LA
VIDA Y LA PALABRA
Por José
Belaunde M.
FIANZAS, PEREZA,
MALEVOLENCIA II
Un Comentario
de Proverbios 6:6-19
6.
“Ve a la hormiga, oh perezoso,
Mira sus
caminos y sé sabio;”
7.
“La cual no teniendo capitán,
Ni
gobernador ni señor,” (Nota
1)
8.
“Prepara en el verano su comida,
Y recoge
en el tiempo de la siega su mantenimiento.”(2)
9.
“Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir?
¿Cuándo te
levantarás de tu sueño?”
10.
“Un poco de sueño, un poco de dormitar,
Y cruzar
por un poco las manos para reposo;”
11.
“Así vendrá tu necesidad como caminante,
Y tu
pobreza como hombre armado.” (3)
6-11. Este pasaje es el primero de tres poemas que el
libro de Proverbios dedica al perezoso. Los otros dos están en 24:30-34 y
26:13-16. (4) Se divide en dos perícopas sucesivas: 6-8 y
9-11. La primera propone como ejemplo a la hormiga, pequeño insecto del reino
animal. Un animalito tan pequeño obra con una prudencia que pocos hombres
tienen, pues sin que nadie se lo advierta (cf 30:27) hace lo que es necesario
para tener con qué sustentarse durante el invierno. Aquí estamos frente a uno
de los misterios del reino animal, en el que las diversas especies por
instinto, o por una recóndita inteligencia, toman las providencias más
favorables para su sustento y preservación. Y lo hacen siempre sin fallar
(30:25). Los naturalistas han observado que las hormigas se ayudan unas a
otras, se juntan para llevar cargas pesadas (¿cómo se comunican?), protegen sus
reservas de la lluvia y las sacan al sol para que se sequen, cuando se mojan.
¿Quién se lo ha enseñado?
¡Qué
vergüenza es para el hombre que se le aconseje que aprenda la diligencia y la
previsión de un animalito minúsculo cuya presencia nos es desagradable y que
aplastamos con el pie!
¿Cuál
es el tiempo del verano de que aquí se habla? La juventud, en que el hombre
puede sembrar con esperanza de cosechar en el futuro (10:5).
La
segunda perícopa (9-11) como conclusión del ejemplo propuesto, increpa
directamente al que pasa su tiempo en dormir (26:14), en no ocuparse en nada
útil, en dejar transcurrir las horas en ocupaciones frívolas que no conducen a
ningún fin útil. La pobreza y la necesidad que vendrán como resultado son
descritas como un caminante, o vagabundo, que se divisa a lo lejos en el camino,
y que inexorablemente se va acercando a donde uno se encuentra; o como un
guerrero amenazante, o un salteador de caminos, contra el cual el hombre
desarmado está inerme. De manera semejante el perezoso verá la indigencia venir
sobre él sin que pueda hacer nada para evitarla.
Si la ansiedad por las cosas
materiales es criticable (Lc 10:41), el uso diligente de los medios provistos
por Dios, lo honra (Pr 10:15a; 24:27).
Hay un refrán que expresa una gran
verdad: “La pereza es madre de la pobreza”. El libro de Proverbios pinta con
acierto en otro lugar las consecuencias de la pereza en la viña descuidada al señalar
que está toda cubierta de espinos, y su cerca de piedra destruida (24:30,31).
Así ocurre con todas las actividades afectadas por la holgazanería: el desorden
y la suciedad reinan por todas partes y están a merced de los intrusos y
depredadores, porque no se toman las medidas de seguridad que la prudencia
aconseja.
Una de las características del haragán es que
no termina las cosas que emprende, y por eso no cosecha en el verano, porque no
aró su campo en el invierno (20:4), y deja enfriar su comida, porque le cansa
llevar el bocado a la boca (26:15; 19:24). Peor aún, no aprovecha las
oportunidades de progresar que se le presentan, y por eso dejarán de venirle al
encuentro en el futuro. No obstante, el perezoso tiene muy buena opinión de sí
mismo, pues piensa que “es más sabio que
siete que sepan aconsejar.” (26:16).
