LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE I
Un Comentario de Lucas
21:25-27
Según muchos autores, al
terminar el vers. 24 del cap. 21 de Lucas (y al comenzar los
pasajes paralelos en Mt 24:29 y Mr 13:24) se produce una transición
en el enfoque de la profecía que pasa de anunciar lo inminente -esto es, la
destrucción de Jerusalén- a describir las señales que precederán el fin de la
historia con la segunda venida de Jesús, lo que suele llamarse la Parusía.
Según otros autores no hay transición alguna a tiempos ulteriores, sino que
Jesús sigue hablando de lo que ocurrirá en el plazo cercano que Él señala de
una generación.
Las palabras del pasaje paralelo de Mt 24:29: “Inmediatamente después de la tribulación de
aquellos días…” no permiten pensar que haya un cambio de perspectiva
temporal, dado que “la tribulación” a
la que Jesús se refiere en Mt 24:21 es la que afligió a los habitantes de
Jerusalén antes de su destrucción por los romanos. Sin embargo, la tradición
cristiana ha visto en las palabras proféticas de Jesús acerca de la destrucción
de la ciudad santa como un tipo, o una prefiguración, de los acontecimientos
que precederán a su venida al final de los tiempos, de modo que esta predicción
oscila entre dos escenarios: el inmediato y el más lejano. Ambos se confunden
en la mirada profética, así como una persona que contempla desde cierta altura
los objetos que están en la lejanía puede ver borrosamente sus contornos y sus
colores, pero no puede discernir la distancia que separa a unos de otros.
Según un autor francés del siglo pasado: “La profecía se
sitúa en las altas cimas que dominan el curso de los tiempos… Con frecuencia,
atravesando de un salto todas las etapas intermedias, junta en un mismo cuadro
acontecimientos que están separados por largas series de días, de años, y a
veces, hasta de siglos.”
En este estudio yo voy a presentar una interpretación del
texto que tome en cuenta alternativamente ambas perspectivas. Aquella que
supone que lo anunciado por Jesús se cumplió totalmente el año 70; y aquella
que afirma que Él anuncia acontecimientos que en parte están aún por cumplirse,
de modo que el lector pueda por sí mismo formarse una opinión personal de ambas
exégesis, o sentirse movido a investigar más el tema.
25. “Entonces habrá señales en el sol, en la
luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a
causa del bramido del mar y de las olas.”
La palabra “entonces”
suscita la pregunta del “cuándo”. Para algunos ese “entonces” es el fin de los
tiempos. Para otros es un futuro cercano. Según sea la perspectiva histórica
que uno tenga interpretará el pasaje. ¿Ocurrirán esas cosas estando todavía en
vida algunos de los oyentes? ¿Ocurrirán mucho tiempo después? Para afirmar lo
segundo habría que dar a la palabra “generación” (Véase el vers. 32) un sentido
diferente del que tiene en el Antiguo Testamento, esto es, cuarenta años (Nm
14:33). (Nota 1)
Lo que anuncia aquí Jesús –tomado literalmente- es ominoso:
perturbaciones en el aspecto del astro que rige el día y en el aspecto del que
rige la noche; cosas que desafiarán los conocimientos de los que escudriñan el
cielo y las condiciones atmosféricas. Habrá también perturbaciones en el
aspecto de las constelaciones del firmamento que se observan de noche. Y como
consecuencia, la gente estará atemorizada, porque no sólo lo que suele llamarse
“potencias celestiales” serán conmovidas, sino también por el aspecto amenazante
de los mares, cuyas olas cobrarán inusitada fuerza y tamaño. Quizá habrá mareas
inusitadamente altas, o maremotos (tsunamis) que arrasen las costas, como en
efecto ha ocurrido hace poco causando grandes estragos. La gente temerá habitar
a orillas del mar, y pudiera ser que muchas ciudades costeras sean inundadas
porque el límite que Dios había puesto a las olas no será respetado (Jr 5:22). (2)
Según Marcos y Mateo,
Jesús añade más gráficamente, en un lenguaje al que los judíos estaban
acostumbrados, que “el sol se oscurecerá,
la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo.” (Mr
13:24,25; Mt 24:29).
