miércoles, 16 de febrero de 2011

LA ESTIMA EN EL MATRIMONIO II

Por José Belaunde M.

El presente texto es la continuación de la transcripción de una conferencia sobre el matrimonio dada en la ACYM de la ciudad de Tacna el año 2002. El artículo anterior terminó hablando de la importancia de la fidelidad mutua que se deben guardar los esposos.

Ahora bien, dejando ese tema, es muy importante también, volviendo al de la estima, que los esposos mantengan y demuestren ante terceras personas la estima que ambos se tienen. Desgraciadamente no siempre sucede que los esposos se comporten de esa manera. Los parientes, los padres, los suegros, los amigos, etc., todos ellos deben sentir que la unión de ambos es indestructible. Deben sentirlo a través de la actitud que marido y mujer guardan el uno con el otro cuando están con otras personas. Esas personas deben sentir la santidad del matrimonio y el amor mutuo que ambos esposos se tienen. Los amigos que visiten la casa deben sentir la estima que los esposos tienen el uno por el otro, de tal manera que nadie, nadie, se atreva a hablarle a uno de ellos, al esposo o a la esposa, mal del otro.

Sabemos, sin embargo, que incluso en ambientes cristianos ocurre a veces que una persona puede venir a hablarle a la esposa mal de su marido. Es menos frecuente que le hablen al marido mal de su mujer; los hombres son menos habladores. Pero es un espíritu destructivo, de celos, o de envidia, el que empuja a ciertas mujeres a hablarle a la esposa mal de su marido. No obstante, si la actitud de ambos, o la actitud de ella en especial, fuera tan respetuosa, tan considerada con su marido, ninguna mujer se atrevería a hablarle mal de su marido. Y si lo hiciera la mujer en esos casos debe inmediatamente callarla, taparle la boca a la mala amiga, y decirle: No me sigas hablando mal de mi marido, no quiero oír eso. Esto es, aun en ese aspecto debe la esposa serle fiel a su marido, y el marido fiel a su mujer. Guardar la estima mutua hacia fuera, es decir, frente a terceros, es una señal de la unidad de la pareja, unidad que nadie se debe atrever a empañar.

Yo he conocido un caso muy triste de una pareja de recién casados en que una pariente le fue a contar a la esposa la relación que su marido había tenido hasta poco antes de casarse. Destruyó ese hogar, porque ella nunca se repuso de la desilusión sufrida. Quizá el hombre se arrepintió y cortó con la otra a tiempo para poder casarse, y si ella no se enteraba posiblemente nunca hubiera habido la división que después se produjo en esa pareja a causa de la indiscreción de la mala amiga. Desgraciadamente hoy día en nuestro medio hay programas de televisión que dan muy mal ejemplo en este aspecto revelando las intimidades de las personas. Esos programas son una vergüenza pública, y los que se benefician económicamente con ellos van a tener que darle severa cuenta a Dios por el daño y el escándalo que causan.

Nadie tiene que meterse en los asuntos privados, nadie tiene que ir a contar lo que fuere de otros. Guárdense de la chismografía que es un pecado. La chismografía ha destruido muchos hogares, muchas reputaciones, muchas carreras. Aunque fueran ciertas las cosas que se digan, a menos que sean pecados públicos, o temas de naturaleza penal, nadie tiene que meterse.

Nadie tiene que ir a decirle al marido, o a la mujer, que su cónyuge le es infiel, a menos que sea una cosa pública, escandalosa, porque sin esa revelación esa pareja puede rehacer su vida. El amor de Dios y el perdón se derramará en ellos, y quizá sin que se entere uno de los dos, el culpable, si lo hubiere, se arrepentirá a tiempo y dejará atrás su pecado. Pero si alguien entra y revela lo que no le corresponde revelar, ¡qué daño el que hace! Ya no puede haber confianza entre los dos. Es mejor que el marido confiese a su mujer su falta, si conviene hacerlo (porque no siempre conviene), o que ella lo haga, que otro de fuera venga a decirlo.

Los problemas de la pareja son de ellos solos, o de aquellas personas a quienes ellos se los quieran confiar. No es para terceros de afuera. Si tú te enteras de algo, cállate la boca, que no salga de tu boca, porque puede hacer mucho daño, y peor aún si hay niños de por medio.

