Por José Belaunde M.
Un
Comentario al Libro de Hechos 18:18-23
18. “Mas Pablo, habiéndose detenido aún muchos
días allí, después se despidió de los hermanos y navegó a Siria, y con él
Priscila y Aquila, habiéndose rapado la cabeza en Cencrea, porque tenía hecho
voto.”
Después del incidente con el procónsul romano Pablo permaneció algún
tiempo en Corinto hasta completar los 18 meses de estadía que se menciona en el
vers. 11.
Cuando sintió que ya no debía
permanecer en esa ciudad “se despidió de
los hermanos”. Podemos imaginar que esa despedida debe haber sido muy
emotiva, como cuando parte de nosotros una persona que amamos y a quien
quisiéramos tener siempre cerca. Pero no debe haber sido tan emotiva como
cuando se despidió de los ancianos de Éfeso en el puerto de Mileto (20:37,38)
porque a éstos él, presintiendo las dificultades que debía afrontar, y quizá el
cercano fin de su carrera, les dijo que ya “no
verían más su rostro”.
Pablo se embarcó pues en el
puerto de Cencrea con destino a Siria, llevando consigo a Priscila y a Aquila,
que se habían convertido en fieles colaboradores suyos. (Eso debe haber sido en
la primavera del año 53 cuando las condiciones de navegación eran favorables).
Nótese, sin embargo, que esta vez Lucas menciona en primer lugar a Priscila, y
en segundo, a su marido, hecho que ha dado lugar a algunas elucubraciones, como
que ella era de noble origen. Pero más probable es que ella, como mujer, y como
ocurre con frecuencia, fuera más activa y entregada al servicio del Señor que
su marido.
El texto añade que en Cencrea
Pablo se rapó la cabeza porque había hecho un voto. Esto se refiere al voto del
nazareato, o de consagración al Señor, al que el libro de Números dedica todo el
capítulo sexto, y que comprendía no cortarse el cabello durante el tiempo de
consagración, y raparse la cabeza al culminar el lapso fijado (Nm 6:5,18).
Que Pablo haya hecho ese voto en
algún momento indica que él seguía guardando algunas de las prácticas de la ley
de Moisés que, sin embargo, por otro lado, él consideraba abolida y superada
por la ley de Cristo. Nótese que él respetaba aquellas prácticas rituales que
no eran consideradas indispensables para alcanzar la salvación –contrariamente
al caso de la circuncisión que era considerada indispensable por los
judaizantes. La actitud de Pablo no debe extrañarnos pues en otro lugar él dice
que se hizo judío para ganar a los judíos (1Cor 9:20). El voto de nazareato era
una práctica de piedad y de devoción a Dios que culminaba con una ofrenda hecha
en el templo (Nm 6:14-20).
Recordemos también cómo, más
adelante, en su última visita a Jerusalén, por consejo de Santiago, Pablo pagó
los gastos que demandaba el rito de conclusión del voto de nazareato hecho por
cuatro miembros de la iglesia (Hch 21:23-26). Sabemos también el triste fin que
tuvo este incidente, pues con él empezaron las peripecias por las que tuvo que atravesar
Pablo, y que lo llevaron a Roma para ser juzgado (Hch 21:27,28).
19-21. “Y llegó a Éfeso, y los dejó allí; y entrando
en la sinagoga, discutía con los judíos, los cuales le rogaban que se quedase
con ellos por más tiempo; mas no accedió, sino que se despidió de ellos,
diciendo: Es necesario que en todo caso yo guarde en Jerusalén la fiesta que
viene; pero otra vez volveré a vosotros, si Dios quiere. Y zarpó de Éfeso”.
Estos tres versículos describen lacónicamente las actividades de
Pablo después de haber dejado Corinto, antes de visitar Jerusalén y de
emprender su tercer viaje misionero.
Lo más significativo del primero
de estos tres versículos, que hablan de su corta estadía en Éfeso, es que él se
separó de sus colaboradores Aquila y Priscila. ¿Fue iniciativa de ellos
quedarse en esa ciudad, o fue Pablo quien les pidió que permanecieran en ella?
No lo sabemos, aunque yo me inclino a pensar en lo segundo, pues como no tenía
intención de quedarse en esa importante ciudad, que aún no había sido
plenamente evangelizada, él puede haber considerado útil que ellos se
encargaran de esa labor.
Al llegar a Éfeso es probable
que ambos retomaran su oficio de fabricantes de tiendas y que Pablo mismo
colaborara con ellos para ganarse el pan, a menos que hubiera recibido ayuda de
los cristianos de Tesalónica. (Nota 1).
Como veremos más adelante ambos
esposos se encargarían poco después de instruir en la fe al judío alejandrino Apolos
(Hch 18:26), que iba a realizar allí una importante labor.
Llegado a Éfeso Pablo, según su
costumbre, se dirigió a la sinagoga donde se puso a discutir con los judíos. En
esta oportunidad su mensaje recibió una mejor acogida que en otras sinagogas,
pues se dice que ellos le rogaban que se quedara por más tiempo.
