viernes, 22 de diciembre de 2017
miércoles, 13 de diciembre de 2017
ESDRAS EL ESCRIBA II
LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ESDRAS EL ESCRIBA II
Tal como anuncié al final del
artículo anterior, el segundo artículo de este mismo título estaría dedicado a
describir el contexto histórico en que Esdras y Nehemías desarrollaron sus actividades
tan importantes en la reconstrucción del judaísmo después del exilio
babilónico.
Como
ocurre también en nuestros días el panorama político del mundo antiguo estaba
dominado por potencias rivales que se disputaban el predominio, y cuya civilización floreció a orillas de
grandes ríos que permitieron un gran desarrollo de la agricultura. De un lado, estaba
el poderoso y milenario imperio egipcio, a orillas del río Nilo que desembocaba
en el Mediterráneo, y de otro, los imperios sucesivos y rivales de Asiria,
Babilonia y Persia que florecieron en el creciente fértil irrigado por los ríos
Éufrates y Tigris.
Después
de la muerte del piadoso rey Josías, que cayó luchando contra el faraón Necao
(2R 23:29), el reino de Judá estuvo sujeto al predominio alternado de Egipto y
de Babilonia. Después de la victoria de la segunda sobre el primero en
Carquemish (605 AC ),
Judá cayó en la órbita de Babilonia. Sin embargo, y contra el consejo de
Jeremías, el rey Joacim se rebeló contra ella y fue derrotado por
Nabucodonosor, que entró victorioso en Jerusalén el 16 de marzo de 597 AC (2R 23:36-24:5). El
nuevo rey, Joaquín, fue deportado a Babilonia con unos 10,000 compatriotas
suyos, junto con todos los tesoros del templo y del palacio real. Sedequías fue
instalado en su lugar (2R 24:8-17).
El
año 589 AC ,
(esto es, ocho años después) y nuevamente contra el consejo de Jeremías,
Sedequías se rebeló contra Nabucodonosor (2R 24:20), pero fue derrotado. Nabucodonosor sitió Jerusalén y la
tomó el 29 de julio de 587 AC ,
tal como Ezequiel había anunciado que ocurriría en castigo de la idolatría y de
los muchos pecados del pueblo. Sedequías fue cegado y deportado a Babilonia con
muchos altos funcionarios y mucho pueblo (2R 25:1-7). Poco después Nabuzaradán,
capitán de la guardia, incendió el templo de Salomón y el palacio real, junto
con toda la ciudad, destruyó las murallas y se llevó consigo cautivos a más
habitantes de Judá (2R 25:8-11).
Nabucodonosor
dejó como gobernador de Judá a Gedalías, pero éste fue asesinado por algunos
judíos descontentos, quienes, temiendo la represalia del rey babilónico,
huyeron a Egipto llevándose consigo, contra su voluntad, a Jeremías (2R
25:22-26; Jer 43:4-7). ¡Pobre Jeremías! Él había anunciado esta catástrofe,
pero no le hicieron caso. No se supo más de él. Posiblemente murió en Egipto.
En
el año 582 se produjo una nueva deportación de judíos a Babilonia. Se calcula
que en total los babilonios se llevaron a unas 20,000 personas, la flor y nata
del pueblo, funcionarios, militares, artesanos y técnicos. Sólo quedó el pueblo
ignorante y algunos nobles y sacerdotes.
El
año 539 el rey persa, Ciro, conquistó Babilonia y, al año siguiente, promulgó
un decreto autorizando el retorno a su tierra de los exiliados de Judá que
quisieran regresar. (Esd 1:2-4 contiene el texto hebreo del decreto; Esd 6:3-5,
el texto arameo). Pero el primer retorno fue un semifracaso, aunque en 537 AC se colocó la primera
piedra del nuevo templo. Una nueva emigración en 522 (que es posiblemente la
que describe el capítulo 2), al mando del príncipe de estirpe real, Zorobabel,
y del sacerdote Josué, reinició la reconstrucción del templo, que había quedado
paralizada por la oposición circundante (Esd 4:4,5), siendo inaugurado el año
515 (Esd 6:16-18). Recuérdese que en la cronología antes de Cristo los años
decrecen hasta el año primero.
El
año 445 AC ,
Nehemías, copero y, por tanto, alto funcionario del rey Artajerjes, obtuvo
autorización para ir a Jerusalén –con el cargo de gobernador de Judá- para
reconstruir sus murallas que estaban en lamentable estado (Nh 1-2:10). Según Esd
7:8 la misión de Esdras empezó el año sétimo del reinado de Artajerjes, pero
como el texto no indica si se trataba del primero, o del segundo de los reyes de
ese nombre (que tuvieron ambos largos reinados), no es posible determinar con
seguridad si ello ocurrió el año 458
AC , o el año 398 AC, aunque la mayoría de los eruditos
se inclina por la primera fecha.
