Por José Belaunde M.
UN COMENTARIO DEL SALMO 27:1-6
Este salmo, atribuido al rey David, es uno de los más populares del Salterio. Podría ser dividido en dos poemas que podrían subsistir independientemente el uno del otro, completos en sí mismos, con contenidos afines es cierto, pero diferentes. El primero estaría formado por los versículos del 1 al 6; el segundo por los versículos del 7 al 12. El primero es un salmo de victoria; el segundo, es uno de súplica en que se pide por aquellas cosas que en el primero se dan por recibidas. Los dos últimos versículos son una reafirmación de fe en Dios y una exhortación a confiar en Él (Nota 1).
El paralelismo sinónimo juega un importante papel en la construcción de los versículos 1, 3 y 5 de la primera parte.
1. “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién debo atemorizarme?"
El salmo empieza con una afirmación argumentada de confianza en Dios. Dios es la luz que ilumina mis pasos, como cuando caminamos en un túnel oscuro sin saber cuándo terminará, y de pronto vemos una luz que anuncia el final del túnel y la ansiada salida, es decir, la salvación que esperamos (Is 58:8ª). O como cuando uno camina a oscuras por un sendero escarpado y sólo tiene una lámpara que alumbre dónde poner el pie y lo libre de caer en el precipicio (Sal 18:28; Mq 7:8).
Si yo puedo contar con Dios en esta clase de situaciones angustiantes ¿por qué he de temer a persona alguna, aún en situaciones de mayor peligro? ¿Por qué he de temer lo que nadie quiera hacerme si Dios es quien me protege?
El salmista ha hablado de luz y de vida. El Prólogo del Evangelio de Juan dice sobre el Verbo: “En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres.” (Jn 1:4; cf Jn 8:12). En la literatura sapiencial de la Biblia los conceptos de luz y vida están con frecuencia íntimamente unidos. El Salmo 36:9 dice: “Contigo está la fuente de la vida; en tu luz veremos luz.” (cf Sal 56:13; Jb 3:20) Toda luz que pueda poseer el hombre en su alma, o en su inteligencia, procede de Dios. Es Él quien nos da el conocimiento de sí mismo, la más valiosa de todas las ciencias.
La segunda línea del versículo expresa en paralelismo sinónimo un pensamiento semejante al de la primera. Si Dios es quien sustenta mi vida, si Él es la roca de mi salvación, ¿quién puede hacerme daño? Como escribe Pablo: “Y si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rm 8:31).
La palabra “fortaleza” evoca varios conceptos afines en la cultura israelita que, como en todos los pueblos de esa época, era esencialmente guerrera. De un lado, fortaleza es el bastión alto amurallado donde se está a salvo de los ataques del enemigo. Esa imagen expresa muy bien lo que Dios es para nosotros: el refugio seguro al cual podemos acudir cuando el enemigo nos acorrala.
De otro lado, fortaleza es sinónimo de fuerza y vigor. Dios es la fuerza que sostiene mi vida, que sustenta mi cuerpo y mi alma. No hay nadie que pueda ir contra Él. Por eso yo puedo poner mi confianza ciega en Él.
2. “Cuando su juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mi carne, ellos tropezaron y cayeron.”
El salmista evoca una situación de extremo peligro por la que él ha pasado, y que muestra cómo Dios es realmente su fortaleza y su salvación (Sal 17:1,2). Dice que sus enemigos malignos se juntaron para acabar con él y destruirlo con sus calumnias y acusaciones maliciosas, pero no lograron su propósito, sino que al contrario, ellos corrieron la suerte que querían que se abatiera sobre él. (Nota 2).
Nótese que también puede darse una interpretación espiritual a este versículo, pues muchas veces hemos sido acosados por tentaciones de todo tipo, a las que éramos proclives de caer; o hemos padecido de una angustia terrible que no tenía un origen material, sino de otro orden, espiritual o afectivo, y que nos destruía internamente. Pero de una u otra situación el Señor nos ha librado. Por eso David puede decir con plena confianza, y nosotros con él:
3. “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.”
Siendo David un rey guerrero, que había dedicado buena parte de su vida a librar y ganar batallas, es natural que las imágenes que emplee sean de guerra (Nota 3).