Pero hay también una pereza
espiritual muy común: la del que se niega a ser despertado por el mensaje del
Evangelio en el tiempo de la gracia, y desperdicia las oportunidades que la
misericordia de Dios constantemente le brinda. Una miseria interminable lo
afligirá algún día si no se arrepiente a tiempo (Ironside), y permanece en el
camino espacioso que lleva a la perdición, en lugar de tratar de entrar por la
puerta estrecha que lleva a la salvación (Mt 7:13,14).
12.
“El hombre malo, el hombre depravado, (5)
Es el que
anda en perversidad de boca”,
13.
“Que guiña con los ojos, que habla con
los pies,
Que hace
señas con los dedos.”
14.
“Perversidades hay en su corazón; anda
pensando el mal en todo tiempo;
Siembra
las discordias.”
15.
“Por tanto, su calamidad vendrá de
repente;
Súbitamente
será quebrantado, y no habrá remedio.”
Hay hombres,
en efecto, que andan siempre cavilando qué mal pueden hacer, a veces sin que
les traiga ningún provecho (Pr 16:30). Sus palabras reflejan la negrura de su
corazón, pues son siempre ofensivas, groseras, vulgares e irrespetuosas. No hay
nada que les merezca respeto; se burlan hasta de lo más santo, y no creen que
haya nadie honesto, porque ellos no lo son. En su avidez por hacer daño andan
siempre complotando, poniéndose de acuerdo con otros tan malvados como ellos;
intercambiando señales con la mirada, con los dedos, y hasta con los pies
(10:10; Sal 35:19). Su ingenio para el mal es inagotable, y el mal llena su
mente y su cerebro de continuo (cf Pr 2:14,15). Donde quiera que estén difunden
su maldad casi sin querer, y originan con sus iniciativas perversas desacuerdos
entre los amigos, o en las familias, que con frecuencia terminan en hechos de
sangre (16:28; Sal 140:2,3). El apóstol Pablo nos manda que nos apartemos de
esa clase de gente (2Ts 3:11-14).
Pero
los tales no saben que están cavando su propia tumba, y que las consecuencias
de sus actos vendrán un día impensadamente a aplastarlos, al punto de que no
dejarán huella alguna de su paso por la tierra (Pr 15:26a). Su muerte repentina
será una manifestación del justo juicio de Dios.
El versículo 13 muestra que ya en
esa época se conocían y se usaban signos secretos que permitían a los cómplices
comunicarse por señas sin que los demás presentes se dieran cuenta. Esto es lo
que hacen los que traman algo, y de ahí se ve que los que tejen intrigas no
tienen nada bueno en el corazón, pues ocultan sus propósitos para que sus
víctimas no se aperciban.
Lo que sigue
es un poema numérico, como hay varios en el capítulo 30 de Proverbios: 15,16;
18,19; 21-23; 24-28; 29-31; en Jb 5:19, así como en el Sirácida (o
Eclesiástico): 25:1,2; 7-11, e incluso en la literatura profética: Am
1:3,6,9,11,13; 2:1,4,6.
16.
“Seis cosas aborrece Jehová,
Y aun
siete abomina su alma:”
17.
“Los ojos altivos, la lengua mentirosa,
Las manos
derramadoras de sangre inocente,”
18.
“El corazón que maquina pensamientos
inicuos,
Los pies
presurosos para correr al mal,”
19.
“El testigo falso que habla mentiras,
Y el que
siembra discordia entre hermanos.”
Aquí se
menciona algunas cosas que el Señor detesta y que, por lo tanto, nosotros
también debemos rechazar y considerar como abominables, porque lo son
realmente.
