Por José Belaunde M.
* Los más pobres espiritualmente hablando son con frecuencia los más ricos en términos materiales. Pero son los que menos fácilmente pueden llegar a ser concientes de su pobreza esencial. Cuando la pobreza espiritual y la más abyecta pobreza material coinciden es más fácil que la persona reaccione contra la primera, como un acto de desesperación, porque la pobreza espiritual es más fácil de superar que la material.
* Hay ocasiones en que hacer poco es hacer mucho. Depende del espíritu con que se obre.
* La batalla por nuestra salvación fue ganada en el huerto de Getsemaní, porque ahí Jesús aceptó todo lo que Él sabía que le había de venir y sufrió ahí quizá tanto o más que en la cruz.
* Hacer un trabajo humilde es asemejarse a Cristo que trabajó con sus manos antes de empezar su carrera pública.
* El camino de la obediencia es el que más rápido lleva a Dios. ¿Obediencia a quién? Al superior que tiene autoridad sobre uno. Eso lo saben muy bien los militares, y más aun los miembros de las órdenes religiosas que hacen un voto de obediencia a sus superiores que tienen plena autoridad sobre sus vidas. Pero no lo entienden tan bien los cristianos en general que tienen de la obediencia nociones no siempre claras. Porque no basta con la obediencia en los actos externos si en el interior hay resistencia, o rebeldía, contra el superior. Los problemas en las iglesias surgen cuando el que ejerce autoridad no está preparado para ejercerla, o la ejerce de una manera abusiva. Pero aún en esos casos hay que someterse, salvo cuando lo que se ordena es contrario a la palabra de Dios.
* ¿Quién aceptaría ser un juguete en las manos de Dios? ¡Pero qué privilegio que Dios juegue con uno!
* Jesús vivió en unión con su Padre, de quien Él dependía totalmente. A nosotros nos toca vivir en unión con Jesús y depender totalmente de Él, porque nadie viene al Padre sino a través suyo.
* ¿Cómo estar siempre seguros de lo que Dios nos demanda si uno carece de dirección espiritual?
* ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por Dios? Nuestra disposición a hacerlo es la medida de nuestro amor por Él. Pero también, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar? ¿Dinero, tiempo, comodidad material, éxito, fama, la salud, y hasta la vida? Hay sacrificios que cuestan más que otros.
* El que vive para Dios puede llevar una vida áspera e ingrata en lo visible, pero llena de gozo en lo invisible.
* Cuando nos insultan, o nos tratan mal, rara vez pensamos que a Jesús lo trataron peor, y que Él nos da esa oportunidad para compartir lo que Él sufrió, como los apóstoles Pedro y Juan, que cuando los azotaron se alegraron de haber sufrido afrenta por causa de Cristo (Hch 5:40,41).
* Cuando no puedo orar, puedo decir: Jesús ora en mi y conmigo.
* Cuanto más ores, mejor orarás.
* La fe mueve montañas, pero la voluntad las mueve en nuestro interior.
* El amor que no cuesta es agua azucarada.
* Al contemplar en el espíritu y revivir la pasión de Cristo nos unimos más a Él. Al contemplar su pasión aprendemos además a perdonar como Él perdonó a sus torturadores.
* Jesús, que mora en nuestro corazón, percibe todos los pensamientos de celos, rivalidades, envidia, etc., que pasan por nuestra mente, y peor aún, los pensamientos sensuales que mantenemos. ¡Cómo debe disgustarle estar en ese ambiente contaminado y hediondo! Cultivemos sentimientos nobles para que Él se sienta a gusto en nuestro corazón.
* Cuando el Señor nos poda somos unos miserables. No tenemos ramas ni hojas. Estamos tan desnudos que damos pena. Pero después nos llenamos de racimos.
* La noción de que tenemos que sufrir para unirnos a Jesús repugna a nuestra sensibilidad. Es parte del camino angosto que lleva al cielo, la parte más ardua y escarpada, por la que sólo transitan los que tienen alma de héroe.
Pero si Él sufrió terriblemente por salvarnos, ¿cómo podemos nosotros negarnos a participar en su sufrimiento? Para quienes lo aceptan, la recompensa es una dicha y una paz internas inmensas, que los que vamos a pie por un camino menos arduo no conocemos.