Los ejércitos de entonces, como los de ahora, en el curso de sus campañas estacionaban sus tropas cerca o rodeando el objetivo por conquistar. David asegura que, cualquiera que sea el peligro de asedio que lo amenace, él no tendrá temor alguno, sino que permanecerá confiado en la ayuda que el Señor quiera proporcionarle, que será más que suficiente para librarlo.
Durante su larga carrera como líder militar y como soberano, David tuvo que enfrentar no sólo a ejércitos enemigos, sino también a intrigas en su entorno, incluso provenientes de los miembros de su familia, o de sus consejeros, que eran rivales entre sí. Pero él sabía, porque lo había experimentado muchas veces, que en todas esas situaciones adversas Dios estuvo cerca para librarlo. Fue él quien en otro salmo había escrito: “En Dios he confiado; no temeré lo que pueda hacerme el hombre.” (Sal 56:11). ¡Cuántas veces nos hemos encontrado en situaciones de peligro, o hemos enfrentado graves dificultades! Si para Dios no hay nada imposible, no hay situación por adversa que sea, de la que Él no nos pueda librar.
Enseguida David cambia de tema para expresar su aspiración más profunda, la cual debería ser también la nuestra:
4. “Una cosa he demandado al Señor, ésta buscaré; que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para inquirir en su templo.” (Nota 4)
Una sola cosa pide al Señor, una sola cosa anhela: estar en la casa de Dios, es decir, en su santuario, donde está su presencia, todos los días de su vida y vivir en comunión con Él (Sal 23:6). No en vano busca él eso porque donde está la presencia del Señor tenemos gozo, tenemos paz, y nos sentimos seguros.
¿A que hermosura del Señor se refiere él? ¿Qué hermosura suya desea contemplar con tanto afán? Posiblemente está pensando en los fastos del culto, con los sacerdotes engalanados para las ceremonias, con sus más bellas y más suntuosas vestiduras, en medio del humo perfumado del incienso que se eleva a las alturas, y del olor de la carne quemada sacrificada en holocausto.
La solemnidad de las ceremonias ha ejercido siempre una gran atracción sobre la sensibilidad religiosa de los piadosos, y ha elevado su espíritu a la contemplación de Dios. Por eso Dios mismo las prescribe en muchos pasajes de las Escrituras (Lv 23, por ejemplo).
Pero él añade además: “para inquirir”. Esto es, para averiguar la voluntad de Dios acerca de uno mismo, o sobre algún asunto específico. Es sabido que en aquella época la gente iba a hacer consultas al templo, que les eran respondidas por medio del urim y del tumim, que el sumo sacerdote llevaba en su pectoral (Nm 27:21). No se sabe exactamente en qué consistían estos objetos y cómo se empleaban, pero su uso fue prescrito por Moisés (Ex 28:30).
También solía la gente consultar la voluntad de Dios a través de profetas (1Sm 9:9), como en el caso frecuente de los que iban a buscar a Jeremías, por ejemplo (Jr 21:2). Pero ¿por qué no podrían hacerlo también buscando cada uno directamente la voz de Dios? En esa época eso era menos factible, porque aún no había descendido sobre la congregación el Espíritu Santo (como lo haría en Pentecostés), sino descendía sólo sobre algunos individuos escogidos, profetas y personas ungidas.
Naturalmente también puede interpretarse figuradamente el estar, o habitar en la casa de Dios, en el sentido de vivir constantemente en su presencia, donde quiera que uno esté, dado que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1Cor 3:16). Visto de esa manera, lo que el salmista anhela es ser permanentemente conciente de que Dios está en todas partes, y que su presencia nos envuelve, porque “en Él vivimos, nos movemos y existimos.” (Hch 17:28). Entonces nosotros podemos realmente contemplar en el espíritu la hermosura de Dios, gozarnos en Él, y aprender más acerca de Él, de nosotros mismos y del mundo, porque Él se revela cuando lo buscamos en la cámara secreta de nuestro corazón, y nos habla cuando aguzamos nuestros oídos espirituales para escuchar su voz.
Desde la perspectiva de Cristo, nosotros deseamos contemplar la hermosura del Señor para ser transformados de gloria en gloria en su misma imagen (2Cor 3:18), como adelanto de lo que seremos algún día plenamente en el cielo.
5. “Porque Él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto.” (Nota 5).
