Por José Belaunde M.
Un
Comentario al libro de Hechos 18: 7-17
7. “Y saliendo de allí, (Pablo) se fue a la casa de uno llamado Justo,
temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga.”
En vista de la negativa de la mayoría de los asistentes a la
sinagoga de aceptar sus palabras Pablo sale de ahí y se va a la casa de un
hombre “temeroso de Dios”, donde
posiblemente se aloja, (dejando aparentemente la casa de Aquila y Priscila que
lo habían hospedado hasta ese momento, Hch 18:2). Esa expresión quiere decir que
ese hombre justo que se llamaba Justo, era un gentil que creía en el Dios de
Israel (Nota 1). Es de notar que buen número de los convertidos a Cristo entre
los gentiles eran o “temerosos de Dios”, o
prosélitos del judaísmo (2), esto es, conocían la palabra de Dios y reconocían
que el Dios de Israel era el Dios verdadero. La casa de este hombre estaba
junto a la sinagoga. ¿Por qué estaba ahí? ¿Había buscado ese varón habitar
junto a la sinagoga? Más probable es que esa circunstancia casual (pero puesta
por Dios) había facilitado que ese hombre creyera en el Dios al que se rendía
culto en la sinagoga. Pero para Pablo su casa era un lugar estratégico.
8. “Y Crispo, el principal de la sinagoga,
creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y
eran bautizados.”
¿Facilitaría la labor de Pablo el que estuviera alojado al lado
de la sinagoga, o le traería inconvenientes? Yo me inclinaría a pensar lo
primero porque, de hecho, el jefe de la sinagoga creyó en Jesús, y con él toda
su casa. ¡Qué extraña circunstancia! El jefe de la sinagoga aceptó el Evangelio,
pero la mayoría de los miembros de la asamblea lo rechaza. No hay duda de que
la conversión de un personaje importante como Crispo contribuiría mucho al prestigio
de la predicación de Pablo, al mismo tiempo que irritaría enormemente a los
judíos. Es interesante notar que este Crispo es una de las pocas personas de
Corinto, aparte de Gayo, a quien Pablo recuerda haber bautizado personalmente en
1 Cor 1:14.
El texto añade que muchos
corintios más –asistieran o no a la sinagoga- oían la palabra y creían. Eso nos
recuerda lo escrito por Pablo en Rm 10:17: “Así
que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” La fe surge en
el corazón cuando se oye predicar la palabra de Dios. ¡Cuán importante es
predicar la palabra y, sobre todo, predicarla con unción! Nosotros no sabemos
cuál será el efecto que tendrán nuestras palabras en los oyentes, pero Dios
puede usarlas como semilla para hacer brotar la fe en el corazón de muchos. De
ahí que Pablo le instara a su discípulo Timoteo: “Predica a tiempo y a destiempo”. (2 Tm 4:2).
Notemos que en los primeros
tiempos de la iglesia los convertidos eran bautizados sin dilación apenas
creían (Véase Hch 16:31-33). (3) Por ese motivo el bautismo vino a ser
identificado con el nuevo nacimiento. De considerar que el bautismo era el
sello del nuevo nacimiento, se pasó a pensar que lo producía.
9,10. “Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de
noche: No temas, sino habla y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno
pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta
ciudad.”
Pablo debe haber tenido algunos temores (justificados como
veremos luego) respecto de su seguridad en Corinto debido a la oposición de los
judíos, o algunas dudas sobre la conveniencia de continuar predicando en esta
ciudad tan pagana y, por tanto, tan reacia al Evangelio, porque el Señor
consideró oportuno aparecérsele de noche en visión para animarlo, diciéndole: “No temas, sino habla y no calles”. Esto
es, quita todo temor de ti, porque yo te cuido. Tu función es abrir la boca y
hablar las palabras que yo ponga en ella (“Abre
tu boca y yo la llenaré”, Sal 81:10b), porque si permaneces callado ¿cómo
llegará mi mensaje a los que necesitan escucharlo?
