LA VIDA Y LA
PALABRA
Por
José Belaunde M.
TIEMPO
DE ELECCIONES, TIEMPO DE ORACIÓN
Es
un hecho reconocido que las consecuencias de las decisiones que tomen los
gobiernos sobrepasan el tiempo que el gobernante se mantuvo en el poder y, por
implicancia, las consecuencias de las decisiones que tomen los electores al
acudir a las urnas pueden proyectar su sombra a períodos mucho más largos que
el de un quinquenio, y afectar nuestro futuro a largo plazo. De hecho, nuestro
país sigue experimentando hoy día las consecuencias de las decisiones que
tomaron nuestros gobernantes hace tres o más décadas, sin que tengamos en
muchos casos idea de qué fue lo que motivó esas decisiones.
Las
elecciones, vistas superficialmente, a nosotros pueden parecernos como una
contienda política convencional entre las usuales ambiciones personales, no
siempre muy santas, y los comunes intereses mezquinos. Pero ellas son, en
realidad, un acontecimiento altamente espiritual en el que se enfrentan las fuerzas
del bien y del mal, y sus consecuencias son de largo alcance. Ellas concitan
por ese motivo un gran despliegue de fuerzas y de astucia por parte del
Maligno, que se esfuerza en obtener resultados perniciosos de cuya naturaleza
nosotros difícilmente podemos tener idea.
Si
pudiéramos contemplar en la esfera invisible qué es lo que se juega en esta
contienda en estos días, podríamos ver que está en curso una batalla
encarnizada en las regiones celestes, en la que se enfrentan los ángeles de luz
que cuidan a nuestra patria, con las fuerzas espirituales de maldad que
persiguen arruinarla (Véase al respecto Dn 10:11-13).
Podríamos
ver a “hombres fuertes” (Lc 11:21) inflados de orgullo que, junto con las
huestes malignas que los secundan, favorecen a determinados personajes que
figuran en la contienda como candidatos, creando condiciones favorables para su
triunfo, y gozándose de antemano con todo el mal y los sufrimientos que la
victoria de sus protegidos podría causar.
Podríamos
ver todas las perturbaciones que engendran para enredar el proceso y la
extremada astucia con que tratan de sembrar la confusión en el electorado, de
tal manera que, aún si los personajes que favorecen no alcanzan la victoria, el
daño hecho a la vida institucional de la nación puede ser muy grande.
Del
lado opuesto veríamos a las huestes angélicas deteniendo el accionar de los
agentes del diablo y favoreciendo a otros candidatos. Pero tal como ocurrió en
el episodio de la batalla de Israel contra los amalecitas (Ex 17:8-13), el resultado
de la batalla en el cielo depende en gran parte de la oración en la tierra,
porque ésta es, en la medida en que podemos entenderlo, la que alienta y da
fuerzas a los ángeles. Si nuestra oración no los apoya, ellos se retiran del
campo de batalla, o pelean con menos ahínco. Su ardor en la batalla depende de
nuestro ardor en la oración, que es por eso una verdadera guerra espiritual.
Hay una relación muy estrecha entre la batalla espiritual en la tierra y la que
se desenvuelve en el cielo.
Se
recordará que en la batalla contra Amalec las fuerzas de los hebreos,
comandadas por Josué, vencían mientras Moisés mantenía sus brazos en alto
orando, y eran vencidas cuando Moisés, cansado, los bajaba. Para recordarnos la
lección que encierra este episodio Dios ordenó a Moisés que lo escribiera en un
libro (Ex 17:14).
Este
es pues un tiempo de guerra espiritual en la que todos los cristianos somos
llamados a enrolarnos si amamos a nuestro país, y si deseamos ver mejores
tiempos para nuestra patria.
No
es mi costumbre meterme en temas de política pero, dada la actual coyuntura, no
puedo dejar de advertir, como muchos ya lo habrán notado, que en las últimas
semanas han surgido candidatos cuyas trayectorias son altamente cuestionables
desde el punto de vista ético, o que representan un intento improvisado y mal
armado de conquistar el poder, que no cuenta con un verdadero programa de
gobierno y que, no obstante, cuenta aparentemente con un respaldo financiero
significativo.
No
podemos dejar de ver, si lo hacemos con realismo, que nuestro país enfrenta
varios retos simultáneos muy graves. Uno es el de la proliferación de la
delincuencia y de la inseguridad en las calles que ha traído consigo. Uno de sus
aspectos colaterales más odiosos es el fenómeno de la extorsión que, apoyado
por asesinos a sueldo (sicarios), era algo desconocido hasta hace muy poco en
nuestra patria. Hoy ambos fenómenos están cobrando diariamente muchas vidas,
trayendo mucho sufrimiento a nuestras familias.
Es
cierto que en los últimos meses se han
tomado medidas efectivas para combatir esta lacra, pero se trata de medidas de
largo aliento, que requieren de continuidad en su aplicación para obtener
resultados tangibles, por lo que sería necesario que el próximo gobierno se
proponga continuar en la misma dirección de manera consecuente.