Esdras
(cuyo nombre en hebreo era Azaryahu, que
quiere decir “Dios ayuda”), fue un hombre de linaje sacerdotal a quien por
primera vez en las Escrituras se otorga el título de “escriba” (es decir,
erudito. Sofer en hebreo; grammateus en griego; literalmente “el
que sabe escribir”, una habilidad notable si se tiene en cuenta que en la
antigüedad la gran mayoría de la población era analfabeta). Él vivía con los
exiliados de Judá en el imperio persa en tiempos de Artajerjes (posiblemente el
primero, aunque no es seguro). El soberano, que sin duda le tenía en gran
aprecio, porque era un hombre muy estudioso, le dio el encargo de reformar el
culto en el templo de Jerusalén, de recibir ofrendas en oro y plata para el
culto, de nombrar jueces y gobernadores en Judea y de enseñarles las leyes de
su Dios (Esd 7:25). Le dio incluso autoridad para juzgar y ejecutar a los que
se le opusieran (v. 26).
Esdras
subió a Jerusalén con gran número de pueblo judío (unos 1486 varones con sus
familias, cap. 8). Partió después de ayunar y sin protección militar, “porque tuve vergüenza de pedir al rey tropa
y gente de a caballo que nos defendiesen del enemigo en el camino; porque habíamos
hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los
que le buscan; mas su poder y su furor contra todos los que lo abandonan.” (8:22)
Llegado a Judá se enteró del escándalo de los
matrimonios mixtos con los pobladores de la tierra (9:1,2) que encerraban el
peligro de que los israelitas se corrompieran rindiendo culto a las divinidades
paganas de sus mujeres. Esdras se afligió por ello en gran manera: “Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi
manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en
extremo.” (9:3) Lleno de vergüenza él oró: “Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi
rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra
cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo…” (v. 6).
La
oración compungida de Esdras, que continuó enumerando todos los pecados en que
había incurrido el pueblo, y las muchas veces que Dios se había mostrado
misericordioso con ellos (9:7-15), tuvo un efecto inesperado, porque se juntó
una gran multitud de hombres, mujeres y niños, llorando amargamente y
confesando su pecado de haber tomado por esposas a mujeres extranjeras, es
decir, que no eran de su pueblo (10:1,2). Como resultado el pueblo hizo pacto
con Dios de despedir a las mujeres extranjeras y a sus hijos (10:3-5).
No
obstante, en una reunión solemne poco después Esdras ordenó a los levitas y
sacerdotes y a todos los hombres fieles que se hubieran casado con mujeres no
judías, que se separaran de ellas, y que los judíos en adelante no dieran a sus
hijas en casamiento a no judíos (10:5ss), según lo ordenado por Moisés (Dt
7:1-5, en especial el vers. 3).
La
tradición rabínica otorga gran preeminencia a Esdras como reformador del culto
e instaurador de la lectura regular de la Torá en la sinagoga. Pero, sobre todo,
él definió a Israel como una comunidad separada de “los pueblos de la tierra”, todos
los aspectos de cuya vida deberían estar gobernados por los principios
establecidos en la Torá. A él se le atribuye además haber introducido la
escritura cuadrada aramea que actualmente utiliza el hebreo, así como la reconstrucción
del texto del Pentateuco. La cronología de los hechos de Esdras es difícil de
establecer porque el orden de los pasajes del libro que lleva su nombre ha sido
alterado por razones literarias que desconocemos.
A él se le atribuye haber
establecido la Gran Asamblea de escribas y profetas, predecesora del Sanedrín,
como la autoridad normativa en asuntos relativos a la ley religiosa, así como
la lectura obligada de la Torá en las sinagogas.
Según la tradición, él sería el
autor del libro de Crónicas, siendo el libro que lleva su nombre su
continuación. Y en efecto, como puede verse, los dos últimos versículos del
segundo libro de Crónicas son casi idénticos a los dos primeros del libro de
Esdras.
Él llegó a Judea en un momento
sumamente difícil para su nación: 1. La comunidad israelita era pequeña y se
estaba desintegrando; 2. Estaba amenazada por los samaritanos, que eran en ese
momento mucho más poderosos que ellos (Nota);
3. Hombres y mujeres se estaban casando con no judíos, violando la ley; 4. Más
grave aún, el pueblo estaba violando el sábado, trabajando y comerciando; y 5.
Se estaban asimilando a los pueblos vecinos, por lo que la comunidad judía
estaba en peligro de desaparecer.
Esdras y Nehemías, que vino poco
después que él, cambiaron esa situación en poco tiempo: 1. Bajo el liderazgo de
Nehemías se reconstruyeron los muros de Jerusalén (Nh 2:11-3:32); 2. Se
reinició la reconstrucción del templo iniciada por Zorobabel (Esd 3:11ss); 3.
Se obligó –como ya se ha mencionado- a los hombres a separarse de sus mujeres
paganas; 4. Se prohibió estrictamente todo trabajo en sábado; 5. El año 444 AC,
y subido a un alto púlpito, Esdras leyó, desde la madrugada hasta el mediodía,
el libro de la Ley, apoyado por los levitas que explicaban el sentido al pueblo
(Nh 8:1-8); 6. Posteriormente todo el pueblo se comprometió públicamente a
guardar la ley de Dios con todo detalle (Nh 9:38-10:39).
