QUIERO APROVECHAR
Por José Belaunde M.
Un
Comentario al libro de Hechos 19:10-20
10. “Así
continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en
Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.”
La ciudad de Éfeso se convirtió en el centro de actividad
de Pablo, y dada la importancia de la ciudad como centro comercial al que
acudía mucha gente de las poblaciones vecinas, su ministerio empezó a irradiar
en todo el territorio cercano, porque se dice que todos los habitantes de la
provincia de Asia oyeron el mensaje del Señor.
La provincia romana de
Asia ocupaba la zona occidental de la moderna Turquía (incluyendo los
territorios de Lidia y Misia). Era la zona más rica de la región y era
gobernada por un procónsul que residía en Éfeso. Cuán importante era esta
provincia puede deducirse del hecho de que, con el tiempo, el nombre de “Asia”
llegara a aplicarse a todo el continente que se extendía hacia el Este.
En ella se encontraban
las siete iglesias a las que Juan dirige sus cartas (Ap 2 y 3), como la propia
Éfeso y Laodicea, así como otras ciudades como Colosas (a la que Pablo dirigió
una famosa epístola) y Hierápolis, cuyas iglesias pueden haber sido fundadas si
no por el mismo Pablo, al menos por alguno de sus colaboradores durante este
período.
Por la evidencia de
versículos posteriores (Hch 20:33-35) podemos ver que durante el tiempo de su
prolongada permanencia en esta ciudad Pablo no percibió ayuda económica de
nadie, sino que él se ganó su sustento con sus propias manos en el oficio que
ya conocemos. Y no sólo el suyo sino también, cuando era necesario, el de sus
colaboradores más cercanos, dándoles de esa manera ejemplo de que predicar el
Evangelio no debe servir de excusa para no trabajar, como él había escrito en
2Ts 3:10: “Si alguno no quiere trabajar,
tampoco coma.” Eso no quita el hecho de que en los períodos en que él se
dedicaba a viajar de un sitio a otro dependiera de la ayuda de terceros porque,
estando en movimiento, le hubiera sido difícil ganarse el sustento trabajando
con sus manos.
11,12. “Y hacía Dios milagros extraordinarios por
mano de Pablo, de tal manera que aun se llevaban a los enfermos los paños o
delantales de su cuerpo, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus
malos salían.”
Tal como ocurrió durante los días iniciales de la
predicación apostólica en Jerusalén, en que se hacían muchos milagros y señales
por mano de Pedro y los apóstoles (Hch 5:12-16), de manera semejante una unción
poderosa reposaba ahora sobre Pablo, de modo que Dios hacía muchas curaciones
extraordinarias por medio de él, incluso a distancia, porque llevaban a los
enfermos y endemoniados las prendas que habían estado en contacto con su cuerpo
para ponerlas en el cuerpo de los afectados y eran sanados. (Nota 1)
Podemos imaginar la
efervescencia que había en los círculos cristianos por causa de estas
maravillas y cómo Dios usaría el asombro que ellas causaban para atraer a la
gente a la fe. El texto griego dice que hacía “obras de poder” (dunámeis)
(2) fuera de lo común, que
deben haber llamado poderosamente la atención de la población. Jesús había
anunciado a sus discípulos que cuando viniera el Espíritu Santo sobre ellos,
ellos harían cosas más maravillosas que las que Él hacía (Jn 14:12), porque si
bien sabemos del caso de una mujer que fue sanada del flujo de sangre con sólo
haber tocado el borde de su manto (Lc 8:44), no sabemos de ningún milagro semejante
a los que menciona este versículo hecho por Él. (3)
El que Dios realizara
estos prodigios por medio de Pablo cobra un especial sentido si se tiene en
cuenta que Éfeso era famosa por ser la capital de la magia. Con las cosas que
Pablo hacía Dios demostraba ante un público ansioso de contemplar maravillas
que en la palabra del Evangelio residía un poder más extraordinario que las
cosas que Satanás hacía por medio de sus servidores.
13. “Pero algunos de los judíos, exorcistas
ambulantes, intentaron invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían
espíritus malos, diciendo: Os conjuro por Jesús, el que predica Pablo.”
Es un rasgo común de la naturaleza humana que cuando uno
ve a otro hacer algo con éxito, o que suscita admiración, trata de imitarlo o
de emularlo.
Este fenómeno explica lo
que narra este versículo. Unos exorcistas –exorkistés
en griego, palabra que designa a los que expulsan demonios de una persona-
judíos ambulantes (4), al ver el éxito de
Pablo quisieron usar el mismo procedimiento que él para exorcizar (5).
