LA VIDA Y LA PALABRA
Por
José Belaunde M.
PABLO
APELA AL CÉSAR
Un Comentario de Hechos 25:1-12
En el artículo anterior hemos visto cómo Pablo durante un lapso
de dos años, era llamado con frecuencia por el procurador Félix para conversar.
Pero cuando él fue reemplazado por otro procurador, en lugar de dejarlo libre,
como hubiera sido lo justo, pues sabía que era inocente, Félix lo mantiene
preso para agradar a los judíos (24:27).
1-3. “Llegado, pues, Festo
a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después. Y los
principales sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante
él contra Pablo, y le rogaron, pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese
traer a Jerusalén; preparando ellos una celada para matarle en el camino.”
Apenas tomó el nuevo procurador posesión de su cargo, y deseando,
sin duda, conocer personalmente y sin tardanza a los principales líderes
locales con los cuales tendría que tratar, subió a Jerusalén para entrevistarse
con ellos.
Ellos, ni cortos ni perezosos,
aprovecharon la oportunidad para presentar sus acusaciones de sedición contra
Pablo y, al mismo tiempo, pedirle que lo hiciera traer a Jerusalén para ser
juzgado por ellos. Pedirle eso como una gracia o favor, iba en contra de la
imparcialidad que el juez debía mantener en el juicio.
Ellos pensaban de esa manera
sorprender a Festo, aprovechando de su inexperiencia en asuntos judíos, al
mismo tiempo que preparaban una emboscada para asesinar a Pablo en el camino,
tan grande era su odio a Pablo y su desprecio por la justicia, así como su
total ausencia de temor de Dios que, para lograr su malvado propósito, no se
detenían ante el crimen de alquilar rufianes para matar a una persona.
4,5. “Pero Festo respondió
que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve. Los
que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este
hombre, acúsenle.”
Festo que, sin duda, era conciente de su obligación de proteger
la vida de un ciudadano romano que no había sido juzgado, con buen tino
responde que Pablo estaba en custodia en Cesarea, y que si ellos tenían cargos
que presentar contra él, que descendieran a Cesarea cuando él lo hiciera para
formular sus acusaciones ante el tribunal que él presidiría. Una vez más la Providencia usaba la
prudencia de un pagano para proteger la vida de Pablo, resguardándole para sus
propósitos ulteriores.
6. “Y deteniéndose entre
ellos no más de ocho o diez días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó
en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo.”
El procurador se quedó en Jerusalén el tiempo suficiente para
conocer la ciudad y a sus más notorios habitantes, y familiarizarse con las
costumbres de este pueblo singular que tenía fama de ser muy apegado a sus
tradiciones y, a la vez, de caracterizarse por un notable nacionalismo. Él debe
haberse dado cuenta de que si no quería provocar situaciones conflictivas,
tenía que proceder con suma cautela.
Tornado a Cesarea convocó a las partes a que se presentaran ante
su tribunal, e hizo traer también a Pablo.
7,8. “Cuando éste llegó,
lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra él
muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar; alegando Pablo en su
defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César
he pecado en nada.”
Tan pronto como Pablo apareció sus enemigos lo rodearon
formulando contra él sus consabidas acusaciones (Nota 1), pero sin presentar un solo testigo que lo respaldara, hecho
que no debe haber escapado al procurador y facilitado que Pablo los rebatiera,
al mismo tiempo que afirmaba su inocencia.
Eran tres los puntos acerca de los cuales se le acusaba, y de
los que él tenía que defenderse: Haber violado la ley judía, que él, sin
embargo, guardaba celosamente; haber profanado el templo que él, en verdad,
veneraba; haber faltado el respeto al emperador al cual él, como buen ciudadano
romano, se sometía.
Al hacerle esta última acusación los miembros del sanedrín cometieron
un serio error, porque ése era un asunto que estaba dentro de la jurisdicción
del procurador, lo que le daba oportunidad a Pablo de apelar al César,
sustrayéndose a la autoridad del sanedrín. Quizá la ausencia del sumo sacerdote
Ananías, que entretanto había sido depuesto, fuera responsable de que lo
cometieran.
9. “Pero Festo, queriendo
congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿Quieres subir a
Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí?”
Por lo que viene a continuación vemos cuán serio fue el error de
sus enemigos de mezclar acusaciones relativas a asuntos judíos con delitos
supuestamente cometidos contra la ley imperial, porque Festo, haciendo un gesto
amistoso hacia las autoridades judías, hizo entonces a Pablo una propuesta que
parecía razonable a primera vista: Ser juzgado por él en Jerusalén, no en
Cesarea.
