LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO I
Un Comentario en dos partes de
Apocalipsis 1:1-8
Introducción. El nombre del libro es una transliteración de la palabra griega apokalupsis, que viene del verbo apokalupto, que significa "quitar
lo que cubre o esconde" (de la preposición apo (fuera), y de la palabra kalupto
(cobertura). Traducida generalmente en español como "manifestación"
la palabra apokalupsis designa en las
epístolas a la segunda venida de Cristo (como, por ejemplo, en 1Cor 1:7, 2Ts
1:7, y 1P 1:7,13), aunque también en un caso se refiere a la aparición en los
últimos tiempos del hombre inicuo que viene armado de poder satánico (2Ts
2:8,9).
Este libro levanta el velo que cubría verdades ocultas que de otro modo
permanecerían ignoradas. La intención del libro está en sintonía con el
propósito de toda la Biblia, que no es otro sino revelar a Dios, su amor, su
voluntad, sus designios, que permanecerían ignorados de los hombres si Él no se
hubiera revelado a sí mismo.
Como bien explica J.S. Russell en su tratado "The Parousia", el
libro de Apocalipsis es la expansión alegórica de la profecía dicha por Jesús
en el monte de los Olivos, según puede verse comparando el versículo Mt 24:30:
"Entonces aparecerá la señal
del Hijo del Hombre en el cielo; (a) y entonces
lamentarán todas las tribus de la tierra, (b) y verán al Hijo del Hombre (c)
viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.", con Ap
1:7:
"(c) He aquí que viene con las
nubes, (b) y todo ojo le verá, y los
que le traspasaron; (a) y todos los linajes
de la tierra harán lamentación por Él."
La diferencia entre ambas profecías es que la primera fue pronunciada en
pleno día y estaba dirigida al oído;
mientras que la segunda es una visión, contemplada en estado estático (Ap 1:10),
y está dirigida al ojo.
Notemos, dice A.R. Fausset, que los evangelios hablan de la primera venida
de Cristo; Hechos habla de su venida en el Espíritu Santo; las epístolas
constituyen un comentario de lo anterior, mientras que Apocalipsis habla de su
segunda venida en triunfo y de los acontecimientos que la preceden.
Sin embargo hay quienes, sostienen con argumentos válidos, que el objeto
principal de la revelación, o tema del
libro, es Jesucristo mismo, no los sucesos futuros, pese a que al comienzo del
libro se diga que su propósito es anunciar las cosas que han de suceder pronto
(1:1). Es cierto que Jesucristo aparece constantemente como centro de atención.
Véase, para comenzar, su figura exaltada en 1:12-16. En 5:5 se le presenta como
el león de la tribu de Judá, y enseguida como Cordero inmolado, digno de toda
alabanza (v. 6-13). Más adelante aparece como el triunfante jinete del caballo
blanco (6:2), vestido con ropas teñidas de sangre, cuyo nombre es el
"Verbo de Dios", y también "Rey de Reyes y Señor de
Señores" (19:11- 16). Antes ha aparecido como "Hijo del Hombre"
sentado sobre una nube blanca, con una corona de oro en la cabeza (14:14). Al final
se le ve como la raíz y el linaje de David, y la estrella resplandeciente de la
mañana (22:16). El libro termina con la Nueva Jerusalén descendiendo del cielo
como una esposa engalanada para unirse a su divino Esposo (caps 21 y 22). Eso no
quita la validez de lo que el propio autor enuncia al comienzo como propósito principal
del libro: Anunciar lo que "debe" (dei) suceder pronto, a fin de que sus lectores estén advertidos y preparados.
En opinión de la mayoría de los eruditos el libro fue escrito en la última
década del primer siglo, en los años de la persecución decretada por el
emperador Domiciano. Sin embargo -como señala J.D. Robinson- Juan no habría
escrito que la voz del cielo le ordenó medir con una caña el templo de Jerusalén
y el altar (Ap 11:1,2), si el templo no hubiera estado en ese momento todavía
en pie. Como sabemos, el templo fue destruido por las tropas de Tito el año 70.
Si esa orden tiene algún sentido, el libro debe haber sido escrito antes de esa
fecha, en tiempos de Nerón.
