Por José Belaunde M.
JOSUÉ, SIERVO DE MOISÉS I
Josué es uno de los personajes
más interesantes y populares de la Biblia.
Un libro del Antiguo Testamento está enteramente dedicado a
él. Pero en los libros anteriores del Pentateuco, en Éxodo, Números y
Deuteronomio, se habla bastante de él, antes de que él se convirtiera en el
líder de su pueblo y sólo era el siervo y ayudante de Moisés.
Esa fue una etapa muy importante
del que sería después líder y general de su pueblo, del que iba a comandar las
huestes de Israel para conquistar la tierra prometida, porque para saber mandar
es necesario primero saber obedecer. Y eso fue lo que hizo Josué durante los
largos años de su servicio a las órdenes de Moisés.
Vamos a examinar cinco episodios
de esa etapa de la vida de Josué para ver qué enseñanzas ellas nos ofrecen.
Sabemos que apenas los
israelitas cruzaron el Mar Rojo, y después de que bebieran el agua de Mara,
ante la queja del pueblo de que se iban a morir de hambre en el desierto, Dios
le dijo a Moisés que iba a hacer llover diariamente pan del cielo (Ex 16:4). Y
le dio instrucciones para que cuando cayera en la mañana, el pueblo sólo
recogiera lo que iban a comer en el día, y que no guardaran para el día
siguiente, salvo la víspera del día de reposo, el sábado, en que deberían
recoger el doble, porque ese día no caería. (Nota 1)
Estas instrucciones tienen una
valiosa enseñanza para nosotros porque nos muestran cómo Dios cuida de su
pueblo, y cómo nosotros debemos confiar en que la provisión diaria de Dios
nunca nos va a faltar.
En la mañana siguiente descendió
rocío sobre el campamento y cuando cesó había una cosa redonda, menuda, como
escarcha en el suelo (Ex 16:14). El pueblo al verlo se preguntaban unos a
otros: “¿Maná?, que en hebreo quiere
decir: ¿Qué es esto? Porque no sabían lo
que era. Y Moisés les contestó: Este es el pan que Dios os envía para comer.”
(v. 15). Su aspecto era como semillas de culantro “y su sabor como de hojuelas de miel.” (v. 31).
Durante cuarenta años el pueblo
comió el maná “hasta que llegaron a los
límites de la tierra de Canaán.” (v. 35) ¡Cuántas veces Dios, en respuesta
a nuestro clamor, nos sorprende con cosas y sucesos inesperados que en nuestra
inteligencia humana no podíamos imaginar ni prever, y que son mucho mejor de lo
que deseábamos!
A) El pueblo de Israel siempre fue
muy quejoso. En este episodio de su peregrinar se nos dice que el pueblo, junto
con la multitud de egipcios que lo acompañaba (Ex 12:38), empezó a quejarse porque
no comían carne ni pescado y extrañaban la carne que comían en Egipto. (Nm
11:4-6; cf Sal 78:17-19).También extrañaban “los
pepinos, los melones, los poros, las cebollas y los ajos.” (v. 5)
Están hartos del maná (v. 6) y
hasta se ponen a llorar (v. 10). El maná era comida preparada en la cocina del
cielo, traída por delivery celestial. Antes lo admiraban, ahora lo desprecian.
El maná los libraba de la maldición de comer el pan con el sudor de su frente (Gn
3:19), y ¡todavía se quejan! Así somos nosotros los hombres. Cuando tenemos
cosas buenas que nos da Dios, nos aburrimos y deseamos otras cosas. Somos
caprichosos y majaderos. Preferimos las cosas de la tierra a las cosas del
cielo. ¿Extrañaremos en el cielo las cosas de la tierra?
Enseguida es Moisés quien se
queja de la carga que Dios le ha impuesto. ¿Acaso he concebido yo a este pueblo
y los he llevado en el vientre para que tenga que ocuparme de ellos? “¿De dónde conseguiré yo carne para dar a
este pueblo?” Ya no puedo soportarlos. Prefiero, Señor. que me quites la
vida “si he hallado gracia en tus ojos.” (Nm
11:11-15)
¿No nos ha pasado eso a nosotros
alguna vez? ¿Que ya no soportamos las responsabilidades que Dios nos ha
encargado? Es concebible que a causa de nuestra debilidad humana, eso nos suceda
como si dudásemos de la eficacia de la gracia de Dios.
Entonces Dios le dice a Moisés
que escoja setenta varones que compartan con él la carga. (2) Tú no puedes llevarla solo.
