LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LO QUE EL IMPÍO
TEME, ESO LE VENDRÁ
Un Comentario de
Proverbios 10:24-27
El temor es la fe de
los impíos, de los que no creen en Dios, que atraen sobre sí lo que temen.
Temen a los hombres, a lo que ellos pueden hacerles. Pero no temen a Dios y si
le temen, le temen sin esperanza. En cambio, el justo le teme y confía.
El temor es fe a la inversa. Los que
creen (es decir, temen) reciben aquello en que ponen su fe (es decir, su temor).
Como el justo tiene puesta su confianza en Dios, lo que desee lo desea con fe,
y por eso lo recibe. Dicho de otro modo, tanto la fe como el temor atraen a su
objeto.
Eso ocurre incluso con los justos,
como atestigua Job: “Porque el temor que
me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía.” (3:25). Y
lo anuncia sarcásticamente el proverbista respecto de los simples que no hacen caso
de las reprensiones de la sabiduría: “También
yo me reiré de vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere los que
teméis.” (Pr 1:26; cf v. 27; Is 66:4).
El impío recibe no lo que desea sino
lo que es indeseable, y que intuye con temor que le va a
venir. Su temor es no sólo la voz de su conciencia que él trata de acallar,
sino la voz de su entendimiento, que percibe cuáles serán las consecuencias
inevitables de sus actos. Sabe, aunque no quiera verlo, que a la larga uno
cosecha lo que siembra (Gal 6:7). En términos simples: El que daña, se hace
daño. O como dice otro proverbio: “Al que
busca el mal, éste le vendrá.” (11:27b).
En cambio Dios se inclina hacia el justo y se complace en satisfacer sus
deseos, porque nunca le desea mal a nadie (11:23a): “Le has concedido el deseo de su corazón, y no le negaste la petición
de sus labios.” (Sal. 21:2; cf 20:4; 37:4; 145:19).
“Pero a los justos les será dado lo que desean.” ¡Qué contraste formidable! El impío recibe lo que teme; el justo,
lo que desea. El primero lo que no quisiera; el segundo, lo que desea. En el
primero, es el temor lo que atrae lo que recibe; en el segundo, es el
amor, porque desear es amar.
En la historia sagrada hay varios
ejemplos de impíos que reciben lo que temen, justamente por el medio que
emplean para impedir que les sobrevenga. Uno de los más instructivos es el del
rey Acab de Israel, que se había aliado con Josafat, rey de Judá, con el
propósito de recuperar la ciudad de Ramot de Galaad, que había caído en poder
de los sirios. Acab temía que él pudiera morir en el enfrentamiento, tal como
el profeta Micaías había predicho. Por ello le propuso a Josafat intercambiar
sus ropas, de manera que los que se propusieran matarlo, no lo atacaron a él
sino a su aliado. Su astucia estuvo a punto de tener éxito porque los sirios
atacaron a Josafat pensando que era Acab. Pero cuando se dieron cuenta de que
no lo era, lo dejaron. Entonces un hombre (no sabemos de qué bando) tomó su
arco y disparó una flecha a la ventura, que fue a caer sobre Acab, hiriéndolo
de muerte (1R 22:10-37). Por más precauciones que él tomara, lo que Dios había
decretado que sucediera, y que él temía, le ocurrió.
Por el lado contrario, vemos que
Dios nos asegura que nosotros tendremos las cosas buenas que le pedimos (1Jn
5:14,15; cf Jn 16:23), según dice un salmo: “Abre
tu boca y yo la llenaré.” (Sal 81:10b). La condición, sin embargo, es que
todo lo que pidamos sea bueno (Pr 11:23a), y no como a veces, en un momento de
depresión, pudiéramos desear, tal como ocurrió con Elías y Jonás, que desearon
morir cuando aún tenían mucho que hacer para Dios (1R 19:4; Jon 4:3).
25. “Como pasa el torbellino, así el malo no
permanece; mas el justo permanece para siempre.”
El impío es, en
efecto, como un torbellino o un huracán que pasa raudo y todo lo destruye a su
paso, pero no dura y al poco tiempo desaparece: “Vi al impío sumamente enaltecido, y que se extendía como laurel verde.
Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué y no fue hallado.” (Sal.
37: 35, 36; cf v.10; 73:19; Jb 20:4-9).