Esas palabras, dichas por Jesús
a Pablo, creo yo, están dirigidas a todos nosotros. ¿Cuántas veces nos llenamos
de temor ante lo arriesgado, o difícil, de la obra que iniciamos, y estamos
quizá dispuestos a abandonarla? Pero el Señor nos dice: “No tengas temor. Te he
mandado a predicar, así que habla cuando tengas que hablar. Habla a diestra y a
siniestra a todas las personas que encuentres, y no calles cuando la discreción
o la prudencia pudieran aconsejarte permanecer callado.” “Haz labor de evangelista” le dice Pablo a su discípulo Timoteo (2Tm
4:5). Pablo, siendo apóstol, era antes que nada evangelista. Su misión era anunciar
el Evangelio. Nadie predica permaneciendo callado, a menos que lo haga por
escrito.
Las palabras siguientes de Jesús
eran la base de la seguridad de Pablo y de la nuestra: “Porque yo estoy contigo”. ¡Ah benditas palabras! Si Dios nos
respalda y nos apoya no tenemos nada que temer. “Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rm 8:31) Si
Dios está con nosotros nuestro éxito está asegurado, aunque las circunstancias
parezcan desfavorables.
Jesús le asegura a Pablo que
aunque encuentre oposición, ninguno podrá hacerle daño, ya que él está ahí con
un propósito de lo alto. Jesús le dice además que Él tiene “mucho pueblo en esta ciudad”, es decir, que en la ciudad impía de
Corinto había mucha gente que tenía necesidad del Evangelio, mucha gente que
Jesús había preparado para escucharlo con un corazón dispuesto y que creería. Y,
en efecto, la iglesia de Corinto llegó a ser la iglesia más grande fundada por
Pablo, y a la cual parece haberle dedicado la mayor atención, y la que era,
junto con la de Efeso, la más cercana a su corazón, como lo indican sus cartas.
Es curioso que sea así porque
Corinto era una ciudad muy pecadora. Vemos ahí una vez más cómo se cumple la
frase: “Cuando el pecado abundó,
sobreabundó la gracia” (Rom 5:20). Jesús dijo que Él no había venido por
los sanos sino por los enfermos (Mt 9:12). Su embajador, Pablo, tiene una misión
semejante: Él tiene que ir donde la necesidad del perdón y de la gracia es más
grande, donde están los hombres más corrompidos.
Es interesante que en su primera
carta a los Corintios Pablo diga que en esa congregación no había muchos
sabios, poderosos o nobles (1Cor 1:26), sino que él había reclutado a lo más
vil y miserable de esa ciudad, como bien dice en uno de los pasajes más bellos
y profundos del Nuevo Testamento: “sino
que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil
del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es.” (1
Cor 1:27,28).
Esa frase nos da una idea de qué
clase de personas formaban la congregación de esa ciudad. No es pues de
extrañar que le causaran tantos problemas. Pero también nos muestra quiénes son
los preferidos de Dios: Los que no tienen mérito propio alguno.
11. “Y se detuvo allí un año y seis meses,
enseñándoles la palabra de Dios.”
Pablo se quedó en Corinto un año y medio. Era hasta ahora su
estadía más larga en ninguna ciudad. Él conquistó ahí, como el Señor le había
anunciado, un pueblo numeroso. El texto dice que les enseñaba “la palabra de Dios”. ¿Hay alguna
diferencia entre predicar y enseñar? Sí la hay en sentido estricto, pero es
poco probable que Lucas use de manera distinta ambos verbos, porque si bien es
cierto que se enseña a los convertidos, también la predicación, que es
propiamente proclamación, contiene enseñanza y la escuchan también los
convertidos. (4) Era a través de esta enseñanza-predicación cómo Pablo ganaba
las almas, que era la meta principal de su ministerio.
