jueves, 13 de octubre de 2016

ANOTACIONES AL MARGEN XLIV

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde
ANOTACIONES AL MARGEN XLIV

v  ¿De qué sirve el conocimiento sin el temor de Dios? De nada o de poco porque será mal empleado, o al  menos no en las cosas que más importan porque son eternas. Peor aún, el conocimiento sin temor de Dios puede ser empleado sin escrúpulos para el mal, como hemos visto en la historia reciente tantas veces.
v  El conocimiento aumenta nuestra responsabilidad.
v  El que se conoce bien a sí mismo sabe que hay en él muchas más cosas que merecen ser criticadas que elogiadas.
v  Es imposible buscar el reino de Dios y su justicia si se ama al mismo tiempo al mundo.
v  El egoísmo, el personalismo, nos quitan la paz, porque no admiten competencia, ni sufren que nadie se levante por encima de ellos.
v  Si eres virtuoso, no pienses mejor de ti mismo de lo que es razonable (Rom 12:3), no sea que Dios te deje caer para hacerte volver a la realidad.
v  Si el pensamiento es consentido, despierta el deseo que compele a la acción.
v  Dios dosifica las tentaciones a las que somos sometidos.
v  Por medio del amor sobrenatural (agápe), o gracias a él, adquirimos la verdadera sabiduría, porque ese amor nos une a Dios, que es la sabiduría misma.
v  Dar limosna al pobre sin amor, tiene poco mérito a los ojos de Dios. Es casi como botar el dinero al desagüe.
v  Mi oración diaria debería ser: “Ayúdame Padre a ser perfecto como tú eres perfecto.” (Mt 5:48). Y también: “Que tu sangre, Jesús, me limpie de toda mala intención.”
v  Debemos aborrecer el pecado, si se pudiera, tanto como Dios lo aborrece.
v  Esta es una idea fundamental: Tratar de ser hoy tal como quisiera que me sorprendiera algún día la muerte.
v  Si no vivo todas las horas del día amando a Dios, estoy perdiendo el tiempo.
v  Si no muero al mundo y a mí mismo, no puedo vivir para Dios.
v  Al que es manso y humilde de corazón como Jesús, más que la ofensa o el daño que pueda sufrir por culpa de otro, le duele el daño que el agresor se hace a sí mismo, y ora por sus enemigos sabiendo que no saben lo que hacen.
v  El que se entromete en asuntos ajenos sin ser solicitado pierde la paz del espíritu, porque se carga de problemas sobre los que no ejerce ningún control.
v  Si yo quiero alcanzar a Dios y hacerme uno con Él, tengo que renunciar a todo lo que no es Él. ¿Pero cómo renunciar a las cosas de las que mi vida depende? Pablo sugirió la solución: Comprando como si no comprara, poseyendo como si no poseyera…(2Cor 6:10)
v  Lo que te molesta en otros, trata de evitar en ti.
v  Es mejor nunca hallar falta en los demás, sino en uno mismo.
v  Nosotros no solemos ser conscientes del daño que hacemos a otros por nuestras malas decisiones. Pero, en contraparte, todos sufrimos las consecuencias de las malas decisiones que a veces toman los que detentan el poder político, o de otro tipo.
v  Cuando actuamos mal, cuando pecamos, o nos dejamos llevar por el orgullo, o por la pasión, se oscurece la luz de nuestro entendimiento, y eso nos lleva a cometer nuevos errores.
v  Nada hay más cómodo que echarle la culpa a otros de nuestras fallas, o de sus malas consecuencias. Pero nada hay también más improductivo, porque de esa manera nunca aprendemos.
v  Este es el secreto de la vida cristiana: Hacerse uno con el Crucificado.
v  Aunque duela y lo rechacemos, el sufrimiento nos une a Cristo. ¡Cuántos encadenados a un lecho de dolor podrían ser consolados con este pensamiento!
v  Quisiera terminar citando estos pensamientos de dos de los más grandes padres de la Iglesia.
San Basilio el Grande (330-379), que fue un baluarte contra la expansión de la herejía arriana, escribió: “Un árbol es conocido por sus frutos; un hombre, por sus obras. Una buena obra nunca se pierde; el que siembra cortesía, cosecha amistad; el que siembra bondad, cosecha amor.”
Por su lado San Agustín (354-430), el más grande de los teólogos cristianos, escribió: “¿A qué se parece el amor? Tiene manos para ayudar a otros. Tiene pies para acudir donde el pobre y necesitado. Tiene ojos para ver la miseria y la necesidad. Tiene oídos para oír los suspiros y los lamentos de los hombres. A eso se parece el amor.”
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#915 (21.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).



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