, para hacer lo que le toca hacer, y de esa manera lo va postergando. Da como pretexto la excusa más ridícula: el león está en la calle y en los caminos, y si salgo expongo mi vida (22:13; 26:13), como si ya no lo hubieran matado si fuera cierto lo que teme. Es tan perezoso que, estando en la mesa, prefiere pasar hambre a hacer el pequeño esfuerzo de llevar el bocado del plato a la boca (19:15; 26:15). Es tan necio en su vana opinión de sí mismo, que él, que nunca estudió ni investigó nada, se considera más sabio que los que por el estudio diligente y su experiencia de vida, están en condiciones de dar consejos útiles a la gente que se los pide (26:16).
            A menos que haya heredado mucho dinero, no dejará de sentir algún día las consecuencias de su negligencia, cuando la pobreza inexorable asome a su puerta (6:9-11; cf 24:32-34). Así actúa pese a que tiene el ejemplo del más pequeño de los insectos, la hormiga, que por instinto, y sin que nadie se lo ordene, acopia su comida en la estación favorable (6:6-9).
            Si es agricultor, evita el esfuerzo de arar su campo en invierno, de modo que no puede sembrar, y menos podrá cosechar cuando todos lo hagan en verano (20:4), provocando la compasión y las críticas burlonas de sus vecinos. Llegará el momento en que, como se negó a trabajar cuando debía (21:25), su vida se llenará de dificultades, de las que está exento el recto que es diligente (15:19).
27. “El temor de Jehová aumentará los días; mas los años de los impíos serán acortados.”
Esta es la primera vez que el concepto del temor de Dios aparece en la segunda parte del libro de Proverbios que empieza en este capítulo.
En este proverbio se señala que el temor de Dios es un factor positivo en la duración de nuestra vida. El que teme a Dios tenderá a vivir más años que el que no le teme (9:11). ¿Por qué la diferencia? El temor de Dios tiene este efecto positivo: Nos ayuda a regular nuestra vida de una manera racional y sana. Nos aleja de vicios que podrían afectar nuestra salud, y nos preserva de situaciones comprometedoras y peligrosas. Nos ayuda a mantener buenas relaciones con allegados y parientes, así como con extraños, lo cual aparta de nosotros las tensiones que pueden causar las relaciones humanas tirantes o desagradables. En fin, y sobre todo, el temor de Dios nos aleja del pecado, proporciona paz a nuestra alma y nos colma de satisfacciones espirituales.
La contraparte (que la vida del que carece de temor de Dios es corta) se desprende sola y no necesita de pruebas. Eso es algo, además, que la experiencia con multitud de ejemplos demuestra (Ecl 8:12,13). La existencia de las personas que llevan vidas irregulares, entregadas al vicio y proclives a acciones deshonestas, suele ser corta, sea porque las malas costumbres arruinan su salud, sea porque exponen su vida a peligros en los que el que teme a Dios no incurre (Jb 15:32).
El temor de Dios es una gracia multiforme que abarca muchas cosas, siendo como es el principio, o fundamento, de la sabiduría (Pr 1:7). El temor de Dios nos hace sabios, mientras que su ausencia nos vuelve necios. Porque carece de temor de Dios, el impío vive lleno de temores, reales o imaginarios. Teme a los que odia; teme la venganza de los que de alguna forma perjudicó, o hizo daño. Él sabe en el fondo de su corazón cuánta verdad encierra el proverbio que comentamos al inicio de este artículo: “Lo que el impío teme, eso le vendrá.” Porque su conciencia lo acusa, carece de paz y esa carencia afecta su salud.
Con frecuencia la vida de los que no temen a Dios es cortada de golpe, como ocurrió con los dos hijos impíos del sacerdote Elí, a los que su padre no corrigió como debiera haber hecho en su momento (1Sm 2:12-17,34; 3:11-14; 4:11); o con Ananías y Safira, que le mintieron al Espíritu Santo (Hch 5:1-10).