Como Lucas suele ser bastante
exacto en sus descripciones debemos pensar que eran efectivamente judíos de
nacimiento los que acogieron con gozo la buena del Evangelio y no sólo gentiles
prosélitos o “temerosos de Dios”, lo que no quiere decir que no los hubiera
entre los asistentes. Lo que Lucas quiere subrayar es que los judíos de la
sinagoga de Éfeso, contrariamente a lo que solía ocurrir en otras ciudades, acogieron
positivamente el mensaje de Pablo.
¿Por qué motivo encontró Pablo
en la sinagoga de esta ciudad un oído mejor dispuesto para su prédica, al punto
que querían que permaneciera para que pudiera seguir enseñándoles? Éfeso era
una ciudad cosmopolita, un gran centro comercial y la ciudad más importante del
Imperio Romano después de la propia Roma y de Alejandría. Es posible que por
ese motivo los judíos concurrentes a la sinagoga fueran más abiertos a ideas
nuevas, menos rígidamente apegados a la
Torá que los de otras ciudades.
Mas él no estaba dispuesto en
ese momento a ceder a sus instancias, porque él se sentía urgido a seguir viaje
a Jerusalén para tomar parte allá de una fiesta que no es nombrada, pero que
debe haber sido la Pascua.
¿Por qué motivo quería Pablo
guardar la Pascua
en Jerusalén como un judío observante? No lo sabemos, pero es intrigante,
porque es la primera y única vez que se dice que él, como apóstol, guardase una
fiesta judía. Lo que sí es ciertamente notable es la forma poco dogmática como
se comporta Pablo personalmente respecto de las prescripciones de la ley de
Moisés. Él había criticado a los gálatas de haberse dejado convencer por los
judaizantes de que era necesario que guardasen “los días, los meses, los tiempos y los años”, (Gal 4:10), pero él
mismo, al menos ocasionalmente, los guardaba.
Puede parecer que él fuera
inconsecuente en su manera de actuar. Pero él debe haber tenido un motivo bien
fundado para sentirse urgido de ir a Jerusalén a celebrar la fiesta, aunque no
sepamos con certidumbre cuál era. Quizá era el simple hecho de que él quería
dejar constancia ante la iglesia de esa ciudad de que él seguía siendo
observante de la ley; de que él, como buen judío, no había descartado las
prácticas del judaísmo, aunque enseñara a los gentiles a no guardarlas; es
decir, que no les instara a hacerse judíos como condición para ser cristianos, tal
como algunos seguidores de Santiago exigían.
De otro lado ya hemos recordado
que él se había “hecho a los judíos como
judío para ganar a los judíos” y que “a
todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”. (1Cor
9:20,22). De modo que él no era inconsecuente en su modo de obrar sino que
perseguía en todo un propósito superior que no era otro sino el de ganar las
almas sea como fuere, como puede verse si se lee el pasaje entero (1 Cor
9:19-23). Él estaba dispuesto a cualquier sacrificio con tal de alcanzar esta
meta. En esto Pablo es para nosotros un modelo digno de imitar.
¿Estamos dispuestos a hacer
cualquier sacrificio con tal de ganar un alma? Deberíamos, si eso no significa
dejar de cumplir nuestras obligaciones familiares. Por ese motivo, para no
estar atado por obligaciones familiares, él escribe en otro lugar que
preferiría que todos fueran como él, es decir, célibes. (1Cor 7:7,8). No por
ascetismo sino para poder cumplir mejor la tarea evangelizadora.
No obstante, él les promete a
los judíos de Éfeso que volverá a ellos “si
Dios quiere”. Era sin duda el propósito de Dios que regresara, pues vemos en
el capítulo siguiente que Pablo volvió poco tiempo después a Éfeso para
permanecer dos años en esa ciudad (Hch 19:10).
La corta frase “si Dios quiere” (cf 1Cor 4:19; Hb 6:3;
St 4:15) indica que aunque Pablo trazara planes personales para sus actividades
él dejaba todo en manos de Dios, siendo conciente de que Dios podía modificar
lo que él en su limitada perspectiva humana se había propuesto. Yo creo que
ésta debe ser nuestra actitud básica frente a lo que nos proponemos. Es natural
y necesario que nos tracemos planes y proyectos, pero puesto que estamos al
servicio de Dios, toda decisión nuestra está sujeta a la suya, y debemos estar
siempre dispuestos a dejar que Él cambie nuestros proyectos.
22. “Habiendo arribado a Cesarea, subió para
saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquia.”
Es muy curioso, pero a la vez característico del estilo de Lucas,
que al narrar lo que sigue a su desembarco en Cesarea (2), en un viaje que
tenía por explícito propósito guardar la fiesta inminente en Jerusalén, que hemos
dicho debía ser la Pascua ,
Lucas no mencione para nada ese hecho cuando él escribe que Pablo “subió” –se entiende a Jerusalén que
está en las montañas- para saludar a la iglesia y no diga nada de la fiesta y
del asunto que motivó este viaje suyo. Todo hace pensar, en efecto, que el
viaje precipitado de Pablo a Jerusalén obedecía a un propósito especial que no
se menciona.
