Por José Belaunde
* Buena y Mala Educación
Cuando se dice de alguien que es “mal educado” lo que se está diciendo es que ha sido educado mal por las personas que tuvieron a su cargo su educación, esto es, en la mayoría de los casos, sus padres. Por eso puede afirmarse, aunque pueda ser cruel decirlo, “muéstrame cómo te comportas y yo te diré en qué ambiente has crecido.”
La persona mal educada, antes que nada, da mal testimonio de sus padres, o de quien quiera que lo crió, porque son ellos los que debieron enseñarle las buenas maneras, lo que suele llamarse “la buena educación”.
¿Tiene alguna importancia la buena educación? Hay personas que dicen que eso ya no tiene importancia, que esas son antiguallas pasadas de moda; que lo que importa es la franqueza y la libertad en el trato. Ignoran que la buena educación es una manifestación del amor al prójimo. Más aun, es una forma concreta de llevar a la práctica el precepto de Jesús: “Trata a los demás como tú deseas ser tratado.” (Mt 7:12) La buena educación es pues un asunto eminentemente cristiano.
De otro lado, la buena educación abre muchas puertas y crea un ambiente favorable para el diálogo y el entendimiento. La mala educación suele generar, en cambio, roces y rechazo. De manera que si quieres ser bien recibido, esfuérzate por adquirir buenas maneras, si no te las enseñaron de chico.
Finalmente, vale la pena notar que las buenas y las malas maneras se encuentran en todos los ambientes sociales, y no es algo que dependa necesariamente del dinero o de la posición social.
* Jesús e Israel
El Evangelio de Mateo dice que José se llevó a Egipto al niño y a su madre “y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese la palabra del Señor por medio del profeta, cuando dijo: ‘De Egipto llamé a mi hijo,’” citando al profeta Oseas (11:1). Las palabras de este profeta son a la vez un comentario sobre el pasado de Israel, a quien Dios llama su hijo, y una profecía sobre el futuro de su unigénito Hijo.
La vida de Jesús recapitula la vida del pueblo elegido: Como Israel entró y salió de Egipto, Jesús entró y salió de esa tierra. Como el faraón trató de matar a los hijos varones de Israel recién nacidos, Herodes trató de matar a Jesús, recién nacido. Los israelitas fueron bautizados en las aguas del Mar Rojo (1Cor 10:2); Él lo fue en las aguas del río Jordán. Ellos vagaron 40 años en el desierto, ayunando de carne; Jesús pasó 40 días en el yermo, ayunando y orando.
Pero Jesús corrigió lo que el pueblo de Israel hizo mal: Israel fue tentado al pie del Sinaí para adorar a un becerro de oro, y lo hizo; Jesús fue tentado a adorar a Lucifer, pero rechazó la tentación.
* El mérito de hacer el bien (es decir, el valor que tiene a los ojos de Dios) depende en gran medida de lo que nos cuesta hacerlo. Si me es agradable subir al púlpito a predicar, esa acción es, sin duda, menos valiosa a los ojos de Dios que ir a ocuparme de enfermos cuyo contacto me es desagradable. Nuestro verdadero llamado puede estar en actividades que nos son odiosas. En el caso de la viuda, su pequeña ofrenda valió más a los ojos de Dios que la cuantiosa de los ricos, porque a ella le costó más hacerla (Lc 21:1-4).
* Bienaventurados somos cuando somos tentados, porque si resistimos la prueba, será grande nuestra recompensa (St 1:12). Si el diablo te tienta es porque tu alma es un botín precioso para él. Si no te tentara sería señal de que no necesita hacerlo, porque tú, de por sí, te inclinas al pecado sin necesidad de su ayuda.
* Tus inclinaciones son tus vasallos. Si no las dominas, ellas te dominarán, y serás un triste espectáculo y el hazme reír de la gente. Pero todos solemos tener un vasallo que es más rebelde que los otros. A ése hay que vigilarlo y sujetarlo para que no se remueva, y no incite a los otros vasallos a rebelarse.