El que teme a Dios sabe que al final de su vida terrena sus días se prolongarán en el día sin ocaso en que no habrá necesidad de sol ni de luna para alumbrarnos, porque Jehová será nuestra luz perpetua (Is 60:19; cf Ap 21:23; 22:5).
Nota: Derek Kidner le dedica un interesante estudio en su libro “Proverbios”.
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? "Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#934(17.07.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 3 de abril de 2013

COMO EL CIERVO BRAMA II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
COMO EL CIERVO BRAMA II
Un Comentario de los Salmos 42 Y 43 (Continuación)

42:6. “Dios mío, mi alma está abatida en mí; me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.”
El salmista reconoce que su ánimo está abatido “dentro de mí.” Lo que él siente es algo interior de lo que nadie participa. Como remedio para su estado anímico él escoge acordarse de Dios, es decir, levantar su espíritu a su Creador y pensar en las muchas veces que lo ha socorrido y librado de angustias.
“El Señor es nuestro pronto auxilio en toda necesidad.” (Sal 46:1) Cualquiera que sea la situación en que nos encontremos, por grave o triste que sea, Él es nuestro remedio infalible. Acordarse de Dios en esas circunstancias es un bálsamo para el alma afligida. Acordarse de las múltiples misericordias, de las muchas ocasiones en que nos ha socorrido, alegra el alma.
¿Y por qué tiene ese efecto para nosotros? Porque –como dice un autor antiguo- “Aunque yo sea pobre, tú eres rico; aunque yo sea débil, tú eres fuerte; aunque yo sea un miserable, tú eres bienaventurado”.
Me acordaré de que tú eres mi Dios y de que tú te has manifestado muchas veces a mi alma; me acordaré de tus promesas y de que nunca me has fallado. En verdad son muy felices en medio del infortunio los que se refugian en Dios en medio de las pruebas.
Los hermonitas que se menciona acá pueden ser los habitantes de la región del Hermón, la más alta montaña de Israel, situada al extremo Noreste de su territorio, y que contrasta con el monte Mizar (que quiere decir pequeña montaña) cuya ubicación se desconoce.
7. “Un abismo llama a otro a la voz de tus casadas; todas tus olas y tus ondas han pasado sobre mí.”
En la visión cosmológica del primer capítulo del Génesis que subyace este versículo, las aguas de abajo (llamadas aquí “abismos”) en medio de las cuales se encuentra la tierra firme -esto es, los continentes- están separadas de las aguas de arriba por la expansión del cielo (Gn 1:6-8).
El salmista imagina que los abismos, es decir, los océanos, dialogan unos con otros, siendo el sonido de sus cascadas (de sus lluvias torrenciales) la voz que utilizan para conversar, mientras el viento huracanado empuja los espesos nubarrones que se ciernen sobre el mar agitado.
“Tus olas y tus ondas…” Pablo, que naufragó varias veces en el Adriático en el curso de sus incesantes viajes, podría aplicar estas palabras a sí mismo. Es interesante que el profeta Jonás emplee estas mismas palabras para describir la situación en que se encontraba cuando fue arrojado al mar por los marineros del barco en que viajaba (Jon 2:3).
El espectáculo terrible de las olas del mar que pasan sobre el náufrago es un símbolo de las tribulaciones incesantes que afligen al hombre, amenazando ahogarlo (Sal 69:1,2; 88:7).
8. “Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida.”
Al despuntar el nuevo día, con el sol brillará la misericordia de Dios como la aurora rescatándolo de su aflicción y consolándolo. Por la noche la consolación divina seguirá confortándolo, y él podrá elevar su oración a Dios sin la opresión de la angustia que había experimentado las noches anteriores (cf Sal 77:6,9; 119:62).
Dice que Dios enviará de día su misericordia porque la salvación del Señor será manifiesta a la vista de todos, como dice otro salmo: “Tu salvación, oh Dios, me ponga en alto…” (Sal 69:29b).
9. “Diré a mi Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?”
