LA VIDA Y LA
PALABRA
Por José Belaunde M.
CÓMO SE DEBE PERDONAR AL HERMANO
Un Comentario de Mateo 18:15-22
15. "Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando
tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano."
¿De qué manera puede tu hermano pecar
contra ti? De infinitas maneras. Una sería insultándote, o tratándote sin
consideración. Otra sería tomando algo tuyo sin tu autorización, o pretendiendo
violar tu propiedad; otra sería hablando mal de ti, o calumniándote; y tantas
otras maneras.
Si ése fuere el caso, anda donde él a
solas -porque los testigos sobran en un primer abordaje y para no avergonzarlo-
para que puedas hablarle con confianza, y reclamarle por lo ocurrido. Pero
hazlo de buena manera, sin asperezas, con un tono conciliatorio que no excluya la firmeza,
apoyado en lo que dice Lv 19:17 ("razonarás
con tu prójimo”) en un pasaje que trata de las relaciones con el prójimo,
que prohíbe vengarse y guardar rencor contra “los hijos de tu pueblo”, y que incluye el mandamiento que Jesús
cita, calificándolo como el segundo gran mandamiento de la ley: "Amarás a tu prójimo como a ti
mismo" (Lv 19:18; cf Mt 22:39).
Si él te hiciera caso y te diera la
razón, disculpándose, como dice Jesús, has ganado a tu hermano que estaba a
punto de convertirse en tu enemigo. Y haced las paces.
Pero observemos que, según Jesús,
trastocando los criterios del mundo, no es el ofensor el que debe pedir
disculpas, sino es el ofendido el que debe buscar la reconciliación.
Sin embargo, vale la pena notar que en
la mayoría de manuscritos no figuran las palabras "contra ti", lo que
hace pensar que Jesús podría estarse refiriendo aquí a pecar en términos
generales, no necesariamente a ofensas personales. Eso coincidiría con lo que
expone St 5:19 respecto del que "se ha extraviado de la verdad", es
decir, que ha apostatado de la fe.
16. "Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en
boca de dos o tres testigos conste toda palabra."
Pero si no quiere hacerte caso, ni
darte la razón cuando tú la tienes, entonces ha llegado el momento de que
convoques a una o dos personas
neutrales, para que ellos sean testigos de lo que tú y tu hermano se digan, y
puedan, de paso, ayudarlos a llegar a un
arreglo amistoso. De esa forma ya no será tu palabra contra la suya si
no hay arreglo, sino que será la de dos o tres testigos, incluyéndote a ti, los
que den fe del asunto contra tu hermano.
Al proponer esta fórmula Jesús no está
proponiendo nada nuevo, sino recurriendo a un principio sentado por el
Deuteronomio, según el cual no se puede
acusar en ningún caso a una persona por el testimonio de un solo testigo, sino
que se necesita que lo hagan por lo menos dos o tres. (Dt 17:6; 19:15).
Notemos que el procedimiento propuesto
por Jesús, sobre la base de un sabio principio deuteronómico, puede aplicarse
con provecho a faltas, o pecados, en sentido general que ofenden a la moral pública, o que sean contrarias a una conducta recta
y, con mayor motivo, a pecados cometidos contra Dios y al honor debido a su
nombre, no exclusivamente a ofensas personales.
¿Es aplicable este principio en nuestros
días -en que la legislación es tan complicada- a las relaciones interpersonales,
o a las infracciones contra la sociedad?
No estoy seguro, salvo en los procedimientos de conciliación, o de arbitraje,
que se han instaurado en muchos países como etapa previa antes de pasar a la
etapa judicial, o para evitar hacerlo, y ahorrarse todos los costos de tiempo y
dinero que eso significa. (Nota 1)
17. "Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia,
tenle por gentil y publicano".
Finalmente, si el ofensor no hace caso
de los conciliadores de buena voluntad,
Jesús propone que el asunto se someta a la iglesia, para que sea ella como
cuerpo, representada por sus cabezas, la que decida en la queja o contienda y si
se llegara al extremo de que el ofensor tampoco hace caso de la iglesia,
entonces se le tenga por un pagano o publicano, es decir, por alguien con quien
nadie quisiera tener trato, lo que
implica excluirlo también de la iglesia. Esta decisión de exclusión es algo que
Pablo también permite en algunos casos extremos (1 Cor 5:3-5), llegando a señalar
que ni siquiera se coma con el ofensor (1Cor
5:11).
Es notable en este caso que Jesús no
diga que el ofensor recalcitrante debe ser denunciado ante la Sinagoga, que
intervenía en estos asuntos en su tiempo, sino que manda expresamente que el asunto sea sometido a la iglesia ¡que todavía
como tal no existía! pero que Él estaba llamando a la existencia al anunciar que
la edificaría (Mt 16:18).