La solemne ceremonia pública de
lectura del libro de la Torá fue como un eco del otorgamiento de la Ley al
pueblo en el Sinaí (Ex 20), razón por la cual en el judaísmo se considera a
Esdras como un segundo Moisés. Tal como lo han entendido las generaciones
posteriores, ese acontecimiento marca la transformación del judaísmo en una
religión centrada en el libro de la Torá como fuente de autoridad máxima,
reemplazando a reyes, profetas, e incluso a los sacerdotes, como voceros de la
voluntad de Dios, lo cual otorgó a los intérpretes de la Ley una importancia
cada día mayor.
La decisión que tomó el pueblo de
Israel de mantener una estricta separación étnica y religiosa respecto de todos
los demás pueblos (los llamados goyim,
esto es, gentiles) tuvo también, a su vez, consecuencias decisivas a largo
plazo, y explica que el pueblo judío se haya mantenido durante la era
cristiana, es decir, durante casi dos mil años, como una entidad étnica y
religiosa separada. Que lo haya podido hacer sin tener, hasta mediados del
siglo pasado, un territorio propio, una patria, es un hecho extraordinario que no
tiene antecedentes en la historia y es manifestación de un evidente propósito
divino.
Nota: Existen
varias teorías acerca del origen de los samaritanos. La más plausible postula
que cuando los asirios conquistaron el reino del Norte en el siglo VIII, no deportaron
a todos sus habitantes, sino que dejaron una pequeña población que trató de conservar
las tradiciones de su pueblo, pero que posiblemente también se mezcló con los
pobladores que los asirios trajeron a la región para someterla. Ellos poseían
un texto del Pentateuco que difería en algunos puntos menores del texto
canónico, y que estaba escrito en un alfabeto diferente del hebreo. En el siglo
IV AC construyeron un templo en el monte Gerizim, como rival del templo de
Jerusalén, el cual fue demolido por el sumo sacerdote Juan Hircano el año 128
AC, hecho que agudizó el antagonismo existente entre judíos y samaritanos. En
el diálogo que Jesús sostuvo con la samaritana en Sicar, junto al pozo de
Jacob, ella hizo a Jesús una pregunta que reflejaba la rivalidad cultual existente
entre ambos pueblos (Jn 4:20).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que
cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a
arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una
sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar
en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo
sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente
muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#953 (27.11.16).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
miércoles, 29 de noviembre de 2017
ESDRAS, EL ESCRIBA
Por José Belaunde M.
ESDRAS, EL ESCRIBA I
El libro de Esdras es
el registro del cumplimiento glorioso de
una promesa de Dios y de cómo Dios pone
en obra todo lo que sea necesario para que su palabra se cumpla. Él
había predicho por boca de Jeremías que el pueblo judío sería llevado cautivo a
Babilonia a causa de sus infidelidades y de sus maldades, pero había anunciado
también que retornaría al cabo de 70 años de cautiverio (Jer 25:11;29:10).
El libro de Esdras
narra cómo se cumplió esa profecía. El libro es parco en los pormenores de ese
retorno, pero los detalles que da el texto son suficientes para que podamos
visualizar cómo se cumplió en el retorno lo expresado por el Salmo 126: "Los
que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán; irá andando y llorando el que
lleva la semilla (del arrepentimiento); regresará con regocijo trayendo
sus gavillas (los frutos de justicia)". (v. 5,6).
Ellos habían partido
a Babilonia como esclavos, derrotados; volvieron en triunfo y alegría (“Irán con lloro, mas con misericordia los
haré volver, y los haré andar junto a arroyos de agua, por camino derecho en el
cual no tropezarán; porque yo soy a Israel por padre, y Efraín es mi
primogénito”. Jr 31:9). Salieron diezmados; su número al regresar era 42360
"sin contar sus siervos y siervas, los cuales eran 7327." (Y
sin contar mujeres, niños y adolescentes, porque los censos entonces
comprendían sólo a los varones adultos. Esdras 2:65). Partieron pobres,
volvieron ricos (Es 2:69). Posiblemente habían sido llevados a pie, en cadenas;
regresaron montados en caballos, mulas, camellos y asnos (2:66,67).
Nabucodonosor se había llevado a Babilonia los tesoros del templo (2R
24:11-13); ellos los trajeron de vuelta (Es 6:5).
Dios rara vez
interviene en la historia por medio de portentos, aunque a veces lo hace. Por
lo general interviene a través de seres humanos y de acciones humanas. Es
decir, nos usa a nosotros. La Escritura dice que para cumplir su palabra Dios "despertó
el espíritu de Ciro, rey de Persia". (Esdras 1:1). En la versión
inglesa autorizada de la Biblia (llamada también del rey Jaime) se dice
"stirred up", verbo que quiere decir "excitar, conmover,
aguijonear el espíritu". Es decir, le puso al rey un impulso interno para
realizar los planes que Él se había
propuesto. ¿Cómo es que el rey hizo lo que el Señor quería? El libro de
Proverbios dice "Como los repartimientos de las aguas, así está el
corazón del rey en la mano del Señor; a todo lo que quiere lo inclina."