Dios le dijo a Moisés que una
vez que hubiera escogido a los setenta varones, tomaría del espíritu que había
en él y lo pondría en ellos, “para que
lleven contigo la carga del pueblo y no la lleves tu solo.” Notemos: Cuando
Dios pone una responsabilidad sobre algunos, los capacita para que puedan
desempeñarla bien. (v. 16,17). Pero no hemos de pensar que por el hecho de que
Dios tomara del espíritu que había en Moisés para ponerlo en otros, los dones y
las cualidades de su liderazgo fueran de alguna manera disminuidas. (3)
Ante la queja del pueblo, Dios,
justamente ofendido, le dice a Moisés que le va a dar de comer carne al
pueblo no sólo un día, o dos días, ni sólo cinco, o diez, o veinte días, sino durante
un mes entero, hasta que se harten de ella y se les salga por las narices y la
aborrezcan. (v. 18-20).
Moisés se asombra. El pueblo
suma seiscientos mil hombres, sin contar mujeres y niños. En total quizá unos
dos millones de personas. ¿De dónde vas a sacar carne para alimentar a esta
multitud durante treinta días? Moisés duda del poder de Dios. Él estaba
seguramente pensando en ganado para que comiera tanta gente, pero no contaba
con la astucia de Dios que estaba pensando en otra cosa (v. 21,22). (4)
Dios le contesta a Moisés: “¿Acaso se ha acortado la mano del Señor?
Ahora verás si se cumple mi palabra, o no.” (v. 23). ¿Yo no seré capaz de
hacer lo que me he propuesto? ¿Qué clase
de fe es la tuya? ¿No has visto todos los prodigios que he hecho durante este
tiempo? ¿No crees que puedo hacer cosas mayores todavía?
Siguiendo la orden de Dios, Moisés
hizo reunir a los setenta varones alrededor del tabernáculo. “Entonces el Señor descendió en una nube, y
le habló; y tomó del espíritu que estaba en él y lo puso en los setenta varones
ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron y no cesaron.” (v.
24,25). ¡Oh, como quisiéramos que Dios pusiera sobre nosotros algo del espíritu
que había en Moisés, y que nosotros empezáramos a profetizar también!
Notemos: Moisés desempeñó el
papel de profeta y conductor del pueblo no por él mismo, sino gracias al
espíritu que Dios había puesto en él.
Cuando todos ya habían dejado de
profetizar, dos de los varones escogidos por Moisés, Eldad y Modad, que por
algún motivo que ignoramos se habían quedado en el campamento y no habían ido
al tabernáculo, seguían profetizando. Cuando Josué se entera se inquieta y le
dice a Moisés que lo impida.
Moisés contesta: “¿Tienes celos
por mí? Ojalá todo el pueblo profetizara.” (v. 26-29).
Josué amaba mucho a Moisés y por
eso era celoso de su posición única ante el pueblo. Pero Moisés no era celoso
de su posición. No le importaba que otros profetizaran si Dios lo quería.
Nosotros, como seres humanos,
nos fijamos mucho en la posición que ocupamos en el mundo; queremos ser, si es
posible, siempre el primero, pero Moisés no le daba importancia a eso. Él
pensaba sobre todo en lo que convenía al pueblo.
Entonces, dice la Biblia , sopló un viento
fuerte que trajo una nube de codornices sobre el campamento, tantas que se
extendían a gran distancia alrededor y se apiñaban hasta un metro de altura, y
el pueblo recogió todo lo que quiso, el que menos hasta diez montones. (v.
31,32). Ahí tenían suficiente carne para comer durante mucho tiempo.
Pero sigue diciendo la Biblia : “Aún estaba la carne entre los dientes de
ellos…cuando la ira del Señor se encendió en el pueblo, y lo hirió con una
plaga muy grande,” en la que murieron muchos de ellos (v. 33).
Nunca nos quejemos de Dios,
porque Él siempre nos manda lo que nos conviene. Nunca murmuremos contra Él
sino, al contrario, démosle siempre las gracias por todo lo que ocurre, que
siempre es lo mejor para nosotros, aunque no lo entendamos.
B) El segundo episodio, que narra Ex
17:8-16, ocurrió después de que el pueblo fuera alimentado con maná y
codornices. Los amalecitas –una tribu de beduinos feroces, descendientes de
Esaú- atacaron sin motivo alguno a los israelitas por la retaguardia (5) en Refidim, y Josué , siguiendo
las órdenes de Moisés, se puso al frente del pueblo para pelear contra ellos,
mientras Moisés, acompañado por Aarón y Hur, subía a la cumbre de un cerro
cercano a orar para que Dios les concediera la victoria. (6)
Y he aquí que los hebreos vencían
cuando Moisés levantaba las manos en oración, pero eran derrotados cuando
Moisés, cansado, las bajaba dejando de orar.
