LA
VIDA Y LA PALABRA
Por
José Belaunde M.
PABLO
ANTE AGRIPA Y BERENICE
Un
Comentario de Hechos 25:13-27
Enfrentado al peligro de que el gobernador quiera llevarlo a
Jerusalén para ser juzgado por él allá, Pablo hace uso de su derecho como
ciudadano romano de apelar el tribunal del César, a lo que el gobernador, como
es su obligación, accede, esperando sólo la oportunidad adecuada de enviarlo a
Roma.
13. “Pasados algunos días,
el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo.”
La indicación temporal que nos da Lucas no es muy precisa, pero
podemos suponer que sería entre una y dos semanas después del episodio anterior
como máximo. Antes de proseguir con el relato conviene que nos detengamos en
estos dos personajes reales que vienen a visitar, acompañados posiblemente de
algunos de sus cortesanos, al nuevo representante del emperador.
Herodes Agripa II es llamado el último de los Herodes porque
cuando él murió sin hijos el año 100, la dinastía herodiana se extinguió. Él
era hijo de un antiguo conocido nuestro, el rey Herodes Agripa I, que fue rey
de Judea entre los años 41 y 44, e hizo ejecutar a Santiago, llamado el mayor, hermano
de Juan (Hch 12:1,2); y queriendo congraciarse con los judíos, mandó apresar a
Pedro con el mismo propósito, pero no lo pudo hacer porque el apóstol fue
liberado por un ángel (Hch 12:3-19). Él tuvo una trágica muerte, pues según
relata el mismo capítulo de Hechos, fue herido por un ángel del Señor por haber
aceptado un homenaje que sólo corresponde a Dios (Hch 12:20-23).
A su muerte su hijo tenía sólo 17 años, por lo que el emperador
Claudio, con sabio criterio, no juzgó prudente darle al heredero el trono de
una provincia tan difícil de gobernar como Judea, por lo que puso al frente de
ésta a un procurador, y le dio al muchacho el trono del pequeño reino de Calcis,
que había quedado vacante al morir su tío el año 48. El año 53 intercambió su
pequeño reino por las tetrarquías de Felipe y Lisanias (Traconite y Abilinia,
mencionadas por Lc 3:1), cuyo territorio fue aumentado por Nerón con algunas
ciudades en torno al lago de Genesaret, por lo que Agripa –a quien además se
había otorgado el privilegio de nombrar a los sumos sacerdotes del templo en
Jerusalén- cambió el nombre de su capital, Cesarea de Filipo (que conocemos por
Mt 16:13), llamándola Neronías. ¡Con qué
facilidad se intercambiaban en ese mundo cortesano los favores y las cortesías
sin consideración alguna de las poblaciones que pudieran ser afectadas! En
nuestro tiempo, aunque con menos facilidad, se han seguido adjudicando
territorios entre las naciones en las mesas de negociaciones sin mucha
consideración de los pobladores. Eso ocurrió al término de la primera guerra
mundial, cuando Inglaterra y Francia se repartieron territorios del antiguo
Imperio Otomano, en función de sus intereses, de donde ha resultado la
inestabilidad que ha plagado al Cercano y Mediano Oriente desde entonces, y los
conflictos que ahora sacuden esa región, y amenazan con atentados la seguridad
de las antiguas potencias coloniales.
Herodes Agripa II era considerado un buen conocedor de la
religión judía, por lo que su visita al gobernador Festo proporcionaba a éste una
bienvenida oportunidad para decidir acerca del incómodo prisionero que su
predecesor le había dejado.
Su hermana Berenice fue una de esas princesas herodianas que se
distinguieron por su belleza y personalidad, pero también por su vida
escandalosa. Nacida el año 28 DC ella era hija de Herodes Agripa I y, por tanto,
hermana de Drusila, esposa de Antonio Félix (Hch 24:24). A los 13 años la casaron
con su tío Herodes de Calcis. Cuando enviudó a los 20 años se fue a vivir con
su hermano Herodes Agripa II. Luego lo dejó para casarse con Polemón, rey de
Cilicia, pero no tardó en regresar a los brazos de su hermano, con quien estaba
en una relación incestuosa cuando escuchó a Pablo. Posteriormente fue amante de
los generales romanos Vespasiano y de su hijo Tito, según Josefo. Estando con
éste intervino el año 66 valientemente, pero en vano, para tratar de evitar la
matanza de judíos perpetrada por el procurador Florus. El año 75 estaba en Roma
con Tito, entonces ya emperador, que se habría casado con ella de no ser por la
oposición del pueblo que objetaba su origen judío.