El salmista vuelve al tema de los peligros que lo asedian “en el día del mal”, (o en el “tiempo de tribulación”, según otras versiones). Ese puede ser el día en que las acechanzas de sus enemigos que lo rodean amenacen alcanzar la victoria, o pongan en peligro su vida. O pudiera tratarse simplemente de los peligros externos comunes de la guerra, o de motines, o de ataques de la enfermedad. Frente a todas las clases de peligros a los que está expuesto, David permanece confiado en que el Señor lo guardará escondiéndolo de sus adversarios, y que luego lo pondrá en alto, es decir, fuera del alcance de sus enemigos visibles o invisibles, físicos o espirituales.
La frase “en lo reservado de su morada” se refiere a la antigua costumbre según la cual los perseguidos en Israel se refugiaban en el tabernáculo, abrazándose a los cuernos del altar, donde se consideraban seguros, pues era un sitio sagrado, tal como hizo Joab cuando Salomón subió al trono, una vez muerto David. Pero no le sirvió de nada porque el joven rey igual lo mandó matar sin consideración al lugar donde estaba (1R 2:28-34).
Sabemos, por la historia de su vida que, aun siendo rey, y ya consolidado su poder –pero con mayor razón antes de eso- David fue el blanco de ataques y de confabulaciones en contra suya, siendo la más grave de todas la sublevación de su hijo Absalón, que casi lo destrona, y que lo forzó a huir derrotado y humillado de su capital, Jerusalén (2Sm 15:13-30).
Sin embargo, él canta en el versículo siguiente:
6. “Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré salmos a Jehová.”
Pasado el momento crítico y la terrible prueba por la que atraviesa, él podrá, por la gracia de Dios, levantar la cabeza y cantar victoria (Sal 3:4. Nota 6). Entonces, ¡con cuánto mayor motivo podrá él ofrecer en el tabernáculo sacrificios de júbilo al Dios que nunca falla y que nunca abandona a los que ponen su confianza en Él! Entonces elevará su voz y cantará alabanzas a su Señor, acompañándose con la cítara que él tocaba diestramente.
En el pasado Dios levantó la cabeza del salmista sobre la de sus enemigos, dándole la victoria sobre los que buscaban desviarlo del recto camino y hacerlo caer en pecado. Este salmo es por ese motivo un escudo eficaz contra las tentaciones.
Éste, como varios otros salmos de David, surgió de su experiencia victoriosa de haber confiado en Dios en momentos de peligro, y de vivir cerca de Él. Él pudo comprobar en esas ocasiones que no hay apoyo ni ejército humano que pueda dar una seguridad comparable a la que Dios ofrece. Por eso él se prepara desde ya a ofrecer sacrificios de acción de gracias y alabanza jubilosa a Dios por la liberación que está seguro vendrá muy pronto. ¿Seremos nosotros capaces de mostrar una confianza semejante en Dios en nuestros momentos difíciles? Que el ejemplo de David nos anime. (Continuará).
Notas: 1. No es improbable que ambas partes constituyeran originalmente dos salmos separados que por algún motivo fueron unidos.
2. “Devorar o comer carne” es una expresión idiomática hebrea que significa “hablar mal de alguien” (Dn 3:8).
3. Véase por ejemplo el salmo 144:1 “Bendito sea Jehová, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra.”.
4. Según la Septuaginta este salmo fue compuesto por David antes de subir al trono (cuando huía de Saúl), y expresaría, por tanto, su nostalgia al verse alejado del tabernáculo, donde se alojaba el arca del pacto. Según otros comentaristas, sin embargo, los vers. 4 y 5, que expresan una fuerte nostalgia por el templo de Jerusalén, serían un indicio de que el salmo habría sido escrito en realidad por un sacerdote o levita, que se veía alejado temporalmente del santuario.
5. En este versículo el salmista repite tres veces la misma idea en forma diferente: “Me esconderá…”, “Me ocultará…”, “Me pondrá en alto…”. La reiteración es aquí una afirmación de confianza sin límites en la protección de Dios.
6. En el pasado a los vencidos se les obligaba a caminar con la cabeza baja como señal de su derrota. Las personas deprimidas, o que sufren de una grave pena, suelen también caminar agachada la cabeza.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y entregándole tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#694 (25.09.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
Este salmo, atribuido al rey David, es uno de los más populares del Salterio. Podría ser dividido en dos poemas que podrían subsistir independientemente el uno del otro, completos en sí mismos, con contenidos afines es cierto, pero diferentes. El primero estaría formado por los versículos del 1 al 6; el segundo por los versículos del 7 al 12. El primero es un salmo de victoria; el segundo, es uno de súplica en que se pide por aquellas cosas que en el primero se dan por recibidas. Los dos últimos versículos son una reafirmación de fe en Dios y una exhortación a confiar en Él (Nota 1).