* “Es en la resistencia a las tentaciones como probamos nuestro amor a Dios”. ¡Cuán cierto es eso! Porque si cedemos es porque no lo amamos lo suficiente. ¿No se nos cae la cara de vergüenza?
* Dios perdona con más facilidad a los que perdonan al prójimo sus ofensas, pero vuelve sobre el que no perdona el rencor que éste guarda contra el que le ofendió.
Cuando se dice de alguien que es “mal educado” lo que se está diciendo es que ha sido educado mal por las personas que tuvieron a su cargo su educación, esto es, en la mayoría de los casos, sus padres. Por eso puede afirmarse, aunque pueda ser cruel decirlo, “muéstrame cómo te comportas y yo te diré en qué ambiente has crecido.”
La persona mal educada, antes que nada, da mal testimonio de sus padres, o de quien quiera que lo crió, porque son ellos los que debieron enseñarle las buenas maneras, lo que suele llamarse “la buena educación”.
¿Tiene alguna importancia la buena educación? Hay personas que dicen que eso ya no tiene importancia, que esas son antiguallas pasadas de moda; que lo que importa es la franqueza y la libertad en el trato. Ignoran que la buena educación es una manifestación del amor al prójimo. Más aun, es una forma concreta de llevar a la práctica el precepto de Jesús: “Trata a los demás como tú deseas ser tratado.” (Mt 7:12) La buena educación es pues un asunto eminentemente cristiano.
De otro lado, la buena educación abre muchas puertas y crea un ambiente favorable para el diálogo y el entendimiento. La mala educación suele generar, en cambio, roces y rechazo. De manera que si quieres ser bien recibido, esfuérzate por adquirir buenas maneras, si no te las enseñaron de chico.
Finalmente, vale la pena notar que las buenas y las malas maneras se encuentran en todos los ambientes sociales, y no es algo que dependa necesariamente del dinero o de la posición social.
* Jesús e Israel
El Evangelio de Mateo dice que José se llevó a Egipto al niño y a su madre “y estuvo allá hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese la palabra del Señor por medio del profeta, cuando dijo: ‘De Egipto llamé a mi hijo,’” citando al profeta Oseas (11:1). Las palabras de este profeta son a la vez un comentario sobre el pasado de Israel, a quien Dios llama su hijo, y una profecía sobre el futuro de su unigénito Hijo.
La vida de Jesús recapitula la vida del pueblo elegido: Como Israel entró y salió de Egipto, Jesús entró y salió de esa tierra. Como el faraón trató de matar a los hijos varones de Israel recién nacidos, Herodes trató de matar a Jesús, recién nacido. Los israelitas fueron bautizados en las aguas del Mar Rojo (1Cor 10:2); Él lo fue en las aguas del río Jordán. Ellos vagaron 40 años en el desierto, ayunando de carne; Jesús pasó 40 días en el yermo, ayunando y orando.
Pero Jesús corrigió lo que el pueblo de Israel hizo mal: Israel fue tentado al pie del Sinaí para adorar a un becerro de oro, y lo hizo; Jesús fue tentado a adorar a Lucifer, pero rechazó la tentación.
* El mérito de hacer el bien (es decir, el valor que tiene a los ojos de Dios) depende en gran medida de lo que nos cuesta hacerlo. Si me es agradable subir al púlpito a predicar, esa acción es, sin duda, menos valiosa a los ojos de Dios que ir a ocuparme de enfermos cuyo contacto me es desagradable. Nuestro verdadero llamado puede estar en actividades que nos son odiosas. En el caso de la viuda, su pequeña ofrenda valió más a los ojos de Dios que la cuantiosa de los ricos, porque a ella le costó más hacerla (Lc 21:1-4).
* Bienaventurados somos cuando somos tentados, porque si resistimos la prueba, será grande nuestra recompensa (St 1:12). Si el diablo te tienta es porque tu alma es un botín precioso para él. Si no te tentara sería señal de que no necesita hacerlo, porque tú, de por sí, te inclinas al pecado sin necesidad de su ayuda.
