LA VIDA Y
LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MARDOQUEO I
Contexto Histórico
Jerusalén había sido
conquistada por Nabucodonosor, rey de Babilonia, el año 587 AC, y un gran
número de judíos, especialmente de las clases altas, así como artesanos y
herreros, fue enviada al exilio, tal como había anunciado Jeremías que
ocurriría en castigo de la idolatría en que había caído el pueblo (Jr
25:11,12).
El rey persa Ciro,
conquistó Babilonia el año 539 AC. Al año siguiente él permitió que los judíos
que vivían en su imperio pudieran, después de setenta años de exilio, regresar
a Israel si lo querían, tal como también Jeremías había profetizado (Jr 25:11;
29:10; Dn 9:2; 2Cro 36:21) (Nota 1).
Una buena parte de
los desterrados lo hizo en oleadas sucesivas, pero muchos se quedaron porque
gozaban de una buena situación que no querían perder, prefiriendo la comodidad
de su prosperidad en una tierra extranjera, a la alegría de adorar a Dios en la
ciudad santa. El retorno de los judíos a su tierra en varias etapas está narrado
en los libros de Esdras y Nehemías.
El templo de
Jerusalén fue reconstruido entre los años 536-516 AC, bajo el reinado de Ciro y
de Darío, en tiempo de los profetas Hageo y Zacarías. El hijo de Darío, el rey
Jerjes, a quien el libro de Ester llama Asuero, (que reinó entre 486 y 465 AC,
en que fue asesinado) invadió Grecia y, a pesar de sus triunfos iniciales, fue
derrotado en las batallas de Salamina y Platea, y tuvo que retirarse. La guerra
contra los persas, muy superiores a ellos numéricamente, es una de las grandes
gestas de la historia griega.
Aunque él fue un
soberano muy poderoso –bajo su reinado el imperio persa llegó a tener 127
provincias, y se extendía desde las fronteras de la India hasta Etiopía en
África- él era en realidad un hombre de carácter débil e indeciso, víctima de
sus caprichos, que descansaba en los consejos de sus altos funcionarios, rasgo
que se ve reflejado en el relato del libro de Ester (Véase 1:4).
Este libro, que se
lee como si fuera una pequeña novela, debe haber sido escrito por un judío
residente en Persia, que tuvo acceso a las crónicas oficiales de los reyes de
Media y Persia y que estaba bien familiarizado con las costumbres de la
sociedad y de la corte persa, así como con el palacio de Susa. Los sucesos
narrados por el libro cubren un periodo de 10 años, desde el año 483 AC hasta
el año 473 AC. Tiene la particularidad de que en él no se menciona ni una sola
vez el nombre de Dios. Sin embargo, es fascinante ver cómo detrás de los
acontecimientos y de las intrigas de la corte real, está la mano de Dios
moviendo los hilos de la acción y llevando a cabo sus propósitos.
Se cree que fue
escrito para los judíos de la diáspora, para enseñarles cómo deben comportarse
en tiempos de opresión y peligro, poniendo toda su confianza en Dios. Si
Mardoqueo mismo no fue su autor, el libro está basado en información
proporcionada por él, pues se dice, en Ester 9:20, que él envió cartas a los
judíos para informarles de las razones para celebrar la fiesta de Purim. Dicho
sea de paso, esta fiesta, según 2Mac 15:36, inicialmente se llamaba “día de
Mardoqueo”.
Vale la pena notar
que si en los libros de Éxodo, Levítico y Números se narran los extraordinarios
milagros que Dios realizó para permitir que el pueblo elegido escapara de la
servidumbre en Egipto, en este libro se relatan los medios e incidentes
extraordinarios de los que Dios se valió para preservar al pueblo elegido de la
destrucción que lo amenazaba. Y muestra cómo Dios se sirve para sus propósitos
de los pecados y locuras de los hombres, que Él permite porque sabe cómo sacar
el bien del mal.