Si se adopta este punto de vista la mayoría de las visiones proféticas de
juicio contenidas en los capítulos 4 al 19 pueden ser fácilmente aplicables a
los acontecimientos tumultuosos ocurridos antes del año 70: La primera
persecución de los cristianos en Roma, ordenada por Nerón (64-68 DC), la desastrosa
guerra de los judíos (67-70 DC), la muerte de Nerón (68 DC), la guerra civil romana
(68-69 DC), y la destrucción de la ciudad santa y su templo, ya mencionadas. Si
se acepta la fecha de composición
posterior, las visiones dejan de ser profecía, y se convierten en historia.
A ello se añade el hecho de que la cifra de la Bestia, 666, (Ap 13:18), es
aplicable al nombre de Nerón Kaiser,
si se le deletrea en el alfabeto hebreo, cuyos valores numéricos son: Nun=50, Dalet=200,
Zayin=6; Nun=50, Qof=100, Samek=60, Dalet=200, que suman 666. Nerón fue, en efecto,
un emperador particularmente desalmado y cruel, aún más que Domiciano.
1:1. "La revelación de
Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben
suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo
Juan".
Ésta es una revelación que hace Jesucristo, en tanto que Mediador, de cosas
que han de suceder pronto y que el Padre
le ha comunicado para que Él las anuncie a sus siervos. Él las manifiesta por
medio de un ángel a su siervo Juan para que él, a su vez, las transmita a sus consiervos
en Cristo, que forman su iglesia. La palabra esémanen, que RV60 traduce aquí como "declaró", indica
que la revelación le fue comunicada a Juan en parte mediante símbolos y
señales, como se verá más adelante.
De hecho la revelación de Jesucristo le viene a Juan por distintos medios:
En Ap 1:11ss la revelación la hace el
mismo Jesús; en 7:13-17 es uno de los veinticuatro ancianos quien le habla a Juan;
en 10:4 es una voz del cielo. Recién en 17:1ss es un ángel propiamente dicho,
como también en 19:9,10.
2. "que ha dado testimonio de
la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha
visto."
Juan da testimonio de la palabra de Dios que ha recibido, es decir, de lo
que Jesús le ha transmitido. El contenido de esta revelación, que él pone por
escrito, comprende no sólo las palabras que Jesús le va a decir, sino también
las cosas que va a ver. La palabra profética está constituida pues, en este
caso, de un lado, por las palabras que él escuche, y de otro, por las visiones
que tenga.
3. "Bienaventurado el que lee,
y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella
escritas (Nota 1); porque el tiempo está cerca." (cf 22:10) (2)
Bienaventurado el que lea (en singular) esta profecía, y bienaventurados
los que la escuchen (en plural) leer por otros; pero, sobre todo, los que no la
oigan inútilmente, sino que guarden lo que la profecía manda y enseña.
Es interesante que se refiera a los que la lean en singular, y a los que
la oigan en plural, lo que parece indicar que los que la oigan serían muchos
más que los que la lean.
Eso apunta al hecho de que era difícil entonces obtener ejemplares de los
libros sagrados -es decir, de los rollos- porque eran caros y muchos eran, por
ese motivo, los que debían contentarse con sólo oír su contenido. Pero también supone
que -siguiendo la costumbre de la sinagoga de leer pasajes de las Escrituras en
sus reuniones (Nh 8:1-3; Lc 4:16,17; Hch 13:15; 15:21), el libro debía leerse
en voz alta cuando se reunieran los cristianos en los días aciagos que precedieron
a la primera persecución desatada por Nerón en los años 60, para fortalecerlos
en su fe y consolarlos.
"Guardar" tiene aquí el sentido de observar, de cumplir, aunque
también de recordar, de tener en cuenta lo que se anuncia, y está a punto de
suceder. Hay un sentido de urgencia en esta revelación. En esta bienaventuranza
hay un eco de las palabras de Jesús en Lc 10:28: “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan."
El vers. 4 y la mitad del vers 5 contienen el saludo que Juan dirige a sus
lectores, semejante al saludo con que se
iniciaban las cartas en esa época. Sólo que este libro no es una carta. El
saludo termina -vers. 5b y 6- en una doxología o alabanza a Jesucristo, que
veremos en el segundo artículo.
