LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
¿QUÉ SON LOS EVANGÉLICOS? I C
Miremos ahora lo que sucedía al otro lado del Atlántico, en
Norteamérica, La mayoría de los colonizadores de habla inglesa eran anglicanos,
pero también había miembros de otras denominaciones, presbiterianos, bautistas,
etc. Pero los que tuvieron una mayor influencia en esas colonias fueron los
padres peregrinos, que fundaron nueva Inglaterra, a los que se suele llamar
“puritanos”, término que tenía un significado peyorativo pero que ellos
adoptaron orgullosamente como propio.
Ellos eran calvinistas, que en su mayoría se habían separado de
la iglesia de Inglaterra, por lo que fueron llamados “separatistas”. Algunos de
ellos emigraron a los Países Bajos (Holanda) en 1608, pero regresaron a su
patria, pensando irse al Nuevo Mundo, para fundar una colonia que fuera un
modelo de vida cristiana, según la frase de Jesús sobre una ciudad asentada en
un monte que no se puede esconder (Mt 5:14).
En otoño 1620 un buen número de ellos, a bordo del buque
“Mayflower”, desembarcaron en Cape Cod, y fundaron la colonia Plymouth. Miles
más se sumaron a ellos en las siguientes décadas en Plymouth y el cercano
Massachusets.
Los puritanos han legado a las generaciones siguientes muchas de
las características esenciales de la cultura americana, como son las
universidades (tales como Yale y Harvard que fueron inicialmente fundadas para
formar ministros del culto) y las escuelas públicas.
Las instituciones democráticas americanas deben mucho a los
“town meetings” (reuniones de los habitantes de la ciudad) de Nueva Inglaterra,
y a la legislación de Massachusetts. Asimismo la ética del servicio público y
la responsabilidad cívica de los padres peregrinos contribuyó a que la nación
contara con un liderazgo político efectivo en el momento oportuno.
En el curso del siglo XVII fueron llegando a Nueva Inglaterra y
a Pennsylvania miembros de otras denominaciones que establecieron iglesias
diversas, presbiterianos, bautistas, cuáqueros, y hasta católicos en Baltimore.
Las colonias inglesas de la costa atlántica de Norteamérica
experimentaron entre los años 1720 y 1744 un poderoso avivamiento, llamado por
los historiadores “The Great Awakening” (El Gran Despertar).
Sus principales protagonistas fueron inicialmente el pastor
alemán de la Iglesia Reformada Theodore Freylinghuysen (1691-1748), que había
absorbido las enseñanzas pietistas; el ministro presbiteriano escocés, Gilbert
Tennent (1709-64), que fundó el Log College para la formación de predicadores
laicos, que después se convirtió en la Universidad de Princeton; y el erudito
Jonathan Edwards (1703-1758), el primer teólogo importante nacido en
Norteamérica, que registró los sucesos del avivamiento en su libro “Fiel narración
de la sorprendente obra de Dios”. Él se hizo famoso con un sermón cuyo título,
“Pecadores en manos de un Dios airado”, fue objeto de muchos comentarios.
Ellos, como otros predicadores, estaban preocupados por la
tibieza de los miembros de sus congregaciones y empezaron a predicar acerca de
la necesidad de una conversión auténtica y profunda, y que no bastaba tener
conocimiento de la doctrina cristiana, sino que había que conocer a Cristo
personalmente con una fe viva.
El avivamiento provocado por esta predicación inflamada cundió
por Nueva Jersey, Nueva York y nueva Inglaterra. El avivamiento recibió un gran
impulso con la llegada de George Whitefield en 1739, que emprendió varias
misiones comenzando en Georgia y subiendo poco a poco al Norte hasta su muerte acaecida
en 1770, como consecuencia del agotamiento físico y de un violento ataque de
asma. Él atraía a grandes multitudes donde quiera que fuera. Se dice que en una
de esas misiones predicó 130 sermones en 73 días recorriendo 800 millas a
caballo en Nueva Inglaterra. Sus sermones pronunciados con voz potente causaban
gran impacto en sus oyentes que solían llorar y gemir arrepintiéndose de sus
pecados.
El Agape, o “fiesta de amor”, fue introducida por el conde
Zinzendorf en 1727 y los moravos como un servicio religioso para compartir
alimentos y oración, cánticos y conversación piadosa. John Wesley la vivió por
primera vez en Georgia en una reunión de moravos, y quedó muy impresionado por
la forma decente y solemne en que se realizó.
Él la introdujo en las reuniones de la sociedad metodista en
Gran Bretaña y luego en América del Norte.