¿Por qué querrían
hacerlo? Posiblemente habían observado que Pablo tenía más éxito que ellos, y
sacaron la conclusión fácil de que si usaban el mismo procedimiento que él,
tendrían un éxito semejante.
Pero estaban totalmente
equivocados. Pablo no usaba el nombre de Jesús como una fórmula mágica para
exorcizar. Pablo usaba el nombre de Jesús porque él creía en Jesús y, por tanto,
el poder de Dios habitaba en él, por el Espíritu Santo.
¿Recuerdan el episodio en
que Jesús dice que si Él expulsa demonios por el dedo de Dios (e.d. por el
poder de Dios) es porque el reino de Dios ha venido a nosotros? (Lc 11:20).
Los exorcistas judíos no
podían usar el nombre de Jesús –es decir el poder de Dios- para expulsar
demonios porque no creían en Jesús y, por tanto, la unción del Espíritu Santo
no estaba sobre ellos. (6)
Peor aún, ellos no
conocían a Jesús, porque decían: “Os
conjuro por Jesús, el que Pablo predica …”, que es como admitir que
sólo conocían a Jesús de oídas, porque Pablo mencionaba su nombre, pero ellos
no sabían nada de él, no lo conocían personalmente.
¿Cuán importante es
conocer a Jesús personalmente, no sólo de oídas? ¿Cómo se conoce a Jesús
personalmente? Por la fe, creyendo en Él. Cuando uno cree en Jesús, el Espíritu
Santo habita en uno y puede usar el nombre de Jesús para pedirle algo al Padre,
como Jesús mismo nos exhorta a hacer (Jn 14:13; 15:16).
Aquellos que sólo conocen
a Jesús de oídas, pero no personalmente, no pueden usar el nombre de Jesús para
lo que fuera, ni entender su mensaje. Y menos son salvos en virtud de su
nombre, porque les falta la fe.
Hebreos dice que de nada sirve
escuchar el Evangelio si escucharlo no está acompañado de fe. (Hb 4:2). No les
sirve, es decir, no los salva, no los regenera. Pero ¿no dice Pablo en otro
lugar que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”? (Rm 10:17). Es decir, ¿qué
la fe viene oyendo la predicación de la palabra de Dios? ¿Por qué el oír la
palabra produce en unos fe y en otros no? Sólo Dios lo sabe. La fe es un don de
Dios. Unos escuchan la palabra y creen; otros la rechazan. En algunos es porque
aún no ha llegado el tiempo de ellos, en otros porque su disposición interna,
la vida que llevan, los predispone a rechazarlo. ¡Son tantos los factores que,
humanamente hablando, influyen en que brote la fe al oír la palabra!
Unos reciben la palabra
con gozo porque el Evangelio es el mensaje que estaban con ansiedad esperando.
Otros, al contrario, lo rechazan porque su mensaje los acusa y no quieren ser
confrontados. A los primeros el Evangelio les abre las puertas de la salvación.
A los segundos, si perseveran en su actitud, el Evangelio les abre la puerta
del infierno. Lo que a unos salva, a otros condena.
¡Qué importante es la
disposición con que se escucha una palabra, sea de corrección, de exhortación,
o de consejo! ¡Que Dios nos dé siempre la disposición correcta para escuchar su
mensaje!
14. “Había siete hijos de un tal Esceva, judío,
jefe de los sacerdotes, que hacían esto.”
Entre esos exorcistas ambulantes que querían emular a
Pablo había siete hermanos que eran hijos de un jefe de los sacerdotes llamado
Esceva. Esta precisión plantea un problema. Cuando Lucas usa la palabra jefe
¿qué quiere decir? ¿Esceva sería el jefe
de uno de los 24 “turnos” o “clases” de sacerdotes que se turnaban
quincenalmente para servir en el templo? (1 Cro 24:3; Lc 1:5) Si así fuera ¿qué
hacían sus siete hijos en Éfeso oficiando de exorcistas ambulantes si el cargo
de sacerdotes era hereditario? ¿No habían sido incluidos en la nómina de
sacerdotes a quienes una vez al año les tocaba el servicio? ¿O quizá viajaban
como exorcistas durante el tiempo en que no les tocaba servir? Esceva no es un
nombre judío, por lo que se hace difícil creer que el padre de ellos fuera
realmente un sumo sacerdote. Podría tratarse de un impostor que quería
aprovecharse de la fama que los sumos sacerdotes judíos tenían de conocer el
nombre secreto de Dios y su pronunciación, lo que tenía fama de ejercer un gran
poder sobre el mundo de los espíritus.
En todo caso, Lucas no
nos da suficiente información como para poder contestar a esas interrogantes y
conciliar las diversas alternativas. Pero sigamos con el relato.