* Tus inclinaciones son tus vasallos. Si no las dominas, ellas te dominarán, y serás un triste espectáculo y el hazme reír de la gente. Pero todos solemos tener un vasallo que es más rebelde que los otros. A ése hay que vigilarlo y sujetarlo para que no se remueva, y no incite a los otros vasallos a rebelarse.
* “Es en la resistencia a las tentaciones como probamos nuestro amor a Dios”. ¡Cuán cierto es eso! Porque si cedemos es porque no lo amamos lo suficiente. ¿No se nos cae la cara de vergüenza?
* Dios perdona con más facilidad a los que perdonan al prójimo sus ofensas, pero vuelve sobre el que no perdona el rencor que éste guarda contra el que le ofendió.
* El rencoroso construye para sí mismo una cámara del inferno en vida, en el que so consumen las llamas que enciende su odio.
* Cuando te venga a la mente el recuerdo del que te hizo daño y que aún no perdonas, ora por su conversión.
* Los incrédulos se aferran a los bienes de este mundo que se les escapan de las manos cuando están gozando de ellos. Los cristianos no debemos ser tan necios como ellos. Pongamos nuestra mirada en las cosas de arriba que vamos a poseer eternamente (Col 3:2), y no nos dejemos engañar por el espejismo pasajero de los bienes materiales.
* El tiempo que pasamos en la tierra es un tiempo de prueba. Estamos dando examen, a ver si somos en Cristo dignos del cielo, pero nadie se aferra a la carpeta de madera donde contestó a las preguntas del examen, sino que se levanta apenas termina.
* ”El hombre fue creado para el cielo, pero el diablo rompió la escalera que lo conducía”. Muy cierto, pero Jesús le tendió una soga para que suba. El hombre no se ha ganado la soga, pero tiene que subir a pulso por ella.
* Una de las cosas más tristes que conozco es cuando el hombre hace buenas obras por un mal motivo: que lo vean y admiren, o para sentirse bien consigo mismo; o por mera costumbre, en vez de hacerlas por el único motivo bueno: el amor a Dios.
* ¡Qué gran enseñanza! No hacer caso de elogios ni de injurias, sino seguir nuestro camino, haciendo lo que Dios nos ha puesto delante.
* Es en verdad el orgullo lo que impide al hombre admitir que existe un Dios, es decir, un ser superior de quien depende, y a quien debe dar cuenta de todo lo que haga. En cambio es difícil que un hombre humilde no crea en Dios y lo ame. Su humildad no es un obstáculo como el orgullo, sino al contrario, lo predispone a creer en Dios.
* Cuanto más se conozca un hombre, más humilde será.
* Hay cosas que proporcionan al hombre una gran alegría y un gran gozo, como por ejemplo, el amor conyugal, o la amistad verdadera, o el éxito, o la creación artística, etc. Pero nada puede alegrar más al hombre que gozar de intimidad con Dios, sentir su amor. Todas las demás alegrías son pequeñas comparadas con las que Dios proporciona. En verdad, la unión con Dios es un adelanto del cielo.
* Nos aferramos a las cosas en la medida en que nos ha costado obtenerlas. Eso puede darnos una idea de cuánto le importamos a Jesús, pues le costó su vida salvarnos.
* La gente se aburre en medio de las cosas que deberían entretenerlos, pero nadie se aburre en la compañía de Dios. Sin embargo, la oración rutinaria, el rezo mecánico u obligado, sí que nos aburren y aburren a Dios.
* ”Las mujeres suelen estar más dispuestas a renunciar a su propia voluntad para hacer la de otros.” Por eso con frecuencia aventajan al hombre en los caminos de Dios, porque están más dispuestas a negarse a sí mismas.