10,11. “Pablo dijo: Ante
el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he
hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. Porque si algún agravio, o cosa
alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas
de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo.”
Pablo comprendió inmediatamente el peligro que esa propuesta
significaba, pues lo ponía en manos de sus enemigos, que podrían con mayor
motivo influir en las decisiones del inexperto Festo, por lo que él hizo uso
del derecho que asistía a todo ciudadano romano de apelar al tribunal del César
(“Ad Caesarem proúoco”). En Roma había pocas probabilidades de que los representantes
del sanedrín pudieran influir en la sentencia romana.
Él podía decir que estaba ante el tribunal del César, porque
Festo, siendo el procurador, lo representaba. Pero no era ése el único peligro
al cual Pablo se exponía si aceptaba la propuesta de Festo. Más grave era aún
el peligro de que durante el trayecto de Cesarea a Jerusalén la comitiva fuera
asaltada por un grupo de fanáticos zelotes y lo asesinaran, como ya habían
intentado hacer en una ocasión anterior (Hch 23:12-15). Es posible también que
Pablo, al apelar al tribunal del César, viera una oportunidad de que se
cumpliera lo que Jesús le había dicho que debía hacer: Dar testimonio de Él no
sólo en Jerusalén, sino también en Roma (23:11).
12. “Entonces Festo,
habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás.”
La decisión de Pablo proporcionó al procurador una salida fácil
para librarse de un asunto que él, por falta de experiencia en el medio judío,
no sabía cómo manejar bien, e inmediatamente, después de haber hablado con sus
consejeros, la aprovechó: “Haz apelado al
César, al César irás.”
Eso significaba ir a Roma. Por caminos inesperados Dios estaba
cumpliendo el largamente acariciado proyecto de Pablo de ir a ministrar a la
capital del imperio, salvo que iría no como él hubiera deseado, como un hombre
libre, sino cargado de cadenas.
¿No era riesgoso para Pablo apelar a un tribunal cuya manera de
actuar él desconocía? Pablo había tenido ya una buena experiencia con la
imparcialidad de los tribunales romanos cuando, estando en Corinto, los judíos
lo acusaron ante el procónsul Galión (Hch 18:12-16. Véase mi artículo “Pablo en
Corinto II”).
Por esos años el emperador era nada menos que Nerón, el
iniciador de la primera y la más cruel de todas las persecuciones contra los
cristianos. ¿No sabía Pablo el peligro al que se exponía? Corría entonces el
año 59 DC. En los primeros años de su reinado (54-59 DC) el joven emperador,
estaba bajo la influencia benéfica de su tutor, el filósofo estoico, Séneca, y
de Afranio Burri, el honesto prefecto de la guardia pretoriana. Nada había
entonces que permitiera prever los desbordes de crueldad anticristiana que se
iniciarían el año 64 con el incendio de Roma. En efecto, durante esos años fue
Séneca el que tuvo en sus manos las riendas del gobierno. Medio siglo después el
emperador Trajano diría que durante ese quinquenio Roma tuvo el mejor gobierno
de su historia. ¡Qué cierto es que la justicia en el país depende de la
justicia del gobernante!
Al acceder a la petición de Pablo, Festo podía decir a sus
acusadores judíos que no era por mala disposición suya hacia ellos que él
tomaba esa medida, sino porque no le quedaba otro camino, siendo el acusado
ciudadano romano. (2)
Aquí vemos una vez más cómo actúa previsoriamente la Providencia
divina. Pablo era judío de nacimiento y formación, igual que sus acusadores,
pero el hecho de haber nacido en una ciudad griega de la diáspora, Tarso, cuyos
nativos judíos gozaban del privilegio de la ciudadanía romana, le otorgaba un
privilegio que le permitió en más de una ocasión escapar de las conspiraciones
e intrigas tejidas en su contra por sus enemigos jurados.
Notas: 1. El hecho de que Festo permitiera que fueron varios los que
acusaban a Pablo a la vez era una clara violación de los procedimientos legales
romanos, que sólo permitían un acusador. También lo era el hecho de que Festo,
que debía mantenerse imparcial como juez, se hubiera hecho amigo de los
acusadores de Pablo, y quisiera congraciase con ellos (vers. 9). Eso lo
convertía en juez y parte.
2. El derecho de apelar al tribunal del César en Roma era un
derecho que todo ciudadano romano tenía desde tiempos de la república romana, y
que se mantuvo durante el imperio.
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