El justo, en cambio, es como un roble que tiene sus raíces firmemente
plantadas en la tierra. El torbellino puede afectarlo, pero no desarraigarlo: “Lo que confían en Jehová son como el monte
de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre.” (Sal. 125:1; cf Pr. 12:3; 1Jn 2:17).
Aunque pueda parecer débil, el justo
es como la brisa que refresca, que es duradera, y cuando falta, se le extraña.
Pero nadie desea que venga el torbellino.
Él es como la piedra angular sobre
la que reposa el edificio. Nadie la ve. Está escondida en tierra, pero sin ella
el edificio no se sostendría. Él no será removido jamás porque está plantado
sobre la roca firme que es Jesucristo (Mt 7:24,25), la piedra angular por
excelencia (Sal 118:22).
Juan Crisóstomo hace una observación
interesante, basada en el texto ligeramente diferente de la Septuaginta (que
era la versión del Antiguo Testamento que los cristianos de habla griega usaban
en los primeros siglos): Cuando viene el torbellino de la tentación el impío no
permanece firme, sino cede a ella y peca, porque no sabe resistirla. En cambio el justo, acostumbrado como está a buscar
siempre el bien en todo, sabe resistirla, y por eso permanece firme en la
gracia de Dios hasta alcanzar la vida eterna.
26. “Como el vinagre a los dientes, y como el
humo a los ojos, así es el perezoso a los que lo envían.”
¿Cuál es el efecto
que el vinagre, y todo ácido, tiene sobre los dientes? Hace que sus raíces,
aunque estén ocultas, y toda parte cariada, duelan. ¿Y qué ocurre cuando el
humo nos envuelve? Nuestros ojos se irritan y lagrimean, y no podemos ver bien.
Así de enojoso es el perezoso para quienes lo emplean.
El que confía a un perezoso un
encargo urgente esperará en vano que lo cumpla, porque encontrará mil excusas
para no partir, y cuando lo haga, se detendrá cansado a cada rato en el camino,
o se distraerá conversando con la gente que encuentre. No tiene prisa en
cumplir su cometido. Y puede ocurrir que cuando llegue habrá olvidado lo que
tenía que decir o hacer. Por eso, estando advertido, tan culpable es el
perezoso que no cumple bien el encargo que se le confió, como el que lo envió,
porque no supo escoger bien al mensajero. Si después la frustración le hace
llorar, no tendrá a quién quejarse, porque le dirán: ¿No sabías tú que este
perezoso no es confiable? Pusiste tu dinero en un bolsillo roto. No te quejes,
pues, de tu pérdida (Pr 13:17a; 26:6).
El personaje del perezoso ocupa un
lugar importante en el libro de Proverbios, y está muy bien descrito (Nota). De él se dice que
así como la puerta gira sobre sus goznes, pero no se mueve de su sitio, el
perezoso se revuelve en su cama, pero no sale de ella (26:14), se entiende,
para hacer lo que le toca hacer, y de esa manera lo va postergando. Da como
pretexto la excusa más ridícula: el león está en la calle y en los caminos, y
si salgo expongo mi vida (22:13; 26:13), como si ya no lo hubieran matado si
fuera cierto lo que teme. Es tan perezoso que, estando en la mesa, prefiere
pasar hambre a hacer el pequeño esfuerzo de llevar el bocado del plato a la
boca (19:15; 26:15). Es tan necio en su vana opinión de sí mismo, que él, que
nunca estudió ni investigó nada, se considera más sabio que los que por el
estudio diligente y su experiencia de vida, están en condiciones de dar
consejos útiles a la gente que se los pide (26:16).
A menos que haya heredado mucho
dinero, no dejará de sentir algún día las consecuencias de su negligencia,
cuando la pobreza inexorable asome a su puerta (6:9-11; cf 24:32-34). Así actúa
pese a que tiene el ejemplo del más pequeño de los insectos, la hormiga, que
por instinto, y sin que nadie se lo ordene, acopia su comida en la estación
favorable (6:6-9).
Si es agricultor, evita el esfuerzo
de arar su campo en invierno, de modo que no puede sembrar, y menos podrá
cosechar cuando todos lo hagan en verano (20:4), provocando la compasión y las
críticas burlonas de sus vecinos. Llegará el momento en que, como se negó a
trabajar cuando debía (21:25), su vida se llenará de dificultades, de las que
está exento el recto que es diligente (15:19).
27. “El temor de Jehová
aumentará los días; mas los años de los impíos serán acortados.”
