LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
VIAJE DE PABLO A
JERUSALÉN I
Un Comentario de Hechos
21:1-9
1. “Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo
a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.”
El texto podría decir:
“Cuando nos arrancamos de ellos…”, tanto les costó hacerlo.
Lucas, autor del libro
de los Hechos, acompañando a Pablo, narra con bastante detalle las incidencias
del viaje que emprende el apóstol. Lo último que ha narrado en el capítulo
anterior es cómo los ancianos de Éfeso, que habían descendido a Mileto a pedido
del propio Pablo para despedirse emocionado de ellos (Hch 20:17), lo
acompañaron al barco en que se había de embarcar.
Podemos imaginar cómo
ellos, parados en el muelle, verían con lágrimas que el barco desamarraba y se
hacía a la mar. Cuando decimos barco debemos imaginar una embarcación que, en
nuestros tiempos, no sería más grande que una bolichera de treinta o cuarenta
metros de largo. ¡Cuánto sentían ahora su partida, y cuánto lo extrañarían en
los meses siguientes! No sólo por una cuestión de afecto, sino sobre todo,
pienso yo, porque por la palabra ungida de Pablo ellos habían sido alimentados
constantemente.
Cos y Rodas eran islas
situadas frente a la costa de Asia Menor por las que la nave pasó de largo, o
quizá se detuvo por poco tiempo, para luego detenerse enseguida en el puerto de
Pátara, donde Pablo y sus acompañantes desembarcaron con el propósito de
proseguir su viaje, porque el barco seguía con un rumbo que no convenía a
Pablo. (Nota 1)
2,3. “Y hallando un barco que pasaba a Fenicia,
nos embarcamos, y zarpamos. Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda,
navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar
allí.”
La frase: “hallando un barco”, nos hace suponer
que Pablo y los suyos deben haber estado preguntando en el puerto por una nave
que siguiera la ruta deseada. Podemos imaginar que los muelles de esos puertos
eran un poco como los paraderos de buses interprovinciales que había y hay
todavía en nuestra ciudad, de donde a toda hora, y hasta en la noche parten
vehículos en diversas direcciones.
Una vez embarcados pasaron
a lo largo de la isla de Chipre, donde Pablo había estado en su primer viaje
misionero con Bernabé, y de donde éste, dicho sea de paso, era originario. De
ahí enrumbaron hacia Siria –entiéndase la provincia romana de tal nombre, que
comprendía a Fenicia y Judea. Por último llegaron al gran puerto de Tiro donde
la nave debía descargar la mercadería que llevaba.
4. “Y hallados los discípulos, nos quedamos
allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a
Jerusalén.”
En Tiro hallaron a los
discípulos, lo cual quiere decir que sabían que en esa ciudad los había y que
preguntaron por ellos. Deben haber sido muchos y acogedores, puesto que Pablo
se quedó con ellos una semana, sin duda no sólo para gozar de su hospitalidad,
sino también para instruirlos, cosa que él nunca dejaba de hacer adonde quiera
que fuera. Pero los discípulos, movidos por el don de profecía que habían
recibido con el Espíritu Santo, le pedían a Pablo que no fuese a Jerusalén.
Seguramente porque el Espíritu les avisaba las contrariedades que el amado
apóstol iba a enfrentar allí. Pablo lo sabía también pero, “ligado en el espíritu” (Hch 20:22,23), proseguía
impertérrito con su intención de llegar a la capital de Judea. Él era
consciente de que cualquiera que fuera lo que le ocurriese, no estaría fuera de
la voluntad de Dios, y que ésta era lo mejor para él.
Los tres versículos
siguientes narran la siguiente etapa del viaje de Pablo.
5. “Cumplidos aquellos días, salimos,
acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y
puestos de rodillas en la playa, oramos.”
En rápidos trazos
Lucas describe la despedida de Pablo y sus acompañantes de los discípulos.
Entristecidos de la partida ellos vinieron todos hasta el puerto, fuera de la
ciudad, acompañados por sus mujeres y por sus hijos. Se arrodillaron en la
playa, que nosotros, habituados a las de nuestra costa, podemos suponer que
eran de arena, aunque no era necesariamente así. Estando de rodillas oraron, no
se dice con qué intención, pero debe haber sido, antes que nada, porque el
Señor llevase con bien a Pablo a su destino final, y lo guardara de las
asechanzas de los enemigos que lo perseguían encarnizadamente. Notemos que
aunque Pablo no había fundado la iglesia de Tiro, ni los había visitado antes,
ellos le mostraron su aprecio y su cariño yendo todos, con sus mujeres e hijos,
a despedirlo hasta la orilla del mar y a orar por él. Eso es algo que no había
ocurrido antes en ninguna otra ciudad.
