LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE
FÉLIX II
Un Comentario de Hechos
24:22-27
En el artículo anterior
hemos visto a Pablo presentar una defensa muy sólida contra las acusaciones
hechas por el orador Tértulo por cuenta del sumo sacerdote y los ancianos,
haciendo notar que ellos no han presentado un solo testigo que pudiera avalar
los cargos que se le hacen.
22,23. “Entonces Félix, oídas estas cosas, estando
bien informado de este Camino, les aplazó, diciendo: Cuando descendiere el
tribuno Lisias, acabaré de conocer de vuestro asunto. Y mandó al centurión que
custodiase a Pablo, pero que se le concediese alguna libertad, y que no
impidiese a ninguno de los suyos servirle o venir a él.”
Llegado a este punto
Félix pudo cerciorarse de que las acusaciones que se hacían contra Pablo tenían
que ver con asuntos relativos a las diversas creencias judías, (es decir, no
concernían a las leyes romanas) y, en particular, con las relacionadas con el
Camino, el movimiento iniciado por los discípulos de Jesús, acerca del cual él
estaba bien informado. ¿De qué manera? No sabemos, pero pudiera ser a través de
su esposa, Drusila, que era hija de Herodes Agripa I.
Por tanto, él decidió en
ese momento aplazar el asunto hasta que viniera el tribuno Lisias y le aclare, desde
el punto de vista romano, cuál era el motivo de las acusaciones contra Pablo.
Dispuso entonces que se
mantuviera a Pablo en custodia, pero con relativa libertad de movimiento y,
sobre todo, que se permitiera a los suyos visitarlo y atenderlo. Esto él lo
ordenó teniendo en cuenta que Pablo era un ciudadano romano contra el cual no
se había probado ningún cargo lesivo a las leyes del imperio.
Lo curioso del relato es
que no dice si Lisias vino o no a Cesarea para precisar las acusaciones contra
el apóstol, aunque es prácticamente seguro que lo hiciera, pues estaba bajo sus
órdenes, ni a qué conclusión llegó Félix con la información traída por el
tribuno. Tampoco se dice qué hizo la comitiva acusadora presidida por Ananías.
Lo más probable es, que viendo que su acusación no llegaba a buen término,
retornaran decepcionados a Jerusalén.
Pero es sorprendente
también que Félix, no habiendo ninguna acusación probada concreta contra Pablo,
no lo liberara como consecuencia. La explicación de esta irregularidad la
veremos más adelante en el relato, pero de lo que sí podemos estar seguros es
de que todo este proceso estaba bajo el control de la Providencia, que obraba a
través de las omisiones, errores y arbitrariedades humanas para obtener los
objetivos que se había propuesto a través de Pablo.
24. “Algunos días después, viniendo Félix con
Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe en
Jesucristo.”
¿Cuánto tiempo puede ser
“algunos días después”? No más de una
semana, posiblemente menos, 4 ó 5 días. Félix tenía curiosidad de volver a
conversar con Pablo y de saber más concretamente lo que él tenía que decir.
Algo en él, su sinceridad, su firmeza al expresarse, y su valor deben haberlo
impresionado. Pese a ser un hombre venal y sin escrúpulos, la personalidad de
Pablo le atraía.
Quizá quería también que
su mujer, siendo judía, y más conocedora que él de las cosas por las que se
acusaba a Pablo, lo oyera disertar, pues no debe habérsele escapado también que
Pablo era un hombre culto. Drusila, dicho sea de paso, no debe haber ignorado
las medidas que años atrás (quizá unos seis) su padre, Herodes Agripa I, tomó
en contra de los líderes nazarenos mandando ajusticiar a Santiago, llamado el
mayor (hijo de Zebedeo), y haciendo apresar a Pedro (Hch 12:1-3); y que murió
comido por gusanos por no haber dado la gloria debida a Dios (12:23). (Nota 1)
En esta ocasión el texto
de Lucas menciona directamente en qué consistía el mensaje que traía Pablo. Ya
no se refiere a él solamente con el nombre con que lo conocían los mismos
cristianos, el Camino, sino menciona su esencia, esto es, la fe en Jesucristo.
