viernes, 23 de septiembre de 2016

BENDICE ALMA MÍA A JEHOVÁ II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
BENDICE, ALMA MÍA, A JEHOVÁ II
Un Comentario del Salmo 103:8-14


8. “Misericordioso y clemente es Jehová; lento para la ira y grande en misericordia.” (Nota 1)
Después de recordar cómo Dios notificó sus caminos a Moisés, el salmista menciona cuatro de las cualidades más importantes del carácter de Dios, que presenta en pares sucesivos. Las dos primeras son su misericordia y su clemencia. Estas dos cualidades no son exactamente sinónimas, aunque tienen un fondo común. Esas son las cualidades que Dios mismo afirma tener, tal como se lo reveló a Moisés cuando renovó el pacto en el Sinaí (Ex 34:6; cf Nm 14:18; Dt 5:10; Nh 9:17), y lo confirman  los salmos 86:15 y 145:8, y los profetas Is 55:7; Jr 32:18; Nah 1:3.
La misericordia es la capacidad de inclinarse compasiva y amorosamente al necesitado, o hacia el que se encuentra en una situación inferior, o angustiosa, para ayudarlo. Clemencia es la cualidad que permite escuchar con interés los clamores de los que se encuentran oprimidos, o cuya vida está amenazada, y luego hacer lo posible para apartar el peligro.
Enseguida menciona las dos cualidades siguientes afirmando, primero, que frente a la desobediencia, o a la violación de sus normas, Dios no reacciona inmediatamente para sancionar con ira, sino que le da largas al pecador para que tenga oportunidad de arrepentirse y rectificar su conducta. Si tú has obrado mal no te castiga inmediatamente, sino que te da tiempo para que recapacites. Es una manera de decir que Dios es paciente y tolerante, porque ama a sus criaturas con un amor entrañable pese a todas sus fallas. Eso es lo que dicen, casi con idénticas palabras, los siguientes pasajes: Nm 14:18; Nh 9:17; Jl 2:13.
Nosotros deberíamos seguir con los nuestros el ejemplo de nuestro Padre, esto es, no montar rápidamente en cólera, sino ser pacientes con los que nos irritan u ofenden. (2)
Por último, dice “grande en misericordia”, lo cual, según Bellarmino, hace referencia a esa inefable misericordia por la cual Dios nos levantará a un nivel superior al de sus ángeles (1Cor 6:3), al de su propia semejanza, lo cual ocurrirá el día en que “seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es.” (1Jn 3:2).

9. “No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo.” (cf Sal 30:5; Jr 3:5,12; Mq 7:18), porque si lo hiciera, como dice Is 57:16a, decaería el espíritu del hombre y se deprimiría. (3).
Por eso es que cuando justificadamente se enciende su ira contra la impiedad, su indignación se aplaca pronto, y está dispuesto a perdonar al infractor al menor signo de arrepentimiento, tal como, disgustado, se lo reprochó Jonás a Dios, cuando los ninivitas se convirtieron (Jon 4:2). En realidad, Él está deseoso de hacerlo porque ama al hombre con un amor infinito.
¿Podemos imaginar a Dios resentido por las infidelidades del hombre? Ciertamente adolorido, sí, pero Él no guarda rencor, y está siempre pronto a perdonar. De esa manera Él nos da ejemplo, porque tampoco desea que sus hijos sean rencorosos, sino que estén siempre dispuestos a perdonar las ofensas sufridas.
Para Él es tan desagradable reprendernos como para nosotros lo es ser reprendidos, y menos aún le gusta encenderse en cólera, porque la ira le impide ser compasivo. Si alguno siente que está siendo probado por Dios sin saber la causa, bien puede preguntarle: ¿Por qué contiendes conmigo? ¿En qué forma te he ofendido? Y Él no tardará en hacérselo saber.