6. “Y abrazándonos los unos a los otros,
subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas.”
Terminada la oración
se abrazaron mutuamente emocionados. Ellos eran conscientes de que los
acontecimientos que se venían iban a tener profundas consecuencias en la vida
de Pablo y, por consiguiente, en la iglesia en general. Quizá intuían, como él
mismo les había dicho a los ancianos en Mileto al despedirse, que nunca más volverían
a ver su rostro (20:25).
7. “Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a
Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.”
De Tiro a Tolemaida
hay una distancia corta que el barco debe haber cubierto en unas pocas horas. Desembarcando
allí, permanecieron un día con los hermanos antes de proseguir su viaje.
Quizá convenga decir
algo de estas dos ciudades visitadas por Pablo. A Tiro la conocemos muy bien de nombre por el
episodio que consignan Mateo y Marcos de la mujer cananea que se acercó a Jesús
pidiéndole que sanara a su hija cuando el Maestro se acercó al territorio de
esa ciudad pagana (Mt 15:21-28; Mr 7:24-31). Eran muchos los habitantes de esa
ciudad y de Sidón que seguían a Jesús en Galilea para escuchar sus enseñanzas y
ser sanados de sus enfermedades, como atestiguan Mr 3:8 y Lc 6:17.
Pero Tiro, gran centro
comercial, construido sobre una roca (que es lo que la palabra Tiro quiere
decir), figura varias veces en el Antiguo Testamento, pues era famosa por su
riqueza. (De hecho la palabra “tirio” llegó a ser sinónimo de comerciante).
Hiram, rey de Tiro, fue amigo de David y de Salomón, y suministró a ambos
materiales para la construcción del palacio del primero (2 Sm 5:11), y para la
edificación del templo que levantó el segundo (1R 9:10-14; 2 Cr 3:3-16).
De Tiro era la impía
Jezabel, mujer de Acab, rey de Israel. A causa de sus prácticas idolátricas la
ciudad fue objeto de las severas invectivas de los profetas Amós y Joel pero,
sobre todo, de Jeremías (Jr 27:1-11) y Ezequiel. Éste pronunció una notable y
larga oración anunciando la destrucción de la ciudad a manos de Nabucodonosor
(Ez 26:1-28:19), como en efecto ocurrió el año 572 AC. (2)
Tolemaida era una ciudad
muy antigua, situada a 13 Km al norte del Monte Carmelo, y conocida antiguamente
con el nombre de Acco. Ya existía cuando los hebreos invadieron la tierra
prometida, pero no la conquistaron, aunque había sido asignada a la tribu de
Aser (Jc 1:31), y permaneció, por tanto, en manos de los fenicios. Ocupó un
lugar muy importante durante las guerras de los macabeos. En el período
intertestamentario se le dio el nombre con que figura en el Nuevo Testamento,
Tolemaida, posiblemente en honor al faraón Tolomeo Filadelfo (285-246 AC).
Cuando la conquistaron los árabes en el siglo VIII, le devolvieron su nombre
antiguo de Acco, que los cruzados convirtieron en Acre en 1191 DC, cuando el
rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, la tomó por asalto en una batalla
famosa. Fue entregada después a la orden de los caballeros hospitalarios de San
Juan, y pasó a llamarse San Juan de Acre. Luego cayó en manos de los turcos
otomanos, pero les fue arrebatada por los ingleses en 1917. Hoy forma parte,
bajo el nombre de Akkó, del estado de Israel.
8,9. “Al otro día, saliendo Pablo y los que con
él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista,
que era uno de los siete, posamos con él. Éste tenía cuatro hijas doncellas que
profetizaban.”
Al día siguiente, y
debe haber sido muy temprano por el largo trayecto que tenía por delante, Pablo
y sus acompañantes partieron hacia Cesarea. Aunque no se señala
específicamente, deben haberlo hecho, como era normal entonces, a pie, o a lomo
de mula, y haberlo hecho a paso rápido, pues cubrieron la distancia, que en el
mapa es más de 40 km, en un solo día.
Ya hemos hablado en
otra ocasión de Cesarea, donde por primera vez se predicó el evangelio a los
gentiles (“Consideraciones acerca del libro de los Hechos II”), la ciudad
puerto fastuosa construida por Herodes el Grande en honor del César, de modo
que no necesito ahora hablar de ella.