4. "Juan, a las siete iglesias
que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de
venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;"
Juan se dirige ahora a las siete iglesias situadas en la provincia
proconsular de Asia (hoy día Turquía Occidental), a las que más adelante va a
enviar cartas, y a las que saluda en la forma acostumbrada, deseándoles gracia
y paz de parte de Jesucristo, (3) de quien se dice tres cosas. Primero, que es actualmente. Es decir
que está tan vivo, o más, de lo que estaba cuando caminaba en la tierra; segundo,
que era, es decir, que vivió como hombre cuando lo conocimos; y tercero, que va
a venir según lo tiene anunciado (literalmente "que está viniendo").
Aquí se repite pues, una vez más, el anuncio de su segunda venida.
Desde otro punto de vista puede decirse que la expresión "el que es, y que era, y que ha de
venir" describe la eterna inmutabilidad del Verbo, que era desde toda
la eternidad, es actualmente, y existirá para siempre. O, según otros, que era
en sus promesas antes de su encarnación; que es ahora Dios manifestado en
carne; y que ha de venir como juez de vivos y muertos. (Mathew Poole).
Por último, véase que esta frase, que es susceptible de muchas y variadas interpretaciones,
contiene una afirmación trinitaria: El que es (el Padre, Ex 3:14); el que era
(el Hijo, Jn 1:1); y el que ha de venir (el Espíritu Santo, Hch 2 en Pentecostés).
En Apocalipsis aparece tres veces la mención de los siete espíritus que
están delante del trono de Dios; que en los vers. 3:1 y 4:5 son llamados "espíritu de Dios". En el
vers. 5:6 se habla de los siete ojos del cordero inmolado, que son los siete espíritus
de Dios que son enviados por toda la tierra. Esto es muy intrigante porque son
seres que no son mencionados en ningún otro lugar del Nuevo y Antiguo
Testamento (salvo en Zc 4:10: "Estos
siete son los ojos de Jehová que recorren toda la tierra.”) y no hay ninguna
explicación acerca del papel que desempeñan. Se suele decir, sin embargo, que
ellos simbolizan al Espíritu Santo que está presente y obra en todas partes,
porque aluden a los siete dones del Espíritu según Is 11:2, de tal modo que en
este versículo 4 y en el siguiente, aparece una vez, más sutilmente mencionada,
la Trinidad, si se tiene en cuenta que "el
que es" es el nombre de Dios Padre que Él se dio a sí mismo en Ex 3:14
("Yo soy el que soy”).
Pero nótese que este nombre triple, que en cierta manera significa
"el Eterno" (presente, pasado y futuro), no es aplicable únicamente a
Dios Padre, porque en el vers. 8 esas palabras están en boca de Jesús ("dice el Señor") unidas a la
frase "Yo soy el Alfa y la
Omega", que comúnmente se refiere a Jesucristo, como también ocurre en
22:13 ("Yo soy el Alfa y la Omega,
el principio y el fin, el primero y el último"). Podemos pues decir que
esta coincidencia nos habla de la unidad que existe entre el Padre y el Hijo. Lo
que se dice de uno puede afirmarse del otro.
Sin embargo, parece obvio que en este caso las palabras "el que es, el que era y el que ha de venir",
aunque sean también aplicables al Verbo, designan primariamente al Padre pues,
como se ve enseguida, el saludo viene de Él y de Jesucristo, así como del
Espíritu Santo, si es que efectivamente los siete espíritus que están delante
del trono de Dios lo representan (Véase 3:1; 4:5; 5:6). (4)
Pero si así fuera ¿qué quiere decir que el Padre ha de venir? ¿En qué sentido
viene Él al final de los tiempos? En el sentido de que Él preside y guía todos
los acontecimientos de la historia y, con mayor motivo, lo que ocurrirá al
final de los tiempos. De otro lado, Jesús mismo dijo: "Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios,
y viniendo en las nubes del cielo." (Mt
26:64; cf I Ts 3:13; Jd 14)
Las siete cartas que contiene están dirigidas cada una a determinada
iglesia, pero dado que se publican juntas, están en realidad destinadas a toda
la Iglesia en su conjunto, es decir, al cuerpo de Cristo de ayer, hoy y siempre
pues, como bien sabemos, siete es el número perfecto que simboliza plenitud.
