LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL IMPIO HACE OBRA
FALSA
Un Comentario de Proverbios 11:18-22
18. “El impío hace obra
falsa; mas el que siembra justicia tendrá galardón firme.”
En este proverbio antitético se contrastan el fruto que se obtiene
obrando bien y el que se obtiene obrando mal.
“El
impío hace obra falsa” porque el resultado que obtenga por sus esfuerzos al final lo
decepcionará. Si obtuvo alguna ventaja material de la que se ufanaba, ésa será
transitoria y puede volverse en contra suya. Dicho de otra manera, “obra falsa” es la fugaz que no dura.
Eso es lo que muchos de los que obraron conscientemente mal, al final
experimentaron cuando, por una circunstancia inesperada, su mal accionar quedó
al descubierto y fueron acusados públicamente. Todo lo que habían obtenido con
su mal proceder desapareció, o se volvió en contra suya.
Cada cual cosecha lo que
siembra; lo que cosecha el impío corresponderá a la mala calidad de su semilla.
El que siembra justicia es el que se conduce rectamente. Siembra justicia en
los surcos de tu vida y cosecharás paz y prosperidad. Ése es tu premio. (c.f. 10:6; Gál.6:7,8). Notemos, de paso, que “sembrar justicia” adquirió en el tiempo
también el sentido de “dar limosna”, esto es, ser generoso, que es algo que
Dios bendice. (c.f. vers. 24,25;
2Cor.9:6).
El corazón y la voluntad del hombre son
reclamados por dos señores que le prometen una gran recompensa. Pero si el
maligno cumpliera sus promesas y ellas no fueran engañosas, todos los seres
humanos vivirían ricos y felices. La primera persona que fue engañada por él fue
Eva, a quien la serpiente le prometió que ella y su marido serían como Dios,
conociendo el bien y el mal. Pero el
resultado de su obediencia a la sugerencia de Satanás fue que ambos se
avergonzaron de estar desnudos y corrieron a esconderse cuando oyeron la voz de
Dios en el jardín (Gn 3:8-10). Se escondieron porque se sabían culpables. Ése
fue su primer contacto con el mal, que antes ignoraban.
Jesús
mismo fue tentado por Satanás que le ofreció todos los reinos del mundo y su
gloria si postrado le adoraba. ¿Pero qué necesidad tenía Jesús de que alguien
le ofreciera lo que de hecho y desde siempre le pertenecía, porque Él lo había
creado todo con su palabra? (Mt 4:8,9).
Los pecados de la carne que el demonio
estimula, pasada la satisfacción momentánea que ofrecen, conducen al desengaño,
a los remordimientos, y a la muerte (Rm 6:21; Pr 5:3-5).
Las
Escrituras nos presentan varios ejemplos de cómo se cumple la verdad enunciada
por este proverbio. El faraón quiso exterminar al pueblo hebreo ordenando que
se matara a todos los hijos varones que les nacieran, pero en la noche de la
primera Pascua Dios hizo morir a todos los hijos primogénitos de los egipcios,
incluyendo al del propio faraón (Ex 12:29,30). Más adelante, cuando se
arrepintió de haber dejado salir al pueblo hebreo, ordenó que su ejército
saliera a perseguirlos, pero Dios hizo que todos sus soldados y jinetes
perecieran ahogados en las aguas del Mar Rojo que los israelitas habían
atravesado en seco poco antes (Ex 14:11-28).
Acab creyó que podía apoderarse de la viña
de Nabot que codiciaba, haciéndolo matar por blasfemo, pero Elías le salió al
encuentro y le profetizó que en el mismo lugar en que los perros habían lamido
la sangre de Nabot, lamerían la suya (1R 21).
¿Qué cosa es sembrar justicia? Es vivir
rectamente y con la mira puesta en la recompensa eterna. Como dice Oseas: “Sembrad para vosotros en justicia; cosechad
para vosotros en misericordia.” (Os 10:12). Y también Gálatas: “Dios no puede ser burlado; pues todo lo que
el hombre sembrare, eso también segará.” (Gal 6:7). El hombre no puede
cosechar un fruto diferente a la semilla que ha sembrado. Tal la semilla, tal
la cosecha. De ahí que Jesús dijera del
hombre: “Por sus frutos los conoceréis…
No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.” (Mt
7:16,18).
En contraste con el mal fruto que cosecha el
impío, está el galardón firme del que siembra justicia. Aunque durante algún
tiempo su tarea pueda ser penosa, al final será recompensado: “Irá andando y llorando el que lleva la
preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.” (Sal
126:6). Sin embargo, nadie recibe la totalidad de su galardón en esta vida; lo
mejor del galardón está reservado para la otra vida, que es eterna.
19. “Como la justicia conduce a la vida, así el
que sigue el mal lo hace para su muerte.”
La justicia que conduce a la vida (“el
camino de la justicia”, Pr 12:28) caracteriza al sabio que endereza sus
caminos con el temor de Dios, buscando agradarle y obedecerle en todo.
