LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ANOTACIONES AL MARGEN XLV
v
Tus actos y tus palabras fluyen de
tus pensamientos. ¡Qué principio tan cierto! Por eso dice Proverbios 4:23: “Guarda tu corazón con toda diligencia
porque de él mana la vida.” ¡Cuán
importante es no ensuciar esa fuente!
v
Que mi mente sea como un espejo de
agua que refleje los deseos de Jesús.
v
Cuando nos hacemos pequeños es
cuando más grades somos para Dios.
v
Cuanto más esperes de Dios, más
recibes.
v
Encarnar diariamente la bondad de
Dios por mis actos, gestos y palabras. Eso es parte de lo que Jesús quiso decir
cuando dijo: “Aprended de mí…”
v
Escucha hermano, amigo: Esta vida no
es sino el medio de ganar la vida eterna, de alcanzar aquello para lo cual
fuiste creado. Tenlo muy en cuenta, no sea que pierdas la oportunidad.
v
Yo suelo arder en deseos de
revancha, de venganza y de castigo. ¿Cómo puedo parecerme a Jesús que era manso
y humilde corazón, y nunca devolvió mal por mal?
v
En cierta manera nuestro amor a
Jesús, nuestra ternura, “le paga” por lo que hizo por nosotros. Esto es, le
compensa por los terribles sufrimientos por los que debió pasar para salvarnos.
Es la retribución, si se puede usar ese término, que Él espera. Él no desea
otra cosa sino que le amemos.
v
Tenemos que aprender a ser felices
aun en medio de las tribulaciones. Ya lo dijo Pablo: “Sobreabundo de gozo en medio de mis tribulaciones” (2Cor 7:4)
Jesús desea que nosotros tengamos esa actitud porque su amor lo compensa todo.
v
Debemos darle gracias a Dios
constantemente por todo lo que Él ha hecho por nosotros, y Él distinguirá
nuestra voz de las miríadas de voces que le cantan y alaban.
v
La belleza de los paisajes y de los
crepúsculos es un regalo de Dios para el hombre, constantemente renovado, y es
un pálido reflejo de su multiforme e infinita belleza. ¡Cómo será la belleza
del cielo! A veces en sueños es como si se me permitiera vislumbrarlo.
v
Fue por amor a los hombres que Jesús
soportó todo. ¿Cuánto he podido yo soportar por amor a Él?
v
Nuestras sonrisas hacen un bien
enorme a los que menos pensamos. Para muchos son el mejor regalo. No seamos pues
avaros con ellos, sino seamos cordiales y generosos. Dios nos lo pagará.
v
Jesús está aun en el más miserable,
en el más repugnante de los seres humanos. Si vencemos nuestro asco, o nuestro
rechazo instintivo, para acercarnos a él, cosecharemos una gran recompensa.
v
En verdad, si he de ser sincero, yo
vivo para mí y no para Dios. ¿Cómo cambiar esta tendencia? ¿Cómo invertirla?
Todos vivimos centrados en nosotros mismos. Jesús nos pide que no sólo vivamos
en su presencia, sino que vivamos amándolo con una devoción y un entusiasmo tan
grande que contagie todas nuestras actividades y que se irradie hacia los
demás.
v
“Pedid y recibiréis” dijo Jesús. Cuanto más
pidas, más recibirás. No te canses pues de pedir por ti y por otros, que Dios
no se cansará de dar.
v
Una de dos: O vivimos para Dios, o
vivimos para nosotros mismos. En el día del juicio los resultados serán
diametralmente opuestos.
v
¡Qué honor y qué dicha servir a Dios!
¿Somos conscientes de ello?
v
Nosotros con frecuencia nos
comportamos como unos pobres a quienes un hombre muy rico se gozara haciendo
regalos y dándoles de comer, pero que despreciaran sus dones, los miraran con
indiferencia y no los agradecieran.
v
Aunque indigno, yo soy sal de la
tierra, porque por todos los medios a mi alcance hablo del amor de Dios.
v
Lo que yo busque debe ser esto en
todo: Unirme más y más a Dios. Ésa es mi felicidad, y debe ser también la tuya.
v
Cuando yo doy de mala gana a un
pobre, no lo alegro sino lo humillo, le hago sentirse mal. ¿No me siento yo
igual si alguien me alcanza de mala gana lo que me pertenece?