Es importante que
tomemos nota de esto: la esencia de nuestra vida, aquello que constituye, por
así decirlo, la espina dorsal de nuestra conducta y actitud frente al mundo, es
nuestra fe en Jesucristo. Es esa fe la que nos da forma y distingue. Si no es
ése el caso, convendría que nos examinemos a nosotros mismos.
25. “Pero al disertar Pablo acerca de la
justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Félix se espantó y dijo:
Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré.”
Al pasar más adelante
Pablo en su disertación a hablar de algunos de los aspectos colaterales del
mensaje de Jesús que atañen a la conducta humana, esto es, la rectitud de vida
(que es como debe entenderse en este caso el término “justicia”, dikaiosuné en griego); y la templanza,
esto es, el dominio de nuestras pasiones; y el juicio futuro, que todos
nuestros actos y nuestra vida deberán afrontar algún día ante el Juez de vivos
y muertos que no puede ser sobornado, Félix que, sin duda, tenía en su memoria
muchas cosas indignas de las cuales su conciencia, por endurecida que
estuviera, lo acusaba, tuvo miedo (el texto dice: “se espantó”, que es una
forma intensa de temor). Se asustó de lo que Dios podría decirle y de que
pudiera condenarlo. (2)
¡Qué bueno fuera, que se
recordara con más frecuencia a los hombres, que algún día van a tener que dar
cuenta a Dios de todo lo que hicieron en vida! Para comenzar recordémoslo
nosotros. Ése es un pensamiento muy útil, si alguna vez nos desviamos del recto
camino. Si los hombres no lo vieron, a Dios no se le ha escapado.
Félix pues, interrumpió
a Pablo y le dijo: Basta por el momento. Algún otro día, cuando tenga tiempo,
te volveré a llamar. Alguien ha observado que Pablo nunca tembló delante de
Félix, pero que Félix tembló delante de Pablo. Sin embargo, es una lástima para
el destino eterno de Félix que la palabra de Dios que le predicó Pablo, y la
perspectiva del juicio divino, sólo le infundiera temor, pero no lo hiciera
cambiar de conducta. Como vemos enseguida fue posiblemente el amor al dinero lo
que le cerró la entrada al Reino. El suyo no es el único caso en los escritos
de Lucas en que esto ocurre: El hombre rico de Lc 18:18-30; el de Ananías y
Safira en Hch 5:1-11; y el de Judas en Hch 1:15-20.
26. “Esperaba también con esto, que Pablo le
diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y
hablaba con él.”
Félix tenía un interés
personal en volver a conversar con Pablo. Sabiendo que él deseaba sin duda
recobrar su libertad, pensó que él estaría dispuesto a comprarla si fuera
necesario. Quizá pensó que si Pablo había traído ofrendas a su nación, como él
mismo había declarado, podría tener acceso a fuentes de fondos, o que sus mismos
seguidores y amigos pudieran reunir el dinero exigido por él para liberarlo.
¿Percibiría Pablo la
intención torcida de Félix? Es muy probable, pues el Espíritu nos permite
discernir las intenciones del corazón de las personas con que tratamos. Pero él
no estaba dispuesto a usar de recursos indignos de su llamado por verse libre. Él
había puesto su vida en manos de Dios y dejaba que Dios obrase según sus
propósitos. Él sabía que estando en manos suyas, no tenía nada que temer. El
que teme a Dios, no tiene nada que temer de los hombres. Como dice el salmo 56:
“En Dios he confiado… ¿qué puede hacerme
el hombre?” (v.11).
27. “Pero al cabo de dos años recibió Félix por
sucesor a Porcio Festo; y queriendo Félix congraciarse con los judíos, dejó
preso a Pablo.”
Esta situación se
prolongó por espacio de dos años. Félix que esperaba que Pablo le diera dinero
a cambio de su libertad; Pablo que no estaba dispuesto a ceder sobre este
punto, y que posiblemente ni se daba por aludido, por las indirectas si no
propuestas directas, que le hacía el procurador. ¿De qué hablarían durante esas
conversaciones? No sabemos. Posiblemente trataría de hablarle a su conciencia,
pero Félix oponía una barrera a ese discurso.