Ciertamente el que vive de esa manera será recompensado con buena salud y
vitalidad (11:31a), esto es, con plenitud de vida en sentido terrenal, mientras
que el que tuerce sus caminos probablemente enfermará y morirá joven. Pero si
se tiene en cuenta que la promesa que encierran estas palabras se refiere
también a la vida eterna, el que tiene a Dios en cuenta en todos sus caminos
(Pr.3:6) encontrará que los brazos de Dios lo recibirán al final de su vida en
la tierra. El versículo siguiente explica parte del motivo: su conducta
agradaba a Dios.
Y esta es la pregunta que debemos hacernos
todos: ¿Mi conducta agrada a Dios? Si la respuesta es positiva podemos estar
seguros de que su bendición reposa sobre nosotros, aunque podamos pasar por
pruebas. Si es negativa, nada de lo que hagamos conducirá a buen fin, aunque el
éxito nos sonría temporalmente.
Este proverbio se refiere ciertamente a la vida eterna y
parece sugerir que
la salvación se obtiene mediante la justicia que, en este contexto, no puede
ser sino la propia (cf vers. 5 y 6). Aunque no exclusivamente: el piadoso es
justo porque teme a Dios. El temor de Dios es una forma de fe, que mueve al
hombre a actuar bien. La segunda línea confirma lo que dice Rm. 6:23 (c.f. Pr 10:28b).
¿De qué vida y de qué muerte se habla aquí? ¿No es la vida o la muerte
eterna? No hay duda de que Jesús al hablar de la vida eterna ha hecho uso de
una larga tradición que daba un sentido espiritual a esas palabras.
La vida de que aquí se habla es la vida
eterna que se alcanza por medio de la justicia, la cual, para el judío piadoso,
consistía en observar la ley. No hay aquí mención de la fe.
Podría decirse que esto es aplicable al
israelita del Antiguo Testamento. Él no podía tener fe en el Redentor porque
aún no había venido, pero sí podía tener fe en Dios, como Abraham, de quien se
dice que le “creyó a Jehová y le fue contado
por justicia.” (Gn 15:6).
El labrador espera pacientemente que la
semilla que ha sembrado produzca fruto; aunque pueda demorar, la recompensa de
su paciencia es segura (St 5:7,8). La
rectitud es la semilla; la felicidad es la cosecha. La perseverancia es
condición necesaria para recibir la recompensa, como dice Pablo: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes
y constantes, abundando en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro
trabajo en el Señor no es en vano.” (1Cor 15:58).
La justicia no sólo libra de muerte (Pr
11:4), como ocurrió con Lot y su familia (Gn 19:16), sino que también “conduce a la vida” (Pr 10:16; Is 3:10),
porque Dios dará una recompensa eterna a los que, habiendo creído, perseveran
en hacer el bien (Rm 2:7), como se dice en Apocalipsis: “Mira que yo vengo pronto y
mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según su obra.” (22:12).
20. “Abominación son a Jehová los perversos de
corazón; mas los perfectos de camino le son agradables.”
Este es un versículo de paralelismo antitético. Contrasta al perverso
con el perfecto o íntegro. Este es un contraste que ya figura en el vers. 3; y
más explícitamente en Prov 3:32: “Porque
Jehová abomina al perverso; mas su comunión íntima es con los justos.”
Dios abomina, es decir, detesta al corazón
perverso, torcido, que busca siempre el mal y no el bien, las consecuencias de
cuya obra son siempre perniciosas para otros y, en última instancia, para sí
mismo. En cambio, le agradan los que actúan rectamente, cuyo corazón de una
manera natural se inclina al bien y rechaza el mal.
La palabra “abominación” (toeba) es una las más fuertes y
condenatorias del Antiguo Testamento. Con ella se designan los alimentos
impuros (Dt 14:3); el sacrificar a los niños pasándolos por fuego (Dt 12:31);
el casarse con mujeres extranjeras –porque servían a dioses ajenos- (Mal 2:11);
el culto falso de los impíos (Pr 21:27); la homosexualidad (Lv 18:22). El libro
de Proverbios la usa para referirse a los de corazón perverso, pero también al
corazón altivo (16:5). Ambas cosas suelen ir juntas. El perverso cree que nunca
tendrá que rendir cuentas a la justicia divina; se cree seguro en su impiedad.
¡Cuán equivocado está! Cuando menos lo piense será castigado y desaparecerá: “Vi yo al impío sumamente enaltecido, y que
se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué
y no fue hallado.” (Sal 37:35,36).
¿Pero quiénes son los rectos de camino sino
aquellos a quienes Dios mismo hace rectos? No se hicieron rectos ellos mismos.
Son obra suya. Aquí se contrasta al recto de camino con el de corazón perverso,
porque tal como es el corazón, será el camino (Ch. Bridges) El que es perverso
de corazón sigue inevitablemente un camino torcido, porque se inclina hacia él
inconscientemente. Así como Dios detesta al perverso, Él se deleita en el recto
que le obedece y le sirve.
21. “Tarde o temprano, el malo será castigado;
mas la descendencia de los justos será librada.”