No obstante, el salmista se dirige a Dios en tono de reproche, echándole en cara que lo haya olvidado y él esté lejos de su protección. Se queja de que él deba llevar los signos del luto mientras sus enemigos se alegran. Si tú eres mi roca, el bastión sobre el cual estoy parado, ¿cómo puedes haberme abandonado? (Nota)
¿Qué diríamos de un cristiano que estuviera delante de las cámaras de TV para dar su testimonio y dijera: Dios se ha olvidado de mí, y ando triste por la opresión de mi enemigo? Nos sorprendería. Sin embargo, esa persona no habría hecho otra cosa sino decir lo que escribe el autor de esta estrofa.
Pero ¿puede Dios olvidarse de los que ponen su confianza en Él? ¿No dice otro salmo que “aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo Jehová me recogerá.”? (Sal 27:10). Ésta es una promesa firme, pero hay ocasiones en que parece que Dios se hubiera olvidado de nosotros. Son tiempos de prueba en que vemos una cara del amor de Dios que no nos agrada tanto: su solicitud por hacernos madurar a través de los golpes de la vida.
10. “Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?”
Los golpes más duros que puede recibir un hombre son los que golpean sus huesos porque no hay músculos ni grasa que amortigüen el golpe. Ésa es la imagen que usa el salmista para describir la afrenta que recibe de sus  adversarios que se burlan de él preguntándole: ¿Dónde está tu Dios que no viene a ayudarte? Aunque parezca que Él no está presente, aunque parezca que Él se oculta, aunque Él parezca indiferente a nuestras cuitas, Él está siempre ahí, al lado nuestro.
Parafraseando a Agustín diríamos: “Yo no puedo preguntarle al pagano ¿Dónde está tu Dios?, porque él me responderá con la misma pregunta. Si yo se la hago a él, él me señalará un ídolo; y si yo me río, me señalará al sol en el cielo: “Ahí está mi Dios”. Pero si él me hace esa pregunta a mí me coloca en una situación incómoda, no porque yo no tenga nada que mostrarle, sino porque él no tiene ojos para ver lo que yo le muestre.”
11. “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.”
Esta estrofa –que también figura en el vers. 5- cierra el salmo 42, y dará fin también al salmo siguiente.
Nota: Dios es llamado “roca” con frecuencia en las Escrituras: Dt 32:4; 2Sm 23:2,3; Sal 18:2; 1Cor 10:4.
Salmo 43
Este salmo se distingue del anterior en que es todo oración y en que en él predomina una nota de alegría.
1. “Júzgame, oh Dios, y defiende mi causa; líbrame de gente impía, y del hombre engañoso e inicuo.”
¿Cómo puede Dios ser a la vez juez que juzga y abogado que defiende? Puede serlo porque Él es la verdad misma que juzga imparcialmente y sin acepción de personas y, a la vez, ama al acusado.
Notemos que si el salmista le dice a Dios que lo juzgue y que defienda su causa, es porque él está convencido de su inocencia. Pero ¿quién puede decir que es inocente delante de Dios? Sin embargo, en la situación adversa concreta en que se encuentra, él sí puede afirmar que es inocente de las acusaciones que le han dirigido sus enemigos. Cualquiera que sean sus defectos personales, él es, en términos del Antiguo Testamento, un hombre justo que se ve acosado sin motivo por gente impía, de la que él le pide al Señor librarlo. (Nota 1)
2. “Pues que tú eres el Dios de mi fortaleza, ¿por qué me has desechado? ¿Por qué andaré enlutado por la opresión del enemigo? (2)
La frase que inicia este versículo proclama una gran verdad: Dios es la fortaleza de mi vida. Es decir, Él es quien me hace fuerte. Mi fortaleza no reside en mis propias escasas fuerzas, sino en las suyas infinitas, que son incontrastables. Pero si eso es así, y tú me has prometido estar conmigo y apoyarme, ¿por qué me has abandonado frente a los ataques e intrigas del enemigo que busca destruirme? Si tú eres mi fortaleza, ¿por qué he de andar cabizbajo, temeroso y sin fuerzas?