La estima mutua se manifiesta también en la forma cómo los esposos se tratan el uno al otro frente a terceros, es decir, cuando salen, cuando están en sociedad, o con amigos. Frente a terceros los esposos nunca deben permitirse palabras hirientes o despectivas, o bromas de mal gusto. Eso es una falta de respeto grave al cónyuge. Si se respetan en la intimidad también deben respetarse en público. También es de muy mal gusto que un esposo, o que una esposa, hable mal de su cónyuge delante de otros, que lo critique, aunque tenga razones para estar descontenta, pero no tiene nada –salvo elogios- que hablar de él, o él de ella, en público frente a terceros, porque eso degrada el matrimonio. Los asuntos de la pareja son de ellos, son íntimos, personales, no deben ventilarse afuera. ¡Qué ridículo y vergonzoso es, como algunas veces he oído, no entre cristianos, pero sí entre gente del mundo, que hablan de su intimidad de alcoba con su mujer. ¿Le gustará a ella que él hable de esas cosas? ¡Qué vergüenza! Eso es absolutamente personal y es santo. No debe ser contaminado por confidencias fuera de lugar. Los de afuera deben sentir que ella es para él una cosa santa, su especial tesoro. Las palabras que el Señor usa respecto de su pueblo diciendo que es su especial tesoro (Mal 3:17) son aplicables aquí. La mujer es el tesoro especial del marido, y él debe guardarla de toda contaminación exterior, no ser él causa o motivo de contaminación.

Pero también es bueno que los esposos se guarden de expresiones excesivas de cariño en público. El amor es una cosa privada, no para ser exhibida. Por eso uno de los grandes daños que hace la pornografía, hoy día que pasan escenas de amor candente en la televisión y el cinema, es que ponen a la vista de todos cosas que pertenecen exclusivamente a la intimidad de dos seres. La pornografía viola la santidad del matrimonio, viola el plan de Dios, y contamina terriblemente el corazón de los hombres, de las mujeres y, peor aún, de los niños.

¿Saben ustedes que existe una relación muy estrecha entre pornografía y violencia? Hasta el año 1977 el Perú era una isla donde casi no había violencia, comparado con otros países latinoamericanos, pero ese año apareció la primera revista pornográfica, que se llamaba Zeta, quizá algunos se acuerden de ella. Cuando yo vi eso y vi que las autoridades no hacían nada, yo tuve la certidumbre que el Perú empezaría a sufrir la misma violencia que sufrían los países vecinos, pero que nosotros no conocíamos. Y así ocurrió, en efecto, al poco tiempo, porque el año 80, en que surgió el movimiento de Sendero, ya había un tipo de violencia delincuencial en las calles que nuestro país desconocía.

La pornografía le hace gran daño al ser humano, rompe los frenos internos y permite que toda la violencia, que toda la crueldad que hay dentro de él se desate. Cuando el hombre pierde el dominio de sus instintos, sobre el instinto sexual en particular, todo lo demás se desboca. Por eso nadie se extrañe de la violencia y de la delincuencia que campea en nuestras ciudades. Están íntimamente ligadas a lo que muestran el cinema y la TV.

Por un motivo similar los besos y abrazos apasionados en público entre esposos están fuera del lugar. Deben bastar las simples expresiones de cariño. Por el buen trato que se dan uno al otro, por las palabras amables, quizás por un apretón de manos ocasional o una mirada fugaz de amor, la gente puede darse cuenta del cariño que reina entre ellos. No tienen porqué exhibir su intimidad ante los demás.

La estima mutua tampoco debe ser afectada por los momentos malos por los cuales uno de los dos puede pasar. Cuando uno de ellos no está bien por algún motivo… de repente él perdió su trabajo y no encuentra uno nuevo. Para un hombre es terriblemente deprimente no proveer para su casa, quizá está deprimido por ese motivo, o quizá ella gana bien y él depende de ella, no por eso debe perder ella su estima por su marido. O pudiera ser que él esté deprimido por las dificultades serias que tenga en su negocio, o por una pérdida económica. Esas cosas pueden afectar mucho a los hombres. No debe por eso perder la estima que le debe su mujer. Al contrario la mujer en esas situaciones difíciles debe mostrar la nobleza de su corazón siendo leal con su marido.

