LA VIDA Y LA PALABRA
José Belaunde M.
¿QUÉ SON LOS EVANGÉLICOS? I-A
Un amigo por quien tengo gran aprecio me preguntó una vez ¿qué
son los evangélicos? Como se trata de una persona que ha ocupado altos cargos en
el campo universitario me propuse darle una respuesta que satisfaciera a la vez
su curiosidad y su intelecto, escribiendo tres artículos dedicados
sucesivamente a los siglos XVIII, XIX y XX. Con ese fin, comenzando por el
primero que publico ahora, me ha sido necesario investigar acuciosamente para
llenar las muchas lagunas de mi conocimiento y debo reconocer que, al hacerlo,
he aprendido muchas cosas que me han sorprendido.
La palabra "evangélico" viene de "evangelio"
que quiere decir "buenas noticias". Y, en efecto, el mensaje que vino
a traer Jesús fueron buenas noticias para la humanidad.
El movimiento evangélico nace en Inglaterra a mediados del siglo
XVIII, en relación con el avivamiento espiritual promovido por los predicadores
John Wesley y George Whitefield, ambos sacerdotes de la Iglesia de Inglaterra
(Anglicana), que empezaron a predicar a las multitudes en grandes espacios
abiertos, pese a la oposición de la iglesia oficial.
Pero el avivamiento provocado por ambos tiene un antecedente en
el surgimiento del pietismo por obra del pastor luterano F.J. Spener
(1635-1705) (aunque el término
"evangélico" ya había usado por Spener para referirse a los suyos, e incluso antes
por Lutero para referirse a los protestantes).
Spener había denunciado el formalismo y la ostentación retórica
de la predicación de muchos pastores, más interesados en su posición que en
estimular la piedad de sus feligreses. Mediante su copiosa correspondencia y su
popular pequeño opúsculo "Pia Desideria" (Deseos Piadosos) denunció
la hipocresía de la religión establecida, y abogó por la reforma de la vida de
los cristianos.
Él insistió en la necesidad del nuevo nacimiento como
experiencia fundamental de la vida cristiana. Para promover esta experiencia él
fomentó la creación de pequeñas asambleas ("collegia pietatis") que se reunían dos veces por
semana para orar y aplicar la Escritura a la vida personal.
Él insistía en el sacerdocio de todos los creyentes, en los que
la fe debe expresarse en actos de amor hacia el prójimo. Según él la vida espiritual y el llevar una
vida piadosa, centrada en una relación personal con Cristo, eran más
importantes que el conocimiento dogmático y poseer la doctrina correcta.
Entre sus muchos seguidores conviene destacar a August Herman
Franke (1643-1727), teólogo y filólogo. Sus clases bíblicas en la universidad
de Leipzig produjeron un avivamiento que fue objetado por sus superiores.
Expulsado de la universidad, Franke fue ayudado por Spener para ocupar un cargo
en la universidad de Halle en 1692. Allí empezó a preocuparse de los
desposeídos y menesterosos. Fundó una escuela para pobres y un orfanato, un
hospital, una farmacia, una casa para viudas, un instituto pedagógico y una
librería, pequeñas empresas que ayudaron a financiar su obra. Se interesó
también por las misiones extranjeras enviando misioneros a la India.
John Wesley es conocido por ser el creador de un método que
desarrolló como estudiante en la universidad para progresar en la vida
cristiana (de ahí el término "metodismo" usado inicialmente por sus
compañeros de estudio en son de burla). Wesley y Whitefield eran socios y
amigos, a pesar de la diferencia de edad, pero sobre todo de teologías: Wesley
era arminiano, mientras Whitefield era calvinista. (Calvino sostenía que Jesús
había muerto sólo por los elegidos; Arminio sostenía que Jesús había muerto por
todos, y que dependía de cada individuo aceptar o no la oferta de salvación que
Jesús le hace, ayudado ciertamente por la gracia).
Whitefield era el predicador más poderoso. En su juventud había
querido ser actor, y solía aplicar en su predicación, con mucho efecto, algunos
recursos de la actuación. Se dice que predicaba a multitudes que llegaban a
30,000 personas en una época en que no había megáfonos ni amplificadores. Pero
Wesley tenía un sentido de organización del que su colega carecía. Él organizó
a sus seguidores en "clases" que se reunían semanalmente para orar y
estudiar la Biblia, y que él visitaba regularmente recorriendo, al crecer el
movimiento, enormes distancias a caballo.
Para los evangélicos la Biblia es la autoridad suprema que
contiene el registro de las verdades que Dios ha querido comunicar a la
humanidad, a través de hombres escogidos para ese fin.