10. “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.” (4)
Por eso no trató al pueblo infiel que le dio la espalda tantas veces corriendo detrás de ídolos -algo que le estaba estrictamente prohibido- tal como lo merecía, ni los castigó cuando la impiedad llegó a su colmo con la dureza y severidad que se habían ganado. Así lo declaró Esdras, el escriba, en oración ante el pueblo, al retorno del exilio (Es 9:13).
Si lo hubiera hecho el pueblo hebreo habría perecido pronto, tal como pereció la humanidad perversa en el diluvio (Gn caps. 7 y 8), y no habría quedado un remanente. A nosotros tampoco nos ha tratado con la severidad que merecíamos, ni lo ha hecho tampoco conmigo.
Cuando Saulo cayó a tierra como un perseguidor camino a Damasco, y se levantó para ser un predicador (Hch 9:3-9), él reconoció que él había recibido misericordia de acuerdo a la promesa que contiene este salmo, de que Dios no nos tratará de acuerdo a nuestras iniquidades, sino que engrandecerá su misericordia sobre los que no lo merecen (Cesario). Pero si Dios no nos ha tratado conforme a nuestras iniquidades, es porque Él cargó nuestros pecados sobre otro que era inocente, sobre su Hijo, que murió por nosotros en la cruz expiando nuestras faltas, para que nosotros vivamos para la justicia (1P 2:24; 2Cor 5:21).
Como Padre amoroso que es, Dios se deleita en mostrarnos su misericordia, y constantemente nos la otorga a través de Jesucristo, nuestro mediador, por medio de quien nos vienen todas las gracias temporales y espirituales que recibimos.

11. “Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen.” (5)
Él ha tratado a los que le temen con amor reverente, con una misericordia que sólo un Dios de bondad infinita puede mostrar. La imagen que usa el salmista para describir la grandeza de su misericordia nos recuerda una frase de Is 55:9: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos.” (cf Sal 36:5; 57:10) A los ojos de los hombres de su tiempo ésa era una expresión de dimensión infinita, porque ¿quién podría medir la distancia que separa al cielo de la tierra?
Pero es de notar que los que se beneficiaron de su bondad fueron los que le temían, esto es, los que se humillaron delante de Él acongojados, pidiéndole perdón. Y así ocurre también en nuestro tiempo, porque Él no ha cambiado. Sobre los endurecidos que perseveraron en el mal Dios derramó, a pesar suyo, su justa ira, porque tenía que hacer prevalecer su santidad y su justicia.
“El temor de Dios  es el principio de la sabiduría” dice el libro de Proverbios 9:10, el primer fruto de la vida divina en nuestra alma cuando nos regenera. Ese santo temor nos asegura la plena posesión de los beneficios de la misericordia divina pero, sobre todo, nos aleja del peligro de  pecar, y nos fortalece contra las tentaciones, porque pone delante de nuestros ojos espirituales las consecuencias que trae consigo ofender a Dios.

12. “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestra rebeliones.” (6)
Nuevamente el poeta utiliza una imagen tomada de la observación del cosmos: la distancia que separa el oriente del occidente, al este del oeste, una distancia inconmensurable, infinita. Así apartó el Señor de su memoria las infidelidades del pueblo elegido; y de igual forma aparta nuestros pecados de su recuerdo si nos arrepentimos sinceramente, pues dice que los arroja al mar del olvido (Mq 7:19). Esto equivale a decir que los borra enteramente, como si nunca los hubiéramos cometido (Hch 3:19). Is 43:25 dice que lo hace por amor de sí mismo, no tan sólo por amor de sus criaturas (cf Is 44:22).
Este salmo tiene su cumplimiento en la cruz. Las cuatro dimensiones del amor de Cristo, la anchura y la longitud, la profundidad y la altura de que habla Ef 3:18, están representadas por las cuatro dimensiones de la cruz, trazadas por sus dos palos, el horizontal y el vertical.

13. “Como el padre se compadece de sus hijos, se compadece Jehová de los que le temen.” (7)
He aquí una nueva expresión de la misericordia divina: Como un padre se compadece de sus pequeñuelos, de sus hijos traviesos, a los que mira con ternura cuando hacen travesuras que les hacen daño, y se caen, tropiezan y lloran. Sin embargo, lo que caracteriza a los pecadores de los que Dios se compadece es que ellos, pese a su fragilidad, le temen y se vuelven a Él cada vez que se apartan y caen. Dios no obra así con los que perseveran desafiantes en el mal.
En los profetas y en los salmos hay pasajes que muestran que los sentimientos de Dios respecto de sus hijos toman a veces una coloración maternal, como cuando, en Isaías, Dios responde a la queja de Sion de que Él ha olvidado a su pueblo: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti.” (49:15; cf Sal 27:10). Estos sentimientos de Dios contrastan con la indiferencia, y hostilidad en algunos casos, que los dioses paganos, según la literatura greco-romana, solían mostrar respecto de sus adoradores.