Llegados a la ciudad
se hospedaron donde Felipe, que era uno de los siete diáconos elegidos en
Hechos 6. Él figura varias veces en el libro de Hechos, pues fue uno de los
pioneros que evangelizaron Samaria durante la persecución desatada en Jerusalén
después del apedreamiento de Esteban (Hch 8:4-13). Luego, alertado por un ángel,
le cupo predicar y bautizar al etíope, alto funcionario de la reina Candace,
que retornaba a su tierra después de adorar en Jerusalén (Hch 8:26-39). Hecho
lo cual, y arrebatado por el Espíritu, anunciaba las buenas nuevas por todas
las ciudades hasta que llegó a Cesarea (v. 40). Es posible que él y Pablo no se
hubieran encontrado antes, pero sí habían oído hablar el uno del otro.
Él tenía cuatro hijas,
todavía sin casar, que eran profetizas. Sabemos que en las primeras décadas de
la iglesia el don de profecía era muy común entre los creyentes como
consecuencia del derramamiento del Espíritu Santo ocurrido en Pentecostés (Hch
2:1-4). Joel, como también sabemos, había profetizado que en los postreros días
“vuestros hijos y vuestras hijas
profetizarán” (Jl 2:28; Hch 2:16, 17) y tendrán visiones, lo cual se
cumplió ampliamente en esos tiempos.
Estas hijas de Felipe,
según se sabe por otras fuentes, vivieron hasta edad avanzada y fueron muy
estimadas en la iglesia como fuente de información acerca de los sucesos de los
primeros tiempos de la iglesia. Podemos suponer que Lucas debe haber
aprovechado sus recuerdos al componer las dos obras escritas por él,
especialmente durante los dos años que Pablo permaneció en custodia en esa
ciudad antes de ser enviado a Roma (Hch caps 24 al 26).
Según informa F.F. Bruce,
algunos años después de los acontecimientos narrados acá, su padre Felipe
emigró a la capital de la provincia de Asia, Éfeso, junto con otros discípulos,
llevándose a sus hijas consigo. (3)
Notas: 1. Cos es una isla montañosa, que forma parte del archipiélago
de las Espóradas, situada frente a la
costa sudoccidental de Asia Menor. Se hizo famosa por sus aguas termales
sulfurosas, y por su escuela de medicina fundada por Hipócrates en el siglo V
AC, y que gozó, precisamente gracias a ese hecho, de mucho favor bajo Herodes
el Grande y los romanos.
Rodas, situada al este
de la anterior, y bastante más grande, llegó a ser un importante centro
comercial y político en la antigüedad,
tanto como Alejandría y Cartago. Allí se encontraba la famosa estatua del
Coloso de Rodas, una de las siete maravillas de la antigüedad, entre cuyas
piernas pasaban barcos. Tenía 32 m de altura, y fue erigida usando planchas de
bronce, sostenidas por una estructura de hierro, a inicios del siglo III AC.
Servía de faro para los navegantes nocturnos, antes de ser abatida por un
terremoto el año 226 AC.
Pátara era un puerto
importante de la costa de Licia, donde había un famoso santuario dedicado a
Apolo, cuyo oráculo rivalizaba con el de Delfos. No se tiene noticias de que
allí hubiera entonces una iglesia.
2. Las palabras de la última parte de la profecía de Ezequiel
(28:11-19) suelen interpretarse como referidas simbólicamente a Lucifer.
3. El don de profecía, del que habla Pablo en Rm 12:6-8 y
1Cor 12:8-11, es dado por igual tanto a hombres como a mujeres. Profetizas
fueron Miriam, la hermana de Moisés (Ex 15:20,21), Débora (Jc 4:4), Hulda (2R
22:14), la mujer de Isaías (8:3,4), la virgen María (Lc 1:46-48), y la anciana
Ana (Lc 2:36-38).
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve
al hombre ganar el mundo si pierde su alma? (Mt 16:26) "Si tú no estás seguro de que cuando
mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón
a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la
cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé
que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte."
#957 (08.01.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M.
Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218.
(Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
As claimed by Stanford Medical, It's really the SINGLE reason this country's women get to live 10 years more and weigh 19 KG lighter than us.
ResponderEliminar(And actually, it is not related to genetics or some secret exercise and EVERYTHING to do with "how" they eat.)
P.S, I said "HOW", and not "WHAT"...
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