Otro
fenómeno ligado al anterior es el de la corrupción en los órganos de gobierno
nacional y regional, y en el sistema judicial. Digámoslo francamente: No hay
país que pueda progresar sostenidamente si no cuenta con un sistema judicial
confiable, que dé seguridad a los inversionistas. De otro lado, la corrupción
genera un enorme despilfarro de recursos escasos, que van a engrosar las
cuentas corrientes, o las billeteras, de personajes bien situados. O genera obras
públicas mal concebidas, o apresuradamente ejecutadas, porque la finalidad con
que se emprenden es el lucro de sus promotores, no el bien de la comunidad.
La
corrupción en nuestro país se ha visto fuertemente estimulada por un proceso de
regionalización llevado a cabo “a las patadas”, sin planificación ni
preparación previa adecuada, el cual ha dado como resultado que, en lugar de
tener macroregiones bien concebidas, los antiguos departamentos, en muchos
casos de fronteras caprichosas, se hayan convertido en un mosaico de regiones
autónomas, que carecen de los cuadros administrativos capaces que serían necesarios,
y que, en consecuencia, se han convertido en presa de aventureros sin
escrúpulos.
A
su vez, el fenómeno del narcotráfico está cobrando cada año que pasa mayor
fuerza, a tal punto que hay quienes advierten que estamos en camino de
convertirnos en un narco estado. El poder económico del narcotráfico pervierte
todas las instituciones, corrompe muchas conciencias, y termina dictando muchas
sentencias judiciales. Todavía estamos a tiempo de atajarlo, si es que se
adoptan las medidas drásticas necesarias. Pero es una tarea urgente.
Por
último, para no extendernos demasiado, el nivel de la educación pública en
nuestro país es uno de los más bajos del mundo, y adolece de graves
deficiencias por carencia principalmente de un profesorado debidamente
capacitado. El resultado es que todos los años salen de nuestras escuelas
jóvenes y muchachas insuficientemente preparados para enfrentar los retos de la
existencia, y para proseguir estudios superiores. Los egresados de los colegios
fiscales de muchas localidades del país están condenados a permanecer en la
pobreza.
Es
cierto también que en este campo, autoridades con visión renovada están
llevando a cabo cambios y reformas que pueden significar una verdadera
revolución en este campo. Pero aquí también sería necesario que estas políticas
novedosas y audaces sean continuadas por el gobierno que en los próximos meses
tome las riendas del país, y no eche por la borda, como es costumbre inveterada
entre nosotros, los avances logrados por sus antecesores.
Esta
es la hora, pues, en que poniéndonos toda la armadura de Dios en nuestra cámara
secreta, debemos oponernos a esas fuerzas oscuras que intentan atenazar a nuestro
país con cadenas de odio, ambición desmedida y espíritu de revancha. "Nuestra lucha no es contra sangre y
carne...", no es contra seres humanos, no es contra determinadas
personalidades, sino contra los principados y potestades del aire que mueven a
los seres humanos como si fueran títeres (Ef 6:12).
Nuestra
misión es atar a los hombres fuertes y ordenar que se seque su influencia en la
esfera política de nuestra nación –tal como Jesús ordenó a la higuera que se
secara, (Mr 11:20-23)- de modo que cesen de proliferar sus frutos amargos.
El
futuro de nuestro país está íntimamente ligado a la persona que lo gobierne, a
su capacidad para el cargo, a sus cualidades y defectos de carácter. Es el
carácter del gobernante, su personalidad, la suma de sus cualidades y defectos,
lo que decide la dirección que tome el país, si buena o mala. El carácter del
gobernante, su rectitud, su experiencia y aptitudes, no su carisma o su labia,
es lo importante. Sólo un presidente recto puede guiar al país por un camino
recto; el mentiroso, el deshonesto, lo desviará por caminos torcidos.
Entremos
pues a nuestra cámara secreta, cubriéndonos con la sangre de Cristo, para
paralizar con la autoridad que Jesús nos ha dado (Lc 10:19), a los hombres
fuertes que quieren imponernos gobernantes que resulten ser contrarios a los
verdaderos intereses del país y de su población. Y pidámosle al Señor que Él
mueva al pueblo a votar por el candidato capaz, justo y honesto que Él ha
escogido para gobernarnos en el próximo quinquenio.
A
las iglesias toca tomar el estandarte de esta lucha y estimular a sus fieles a
unirse a ella con todo el ardor y el amor a su país que anide en su pecho.
NB:
Hace poco más de diez años, estando a puertas de un período electoral, publiqué
este artículo con el título de “Tiempo de Elecciones”, expresando la
preocupación que muchos ciudadanos responsables sentían por el proceso que se
avecinaba. Dado que su contenido no ha perdido actualidad lo publico
nuevamente, revisado y actualizado, para reflejar las circunstancias del
momento.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a
gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados
y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos
por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón,
porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me
lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento
sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy.
Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi
corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#918
(13.03.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección:
Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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