El paralelismo sinónimo juega un importante papel en la construcción de los versículos 1, 3 y 5 de la primera parte.
1. “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién debo atemorizarme?"
El salmo empieza con una afirmación argumentada de confianza en Dios. Dios es la luz que ilumina mis pasos, como cuando caminamos en un túnel oscuro sin saber cuándo terminará, y de pronto vemos una luz que anuncia el final del túnel y la ansiada salida, es decir, la salvación que esperamos (Is 58:8ª). O como cuando uno camina a oscuras por un sendero escarpado y sólo tiene una lámpara que alumbre dónde poner el pie y lo libre de caer en el precipicio (Sal 18:28; Mq 7:8).
Si yo puedo contar con Dios en esta clase de situaciones angustiantes ¿por qué he de temer a persona alguna, aún en situaciones de mayor peligro? ¿Por qué he de temer lo que nadie quiera hacerme si Dios es quien me protege?
El salmista ha hablado de luz y de vida. El Prólogo del Evangelio de Juan dice sobre el Verbo: “En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres.” (Jn 1:4; cf Jn 8:12). En la literatura sapiencial de la Biblia los conceptos de luz y vida están con frecuencia íntimamente unidos. El Salmo 36:9 dice: “Contigo está la fuente de la vida; en tu luz veremos luz.” (cf Sal 56:13; Jb 3:20) Toda luz que pueda poseer el hombre en su alma, o en su inteligencia, procede de Dios. Es Él quien nos da el conocimiento de sí mismo, la más valiosa de todas las ciencias.
La segunda línea del versículo expresa en paralelismo sinónimo un pensamiento semejante al de la primera. Si Dios es quien sustenta mi vida, si Él es la roca de mi salvación, ¿quién puede hacerme daño? Como escribe Pablo: “Y si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rm 8:31).
La palabra “fortaleza” evoca varios conceptos afines en la cultura israelita que, como en todos los pueblos de esa época, era esencialmente guerrera. De un lado, fortaleza es el bastión alto amurallado donde se está a salvo de los ataques del enemigo. Esa imagen expresa muy bien lo que Dios es para nosotros: el refugio seguro al cual podemos acudir cuando el enemigo nos acorrala.
De otro lado, fortaleza es sinónimo de fuerza y vigor. Dios es la fuerza que sostiene mi vida, que sustenta mi cuerpo y mi alma. No hay nadie que pueda ir contra Él. Por eso yo puedo poner mi confianza ciega en Él.
2. “Cuando su juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mi carne, ellos tropezaron y cayeron.”
El salmista evoca una situación de extremo peligro por la que él ha pasado, y que muestra cómo Dios es realmente su fortaleza y su salvación (Sal 17:1,2). Dice que sus enemigos malignos se juntaron para acabar con él y destruirlo con sus calumnias y acusaciones maliciosas, pero no lograron su propósito, sino que al contrario, ellos corrieron la suerte que querían que se abatiera sobre él. (Nota 2).
Nótese que también puede darse una interpretación espiritual a este versículo, pues muchas veces hemos sido acosados por tentaciones de todo tipo, a las que éramos proclives de caer; o hemos padecido de una angustia terrible que no tenía un origen material, sino de otro orden, espiritual o afectivo, y que nos destruía internamente. Pero de una u otra situación el Señor nos ha librado. Por eso David puede decir con plena confianza, y nosotros con él:
3. “Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado.”
Siendo David un rey guerrero, que había dedicado buena parte de su vida a librar y ganar batallas, es natural que las imágenes que emplee sean de guerra (Nota 3).
Los ejércitos de entonces, como los de ahora, en el curso de sus campañas estacionaban sus tropas cerca o rodeando el objetivo por conquistar. David asegura que, cualquiera que sea el peligro de asedio que lo amenace, él no tendrá temor alguno, sino que permanecerá confiado en la ayuda que el Señor quiera proporcionarle, que será más que suficiente para librarlo.
