LA VIDA Y LA PALABRA
Por Jose Belaunde M.
DAVID SIN
HAZAÑAS II
2Sm 19:14,15.
“Así inclinó (David) el
corazón de todos los varones de Judá, como el de un solo hombre, para que
enviasen a decir al rey: Vuelve tú, y todos tus siervos. Volvió, pues, el rey,
y vino hasta el Jordán. Y Judá vino a Gilgal para recibir al rey y para hacerle
pasar el Jordán.”
La conducta generosa de David conquista el corazón de sus súbditos que se
sentían culpables de haberle dado la espalda siguiendo a un advenedizo. La
generosidad con los vencidos hace la grandeza de los reyes. La mezquina
venganza tiene el efecto opuesto.
El
pueblo de Judá vino hasta Gilgal, lugar histórico donde el pueblo de Israel
estableció su primer campamento al cruzar el Jordán, donde Josué circuncidó a
todos los varones y donde celebraron la primera Pascua desde que salieron de
Egipto (Js 5:1-12). Ir al encuentro de David en ese lugar para ayudarlo a
atravesar el Jordán tenía un alto valor simbólico, como si él, cual nuevo
Josué, conquistara de nuevo la Tierra Prometida. (Nota 1)
Pero
recuérdese que Josué y el pueblo de Israel pudieron atravesar el Jordán frente
a Gilgal porque Dios hizo detener el curso caudaloso de las aguas y entonces
ellos pudieron pasar el cauce en seco (Jos 3:13-17). Sin el socorro de ese
milagro David y su séquito –que al huir de Absalón se habían refugiado en
Manahaim de Galaad- necesitaban de una ayuda más mundana para sortear las
corrientes del río. Entretanto las diez tribus de Israel estaban expectantes,
no se movían, salvo algunos, posiblemente esperando el giro que tomarían los
acontecimientos, o esperando que David hiciera con ellos un gesto amistoso como
el que tuvo con Judá.
16-23:
“Y Simei hijo de Gera, hijo de
Benjamín, que era de Bahurim, se dio prisa y descendió con los hombres de Judá
a recibir al rey David. Con él venían mil hombres de Benjamín; asimismo Siba,
criado de la casa de Saúl, con sus quince hijos y sus veinte siervos, los
cuales pasaron el Jordán delante del rey. Y cruzaron el vado para pasar a la
familia del rey, y para hacer lo que a él le pareciera. Entonces Simei hijo de
Gera se postró delante del rey cuando él hubo pasado el Jordán, y dijo al rey:
No me culpe mi señor de iniquidad, ni tengas memoria de los males que tu siervo
hizo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén; no los guarde el rey en
su corazón. Porque yo tu siervo reconozco haber pecado, y he venido hoy el
primero de toda la casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey. Respondió
Abisai hijo de Sarvia y dijo: ¿No ha de morir por esto Simei, que maldijo al
ungido de Jehová? David entonces dijo: ¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de
Sarvia, para que hoy me seáis adversarios? ¿Ha de morir hoy alguno en Israel?
¿Pues no sé yo que hoy soy rey sobre Israel? Y dijo el rey a Simei: No morirás.
Y el rey se lo juró.”
También
Simei, que había maldecido vilmente a David en su huida (2Sm 16:5-13) viene a
implorarle perdón con frases hipócritas y a reconciliarse con él. David se lo
concede, a pesar de que Abisai se opone y quiere castigar al traidor.
Recuérdese que en el primer encuentro con Simei, del que aquí se hace mención, Abisai
había querido castigar la insolencia del traidor decapitándolo, pero David se
lo impide en una de las escenas más conmovedoras de su patética huida, y en la
que él reconoce la justicia de la humillación que está sufriendo (2Sm 16:9-13).
Seguramente en esa ocasión David recordó la profecía que Natán había
pronunciado cuando vino a reprocharle su crimen y su adulterio, diciendo que en
adelante la espada no se apartaría de su casa, profecía cuyo trágico
cumplimiento él estaba viendo.
“¿Ha de
morir hoy alguno en Israel?”
Esta frase de David muestra la sabiduría de su política clemente. ¿Ha de morir
la gente de la cual yo soy rey también? Si yo me vengo hoy en una de las
cabezas de Benjamín, todos los de esa tribu me tomarán aversión. Simei, hombre
cauto, había tomado la precaución de venir acompañado de 1000 hombres de su
pueblo, como para mostrar la influencia que él tenía en su tribu. David capta
el mensaje y le jura que respetará su vida, pero no lo perdona. Sólo posterga
la venganza. Salomón será el encargado de ejecutarla, “haciendo descender sus canas al Sheol con sangre” (Véase 1R 2:8,9).