El corazón de la Biblia para los evangélicos es la cruz, en la
que Jesús se inmoló como sacrificio sustitutorio por los pecados de la
humanidad, muriendo después de terribles padecimientos aceptados
voluntariamente. Insisten en la necesidad de una respuesta personal al mensaje
de la cruz: la conversión o nuevo nacimiento, que transforma a la persona, pero
que, si es auténtica, debe manifestarse en una conducta renovada que la aleje
del pecado. A la vez esas verdades deben ser comunicadas apasionadamente a los
demás.
De ahí que suela verse a los evangélicos con una Biblia bajo el
brazo, y tratando de convertir a otros, esto es, predicando. Los evangélicos
suelen ser activistas. Son lo que el Nuevo Testamento llama
"evangelistas" (Hch 21:8; Ef 4:11; 2Tm 4:5), y lo son
apasionadamente, usando todos los medios a su alcance, incluyendo los que la
moderna tecnología pone a su disposición.
Antes de que surgieran los hermanos Wesley y G. Whitefield el
estado de la iglesia de Inglaterra era bastante lamentable. El culto en la
iglesia anglicana estaba dominado por un ritualismo vacío. Pocos nobles asistían
a los cultos dominicales, y el bajo pueblo tampoco estaba interesado en la
religión. La mayoría de los aspirantes al sacerdocio buscaban sobre todo
asegurar su situación económica.
Nacido en 1714 y de origen humilde, George Whitefield conoció a
los hermanos Wesley en 1733 y se unió al Holy club (Club Santo) organizado por
John en la universidad de Oxford. Entregó su vida a Cristo en 1735 y fue
ordenado diácono de la Iglesia de Inglaterra. Comenzó a predicar en Bristol y
en Londres en 1737. El primero de enero de 1739 se reunión con los hermanos
Wesley y un evangelista moravo en Fetter Lane, Londres. A eso de las tres de la
mañana el poder Dios cayó sobre ellos y muchos empezaron a llorar de emoción y
gozo y cayendo al suelo. Cuando se recuperaron empezaron a cantar al unísono un
himno de alabanza. Este acontecimiento fue como el Pentecostés de un nuevo
movimiento.
A partir de entonces Whitefield empezó a predicar
extemporáneamente, sin leer un texto preparado como hacía antes, y empezó a
predicar al aire libre porque muchas iglesias se le cerraron, y por la gran
cantidad de gente que acudía a oírlo.
Un nuevo impulso ocurrió cuando fue a predicar a una pequeña
ciudad minera de carbón donde no había iglesia ni escuela, y la pobreza era
extrema. Los pocos cientos que acudieron a la primera reunión fueron aumentando
hasta convertirse en miles que se arrepentían de sus pecados llorando.
Whitefield empezó a ser invitado a predicar en los parques de
otras ciudades y el joven predicador se hizo pronto famoso. Cuando decidió
retornar a la colonia de Georgia, al otro lado Atlántico, invitó a John Wesley
a ocupar su lugar en Bristol, y aunque éste no atraía a tanta gente como
antecesor, ése fue el inicio de su predicación itinerante.
Nacido en 1703 en Epworth como hijo de un pastor y de una madre
muy devota, John Wesley hizo estudios brillantes en la universidad de Oxford.
Fue ordenado como diácono en 1723 y dos años después como pastor. Poco después
asumió la dirección del "Holy Club" (Club Santo) fundado por su
hermano Charles, cuyos miembros cultivaban la oración y la meditación, además
de la lectura de la Biblia. Los estudiantes empezaron a llamarlos
"metodistas", por su enfoque metódico de la piedad.
En 1735 los hermanos Wesley aceptaron una invitación para ser capellanes en una colonia recién
fundada en Georgia. Durante el viaje una violenta tempestad amenazó hacer zozobrar
el navío. John quedó muy impresionado por el hecho de que mientras la mayoría
de los pasajeros lloraban desesperados, un pequeño grupo de moravos alemanes
mantenía la calma, cantando y orando alegremente, sin manifestar temor alguno.
De regreso en Inglaterra, después de una experiencia no muy
agradable en Georgia, John y Charles encontraron a un predicador moravo que les
habló de la necesidad de tener una experiencia personal de conversión para ser
salvo.
El 21 de mayo de 1738, estando en una reunión de los hermanos
moravos en Aldersgate Street, mientras alguien leía el prefacio de Lutero a su
comentario de la epístola a los Romanos, en que se describe el cambio que hace
Dios en el corazón del hombre mediante la fe en Cristo, John sintió un calor
muy especial en su corazón, y comprendió vivamente que él, en efecto, confiaba
solamente en Cristo para salvarse.
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