* El Padre no respondió a la oración de Jesús en Getsemaní quitándole la copa amarga que tenía que beber, sino le envió un ángel para consolarlo. Si el Padre hubiera cedido al ruego angustiado de su Hijo, su venida a la tierra habría sido un fracaso. De manera semejante: no hay obra valiosa en Cristo que se realice sin sufrimiento.
* La resurrección compensa por la pasión.
* Jesús vino a traer gozo a la humanidad. Se gozaron los pastores cuando nació; se gozaron sus discípulos cuando resucitó. Un cristianismo sin gozo es un cristianismo raquítico. Por eso Pablo pudo escribir: “Regocijaos en el Señor siempre.” (Flp 4:4) El gozo es la marca del cristiano.
* Si yo me comporto como hijo que soy, Dios no me va a tratar como a un extraño. Pero si le ofendo, ¿con qué cara voy a pedirle su ayuda?
* Estamos más acostumbrados a desconfiar de nuestras capacidades que a confiar en su ayuda.
* Si yo invierto todos mis dones en servir a Dios y lo hago con alegría, ¿no me amará Dios y me ayudará en todo para salir adelante?
* Cuando surgen problemas tendemos a confiar más en nuestros limitados recursos que en los ilimitados de Dios. ¡Qué necios somos!
* Si yo contrato a un guía para que me conduzca en un trayecto para mí desconocido, ¿confiaré más en mí mismo que en su conocimiento del terreno?
* Luchar contra el amor a la comodidad es vencerse a sí mismo, algo que Jesús hizo continuamente durante su vida terrena. Pero ¿a quién le gusta la incomodidad? Siempre estamos buscando sentirnos cómodos. Lo contrario a la comodidad es la mortificación de los sentidos que uno se impone por amor a Cristo. Si no fuera por el ayuno ¡qué lejos estaríamos de practicarla!
* ¿Debe entenderse “Vende todo lo que tienes” en sentido literal? ¿O en sentido figurado, abandonarlo todo por seguir a Jesús? Los apóstoles no vendieron lo que tenían, pero lo dejaron todo para seguirlo.
* “Venga a nosotros tu reino”. Es decir, venga a nosotros tu presencia y tu dominio. Eso ocurrirá en sentido pleno sólo al final de los tiempos, cuando Él vuelva por segunda vez. Mientras tanto su reino está limitadamente donde Él ejerce su señorío sobre las almas, en algunas más, en algunas menos.
* Si Jesús fue hombre en el sentido pleno de la palabra, entonces Él estuvo sometido a todas las debilidades propias de los primeros años de la vida humana: fue amamantado, fue limpiado, le cambiaron con frecuencia de pañales, como se hace con todos los bebés. Tuvo que aprender a caminar, a lavarse, a hablar partiendo de sus primeros balbuceos, y, naturalmente, a orar. ¿Quién le enseñó a hacer todo eso? María, su madre. Y lo haría seguramente de la manera más amorosa y perfecta posible. Porque ¿escogería Dios para su Hijo a una mujer que no fuera la más perfecta de todas las madres? Pensemos: Ella fue sierva de Dios cuando aceptó ser madre del Verbo, y sierva de su Hijo cuando Él era pequeño.
* A Juan Batista se le llama el Precursor, porque predicó el arrepentimiento anunciando la próxima venida del Mesías. Pero fue precursor también porque fue el primero que reconoció, desde el vientre de su madre, Isabel, que Jesús era el Salvador esperado.
* En nuestro tiempo ya no hay esclavos ni siervos, pero cuando los había, ellos estaban enteramente a disposición de sus amos, que podían hacer con ellos lo que quisieran, salvo matarlos. María era una mujer libre, pero se llama a sí misma sierva. Se había despojado de toda voluntad propia para hacer la voluntad de Dios. Eso debemos hacer nosotros los que esperamos ser llamados “siervos de Dios”.
* Cuanto más cerca estemos de Dios –es decir, cuando más alto volemos- más seremos por necesidad humildes. La persona humilde se ha vaciado de sí misma para llenarse de Dios.
