LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL QUE TURBA SU CASA HEREDARÁ VIENTO
Un Comentario de Proverbios 11:29-31
29. “El que turba su casa
heredará viento; y el necio será siervo del sabio de corazón.”
Aquí hay dos
preguntas que hacerse: 1) ¿Qué relación hay entre los dos esticos del
proverbio? No es muy evidente; y 2) ¿Qué es turbar su casa?
La relación es, sin
embargo, si se observa bien, bastante transparente: 1) el que perturba su casa
y el necio son la misma persona. El sabio no turba su casa. 2) Heredar viento
es lo mismo que empobrecer, lo que lleva al necio a ser siervo del sabio, que
entra en posesión de los bienes del necio. Los papeles se invierten. Sabiduría
y necedad producen a la larga, frutos opuestos. Podemos reformular el proverbio
de esta manera: El que turba su casa empobrece, y termina sirviendo al sabio,
que se enriquece con lo que él pierde.
Turbar su casa puede
tener varios significados emparentados. Turba, perturba, o desordena su casa –es
decir, su hogar, su familia- el que hace constante gala de mal carácter, o está
siempre amargado; el que crea rivalidades entre sus miembros; el que conspira
contra la estabilidad y unión de su familia mediante la infidelidad; el que
administra mal el patrimonio familiar; el hijo que contrista a su padre, etc.
En general, el que da mal ejemplo a sus hijos y a sus descendientes con su
conducta, pues los hijos tienden a imitar el comportamiento de sus padres, para
bien o para mal; y los súbditos, el comportamiento de sus gobernantes, como
ocurrió con Jeroboam, que hizo pecar a Israel (1R 14:16). Las consecuencias
suelen ser de largo aliento, pues Dios visita “la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta
generación.” (Ex 20:5)
El hecho de que se
emplee el verbo “heredar” hace pensar que este versículo se aplica más a los
hijos que a los padres, pero “heredar” tiene con frecuencia el sentido simple
de “recibir”, como puede verse en más de un proverbio (Pr.14:18; 3:35; 28:10),
y en algunos pasajes del Nuevo Testamento (Mt 25:34; Mr 10:17; 1Cor 15:50; Ap 21:7).
Es decir, el que turba su casa recibe él mismo los frutos de su inconducta. Un
buen ejemplo de hijos que perturbaron su casa son Amnón y Absalón, hijos de
David. Ambos murieron prematuramente y de manera trágica (2Sm 13:28,29; y 18:9-15).
El segundo estico
expresa una verdad que se cumple diariamente: el que actúa neciamente, de
manera poco sabia, terminará sirviendo, o estando en una posición subordinada,
respecto del que obra con prudencia y pondera bien las consecuencias de sus
actos.
Como nos muestra el
salmo 133, una familia unida por la gracia de Dios florece por las bendiciones
que Dios derrama sobre ella, mientras que “toda
casa dividida contra sí misma no permanecerá.” (Mt 12:25) Con frecuencia la
impiedad, o la avaricia, o la mala conducta del jefe de familia son una amenaza
para el bienestar de su casa y puede, de hecho, causar mucho sufrimiento a los
suyos (1Sm 25:17), que pueden terminar odiándolo.
En verdad, nadie
puede descuidar el bien de su alma sin perjuicio de los suyos. Ciertamente
priva a su casa de las bendiciones que trae la oración ungida y el buen
ejemplo, pero cuánto bien hacen a los suyos los padres que les dan buen ejemplo
de rectitud y de piedad. En cambio perturba neciamente a los suyos el que neciamente
hace lo que su impiedad le inspira, y él mismo hereda el viento, como dice un
refrán inspirado en Oseas: “El que
siembra vientos, cosecha tempestades.” (8:7a).
Eso ocurrió cuando
Koré y sus seguidores se levantaron en el desierto desafiando el liderazgo de
Moisés: la tierra los tragó y descendieron vivos al Seol (Nm 16:31-33). Un
destino trágicamente semejante corrió Acán que, por codicia, tomó un manto
lujoso, y oro y plata, y lo escondió, violando la orden de destruir todo lo que
se hallara en la conquista de Jericó, y que Dios había condenado al anatema.