Las imágenes de ese lenguaje son semejantes a las que
emplean los profetas del Antiguo Testamento, cuando anuncian el “día del
Señor”, o los días de castigo para algún pueblo en particular que ha suscitado
la ira de Dios (Is 13:9,10; Ez 32:7,8; Jl 2: 2:10,30,31; Am 8:9; Sf 1:14-16,
etc.). Si se compara el lenguaje de Jesús con el pasaje mencionado de Isaías en
el que Jesús se inspira: “Por lo cual las
estrellas de los cielos y sus luceros no darían su luz; y el sol se oscurecerá
al nacer, y la luna no dará su resplandor.” (Is 13:10), se deducirá
fácilmente que Jesús habla en términos figurados y que no debe pensarse que lo
que Él describe ocurrirá literalmente, salvo en un sentido limitado. De hecho
esas cosas no ocurrieron literalmente antes de la destrucción de Jerusalén. (3)
Este “día del Señor” es un tema recurrente en los profetas.
No se trata de un día único, sino que es un período de tiempo en que ocurren
cosas que afligen a la población y que tienen el carácter de castigo. ¿Debe
entenderse la descripción de hechos portentosos en un sentido literal, o forma
parte esta descripción del lenguaje poético usado por los profetas para
expresar momentos de gran trascendencia? Como los judíos estaban acostumbrados
a ese tipo de lenguaje se concluirá que ninguno de sus oyentes las tomaría en
un sentido literal, sino en uno metafórico.
De otro lado, es interesante tener en cuenta que el
historiador Josefo señala que, antes de que empezara la insurrección contra los
romanos que antecedió a la destrucción de Jerusalén, pero poco después de la
fiesta de la Pascua ,
“resplandeció una luz brillante delante del altar durante la noche, e iluminó
el santuario durante media hora.” La gente pensó que eso era un buen augurio,
pero los escribas les dijeron que se trataba de lo contrario. Poco antes del
asedio, entre otros portentos, “una estrella semejante a una espada colgó sobre
la ciudad” y una pesada puerta que estaba cerrada con barras de hierro, se
abrió por sí sola.
26. “desfalleciendo los hombres por el temor y
la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias
de los cielos serán conmovidas.”
En gran parte la
seguridad del hombre está basada en la estabilidad de la naturaleza y, en
general, de su entorno físico. Cuando las condiciones humanas de su entorno
sufren cambios súbitos y radicales debido a conmociones sociales, guerras o
guerrillas, los hombres emigran a otras partes en busca de paz y seguridad.
Pero si las condiciones físicas del medio ambiente se alteran, sea por
terremotos, huracanes o inundaciones, o porque el clima sufre fuertes
alteraciones, o peor, si los elementos del cielo se alteran y afectan al orbe
entero ¿a dónde puede el hombre huir? ¿Podrá emigrar a la luna?
Las cosas inusuales que ocurran en los últimos días en los
cielos y en la tierra pondrán a los hombres a la expectativa de sucesos
extraordinarios y les infundirán temor.
27. “Entonces verán al Hijo del Hombre que
vendrá en una nube con poder y gran gloria.”
En ese estado de cosas, estando
los hombres alarmados por las cosas extrañas que suceden, se cumplirá la
promesa del regreso del Hijo del Hombre, tal como fue anunciado a los apóstoles
el día de la ascensión (Hechos 1:11). (4) Vendrá en el esplendor de su poder y de su gloria.
¿Debe entenderse este anuncio de su venida en una nube en
un sentido literal? Porque si en otro lado se dice que todo el mundo lo verá (“He aquí que viene con las nubes y todo ojo
le verá” Ap.1:7), y en unas regiones es de noche cuando en otras es de día
¿cómo puede vérsele en todas partes venir en poder y gloria, lo que implica
plena luz, si en la mitad del orbe reina la oscuridad? A menos que se piense
que el signo de su venida brillará de tal manera en medio de la noche que nadie
podrá dejar de verlo. Pero también podría pensarse que la frase “todo ojo le verá” quiere decir “todo ojo
en la comarca donde descienda”, es decir, que el signo de su aparición será
visible en una zona geográfica específica y limitada, y no en el orbe entero, y
así sería en el caso de que la predicción se refiera específicamente a la
destrucción de Jerusalén.
En todo caso ese versículo debe entenderse teniendo en
cuenta lo escrito por el profeta Daniel siglos antes: “Miraba yo en la visión de la noche y he aquí con las nubes del cielo
venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días y le
hicieron acercarse delante de Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para
que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio
eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.” (Dn
7:13,14). Ese reino no es otro que el simbolizado por la piedra que viene
súbitamente y que cae sobre la estatua que tiene los pies de barro y hierro
cocido (que, a su vez, simboliza a los sucesivos imperios de la antigüedad que
culminaron en el Imperio Romano), destruyéndola completamente, la cual luego
crece hasta convertirse en una montaña que llena toda la tierra (Dn 2:34,35).
Ese es el reino que Jesús compara con la pequeña semilla de mostaza que crece
hasta convertirse en un árbol, o con el poco de levadura que leuda toda la masa
(Mt 13:31-33).