* “Hágase en mí según tu palabra.” Esas palabras de María son más que palabras de aceptación sumisa. Están dichas en tiempo imperativo. Son casi una orden: Que se haga en mí lo que tú anuncias. Es decir, según tu deseo, que conciba yo, siendo virgen, y sin intervención de varón, al Hijo del Altísimo.
* La mejor defensa es a veces el silencio, como fue la de Jesús ante el Sanedrín. Porque cuando las acusaciones son inventadas, ¿qué sentido tiene que uno se defienda?
* Dios nos va preparando poco a poco para unirnos a su Hijo. Para ello empieza por despojarnos del orgullo, a fin de que nos volvamos humildes, porque sin humildad nadie verá a Dios. Pero cuando hemos llegado a cierto grado de unión con Jesús, nos asalta de parte del Maligno, una tentación de orgullo que pone en peligro nuestros logros.
* Con mucha frecuencia escuchamos en círculos evangélicos a las personas decir: “Yo congrego en ….”, con lo que quieren señalar a qué iglesia asisten regularmente. ¿Pero es ése un uso correcto del idioma?
El uso de ese verbo en ese contexto viene de la exhortación: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…” (Hb 10:25. RV60).
La Nueva Versión Internacional en español dice: “No dejando de reunirnos…” Para todos los efectos prácticos “congregar” y “reunir” son sinónimos.
Si no estuviéramos acostumbrados al lenguaje de la versión Reina Valera 60, esos cristianos dirían: “Yo reúno en…”, a lo cual se podría obviamente contestar: “¿A quiénes reúnes en esa iglesia?” “¿Yo? A nadie. Yo sólo me reúno ahí”.
En su forma transitiva el verbo “congregar” significa juntar, reunir, llamar, convocar a un grupo de personas. En su forma reflexiva significa reunirse, juntarse con otras personas, que es lo que los cristianos solemos hacer todos los domingos, cada cual en su iglesia.
De manera que si yo no soy pastor, yo no puedo decir: “Yo congrego en tal iglesia”, sino: “Yo me congrego en tal iglesia”, porque, de lo contrario, estaría dando a entender involuntariamente que yo soy el pastor de esa iglesia.
Recuerden: El pastor congrega. Los fieles se congregan.
* Los más pobres espiritualmente hablando son con frecuencia los más ricos en términos materiales. Pero son los que menos fácilmente pueden llegar a ser concientes de su pobreza esencial. Cuando la pobreza espiritual y la más abyecta pobreza material coinciden es más fácil que la persona reaccione contra la primera, como un acto de desesperación, porque la pobreza espiritual es más fácil de superar que la material.
* Hay ocasiones en que hacer poco es hacer mucho. Depende del espíritu con que se obre.
* La batalla por nuestra salvación fue ganada en el huerto de Getsemaní, porque ahí Jesús aceptó todo lo que Él sabía que le había de venir y sufrió ahí quizá tanto o más que en la cruz.
* Hacer un trabajo humilde es asemejarse a Cristo que trabajó con sus manos antes de empezar su carrera pública.
* El camino de la obediencia es el que más rápido lleva a Dios. ¿Obediencia a quién? Al superior que tiene autoridad sobre uno. Eso lo saben muy bien los militares, y más aun los miembros de las órdenes religiosas que hacen un voto de obediencia a sus superiores que tienen plena autoridad sobre sus vidas. Pero no lo entienden tan bien los cristianos en general que tienen de la obediencia nociones no siempre claras. Porque no basta con la obediencia en los actos externos si en el interior hay resistencia, o rebeldía, contra el superior. Los problemas en las iglesias surgen cuando el que ejerce autoridad no está preparado para ejercerla, o la ejerce de una manera abusiva. Pero aún en esos casos hay que someterse, salvo cuando lo que se ordena es contrario a la palabra de Dios.
* ¿Quién aceptaría ser un juguete en las manos de Dios? ¡Pero qué privilegio que Dios juegue con uno!
* Jesús vivió en unión con su Padre, de quien Él dependía totalmente. A nosotros nos toca vivir en unión con Jesús y depender totalmente de Él, porque nadie viene al Padre sino a través suyo.
* ¿Cómo estar siempre seguros de lo que Dios nos demanda si uno carece de dirección espiritual?
* ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por Dios? Nuestra disposición a hacerlo es la medida de nuestro amor por Él. Pero también, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar? ¿Dinero, tiempo, comodidad material, éxito, fama, la salud, y hasta la vida? Hay sacrificios que cuestan más que otros.
* El que vive para Dios puede llevar una vida áspera e ingrata en lo visible, pero llena de gozo en lo invisible.
* Cuando nos insultan, o nos tratan mal, rara vez pensamos que a Jesús lo trataron peor, y que Él nos da esa oportunidad para compartir lo que Él sufrió, como los apóstoles Pedro y Juan, que cuando los azotaron se alegraron de haber sufrido afrenta por causa de Cristo (Hch 5:40,41).
* Cuando no puedo orar, puedo decir: Jesús ora en mi y conmigo.
* Cuanto más ores, mejor orarás.
* La fe mueve montañas, pero la voluntad las mueve en nuestro interior.
* El amor que no cuesta es agua azucarada.
* Al contemplar en el espíritu y revivir la pasión de Cristo nos unimos más a Él. Al contemplar su pasión aprendemos además a perdonar como Él perdonó a sus torturadores.
* Jesús, que mora en nuestro corazón, percibe todos los pensamientos de celos, rivalidades, envidia, etc., que pasan por nuestra mente, y peor aún, los pensamientos sensuales que mantenemos. ¡Cómo debe disgustarle estar en ese ambiente contaminado y hediondo! Cultivemos sentimientos nobles para que Él se sienta a gusto en nuestro corazón.
* Cuando el Señor nos poda somos unos miserables. No tenemos ramas ni hojas. Estamos tan desnudos que damos pena. Pero después nos llenamos de racimos.
* La noción de que tenemos que sufrir para unirnos a Jesús repugna a nuestra sensibilidad. Es parte del camino angosto que lleva al cielo, la parte más ardua y escarpada, por la que sólo transitan los que tienen alma de héroe.
Pero si Él sufrió terriblemente por salvarnos, ¿cómo podemos nosotros negarnos a participar en su sufrimiento? Para quienes lo aceptan, la recompensa es una dicha y una paz internas inmensas, que los que vamos a pie por un camino menos arduo no conocemos.
* El Padre no respondió a la oración de Jesús en Getsemaní quitándole la copa amarga que tenía que beber, sino le envió un ángel para consolarlo. Si el Padre hubiera cedido al ruego angustiado de su Hijo, su venida a la tierra habría sido un fracaso. De manera semejante: no hay obra valiosa en Cristo que se realice sin sufrimiento.
* La resurrección compensa por la pasión.
* Jesús vino a traer gozo a la humanidad. Se gozaron los pastores cuando nació; se gozaron sus discípulos cuando resucitó. Un cristianismo sin gozo es un cristianismo raquítico. Por eso Pablo pudo escribir: “Regocijaos en el Señor siempre.” (Flp 4:4) El gozo es la marca del cristiano.
* Si yo me comporto como hijo que soy, Dios no me va a tratar como a un extraño. Pero si le ofendo, ¿con qué cara voy a pedirle su ayuda?
* Estamos más acostumbrados a desconfiar de nuestras capacidades que a confiar en su ayuda.
* Si yo invierto todos mis dones en servir a Dios y lo hago con alegría, ¿no me amará Dios y me ayudará en todo para salir adelante?
* Cuando surgen problemas tendemos a confiar más en nuestros limitados recursos que en los ilimitados de Dios. ¡Qué necios somos!
* Si yo contrato a un guía para que me conduzca en un trayecto para mí desconocido, ¿confiaré más en mí mismo que en su conocimiento del terreno?
* Luchar contra el amor a la comodidad es vencerse a sí mismo, algo que Jesús hizo continuamente durante su vida terrena. Pero ¿a quién le gusta la incomodidad? Siempre estamos buscando sentirnos cómodos. Lo contrario a la comodidad es la mortificación de los sentidos que uno se impone por amor a Cristo. Si no fuera por el ayuno ¡qué lejos estaríamos de practicarla!
* ¿Debe entenderse “Vende todo lo que tienes” en sentido literal? ¿O en sentido figurado, abandonarlo todo por seguir a Jesús? Los apóstoles no vendieron lo que tenían, pero lo dejaron todo para seguirlo.
