Por José
Belaunde M.
LOS CIELOS CUENTAN LA GLORIA DE DIOS
REFLEXIONES EN TORNO A LA PRIMERA ESTROFA DEL SALMO 19
Uno
de mis salmos favoritos, el número 19, comienza con estas palabras:
"Los cielos
cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. El día
transmite al día la palabra y la noche a
la noche el conocimiento. No es lenguaje ni palabras ni es oída su voz, pero
por toda la tierra salió su sonido y hasta el confín del mundo sus
palabras." (Sal
19:1-4).
Este salmo nos habla de una gran verdad: la
naturaleza entera entona un cántico incesante de alabanza a la gloria de su
Creador. No es un cántico audible a los oídos naturales, sino una sinfonía para
los ojos y oídos espirituales de los que los tienen abiertos. (Nota 1)
Por eso dice que no es un mensaje de
palabras, ni es oída su voz, pero que por toda la tierra sale su sonido y hasta
el confín del mundo su palabra.
En verdad, ¡qué cosa tan extraña! No emite
un solo sonido y, sin embargo, su voz es oída en toda la tierra.
Para el que tiene los ojos y los oídos
abiertos, todo el mundo, toda la naturaleza nos habla de SU Hacedor, y podemos
ver SU imagen en todas las cosas que Él ha creado, porque todo está lleno de Él
y lleva la huella de sus manos.
Por eso es que Pablo pudo escribir: "Porque las cosas invisibles de Él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas..." (Rm 1:20).
Ahora sí lo entiendo: El mundo entero es su mensaje.
Dios no nos ha dejado sin pruebas de su
existencia, ni sin manifestaciones de su amor. Más bien, todo en la naturaleza
es prueba de su existencia, y manifestación de su amor. Y así debemos mirarla,
admirarla y gozarnos en ella.
Pensemos un momento en el sol. ¿Podríamos
existir sin su luz y sin su calor? Jesús dijo que Dios hace brillar SU sol
sobre malos y buenos (Mt 5:45). Dios lo ha creado para nosotros, para darnos
vida, calor y luz. La ciencia nos dice que toda la energía que circula y actúa
en la tierra proviene del sol, es energía solar reciclada, transformada por
millones de procesos físicos y químicos simultáneos e incesantes.
San Agustín decía que el sol es un símbolo
de la Trinidad
y nos permite, por analogía, acercarnos un poco a su misterio. Dios es como el
sol, decía, el astro que rige nuestro sistema planetario. Nosotros percibimos
el disco solar durante el día, el cual representa al Padre; al mismo tiempo
recibimos la luz que nos alumbra y que representa al Hijo; y de otro,
finalmente, sentimos el calor que el sol irradia, el cual representa al
Espíritu Santo, que derrama su amor en nosotros. Pero el astro solar es uno
solo, así como Dios es uno solo (2).
¿Cuántas cosas hace el sol para nuestro
contentamiento y nuestro gozo? Pensemos en el espectáculo maravilloso del
crepúsculo al caer la tarde, o el de la aurora cuando nace un nuevo día. No hay
pintor que pueda pintar en un lienzo una combinación comparable de tonos y
matices.
Muchos jóvenes han tomado la costumbre de
ir a la orilla del mar a ver el "sunset", como ellos lo llaman
-prestándose esa palabra del inglés, como si no la hubiera en nuestro idioma-
para llenar sus ojos de la belleza de ese espectáculo extraordinario. ¿Pero
quién de ellos recuerda que es Dios el que nos brinda y prepara día tras día
ese cuadro glorioso, para alegrarnos y llenar nuestro ánimo de su dicha y paz?
Ahí está el crepúsculo a disposición de todos, para que lo gocen por igual
buenos y malos, como tantas otras cosas de la naturaleza.
También la luna nos habla del Dios que
brilla en nuestras noches de infortunio, aunque a veces parece que se ocultara.
Cuando todas las cosas, las personas y las circunstancias, se vuelven contra
nosotros y nos rodea la oscuridad, ahí está el astro nocturno para recordarnos
que Dios nunca se olvida de sus hijos y que, tras la noche de la tribulación,
vendrá sin falta el día.
El mar, con su incomparable grandeza, es un
símbolo de la insondable inmensidad de Dios. Nosotros vivimos sumergidos en Él
como el pez en el océano, tal como dice Pablo: "En Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser" (Hch
17:28). Dios nos alimenta y nos da vida, así como todos los seres marinos se
nutren y respiran del mar. Como los peces en el agua, nosotros vivimos rodeados
por todas partes de Dios y no podemos salirnos de Él. Pero muchos ciegamente
niegan su existencia porque no lo ven, cuando es visible a los ojos del alma.
¡Cuántas cosas se pierden!