Si Dios es el defensor de los justos ¿por qué permite que hombres injustos me persigan y me acosen? ¿Por qué he de andar afligido, sintiendo que mi Dios me ha abandonado? ¡Que nunca se diga que Dios abandona a los que en Él confían! Más bien diré confiado:
3. “Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán a tu santo monte, y a tus moradas.”
Ahora que estoy desorientado y sin saber qué hacer, envía tu luz y tu verdad para que me guíen y me ayuden a encontrar el camino seguro y recto a tu monte santo donde tú resides.
Envía tu luz que disipe mis tinieblas; envía tu verdad para que venza mi mentira y mi ignorancia.
Las palabras de este versículo pueden entenderse en un doble sentido: La luz del espíritu y su verdad llevarán al salmista a la presencia de Dios, a las alturas espirituales donde Él mora. Pero también pueden referirse al monte de Sión, donde se yergue el templo visible de Dios, al cual él espera regresar cuando haya triunfado la verdad de su causa.
Los autores antiguos entendían esta petición como clamando por la venida del Mesías, que dijo de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo…” (Jn 8:12); y también: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” (Jn 14:6)
4. “Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.”
El salmista está seguro de su retorno al templo, porque Dios es fiel. Entonces podrá acercarse nuevamente al altar de Dios en donde se ofrecen sacrificios y holocaustos, y la alegría de la presencia de Dios se hace manifiesta. Entonces podrá volver a tomar parte en el culto como acostumbraba, cantando y tocando su arpa.
Cuando los sacerdotes piadosos ofrecían sacrificios sobre el altar, no sólo ofrecían animales que habían sido degollados previamente, sino se ofrecían también a sí mismos juntamente con sus sentimientos más personales y sus aspiraciones, como un holocausto, habiendo degollado su ego, es decir, habiendo muerto a sí mismos, para ofrecerse enteramente a Dios.
Todos podemos hacer eso figuradamente, ofreciendo sobre el altar todo nuestro ser, junto con los dones y talentos que Dios nos ha dado, y junto con nuestros planes, proyectos y esperanzas.
5. “¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.”
Nuevamente se repite la estrofa-estribillo, pero ahora, aunque sus palabras no han cambiado, resuena una nota de esperanza y optimismo: ¡Espera en Dios, sí, porque aún he de alabarle! No obstante la distancia y los obstáculos, aún he de alabarle con mi voz, y no me cansaré de hacerlo, porque yo he puesto mi confianza en Él, y sé que Él vendrá en mi ayuda para salvarme del enemigo, y traerme de vuelta a su santa morada.
Esta es la esperanza bendita de todo creyente: Que al final de su existencia Dios lo va a conducir a su santo monte en el cielo para gozar para siempre de su compañía.
Notas: 1. En el sentido del Antiguo Testamento justos son todos los que viven tratando de cumplir la ley de Moisés lo mejor que pueden.
2. La segunda pregunta de este versículo es idéntica a la segunda pregunta del vers. 42:9.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
MATRIMONIO Y FELICIDAD.
La primera obligación del hombre casado es hacer feliz a su mujer. Los hombres se casan para ser felices, pero ¿puede un hombre ser feliz en el matrimonio si su mujer no es feliz? Para casarse se necesitan dos. Para ser felices en el matrimonio también se necesitan dos. No puede ser el hombre feliz él solo si es que ella no es feliz. La mujer por su lado no puede ser feliz ella sola si no hace feliz a su marido.
Naturalmente es obligación de ambos hacerse felices el uno al otro. Obviamente  es algo recíproco. Para eso se casan. Dios los creó para que sean uno, no en la infelicidad sino en la felicidad. Pero la responsabilidad principal en esta tarea incumbe al hombre. Para eso él es el sacerdote de su casa.