1) El orgullo, la soberbia
arrogante y despreciadora que se manifiesta en la mirada altiva. ¿No son nuestros gestos, y en especial, nuestra
mirada, expresión de nuestros sentimientos? Nuestros gestos y nuestras miradas
nos delatan. El que se fija en ellos puede descubrir muchas cosas acerca de las
personas con que trata, o con las que se encuentra de paso, que pueden
preservarlo de peligros, o que pueden ayudarlo a guiar prudentemente su
comportamiento con ellos. Recordemos que fue el orgullo, el deseo impío de ser
igual a Dios, lo que motivó la caída de Lucifer (Is 14:12-14). No por nada dice
la Escritura que Dios “atiende al
humilde, pero al altivo lo mira de lejos” (Sal 138:6; 4:6) y que el “altivo de corazón es abominación para Jehová” (Pr 16:5). Otro
proverbio dice: “La soberbia del hombre
lo abate.” (29:23a). El salmo 73 ilustra cómo es su caída (v. 3,6,18,19; cf
Sal 18:27b).
2) La facilidad para mentir sin
sonrojarse y sin escrúpulos.
¿Con qué órgano mentimos? Con el habla personificada en la lengua. Podemos
mentir con la mirada o con los gestos, es cierto, aunque no es fácil y ninguno
iguala a la boca. El espíritu de mentira es digno de temer porque puede
ocasionar estragos y extravía a la gente. Por eso dice un salmo: “Libra mi alma, oh Jehová, del labio
mentiroso, y de la lengua fraudulenta.” (120:2). En ocasiones la mentira
puede volverse contra los que la profieren, como en el caso de Ananías y
Safira, que murieron por haberle mentido al Espíritu Santo (Hch 5:1-10), pues “los labios mentirosos son abominación a
Jehová.” (Pr 12:22). Si Jesús es la verdad (Jn 14:6), y vino a dar
testimonio de la verdad (Jn 18:37), el diablo es mentiroso y padre de la
mentira (Jn 8:44). Por ese motivo “todos
los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre,” (Ap
21:8).
3) El espíritu sanguinario que no
tiene respeto de la vida ajena.
Joab, general de los ejércitos de David, es un ejemplo clásico (2Sm 3:22ss).
¡Cuánto daño hacen los asesinos porque no saben que la vida proviene de Dios, y
que el que siega una vida contra Dios atenta! “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será
derramada; porque a imagen de Dios fue hecho el hombre” dice el libro del
Génesis 9:6. Ésta es la más terrible
de las cosas abominables que enumera esta perícopa, porque viola el mandamiento
que prohíbe el homicidio (Ex 20:13). Por eso, dice Isaías 1:15, que Dios
rechaza la oración de los que tienen las manos llenas de sangre; y destruirá “al hombre sanguinario,” según el Sal
6:5.
4) Pero la más peligrosa es la
mente que maquina, planea y urde maldades.
Así como del corazón salen las cosas que contaminan al hombre, como dijo Jesús
(Mt 15:18-20), del corazón salen también las acciones que dañan, los asaltos,
los fraudes, los abusos, las violaciones, etc. Todos los delitos comienzan, o
se gestan, en el pensamiento. Por eso Jesús dijo: “Cualquiera que mire a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella
en su corazón” (Mt 5:28). Los actos delictivos y los beneficiosos no surgen
de la nada, obedecen a un proyecto concebido en la mente, en la imaginación.
Dios
se propuso destruir a la humanidad mediante el diluvio porque vio “que todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era…solamente para el mal.” (Gn 6:5). Bien denuncia el
profeta Miqueas: “¡Ay de los que en sus
camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo
ejecutan, porque tienen en sus manos el poder! (Mq 2:1). Sólo Dios puede
cambiar el corazón del pecador arrepentido, y darle un “corazón limpio” y “un
espíritu recto” que modifique para bien su conducta, haciendo de él un
hombre nuevo y apartado del mal. (Sal 51:10).