El rey Agripa y su hermana vinieron pues, con bastante pompa, a hacer
una visita de cortesía al nuevo procurador, y fueron alojados por éste, con
todas las consideraciones que se merecían huéspedes tan ilustres, en el palacio
que su antepasado, Herodes el Grande, había construido en Cesarea, y que ahora
servía de residencia al procurador.
14-16. “Y como estuvieron
ahí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha
sido dejado preso por Félix, respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me
presentaron los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos, pidiendo
condenación contra él. A éstos respondí que no es costumbre de los romanos
entregar a alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante a sus
acusadores, y pueda defenderse de la acusación.”
Gracias a la hospitalidad que les brindó Festo la visita se
prolongó posiblemente por dos o más semanas, tiempo que Festo aprovechó para
hablarle a Agripa de la papa caliente que tenía entre manos, el prisionero que
su antecesor le había dejado sin darle suficiente información que le permitiera
hacer un reporte coherente sobre su caso al emperador.
Festo le cuenta a Agripa cómo cuando subió en primera visita a
Jerusalén, las autoridades judías con las que él recién tomaba contacto,
aprovecharon la ocasión para hacer graves acusaciones contra Pablo, demandando
que se le condenara a muerte.
Pensemos cuán grande era el odio que estos hombres tenían a
Pablo, que apenas tienen ocasión de hablar con la nueva autoridad la aprovechan
para acusarlo seriamente. Festo les respondió, según le cuenta a su huésped,
que de acuerdo a las leyes romanas, el prisionero debía ser objeto de un juicio
formal en el que él tuviera ocasión de defenderse de los cargos que se
presentaran contra él, y que los invitaba a venir a Cesarea para que
comparecieran ante él.
17-19. “Así que, habiendo
venido ellos juntos acá, sin ninguna dilación, al día siguiente, sentado en el
tribunal, mandé traer al hombre. Y estando presentes los acusadores, ningún
cargo presentaron de los que yo sospechaba, sino que tenían contra él ciertas cuestiones
acerca de su religión, y de un cierto Jesús, ya muerto, el que Pablo afirmaba
estar vivo.”
Así se procedió de manera que apenas bajaron ellos a Cesarea, continúa
narrando Festo, me senté en el tribunal para oír su causa teniendo al acusado
delante pero, para gran sorpresa mía, los cargos que se le hacían no tenían
nada que hacer con las leyes romanas, sino con asuntos relativos a su religión (Nota 1) y, sobre todo, acerca de un
tal Jesús, que ya había muerto, pero de quien el acusado decía que estaba vivo.
Al bien intencionado, pero pagano gobernador romano, se le escapaba el
significado que este hecho extraordinario representaba, y que había de
revolucionar en pocos siglos la historia de la humanidad.
Festo estaba perplejo porque él ignoraba prácticamente todo
acerca del judaísmo y del nuevo movimiento que había surgido dentro de él, con
la muerte y resurrección de Jesús. Él sólo percibía que la tesis de Pablo había
suscitado disputas dentro de las autoridades, y no se dio cuenta de que con sus
propias palabras él había descrito el meollo del asunto. Pero el rey Agripa sí
conocía de estas cosas lo suficiente para que su curiosidad se despertara.
Los comentaristas antiguos han subrayado el hecho de que Festo,
con sus propias palabras, insista en destacar la inocencia del acusado (vers.
18,19). Nótese que, en cumplimiento de lo anunciado por Jesús en Hch 9:15, Pablo
ha dado testimonio de Él ante el sanedrín (22:30-23:10), ante dos gobernadores
(24:10-21; 25:6-12); y ahora lo va a hacer delante de un rey y de su numerosa
comitiva. Los enemigos de Jesús sin querer conspiraron para que Pablo pueda dar
testimonio ante una gran audiencia.
20-22. “Yo, dudando en
cuestión semejante, le pregunté si quería ir a Jerusalén y allá ser juzgado de
estas cosas. Mas como Pablo apeló para que se le reservase para el conocimiento
de Augusto, mandé que le custodiasen hasta que le enviara yo a César. Entonces
Agripa dijo a Festo: Yo también quisiera oír a ese hombre. Y él le dijo: Mañana
le oirás.”