Cuando fue obligado a confesar su pecado, la congregación lo apedreó a él y a
su familia, y quemó sus despojos (Js 7:1, 20-25).
Los hijos del
anciano sacerdote Elí desoyeron la débil reprimenda de su padre que les
reprochaba que profanaran la casa de Dios abusando de las mujeres que
velaban a la puerta del tabernáculo de
reunión en Silo, para escándalo de todo el pueblo, pero él no los disciplinó con
la severidad que debía, por lo que Dios le anunció que retiraría a su linaje
del sacerdocio, y lo daría a otro que le fuera fiel (1 Sm 2:22-25; 27-36).
Entre las palabras notables que figuran en este trágico episodio están éstas
que pronunció Elí: “Si el hombre pecare
contra el hombre, los jueces lo juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién
rogará por él?” (v. 25).
El insensato Nabal,
haciendo honor a su nombre, turbó su casa por su avaricia ofendiendo a David,
que se hubiera vengado de él, destruyendo sus propiedades y a su familia si no
hubiera sido por la intervención oportuna de su esposa, Abigaíl, que aplacó a
tiempo la ira del futuro rey de Israel (1Sm 25:2-35).
También turbó
gravemente su casa Jeroboam, que hizo pecar a las diez tribus de Israel
fundiendo dos becerros de oro para que los adorara el pueblo, en vez de ir a
servir al Señor en Jerusalén (1R 12:28,29), por lo que Dios hizo morir a toda
su descendencia por mano de Baasa (1R 15:29,30).
30. “El fruto del justo es árbol de vida; y el
que gana almas es sabio.”
Con sus palabras el justo gana a otros para el cielo. Por eso se dice
que es árbol de vida.
El fruto del justo es, de un lado, su conducta; pero también las
palabras con que enseña, aconseja y lleva almas a Cristo. Por eso es sabio para
otros, en primer lugar, y también para sí (Pr 9:12a), porque no dejará de
cosechar su recompensa. (Véase Sal.1:1-3).
La sabiduría es árbol de vida a todos los que se valen de ella y la
retienen para gobernar su vida, porque todas sus veredas son paz (Pr 3:17,18).
El segundo estico podría ser el "motto", o lema, de todas
las organizaciones que hacen obra evangelística.
Toda la vida del justo, sus oraciones, su enseñanza, el ejemplo que da
a los demás, la influencia que ejerce, todo ello es árbol de vida para su
entorno, dice acertadamente Ch. Bridges. Los que lo rodean, familiares y
amigos, se alimentan de ese fruto que él produce en abundancia. ¡Pero cuán
distinta es la influencia del que vive de manera contraria! Es un veneno que
corrompe la sangre, y arrastra hacia al mal a muchos que lo admiran por sus
logros mundanos. Pero ¿cuál será su final?
El justo es no sólo árbol de vida, sino que su boca es también
manantial de vida de la que fluyen palabras que conducen a la vida eterna (Pr
10:11). Por eso bien se afirma que el que gana almas es sabio. No hay mayor
sabiduría que ésa, porque sus consecuencias son eternas. Es una sabiduría que
beneficia a otros, pero también al que la posee, pues recibirá su premio en su
momento. Es una sabiduría que no requiere de estudios, sino de abrirse al Espíritu
Santo.
Pero a nadie se puede aplicar mejor estas palabras que a Jesús, que
con su muerte dio vida eterna a los que creen en Él y le obedecen. Todo el que
quiera ser árbol de vida para otros seguirá sus pasos, muriendo a sí mismo.
Deberá tener una sed de almas como la que llevó a Jesús al pozo de Sicar, donde
vino a buscar agua la samaritana, que no tenía idea del agua que iba a
encontrar, y que iba a beber de la boca de Jesús (Jn 4:).
Como bien dice Pablo, “ninguno
de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el
Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos.” (Rm 14:7,8). Así
también la esposa que gana para Dios a su marido incrédulo con su conducta
casta y respetuosa (1P 3:1,2). Hay en la historia un caso notable de mujer que
con su sabiduría, cortesía y paciencia, ganó a su esposo, el indomable rey
franco Clodoveo, orgulloso vencedor de muchas batallas, pero que, gracias a
ella, se rindió a los pies de Cristo.