Entonces Aarón y Hur, al darse
cuenta de lo que sucedía, hicieron que Moisés se sentara en una piedra cercana mientras
ellos le sostenían las manos para que siguiera orando hasta que Josué derrotó a
Amalec “a filo de espada.” (v. 13)
Enseñanza: Las victorias se
obtienen como fruto de la perseverancia en la oración. Tenemos que orar sin
desmayar hasta que Dios nos otorgue la victoria. Si dejamos de orar le damos
ventaja al enemigo.
Obtenida la victoria Dios le ordena
a Moisés que ponga por escrito lo ocurrido “para
memoria”. Es decir, para que el pueblo recuerde lo que ocurrió en esa
ocasión. Le dice además que le diga a Josué que Él borrará a los amalecitas.(v.
14). (7).
Notemos: En esa ocasión Josué se
convierte en el confidente de las cosas que Dios se propone hacer, cosas que
hasta entonces sólo Moisés conocía. De esa manera Dios lo va preparando para el
papel que asumiría después.
“Y Moisés
edificó un altar y llamó su nombre: Jehová-nisi.” Esto es, “Jehová es mi estandarte”, (v. 15) como diciendo, es Dios
quien nos llevó a la victoria.
Aunque figura en otro lugar (Nm
13:16), fue posiblemente en esta ocasión, pues parece ser la más apropiada,
cuando Moisés le cambió a su ayudante el nombre de Oseas –que quiere decir
“salvación”- que tenía antes por el de Josué, que quiere decir “Dios Salva”, del
cual deriva el nombre de Jesús.
Notas: 1. Se recordará que en el Evangelio de Juan, Jesús dice: “Este es el pan que descendió del cielo (hablando
de su carne y de su sangre); no como
vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que coma de este pan vivirá
eternamente.” (Jn 6:58). El maná que alimentó al pueblo hebreo en el
desierto es figura del cuerpo y de la sangre de Cristo que es alimento de vida
para todo el que cree.
2. Setenta varones fueron los israelitas que entraron en Egipto con
Jacob (Gn 46:27). Setenta fueron los discípulos que conformaban el segundo
grupo de seguidores que Jesús había escogido.
3. Algunos escritores judíos ven en este grupo de setenta varones el
origen remoto del Sanedrín.
4. Debe tenerse en cuenta que los israelitas al salir de Egipto llevaron
consigo una gran cantidad de ganado (Ex 12:38) que era usado para los
sacrificios del tabernáculo. Pero si se hubiera matado ese ganado para dar de
comer al pueblo, se hubiera acabado muy rápidamente.
5. Es lo que se deduce de Dt 25:17,18.
6. Hur era un hombre piadoso prominente, ligado a Moisés, porque, según
el historiador Josefo, era esposo de su hermana Miriam. En Ex 24:14, cuando
Moisés está por subir al Sinaí junto con Josué para encontrarse con Dios, él deja
a Aarón y a Hur encargados de los asuntos judiciales que pudieran presentarse
durante su ausencia.
7. Véase Nm 24:20 cuando el profeta Balaam maldice a los amalecitas, y
donde se dice que Amalec es “cabeza de
naciones”. El sentido parece ser que ellos fueron la primera nación que
atacó a Israel. Los amalecitas figuran en varios lugares de la historia como
enemigos implacables de Israel. Su decadencia empezó cuando Dios le ordenó a
Saúl, por boca de Samuel, que los aniquilara (1Sm 15:2,3). David combatió
contra ellos (1Sm 30:1-20). En tiempos del rey Ezequías ya quedaban muy pocos
(1Cro 4:43).
NB. El presente artículo y el
siguiente están basados en una charla dada recientemente en el ministerio de “La Edad de Oro”.
INVOCACIÓN:
Quisiera hacer un llamado a todas las iglesias y a todos los creyentes para que
reaviven su intercesión por nuestra nación, a fin de que impere la paz en todos
los ámbitos de nuestra sociedad. Sabemos que “no tenemos lucha contra sangre ni carne…sino contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Ef 6:12). Es contra
ellas –no contra individuos- que debemos levantarnos pidiendo al mismo tiempo
que Dios otorgue sabiduría de lo alto a nuestros gobernantes para enfrentar los
grandes retos de la hora presente.
Amado lector: Si tú no estás seguro
de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy
importante que adquieras esa seguridad,
porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria.
Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al
hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría
tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa
seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo
perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla
oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú
viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los
hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te
he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#735 (15.07.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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