(Proverbios 21:1). Así como Dios puede hacer que nosotros hagamos lo que Él
desea, de igual manera Él puede hacer que los gobernantes cumplan sin saberlo
su voluntad, creyendo que hacen que lo que ellos se proponen.
Pero Dios no sólo
actuó a través de Ciro y de Darío (cap. 6), sino que se sirvió también para
llevar adelante sus planes de judíos piadosos que habían alcanzado posiciones
altas en la corte de Persia. En esa etapa de la historia de Israel se valió de
Mardoqueo, de Ester, de Zorobabel, de Esdras y de Nehemías y de muchos otros.
Habían sido encumbrados en el mundo por su diligencia ("¿Has visto
hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará." dice
Proverbios 22:29). Si Esdras no hubiera sido diligente en el estudio de las
Escrituras (Es 7:6), no habría estado cerca del rey.
A veces los proyectos
de Dios se frustran porque no encuentra creyentes colocados en las altas
esferas de la sociedad y del gobierno que le puedan servir de instrumento,
porque los creyentes han descuidado ser diligentes en las cosas del mundo. Los
creyentes han dejado el mundo de la política y de los negocios en manos de
escépticos, o de incrédulos, o peor aún, de impíos, que pueden hacer todo el
mal que se proponen porque no hay hombres justos que se les interpongan. Pero
Dios tiene necesidad de siervos suyos en todas las capas de la sociedad,
inclusive las más altas, porque hay ciertos procesos de su plan que se deciden
en la cúspide del poder político y económico.
Una vez cumplidos los
aspectos iniciales del proyecto de Dios para Israel en relación con su retorno
del cautiverio, esto es, una vez concluida la reconstrucción del templo y de
las murallas de la ciudad, y empezada la restauración del culto y de las fiestas
solemnes, Dios tenía necesidad de un hombre que guiara al pueblo elegido en el
amor y en el conocimiento de las Escrituras, para que aprendiera a conducirse
rectamente delante de sus ojos. Este hombre fue Esdras que "había
preparado su corazón para inquirir la ley del Señor y para cumplirla, y para
enseñar en Israel sus estatutos y decretos" (7:10).
Toda persona que
desee guiar con corazón sincero al pueblo en el conocimiento de la palabra de
Dios, debe sentir ese triple impulso de investigar, cumplir y enseñar. Son tres
pasos estrechamente unidos y se implican mutuamente, porque no se puede enseñar
lo que no se cumple (salvo hipócritamente) y no se puede cumplir lo que no se
conoce bien. Eso es evidente. Al mismo tiempo, el que investiga la palabra de Dios
con corazón sincero se verá impulsado a cumplirla, y, si la cumple, la misma
palabra lo empujará a enseñarla a otros para que también la cumplan. Pero no
será capaz de hacer bien esas tres cosas si no ha preparado su corazón.
La comprensión que
uno alcance de las Escrituras no depende tanto de su cultura, de su erudición o
de su inteligencia, cuanto de la intimidad que uno tenga con el autor de las
Escrituras. A eso nos referíamos al hablar de preparar el corazón. Así como nos
será fácil entender la letra de alguien si estamos acostumbrados a leer sus
cartas, de igual manera la letra de los escritos de Dios –que son como una
carta que Él nos envía- nos será tanto más comprensible cuanto más la
frecuentemos y más cerca estemos de su espíritu: "El que se une al
Señor, es un mismo espíritu con El" (1Cor 6:17).
Depende también del
deseo que tengamos de entenderla. Si uno no está interesado en entenderla, si
nos es indiferente, difícilmente va a sacar uno algún fruto de su lectura. Pero
si nosotros deseamos ardientemente comprender su palabra, Él va a satisfacer ese deseo iluminando nuestra
mente.
Nuestra relación con
el Señor está gobernada por esta ley espiritual: "Acercaos a Dios, y Él
se acercará a vosotros", como dice Santiago 4:8. Nosotros gozaremos de
tanta intimidad con el Señor cuanto queramos tener. Somos nosotros los que
decidimos el grado de nuestra intimidad con Dios. Si nos acercamos un poco a
Él, Él se nos acercará un poco. Si nos acercamos mucho, Él se nos acercará mucho. Depende de cuánto lo busquemos, de
cuánto ahínco pongamos en conocerlo. Dios es dócil con los que le son dóciles.
También depende de
cuán grande sea nuestro deseo de obedecer su palabra. Cuánto más la pongamos
por obra, más la comprenderemos. Cuanto más la cumplamos, mejor la
entenderemos. Aprendemos a comprenderla, haciéndola. Comprender y hacer van,
pues, unidos y se refuerzan mutuamente. No se trata de una comprensión
intelectual, sino de una comprensión intuitiva interna, del corazón (así como
nosotros comprendemos a los seres que amamos sin necesidad de analizarlos),
porque si guardamos su palabra Él se manifestará a nosotros, como dijo Jesús: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda,
ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré,
y me manifestaré a él.” (Juan 14:21).
¿Y de qué manera se
manifestará Él al que lo ama y guarda su palabra? Hablándole al corazón (“Porque dulce es la voz tuya” dice el
Cantar de los Cantares, 2:14), e iluminando su mente para que pueda conocerlo y
comprenderlo mejor.