15. “Pero respondiendo el espíritu malo, dijo:
A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros, ¿quiénes sois?”
A la invocación del nombre de Jesús el demonio que habían
querido exorcizar respondió diciendo a los exorcistas que él no reconocía que
tuvieran autoridad para usar ese nombre. El espíritu les contestó: “Conozco a Jesús”. El espíritu malo sabe
de la existencia de Jesús que venció al que tenía dominio sobre la muerte (Hb
2:14), y que, por tanto, él debe obedecerle. Conoce también a Pablo porque usa
el nombre de Jesús con autoridad para imponerse sobre los espíritus como él. “Pero ustedes, ¿quiénes son?” Si no
creéis en Jesús no tenéis autoridad para usar su nombre, porque Él solo la
concede a los suyos, (Lc 9:1) y vosotros no le pertenecéis. Los demonios
conocen las realidades espirituales porque viven en la esfera espiritual aunque
puedan operar en la realidad material. Nosotros los seres humanos vivimos en la
realidad material, pero operamos muy limitadamente en la realidad espiritual
porque no la vemos, ni la percibimos. Sólo nos movemos en ella por fe.
16. “Y el hombre en quien estaba el espíritu malo,
saltando sobre ellos y dominándolos, pudo más que ellos, de tal manera que
huyeron de aquella casa desnudos y heridos.”
Sabemos que los espíritus comunican a las personas que
poseen una fuerza extraordinaria sobrehumana (Mr 5:3,4; Lc 8:29). Como el
espíritu que poseía a ese hombre no reconocía la autoridad de los hijos de
Esceva para reprenderlo usando el nombre de Jesús, se lanzó sobre ellos de una
forma incontenible, de manera que ellos no pudieron sujetarlo. Y no sólo eso
sino que los golpeó y los dejó maltrechos y sin ropa.
¿Tenemos nosotros
autoridad para usar el nombre de Jesús para reprender demonios y para elevar
nuestras peticiones al Padre? Sí, porque Él nos la ha dado. (Lc 10:19; Jn
15:7). Pero sólo estamos investidos de esa autoridad si estamos en buen pie con
Jesús. Si estamos en pecado, o vivimos de una manera indigna de un cristiano,
los espíritus malos se reirán de nosotros. Mejor sería en ese caso que no lo
usemos porque podríamos sufrir daño.
17. “Y esto fue notorio a todos los que
habitaban en Efeso, así judíos como griegos; y tuvieron temor todos ellos, y
era magnificado el nombre del Señor Jesús.”
Este hecho se divulgó por toda la ciudad, tanto entre los
judíos como entre los gentiles, de modo que sirvió para que todos los que no
habían oído acerca de Jesús lo hicieran, y lo honraran admirándose de que
tuviera tal poder. Y no sólo le honraran sino que también temieran a Dios con
el temor que inspira lo sobrenatural, como deben hacerlo todos aquellos a
quienes su conciencia acusa. (7)
18. “Y muchos de los que habían creído venían,
confesando y dando cuenta de sus hechos.”
Cuando la fe transforma el corazón de una persona, la
primera reacción es el arrepentimiento –el cambio de mente, -metanoia- mediante el cual la persona
comprende que todo lo que hacía antes, y de lo que a veces se jactaba, estaba
muy mal, y no era cuestión de jactarse sino de avergonzarse.
En los primeros tiempos
del cristianismo la primera consecuencia de este “cambio de mente” era el
impulso de ir y confesar públicamente sus pecados, sin pretender justificarse
sino, al contrario, humillándose.
Esta confesión pública
tenía un valor testimonial muy grande, pues –como ha ocurrido en todos los
tiempos- induce al arrepentimiento a otros. La gracia de Dios se derrama cuando
se confiesa abiertamente los pecados. En muchas ocasiones eso lleva a un
avivamiento. (8).
El ministerio de Juan
Bautista, unos veinte años antes, debe haber provocado un fenómeno semejante.
Por eso dice la Escritura
que él preparó el camino para la venida de Jesús (Mal 3:1).
19. “Asimismo muchos de los que habían
practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos; y
hecha la cuenta de su precio, hallaron que era cincuenta mil piezas de plata.”
Siendo como era Éfeso capital de la magia y centro de
muchos cultos paganos que ahí proliferaban, es comprensible que muchos de los
que oían la palabra y se convertían, hubieran practicado anteriormente la magia.