Esta es la primera
vez que el concepto del temor de Dios aparece en la segunda parte del libro de
Proverbios que empieza en este capítulo.
En este proverbio se señala que el temor de Dios es un factor
positivo en la duración de nuestra vida. El que teme a Dios tenderá a vivir más
años que el que no le teme (9:11). ¿Por qué la diferencia? El temor de Dios
tiene este efecto positivo: Nos ayuda a regular nuestra vida de una manera
racional y sana. Nos aleja de vicios que podrían afectar nuestra salud, y nos preserva
de situaciones comprometedoras y peligrosas. Nos ayuda a mantener buenas
relaciones con allegados y parientes, así como con extraños, lo cual aparta de
nosotros las tensiones que pueden causar las relaciones humanas tirantes o
desagradables. En fin, y sobre todo, el temor de Dios nos aleja del pecado,
proporciona paz a nuestra alma y nos colma de satisfacciones espirituales.
La contraparte (que la vida del que carece de temor de Dios es
corta) se desprende sola y no necesita de pruebas. Eso es algo, además, que la
experiencia con multitud de ejemplos demuestra (Ecl 8:12,13). La existencia de
las personas que llevan vidas irregulares, entregadas al vicio y proclives a
acciones deshonestas, suele ser corta, sea porque las malas costumbres arruinan
su salud, sea porque exponen su vida a peligros en los que el que teme a Dios
no incurre (Jb 15:32).
El temor de Dios es una gracia multiforme que abarca muchas cosas,
siendo como es el principio, o fundamento, de la sabiduría (Pr 1:7). El temor
de Dios nos hace sabios, mientras que su ausencia nos vuelve necios. Porque
carece de temor de Dios, el impío vive lleno de temores, reales o imaginarios.
Teme a los que odia; teme la venganza de los que de alguna forma perjudicó, o hizo
daño. Él sabe en el fondo de su corazón cuánta verdad encierra el proverbio que
comentamos al inicio de este artículo: “Lo
que el impío teme, eso le vendrá.” Porque su conciencia lo acusa, carece de
paz y esa carencia afecta su salud.
Con frecuencia la vida de los que no temen a Dios es cortada de
golpe, como ocurrió con los dos hijos impíos del sacerdote Elí, a los que su padre
no corrigió como debiera haber hecho en su momento (1Sm 2:12-17,34; 3:11-14;
4:11); o con Ananías y Safira, que le mintieron al Espíritu Santo (Hch 5:1-10).
El que teme a Dios sabe que al final de su vida terrena sus días se
prolongarán en el día sin ocaso en que no habrá necesidad de sol ni de luna
para alumbrarnos, porque Jehová será nuestra luz perpetua (Is 60:19; cf Ap 21:23;
22:5).
Nota: Derek Kidner le dedica un interesante estudio en su libro
“Proverbios”.
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces,
pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido
hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra
en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y
servirte."
#934(17.07.16).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
Excelente estudio en especial estos días de insertidumbre .Dios bendiga la sabiduría de este varón
ResponderEliminarMuy bueno! Instructivo! Enriquesedor!
ResponderEliminarEste tema en especial vino a llenar mi alma atribulada. Dios lo bendiga
ResponderEliminarGRANDIOSO estudio, me ha hecho recordar muchas textos que ya había olvidado por la falta de la lectura a diario.
ResponderEliminarFelicitaciones, estas enseñanzas son muy Enriquecedora. Bendiciones.
Para mi de mucha bendición, en especial para el Ministerio, de como realmente enseñar una doctrina muy sana, sin nada que altere la palabra perfecta del SEÑOR, muchas gracias fue, y será de gran bendicion para muchisimas personas.
ResponderEliminarMi nombre es Wil Fernández Paniagua, y soy de bolivia, pastoreo una pequeña Obra, la cual necesita el apoyo de una verdadera y sana doctrina, como ya lo mencione en mi comentario anterior. 75387126.
EliminarDios le bendiga. Muchas gracias por compartir EXELENTE mensaje. Dios siga bendiciendo su vida ESPIRITUAL y derramando sabiduría para nuestro crecimiento Espiritual.
ResponderEliminarSuper instructivo es algo que me generaba dudas y pensar si había contradicción el temor de Jehová no es lo mismo que el temor del impío ahy una
ResponderEliminarGran y notable diferencia que maravilla.