Igualmente si por algún motivo, por algún accidente, o por alguna enfermedad la mujer perdiera su belleza o envejeciera, el hombre no debe dejar de estimarla. En otras palabras la estima no debe depender de factores externos. La estima forma parte del orden de Dios para la familia, para los esposos. Pudiera ser, y eso ocurre también con frecuencia, que debido a la edad crítica la mujer pase por una etapa depresiva, que su carácter se agrie. En esas circunstancias el hombre debe tener suma paciencia con su mujer. Debería informarse acerca de los cambios que se producen en la mujer en esa etapa para no ser sorprendido, para poder ser tolerante y paciente con ella, y ayudarla precisamente con su amor para que ella pueda pasar mejor por esa etapa difícil. ¡Qué triste es que en situaciones semejantes, cuando uno de los dos está mal, el otro deja a su cónyuge en la estacada, cuando es precisamente ése el momento en que más cerca deberían estar el uno del otro.

Yo quisiera leerles un texto del pastor luterano Dietrich Bonhoeffer, que fue asesinado por los nazis el año 1945. Está tomado del sermón que él pronunció con ocasión del matrimonio de una sobrina. Contiene palabras muy sabias. Dice así:

“Así como es la corona y no el simple deseo de gobernar lo que hace a un rey, de igual manera es el matrimonio y no simplemente el amor que os tenéis el uno por el otro, lo que os junta ante los ojos de Dios y de los hombres. Así como Dios es muchísimo más alto que el hombre, de igual manera la santidad, los derechos, las promesas del matrimonio son más altas que la santidad, los derechos y las promesas del amor. No es vuestro amor lo que sostiene vuestro matrimonio; en adelante es el matrimonio lo que sostiene vuestro amor.”

¿Comprenden bien lo que eso quiere decir? El matrimonio es más grande que el amor, más importante que los sentimientos, porque el matrimonio es obra divina; es algo instituido por Dios. Para los esposos su matrimonio, su unión, es más importante que los sentimientos que puedan tener el uno por el otro. Si ellos tienen esa actitud Dios los premiará ciertamente dándoles los sentimientos necesarios para que su unión sea feliz. Pero en la sociedad actual es al revés, el amor es más grande, más importante que el matrimonio. Suele alegarse que si el sentimiento desaparece, también puede desaparecer el matrimonio. Por eso es que el matrimonio y la familia están como están, están en la crisis por la cual atraviesan. Pero en verdad el amor debe obedecer y subordinarse al matrimonio, que pasa primero, y no al revés, el matrimonio subordinarse al amor.

Ahora bien, el amor del que estoy hablando aquí es el amor romántico, el amor de los sentimientos, el amor de los enamorados, ese amor que nos hace pasar rápidamente del cielo del éxtasis, al infierno de la angustia, el amor de los amantes en suma, ese amor es base pobre para el matrimonio, porque es un amor inestable que depende de las emociones y de los sentidos; depende de las cosas que ven los ojos, de lo exterior. Como he dicho más de una vez, según el mundo, el hombre y la mujer se casan porque se aman, cuando debería ser al revés, el hombre y la mujer se casan para amarse.

Eso fue lo primero que yo descubrí cuando me casé, porque había tenido otras relaciones -y algunas de ellas apasionadas- pero yo no sentía por esta muchachita joven e ingenua que había conocido, un amor pasional, sino cariño, admiración por sus virtudes. Pero poco a poco esas virtudes hicieron que yo empezara a amarla y llegué a amarla terriblemente. Pero yo era conciente durante la ceremonia de que yo me casaba para amarla, aunque inicialmente fuera ella la que me amaba más a mí. Y Dios me premió haciéndome muy, muy feliz. De manera que el hombre y la mujer cuando se casan, se casan para amarse. Esa es la voluntad de Dios. Si están enamorados y se aman, tanto mejor. El amor enamorado es útil. Es un amor que Dios ha creado como una manera de endulzar las asperezas y las espinas inevitables en las relaciones mutuas, y cumple una función muy importante ciertamente, pero no es el verdadero amor conyugal. El amor conyugal, el amor profundo, es una función del compromiso, surge cuando hay un compromiso total de ambos; cuando ambos asumen su matrimonio concientes de lo que significa, y de que se unen bajo la voluntad de Dios, bajo el signo de Dios.