La intimidad con Dios
es ciertamente una gracia inmerecida, pero en gran medida depende también de
nuestra actitud. ¿Quieres conocer íntimamente a Dios? Acércate a Él en oración.
Búscalo en tu cámara secreta, y Él se revelará a ti.
NB. Este texto fue escrito el 01.05.96 para una charla transmitida por
Radio Miraflores. El 20.11.05 fue impreso, enriquecido con notas sobre el
contexto histórico de los hechos narrados. El segundo artículo que se publique
a continuación estará basado en el contenido ampliado de esas notas.
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego;
lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En
adelante quiero vivir para ti y servirte."
#952 (20.11.16). Depósito Legal #2004-5581.
Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima,
Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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viernes, 17 de noviembre de 2017
EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA
LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL FUTBOL COMO METÁFORA DE
LA VIDA
El adolescente es como un
equipo que sale a la cancha y está haciendo ejercicios de calentamiento antes
de que el árbitro toque el pito para iniciar el juego.
Cuando sale del colegio se
inicia el partido. Los muchachos están llenos de impulso, de energía, de vida y
deseos de triunfar.
El adolescente tiene dos
tiempos por delante para ganar o perder, para meter goles, o que se los metan.
Cuenta con una barra de hinchas que lo apoya, y con otra que le es contraria:
sus padres y sus amigos de un lado; sus rivales y sus enemigos, del otro.
Los goles que quiere anotar
son las metas que se propone alcanzar en los años que tiene por delante, los
logros a que aspira para tener una vida exitosa de la que pueda enorgullecerse.
Para meter esos goles
necesita tener una estrategia de juego que tome en cuenta las condiciones de la
cancha, así como las fortalezas y las debilidades del adversario. Es decir, no
sólo sus propias condiciones, sino también las circunstancias concretas con las
que se tiene que enfrentar, las ventajas y desventajas de su entorno, las
dificultades y las facilidades que encuentre en la vida.
Los padres lo pueden ayudar
y aconsejar, pero los goles los tiene que meter él.
Al frente está el
guardameta, rodeado de los defensas, que tratarán de impedir que la pelota
penetre en el arco. Ya sabemos quién es el guardameta contrario y sus defensas.
Es el enemigo de siempre y sus cómplices, que tratan de frustrar nuestros
planes y robarnos el éxito, junto con la esperanza de alcanzarlo (Jn 10:10).
A medida que transcurre el
primer tiempo el marcador va señalando los goles anotados. Llega la mitad del
primer tiempo, y quizá le han metido un par de goles al muchacho, y él todavía
no ha metido ninguno.
O pudiera ser que él mismo,
en un momento de atolondramiento, se
metió un autogol, y cuando quiere recuperarse lo "faulean".
Alguien le ha serruchado el piso en el trabajo, o lo calumniaron y lo mandan a
la banca por un rato. ¡Oh, como arde de furia cuando retorna al césped!
Sigue moviéndose el
minutero, vuelan las hojas del calendario, pero él todavía no obtiene nada.
¡Qué rápido pasa el tiempo! Se agita, empieza a sudar angustiado. Todavía le
quedan 15 minutos para voltear el marcador, o siquiera para empatar.
¡Tiempo! grita el árbitro.
Se detiene el juego y todos a la banca. Hay momentos en que la vida nos saca de
la cancha para que podamos reflexionar y reponer fuerzas.
Cuando empieza el segundo
tiempo ya pasó la valla de los 40 años. Ya no está fresco como al comienzo,
pero todavía guarda energías, y no hay suplente que lo reemplace.
Los goles que metió son las
cosas que ha logrado en la vida: profesión, casa propia, familia, auto... Pero
quizá no metió ninguno, no tiene nada de eso y se siente derrotado.
Los goles que le metieron
son las adversidades, las desilusiones, los fracasos, las enfermedades...
Pero aún le queda el
segundo tiempo por delante para recuperarse y ganar el partido. ¿Cómo se moverá
el marcador? ¿Meterá más goles, o se los meterán?
¿Cómo anda tu vida si ya
estás jugando el segundo tiempo? ¿Cuántos goles has hecho? ¿Cuántos te han
metido? Si el marcador está en tu contra, todavía puedes voltearlo con la ayuda
de Dios antes de que termine el encuentro.
De repente, en un momento
de descuido, cuando está por meter un gol, la pelota se va al “corner”. ¡Tiro
de esquina! Decreta el árbitro. Es un momento de peligro, pero lo salva con un
cabezazo genial que arranca aplausos de la tribuna. ¡Qué magnífico jugador es
este tipo, comentan los hinchas!
Saber usar la cabeza y no
dejarse llevar por las emociones, o por el desánimo, cuando hay que tomar
decisiones es muy importante para triunfar en la vida.
Al final se juega el tiempo
de descuento, cuando se jubila, pasados los sesenta años. Todavía tiene una
chance de ganar el partido, si le quedan piernas para correr y se esfuerza. En
las tribunas el público retiene el aliento. Pero cuando el árbitro toca el pito
final, se acaba el partido y ahí queda el marcador.