Durante su larga carrera como líder militar y como soberano, David tuvo que enfrentar no sólo a ejércitos enemigos, sino también a intrigas en su entorno, incluso provenientes de los miembros de su familia, o de sus consejeros, que eran rivales entre sí. Pero él sabía, porque lo había experimentado muchas veces, que en todas esas situaciones adversas Dios estuvo cerca para librarlo. Fue él quien en otro salmo había escrito: “En Dios he confiado; no temeré lo que pueda hacerme el hombre.” (Sal 56:11). ¡Cuántas veces nos hemos encontrado en situaciones de peligro, o hemos enfrentado graves dificultades! Si para Dios no hay nada imposible, no hay situación por adversa que sea, de la que Él no nos pueda librar.
Enseguida David cambia de tema para expresar su aspiración más profunda, la cual debería ser también la nuestra:
4. “Una cosa he demandado al Señor, ésta buscaré; que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para inquirir en su templo.” (Nota 4)
Una sola cosa pide al Señor, una sola cosa anhela: estar en la casa de Dios, es decir, en su santuario, donde está su presencia, todos los días de su vida y vivir en comunión con Él (Sal 23:6). No en vano busca él eso porque donde está la presencia del Señor tenemos gozo, tenemos paz, y nos sentimos seguros.
¿A que hermosura del Señor se refiere él? ¿Qué hermosura suya desea contemplar con tanto afán? Posiblemente está pensando en los fastos del culto, con los sacerdotes engalanados para las ceremonias, con sus más bellas y más suntuosas vestiduras, en medio del humo perfumado del incienso que se eleva a las alturas, y del olor de la carne quemada sacrificada en holocausto.
La solemnidad de las ceremonias ha ejercido siempre una gran atracción sobre la sensibilidad religiosa de los piadosos, y ha elevado su espíritu a la contemplación de Dios. Por eso Dios mismo las prescribe en muchos pasajes de las Escrituras (Lv 23, por ejemplo).
Pero él añade además: “para inquirir”. Esto es, para averiguar la voluntad de Dios acerca de uno mismo, o sobre algún asunto específico. Es sabido que en aquella época la gente iba a hacer consultas al templo, que les eran respondidas por medio del urim y del tumim, que el sumo sacerdote llevaba en su pectoral (Nm 27:21). No se sabe exactamente en qué consistían estos objetos y cómo se empleaban, pero su uso fue prescrito por Moisés (Ex 28:30).
También solía la gente consultar la voluntad de Dios a través de profetas (1Sm 9:9), como en el caso frecuente de los que iban a buscar a Jeremías, por ejemplo (Jr 21:2). Pero ¿por qué no podrían hacerlo también buscando cada uno directamente la voz de Dios? En esa época eso era menos factible, porque aún no había descendido sobre la congregación el Espíritu Santo (como lo haría en Pentecostés), sino descendía sólo sobre algunos individuos escogidos, profetas y personas ungidas.
Naturalmente también puede interpretarse figuradamente el estar, o habitar en la casa de Dios, en el sentido de vivir constantemente en su presencia, donde quiera que uno esté, dado que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1Cor 3:16). Visto de esa manera, lo que el salmista anhela es ser permanentemente conciente de que Dios está en todas partes, y que su presencia nos envuelve, porque “en Él vivimos, nos movemos y existimos.” (Hch 17:28). Entonces nosotros podemos realmente contemplar en el espíritu la hermosura de Dios, gozarnos en Él, y aprender más acerca de Él, de nosotros mismos y del mundo, porque Él se revela cuando lo buscamos en la cámara secreta de nuestro corazón, y nos habla cuando aguzamos nuestros oídos espirituales para escuchar su voz.
Desde la perspectiva de Cristo, nosotros deseamos contemplar la hermosura del Señor para ser transformados de gloria en gloria en su misma imagen (2Cor 3:18), como adelanto de lo que seremos algún día plenamente en el cielo.
5. “Porque Él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto.” (Nota 5).
El salmista vuelve al tema de los peligros que lo asedian “en el día del mal”, (o en el “tiempo de tribulación”, según otras versiones). Ese puede ser el día en que las acechanzas de sus enemigos que lo rodean amenacen alcanzar la victoria, o pongan en peligro su vida. O pudiera tratarse simplemente de los peligros externos comunes de la guerra, o de motines, o de ataques de la enfermedad. Frente a todas las clases de peligros a los que está expuesto, David permanece confiado en que el Señor lo guardará escondiéndolo de sus adversarios, y que luego lo pondrá en alto, es decir, fuera del alcance de sus enemigos visibles o invisibles, físicos o espirituales.