La historia empieza con el relato del poco respeto que la
reina Vasti (Amestris en la historia griega), orgullosa de su belleza y de su
rango, mostró en una oportunidad por su marido, que quiso mostrar a los
asistentes a un banquete que él había dado, la belleza de su mujer. Pese a que
la orden le fue comunicada mediante siete chambelanes eunucos, ella se negó a
aparecer ante los invitados, lo que motivó la gran ira del rey al verse
humillado públicamente, y que ella fuera depuesta de su posición; así como que
más adelante se convocase a un concurso entre las jóvenes vírgenes más bellas
del imperio, para que el rey escogiese como reina a la que más le gustase. (2)
Es de notar que la razón que los consejeros
del rey le dan para deponer a su mujer es que, al divulgarse inevitablemente el
hecho, las mujeres del país tomarían a la reina Vasti como ejemplo a seguir y
menospreciarían a sus maridos. Por ese motivo ellos le aconsejaron que se
enviara cartas mediante correos veloces a todo el país, diciendo que el hombre
debía afirmar su autoridad en su hogar (Est 1:13-22).
Sin embargo, uno no puede dejar de
considerar que a la reina no le faltaba razón al negarse a ser exhibida como un
trofeo delante de los comensales ebrios del rey. Y éste era un tonto al querer
hacerlo, pues debió apreciar la belleza de su mujer como un tesoro reservado
para sí mismo, y no para ser exhibido. Pero tengamos en cuenta que en esos
tiempos aún no había venido el mensaje del Evangelio que otorgó a la mujer su
verdadera dignidad.
El historiador Josefo anota que cuando al
rey le pasó la cólera, sintió muchísimo haber ido tan lejos, y extrañaba a
Vasti, madre de sus hijos, pero ya no podía dar marcha atrás y reconciliarse
con ella, pues el edicto de divorcio era irrevocable. He ahí un buen ejemplo de
cómo la cólera puede llevarnos a tomar decisiones precipitadas que después
lamentamos.
Entre los judíos residentes en Susa, la
capital del reino, estaba Mardoqueo, (3), de la
tribu de Benjamín. Es probable que el Mardoqueo que, según Est 2:5,6, había
sido llevado a Babilonia con los cautivos que llevó Nabucodonosor, sea un antepasado
del personaje de nuestra historia.
Él tenía una prima muy hermosa, llamada
Hadasa, que había quedado a su cargo desde la muerte de sus padres. La palabra
Hadasa significa “mirto”, que es un árbol cuyas hojas despiden su aroma cuando
son aplastadas. Eso nos hace pensar en muchos seres humanos cuyo aroma
espiritual se manifiesta sólo después de haber pasado por muchas pruebas por
las que el Señor permite que pasen para refinar su carácter. Ella había quedado
huérfana pero no desamparada, porque como dice el salmo 27:10: “Aunque mi padre y mi madre me abandonaran,
el Señor me recogerá”, esto es, Aquel de quien se dice que es “Padre de huérfanos y defensor de viudas.” (Sal
68:5).
Ella fue llevada por los encargados de
cumplir la orden del rey al palacio real, donde se juntó a las doncellas que
iban a ser preparadas durante doce meses, para el día en que fueran presentadas
al rey y pasaran una noche con él. Si el rey no la escogía como reina, la
muchacha descartada era llevada a la casa de las concubinas, de las que el rey
disponía a su antojo. Allí ciertamente ella era bien tratada, pero se le negaba
el derecho de casarse y tener familia propia. En el fondo se la rebajaba a la
categoría de una cosa. Éste y otros aspectos poco edificantes del relato han
motivado que este libro haya sido denunciado por algunos como inmoral e indigno
de formar parte del canon bíblico.
Hadasa adoptó entonces el nombre de Ester,
derivado del nombre de la diosa Istar, o Astarté y, por instrucciones de su
primo, no reveló a nadie su origen judío. Cuando ella -después de haber sido
preparada en las técnicas amatorias, y en el arte de los afeites y perfumes cultivado
en ese tiempo para que las mujeres supieran agradar a los hombres- fue llevada
donde el rey, éste la amó más que a ninguna de las muchachas que habían pasado
previamente una noche con él a prueba, y la hizo coronar como reina, en
reemplazo de Vasti. Esto ocurrió en el
año sétimo de su reinado (Est 2:16), cuatro años después de que Vasti fuera
depuesta. ¿Qué ocurrió durante los años intermedios? Muy probablemente ése fue
el tiempo en que Asuero (Jerjes) estuvo involucrado en las campañas militares
contra Grecia, que después de algunos triunfos espectaculares iniciales,
terminaron en el más completo fracaso.