¿Podemos imaginar cómo era la
predicación de Pablo? En el libro de los Hechos se transcriben varios sermones
de Pablo (Hch 13:16-41; 17:22-31; 20:18-35; 22:1-21; 24:10-21; 26:2-23). En
tres de ellos él relata cómo se produjo su conversión. Su estilo era fogoso,
apasionado, lleno de expresiones, giros e imágenes sorprendentes (como sus
cartas), punteado por himnos de alabanza a Dios. Dada la unción del Espíritu
Santo que reposaba sobre él, él debe haber sido un orador fascinante. Pero no
eran ciertamente sus grandes dotes intelectuales y su elocuencia lo que atraía
a sus oyentes –aunque éstas contribuyeran no poco- sino, como siempre ocurre,
era la unción del Espíritu lo que hacía que sus oyentes lo escucharan atentamente
durante horas, (como se nos señala en Hch 20:7). Es la unción la que pone en
boca del predicador las palabras adecuadas, la que le da el énfasis apropiado,
la profundidad que sorprende y cautiva.
12,13. “Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los
judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal,
diciendo: Este persuade a los hombres a honrar a Dios contra la ley.”
Lucas es muy exacto en sus referencias tanto históricas como de
lugar. Él señala quién era la persona que ese momento era procónsul de la
provincia romana de Acaya, el representante del poder imperial. Era nada menos
que el hermano del filósofo Séneca, el tutor de Nerón, nacido en España, y un
hombre, según parece, de mucho encanto personal. Galión fue procónsul en
Corinto entre los años 51 y 53 DC, lo cual parece indicar que el incidente que
se narra a continuación ocurrió hacia el final de la estadía de Pablo en esa
ciudad.
Los judíos de la ciudad –o un
grupo numeroso de ellos- puestos de acuerdo para acallarlo, se apoderaron de
Pablo, posiblemente cuando se hallaba predicando en la calle, o cerca de la
sinagoga –recordemos que él estaba alojado en casa de Justo, que estaba junto a
la sinagoga- y lo llevaron al procónsul con una grave acusación, diciendo que
él persuadía a los hombres a “honrar a
Dios contra la ley”.
El verbo usado es interesante,
“persuadía” (anapeízei), es decir,
convencía. Los judíos se habían dado cuenta de que Pablo, en efecto, estaba
ganando para el Evangelio a muchos, convenciéndolos de la verdad de su mensaje.
Esto no podía menos que
alarmarlos. Si Pablo no hubiera tenido éxito en su predicación
no le hubieran dado importancia. Pero él estaba ganando a muchos, posiblemente
a gentiles prosélitos que, como resultado, dejaban de asistir a la sinagoga.
No lo acusaban de negar el culto
debido a Dios, sino de hacerlo en una forma contraria a la ley. ¿De qué ley se
trata? Por la respuesta de Galión (v.14) podemos ver que no se trataba de la
ley romana –lo que hubiera concitado su atención- sino de la ley judía, es
decir de la Torá.
¿De qué manera chocaba la predicación
de Pablo con la Torá ?
Posiblemente, fiel a su mensaje, Pablo negaba -como lo hace muy elocuentemente
en la epístola a los Gálatas– que para salvarse era necesario circuncidarse y
cumplir con todas las prescripciones de la ley de Moisés la cual, con la muerte
y resurrección de Jesús, había caducado. Esta afirmación chocaba de frente con
las premisas del judaísmo.
14,15. “Y al comenzar Pablo a hablar, Galión dijo a
los judíos: Si fuera algún agravio o algún crimen enorme, oh judíos, conforme a
derecho yo os toleraría. Pero si son cuestiones de palabras, y de nombres, y de
vuestra ley, vedlo vosotros; porque yo no quiero ser juez de estas cosas.”
Al empezar Pablo a hacer su defensa, Galión se dio cuenta
inmediatamente de que era un asunto relativo a las creencias judías y que no se
trataba de algún delito de orden civil o penal del que él tuviera que ocuparse.