La frase “en lo reservado de su morada” se refiere a la antigua costumbre según la cual los perseguidos en Israel se refugiaban en el tabernáculo, abrazándose a los cuernos del altar, donde se consideraban seguros, pues era un sitio sagrado, tal como hizo Joab cuando Salomón subió al trono, una vez muerto David. Pero no le sirvió de nada porque el joven rey igual lo mandó matar sin consideración al lugar donde estaba (1R 2:28-34).
Sabemos, por la historia de su vida que, aun siendo rey, y ya consolidado su poder –pero con mayor razón antes de eso- David fue el blanco de ataques y de confabulaciones en contra suya, siendo la más grave de todas la sublevación de su hijo Absalón, que casi lo destrona, y que lo forzó a huir derrotado y humillado de su capital, Jerusalén (2Sm 15:13-30).
Sin embargo, él canta en el versículo siguiente:
6. “Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré salmos a Jehová.”
Pasado el momento crítico y la terrible prueba por la que atraviesa, él podrá, por la gracia de Dios, levantar la cabeza y cantar victoria (Sal 3:4. Nota 6). Entonces, ¡con cuánto mayor motivo podrá él ofrecer en el tabernáculo sacrificios de júbilo al Dios que nunca falla y que nunca abandona a los que ponen su confianza en Él! Entonces elevará su voz y cantará alabanzas a su Señor, acompañándose con la cítara que él tocaba diestramente.
En el pasado Dios levantó la cabeza del salmista sobre la de sus enemigos, dándole la victoria sobre los que buscaban desviarlo del recto camino y hacerlo caer en pecado. Este salmo es por ese motivo un escudo eficaz contra las tentaciones.
Éste, como varios otros salmos de David, surgió de su experiencia victoriosa de haber confiado en Dios en momentos de peligro, y de vivir cerca de Él. Él pudo comprobar en esas ocasiones que no hay apoyo ni ejército humano que pueda dar una seguridad comparable a la que Dios ofrece. Por eso él se prepara desde ya a ofrecer sacrificios de acción de gracias y alabanza jubilosa a Dios por la liberación que está seguro vendrá muy pronto. ¿Seremos nosotros capaces de mostrar una confianza semejante en Dios en nuestros momentos difíciles? Que el ejemplo de David nos anime. (Continuará).
Notas: 1. No es improbable que ambas partes constituyeran originalmente dos salmos separados que por algún motivo fueron unidos.
2. “Devorar o comer carne” es una expresión idiomática hebrea que significa “hablar mal de alguien” (Dn 3:8).
3. Véase por ejemplo el salmo 144:1 “Bendito sea Jehová, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, y mis dedos para la guerra.”.
4. Según la Septuaginta este salmo fue compuesto por David antes de subir al trono (cuando huía de Saúl), y expresaría, por tanto, su nostalgia al verse alejado del tabernáculo, donde se alojaba el arca del pacto. Según otros comentaristas, sin embargo, los vers. 4 y 5, que expresan una fuerte nostalgia por el templo de Jerusalén, serían un indicio de que el salmo habría sido escrito en realidad por un sacerdote o levita, que se veía alejado temporalmente del santuario.
5. En este versículo el salmista repite tres veces la misma idea en forma diferente: “Me esconderá…”, “Me ocultará…”, “Me pondrá en alto…”. La reiteración es aquí una afirmación de confianza sin límites en la protección de Dios.
6. En el pasado a los vencidos se les obligaba a caminar con la cabeza baja como señal de su derrota. Las personas deprimidas, o que sufren de una grave pena, suelen también caminar agachada la cabeza.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a arrepentirte de tus pecados, pidiendo perdón a Dios por ellos, y entregándole tu vida a Jesús, haciendo una sencilla oración como la que sigue:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#694 (25.09.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
3 comentarios:
Dios te bendiga hrno por este lindo mensage k me ayudó mucho a entender ..
Buenas tardes, excelente explicación, entiendo que debo mantener la confianza en el Señor Jesús siempre, en cualquier situación de angustia o problemas en mi vida, el Señor es mi Luz y mi Salvación....!
Dios les bendiga siempre
Buenas tardes, gracias por la enseñanza, me sentía afligido, muy triste por una situación en mi puesto de trabajo antes de leer estas palabras que han llenado de gozo y esperanza ami corazón, gracias nuevamente
Feliz tarde y que nuestro Señor Jesús los bendiga a todos
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