* “Venga a nosotros tu reino”. Es decir, venga a nosotros tu presencia y tu dominio. Eso ocurrirá en sentido pleno sólo al final de los tiempos, cuando Él vuelva por segunda vez. Mientras tanto su reino está limitadamente donde Él ejerce su señorío sobre las almas, en algunas más, en algunas menos.
* Si Jesús fue hombre en el sentido pleno de la palabra, entonces Él estuvo sometido a todas las debilidades propias de los primeros años de la vida humana: fue amamantado, fue limpiado, le cambiaron con frecuencia de pañales, como se hace con todos los bebés. Tuvo que aprender a caminar, a lavarse, a hablar partiendo de sus primeros balbuceos, y, naturalmente, a orar. ¿Quién le enseñó a hacer todo eso? María, su madre. Y lo haría seguramente de la manera más amorosa y perfecta posible. Porque ¿escogería Dios para su Hijo a una mujer que no fuera la más perfecta de todas las madres? Pensemos: Ella fue sierva de Dios cuando aceptó ser madre del Verbo, y sierva de su Hijo cuando Él era pequeño.
* A Juan Batista se le llama el Precursor, porque predicó el arrepentimiento anunciando la próxima venida del Mesías. Pero fue precursor también porque fue el primero que reconoció, desde el vientre de su madre, Isabel, que Jesús era el Salvador esperado.
* En nuestro tiempo ya no hay esclavos ni siervos, pero cuando los había, ellos estaban enteramente a disposición de sus amos, que podían hacer con ellos lo que quisieran, salvo matarlos. María era una mujer libre, pero se llama a sí misma sierva. Se había despojado de toda voluntad propia para hacer la voluntad de Dios. Eso debemos hacer nosotros los que esperamos ser llamados “siervos de Dios”.
* Cuanto más cerca estemos de Dios –es decir, cuando más alto volemos- más seremos por necesidad humildes. La persona humilde se ha vaciado de sí misma para llenarse de Dios.
* “Hágase en mí según tu palabra.” Esas palabras de María son más que palabras de aceptación sumisa. Están dichas en tiempo imperativo. Son casi una orden: Que se haga en mí lo que tú anuncias. Es decir, según tu deseo, que conciba yo, siendo virgen, y sin intervención de varón, al Hijo del Altísimo.
* La mejor defensa es a veces el silencio, como fue la de Jesús ante el Sanedrín. Porque cuando las acusaciones son inventadas, ¿qué sentido tiene que uno se defienda?
* Dios nos va preparando poco a poco para unirnos a su Hijo. Para ello empieza por despojarnos del orgullo, a fin de que nos volvamos humildes, porque sin humildad nadie verá a Dios. Pero cuando hemos llegado a cierto grado de unión con Jesús, nos asalta de parte del Maligno, una tentación de orgullo que pone en peligro nuestros logros.
* Con mucha frecuencia escuchamos en círculos evangélicos a las personas decir: “Yo congrego en ….”, con lo que quieren señalar a qué iglesia asisten regularmente. ¿Pero es ése un uso correcto del idioma?
El uso de ese verbo en ese contexto viene de la exhortación: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…” (Hb 10:25. RV60).
La Nueva Versión Internacional en español dice: “No dejando de reunirnos…” Para todos los efectos prácticos “congregar” y “reunir” son sinónimos.
Si no estuviéramos acostumbrados al lenguaje de la versión Reina Valera 60, esos cristianos dirían: “Yo reúno en…”, a lo cual se podría obviamente contestar: “¿A quiénes reúnes en esa iglesia?” “¿Yo? A nadie. Yo sólo me reúno ahí”.
En su forma transitiva el verbo “congregar” significa juntar, reunir, llamar, convocar a un grupo de personas. En su forma reflexiva significa reunirse, juntarse con otras personas, que es lo que los cristianos solemos hacer todos los domingos, cada cual en su iglesia.
De manera que si yo no soy pastor, yo no puedo decir: “Yo congrego en tal iglesia”, sino: “Yo me congrego en tal iglesia”, porque, de lo contrario, estaría dando a entender involuntariamente que yo soy el pastor de esa iglesia.
Recuerden: El pastor congrega. Los fieles se congregan.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y entregándole tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#690 (28.08.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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