viernes, 18 de mayo de 2012

PABLO EN CORINTO III


Por José Belaunde M.
Un Comentario al Libro de Hechos 18:18-23

18. “Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho voto.”
Después del incidente con el procónsul romano Pablo permaneció algún tiempo en Corinto hasta completar los 18 meses de estadía que se menciona en el vers. 11.
Cuando sintió que ya no debía permanecer en esa ciudad “se despidió de los hermanos”. Podemos imaginar que esa despedida debe haber sido muy emotiva, como cuando parte de nosotros una persona que amamos y a quien quisiéramos tener siempre cerca. Pero no debe haber sido tan emotiva como cuando se despidió de los ancianos de Éfeso en el puerto de Mileto (20:37,38) porque a éstos él, presintiendo las dificultades que debía afrontar, y quizá el cercano fin de su carrera, les dijo que ya “no verían más su rostro”.
Pablo se embarcó pues en el puerto de Cencrea con destino a Siria, llevando consigo a Priscila y a Aquila, que se habían convertido en fieles colaboradores suyos. (Eso debe haber sido en la primavera del año 53 cuando las condiciones de navegación eran favorables). Nótese, sin embargo, que esta vez Lucas menciona en primer lugar a Priscila, y en segundo, a su marido, hecho que ha dado lugar a algunas elucubraciones, como que ella era de noble origen. Pero más probable es que ella, como mujer, y como ocurre con frecuencia, fuera más activa y entregada al servicio del Señor que su marido.
El texto añade que en Cencrea Pablo se rapó la cabeza porque había hecho un voto. Esto se refiere al voto del nazareato, o de consagración al Señor, al que el libro de Números dedica todo el capítulo sexto, y que comprendía no cortarse el cabello durante el tiempo de consagración, y raparse la cabeza al culminar el lapso fijado (Nm 6:5,18).
Que Pablo haya hecho ese voto en algún momento indica que él seguía guardando algunas de las prácticas de la ley de Moisés que, sin embargo, por otro lado, él consideraba abolida y superada por la ley de Cristo. Nótese que él respetaba aquellas prácticas rituales que no eran consideradas indispensables para alcanzar la salvación –contrariamente al caso de la circuncisión que era considerada indispensable por los judaizantes. La actitud de Pablo no debe extrañarnos pues en otro lugar él dice que se hizo judío para ganar a los judíos (1Cor 9:20). El voto de nazareato era una práctica de piedad y de devoción a Dios que culminaba con una ofrenda hecha en el templo (Nm 6:14-20).
Recordemos también cómo, más adelante, en su última visita a Jerusalén, por consejo de Santiago, Pablo pagó los gastos que demandaba el rito de conclusión del voto de nazareato hecho por cuatro miembros de la iglesia (Hch 21:23-26). Sabemos también el triste fin que tuvo este incidente, pues con él empezaron las peripecias por las que tuvo que atravesar Pablo, y que lo llevaron a Roma para ser juzgado (Hch 21:27,28).