¿Qué encontró el rey en Ester que tanto le
gustó? Quizá no sólo su belleza e inteligencia, sino su disposición de ánimo, y
su deseo de agradarle.
Nótese que Mardoqueo se había hecho cargo
de su prima y la educó como un padre, y ella le obedecía en todo como una hija,
incluso cuando había llegado a ser coronada como reina (2:20). Por su docilidad
y carácter suave ella se ganó el afecto de todos en la corte. Él le advirtió
que no revelara su origen judío, consciente del fuerte sentimiento antijudío
que había en la población, el cual se expresa en las palabras que le dice el
consejero Amán al rey: “Hay un pueblo
esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino,
y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del
rey”. (Est 3:8)
Es curioso, pero no sorprendente, que ese
sentimiento ya existiese entonces, lo cual quiere decir que no fue inspirado
por el cristianismo, como a veces se alega, sino que posiblemente la causa del
antagonismo fuera precisamente lo que dice Amán: que ellos seguían leyes
propias diferentes a las del país, y no las que observaban el resto de los
pueblos. Esas leyes propias que Amán objetaba incluían seguramente el día
semanal de reposo (el sábado), y las restricciones alimenticias dictadas por
Moisés, además posiblemente del hecho de que no se casaran con no judíos sino
entre ellos, y se mantuvieran separados de los demás pueblos, a los que despectivamente
llamaban “gentiles” (goyim en hebreo;
etnoi en griego).
En la acusación que hace Amán hay un primer
punto que conviene destacar: Este pueblo está esparcido por todas las provincias
de tu imperio. Y, en efecto, así era, y no hay duda de que eso era algo que
había sido dispuesto por la Providencia con un fin, pues, como vemos en el
libro de los Hechos, la dispersión del pueblo judío y la existencia de una
sinagoga en casi todas las ciudades del mundo conocido, facilitó muchísimo la
predicación y difusión inicial del Evangelio (Hch 9:20; 13:5; 17:17; 18:4;
19:8).
Notas: 1. El texto de 2Cro 16:21 dice así: “Para que se cumpliese la palabra de Jehová
por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubiera gozado de reposo, porque todo
el tiempo de su asolamiento reposó, hasta que los setenta años fueran
cumplidos.” ¿Qué quiere decir que la tierra reposó? Que no fue cultivada ni
sembrada y se llenó de cardos y abrojos, y de chacales que merodeaban por ella
(Is 34:13).
Recuérdese que según la ley de Moisés, la tierra debía
descansar cada siete años (Lv 25:1-7), una sana medida para que la tierra
conservara su productividad.
2. Los
banquetes que ofrecía Asuero podían durar semanas. El historiador griego
Herodoto dedica bastante espacio a describir la suntuosidad de los banquetes
que ofrecía el rey Jerjes. Nótese que la cultura de los pueblos orientales –de
ese tiempo, y aún hoy día- estaba dominada por la búsqueda del placer, sobre
todo en las clases altas, cuyo poder, a su vez, estaba basado en la dominación
de las clases bajas. En Grecia, en cambio, se desarrolló pronto el concepto de
democracia, que ha heredado la cultura occidental. La cultura cristiana, de
otro lado, -esto es, la verdadera- está basada en la negación de sí mismo y en
el amor al prójimo.
3. Es
posible que su nombre derive del nombre del dios Marduk, o Merodac, la
divinidad principal de los babilonios que Jeremías menciona (50:2).
NB. Este artículo y el
siguiente están basados en una enseñanza dada en una reunión del ministerio de
la Edad de Oro.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De
qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Si tú
no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios,
yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos,
haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego;
lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En
adelante quiero vivir para ti y servirte."
#947 (16.10.16). Depósito Legal
#2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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