Y se lo dice directamente a los acusadores de Pablo: Las cosas de que ustedes
lo acusan son asuntos relativos a vuestra religión y “yo no quiero ser juez de esas cosas.” Es decir, no me vengan
ustedes a quererme mezclar en los asuntos de su religión, que no entiendo ni me
competen.
16. “Y los echó del tribunal.”
Galión muestra cierta impaciencia con los judíos pues se dice
que los echó del tribunal, o los hizo echar, posiblemente de mala manera. Es de
notar que en ese entonces los romanos no hacían distinción entre la religión
judía y el naciente cristianismo. Éste a lo sumo era una variante de la
religión lícita del judaísmo, es decir una religión a la cual ellos reconocían
legalmente, dando a los judíos la libertad de practicar una religión diferente
a la oficial, y eximiéndolos del culto a los emperadores. Tan pronto como ellos
se dieron cuenta de que la fe en Cristo era una religión diferente a la judía,
el Evangelio dejó de gozar de la protección de la ley y, declarada ilegal,
comenzó a ser perseguida. (5)
Es importante notar que el
mensaje de Pablo exponía al cristianismo a la persecución, porque se apartaba
del judaísmo al considerar obsoletas las prescripciones de la ley. Pablo era
conciente de que ése era un riesgo que era necesario tomar, porque si a los
gentiles que creyeran en Jesús se les hubiera exigido circuncidarse, como
hacían los judíos, el Evangelio hubiera encontrado escasos seguidores entre los
no judíos. La circuncisión no sólo era para un adulto una operación dolorosa,
sino que era considerada por los griegos –cultores del cuerpo- como una
mutilación inaceptable. No obstante, la sentencia dictada en ese momento por un
funcionario de prestigio como Galión, descartando las acusaciones de la
sinagoga, constituyó entretanto a los ojos de los romanos, una legitimización
del ministerio de Pablo, reconociendo que formaba parte de una religión
protegida por las leyes.
17. “Entonces todos los griegos, apoderándose de
Sóstenes, principal de la sinagoga, le golpeaban delante del tribunal; pero a
Galión nada se le daba de ello.”
La escena que se describe acá es muy singular. Ahí están los
miembros de la sinagoga que han traído a Pablo para acusarlo de delitos de los
que el procónsul no quiere saber nada, porque son asuntos concernientes a la
religión de los judíos, no de algún crimen que cayera bajo la jurisdicción
romana, cuando los “griegos”, es decir, la multitud que había sido atraída por
el tumulto, en gran parte por curiosidad, comenzó a golpear al líder de los
acusadores, a Sóstenes, principal de la sinagoga (que posiblemente había
sucedido a Crispo en ese cargo).
¿Por qué lo golpeaban? En son de
burla, por escarnio. Pero esos sentimientos no justifican una golpiza. Yo
pienso que la reacción agresiva de los espectadores era una manifestación del
sentimiento antijudío que ya se había hecho visible en otros lugares, como en
Alejandría el año 38 DC, donde había habido un gran tumulto seguido de una gran
matanza de judíos.
Este sentimiento antijudío, muy
difundido en el Mediterráneo, era una reacción al hecho de que los judíos se
mantenían aparte, guardaban un día de descanso semanal, y no participaban del
culto al emperador, ni en el culto idolátrico a los dioses de los templos
paganos. No obstante es un hecho, corroborado por Josefo, que muchos gentiles
eran atraídos al judaísmo por su costumbre de guardar un día de descanso a la
semana.
Esta antipatía generalizada, sin
embargo, explica que al procónsul no le importara el desorden que la multitud
estaba causando en su tribunal, ni el maltrato del que fue víctima Sóstenes,
que era una autoridad de los judíos. El tribunal debe haber sido, dicho sea de
paso, una plataforma elevada abierta, semejante al pretorio donde Poncio
Pilatos juzgó a Jesús en Jerusalén (Mr 15:16).