31. “Ciertamente el justo será
recompensado en la tierra; ¡Cuánto más el impío y el pecador!”
Este proverbio habla del sembrar y cosechar en esta vida. Según sea la
semilla será la cosecha. “El buen árbol –dijo
Jesús- no puede producir un mal fruto.” (Mt
7:18), y viceversa. Hay una recompensa que se alcanza en esta vida, y una mejor
que se recibe en la otra. Igual sucede con el impío, que segará en esta vida el
fruto pernicioso de sus obras venenosas; y en la otra, si no se arrepiente a
tiempo, el castigo perpetuo.
¡A cuántos ha librado la vara de corrección oportuna de una
condenación cierta, haciendo que el descarriado enmiende sus caminos! Como dice
Salomón: “La vara y la corrección dan
sabiduría.” (Pr 29:15a) El justo no puede escapar del castigo temporal
merecido si alguna vez le falla a Dios, como ocurrió con Moisés y Aarón, que no
honraron a Dios en las aguas de Meriba. Por ello Dios les anunció que no
introducirían a la congregación de Israel en la Tierra Prometida, sino que otro
lo haría en lugar suyo (Nm 20:11-13).
Algo semejante sucedió con David, a
quien Dios amonestó por su adulterio por boca del profeta Natán, anunciándole
que la espada no se apartaría de su casa (2Sm 12:9-12). Y con Salomón, por
haberse apartado del Dios verdadero cuando era viejo, y haber adorado a los
falsos dioses de sus muchas mujeres y concubinas extranjeras, por lo cual Dios
le dijo que le quitaría el reino, pero no en sus días, por amor de David, sino
en el reinado de su hijo, al cual le dejaría una tribu. (1R 11:4-13).
La misericordia de
Dios permite que el justo sea castigado por sus faltas en la tierra, y no en el
infierno, como merecería. Pablo escribe: “mas
siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados
con el mundo.” (1Cor 11:32).
Si el hijo es
disciplinado (“Porque el Señor al que
ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.” Hb 12:6), ¡con
cuánta mayor razón lo será el pecador contumaz! Como escribe el apóstol Pedro,
citando este proverbio según la versión de la Septuaginta: “Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el
pecador?” (1P 4:18).
Al respecto el
Venerable Beda (Nota) comenta: “Si la fragilidad de nuestra vida mortal es tan grande que
ni siquiera los justos que han de ser coronados en el cielo pasan por esta vida
sin sufrir tribulación a causa de las muchas fallas de su naturaleza, ¡con
cuánta mayor razón aquellos que viven apartados de la gracia celestial aguardan
el desenlace cierto de su condenación eterna!”
Es un hecho que
nuestros actos malvados regresarán algún día para atormentarnos. ¡Ténlo muy
bien en cuenta, amigo lector! No podemos librarnos de sus consecuencias, aunque
los hayamos olvidado, o quisiéramos borrarlos de nuestra memoria. Eso fue lo
que experimentaron los hermanos de José. Ellos lo vendieron cruelmente a unos
mercaderes de paso, pensando que nunca lo volverían a ver (Gn 37:27,28). Pero
cuando la necesidad los obligó a ir a Egipto a comprar trigo para no morir de
hambre, se encontraron con que la persona de quién dependía que les vendieran o
no el grano, era nada menos que su hermano, que había llegado a ser el hombre
más poderoso de ese país después del faraón (Gn 42:1-8). Que ellos fueran bien
tratados y acogidos fue gracias a la grandeza de alma de José que, pese a lo
mucho que había sufrido, los había perdonado (45:1-15).
Nota: Beda fue un monje británico conocido por su piedad, y su enorme
erudición que abarcaba todos los campos de la ciencia y de la literatura de su
tiempo. Además de sus numerosos comentarios bíblicos, escribió una famosa
Historia Eclesiástica Anglo Sajona, notable por su meticulosa metodología con
la que se adelantó a su tiempo. Vivió entre 673 y 735.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De
qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú
no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios,
yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por
ellos, haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú
viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los
hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he
ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento
sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis
pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante
quiero vivir para ti y servirte."
#955 (11.12.16). Depósito
Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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