14. “Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.” (8)
Dios conoce muy bien lo que somos (“soplo que va y no vuelve”, Sal 78:39), y de qué fuimos hechos: del vil polvo de la tierra que Él tomó en sus manos para darle forma, como hace el alfarero con la arcilla, y soplarle aliento de vida (Gn2:7). Sabe también que al polvo volveremos (Gn 3:19). Nada pues tenemos de qué jactarnos, salvo de que, por su gracia, fuimos hechos a su imagen y semejanza (Gn 1:26). Ésa es nuestra mayor gloria, pero es inmerecida.
Conoce además nuestras fortalezas y debilidades, nuestro temperamento y nuestro defecto principal. Pero no sólo conoce nuestros defectos, sino también los de las personas con quienes tratamos, y a veces lidiamos. Y de todos tiene compasión, porque todos somos hechura suya (Sal 139:13). Si parece que nuestras tentaciones nos asaltan más allá de lo que nuestra debilidad puede resistir (1Cor 10:13), nunca van más allá de su capacidad para perdonar, como dice Malaquías: “Y los perdonaré como el hombre perdona al hijo que le sirve.” (3:17b).
F.J. Dake anota apropiadamente que Dios recuerda lo que el hombre olvida (nuestra condición y debilidades), mientras que el hombre recuerda lo que Dios olvida (nuestros pecados).

Notas: 1. La palabra hebrea rahum significa compasivo, misericordioso; hannun puede también traducirse, como lo hacen algunas versiones, “lleno de gracia”. Los adjetivos rahum y hannun aparecen juntos en una frase que figura con frecuencia en el Antiguo Testamento: Hannun we rahum = lleno de gracia y compasivo. La palabra ap quiere decir nariz, y también ira, señalando la relación que existe entre la ventana de la nariz y la ira. Cuando uno se enfurece, resopla por la nariz. El que tiene una nariz larga no se enfurece rápidamente; el que tiene una nariz corta es impaciente. La palabra hesed denota una de las cualidades centrales del carácter divino, pues determina muchas de las principales intervenciones de Dios en la historia, comenzando por el pacto celebrado con el pueblo escogido. Combina las cualidades de bondad, amor y misericordia, tal como fueron ejemplificadas por David, por ejemplo, en su trato con Mefiboset, el hijo tullido de su amigo Jonatán.
2. Spurgeon bellamente comenta: “Los que escuchan el evangelio participan de su misericordia acogedora; los santos viven por su misericordia salvadora; son preservados por su misericordia sustentadora; son alegrados por su misericordia consoladora; y entrarán al cielo por su infinita y perdurable misericordia.”
3. La expresión “para siempre” figura dos veces en este versículo, pero es la traducción de dos palabras hebreas diferentes. La primera es nesah, que significa “siempre”, “perpetuamente”; la segunda es “olam”,  palabra que significa “largo tiempo”, y que tiene en el judaísmo rabínico un significado teológico muy amplio, incluyendo a la edad futura (Olam ha-ba). Es de notar que la palabra “enojo” que aparece en este versículo, no está en el original, que, mediante la figura de elusión, la da por sobreentendida.
4. La palabra het significa “pecado”, “ofensa”, “falta”. Awon, también es, “pecado”, “transgresión”, “impiedad”, y sus consecuencias de “culpa” y “castigo”. Es una de las cuatro palabras principales que designan al pecado en el idioma hebreo, con el matiz agravante de perversión deliberada. Más correcto sería, como traducen la mayoría de las versiones de este versículo, que en primer lugar estuviera la palabra “pecados”, y en segundo, “iniquidades”.
5. La palabra plural samanayim designa al cielo, al firmamento, incluso al aire y a las estrellas. Eretz es una de las palabras que con más frecuencia aparece en el Antiguo Testamento. Su significado básico es “tierra”, pudiendo aludir al planeta, o a una extensión de terreno.
6. Mizrah = este; maharah = oeste. Pesa = Transgresión, rebelión, sobre todo contra Dios y sus leyes.
7. Raham, tener compasión, simpatía profunda, acompañada de pena por el que sufre. Yaré es un adjetivo que deriva de un verbo que significa “temer”, “respetar”, y que alude frecuentemente al temor de Dios.
8. Yada, conocer, enterarse, percibir, discernir, experimentar. Zakar, recordar, mencionar, hacer conocer. Apar, polvo, tierra seca, esto es, el material del cual Dios formó al hombre.



Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#914 (14.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA.


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