Hay quienes creen que ese
Sóstenes es el mismo “hermano Sóstenes”
que figura al comienzo de la 1ra epístola a los Corintios (1:1) unido a Pablo
en su saludo a los destinatarios de la carta, hipótesis muy probable, porque
¿por qué motivo lo habría Pablo unido al saludo a la iglesia de esa ciudad sino
fuera porque era conocido de ellos por haber liderado la acusación frustrada
contra Pablo? Si esta especulación fuera cierta cabría preguntarse ¿qué fue lo
que motivó a Sóstenes a creer en lo que inicialmente rechazaba? Los caminos de Dios
son inescrutables, y su gracia tiene maneras sorprendentes para tocar los
corazones. Si Pablo fue inicialmente un perseguidor de Cristo, y luego se
convirtió en heraldo del Evangelio ¿qué de extraño tiene que quien se opusiera
inicialmente al mensaje que predicaba Pablo se convirtiera después en su
compañero?
Eso encierra una enseñanza para
nosotros. Nunca debemos negarnos a predicar al incrédulo, o al pecador más
obcecado, porque no sabemos de qué manera puede el Espíritu Santo usar nuestras
palabras.
Notas:
1. Según algunos manuscritos se llamaba Titius
Justus. Por su nomen y cognomen podemos ver que era ciudadano
romano. Si su praenomen era Gaius, es posible que se tratara del
mismo Gayo que Pablo menciona entre los que él bautizó personalmente (1Cor
1:14).
2. Aunque algunos no aceptan que haya alguna diferencia en el
significado de “temerosos de Dios” y “prosélitos”, es indudable que esos
términos se refieren a dos categorías de adherentes gentiles a la religión
judía. Los primeros (sebómenoi/phoboúmenoi
ton Zeón) eran personas que
adoraban al Dios de Israel y acudían a la sinagoga –y posiblemente seguían algunas
de las prácticas judías- pero sin someterse a todos los requisitos de la ley.
Ejemplos de esta categoría son el centurión Cornelio (Hch 10:2), el eunuco de
la reina Candace (Hch 8:26ss) y Justo. (Véase también Hch 13:16,26; 17:4,17).
Los segundos (prosélutoi, en hebreo ger) eran gentiles que se hacían
circuncidar y, por tanto, se obligaban a cumplir toda la ley. En Hch 6:5 uno de
los diáconos, Nicolás, es identificado como prosélito. Véase también Mt 23:15 y
Hch 2:10.
3. No como vino a ser costumbre después, que el bautismo era
administrado a los convertidos después de un período interino de instrucción,
por lo que se les llamaba “catecúmenos” del griego catejoúmenos = el que se instruye.
4. Enseñar en griego es didásko,
de dónde vienen las palabras didáskalon
(maestro) y didajé (enseñanza);
encierra el propósito de influir en el entendimiento del que escucha y de
formar su voluntad impartiendo conocimiento. Kerússo significa predicar, proclamar, como lo hace un heraldo (kérux).
5. Es posible que eso ocurriera por influencia de Popea, la
mujer de Nerón, que era simpatizante del judaísmo, porque a partir del
matrimonio del emperador el año 62 DC, la actitud complaciente del Imperio
hacia el cristianismo empezó a cambiar, un vuelco que culminó con la acusación
falsa de que los cristianos habían provocado el incendio de Roma (en realidad lo
había provocado el propio Nerón) lo que dio lugar a la primera de las feroces
persecuciones que los cristianos sufrirían durante dos siglos y medio.
Amado lector: Si
tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de
Dios, es muy importante que adquieras esa
seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que
sea tan necesaria. Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a
arrepentirte de tus pecados, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a
expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los
míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y
voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin
merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados
y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava
mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte.”
#725 (06.05.12). Depósito
Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
1 comentario:
Gracias. Interesante y enriquecido aporte.
Un saludo.
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