v
¿Qué mejor tarea que la de dar
alegría a todas las personas a las que yo me acerque? ¿A mis hijos? ¿A mis
parientes y amigos? ¿A los pobres a los que ayudo? Pero, ¿lo hago realmente?
v
¿Soy yo rápido en hacer el favor que
me piden? ¿O me demoro en hacerlo? ¿Tengo que hacerme de rogar? ¿Lo hago de
mala gana? ¿Cómo lo haría Jesús si estuviera en mi lugar?
v
¡Qué gran riqueza es la fe! ¿Hay
algún bien que tenga mayor valor en el mundo? Ninguno. Y si es así, ¿cómo no
distribuirla a los que carecen de ella? ¿Cómo no compartir lo que he recibido
gratis?
v
¡Qué pregunta tan desafiante y
profunda! ¿Para qué vivo yo? ¿Para agradar a Dios, o para agradarme a mí mismo?
v
Al sonreír a otros, al tratar de
hacerlos felices y darles alegría, estoy haciendo lo que Dios ama hacer.
v
Cuando ofendo o hiero a otros, la luz
de Cristo en mí se apaga.
v
Puesto que Dios está en mí yo puedo
creer que Él hará lo que sea necesario para mi bien. En Él debo confiar, no en
factores humanos, inseguros por naturaleza.
v
Todos deseamos ser conocidos y hasta
famosos. Eso es humano. Pero antes que nada debemos desear ser conocidos por el
amor que irradia nuestra sonrisa, nuestros ojos, nuestros labios. Si lo
logramos, nos pareceremos a Jesús.
v
Antes de dar limosna debo dar amor
al pobre que extiende la mano, porque eso es quizá lo que más necesita. Al
obrar así obraré como obra Dios.
v
¿Qué quiere Dios de mí? ¿Qué trabaje
y me esfuerce por su causa? No, antes que nada que lo ame.
v
Si la gente percibe el amor de Dios
que vive en ti, serás sin proponértelo un apóstol.
v
Debemos creer que todo en nuestra
vida ha sido dispuesto de antemano expresamente para nuestro bien. ¿Pero cómo
creer eso frente a las pruebas severas que a veces enfrentamos?
v
Dios se alegra de que acudamos a Él
con la confianza del hijo pequeño que sabe que su padre lo escucha.
v
¡Qué gran privilegio, que Dios obre
a través mío, de mi boca, de mis manos, y que la gente sienta su presencia!
v
Dios debería ser el centro de
nuestros pensamientos. Si fuera así, nuestros pensamientos llenos de Dios nos
transformarían y santificarían en poco tiempo.
v
Nada se pierde a los ojos de Dios.
Él recuerda todo lo que le ofrecemos, por pequeño que sea.
v
Cuanto más quiera yo agradar a Dios
en las minucias de la vida, tanto más derramará Él su amor lleno de ternura
sobre mí.
v
Recordar a nuestros amigos
incrédulos al orar es bueno, pero no basta. Interceder por ellos con lágrimas
es mejor.
v
Nosotros somos hijos de Dios a
través de Jesús, el Hijo de Dios. A causa de Él, el Padre nos adoptó como
hijos.
v
Aun los más pequeños o furtivos
pensamientos nobles, o los estados de ánimo de paz, de elevación del espíritu,
han sido inspirados de lo alto. Todo lo bello que pasa por nuestra alma es obra
del Espíritu Santo.
v
Cuando llegue el momento de morir,
¿qué más dará que estemos en un muladar, o en un palacio? Lo que importará en
ese momento no es dónde estemos, sino a dónde vamos.
v
Que haya silencio en nuestro
interior, silencio de recuerdos y pensamientos, es muy difícil, pero es
indispensable para poder oír la voz de Dios, aunque a veces su voz irrumpe pese
a todo el ruido interno y nos habla clarísimo.
v
¿Cómo ver a Jesús en el pobre
antipático, quejoso y mentiroso? Sin embargo, Él está ahí. No lo rechaces ni lo
maltrates. (Mt 25:31-40)
v
Necesitamos desprendernos de todo.