Es también muy interesante el hecho de
que en situaciones de ofensas personales, o de violación de derechos, Jesús no
aconseje presentar (figuradamente) la otra mejilla al que ofendió, sino buscar una solución justa a través de la comunidad
como cuerpo constituido. El motivo es, sin duda que, más allá de las
motivaciones personales, el sentido de la justicia debe prevalecer. Sin
justicia la sociedad humana no puede subsistir. La justicia es uno de sus
pilares. Jesús en su pasión, cuando estaba delante del sumo sacerdote Anás y
fue golpeado fuertemente en la mejilla por un alguacil, no le presentó mansamente
la otra mejilla al esbirro para que lo golpeara nuevamente, sino protestó:
"Si he hablado mal, testifica en qué
está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?" (Juan 18:23). De otro
lado, Él se negó a responder a todas las acusaciones que presentaban falsos
testigos contra Él.
Jesús concluye su enseñanza sobre este
punto diciendo: "Si no los oyere a
ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano."
Es decir, obedeciendo a la decisión que ha tomado la iglesia al respecto, tú
tenlo por alguien con quien no quieras tener arte ni parte, un hombre del
mundo, no un cristiano.
Esta palabra nos pone delante de una
conclusión obvia: El cristiano, el miembro de una iglesia, tiene la obligación
de someterse a las decisiones de ésta. Y si creyere que por serias razones de
conciencia no puede hacerlo, debe apartarse de ella.
18. "De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo;
y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo."
Jesús repite aquí la promesa que le hizo
a Pedro cuando le entregó las llaves del reino de los cielos (Mt 16:19);
promesa que ahora hace extensiva no sólo a todos los apóstoles, sino a la
iglesia entera simbolizada por ellos.
"Todo
lo que atéis...". En el simbolismo judío de su tiempo,
atar es prohibir y desatar es permitir. Esta autoridad abarca todas las decisiones
y acciones que la iglesia puede tomar acerca de las personas, así como respecto
de los asuntos más diversos, incluyendo
los económicos.
Interesante es que esta vez haga como
introducción a esas palabras una afirmación solemne: "De cierto os digo..." como diciendo: tengamos esto muy en
cuenta. Ésta es una potestad que yo, como cabeza de la iglesia, doy a los que
la dirigen en la tierra. Yo avalo todo lo que vosotros permitáis, así como todo
lo que vosotros prohibáis. Tenéis autoridad para ello, una autoridad que procede
de mí.
Con esas palabras Jesús ha dado a la
iglesia una autoridad muy grande en asuntos graves de gobierno, por lo que
podemos también estar seguros, aunque no lo diga aquí, que Él pedirá a la
iglesia una cuenta severa de cómo usó esa autoridad. No es algo que pueda ser tomado
a la ligera, porque cuanto mayor es la autoridad, mayor es la responsabilidad.
Pero esta delegación de autoridad lleva la promesa implícita de que la iglesia
contará con la asistencia del Espíritu Santo para ejercerla.
19,20. "Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en
la tierra acerca del cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre
que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos."
Una muestra de la gran unidad que existe
entre Cristo y su iglesia, entre Cristo y sus discípulos, entre Cristo y sus
seguidores, es esta promesa de Jesús sobre el poder de la oración. Basta que
dos o tres creyentes se pongan de acuerdo sobre cualquier cosa que quieran
pedirle al Padre, para que Él lo haga.
Pero muchos se dirán: ¿Ocurre eso en
la realidad? Porque muchas veces le hemos pedido algo a Dios poniéndonos de
acuerdo dos o tres personas al orar, y no se nos ha sido concedido. ¿Es ésta
una promesa vana, o una promesa exagerada en la práctica? ¿Accede Dios tan fácilmente
a nuestras peticiones?
La condición que pone Jesús para que
esta promesa se cumpla está claramente expuesta en seguida: Que esos dos o tres
que piden estén reunidos en su Nombre, porque cuando eso suceda, Él estará en
medio de ellos. Esto es, ya no serán ellos solos los que oren, sino
Jesús mismo lo hará con ellos: Yo haré
mía su petición. Estas palabras resaltan
una realidad espiritual que excede en mucho al mero hecho de orar o pedir: Que
donde quiera y cuando quiera que estén reunidos en su Nombre dos o más
discípulos suyos, Él estará presente con ellos.
En otras palabras: Nosotros podemos
invocar la presencia de Jesús en medio nuestro con tan sólo reunimos en Nombre
suyo. Jesús está en todas partes, porque Él es Dios y lo llena todo, pero lo
está de una manera especial y personal cuando dos o tres, o más personas,
invocan su presencia. ¿Somos conscientes de esta maravillosa verdad? Donde
quiera que yo me reúna con un cristiano,
hombre o mujer, amigo o pariente, Él está en medio nuestro como lo estaba en
medio de sus discípulos cuando andaba y conversaba con ellos en Galilea. Si
tuviéramos fe suficiente podríamos, por así decirlo, tocar sus vestidos, sentir
su aliento.