(2)
24-30. “También Mefi-boset hijo de Saúl
descendió a recibir al rey; no había lavado sus pies, ni había cortado su
barba, ni tampoco había lavado sus vestidos, desde el día en que el rey salió
hasta el día en que volvió en paz. Y luego que vino él a Jerusalén a recibir al
rey, el rey le dijo: Mefi-boset, ¿por qué no fuiste conmigo? Y él respondió:
Rey señor mío, mi siervo me engañó; pues tu siervo había dicho: Enalbárdame un
asno, y montaré en él, e iré al rey; porque tu siervo es cojo. Pero él ha
calumniado a tu siervo delante de mi señor el rey; mas mi señor el rey es como
un ángel de Dios; haz, pues, lo que bien te parezca. Porque toda la casa de mi
padre era digna de muerte delante de mi señor el rey, y tú pusiste a tu siervo
entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho, pues, tengo aún para clamar más
al rey? Y el rey le dijo: ¿Para qué más palabras? Yo he determinado que tú y
Siba os dividáis las tierras. Y Mefi-boset dijo al rey: Deja que él las tome
todas, pues que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa.”
El
encuentro con Mefi-boset, el hijo de Jonatán con quien David había sido tan
generoso (2Sm 9), era más delicado. En esta ocasión David se muestra no sólo
comprensivo sino también consecuente con sus propios errores, porque, aunque
percibe que Siba pudo haberlo engañado cuando vino a su encuentro durante su
huida, acusando a Mefiboset de haberse puesto de lado de Absalón cuando éste
triunfaba (2 Sm 16:1-4), ya le había empeñado su palabra de darle los bienes
del príncipe inválido, y no quiso desdecirse. Entonces cortando por lo sano
todo argumento ulterior (es posible que Siba estuviera presente y quisiera
defenderse), determina que ambos se repartirán los bienes. Sin embargo, eso no
quita la injusticia de su decisión precipitada, pues pudo haber investigado más
a fondo cuál de los dos mentía y, obtenida la prueba de la malicia de Siba,
como parece haber sido el caso, haberlo castigado restituyendo al hijo de
Jonatán todos los bienes. Éste, por su lado, muestra obsecuentemente no estar
interesado en ellos sino sólo en recuperar la amistad de su protector. (3)
31-39. “También Barzilai galadita descendió de Rogelim, y pasó el Jordán con
el rey, para acompañarle al otro lado del Jordán. Era Barzilai muy anciano, de
ochenta años, y él había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim,
porque era hombre muy rico. Y el rey dijo a Barzilai: Pasa conmigo y yo te
sustentaré conmigo en Jerusalén. Mas Barzilai dijo al rey: ¿Cuántos años más
habré yo de vivir, para que yo suba con el rey a Jerusalén? De edad de ochenta
años soy yo este día. ¿Podré distinguir entre lo que es agradable y lo que no
lo es? ¿Tomará gusto ahora tu siervo en lo que coma o beba? ¿Oiré más la voz de
los cantores y de las cantoras? ¿Para qué, pues, ha de ser tu siervo una carga
para mi señor el rey? Pasará tu siervo un poco más allá del Jordán con el rey;
¿Por qué me ha de dar el rey tan grande recompensa? Yo te ruego que dejes
volver a tu siervo, y que muera en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y
de mi madre. Mas he aquí a tu siervo Quimam; que pase él con mi señor el rey, y
haz a él lo que bien te pareciere. Y el rey dijo: que pase conmigo Quimam, y yo
haré con él como bien te parezca; y todo lo que tú pidieres de mí, yo lo haré.
Y todo el pueblo pasó el Jordán; y luego que el rey hubo también pasado, el rey
besó a Barzilai, y lo bendijo; y él se volvió a su casa.”
David dijo a
Barzilai: Haré con Quimam (quien, según el historiador Josefo, era hijo de
Barzilai) todo lo que a ti te parezca bien y además a ti te daré todo lo que me
pidas. Pero Barzilai había dicho: Haz con Quimam lo que a ti te parezca bien.
David le está diciendo: no lo que a mí me parezca adecuado, sino lo que a ti,
porque yo soy tu deudor. Es una competencia de generosidad y cortesía.
Barzilai, en efecto, con otros propietarios más, había arriesgado su vida
suministrando provisiones a David cuando estaba en Mahanaim, huyendo de Absalón
(2 Sm 17:27-29). Si éste hubiera triunfado, se hubiera vengado matándolo a él y
a los suyos.
Barzilai era
dueño de muchas propiedades. Pero más importante aún, tenía un corazón noble.
Él consideraba que lo que él había hecho por el rey era poco comparado con lo
que David ahora le ofrecía. Así será algún día para todos los que se salven. La
recompensa que reciban será mucho mayor que la que corresponda a sus méritos,
porque nadie puede ganar a Dios en generosidad.
Barzilai da
como motivo para rechazar el ofrecimiento generoso de David, su edad avanzada
(Sal 90:10; Ecl12:1). Ya no podrá gozar de los placeres de la corte, de la mesa
y de la bebida abundante; ni se deleitará su oído con las canciones y danzas.