Cuando comprendieron lo malo que era eso, y que al practicar la magia se habían
concertado con el demonio, que es quien inspira la magia y provoca los
fenómenos con que engaña a la gente, se desprendieron de los libros (9) de magia que antes atesoraban y que tenían mucho valor, y los
traían y los quemaban delante de la congregación. (10)
Para apreciar plenamente
el enorme monto de 50,000 dracmas de plata que menciona el texto (una millonada
en nuestros días), debe tenerse en cuenta que antes de la invención de la
imprenta, unos 1400 años después de los acontecimientos narrados, la publicación
de libros se hacía por el lento método de copiado manual. Por ese motivo los
libros tenían mucho valor porque eran escasos. En contraste con nuestra época en
que hay imprentas que imprimen miles de ejemplares en poco tiempo, en esa época
había equipos de copistas profesionales que sacaban un número limitado de
copias.
20. “Así crecía y prevalecía poderosamente la
palabra del Señor.”
Ver que la gente sacrifica sin dolor cosas que tienen
mucho valor económico, tiene un valor testimonial muy grande. El resultado de
todo ello fue que se produjo un gran avivamiento en toda la ciudad,
posiblemente semejante al que se produjo en Jerusalén al comienzo de la
predicación del Evangelio después de Pentecostés (Hch 2:41; 6:7). Bien dijo
Pablo que se le abría una puerta grande en esta ciudad (1Cor 16:8,9).
Notas: 1. Aunque
el libro de los Hechos no registre milagros hechos por Pablo en Corinto, por
sus epístolas a esa ciudad sabemos que sí los hizo (“Con todo las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda
paciencia por señales, prodigios y milagros.” (2Cor 12:12) Aparte del cojo
sanado en Listra (Hch 14:8-10), y de la curación de la muchacha que tenía un
espíritu de adivinación en Filipos (Hch 16:16-18), Lucas no dice que Pablo
hiciera más milagros durante sus viajes misioneros anteriores, pero eso no
excluye que hiciera otros. O quizá Dios no consideró necesario obrar de esa
manera en esas etapas.
2. Ver 1Cor
12:10 donde entre los dones del Espíritu se menciona el de “hacer milagros”, en
griego: energémata dunámeon = “operaciones
de poder”.
3. A nosotros
puede llamarnos la atención la gran importancia que se daba entonces al poder
milagroso de sanar enfermedades. No debería sorprendernos si se tiene en cuenta
que en esos tiempos la situación de los enfermos era desesperada, porque las
posibilidades y recursos de la medicina eran muy limitados (como siguieron
siéndolo hasta finales del siglo XIX).
4. ¿De dónde
venían? ¿De Judea o Galilea? ¿Quién les había encomendado esa tarea? Sabemos
por el Evangelio que los fariseos también expulsaban demonios (Mt 12:27). Puede
haberse tratado de algunos pertenecientes a ese grupo.
5. El
historiador Josefo en su libro “Antigüedades de los Judíos” dice que las
fórmulas mágicas, o conjuros, que los exorcistas judíos usaban para expulsar
demonios usando el nombre del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, así como
otros nombres divinos como Sabaot, o Adonai, procedían de Salomón. No sabemos
cuánto de verdad pueda haber en esto, pero por el hecho de que en la misma
sección (8.2.5.45) hable de encantamientos para sanar enfermedades, su relato
es sospechoso.
6. Recordemos el
episodio, que Lc 9:49,50 y Mr 9:38-40 reportan, de uno que expulsaba demonios
usando el nombre de Jesús, pero que no estaba con ellos, y al que Juan le
prohibió hacerlo. Pero Jesús le reprendió por ello. Quizá ese hombre era un
discípulo de Juan Bautista.
7. El enorme
prestigio que adquirió el nombre de Jesús para efectuar curaciones en ese
tiempo puede verse en el hecho de que se haya conservado un papiro de magia que
dice: “Yo te conjuro por el nombre de Jesús, el Dios de los hebreos”. De otro
lado, en los escritos rabínicos se denuncia la tendencia de algunos judíos de
invocar el nombre de Jesús para sanar enfermedades.
8. El sentido de
la frase “dando cuenta de sus hechos” (En
griego: “Anangélontes tas praxías auton”)
es probablemente, según F.F. Bruce, “divulgando sus conjuros”, con lo que eran privados
de su poder mágico.
9. Esto es, los
rollos de papiro.
10. Esta es la
tercera vez que Pablo se enfrenta triunfante al poder de la magia. La primera fue
en Chipre (Hch 13:6-12); la segunda, fue en Filipos (Hch 16:16-18). Esta vez,
como veremos más adelante, su audacia lo llevó a ser amenazado de muerte.
Amado lector: Si tú no estás seguro
de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te animo a
hacer la siguiente oración:
“Yo sé, Jesús, que tú
viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los
hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te
he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#730 (10.06.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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