¿Qué cosa es el matrimonio? El matrimonio es un pacto entre un hombre y una mujer que deciden unirse hasta que la muerte los separe; en el cual Dios, que es el autor del matrimonio, interviene como garante. Es una unión en la cual el hombre y la mujer se dan mutuamente por entero, sin reservas. El matrimonio sólido está construido sobre la base de un compromiso que involucra a toda la persona, su cuerpo, su alma, su espíritu; es un compromiso irrevocable. Ese es el compromiso que Dios bendice. Lo bendice con descendencia, lo bendice con amor mutuo, lo bendice con un amor profundo que no depende de lo exterior ni de lo pasajero; y lo bendice también con su provisión para que tengan lo necesario para llevar una vida digna, ellos y sus hijos.

Cuando hay esa clase de amor, yo estoy seguro, y su palabra lo dice, no faltará el pan en su mesa (Sal 37:25), y no sólo el pan, porque al hombre justo Dios le promete abundancia y prosperidad (Sal 112:3). Eso es lo que Dios quiere para la familia. Es Dios el que confiere el título de esposo al varón, y el de esposa a la mujer, no el registro civil. Es un título recíproco que ellos deben respetar porque proviene de Dios. No es la sociedad solamente la que se los da, no es solamente un papel oficial firmado y sellado, es la bendición de Dios la que lo confiere. Y es bueno que sea un ministro de Dios el que la pronuncie; porque lo hace en nombre de Dios.

Dios ha hecho al hombre y a la mujer para amarse, los ha hecho complementarios, lo que uno no tiene, lo tiene el otro. Ha hecho que se sientan mutuamente atraídos el uno por el otro y para que en esa unión ellos encuentren una gran satisfacción, un gran contentamiento. En realidad esa es la mayor felicidad que los hombres y las mujeres buscan y pueden tener en esta tierra: la felicidad que una persona del sexo opuesto. a la cual uno se une en matrimonio, le puede dar. Cuando ambos esposos aceptan el plan de Dios para el matrimonio, el amor verdadero, el amor sobrenatural, el amor agápe, no tardará en aparecer, si es que aún no existe, y se sobrepondrá al amor romántico y lo alimentará. El amor conyugal bien entendido es una fusión de agápe y de eros.

Este amor verdadero es ese amor del cual Pablo dice que es paciente, benigno, no envidioso, no vanidoso, no indecoroso, no egoísta, no irritable, no rencoroso; ese es el amor que no se goza de la injusticia ni del mal, sino que se goza de la verdad. Ese es el amor que nunca deja de ser, el amor que perdura (1Cor 13:4-8). Ese es el amor que yo deseo que todas las parejas de esposos que están presentes esta noche tengan; el amor que todas las parejas de esta bella y bendecida iglesia tengan y cultiven entre ellos, y reciban como un don de Dios. Vamos a orar.

Padre Santo, gracias Señor te damos por tu palabra, gracias, oh Dios, por el amor que tú has puesto en los corazones de los esposos aquí presentes, de los esposos de esta congregación; gracias, oh Señor, por la obra que tú haces en ellos. Gracias también porque tú has cultivado a través de las enseñanzas de esta iglesia ese sentir, el deseo de hacer tu voluntad en todas las cosas, y de hacerla también en su vida particular, en su vida conyugal. Oh Señor, yo te pido que tú guardes a todos los esposos de esta congregación de las tentaciones del mundo, del demonio y de la carne, para que tu santidad florezca en esta iglesia como un bello capullo de flores que sea presentado ante ti, y que el olor suave, el olor agradable de esa santidad, llegue hasta tu trono y te sea grato. Gracias, Señor, te doy, en el Nombre de Jesús, Amén.

NB. En los últimos días se han presentado dos propuestas relativas a la unión de homosexuales. La primera es el proyecto de instituir la unión civil para personas del mismo sexo, que será propuesto por una de las listas parlamentarias que se presentan a las próximas elecciones. El segundo es un proyecto de ley presentado al actual Congreso, instituyendo el matrimonio de parejas del mismo sexo. Esta es una situación que hubiera sido inimaginable hace pocos años, y que nos muestra cuánto ha avanzado lamentablemente la llamada “agenda gay” en nuestro país. ¿Puede un cristiano votar a favor de un candidato, o de una lista parlamentaria, que promueva un proyecto de ley que sea directamente contrario a la palabra de Dios? Es obvio que no.

#662 (23.01.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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