Habrá quienes celebren el triunfo porque se alzaron con la copa, y
quienes lamenten su derrota, y se vayan a llorar al camarín, como harán algunos
deudos afligidos. Pero lo que importa y alegra a los espectadores es que el
partido haya sido bien jugado, respetando las leyes de la ética, y que nadie
ganara medallas injustamente.
En las exequias dirán que fue un gran goleador, que se dio por
entero en la cancha de la vida, y no fue un ocioso que se aprovechó del
esfuerzo ajeno; que tenía un gran dominio de la pelota; que no la retuvo cuando
convenía pasársela a otro; que supo jugar en equipo y no pretendió lucirse metiendo
él solo todos los goles.
Es muy importante que el niño sepa que a la cancha de la vida se
sale para meter goles, que debe empezar a hacerlo desde temprano, y que su triunfo
depende en parte de la colaboración de otros. No vaya a ser que su vida pueda
ser comparada con la del futbolista de barrio, del que se dice que sabe jugar
bonito y lucirse, pero no sabe meter goles.
Al niño hay que enseñarle
(pero con prudencia, pues no es sino un niño) desde pequeño a fijarse metas, a
planificar cómo las alcanza y, sobre todo, a lograrlas, a no aceptar los
fracasos.
Esas metas que se proponga
serán las adecuadas a su edad, a la etapa de la vida en que se encuentra, y
estarán relacionadas con sus estudios, con los deportes que practique, con sus
colecciones, con sus juegos, sus lecturas, con sus amigos y amigas, porque los
hay buenos y malos, los que te ayudan a triunfar, y los que te desvían.
El niño debe ser estimulado
a fijarse propósitos para su vida, y es bueno que converse sobre ellos con sus
padres y que sienta que sus padres lo apoyan. Más tarde, cuando la vida lo
lleve por otros caminos y se independice, buscará el consejo de sus padres
porque está acostumbrado a hacerlo desde pequeño, y sabe que en ellos encuentra
a sus mejores amigos.
Pero no sólo el consejo de
ellos, si es que ha encontrado un buen amigo, es decir, un entrenador capaz,
que observe sus defectos y sus virtudes, y que lo ponga en el lugar de la
cancha que más conviene a sus cualidades.
Pero más que nada debe
cuidarse de las tentaciones, de los malos amigos. No vaya a ser que en la
prueba de dopaje le encuentren una sustancia prohibida en su organismo, y lo
manden a la sombra durante un tiempo, y que
toda la gloria que alcanzó quede manchada, o se desvanezca.
NB. Este escrito formó
parte de una enseñanza dada hace más de una década en la escuela de padres de
un colegio cristiano. Lo publiqué hace tres años, pero lo vuelvo a imprimir con
algunos cambios, porque creo que la ocasión es propicia.
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces,
pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido
hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra
en mi corazón y gobierna mi vida.
#1004 (12.11.17). Depósito Legal
#2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
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viernes, 27 de octubre de 2017
EL DESEO DE LOS JUSTOS ES SOLAMENTE EL BIEN
LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL DESEO DE LOS JUSTOS ES SOLAMENTE
EL BIEN
Un Comentario de
Proverbios 11:23-26
23. “El deseo de los justos es solamente el bien; mas la esperanza de los
impíos es el enojo.”
En este proverbio el deseo y la esperanza
están contrastados. ¿En qué forma están ambos conectados? En que el deseo, una
vez concebido en el alma, se convierte en esperanza de alcanzar lo deseado.
Parafraseando a un autor del pasado diríamos que los deseos son las alas del
alma que la llevan hacia aquello que ama, y no descansará hasta que lo consiga.
Los deseos del justo sólo pueden ser buenos porque todo su ser está
orientado hacia el bien, y es Dios quien los inspira (Sal 37:4). El justo sólo
desea el bien para otros, y no se resiente de lo que otros y no él recibe,
porque sabe que en todo Dios es justo. Él no desea el mal a nadie, ni siquiera
a sus enemigos. Si un pensamiento malo le cruza la mente inmediatamente lo
aleja de sí, mientras que con el impío sucede lo contrario. Él se deleita en
pensar y desear el mal para otros, sin saber que al desear el mal, lo atrae a
sí, y que puede sobrevenirle lo que él deseó para otros.
Como desea sólo el bien, el justo puede decir que el Señor es la porción
de la herencia que le ha tocado, y que, en verdad, es más deleitosa que ninguna
otra, y que nada se compara con ella. Por eso el salmista exclamó: “El Señor es la porción de mi herencia y de
mi copa… Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos (1) y es hermosa la heredad que me ha tocado.” (Sal 16:5,6; cf Sal 73:25).
El desear sólo el bien trae consigo una gran recompensa: poseer y ser
poseído por Dios, de modo que sólo se viva para Él (Rm 14:8).
En cambio, la esperanza (algunas versiones dicen la expectativa) del impío
es enojo, esto es, disgusto, molestia, fastidio, porque al oponerse siempre a
los planes y deseos de Dios, eso es lo que recibe.