19-21. “Y llegó a Éfeso, y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos, los cuales le rogaban que se quedase con ellos por más tiempo; mas no accedió, sino que se despidió de ellos, diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso”.
Estos tres versículos describen lacónicamente las actividades de Pablo después de haber dejado Corinto, antes de visitar Jerusalén y de emprender su tercer viaje misionero.
Lo más significativo del primero de estos tres versículos, que hablan de su corta estadía en Éfeso, es que él se separó de sus colaboradores Aquila y Priscila. ¿Fue iniciativa de ellos quedarse en esa ciudad, o fue Pablo quien les pidió que permanecieran en ella? No lo sabemos, aunque yo me inclino a pensar en lo segundo, pues como no tenía intención de quedarse en esa importante ciudad, que aún no había sido plenamente evangelizada, él puede haber considerado útil que ellos se encargaran de esa labor.
Al llegar a Éfeso es probable que ambos retomaran su oficio de fabricantes de tiendas y que Pablo mismo colaborara con ellos para ganarse el pan, a menos que hubiera recibido ayuda de los cristianos de Tesalónica. (Nota 1).
Como veremos más adelante ambos esposos se encargarían poco después de instruir en la fe al judío alejandrino Apolos (Hch 18:26), que iba a realizar allí una importante labor.
Llegado a Éfeso Pablo, según su costumbre, se dirigió a la sinagoga donde se puso a discutir con los judíos. En esta oportunidad su mensaje recibió una mejor acogida que en otras sinagogas, pues se dice que ellos le rogaban que se quedara por más tiempo.
Como Lucas suele ser bastante exacto en sus descripciones debemos pensar que eran efectivamente judíos de nacimiento los que acogieron con gozo la buena del Evangelio y no sólo gentiles prosélitos o “temerosos de Dios”, lo que no quiere decir que no los hubiera entre los asistentes. Lo que Lucas quiere subrayar es que los judíos de la sinagoga de Éfeso, contrariamente a lo que solía ocurrir en otras ciudades, acogieron positivamente el mensaje de Pablo.
¿Por qué motivo encontró Pablo en la sinagoga de esta ciudad un oído mejor dispuesto para su prédica, al punto que querían que permaneciera para que pudiera seguir enseñándoles? Éfeso era una ciudad cosmopolita, un gran centro comercial y la ciudad más importante del Imperio Romano después de la propia Roma y de Alejandría. Es posible que por ese motivo los judíos concurrentes a la sinagoga fueran más abiertos a ideas nuevas, menos rígidamente apegados a la Torá que los de otras ciudades.
Mas él no estaba dispuesto en ese momento a ceder a sus instancias, porque él se sentía urgido a seguir viaje a Jerusalén para tomar parte allá de una fiesta que no es nombrada, pero que debe haber sido la Pascua.
¿Por qué motivo quería Pablo guardar la Pascua en Jerusalén como un judío observante? No lo sabemos, pero es intrigante, porque es la primera y única vez que se dice que él, como apóstol, guardase una fiesta judía. Lo que sí es ciertamente notable es la forma poco dogmática como se comporta Pablo personalmente respecto de las prescripciones de la ley de Moisés. Él había criticado a los gálatas de haberse dejado convencer por los judaizantes de que era necesario que guardasen “los días, los meses, los tiempos y los años”, (Gal 4:10), pero él mismo, al menos ocasionalmente, los guardaba.
Puede parecer que él fuera inconsecuente en su manera de actuar. Pero él debe haber tenido un motivo bien fundado para sentirse urgido de ir a Jerusalén a celebrar la fiesta, aunque no sepamos con certidumbre cuál era. Quizá era el simple hecho de que él quería dejar constancia ante la iglesia de esa ciudad de que él seguía siendo observante de la ley; de que él, como buen judío, no había descartado las prácticas del judaísmo, aunque enseñara a los gentiles a no guardarlas; es decir, que no les instara a hacerse judíos como condición para ser cristianos, tal como algunos seguidores de Santiago exigían.
De otro lado ya hemos recordado que él se había “hecho a los judíos como judío para ganar a los judíos” y que “a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”. (1Cor 9:20,22). De modo que él no era inconsecuente en su modo de obrar sino que perseguía en todo un propósito superior que no era otro sino el de ganar las almas sea como fuere, como puede verse si se lee el pasaje entero (1 Cor 9:19-23). Él estaba dispuesto a cualquier sacrificio con tal de alcanzar esta meta. En esto Pablo es para nosotros un modelo digno de imitar.
¿Estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio con tal de ganar un alma? Deberíamos, si eso no significa dejar de cumplir nuestras obligaciones familiares. Por ese motivo, para no estar atado por obligaciones familiares, él escribe en otro lugar que preferiría que todos fueran como él, es decir, célibes. (1Cor 7:7,8). No por ascetismo sino para poder cumplir mejor la tarea evangelizadora.
No obstante, él les promete a los judíos de Éfeso que volverá a ellos “si Dios quiere”. Era sin duda el propósito de Dios que regresara, pues vemos en el capítulo siguiente que Pablo volvió poco tiempo después a Éfeso para permanecer dos años en esa ciudad (Hch 19:10).
La corta frase “si Dios quiere” (cf 1Cor 4:19; Hb 6:3; St 4:15) indica que aunque Pablo trazara planes personales para sus actividades él dejaba todo en manos de Dios, siendo conciente de que Dios podía modificar lo que él en su limitada perspectiva humana se había propuesto. Yo creo que ésta debe ser nuestra actitud básica frente a lo que nos proponemos. Es natural y necesario que nos tracemos planes y proyectos, pero puesto que estamos al servicio de Dios, toda decisión nuestra está sujeta a la suya, y debemos estar siempre dispuestos a dejar que Él cambie nuestros proyectos.

22. “Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquia.”
Es muy curioso, pero a la vez característico del estilo de Lucas, que al narrar lo que sigue a su desembarco en Cesarea (2), en un viaje que tenía por explícito propósito guardar la fiesta inminente en Jerusalén, que hemos dicho debía ser la Pascua, Lucas no mencione para nada ese hecho cuando él escribe que Pablo “subió” –se entiende a Jerusalén que está en las montañas- para saludar a la iglesia y no diga nada de la fiesta y del asunto que motivó este viaje suyo. Todo hace pensar, en efecto, que el viaje precipitado de Pablo a Jerusalén obedecía a un propósito especial que no se menciona.
Debemos pues suponer que guardó la fiesta. ¿Solo o en compañía de los hermanos? No sabemos. ¿O se habría limitado a sólo saludar a la iglesia de Jerusalén? ¿No habría aprovechado la oportunidad para tenerlos al corriente de sus actividades como ya había hecho antes? (Hch 15:4). Lucas a veces omite mencionar cosas que para él y sus primeros lectores estaban sobreentendidas, por lo que podemos suponer que Pablo hizo las dos cosas que Lucas no menciona. En seguida Pablo “descendió” a Antioquia (de Siria, la que está a orillas del río Orontes en la llanura) que era su centro de operaciones y donde debe haber permanecido para preparar su nuevo periplo. (3).