La fiesta tiene su origen en la Última Cena que celebró el Señor
la víspera de su pasión. En las primeras décadas de la vida de la iglesia era
celebrada con anterioridad pero en conexión con la Eucaristía. El apóstol Judas
la menciona en el versículo 12 de su epístola, y más anteriormente lo hace
Pablo en el capítulo once de su primera epístola a los Corintios, especialmente
en los vers. 20-22, 33 y 34, denunciando los abusos que en ella se cometían. En
el segundo siglo ambas celebraciones fueron separadas. El año 692 el concilio
Trullano las prohibió debido a los abusos cometidos en su celebración, pero
persistió en algunas iglesias ortodoxas, de donde posiblemente la tomaron los
moravos, dándole la solemnidad y la alegría que ellos consideraron apropiado.
Cuando Wesley tuvo oportunidad de asistir a una de esas
celebraciones quedó tan impresionado que le pareció asistir a una celebración
de los tiempos apostólicos.
Su celebración se convirtió en una característica habitual del
movimiento evangélico, y si bien con el tiempo fue siendo olvidada, últimamente
ha sido revivida. En ella los cánticos y oraciones alternan con testimonios en
los que algunos asistentes relatan lo que Dios ha hecho en su vida. Su
celebración, en la que los participantes comparten alimentos sentados en torno
a una mesa, con ocasión de las conferencias anuales o periódicas de las
iglesias y organizaciones religiosas es muy frecuente en algunos países.
Puede decirse que las reuniones nocturnas o matutinas de la
Fraternidad Internacional de los Hombres del Evangelio Completo (FINHEC),
surgida a comienzos del siglo XX en California, son una forma moderna de Agape,
cuyos efectos espirituales en algunos casos pueden ser muy profundos.
Pero el uso de la palabra Agape se ha generalizado tanto que en
el mundo secular a veces se da ese nombre a los almuerzos y cenas que se
celebran en homenaje a una persona.
Este artículo no estaría completo si no me refiriera a la
doctrina de la perfección cristiana expuesta por Wesley. El “Perfeccionismo” es
un aspecto esencial de la teología wesleyana. Consiste en la abstención
voluntaria de toda transgresión de la ley moral. Es un don recibido por fe en
un momento dado de la vida por acción de la gracia.
El cristiano puede llegar a estar lleno de un amor por Cristo
tal que excluya todo pecado voluntario en su caminar y lo lleve a vivir una
vida cotidiana de santidad. Sin embargo, no consiste en una impecabilidad
absoluta, algo que sería incompatible con la fragilidad humana y puede perderse
si se descuida.
Para terminar quiero citar algunos pasajes del pequeño libro que
Wesley escribió (entre muchos otros): “Una Exposición Sencilla de la Perfección
Cristiana”:
“El fondo del alma puede estar en reposo al mismo tiempo en que
pasamos por grandes dificultades, así como el fondo del mar está en calma
mientras que la superficie está agitada.”
“Una de las grandes evidencias del amor de Dios por aquellos que
lo aman es enviarles aflicciones junto con la gracia para soportarlas.”
“La verdadera resignación consiste en una completa conformidad
con la total voluntad de Dios que quiere y hace todo lo que ocurre en el mundo,
salvo el pecado. Para lograrlo lo único que tenemos que hacer es abrazar todos
los acontecimientos, buenos y malos, como Su voluntad.”
“Debemos soportar a los que no podemos corregir, y contentarnos
con ofrecerlos a Dios. Esa es verdadera resignación. Y puesto que Él llevó
nuestras enfermedades, bien podemos nosotros soportar mutuamente las nuestras
por Su causa.”
“No hay amor a Dios sin paciencia, y no hay paciencia sin
humildad y mansedumbre de espíritu.”
“Dios es el primer objeto de nuestro amor, y nuestro siguiente
empleo es soportar los defectos de otros, comenzando a hacerlo en el seno de
nuestro propio hogar.”
“Dios no hace nada sino en respuesta a la oración, y aun
aquellos que se convirtieron a Dios sin orar ellos mismos por esa causa, no lo
hicieron sin la oración de otros. Toda nueva victoria que obtiene un alma es
consecuencia de una nueva oración.”
“La oración continúa en el deseo del corazón, aunque el
entendimiento esté empleado en cosas externas.”
“En las almas llenas de amor el deseo de agradar a Dios es una
oración continua.”
“Una de las principales reglas de la piedad es no perder ninguna
ocasión de servir a Dios. Y puesto que Él es invisible a nuestros ojos, debemos
servirlo en nuestro prójimo; lo cual Él recibe como si fuera hecho a Él mismo
en persona, parado visiblemente delante nuestro.” (Mt 25:34-40)
No hay comentarios:
Publicar un comentario