* Nadie comprende mejor al santo que el santo: adivina sus motivaciones, sus frustraciones y sus luchas, porque él mismo las ha experimentado. De igual manera podría decirse que el pecador comprende al pecador, pero no siempre es cierto, porque el pecador piensa antes que nada en sí mismo, y el otro no le interesa.
* Necesitamos estar alertas no sólo frente a las tentaciones de la carne, sino también contra los intentos del diablo de perturbar nuestra paz interior.
* Si la conciencia nos acusa, no podemos tener paz.
* Así como hoy es el día de salvación (Sal 118:24 ), hoy es también el día para dar fruto y servir, cualquiera que sea nuestra edad.
* Como la Magdalena frente al sepulcro (Jn 20:14), a veces no nos damos cuenta de que Jesús está a nuestro lado obrando. Él hace que las cosas nos salgan bien, no el jardinero.
* Si confiamos en Dios no nos preocupamos del mañana. Pero si no confiamos en Él, sí necesitamos preocuparnos, porque el mañana es incierto y está plagado de peligros.
* ¿Cómo puede nadie pensar que Dios puede abandonarlo, aun pecando? Por muy indigno que uno sea, la fidelidad de Dios no depende de la nuestra. Nosotros sufrimos las consecuencias de nuestras faltas, pero si nos arrepentimos, Dios no nos abandonará a causa de ellas. El “Condenado por Desconfiado” (Nota) se condenó porque pensó que Dios podía no perdonarlo, como si él pudiera merecer ser salvo, o pudiera ser demasiado indigno para ser perdonado.
* ¡Qué triste es cuando los cristianos ponen su mirada en las cosas que se ven, que son transitorias, y se deleitan en ellas más de lo debido, en lugar de ponerla en las invisibles, que son permanentes! Se portan como Esaú, que vendió su primogenitura por un plato de lentejas, que una vez disfrutado dejó de ser.
* Los valores se exhiben, las virtudes se ocultan. Cuanto más ocultas, más profundas y sinceras, y más agradan a Dios.
* Si pese a tu fidelidad al Señor te vienen grandes tribulaciones que amenazan ahogarte, no te inquietes. Es Jesús quien quiere que te asemejes a Él, que fue “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is 53:3). Pero también porque quiere prepararte una gran recompensa, a cambio de esa leve tribulación momentánea (2Cor 4:17,18).
* Cuando sintamos que ya no podemos más, que nuestras fuerzas nos abandonan, y nos sentimos tentados a tirar la toalla, recordemos las palabras de Dios a Pablo: “Mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2Cor 12:9).
* Si tuviéramos todo el éxito que quisiéramos, y escucháramos la música encantadora de los aplausos, ¿no nos ensoberbeceríamos y estaríamos en peligro de que Dios nos ponga de lado?
* Dios a veces juega a las escondidas con nosotros, para que lo busquemos con más ahínco, y para probarnos que Él nunca está lejos de nosotros.
* A veces nos quejamos de las circunstancias de la vida, porque no son las más favorables para nuestro desarrollo, sino más bien lo contrario, son un gran obstáculo. Cuando pensamos eso criticamos a Dios y nos creemos más sabios que Él, pues no estamos en esa situación de casualidad, sino que fue Él quien nos colocó en ella para nuestro bien, pues sabe mejor que nosotros lo que nos conviene.
Él quiere que nosotros le sirvamos dondequiera que estemos: en el desierto, en el valle, en la montaña, en el sol o bajo la lluvia, en la ciudad o en la selva. Todas las situaciones son propicias para servirlo; todas presentan retos y ventajas que el justo sabe vencer o aprovechar, según sea el caso.
* “Hágase tu voluntad…” puede ser una frase difícil de pronunciar cuando pasamos por pruebas cuyo fin no avizoramos. El temor nos asalta, pero es infundado. A la larga, pasada la prueba, un futuro mejor, aquí o allá, nos espera.
Nota: Famoso drama teológico del escritor español del Siglo XVII, Tirso de Molina.
#659 (02.01.11) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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