LA VIDA Y LA
PALABRA
Por José Belaunde M.
LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE II
Un Comentario de Lucas
21:28-38
28. “Cuando estas cosas empiecen a suceder,
erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.”
Las cosas a que se
refiere el texto son las descritas en los v. 25 y 26 que preceden a la venida
del Hijo del Hombre, que hemos comentado en el artículo precedente.
“Erguíos y levantad vuestra cabeza” porque los acontecimientos del cielo y del mar harán que
los hombres se agachen y se escondan temerosos. Pero los creyentes no tendrán
nada que temer. Al contrario, deberán alegrarse porque la redención anunciada
para el final de los tiempos estará a la puerta. (Rm.8:20-23)
¿En qué sentido los
acontecimientos del año 70 fueron una liberación para los discípulos de Jesús?
Porque a partir de la destrucción del templo los discípulos dejaron de ser
perseguidos por las autoridades judías, tal como ocurría, según el libro de los
Hechos, en los años anteriores a la destrucción de Jerusalén. Esta catástrofe significó
el final de su poder y autoridad.
Es cierto, de otro lado,
que la persecución de los cristianos por parte de los judíos fue sustituida, a
partir del año 64, por la persecución desencadenada en Roma por el emperador
Nerón, con el pretexto de que ellos habían sido los causantes del incendio de
Roma ocurrido ese año que él había provocado. A partir de esa fecha los
cristianos sufrieron crueles períodos de persecución por parte de los romanos
hasta que, en el año 313, Constantino promulgó el Edicto de Milán declarando que,
el cristianismo era una religión lícita, es decir, permitida.
Para los que adoptan una
interpretación futurista la palabra “redención”
debe interpretarse a la luz de Romanos 8:23: “también nosotros mismos, que
tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros
mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” La profecía
se refiere entonces a los últimos tiempos, cuando se produzca la resurrección
de los muertos y la transformación instantánea de los cuerpos de los que en ese
momento estén en vida, según lo que dice Pablo en 1Cor 15:51,52 (cf Hch 3:19-21;
1Ts 4:17). Esos son los tiempos que anunció Isaías, en que Dios crearía “nuevos cielos y nueva tierra” (Is
65:17; 66:22; 2P3:13; Ap 21:1).
29,30. “También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando
ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está cerca.”
Aquí Lucas presenta un
ejemplo tomado de la naturaleza, con el cual toda la gente en una cultura
primordialmente agrícola, como la de Israel, estaba perfectamente familiarizada.
Los árboles pierden sus hojas en invierno y quedan completamente desnudos. Pero,
terminando la estación fría, empiezan a aparecer los brotes de donde surgirán
las hojas y las nuevas ramas. El que observa la naturaleza puede concluir
fácilmente que esos brotes son anuncio del próximo verano: “está cerca”, no ha aparecido ya, pero ya está a la puerta.
31. “Así también vosotros, cuando veáis que
suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.”
Eso mismo deben concluir
los discípulos de Jesús cuando aparezcan las señales mencionadas, cuando lo
anunciado se cierna sobre el panorama: la venida del reino está cercana.
¡En cuántas ocasiones y
cuántas veces nosotros vemos en la vida diaria las señales de acontecimientos,
o de mudanzas, que están por suceder, y no nos damos cuenta! Y cuando suceden
nos lamentamos de que estuvimos ciegos, o distraídos, y no percibimos lo que se
anunciaba claramente. Eso sucede en tantos campos de la vida ordinaria: el
enfriamiento de los sentimientos, o lo contrario; o la ira acumulada y el
resentimiento, que llevan a rupturas o a infidelidades. Los seres humanos
emitimos signos de lo que se cocina interiormente, pero las personas que están
cerca muchas veces no lo advierten. Pero ¡ojo! miradas, gestos, silencios, son
a veces más elocuentes que las palabras.
32. “De cierto os digo, que no pasará esta
generación hasta que todo esto acontezca.” (Mt 24:34; Mr 13:30)
Enseguida Jesús pronuncia
una profecía cuya interpretación ha dado lugar a muchas discusiones, porque sus
palabras, tomadas literalmente, excluyen toda posibilidad de que los
acontecimientos predichos ocurran en tiempos todavía lejanos.
¿Qué quiere decir aquí “generación”? Generalmente se entiende
que las generaciones están constituidas por hornadas de seres humanos que se
suceden en períodos de 40 años. Si éste es el caso, debe entenderse que lo
anunciado por Jesús ocurrió en un lapso no mayor de 40 años. Si Él está
hablando ahí del fin de los tiempos, de los últimos acontecimientos de la
historia, las señales ominosas en los cielos que causarían pavor en las gentes,
el bramido del mar y, la venida del Hijo del Hombre en las nubes, esas cosas
anunciadas no han ocurrido aún, aunque han pasado desde entonces 50 veces 40
años, es decir, 50 generaciones. ¿Tiene la palabra de Jesús vigencia alguna? ¿O
son sus anuncios sueños de un lunático?