Debemos pues suponer que guardó
la fiesta. ¿Solo o en compañía de los hermanos? No sabemos. ¿O se habría
limitado a sólo saludar a la iglesia de Jerusalén? ¿No habría aprovechado la
oportunidad para tenerlos al corriente de sus actividades como ya había hecho
antes? (Hch 15:4). Lucas a veces omite mencionar cosas que para él y sus
primeros lectores estaban sobreentendidas, por lo que podemos suponer que Pablo
hizo las dos cosas que Lucas no menciona. En seguida Pablo “descendió” a Antioquia (de Siria, la que está a orillas del río
Orontes en la llanura) que era su centro de operaciones y donde debe haber
permanecido para preparar su nuevo periplo. (3).
23. “Y después de estar allí algún tiempo,
salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a
todos los discípulos.”
En un solo versículo Lucas menciona lo que ha sido llamado el
tercer viaje misionero de Pablo, cuyo fin esta vez no perseguía ampliar el
alcance del evangelio a territorios nuevos, sino simplemente visitar las
iglesias de Galacia y de Frigia que él había fundado en su segundo viaje, y
confirmar a sus miembros en la fe. Es natural que Pablo quisiera verificar por
sí mismo el estado de las iglesias, fruto de esfuerzos anteriores, y que quisiera
fortalecerlos en la fe con su visita. Podemos suponer también cuánto se
alegrarían ellos de verlo nuevamente, y cuánto bien les haría tenerlo con ellos
nuevamente en medio de las persecuciones y pruebas por las que seguramente
pasaban.
¿Por qué Lucas es tan breve al
narrar este tercer viaje -que debe haber sido importante- al punto que ni
siquiera indica quiénes acompañaron a Pablo, pues no debe haber ido solo? De
hecho Lucas no menciona tampoco ninguna de las ciudades que Pablo visitó en
este viaje, que pueden haber sido más que las que suelen figurar en los mapas
que acompañan a los comentarios de sus actividades. La razón debe ser que él quería
pasar rápidamente a narrar algo que asumirá luego la mayor importancia, porque
representa un elemento nuevo en la obra evangelizadora de la iglesia. Pero de
eso hablaremos en un próximo artículo.
Notas:
1. Es interesante que el texto arameo de la Peshita diga recién en el v. 22 que Pablo dejó en
Éfeso a Aquila y Priscila, lo que indicaría que él se separó de ellos sólo al
final de su estadía en la ciudad.
2. Pablo pudo haber desembarcado en Jope (Hch 10:5,8) que estaba
más cerca de Jerusalén, pero prefirió hacerlo en Cesarea, que era un puerto más
seguro. La ciudad-puerto de Cesarea fue fundada en el siglo IV AC, según
Josefo, por Strato, rey sidonio que levantó ahí una famosa torre-faro. Fue
capturada por el rey asmoneo Alejandro Janneo durante la última guerra de los
macabeos (96 AC), y conquistada por los romanos el año 63 AC, quienes se la
cedieron a Herodes el Grande. Fue éste quien le puso el nombre de Cesarea en
honor de César Augusto y quien la convirtió en un gran puerto, construyendo un
enorme rompeolas de piedra, y adornándola de suntuosos palacios, edificios
públicos, templos y un enorme anfiteatro, cuyas ruinas se conservan aún en
bastante buen estado. Por su ubicación la ciudad se convirtió en un importante
centro comercial.
Los procuradores romanos y los hijos de Herodes establecieron
ahí su residencia. Cesarea figura varias veces en el libro de los Hechos. El
diácono Felipe predicó en esa ciudad (Hch 8:40), y se estableció ahí, y recibió
en su casa a Pablo (21:8); y fue allí donde el profeta Agabo predijo que en
Jerusalén Pablo sería apresado por sus enemigos judíos y entregado a los
romanos (21:10-16), pese a lo cual el apóstol persistió en su propósito de
subir a la ciudad santa.
Fue allí donde Pedro predicó en la casa del centurión Cornelio,
y el Espíritu Santo cayó sobre los gentiles para sorpresa de los judíos que lo
acompañaban (Hch 10). El rey Herodes Agripa, que había mandado apresar a Pedro,
residió y murió en esa ciudad (12:19-23).
Pablo pasó por Cesarea varias veces. Allí se embarcó para ir a
Tarso, escapando de los judíos que querían matarlo por predicar a Cristo
(9:29,30). En Cesarea desembarcó de su segundo y tercer viaje misionero (18:22
y 21:8). A Cesarea fue enviado por el tribuno donde el gobernador Félix, que lo
retuvo durante dos años (23:23-35). Allí compareció ante Agripa (Hch 26), y de
allí lo embarcó el gobernador Festo para que vaya a Roma, porque Pablo había apelado
al César (25:11;27:1).
3. No debe confundirse esta Antioquia, que era una ciudad muy
grande e importante, con la otra Antioquía “de Pisidia”, que está en la región
central montañosa de Anatolia.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar
de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la
tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo
si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que
desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito
a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y a entregarle
tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a
expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los
míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y
voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin
merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados
y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava
mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte.”
#726 (13.05.12).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI). Sugiero visitar mi blog JOSEBELAUNDEM.BLOGSPOT.COM.
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