Poseer como si no poseyéramos, comprar como si no compráramos (1Cor 7:30). Sólo
así podremos llenarnos plenamente del amor de Dios, pues de lo contrario, el
sitio estará ocupado.
v Las guerras, el crimen organizado, la violencia, los
atentados cada vez más peligrosos, son obra de Satanás que cada día cobra más
espacio porque el mundo rechaza a Dios. No sólo lo rechaza, sino que lo niega,
y después se queja de lo mal que están las cosas.
v Los peores atentados ocurren hoy día en países llamados
post cristianos, que en el pasado fueron cristianos y enviaron muchísimos
misioneros al mundo pagano, pero que hoy le han dado la espalda a Dios. ¡Cómo
pueden quejarse!
v ¡Cuán cierto es esto! El diablo maneja a su antojo la vida
de muchos, e incluso, a veces, la de los creyentes, si se descuidan. Quizá
alguna vez lo hizo conmigo.
v Nunca me entregaré a Dios de una manera que Él considere
suficiente. Siempre querrá Él más de mí.
v Nunca debemos hacernos eco de calumnias y maledicencias,
porque la reputación del prójimo debe ser sagrada a nuestros ojos. Pero, ¿cuántas
veces habré yo pecado de esa forma repitiendo lo malo que se dice acerca de
otras personas, en especial de figuras públicas? ¿Y cuántas veces lo habrán
hecho otros acerca de mí?
v
Las almas son como flores. Las hay
de todos los colores y formas, y en las combinaciones más diversas. Todas
tienen su encanto y exhalan un perfume a veces intenso. Pero las hay también
marchitas, dobladas, que perdieron sus colores y la esbeltez de sus formas. El hedor
que exhalan es repulsivo.
v Morir a sí mismo es una condición indispensable para unirse
a Jesús y vivir en Él, porque no pueden vivir los dos juntos en el mismo
espacio a la vez. Es Él o yo.
v A veces tomamos decisiones a la ligera, sin darnos cuenta
de que las consecuencias pueden ser profundas y duraderas.
v La presencia del amor de Dios en una persona se manifiesta
en su amabilidad y gentileza, en su paciencia y generosidad, que suelen atraer
inconscientemente a la gente. Su ausencia se manifiesta por las actitudes contrarias,
que provocan rechazo. “Por sus frutos los
conoceréis…” Sin embargo, a unos y otros los ama Jesús. ¿Por qué los ama si
son necios y malos? Porque su amor es sin límites y lo probó al morir por
todos.
v Con la razón se avanza paso a paso. Con el amor se avanza a
saltos.
v Cuando se burlan de nosotros y no nos comprenden nos
parecemos a Cristo que fue incomprendido y objeto de burla. Ése es un
privilegio que no debemos rechazar, sino abrazar agradecidos de parecernos a
Él.
v Todas las luces que recibimos de Dios debemos transmitirlas
a otros, pues para eso nos han sido dadas, no sólo para nuestro propio
beneficio.
v ¿Estoy deseando yo todo el tiempo que venga el reino de
Dios, como nos enseñó Jesús que pidamos en el Padre Nuestro? Me temo que rara
vez pienso en ello, al menos de una manera consciente, tan absorto estoy en lo
presente.
v ¿Cómo puede nadie ser santo si cree ser algo en el reino de
Dios? ¿Si estima que tiene un ministerio importante, o si cree –o se imagina-
que Dios lo ha llamado a grandes cosas? Claro que Dios puede llamar a grandes
cosas a alguien, pero lo hace sólo a los que se creen indignos de ese favor, a
los que están dispuestos a pagar el precio en términos de sacrificio y esfuerzo.
v Cuanto menos nos creamos sinceramente, más recibimos de
Dios. Él abomina la presunción.
v ¿De cuántas maneras podemos traducir el amor que hemos
recibido de Dios en obras y gestos que bendigan a nuestros semejantes? Ya una
sonrisa es bastante, pero no basta, si se me permite la paradoja.
v ¡De cuántas cosas inútiles estamos llenos! Pero no sólo de
las inútiles debemos despojarnos. También debemos hacerlo de las innecesarias y
superfluas, salvo que pensemos que en algún momento pueden sernos útiles. ¡Y
cuántas de nuestras palabras son vanas! Como dice un proverbio: “En las muchas palabras no falta pecado.”
(Pr 10:19).
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al
hombre ganar el mundo si pierde su alma? (Mt 16:26) "Si tú no estás seguro de que cuando
mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón
a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los
pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no
merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte."
#936 (31.07.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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