5) La disposición para hacer el
mal, retratada
aquí como los pies que se apresuran a cometerlo, es una característica del
corazón torcido (cf Is 59:7). Hacer el bien le cuesta, le es aburrido; pero
hacer el mal le agrada, lo divierte. Es su deporte favorito. En otro lugar el
libro de Proverbios denuncia a los “que
se alegran haciendo el mal y se huelgan en las perversidades del vicio.” (2:14).
Personas de ese tipo se encuentran en toda una gama variada de grados de
maldad, desde el que se presta para hacer una broma cruel, al asesino a sueldo.
Pero ellos no saben que “a su propia
sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo.” (1:18).
6)
Este punto no es repetición del segundo, porque aquí se trata de un tipo
especialmente insidioso de mentiras, la del que presta un falso testimonio contra el inocente, o a favor del
culpable. Dios ha llamado a su pueblo a dar testimonio de la verdad (Hch
1:8). Pero el testigo falso, que viola el noveno mandamiento (Ex 20:16), pervierte
la justicia y puede ocasionar tragedias imprevistas y de incalculables
consecuencias. Merece ser maldito y, por supuesto, ser condenado no sólo por
Dios, que aborrece el juramente falso (Zc 8:17), sino también por la justicia
humana (Dt 19:16-19; Pr 19:5).
7) Por último, está la persona
que se complace en enfrentar a los hermanos y a la gente, creando divisiones donde había unión,
conflictos donde había paz, y odio donde había amor. Estas personas hacen mucho
daño, pero no lo sufren ellos mismos hasta que llega el día del ajuste de
cuentas, en que experimentan en carne propia el daño que hicieron a otros.
Notas:
1. Algunos ven
en estas autoridades a los tres poderes del estado, el judicial, el legislativo
y el ejecutivo.
2. La Septuaginta (LXX) añade: “O ve a la abeja y aprende cómo
trabaja, y produce rica labor, que reyes
y vasallos buscan para sí, y todos apetecen, y siendo como es pequeña y flaca, es
por su naturaleza tenida en mucha estima.”
3. Pr 24:33,34 es una reproducción casi exacta de
los vers. 10 y 11. La Septuaginta añade: “Si,
por el contrario, eres activo, tu cosecha será abundante como una fuente, y la
miseria estará lejos de ti.”
4. Además de los pasajes nombrados, la pereza es
el tema de los siguientes proverbios: 10:4,5b; 13:4; 15:19a; 19:15,24; 20:4;
21:25.
5. Donde nuestra versión dice “hombre malo” el
original hebreo, la Vulgata latina y la Versión autorizada inglesa (KJV), dicen
“hombre de Belial”, que se suele
traducir como malvado, perverso, inicuo. Esta palabra es una combinación de las
palabras hebreas beli (sin) y ya’al (provecho), y figura en varios
lugares como, por ejemplo, en Dt 13:13 (donde se trata de hombres impíos que
incitan a la idolatría); en Jc 19:22 (donde se trata de perversos que quieren
violar a un hombre); en 1Sm 2:12 (donde se aplica a los hijos impíos del
sacerdote Elì); en 1Sm 25:25 (donde se dice de Nabal, el esposo necio de
Abigaíl); en 2Sm 16:7 (cuando David sale derrotado de Jerusalén, huyendo de las
tropas de Absalón, y Simeí lo insulta llamándolo “hombre de Belial”); en 1R
21:10,13, (cuando la reina impía Jezabel, usa esa expresión para acusar
falsamente a Nabot de blasfemia, y apropiarse la viña que su esposo, el rey Acab,
deseaba comprar). En Pr 19:28, pero sólo en original hebreo, (en que se aplica
al testigo falso). Con el tiempo ese término se convirtió en el nombre propio
del demonio: “¿Y qué concordia (tiene)
Cristo con Belial?” (2Cor 6:15).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a
ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus
pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente
oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz
los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no
merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte.”
#877 (19.04.15). Depósito Legal
#2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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