Las olas del mar borrascoso son una imagen
del poder incontrastable de Dios. Quien ha estado en medio de una tempestad en
pleno océano sabe cuán frágil e impotente es el hombre frente a la fuerza
desencadenada de las olas: "Porque
habló e hizo levantar un viento tempestuoso, que encrespa sus olas," dice
el salmista (Sal 107:25). Nosotros somos aun más inermes frente al poder de
Dios que con su solo soplo puede barrernos de la existencia. Sólo Dios puede
poner arena como término a la fuerza de las olas, según nos recuerda Jeremías
(5:22).
Pero esas mismas olas pueden arrullarnos
cuando estamos en una barca, sesteando bajo el sol no lejos de la orilla, y
pueden llenarnos de paz y seguridad cuando la brisa juguetea con las ondas
cerca de la playa. Así nos arrulla el amor de Dios cuando nos confiamos por
entero a Él.
El aire que nos rodea por todas partes y
que todo lo llena es una imagen de Dios, que llena con su Espíritu la creación
entera y que todo lo penetra (Sal 139:7-12). Así como nosotros nos ahogamos si
nos falta el aire, de igual manera tampoco podemos vivir sin Dios. Si Él nos
falta nuestra vida se marchita y se extingue. Bien lo enseña el salmo 104: "Les quitas el hálito, y dejan de ser,
y vuelven al polvo." (v.29). Pero también es verdad lo que dice el
versículo siguiente: "Envías tu
Espíritu y son creados y renuevas la faz de la tierra".
Por eso el viento es también un símbolo del
Espíritu Santo, según palabras del propio Jesús: "El viento sopla donde
quiere, y oyes su sonido; mas no sabes de dónde viene, ni a dónde va." (Jn 3:8)
En el relato del Génesis leemos que Dios
sopló aliento de vida en la nariz del hombre, y éste fue un ser viviente (Gn
2:7). Una misma palabra en los idiomas hebreo (ruaj) y griego (pneuma) designa a la vez al viento y al
espíritu.
Pero también el agua es símbolo del
Espíritu Santo que brota de todo aquel que cree en Jesús, según clamó Él mismo
un día en el templo: "El que cree en mí, como dice la Escritura , de su
interior correrán ríos de agua viva." (Jn 7:38)
El agua es, sin embargo, también símbolo de
la palabra que nos limpia y purifica, como les dijo Jesús a sus discípulos: "Ya vosotros estáis limpios por la
palabra que os he hablado." (Jn 15:3; cf Ef 5:26)
La tierra que sostiene y alimenta a todas
las criaturas es un símbolo de Dios que todo lo sustenta. Cual una gallina que
empolla sus huevos, la tierra incuba, por así decirlo, a las semillas que están
en su interior, las nutre con su sustancia y humedad, y les da su calor hasta
que germinan y brotan. De igual manera Dios nos ha incubado en su mente desde
la eternidad hasta el día en que vimos la luz por vez primera: "Mis días estaban previstos,-dice
el salmista- escritos todos en un libro,
sin faltar uno, cuando fui formado en lo oculto y entretejido en los más
profundo de la tierra." (Sal 139:13-16).
La tierra, en la que todos somos peregrinos
y transeúntes, es también un símbolo del cielo que Dios nos prepara, la tierra
prometida a la cual entraremos un día a descansar de nuestras obras, "así como Dios reposó de las suyas."
(Hb 4:9,10; cf Gn 2:2).
Las montañas son una imagen de la solidez y
de la permanencia de Dios, tal como recitaban los peregrinos que se acercaban a
la ciudad santa: "Los que confían en
el Señor son como el monte de Sión, que no se mueve y permanece para
siempre." (Sal 125:1).
Dios se manifiesta en las montañas cuyas
cimas tocan el cielo, como ocurrió en el Sinaí, cuando descendió fuego y humo,
y el monte se estremeció de manera pavorosa. Ahí, en la cumbre de la montaña,
Dios le habló a Moisés y le dio las tablas de la ley, hablándole en medio de
truenos y relámpagos. (Ex 19:16-20).
Los ríos son un símbolo de la fecundidad y
enjundia de la palabra de Dios que alimenta a los justos plantados a su orilla,
así como son regados los árboles que están sembrados "junto a las corrientes de aguas." (Sal 1:3).
Las semillas son una imagen de la palabra
de Dios que, cuando es sembrada en la buena tierra del corazón humano, germina
y crece y da fruto hasta ciento por uno (Mr 4:20).
El imán es una imagen del amor de Dios que
nos atrae irresistiblemente como el acero a las virutas.
Más que ninguna otra cosa, el fuego es un
símbolo del amor de Dios que todo lo abrasa y purifica, y en el que el Espíritu
Santo nos bautiza para llenarnos de su poder para testificar (Lc 3:16; Hch
1:8;2:1-4).
La luz es un símbolo de la verdad que trajo
Jesús a la tierra y que ilumina las tinieblas de nuestra ignorancia (Jn 1:4,5).