Son cartas intemporales. Visto de otro modo las siete iglesias representan a
las iglesias locales de todos los tiempos. ¿Por qué ha escogido Juan a esas
siete iglesias cuando había otras iglesias en la provincia romana de Asia que
él sin duda conocía, y que figuran en el libro de los
Hechos, como Colosas, Hierápolis, o Troas? No sabemos, pero posiblemente es
porque él estaba familiarizado con ellas (quizá él las había fundado), y esas iglesias
demostraban tener las virtudes y fallas que él quería abordar.
5a. "y de Jesucristo el testigo
fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra." (5)
Esta frase por sí sola nos da una idea de por qué este libro comienza con
las palabras "la revelación de
Jesucristo". Él es en realidad el personaje central de todo el libro.
A Él se le dan aquí tres títulos:
1) "El testigo fiel",
(es decir, el que da un fiel testimonio) de lo que su Padre le ha revelado para
que lo transmita a los suyos. Él es testigo fiel ante los hombres de las
verdades eternas. Nótese que de la palabra martur
(que significa "testigo") viene nuestra palabra "mártir",
que ha venido a significar "aquel que da su vida para dar testimonio de
Jesucristo" (o eventualmente, por extensión,
por alguna causa noble). Pero Él es el primero que pagó con su vida el
testimonio que dio de su Padre.
2) "El primogénito de entre los
muertos", (cf Col 1:18) esto es, el primer hombre que haya resucitado
para nunca más morir, y ser revestido de un cuerpo incorruptible de gloria en
el cual también, como sabemos, se apareció a sus discípulos. Nótese que si bien
Jesús resucitó a más de una persona, e igual hicieron sus discípulos, y antes
que ellos, los profetas Elias y Elíseo, todos esos hombres que resucitaron
(como Lázaro, por ejemplo) lo hicieron en sus cuerpos mortales, en el que más
tarde volvieron a morir. Es decir, su resurrección no los hizo inmortales, sino
simplemente alargó el tiempo de su vida
en la tierra. Jesús, en cambio, resucitó en un cuerpo glorioso inmortal, y en
una dimensión diferente en la que la muerte no existe.
3) El título de "Soberano" apunta a su realeza divina. Jesús es
el Rey que está por encima de todos los reyes, el "Rey de reyes y Señor de señores." (Ap 19:16; cf 1
Tm6:15).
Notas: 1. Hay siete bienaventuranzas en el libro de Apocalipsis: 1:3; 14:13; 16:15; 19:9;
20:6; 22:7,14.
2. Son siete los lugares del Apocalipsis en que se afirma que lo que se
anuncia va a suceder pronto: 1:3; 3:11;22:6,7,10,12,20. Esta afirmación está
corroborada por las palabras dichas por Jesús al anunciar su segunda venida de
que no pasaría esta generación antes de que todo lo predicho acontezca (Mt
24:34).
3. Como lo hace con frecuencia Pablo (Rm 1:7 1Cor 1:3; Flp 1:2, etc.), y
también Pedro (2P 1:2).
4. En los otros lugares donde este nombre triple aparece, él se refiere inequívocamente
a Dios Padre: 4:8; 11:17; 16:5. En esta última instancia sólo figuran los dos
primeros componentes: "el que eres y
que eras", omitiéndose el tercero.
5. Es interesante observar la presencia constante del número tres en los versículos
introductorios del libro:
Vers. 2. Juan ha dado testimonio: 1) de la palabra de Dios; 2) del
testimonio de Jesucristo; y 3) de las cosas que ha visto.
Vers. 3. Bienaventurado: 1) el que lee; 2) los que oyen; y 3) los que
guardan.
Vers. 4. El nombre de Dios: 1) el que es; 2) el que era; 3) el que ha de
venir.
Vers. 5a. Tres atributos de Jesucristo: 1) testigo fiel; 2) primogénito de
entre los muertos; 3) soberano de los reyes de la tierra.
Amado lector: Jesús
dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar
el mundo si pierde su alma?” Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas
a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te animo a adquirir esa seguridad
porque de ella depende tu destino eterno. Con ese fin te exhorto a arrepentirte
de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una
sencilla oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la
cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé
que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte.”
#893 (09.08.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M.
Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218.
(Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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