Por José Belaunde M.
ESDRAS, EL ESCRIBA I
El libro de Esdras es
el registro del cumplimiento glorioso de
una promesa de Dios y de cómo Dios pone
en obra todo lo que sea necesario para que su palabra se cumpla. Él
había predicho por boca de Jeremías que el pueblo judío sería llevado cautivo a
Babilonia a causa de sus infidelidades y de sus maldades, pero había anunciado
también que retornaría al cabo de 70 años de cautiverio (Jer 25:11;29:10).
El libro de Esdras
narra cómo se cumplió esa profecía. El libro es parco en los pormenores de ese
retorno, pero los detalles que da el texto son suficientes para que podamos
visualizar cómo se cumplió en el retorno lo expresado por el Salmo 126: "Los
que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán; irá andando y llorando el que
lleva la semilla (del arrepentimiento); regresará con regocijo trayendo
sus gavillas (los frutos de justicia)". (v. 5,6).
Ellos habían partido
a Babilonia como esclavos, derrotados; volvieron en triunfo y alegría (“Irán con lloro, mas con misericordia los
haré volver, y los haré andar junto a arroyos de agua, por camino derecho en el
cual no tropezarán; porque yo soy a Israel por padre, y Efraín es mi
primogénito”. Jr 31:9). Salieron diezmados; su número al regresar era 42360
"sin contar sus siervos y siervas, los cuales eran 7327." (Y
sin contar mujeres, niños y adolescentes, porque los censos entonces
comprendían sólo a los varones adultos. Esdras 2:65). Partieron pobres,
volvieron ricos (Es 2:69). Posiblemente habían sido llevados a pie, en cadenas;
regresaron montados en caballos, mulas, camellos y asnos (2:66,67).
Nabucodonosor se había llevado a Babilonia los tesoros del templo (2R
24:11-13); ellos los trajeron de vuelta (Es 6:5).
Dios rara vez
interviene en la historia por medio de portentos, aunque a veces lo hace. Por
lo general interviene a través de seres humanos y de acciones humanas. Es
decir, nos usa a nosotros. La Escritura dice que para cumplir su palabra Dios "despertó
el espíritu de Ciro, rey de Persia". (Esdras 1:1). En la versión
inglesa autorizada de la Biblia (llamada también del rey Jaime) se dice
"stirred up", verbo que quiere decir "excitar, conmover,
aguijonear el espíritu". Es decir, le puso al rey un impulso interno para
realizar los planes que Él se había
propuesto. ¿Cómo es que el rey hizo lo que el Señor quería? El libro de
Proverbios dice "Como los repartimientos de las aguas, así está el
corazón del rey en la mano del Señor; a todo lo que quiere lo inclina."
(Proverbios 21:1). Así como Dios puede hacer que nosotros hagamos lo que Él
desea, de igual manera Él puede hacer que los gobernantes cumplan sin saberlo
su voluntad, creyendo que hacen que lo que ellos se proponen.
Pero Dios no sólo
actuó a través de Ciro y de Darío (cap. 6), sino que se sirvió también para
llevar adelante sus planes de judíos piadosos que habían alcanzado posiciones
altas en la corte de Persia. En esa etapa de la historia de Israel se valió de
Mardoqueo, de Ester, de Zorobabel, de Esdras y de Nehemías y de muchos otros.
Habían sido encumbrados en el mundo por su diligencia ("¿Has visto
hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará." dice
Proverbios 22:29). Si Esdras no hubiera sido diligente en el estudio de las
Escrituras (Es 7:6), no habría estado cerca del rey.
A veces los proyectos
de Dios se frustran porque no encuentra creyentes colocados en las altas
esferas de la sociedad y del gobierno que le puedan servir de instrumento,
porque los creyentes han descuidado ser diligentes en las cosas del mundo. Los
creyentes han dejado el mundo de la política y de los negocios en manos de
escépticos, o de incrédulos, o peor aún, de impíos, que pueden hacer todo el
mal que se proponen porque no hay hombres justos que se les interpongan. Pero
Dios tiene necesidad de siervos suyos en todas las capas de la sociedad,
inclusive las más altas, porque hay ciertos procesos de su plan que se deciden
en la cúspide del poder político y económico.