En Mateo 24:30,31 Jesús amplía la descripción de estos
sucesos, añadiendo algunos detalles, como que aparecerá “la señal del Hijo del Hombre” antes de que se le vea descender del
cielo en una nube de poder y gloria.
Si se entiende la frase “se
lamentarán todas las tribus de la tierra” en Mt 24:30 en el sentido de que
“todos los pueblos del orbe” han de lamentarse, es difícil pensar que los
hechos descritos se refieran a la caída de Jerusalén. Más fácil sería pensar
que se refieren a lo que sucederá al final de los tiempos. Pero hay quienes,
con argumentos nada desdeñables, sostienen que las palabras de Jesús se
refieren exclusivamente a acontecimientos próximos en el tiempo y no lejanos. (5)
Nótese lo siguiente: La destrucción de Jerusalén y del
templo equivalía para algunos a la venida del Hijo del Hombre en gloria, porque
era su triunfo sobre sus enemigos que lo habían combatido, y que lo habían hecho
matar por mano de los romanos. El instrumento que ellos usaron para destruir a
Jesús corporalmente, fue también el instrumento de su propia destrucción. En
verdad, entre Jesús y las autoridades religiosas de Israel había un conflicto
irreconciliable, como lo había entre Jesús y Lucifer.
Para que el Evangelio triunfara en el mundo era necesario
que el templo con toda su “economía” (sus sacerdotes, su culto y sus
sacrificios) desapareciera. No cabía compromiso entre el culto del Antiguo Testamento
y el del Nuevo, no porque estrictamente hablando fueron opuestos, sino porque
las autoridades religiosas de Israel se habían desviado, y habían desvirtuado
el mensaje de Dios, convirtiéndolo en una caricatura. Dios no fue infiel a su
pacto con Israel; ellos lo fueron (Jr 31:32). La destrucción de Jerusalén fue el
juicio inevitable de Dios sobre la ciudad y el pueblo infieles.
Como bien dice Mathew Henry, los que no quisieron ser
salvados por Él, por Él serían destruidos; los que no quisieron que Él reine
sobre ellos, verían que Él triunfaba sobre ellos. Yo añadiría que los que no
quieren tenerlo por amigo, lo tendrán por enemigo.
Según cierta interpretación, cuando uno reconoce que un
acontecimiento es la obra de Dios, uno “ve venir” a Dios en ese acontecimiento”.
Jesús pudo haber usado el verbo “ver” en ese sentido. ¿Y por qué en las nubes?
Porque las manifestaciones poderosas de Dios se expresan en términos de la
grandeza de las nubes como espectáculo, especialmente cuando se las ve desde lo
alto de las montañas. Esa “venida en las nubes” sería el cumplimiento, antes de
que desaparezca esa generación, de la profecía pronunciada por Jesús en la casa
de Caifás: “Tú lo has dicho, y además os
digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder
de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.” (Mt 26:64)
Notas: 1. Según algunos, al reemplazar con la
palabra “entonces” las que figuran en el pasaje paralelo de Mr 13:27 (“en aquellos días”), Lucas pospone esos
acontecimientos a un futuro todavía lejano.
2. Se está hablando hoy día de que al
descongelarse grandes extensiones de los hielos que cubren el Ártico y el
Antártico, debido al calentamiento de la tierra, el nivel del mar subirá, y
muchas zonas costeras bajas serán inundadas.
3. Algunos padres de la iglesia entienden
el oscurecimiento del sol y de la luna en el sentido de que su luz palidecerá
al lado del brillo esplendoroso de Cristo en su venida.
4. Nótese que el texto de Hechos dice que “le recibió una nube que lo ocultó de sus
ojos.” (v. 9). Y enseguida añade: “así
vendrá como le habéis visto ir al cielo.” (v.11).), dando a entender que
descendería del cielo en una nube.
5. Entre esos argumentos se cuenta el que afirma que la
palabra “tierra” en el Antiguo Testamento y en los evangelios se refiere
siempre a la tierra de Israel, y que la expresión “las tribus de la tierra”, tal como se entendía en su tiempo, alude
a los diferentes pueblos que la habitaban (judíos, samaritanos, galileos,
etc.). Generalmente se entiende esa palabra en el sentido de “todos los pueblos
que habitan sobre la tierra”, pero, en efecto, ése puede no haber sido el
sentido que tenía en mente Jesús.
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al
hombre ganar el mundo si pierde su alma? (Mt 16:26) "Si tú no estás seguro de que cuando
mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón
a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los
pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no
merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte."
#940 (28.08.16).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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