Alguno quizá pregunte ¿Dónde dice la Biblia que la primera obligación del hombre casado es hacer feliz a su mujer? (Este pasaje está tomado de la página 107 de mi libro ”Matrimonios que Perduran en el Tiempo”
#768 (03.03.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 18 de enero de 2013

YO HE VENCIDO AL MUNDO


Por José Belaunde M.
YO HE VENCIDO AL MUNDO
Un comentario de Juan 16:25-33
25. “Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre.”
Jesús les dice a sus discípulos que Él les ha venido hablando del reino de Dios (“estas cosas” = tauta en griego) en alegorías (Nota 1), es decir, en lenguaje figurado o en parábolas, pero que en adelante les hablará en un lenguaje directo, claro.
Pero yo noto que la mayor parte de este discurso, desde el capítulo 14, está dicho en un lenguaje bastante claro y explícito, que deja pocas dudas sobre el sentido de lo que Jesús quiere decirles --exceptuando la parábola de la vid verdadera (15:1-8), y cuando emplea la frase “todavía un poco” (16:16), y algunos pasajes cortos más, como la figura de la mujer que da a luz (16:21). Por eso yo creo que cuando dice “la hora viene” se está refiriendo –aunque sus apóstoles en ese momento ignoran a qué se refiere- sea a la etapa de cuarenta días entre su resurrección y su ascensión, en que les enseñaría muchas cosas más acerca del reino de Dios (Hch 1:3); sea al período después de Pentecostés, cuando poco a poco el Espíritu Santo les fue aclarando muchos conceptos que hasta ese momento no les eran claros y que forman parte de los fundamentos de la vida cristiana, como los relativos, entre otros, a la Trinidad y a la doble naturaleza divina y humana de Jesús.
26,27. “En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios.” (2)
Cuando llegue ese día (Véase v. 23) se cumplirá la promesa de que todo lo que pidan al Padre en su nombre (14:13,14; 15:7; 16:23,24) les será concedido, sin necesidad de que Él interceda por ellos, ya que el Padre tiene un gran amor por ellos, pues ellos lo han acompañado desde el inicio de su ministerio público, amándolo y creyendo en sus palabras, especialmente aquellas en que Él afirmaba ser el Hijo de Dios que se hizo hombre para salvar a los pecadores (Mt 20:28). Su fe y su fidelidad les han granjeado un amor especial del Padre que asegura que Él les concederá todo lo que le pidan. Todo el que cree fielmente en Jesús y le ama es amado de una manera especial por Dios.
Entonces Jesús les declara una gran verdad acerca de sí mismo:
28. “Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.”
Esto es, yo he salido del seno del Padre, donde estaba antes de hacerme hombre. Esta es la solemne verdad que enuncia la frase inicial del prólogo de este evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” (1:1), que se completa más adelante: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, pero el mundo no lo conoció…” (v. 9,10). “Y aquel Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros…” (v. 14ª).
Pero ahora, dice Jesús, me toca regresar al Padre dejando este mundo, y no estaré más entre vosotros.
Ya Él les había anunciado su partida (16:16), y ese anuncio les había causado gran tristeza (v.20,22), pero Él los consuela diciéndoles que luego los volvería a ver. En este momento no les reitera esa promesa pero ellos deben haberla recordado porque…
29,30. “Le dijeron sus discípulos: He aquí ahora hablas claramente, y ninguna alegoría dices. Ahora entendemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios.”
En su mente entorpecida por la pesadumbre se hace la luz y comprenden claramente lo que Jesús les está diciendo; comprenden que su conocimiento excede todo lo que el hombre natural puede saber, porque es un conocimiento divino, omnisciente: “Sabes todas las cosas”. Él sabe lo que hay en el corazón del hombre (6:64; Lc 5:22), sus preocupaciones, sus inquietudes, sin que nadie se lo diga o le pregunte. Su mirada penetra hasta lo más profundo del corazón humano (Hb 4:12). La comprensión súbita que tienen de cuán vasto es el conocimiento que posee Jesús los convence, si bien todavía imperfectamente, de su divinidad.