El que le siga "no andará en la
oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida." (Jn 8:12)
Los colores del arco iris simbolizan los
variados dones y frutos del Espíritu Santo que se funden en un solo haz de luz
blanca. Pero también es el arco iris un símbolo de la fidelidad de Dios con el
hombre, así como fue en el pasado una señal del pacto inconmovible que Dios
estableció con Noé, de que nunca más la humanidad perecería por las aguas. (Gn
9:11-17).
Las nubes que, como una enhiesta columna,
guiaron a Israel en su peregrinar de 40 años por el desierto, son un símbolo de
la presencia de Dios que nunca nos deja y nos acompaña a lo largo de la vida (Ex:33;
Nm 9:15-23). Cuando las ilumina el sol y las tiñe de magníficos colores, son
una imagen de su incomparable majestad, como lo era la nube de gloria que
descendió sobre el tabernáculo de reunión edificado por Moisés, y no dejaba que
nadie entrara (Ex 40:34-38). Esa nube en particular era, es cierto, más que una
imagen, una manifestación de su gloria, manifestación que el pueblo elegido
necesitaba en un momento decisivo de su arduo peregrinar.
El pan es una imagen de la bondad de Dios
que sacia nuestro hambre y nos alimenta. Por eso dice la gente: “bueno como el
pan".
"La
leche no adulterada",
como bien sabemos, es un símbolo de la palabra que nutre a los recién nacidos
en la fe (1P:2:2).
Toda la creación nos habla de Dios y canta
a su gloria. ¿Podremos nosotros permanecer mudos y no unirnos al salmo en su
alabanza que entona la naturaleza entera?
¡Oh, cuánta verdad hay en ese verso: "Los cielos cuentan la gloria de Dios,
y el firmamento anuncia la obra de sus manos"! (Sal 19:1). Yo quiero
unir mi voz al canto de toda la creación para darle gracias por todas las
bendiciones que ha derramado sobre mí. ¿Y tú no quieres unir la tuya, a la
alabanza a ese Padre que todo lo ha hecho para tu bien? ¿En cuyo seno vives y
cuyo aliento respiras? ¿Que te ha dado no sólo la vida, sino todo lo que
tienes? ¿Y que encima, como si todo lo anterior fuera poco, envió a su Hijo
para salvarte? ¿Serías tú tan ingrato como para darle la espalda? Si empecinado
lo haces, te perderás para siempre. Pero si te vuelves a Él, algún día gozarás
de su presencia sin el velo de la carne. Y tu dicha no tendrá fin.
Notas: 1. Los
comentaristas dicen que Dios se revela al hombre básicamente de dos maneras:
por medio de la naturaleza creada, y mediante su Palabra (También puede, es
cierto, hablarle al ser humano directamente al corazón mediante el Espíritu
Santo). El mundo, dice un autor medieval, es un libro escrito por el dedo de
Dios que todos pueden leer. Pablo alude a ese hecho en Rm 1:18-21. Y más
adelante, en el vers. 10:18 cita el vers. 4 de este salmo.
La
primera parte del salmo 19 (vers 1-6) habla de la primera forma de revelación;
la segunda (vers. 7-11), de la revelación mediante la Palabra.
2. Esta
es una ilustración figurada, no una explicación de la Trinidad , como a veces se
la presenta. Las tres personas de la Trinidad no son modalidades diferentes en las que
la Deidad se
manifiesta, sino son personas en sí mismas distintas. Incluso la misma palabra
"persona" tomada del lenguaje
común, expresa pobremente la individualidad de cada una de ellas. De qué manera
las tres son a la vez uno, es un misterio que está más allá del tema de este
artículo.
NB Esta charla radial, escrita el 21.01.01, fue impresa por
primera vez en marzo de 2001, y luego en octubre de 2007. Se imprime por
tercera vez ligeramente revisada.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar
de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y a
pedirle perdón a Dios por ellos diciendo: Jesús, yo te ruego que laves mis
pecados con tu sangre. Entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte.
#956 (18.12.16).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
1 comentario:
In this fashion my buddy Wesley Virgin's adventure launches with this shocking and controversial VIDEO.
As a matter of fact, Wesley was in the military-and soon after leaving-he discovered hidden, "self mind control" secrets that the government and others used to obtain anything they want.
As it turns out, these are the EXACT same methods many famous people (especially those who "became famous out of nowhere") and top business people used to become wealthy and successful.
You've heard that you utilize only 10% of your brain.
That's really because most of your brain's power is UNCONSCIOUS.
Perhaps that expression has even taken place IN YOUR very own head... as it did in my good friend Wesley Virgin's head 7 years ago, while driving a non-registered, beat-up bucket of a vehicle without a license and with $3.20 in his bank account.
"I'm very frustrated with going through life paycheck to paycheck! When will I finally succeed?"
You've taken part in those thoughts, isn't it so?
Your own success story is going to happen. Go and take a leap of faith in YOURSELF.
Watch Wesley Virgin's Video Now!
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