Cuando yo era niño había un “slogan”
comercial que decía: “Tarde o temprano su radio será un Phillips”. Era tan
conocido que había gente que lo empleaba como refrán para indicar algo que
tenía que ocurrir de todas maneras, pese a todos nuestros esfuerzos para impedirlo.
El
castigo del impío es tan inevitable como la muerte. Aunque demore, ha de venir,
porque Dios es justo y no puede dejar que su justicia sea quebrantada. Este
proverbio se relaciona con todos aquellos versículos que auguran el fin del
malo. (10:29; 11:19; 13:13; 15:10; 19:16; 29:1).
El
vers. opone el castigo de los malos a la liberación -sea del castigo, o del
infortunio, o de la opresión- de la progenie o descendencia del justo, en lugar
de asegurar simplemente que el justo será librado. Es decir, transfiere el
beneficio de la justicia divina del justo a su descendencia (Dt.7:9;
Sal.25:12,13; 37:25; 112:2). Pero esa inferencia desaparece si se entiende “la descendencia” en el sentido de “la
raza de los justos” (Kidner, c.f. Sir:8:39; Gál.3:7), lo que incluye al justo
mismo.
Sin
embargo, el proverbio expresa implícitamente también la idea de que durante un
lapso no breve de tiempo el malo puede ser victorioso y prosperar, mientras que
los justos sufren opresión. El proverbio promete liberación para unos y sanción
para otros, aunque ambas cosas demoren, esto es, se cumplan en el tiempo de
Dios y no en el nuestro (Jb.5:19; 2Tim.4:18, Pr 12:21; Sal 91:3,10,15c).
Este proverbio. es un gran consuelo para los
que, como el autor del Sal 73, se afligen viendo la prosperidad de los impíos. "Tarde o temprano…” Nosotros
preferiríamos que fuera temprano para verlo, porque si ocurre muy tarde quizá
no lo veamos. Pero creo, sobre todo, que preferimos que sea temprano para que
el malvado no goce de mucho tiempo de bonanza y que experimente pronto el fruto
maligno de sus actos ¿Para que se arrepienta? No, para que le duela. Vemos
pues, que esta frase (“tarde o temprano”) despierta nuestro espíritu de
justicia propia y de juicio, no muestra compasión, como si nosotros nunca hubiéramos
estado en el grupo de los malvados, y nunca hubiéramos sido beneficiarios de la
misericordia y paciencia de Dios.
Pero, ¿cuáles son los sentimientos de Jesús
frente a esta frase? Pena y compasión por los malvados que no se arrepientan,
porque Él los ama también a ellos, y murió también por ellos. Esos sentimientos
deberían también ser los nuestros.
El segundo estico es una bella promesa que
muestra cómo la misericordia de Dios premia al justo “hasta mil generaciones” (Dt 7:9).
22. “Como zarcillo de oro en el
hocico de un cerdo es la mujer hermosa y apartada de razón.”
La mujer privada de
razón, de discreción o de sabiduría, es la mujer insensata, la necia, la que
carece de discernimiento, la tonta. No es la adúltera intrigante de Prov. 7,
ducha en artimañas y amores ilícitos, sino la crédula y estúpida, que escoge
siempre el camino menos conveniente para ella, pero que no carece de buenos
sentimientos. Pues bien, la belleza le sienta mal a esa mujer porque no sabe
hacer buen uso de ella sino, al contrario, le tiende trampas. Los términos de
la comparación son terribles porque el cerdo era para los israelitas un animal abominable
e impuro. ¿Qué papel puede jugar un zarcillo de oro, una pequeña alhaja, en el
hocico de un sucio animal que se revuelca en el fango? El contraste es
chocante. Así es la belleza en el rostro de una mujer insensata. Por lo general
es desgraciada porque se deja engañar por los hombres que se aprovechan de
ella. A ella se aplica el viejo refrán: “La suerte de la fea, la bonita lo
desea”.
La
belleza física es un don divino en el hombre y en la mujer, y debe ser
apreciado como tal, pues con frecuencia es reflejo de la belleza interior, la
del alma, como en el caso de José (Gn 39:3), o el de David (1Sm 16:12), o el de
Ester (Est 2:7).
Pero
sabemos también que la belleza puede ser engañosa y esconder un corazón necio o
impío (Pr 31:30). Todo el encanto de la belleza se pierde en la mujer carente
de discreción, porque en lugar de tener honra (v. 11:16), le puede traer
deshonra, si su belleza se vuelve objeto de las más bajas pasiones, y ella es
incapaz de retener su virtud (2Sm 11:2), como ocurrió en el caso de Betsabé, la
mujer del fiel Urías, que por haber cedido a la pasión de David, provocó la muerte
de su marido (2Sm 11:15-17). El alma alejada de Dios pierde su verdadera
belleza, que es interna, aunque conserve la apariencia externa.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a
gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle
perdón a Dios por ellos, haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego;
lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En
adelante quiero vivir para ti y servirte."
#950 (06.11.16).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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