31. “Jesús les respondió: ¿Ahora creéis?”
La pregunta de Jesús tiene un matiz irónico y de reto: “¿Ahora creéis que yo soy lo que siempre he afirmado  ser? ¿Y vais a actuar de acuerdo a esa convicción y os vais a adherir a mí, permaneciendo al lado mío cuando vengan tiempos difíciles? Jesús los reta a ser concientes de cuán superficial es aún su fe en Él, y cómo todavía ha de ser probada.
No solamente Jesús no tiene necesidad de preguntar para saber qué es lo que les inquieta, sino que también Él puede evaluar la firmeza y estabilidad de su fe.
32a. “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo;”
Vosotros aseguráis creer en mí, y que permaneceréis conmigo frente al mundo, pero viene el momento en que cada uno de vosotros se irá por su lado, queriendo salvar el pellejo, y me abandonarán en manos de mis enemigos (Mt 26:56b).
Él les anuncia que ha llegado para Él la hora de su gran soledad, en que será abandonado por todos, y en la que Él no podrá contar con ninguno de los que hasta ahora consideraba sus amigos, porque valorarán más su propia vida que la amistad y el amor que le profesaban. Ninguno de ellos, en efecto, estuvo cerca de Él para consolarlo o darle ánimo, o para testificar a favor suyo ante el tribunal --salvo Pedro que lo seguía de lejos (Mt 26:58) y luego lo negó tres veces (Mt 26:69-75).
32b. “Mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo.”
Si bien desde el punto de vista humano Él se va a quedar solo, no lo va a estar realmente, porque su Padre estará con Él, y su compañía vale más que toda compañía humana (Jn 8:29).
Esas palabras acerca de la compañía de su Padre pueden aplicarse también a nosotros, los creyentes, pues hay ocasiones en que nos quedamos huérfanos de amistad y de todo apoyo humano. Pero aún en esos momentos difíciles en que nos sentimos abandonados, Dios permanece al lado nuestro. Y si podemos contar con Él, ¿qué importa que los hombres nos abandonen?
Hay una escritura que bien expresa esa seguridad: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá.” (Sal 27:10) Esas palabras son para nosotros un gran consuelo.
Sin embargo, hubo un momento en su pasión en que Jesús sintió que su Padre lo abandonaba a su propia suerte, cuando estaba clavado agonizando en el madero, y en el que la angustia de la soledad le hizo proferir una de las exclamaciones más desgarradoras del Evangelio: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt 27:46).
Esa sensación de abandono formaba parte de la copa de amargura que Él tenía que beber hasta la última gota para que al término de su pasión Él pudiera decir: “Todo está consumado” (Jn 19:30). Pero aunque Él pudiera sentirse abandonado por su Padre, nunca lo estuvo realmente. Él pasó por esa situación porque era necesario que Él experimentara en carne propia el abandono y la soledad que los seres humanos a veces experimentamos, la soledad del hombre que, abandonado por todos, enfrenta su destino.
Poco antes había dicho: “Voy al Padre.” (16:28). Ahora dice. “El Padre está conmigo.” Cabe preguntar con Agustín: ¿Qué necesidad hay de ir a Aquel que uno tiene consigo? La respuesta es: Al venir al mundo Él salió del Padre, pero sin dejar de estar íntimamente unido a Él, de modo que nunca lo dejó; así como ahora, muriendo, Él deja el mundo para volver al Padre, pero no abandona al mundo, porque permanece en él por su Espíritu que mora en nosotros y en la Iglesia.
33. “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad (3), yo he vencido al mundo.”
Todas las cosas que Jesús les ha venido diciendo se las ha dicho para que en Él puedan tener paz en medio de las aflicciones que ellos van a padecer en el mundo. Ellos van a vivir como si dijéramos en dos dimensiones simultáneamente. Van a vivir en Él gracias a la unión obrada por la presencia del Espíritu Santo en sus almas y cuerpos y, a la vez, van a vivir en medio de las contradicciones y oposición de este mundo. El conflicto es inevitable.