Él prefiere regresar a su casa y prepararse a bien morir en la tranquilidad de
su hogar. La diversión, y las tentaciones que la acompañan, son lo menos
apropiado para él en ese trance. Pero eso no quiere decir que él no pueda
seguir trabajando mientras tenga fuerzas, porque el trabajo es vida. Él le pide
al rey que honre en cambio a su hijo que sí podrá beneficiarse de las ventajas de
la corte, aunque él como padre tenga por ello que privarse de su compañía y
servicios; pero él prefiere el bien de su hijo al propio.
David está
pensando posiblemente en dar a Quimam una posición de honor en la corte, la que
su padre desee. Pero pareciera que el hijo prefirió sabiamente no un puesto en
la corte, con todas las tentaciones que eso conlleva, sino recibir una
propiedad no muy alejada de Jerusalén, pues en Jr 41:17 se habla de un lugar
llamado Gerut-Quimam, no muy lejos de Belén, la ciudad de David.
En 1R 2:7
leemos que David le pide a su hijo Salomón tener como convidados a su mesa a
los hijos de Barzilai, esto es, no a uno solo, sino a todos (“No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu
padre…” Pr 27:10ª). ¿No dice un salmo que “la generación de los rectos será bendita”? (Sal 112:2b)
40-43. “El rey entonces pasó a Gilgal, y con él pasó Quimam; y todo el pueblo
de Judá acompañaba al rey, y también la mitad del pueblo de Israel. Y he aquí
todos los hombres de Israel vinieron al rey, y le dijeron: ¿Por qué los hombres
de Judá, nuestros hermanos, te han llevado, y han hecho pasar el Jordán al rey
y a su familia, y a todos los siervos de David con él? Y todos los hombres de
Judá respondieron a todos los de Israel: Porque el rey es nuestro pariente. Mas
¿por qué os enojáis vosotros de eso? ¿Hemos nosotros comido algo del rey?
¿Hemos recibido de él algún regalo? Entonces respondieron los hombres de
Israel, y dijeron a los de Judá: Nosotros tenemos en el rey diez partes, y en
el mismo David más que vosotros. ¿Por qué, pues, nos habéis tenido en poco? ¿No
hablamos nosotros los primeros, respecto de hacer volver a nuestro rey? Y las
palabras de los hombres de Judá fueron más violentas que las de los hombres de
Israel.”
Vale la pena notar que cuando finalmente David
atraviesa el Jordán, sólo una parte de los de Israel lo acompaña y,
aparentemente ninguno de los hombres principales, sino sólo el pueblo. Los
príncipes quizá estaban resentidos de no haber sido objeto de la misma cortesía
que David usó con su propia tribu (Véase vers. 13).
En
estos versículos aparece la rivalidad antigua entre la tribu de Judá y las diez
tribus del Norte, que más adelante dará origen a la división del reino (1R 12) (4). Los de Judá no esperaron a los príncipes de
Israel para hacer pasar a David al otro lado del Jordán, a pesar de que éstos
habían sido los primeros en proponer que David fuera reinstaurado en el trono.
Éstos alegan: nosotros somos más numerosos pues somos diez tribus. Tenemos más
derecho a David que vosotros.
Ellos
en efecto pensaron primero en traerlo, pero no lo pusieron por obra. (Notemos
cómo las buenas intenciones no llevadas a cabo no alcanzan ningún resultado).
Por ese motivo los de Judá les responden duramente y con sarcasmo diciéndoles
que no tienen nada que reclamar.
Esa
fue una disputa de palabras que felizmente no degeneró en lucha abierta. Pero
David prudentemente no quiso intervenir en esa pelea. ¿Qué hubiera ganado si
hubiera querido mediar entre ellos? Que ambas partes lo odiaran, porque
difícilmente hubiera podido contentar a los dos a la vez. De modo semejante
hacen bien los padres en no meterse en las disputas de sus hijos pequeños,
(salvo que haya abuso o injusticia flagrante), porque uno de ellos se resentirá
y le guardará rencor.
Notas: 1.Mathew
Henry observa bellamente que así como David no quiso retornar a Jerusalén sin
que sus habitantes lo invitaran –hubiera podido retornar, de haberlo querido,
al frente de sus tropas y llevado por las armas- Jesús no desea entrar en el
corazón de nadie sin haber sido invitado a reinar en él.
2. Esta venganza retrasada nos hace ver cuán
grande es la diferencia entre la ética del Antiguo Testamento de la del Nuevo
Testamento, y cuánto el mensaje de Cristo cambió el corazón de los hombres.
3. Según el Talmud la decisión injusta de David
tuvo repercusiones futuras: “Cuando David dijo a Mefiboset, tú y Siba dividirán
el campo, se oyó una voz celestial que dijo ‘Roboam y Jeroboam se dividirán el
reino.” (1R 12).
4. Se recordará que David fue rey primero
únicamente de Judá en Hebrón (2Sm 2:1-4) y sólo después de la derrota del
partido de Saúl las 10 tribus del Norte vinieron a rendirle pleitesía y a
reconocerlo como rey (2Sm 5:1-5).
“Jesús, tú viniste al mundo a
expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los
míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y
voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin
merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados
y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava
mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte.”
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