De otro lado, es obvio que Jesús no
puede hacer suya una petición nuestra que no sea conforme a la voluntad de Dios,
por mucho que nos reunamos en su nombre para orar. Véase al respecto Jn 5:14,15: "Y esta es la confianza que tenemos en Él,
que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, Él no oye. Y si sabemos que Él
nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que
le hayamos hecho."
21,22. "Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré
a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta
setenta veces siete." (2)
Los versículos 18 al 20, importantes como
son, son casi como un paréntesis insertado en medio del tema del perdón.
Mateo retoma ese tema indicándonos una
preocupación que ha quedado en la mente de sus discípulos y que, como de costumbre,
Pedro expresa: ¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano que me ofenda? ¿Hasta
siete veces? Siete es un número que, como sabemos, tiene una significación simbólica,
y establece también un límite.
La respuesta de Jesús implica que no
hay límites al perdón, porque eso es lo que la cifra de setenta veces siete, es
decir, cuatrocientos noventa, significa en este contexto. (3).
Nunca te canses de perdonar a tu
prójimo. Debes perdonarlo tantas veces como tu Padre celestial está dispuesto a
perdonarte a ti, cuando te arrepientes y le pides perdón. ¿Pone Dios un límite
al perdón que Él continua y gratuitamente nos ofrece? No. Entonces tú tampoco
lo hagas. Si quieres ser perfecto como tu Padre que está en los cielos es perfecto
(Mt 5:48), tampoco debes poner límite tú al número de veces que perdones a tu
hermano.
Para ilustrar su pensamiento Jesús
recurre, como era su costumbre, a narrar una parábola que veremos en el
siguiente artículo.
Notas: 1. El
principio deuteronómico de dos o tres testigos puede ser el motivo por el cual
gran número de hechos, palabras, o actos de Jesús, suelen tener tres testigos
(es decir, pasajes) en los evangelios sinópticos que los sustentan. Por
ejemplo, las tres tentaciones de Jesús están en Mr 1:12,18; Mt 4:1-11 y Lc
4:1-13. O el llamado a los cuatro pescadores para que se conviertan en pescadores
de hombres, que está en Mr 1:16-20; Mt 4: 18-22 y Lc 5: 1-11. O la curación de
la suegra de Pedro, que está en Mr 1:29-34; Mt 8:14-17 y Lc 4:38-41, por citar
algunos ejemplos. Algunos episodios están narrados en sólo dos evangelios sinópticos,
y otros, dada su importancia, están narrados en los cuatro evangelios, como la
negación de Pedro y la crucifixión.
2. En Lc 17:3,4 la
respuesta de Jesús es ligeramente diferente, aunque el sentido es el mismo: perdónalo
siete veces cada día si es necesario.
3. Al decir setenta veces
siete Jesús está citando una locución bíblica que se remonta a los inicios del
Génesis (4:24). En esa ocasión Lamec dice que él se vengará setenta veces siete
por las ofensas que reciba. Aquí, en cambio, Jesús insta a sus discípulos a
perdonar igual número de veces al hermano. Es interesante notar que, según el
judaísmo rabínico (Talmud de Babilonia), el hombre está obligado a perdonar
sólo tres veces a su prójimo, lo que tendría cierto apoyo en Am 1:3,6,9,11,
etc. Su espíritu práctico pone un límite a la ilimitada caridad cristiana.
Amado lector: yo te exhorto a arrepentirte
de todos tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la
siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a
expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los
míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque
te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo
ofreces gratuitamente y sin merecerlo.
Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo
el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#883 (31.05.15). Depósito Legal
#2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución # 003694-2004/OSD INDECOPI)
2 comentarios:
Buen comentario, me gustó mucho, y me enseñó cosas que no sabia
Todo empezó con pequeños malentendidos, después de los cuales me dijo que sería bueno tomarnos un descanso, lo que creo que terminó en una ruptura. Ya no me busca. Esto me trajo tristeza porque estamos juntos desde la secundaria y él fue mi primer y único amor. Busqué ayuda en todas partes en Internet y luego vi a muchas personas publicando comentarios de testimonios sobre el Dr. Sunny. Obtuve su contacto a través de uno de los comentarios y hablé con él sobre mi situación y me explicó el proceso de reconciliación y cómo me ayudará a reconciliarme con él en tres días. Ha pasado exactamente un mes desde que me comuniqué con él y todo ha sido perfecto y tuve que enviar este mensaje porque se merece todas las buenas palabras por ayudarme. Dejo su contacto aquí con toda honestidad Correo electrónico: drsunnydsolution1@gmail.com o contáctelo en Whatsapp +2348082943805
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