Hay un episodio en el libro de Números que ilustra muy bien el mensaje de
este proverbio. Durante su marcha por el desierto llegó un momento en que el pueblo
hebreo se hartó de comer sólo el maná que caía del cielo cada mañana, y deseó
comer carne. Entonces se quejaron a Dios de mala manera, diciendo que mejor les
iba cuando vivían como esclavos en Egipto y podían comer de todo (Nm 11:4-6). En
respuesta a su queja malagradecida Dios les dijo que puesto que tanto la
deseaban ellos comerían carne hasta hartarse (11:18-20). Mandó entonces Dios un
viento que trajo codornices del mar en gran número. No bien había comenzado el
pueblo a comerlas cuando vino sobre ellos una plaga que causó la muerte de
muchísimos de ellos (11:31-33; cf Sal 105:40).
No obstante, F. Delitzsch sugiere que la palabra hebrea ebra debe traducirse no como “enojo”, como
hace nuestra versión, sino como “presunción”, de modo que mientras que el deseo
de los justos es sólo el bien, la esperanza de los impíos está basada en las
sugerencias de su presunción y es, por tanto, vano auto engaño.
El versículo entero puede también interpretarse
en el sentido de las consecuencias: el justo cosechará el bien como fruto de
sus aspiraciones, mientras que la recompensa que el impío espera se frustrará,
porque incluso cuando trata de hacer el bien, no lo hace rectamente.
Los tres proverbios siguientes (11:24,25,26)
contraponen la generosidad con el egoísmo. El que reparte generosamente (v. 24)
es el que se inspira en el carácter de Dios, que es generoso por naturaleza, y
se goza en bendecir a sus criaturas. El que sacia las necesidades ajenas (v.
25) –que pueden ser muchas y de diversa índole- verá que las suyas son saciadas
por canales de provisión inesperados.
Hay algunos que en su egoísmo todo lo quieren
para sí y se apropian de lo que no es suyo –como podría ser de la calle o de la
vereda, que son lugares públicos- pero cuya codicia suscita el rechazo de sus
vecinos y, por último, de la sociedad entera. Todo lo quieren para sí, pero
nadie los quiere tener por amigos. Terminan aislados de todos.
Nosotros vemos con frecuencia que el dadivoso es
amado por todos, mientras que el tacaño es odiado. La razón es clara: el
primero hace felices a muchos; el segundo es causa de mucho sufrimiento ajeno.
24. “Hay quienes reparten, y les es añadido
más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.”
Jesús
pudo haberse inspirado en este versículo al decir: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante darán
en vuestro regazo.” (Lc.6:38)
Ser generoso es buen negocio; y malo
ser tacaño, porque el amarrete, aunque sea rico, vive como pobre.
El que reparte participa del
espíritu de Dios que es generoso en distribuir sus bendiciones, y en hacer
prosperar a los justos (Dt 28:1-14), y por eso cuanto más da, más tiene. La
semilla que siembra en los campos de la vida haciendo el bien, le produce un
retorno generoso con el cual él llena sus graneros (Gal 6:9). Como se dice en
2Cor 9:6: “El que siembra generosamente,
generosamente también segará.”
El que honra al Señor con sus bienes
recibirá con seguridad una cosecha abundante (Pr 3:9,10), pero también el que da
a los pobres, porque Dios cuida de ellos (19:17).
Hay quienes desperdician sus
recursos en forma descuidada, y en pecado, amando el deleite, como el hijo
pródigo (Lc 15:13,14). El fruto que cosechen será pobreza y necesidad (Pr
21:17).
El que predica la palabra de Dios y
la dispersa por el mundo generosamente, hallará que su conocimiento y
entendimiento (que no son lo mismo) espiritual aumentará en la medida en que
otros participan de él. En cambio, el que no comparte lo que sabe, pretendiendo
reservarlo para sí y obtener una ganancia con lo que recibió por gracia,
experimentará una pérdida.
En el campo de la economía de Dios
parece que rigiera una ley paradójica: El que reparte con generosidad verá que
sus recursos no disminuyen sino, al contrario, aumentan; mientras que el que
retiene para sí todo lo que puede, en lugar de enriquecerse como espera,
empobrece. Un epitafio antiguo ilustra lo dicho: “Lo que gastamos, teníamos; lo
que ahorramos, lo perdimos; lo que dimos, eso tenemos.”
El principio enunciado por este
proverbio tiene una aplicación práctica en el campo de los impuestos sobre las
ventas que retienen las autoridades porque, cuando son excesivos, ahogan la
actividad económica y el país empobrece.
¿Quién es el que retiene más de lo
debido? El que no paga el precio justo por lo que compra, o el que vende usando
una pesa falsa (Pr 11:1), o el que niega su ayuda al necesitado pudiendo darla.
De esa clase de personas ha dicho el profeta: “Pues así ha dicho el Señor de los ejércitos: Meditad bien sobre
vuestros caminos. Sembráis mucho y recogéis poco; coméis, y no os saciáis;
bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis…” (Hag
1:5,6). (2)
25. “El alma generosa será
prosperada; y el que saciare, él también será saciado.”