Aunque ya lo hemos visto anteriormente (Véase el artículo “El Mundo os Aborrecerá I”) conviene revisar qué quiere significar Jesús cuando emplea la palabra “mundo”. Kosmos en griego es el universo entero, pero en el lenguaje del evangelio y de las epístolas de Juan “el mundo” representa a las fuerzas espirituales que se oponen a Dios; representa esa sección mayoritaria de la humanidad que no sólo desconoce a Dios sino que se le opone y lo niega. Representa la influencia en el ámbito humano del reino de las tinieblas gobernado por Satanás, a quien Jesús llama precisamente por ese motivo “el príncipe de este mundo” (Jn 12:31; 14:30; 16:11).
El mundo es también la mentalidad que prevalece entre los incrédulos que no reconocen la soberanía de Dios y que pretenden vivir independientes de Él –como si su aliento no viniera de Él. (4)
El reino de las tinieblas y el reino de la luz están en oposición permanente. Pero Jesús les asegura que Él ha vencido al mundo (5); y que aunque ellos experimenten en el mundo una lucha permanente deben descansar en la confianza de la victoria que Él ha obtenido para ellos.
En medio de las tribulaciones y las persecuciones que les esperan, ellos podrán experimentar la paz que viene de Él (Jn 14:27) y que sólo Él puede dar, una paz que sobrepasa todo entendimiento y que gobernará sus corazones (Flp 4:7). Jesús hizo esa promesa no sólo a sus apóstoles; la hizo también a todos nosotros.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Cómo puede Jesús decir que ha vencido al mundo cuando está a punto de ser condenado como un malhechor a una muerte infame? La respuesta se halla en Hebreos donde se dice que Él participó de las limitaciones de la naturaleza humana (“carne y sangre”) “para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,” al príncipe de este mundo (Hb 2:14). Vencido el príncipe, su principado ha terminado.
Así como yo lo he vencido, vosotros también lo venceréis, siguiendo mi ejemplo, por mi Espíritu que vive en vosotros, tal como escribe Juan: “Porque todo lo que es nacido de Dios, vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” (1Jn 5:4) Yo lo he vencido para que vosotros también lo venzáis, pese a todas las tribulaciones que os puedan sobrevenir. Pablo, a su vez, lo asegura: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó.” (Rm 8:37).
Los mártires de los siglos posteriores fueron sostenidos en la lucha por estas palabras de Jesús en este versículo que comentamos, seguros de que cuando la tentación es grande, más grande es Aquel que está en nosotros “que el que está en el mundo.” (1Jn 4:4). Como dice Agustín: “Él no hubiera vencido al mundo, si el mundo pudiera conquistar a los suyos.” La victoria de Jesús es garantía de la nuestra.
Notas: 1. La palabra  paroimía, que figura tres veces en Juan (10:6; 16:25,29) y una en 2P2:22, designa un corto dicho oscuro, o proverbio enigmático, en el que lo ficticio sirve para representar lo real. Es casi un sinónimo de parabolé, con la diferencia de que ésta suele ser una historia más elaborada.
2. Aquí dice que el Padre los ama porque ellos han amado a Jesús. Sin embargo, en su 1ra. Epístola Juan dice: “Nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero.” (1Jn 4:19). No hay contradicción. Son dos situaciones y momentos diferentes. Los hombres ciertamente amamos a Dios como consecuencia de su amor por nosotros, pero hay un amor especial de Dios que es fruto de nuestro amor y de nuestra entrega a Él.
3. O quizá mejor: “tened ánimo”.
4. Concretamente, en ese momento histórico el mundo representa también a ese sector de la sociedad judía que rechazó a Jesús y lo hizo condenar.
5. El tiempo verbal perfecto usado por Jesús indica un resultado permanente.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (Vol 1) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA. TEL. 4712178.

#759 (30.12.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).