Una vez cumplidos los
aspectos iniciales del proyecto de Dios para Israel en relación con su retorno
del cautiverio, esto es, una vez concluida la reconstrucción del templo y de
las murallas de la ciudad, y empezada la restauración del culto y de las fiestas
solemnes, Dios tenía necesidad de un hombre que guiara al pueblo elegido en el
amor y en el conocimiento de las Escrituras, para que aprendiera a conducirse
rectamente delante de sus ojos. Este hombre fue Esdras que "había
preparado su corazón para inquirir la ley del Señor y para cumplirla, y para
enseñar en Israel sus estatutos y decretos" (7:10).
Toda persona que
desee guiar con corazón sincero al pueblo en el conocimiento de la palabra de
Dios, debe sentir ese triple impulso de investigar, cumplir y enseñar. Son tres
pasos estrechamente unidos y se implican mutuamente, porque no se puede enseñar
lo que no se cumple (salvo hipócritamente) y no se puede cumplir lo que no se
conoce bien. Eso es evidente. Al mismo tiempo, el que investiga la palabra de Dios
con corazón sincero se verá impulsado a cumplirla, y, si la cumple, la misma
palabra lo empujará a enseñarla a otros para que también la cumplan. Pero no
será capaz de hacer bien esas tres cosas si no ha preparado su corazón.
La comprensión que
uno alcance de las Escrituras no depende tanto de su cultura, de su erudición o
de su inteligencia, cuanto de la intimidad que uno tenga con el autor de las
Escrituras. A eso nos referíamos al hablar de preparar el corazón. Así como nos
será fácil entender la letra de alguien si estamos acostumbrados a leer sus
cartas, de igual manera la letra de los escritos de Dios –que son como una
carta que Él nos envía- nos será tanto más comprensible cuanto más la
frecuentemos y más cerca estemos de su espíritu: "El que se une al
Señor, es un mismo espíritu con El" (1Cor 6:17).
Depende también del
deseo que tengamos de entenderla. Si uno no está interesado en entenderla, si
nos es indiferente, difícilmente va a sacar uno algún fruto de su lectura. Pero
si nosotros deseamos ardientemente comprender su palabra, Él va a satisfacer ese deseo iluminando nuestra
mente.
Nuestra relación con
el Señor está gobernada por esta ley espiritual: "Acercaos a Dios, y Él
se acercará a vosotros", como dice Santiago 4:8. Nosotros gozaremos de
tanta intimidad con el Señor cuanto queramos tener. Somos nosotros los que
decidimos el grado de nuestra intimidad con Dios. Si nos acercamos un poco a
Él, Él se nos acercará un poco. Si nos acercamos mucho, Él se nos acercará mucho. Depende de cuánto lo busquemos, de
cuánto ahínco pongamos en conocerlo. Dios es dócil con los que le son dóciles.
También depende de
cuán grande sea nuestro deseo de obedecer su palabra. Cuánto más la pongamos
por obra, más la comprenderemos. Cuanto más la cumplamos, mejor la
entenderemos. Aprendemos a comprenderla, haciéndola. Comprender y hacer van,
pues, unidos y se refuerzan mutuamente. No se trata de una comprensión
intelectual, sino de una comprensión intuitiva interna, del corazón (así como
nosotros comprendemos a los seres que amamos sin necesidad de analizarlos),
porque si guardamos su palabra Él se manifestará a nosotros, como dijo Jesús: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré,
y me manifestaré a él.” (Juan 14:21).
¿Y de qué manera se
manifestará Él al que lo ama y guarda su palabra? Hablándole al corazón (“Porque dulce es la voz tuya” dice el
Cantar de los Cantares, 2:14), e iluminando su mente para que pueda conocerlo y
comprenderlo mejor.
La intimidad con Dios
es ciertamente una gracia inmerecida, pero en gran medida depende también de
nuestra actitud. ¿Quieres conocer íntimamente a Dios? Acércate a Él en oración.
Búscalo en tu cámara secreta, y Él se revelará a ti.
NB. Este texto fue escrito el 01.05.96 para una charla transmitida por
Radio Miraflores. El 20.11.05 fue impreso, enriquecido con notas sobre el
contexto histórico de los hechos narrados. El segundo artículo que se publique
a continuación estará basado en el contenido ampliado de esas notas.
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego;
lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En
adelante quiero vivir para ti y servirte."
#952 (20.11.16). Depósito Legal #2004-5581.
Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima,
Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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