El
original hebreo dice: “el alma de
bendición.” Podríamos comentar: el alma que bendice, será a su vez
bendecida. Este proverbio de paralelismo sinónimo es un comentario, o
elaboración, de la primera línea del proverbio anterior, y confirma el mensaje
de Pr 11:17.
Isaías contiene una promesa
maravillosa para el que parte su pan con el hambriento, y alberga en su casa a
los pobres errantes, y cubre además la desnudez de su hermano: “Entonces nacerá tu luz como la aurora, y tu
salvación se dejará ver pronto, e irá tu justicia delante de ti, y la gloria
del Señor será tu retaguardia.” (58:8).
Ya desde el Sinaí Moisés conminó al pueblo a ser generoso (Ex 22:25-27;
Lv 25:35-37).
En una de sus homilías Juan
Crisóstomo cita algunos proverbios orientales sobre la mayordomía del dinero
que contienen interesantes enseñanzas: “Las riquezas del bueno son como el agua
vertida en un campo de arroz.” “Los buenos, como las nubes, reciben sólo para
dar.” “Los ríos no beben su propia agua, ni los árboles comen sus propios
frutos.”
En la New King James Version se lee:
“El que riega a otros, será también
regado.” El que lleva a otros el agua de la palabra (Ef 5:26) será
abundantemente bendecido porque “de su
interior correrán ríos de agua viva” (Jn 7:38). Regar los campos de la viña
del Señor es parte del trabajo del ministro del Evangelio, en el cual a cada
uno le toca una parte asignada por Dios, tal como escribió Pablo: “Yo planté, Apolos regó…” (1Cor 3:6). Los
que lleven a cabo el trabajo de esparcir y cultivar la buena semilla en otros serán
a su vez refrescados, confortados, y recompensados generosamente por Dios. Como
dice el Targum judío: “El que enseña, él también aprenderá.” El Espíritu Santo
será su maestro.
26. “Al que acapara el grano, el
pueblo lo maldecirá; pero bendición será sobre la cabeza del que lo vende.”
Este
proverbio nos muestra que ya en esos tiempos antiguos había especuladores que
aprovechaban la escasez de trigo, o de otros cereales, para enriquecerse,
comprando a los campesinos sus cosechas a bajo precio, y reteniéndolas para crear
de esa manera una escasez artificial que hacía elevar los precios. Es un
principio básico de la economía que cuando la oferta es escasa, la demanda hace
que los precios suban.
Como es natural, los que seguían esa política
eran odiados por el pueblo (como lo son también ahora) porque explotaban el
hambre; mientras que los que obraban de manera contraria, es decir, vendían, eran
amados.
En el libro del Génesis tenemos el claro ejemplo
de lo segundo en José, que sugirió al faraón que se reservara en depósitos
apropiados la quinta parte de la cosecha que se recogiera durante los siete años
de abundancia anunciados, para poder vender el trigo almacenado durante los siete
años en que las cosechas serían escasas, de modo que no hubiera hambre. Y él
mismo, por su sabiduría, fue encargado de llevar a cabo esa política prudente
(Gn 41:34-36; 46-49).
Notemos que dice que hay bendición no sobre el que
regala el grano, sino sobre el que lo vende, porque es normal que el
comerciante tenga una ganancia razonable. Pero el acaparador quiere maximizar
su beneficio a todo costo, sin importarle el sacrificio que su actitud impone a
otros. El profeta Amós denunció severamente esa política, mencionando de paso a
los que achican la medida, suben los precios y falsean la balanzas (8:4-6).
Ch. Bridges señala que la maldición viene del
pueblo, pero que la bendición viene de arriba. Y agrega que al que subordina su
propio interés al bien común, le vendrán bendiciones sobre su cabeza (Pr 10:6).
¿Pero es el clamor por el pan de vida tan grande
como el clamor por el pan que perece? Si el que retiene el segundo es maldito,
con mucho mayor motivo debe serlo el que retiene el primero. Y si vienen
bendiciones sobre el que vende el grano material ¡con cuánto mayor motivo debe
haberlas sobre el que reparte generosamente el grano que da vida al espíritu! Imitando
a Isaías proclamaremos: “¡Venid y comprad ese pan sin dinero y sin precio!” (cf
55:1).
¡Cuánto daño hacen los que retienen las palabras
que pueden dar vida a los que están muertos en sus delitos y pecados! (Ef 2:5) Con
su silencio condenan a muchos al fuego eterno, que podrían ser salvos si se les
predicara y nacieran de nuevo. No seamos nosotros de ellos, sino repartamos
generosamente en torno nuestro la palabra de vida que hemos recibido.
Notas: 1. Estas palabras son una alusión al
método que se empleaba entonces, mediante cuerdas o cordeles, para marcar el
límite de las tierras cuando se repartían.
2. Es cierto
que esas palabras fueron pronunciadas en una situación diferente –el desgano
del pueblo para empezar la reconstrucción del templo de Jerusalén después del
retorno del exilio- pero también son aplicables al descuido en hacer lo que
sabemos que Dios espera de nosotros.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a
gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a
pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados
cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu
perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me
arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego;
lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En
adelante quiero vivir para ti y servirte."
#951 (13.11.16). Depósito Legal
#2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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