Admitiendo Festo que él no conocía nada de estas cosas le
propuso a Pablo ser llevado a Jerusalén para ser ahí juzgado por las
autoridades judías que eran competentes en estos asuntos, pero como ya hemos
visto, Pablo se dio cuenta inmediatamente del peligro que esto representaba para
su vida, y para escapar de él apeló al César.
Aquí Agripa aprovechó la ocasión para decirle a Festo que a él
sí le gustaría escuchar lo que Pablo tenía que decir. Festo le respondió
cortésmente que al día siguiente podría hacerlo, con lo que se preparaba una
nueva audiencia en la que Pablo tendría ocasión de testificar ante todos,
incluyendo al rey y al propio Festo, acerca de su fe en Jesucristo. ¡Por qué
caminos inesperados Dios abre puertas para que Pablo pudiera predicar! ¡Quién
sabe si entre los cortesanos y curiosos que le escucharon disertar no habría
alguno a quien sus palabras no tocaran una fibra de su corazón endurecido y
creyera!
23. “Al otro día, viniendo
Agripa y Berenice con mucha pompa, y entrando en la audiencia con los tribunos
y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo.”
He aquí pues que se convoca, con toda la solemnidad del caso, a
una audiencia especial a la que asisten, aparte del rey y de su hermana como
invitados de honor, todas las personas que ocupaban alguna posición de
autoridad, o de relieve, en la ciudad de Cesarea. Ante esta asamblea Pablo va a
tener oportunidad una vez más de contar su historia, que no es otra sino la de
la irrupción de Jesucristo resucitado en su vida.
24, 25. “Entonces Festo
dijo: Rey Agripa, y todos los varones que estáis aquí junto con nosotros, aquí
tenéis a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha
demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más. Pero yo,
hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a
Augusto, he determinado enviarle a él.”
Festo abre la reunión con una alocución dirigida al rey y a los
asistentes explicando los motivos por los cuales los ha convocado. Él les
presenta al prisionero que ha mandado venir, con las palabras de “este hombre”,
no mencionando su nombre, no obstante ser él ciudadano romano. Todas las
miradas se clavaron en el prisionero a quienes la mayoría de los asistentes
veían por primera vez. Algunos con curiosidad, otros quizá con desprecio. Pablo
podría quizá sentirse humillado, o aterrorizado, por esas miradas, pero él no
era hombre a ser atemorizado fácilmente. Él sabía quién era él en Cristo y cuál
era la misión que se le había encomendado. (2)
A este hombre, dice Festo, las autoridades de Jerusalén lo
acusan airadamente de haber cometido un crimen digno de muerte, pero yo no
hallo nada en él que merezca esa pena bajo las leyes romanas, pero como él ha
apelado al tribunal del César, como es su derecho como ciudadano de nuestra
nación, he decidido enviarlo a él según su deseo.
26,27. “Como no tengo cosa
cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y mayormente ante
ti, oh rey Agripa, para que después de examinarle, tenga yo qué escribir.
Porque me parece fuera de razón enviar un preso, y no informar de los cargos
que haya en su contra.”
El procurador expone francamente la encrucijada en que se
encuentra. Yo no encuentro que él haya cometido ningún crimen bajo nuestras
leyes, y como los delitos de los que se le acusa atañan a la legislación de los
judíos que no caen bajo la jurisdicción de ningún tribunal romano, y menos del
tribunal del César, no tengo nada que pueda informar al emperador acerca del
acusado. Como no sería razonable enviar a un preso sin poder dar una
explicación de los cargos que se le imputan, me he permitido traerlo delante de
ustedes, y en particular delante tuyo, oh rey, para que después de que lo
interrogues, tenga yo algo que escribir acerca de él.
Notas: 1. La palabra que aparece aquí en el texto griego es deisidaimonías, que quiere decir
“superstición”, y que la versión Reina-Valera respetuosamente traduce como
“religión”. El hecho de que Festo use esa palabra expresa el poco aprecio que
él, como romano escéptico, sentía por las convicciones religiosas del
prisionero.
2. F.F. Bruce hace la atinada observación de que si Herodes Agripa
II y Berenice son conocidos hoy en el mundo es gracias a que sus vidas se
cruzaron un día con la de Pablo, miserable prisionero al que ellos miraban con desprecio.
¡Cómo podrían ellos imaginar que “este
hombre” sería algún día admirado y famoso en el mundo entero, y sus
escritos leídos y estudiados por millones! Ironias de la vida.
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre
ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt
16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de
la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados
haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste
al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres,
incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido
consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#974 (07.05.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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