Al cabo de dos años,
posiblemente el año 59, Félix fue
removido de su cargo y reemplazado por Porcio Festo. Lo natural y justo hubiera
sido que Félix, antes de dejar el puesto, dejara a Pablo en libertad, pero no
lo hizo para congraciarse con los judíos. Tenía buenas razones para ello porque
él fue depuesto por Nerón debido al juicio que le entablaron los judíos en Roma
a causa de su mala administración y de sus crueldades, y del cual fue librado
sólo por influencia de su hermano Pallas.
Nada se sabe de la vida
previa de su sucesor, Porcio Festo. Josefo dice que era de un carácter noble,
pero su conducta con Pablo no lo demuestra del todo pues, aunque estaba
convencido de su inocencia, como veremos luego (26:31), no lo liberó
inmediatamente como hubiera sido lo justo. Es cierto que al asumir su puesto él
tenía escasos conocimientos de la religión y prácticas judías.
Festo se distinguió por
su acción efectiva para restaurar el orden en Palestina, que había venido muy a menos
durante el gobierno de Félix. Él se propuso liberar a la provincia de los
sicarios cuyas tropelías habían cundido por descuido de Félix. Esos asesinos,
conocidos por el pequeño puñal que usaban (sica),
llegaban a una aldea desguarnecida, pillaban lo que podían, la incendiaban y
mataban a todo el que les ofreciera resistencia.
Festo intervino en el
juicio establecido por los judíos ante el César contra Agripa II, y murió dos
años después de su nombramiento, siendo sucedido por Albinus, bajo cuyo
gobierno la situación interna volvió a deteriorarse.
Cabe preguntarse qué
hizo Pablo durante esos dos años en que fue mantenido en “custodia líbera”, quizá
atado, según la norma, a un soldado por la muñeca, aparte de ser llamado
ocasionalmente por Félix que quería conversar con él (vers. 26). No se sabe. Él
podía recibir visitantes con quienes podía orar y conversar. Quizá esbozó o
escribió algunas cartas, aunque carecemos de toda evidencia al respecto. Pero
esos años de inactividad forzada para un hombre de un espíritu misionero tan
emprendedor como el suyo deben haber sido muy penosos.
Por su lado Lucas muy
probablemente aprovechó ese tiempo, en Cesarea y otros lugares, para reunir
información valiosa que le serviría para escribir su evangelio y los primeros
capítulos del libro de Hechos.
Sin embargo, podemos
estar seguros de que en los planes de Dios no hay tiempo perdido. Todo tiene un
propósito que muchas veces desconocemos y, por ello, podemos confiar plenamente
en su Providencia, sabiendo que “a los
que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” (Rm 8:28).
Notas: 1. Drusila era la tercera hija de Herodes Agripa I y, por tanto, hermana de
Agripa II y de Berenice y de Mariamne.
Nacida probablemente el año 38, su padre la prometió a Epífanes, príncipe
heredero de Comagene, a condición de que él se circuncidara. Como él rehusó
hacerlo, a los catorce años su padre la casó con Aziz, rey de Emesa, que sí
aceptó esa condición. Pero dos años después ella fue seducida por Félix con la
ayuda de un mago chipriota llamado Simón. Ella cedió en parte debido a la
crueldad de su marido, y al odio de Berenice, esposa de Agripa, que estaba
celosa de su belleza. Se casó con Félix el año 54, convirtiéndose en su tercera
mujer, del que tuvo un hijo llamado también Agripa que murió en la erupción del
Vesuvio, el año 79. Ella, como miembro de la casa reinante, veía en Pablo a un
enemigo de ese poder, y lo odiaba porque condenaba sus pecados privados. Es
posible que ella influyera en su marido para que Pablo permaneciera en prisión
en lugar de ser liberado, como hubiera sido lo justo. Doy esta información para
que el lector tenga una idea de cuán contaminada estaba la aristocracia judía
por las costumbres corruptas de la sociedad romana. Ése fue el mundo al cual se
enfrentó Jesús y luego se enfrentaron los apóstoles.
2. No es improbable que Pablo, conociendo la vida pasada de Félix y de su
mujer, escogiera a propósito hablar de esos temas para remover sus conciencias.
Amado lector: Jesús
dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de
que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a
pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en
la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé
que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte."
#972 (23.04.17).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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