23. “Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos.”
En un solo versículo Lucas menciona lo que ha sido llamado el tercer viaje misionero de Pablo, cuyo fin esta vez no perseguía ampliar el alcance del evangelio a territorios nuevos, sino simplemente visitar las iglesias de Galacia y de Frigia que él había fundado en su segundo viaje, y confirmar a sus miembros en la fe. Es natural que Pablo quisiera verificar por sí mismo el estado de las iglesias, fruto de esfuerzos anteriores, y que quisiera fortalecerlos en la fe con su visita. Podemos suponer también cuánto se alegrarían ellos de verlo nuevamente, y cuánto bien les haría tenerlo con ellos nuevamente en medio de las persecuciones y pruebas por las que seguramente pasaban.
¿Por qué Lucas es tan breve al narrar este tercer viaje -que debe haber sido importante- al punto que ni siquiera indica quiénes acompañaron a Pablo, pues no debe haber ido solo? De hecho Lucas no menciona tampoco ninguna de las ciudades que Pablo visitó en este viaje, que pueden haber sido más que las que suelen figurar en los mapas que acompañan a los comentarios de sus actividades. La razón debe ser que él quería pasar rápidamente a narrar algo que asumirá luego la mayor importancia, porque representa un elemento nuevo en la obra evangelizadora de la iglesia. Pero de eso hablaremos en un próximo artículo.

Notas: 1. Es interesante que el texto arameo de la Peshita diga recién en el v. 22 que Pablo dejó en Éfeso a Aquila y Priscila, lo que indicaría que él se separó de ellos sólo al final de su estadía en la ciudad.
2. Pablo pudo haber desembarcado en Jope (Hch 10:5,8) que estaba más cerca de Jerusalén, pero prefirió hacerlo en Cesarea, que era un puerto más seguro. La ciudad-puerto de Cesarea fue fundada en el siglo IV AC, según Josefo, por Strato, rey sidonio que levantó ahí una famosa torre-faro. Fue capturada por el rey asmoneo Alejandro Janneo durante la última guerra de los macabeos (96 AC), y conquistada por los romanos el año 63 AC, quienes se la cedieron a Herodes el Grande. Fue éste quien le puso el nombre de Cesarea en honor de César Augusto y quien la convirtió en un gran puerto, construyendo un enorme rompeolas de piedra, y adornándola de suntuosos palacios, edificios públicos, templos y un enorme anfiteatro, cuyas ruinas se conservan aún en bastante buen estado. Por su ubicación la ciudad se convirtió en un importante centro comercial.
Los procuradores romanos y los hijos de Herodes establecieron ahí su residencia. Cesarea figura varias veces en el libro de los Hechos. El diácono Felipe predicó en esa ciudad (Hch 8:40), y se estableció ahí, y recibió en su casa a Pablo (21:8); y fue allí donde el profeta Agabo predijo que en Jerusalén Pablo sería apresado por sus enemigos judíos y entregado a los romanos (21:10-16), pese a lo cual el apóstol persistió en su propósito de subir a la ciudad santa.
Fue allí donde Pedro predicó en la casa del centurión Cornelio, y el Espíritu Santo cayó sobre los gentiles para sorpresa de los judíos que lo acompañaban (Hch 10). El rey Herodes Agripa, que había mandado apresar a Pedro, residió y murió en esa ciudad (12:19-23).
Pablo pasó por Cesarea varias veces. Allí se embarcó para ir a Tarso, escapando de los judíos que querían matarlo por predicar a Cristo (9:29,30). En Cesarea desembarcó de su segundo y tercer viaje misionero (18:22 y 21:8). A Cesarea fue enviado por el tribuno donde el gobernador Félix, que lo retuvo durante dos años (23:23-35). Allí compareció ante Agripa (Hch 26), y de allí lo embarcó el gobernador Festo para que vaya a Roma, porque Pablo había apelado al César (25:11;27:1).
3. No debe confundirse esta Antioquia, que era una ciudad muy grande e importante, con la otra Antioquía “de Pisidia”, que está en la región central montañosa de Anatolia.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
   “Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#726 (13.05.12). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). Sugiero visitar mi blog JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM.

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