Esas especulaciones son
vanas e inútiles. La palabra “generación” tiene aquí un sentido más sencillo: “la
gente de este tiempo”, nuestros contemporáneos, semejante al que Jesús le da en
otras ocasiones, como en Lc 7:31; 9:41; 11: 29-32, 50,51; 17:25; o el
improperio que Juan Bautista dirige a los que vienen a hacerse bautizar por él:
“¡Oh generación de víboras!” (Lc 3:7;
Véase también Hch 2:40)
33. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán.”
Para subrayar su anuncio
Él añade una frase concluyente: antes pasarán los cielos y la tierra que mis
palabras. Esto es, ustedes consideran a los astros del cielo y a la tierra como
lo más estable e inconmovible que existe en el universo. Pues bien, quiero que
sepan que mi palabra lo es aún más (Is 40:8; 55:10,11; 1P 1:24,25).
Sin embargo, ¿qué pensar
de su afirmación si nada de lo anunciado se ha cumplido después de 20 siglos? Pero
si lo que Él anunció ahí es la destrucción de Jerusalén y de su templo (Lc 21:20-24),
entonces lo predicho se cumplió efectivamente el año 70, antes de que hubiesen
transcurrido 40 años de su muerte.
Nuestra dificultad
estriba en que en las palabras de Jesús los acontecimientos próximos y los
últimos se confunden en una sola profecía que alude a ambos. Y no hay duda de que
este hecho confundió a muchos de su tiempo, y sigue siendo causa de discusiones
y de interpretaciones encontradas de la profecía.
34-36. “Mirad también por vosotros mismos, que
vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de
esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque como un lazo vendrá
sobre todos los que habitan sobre la faz de la tierra. Velad, pues, en todo
tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar a todas estas cosas que
vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.”
Estos versículos nos
invitan a permanecer preparados para los acontecimientos que sobrevengan al
final de los tiempos. Estas palabras guardan relación con las advertencias
hechas en algunas de sus parábolas, en especial la de las vírgenes necias.
Nos exhorta a no
dejarnos enredar, o seducir, por los atractivos del mundo, y menos por los
placeres de la carne, al punto que se adormezca nuestra fe y nuestra conducta
se vuelva reprochable, y que de repente nos sorprenda el fin sin estar
preparados para recibir al Señor. Su venida será como el lazo que empleaban los
pastores para reducir a los animales rebeldes de su rebaño, que no podían
escapar cuando eran enlazados. O como el relámpago, que de repente brilla en el
firmamento, y carboniza al que se encuentre en campo abierto.
¿Qué es lo que debe hacer
el creyente? Estar alerta y en vela, para que no le sorprenda el anuncio de
Jesús.
El que permanece
vigilante, orando, será tenido por digno de escapar de los males que ocurrirán
en el último día. Este versículo proporciona un fuerte apoyo a los que creen
que la iglesia escapará a la gran tribulación, si hemos de entenderlo
literalmente, en su sentido llano. Pero si se entiende por “gran tribulación” (Mt 24:21) la que afligió a los habitantes de
Jerusalén cuando la ciudad fue cercada por los ejércitos romanos, Él está
hablando de aquellos que mantuvieron su espíritu despierto y su fe viva, de
modo que no dejaron de reconocer la aparición de las señales inequívocas
predichas por Jesús y, advertidas por ellas, escaparon a los montes (Lc
21:20,21).
De cualquier modo que se
le mire, “dignos de escapar” se
refiere a los que no perecerán, sino que escaparán de la muerte a un lugar más
seguro.
“Estar en pie delante del Hijo del Hombre” es no avergonzarse cuando Él venga, sino estar erguido
como los que, habiendo sido perdonados, se presentarán delante de su Señor para
recibir sus órdenes, o su recompensa, en el día del juicio, en contraste con
los que se acurrucarán avergonzados y temerosos delante de Él, conscientes de
su culpa.
37,38. “Y enseñaba de día en el templo; y de noche,
saliendo, se estaba en el monte que se llama de los Olivos. Y todo el pueblo
venía a Él por la mañana para oírle en el templo.”
Aparte de sanar y hacer
milagros, la tarea principal de Jesús antes de subir a la cruz para expiar nuestros
pecados, era enseñar, y la unción y autoridad con que realizaba esta labor
hacía que la gente acudiera a escucharle en gran número. Había entonces, como
lo sigue habiendo hoy día, una gran ansia por escuchar enseñanzas que nos
ayuden a entender y a superar las dificultades por las que atravesamos, que
iluminen nuestra inteligencia, y que nos guíen para llevar una vida mejor.
Por las noches Jesús se
retiraba a descansar en el Monte de los Olivos, al frente de la ciudad, como
haría después de celebrar la cena de la Pascua, y donde sería prendido por los
esbirros traídos por el traidor Judas (Lc 22:39).
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al
hombre ganar el mundo si pierde su alma? (Mt 16:26) "Si tú no estás seguro de que cuando
mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón
a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los
pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no
merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte."
#941 (04.09.16).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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